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Voces Recobradas
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Revista de Historia Oral
Voces Recobradas
Revista de Historia Oral
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Introducción
Repensar la historia oral en el siglo XXI signifca consi-
derarla en el marco de diversidades y desigualdades, y en
simultáneo conduce a asumir sus alcances y limitaciones.
Recurrimos al caso de la comunidad gitana de la ciudad
de San Salvador de Jujuy para así intentar vislumbrar la
compleja impronta de la oralidad en este grupo. La orali-
dad se presenta como rasgo constitutivo identitario, pero
también como forma predominante de intercambio comu-
nicativo y patrón de organización social, cultural y étnico.
En el esfuerzo por describir y comprender la articu-
lación y convivencia de la oralidad y la escritura en la co-
munidad gitana local desembocamos indefectiblemente
en la ampliación del espectro de análisis. Las pretensiones
de exhaustividad y rigurosidad indican ahondar aspectos
que hacen a la constitución identitaria, su conformación
cultural, historia, tradición y costumbres. Estos elemen-
tos viabilizan enriquecer la mirada sobre el fenómeno
puntual que se intenta estudiar, pero por sobre todo se
convierten en verdaderos facilitadores contextuales.
Abordar la oralidad como práctica primaria y cons-
titutiva de una comunidad tiene implicancias muy dis-
tintas de aquellas en las que la oralidad se presenta como
complemento de la escritura en la dinámica cotidiana,
llámese oralidad secundaria. De acuerdo con Walter Ong
“la era electrónica también es la era de la ‘oralidad secun-
daria’ (…)”, referida a aquella que se vincula a las tecnolo-
gías de la información y comunicación, que “depende de
la escritura y la impresión para su existencia” (1987: 12).
Al plantear el funcionamiento de la comunidad ha-
llamos que la oralidad se presenta como rasgo diferen-
ciador del grupo que a su vez es acompañado de otros
elementos que no solo reafrman la peculiaridad del caso
sino que lo complejizan.
Algunas de estas singularidades la constituyen, por
una parte, la impronta oral como forma predominante
de comunicación; por otra, un modo de especial de orga-
nización social y por tanto una cosmovisión del mundo
diferente de los letrados. Otro aspecto a considerar es la
dimensión idiomática, puesto que se trata de una comu-
La comunidad
gitana jujeña
entre la oralidad
y la escritura
La diversidad y convivencia
de distintos grupos sociales sig-
nifica también diversidad en las
cosmovisiones, en el modo de vi-
vir la cotidianeidad, en la manera
de construcción de los vínculos
y en la forma de configuración
identitaria.
nidad bilingüe
1
y con prácticamente nulo acceso a la es-
critura en la mayoría de los casos. Estas peculiaridades
conllevan a considerar la oralidad en un doble sentido,
a saber: como objeto de análisis y como metodología de
estudio. Los gitanos del mundo entero han prescindido
históricamente de la escritura,
2
razón que indica un va-
cío en el registro y la documentación acerca de este grupo
étnico.
Tratándose de un grupo predominantemente oral,
no hay que obviar que viven insertos en sociedades escri-
turales, diría Ong (1987) atravesadas por la tecnología de
la palabra. Entonces, ¿cómo es posible el
desenvolvimiento cotidiano?, ¿qué
estrategias van incorporando e im-
provisando para poder contrarrestar
su condición de oralidad en un mun-
do letrado?
3
Las diferencias entre grupos
orales y escriturales no son marcas
superfciales sino que, muy por el
contrario, indican diversifcacio-
nes estructurales y concepciones del
mundo disímiles, y por tanto las consecuencias de estas
divergencias también lo son.
La diversidad y convivencia de distintos grupos so-
ciales signifca también diversidad en las cosmovisiones,
en el modo de vivir la cotidianeidad, en la manera de cons-
trucción de los vínculos y en la forma de confguración
identitaria. Estas diferencias comúnmente se traducen
como desigualdad y por tanto el costo es la exclusión de
circuitos básicos: acceso a una vivienda digna, inserción
en el mundo del trabajo formal, salud y estabilidad en ge-
neral. En suma, las particularidades socioidentitarias se
plasman en la supresión no solo de la escritura sino como
inequidad con relación a las posibilidades en general.
En este sentido, desechamos todo planteo lineal/cau-
sal que postule la lectoescritura como condición excluyen-
te y exclusiva de estabilidad social, económica y cultural.
Pertenecería al campo de lo fccional suponer que quienes
cuentan con esta técnica tienen garantizado un nivel bási-
co de bienestar. Lo que sí afrmamos es que la preeminen-
cia de la oralidad y la falta de destrezas en la lectoescritura
disminuyen las posibilidades de acceso a ciertos bienes,
servicios y oportunidades. Consideramos superadas las
discusiones de esta naturaleza, ya que tratándose de una
particularidad de la comunidad, y no siendo privativa de
esta, los posiciona en desventaja respecto de aquellos que
sí manejan la técnica. La concatenación de la diversidad
con la desigualdad e identidad devela que el manejo de
cierta técnica, en este caso la escritura, dibuja los límites
de lo que queda por fuera de ciertos circuitos sociales que
se presentan como hegemónicos.
Algunas incursiones por el mundo escrito:
estrategias utilitarias
Hay signos que tiñen de particularidad a
la comunidad gitana local, los encon-
tramos desde la forma de vestir, el or-
denamiento y la ornamentación del
espacio donde viven, sus tradiciones,
costumbres e idioma, y en la oralidad
como un elemento central. La rele-
vancia reside en la preservación ante
históricos intentos de asimilación a los
patrones de funcionamiento de las co-
munidades receptoras. Existen antece-
dentes a nivel local de gitanos, mayormente hombres, que
han tenido y tienen algunas incursiones en la escritura.
Distinguimos dos situaciones: con la primera aludi-
mos a algunos integrantes masculinos, de edad avanzada,
que aprendieron a leer y escribir e incorporaron algunas
operaciones básicas matemáticas con el objetivo de mane-
jar más sueltamente las actividades económicas de subsis-
tencia. En esta dirección el caso paradigmático encarnado
por Elías, quién aprendió a leer y escribir con una vecina
criolla que iba por las tardes a su carpa y le enseñaba. Este
gitano fnalmente publicó en 2003
Vida y tradición gita-
na
, editado por la Secretaría de Turismo y Cultura de la
Provincia de Jujuy. Se trata de un libro corto, sencillo, casi
autobiográfco y alude a algunas particularidades desta-
cadas de la comunidad, vinculado a festividades, creen-
cias y tradiciones. Elías mismo defnió la necesidad de esa
publicación como una forma de desmitifcación construi-
da por los propios criollos. La publicación se trata enton-
ces de un ejemplo poco frecuente dentro de la comunidad
y se constituye como suceso extraordinario.
La segunda situación está dada por los niños que
efectivamente van a la escuela. Y acá nos detendremos,
Agustina Romero
ISHIR-UNIHR (Investiga-
ciones Socio Históricas -
Unidad de Investigación
en Historia Regional) de
la Universidad Nacional
de Jujuy
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pues la escolarización también tiene sus peculiaridades.
Algunas familias gitanas mandan a los niños a la escue-
la, generalmente son varones y no asisten al preescolar
sino directamente ingresan a la educación primaria que
pocas veces se concluye.
4
Se aspira a que alguno de los
miembros de la familia aprenda a leer y escribir, sumar
y restar, y una vez obtenidas estás destrezas, que respon-
den a sus necesidades más inmediatas para desenvolver-
se, abandonan la escuela. Los que van a la escuela son los
niños, ya que la cuestión de género es notable dentro de
la comunidad. Las mismas mujeres gitanas indican que el
hecho de no mandar a las niñas a la escuela es una forma
de
cuidarlas
, de no exponerlas a los varones criollos; ellas
mismas avalan estas decisiones.
Otro aspecto que merece atención, porque impactó
en algunas prácticas al interior de la co-
munidad, fue el decreto frmado en
2009 por la Presidenta de Argentina
acerca de la Asignación Universal
por hijo.
5
A partir de la vigencia del
plan, muchos decidieron mandar a
sus hijos a la escuela,
6
poniéndose
en evidencia lo que denominamos
estrategias utilitarias
.
Esto último se
basa en la inexistencia de una moti-
vación genuina que vele por la inclu-
sión y el progreso, por el contrario, se pone de manifesto
una lógica de transacción: el niño es enviado a la escuela
porque a cambio reciben la asignación. No se trata de una
lectura subjetiva, sino que es explícitamente expresado
por los mismos integrantes de la comunidad. Las situa-
ciones de intercambio y transacción forman parte de la
dinámica cotidiana, por tanto este caso no es la excep-
ción ni tampoco es visto como una práctica negativa, sino
como una posibilidad que les da el Estado a cambio de
cumplir con ciertos requisitos. Lo que intentamos decir
es que no hay una problematización ni de las condiciones,
ni de los requisitos y tampoco de las consecuencias de la
implementación del plan. Sería interesante, a futuro, co-
nocer la permanencia o no en las instituciones escolares,
puesto que históricamente la escuela fue concebida como
transitoria.
Otro caso notorio, que se ajusta a la categoría de es-
trategias utilitarias, emergió del propio campo como si-
tuación inesperada. Una de las mujeres de la comunidad
propuso la enseñanza de su idioma a cambio de enseñarles
a leer y escribir la lengua castellana a dos de sus tres hijas.
En el marco de la puesta en marcha de la propuesta se fue-
ron manifestando hechos fortuitos. En primer lugar, las
implicancias de un proceso de enseñanza-aprendizaje en
niñas de más de 10 años sin ninguna experiencia previa
de lectoescritura. En segundo lugar, la consideración de
estar involucradas en un proceso de formación predomi-
nantemente oral internalizado desde lo cotidiano y que
basta para su desenvolvimiento en la dinámica diaria.
Se trató de una experiencia enriquecedora pero que
no se pudo sostener en el tiempo. Las niñas, en un co-
mienzo, estaban entusiasmadas, quizás por la novedad
que signifcaba mi presencia y también
el contacto con lo nuevo, con una
técnica hasta entonces desconocida.
Con el paso del tiempo ellas no logra-
ron descifrar la utilidad de leer y es-
cribir, y por tanto perdieron gradual-
mente el entusiasmo. El proceso fue
rico para ambas partes, porque en él
se estableció un vínculo que posibi-
litó otras instancias de conversación,
confesiones y acercamiento. Permitió
conocer y entender algunos mecanismos de funciona-
miento que guían a los integrantes de la comunidad, en-
tre ellos la transversalidad de las estrategias utilitarias. El
proceso de enseñanza-aprendizaje no se concluyó porque
las niñas no lograron identifcar la utilidad ni los benef-
cios que signifca la incorporación de esta técnica. En este
sentido se pudo entrever el papel de las mujeres como ac-
tivas conservadoras y reproductoras de ciertas prácticas
milenarias al interior de su comunidad.
Se vuelve sugestivo comprender la asimilación de la
escritura alfabética castellana por una parte
7
de la comu-
nidad, y dar cuenta de los usos y consecuencias que trae
aparejada su incorporación y en qué sentidos se añade.
Proponemos un recorrido por la oralidad como ele-
mento constitutivo de la tradición gitana, entendida no
como contracara de la escritura sino como otra forma de
registro. Comprender los sentidos que encarna la lectoes-
critura en un sector que la haya incorporado es indisolu-
ble de un análisis desde el sentido de oralidad, no podría
ser contemplado por fuera de ella.
Necesitamos conocer lo más rigurosamente posi-
ble las características de la comunidad en relación con la
oralidad como rasgo identitario y comprender su relación
tradicional con la escritura.
Características culturales e identitarias
Adentrarnos en el caso de estudio signifca inicialmen-
te describirlo. La comunidad gitana local es el lugar de
localización de procesos predominantemente orales, con
algunas incursiones en la lectoescritura.
San Salvador es la capital de la provincia de Jujuy.
La ciudad se encuentra abrazada por los ríos Grande y
Xibi-Xibi. Dentro de ellos encontramos el casco histórico
de la ciudad: el Cabildo, Casa de Go-
bierno, la plaza central y la Iglesia
Catedral, el centro comercial y todos
los organismos administrativos. La
mayor parte de los barrios de la ciu-
dad están por fuera de estos ríos. La
comunidad gitana de San Salvador
de Jujuy se ubica en la zona sur de la
ciudad, más precisamente sobre la avenida Corrientes y
manzanas adyacentes, que se corresponde con el barrio
San Pedrito. La zona habitada por la comunidad gitana
es claramente visible, inclusive es utilizada por muchos
otros habitantes como punto de referencia. La mayoría de
los gitanos de la ciudad viven en esta zona, algunos aún
en carpas, y otros en casas de material, que en su interior
reproducen la ornamentación y disposición de los objetos
como lo hacían en las carpas.
Lo que los distingue del resto de la comunidad crio-
lla no es solo la forma en que ordenan sus hogares o los
hábitos domésticos sino también la ocupación no hege-
mónica en los distintos campos de la vida social.
La condición oral es una característica sobresalien-
te que los ubica en la marginalidad, en tanto los grupos
letrados forman parte de una dinámica hegemónica do-
minante.
8
Con esto último no pretendemos indicar taxa-
tivamente que la sociedad está dividida en grupos ora-
les y letrados. Tampoco que la categoría de incluidos sea
consecuentemente lineal con la escritura, pues se trataría
de una mirada simplifcadora. Pero sí afrmamos que la
condición de oralidad es una marca que profundiza los
procesos de exclusión.
En el marco de un proceso descriptivo, nos interesa
indicar que el pueblo gitano, en general, no cuenta con
un anclaje geográfco, están diseminados por el mundo
entero, vinculado con su origen e historia nómade que se
remonta a tiempos inmemorables. La dispersión mundial
del pueblo gitano no impide la autoidentifcación de ellos
mismos como pueblo-nación y presentan cuantiosos ras-
gos compartidos. La comunidad gitana jujeña se presenta
y habita como “minoría étnica” respecto a la comunidad
receptora mayoritaria. De acuerdo con Fraser (2005) el
verdadero origen del pueblo rom o gitano se remonta a
la India, nacieron y vivieron en las regiones del Punjab
y el Sindh. Distintos estudios lingüís-
ticos acuerdan sobre el origen indio
del pueblo gitano, esta disciplina fue
una de las primeras en abordar siste-
mática y comparativamente al grupo.
Desde hace aproximadamente dos-
cientos años se sabe que el romaní
(idioma de los gitanos) debía de ser de
origen indio, debido a los parecidos entre su vocabulario
y el de algunas lenguas indias.
Respecto de las rutas que fueron siguiendo, las fe-
chas, los destinos y las épocas en las que llegaron y se mar-
charon de los distintos países son solo aproximaciones.
La historia de los gitanos en general no está docu-
mentada, por tanto se trata de un mapa que se fue arman-
do desde fragmentos. Al momento de dar cuenta del paso
por determinados lugares, no hay una indicación explí-
cita en la historia escrita, sí hay evidencia de métodos de
rastreo creativos que permitieron inferir sobre la presen-
cia gitana en ciertos lugares y momentos históricos.
Algunos estudios expusieron potenciales fechas de
llegada, partida y tiempo de permanencia en distintas
ciudades porque existen materialidades que dejan hue-
llas. Los documentos judiciales, la norma escrita, las re-
presentaciones teatrales, la poesía, son algunos ejemplos
de prácticas en las que quedo algún registro del paso de
la comunidad.
Se aspira a que alguno de los
miembros de la familia apren-
da a leer y escribir, sumar y
restar, y una vez obtenidas estás
destrezas, que responden a sus
necesidades más inmediatas
para desenvolverse, abandonan
la escuela.
La historia de los gitanos en
general no está documentada,
por tanto se trata de un mapa
que se fue armando desde
fragmentos.
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La llegada al continente americano cuenta con va-
rias versiones, se sugiere la presencia gitana en la zona
caribeña desde la época de la colonia europea. Algunas
voces harían suponer que los primeros gitanos en pisar
tierra en el nuevo continente arribaron junto a las expe-
diciones de la conquista española. Se referencian oleadas
más numerosas, que coinciden con la masiva migratoria
al continente, a fnes del XIX y principios del XX.
En el caso de Sudamérica, más puntualmente en la
Argentina, hay testimonios que indican su llegada con las
corrientes migratorias italianas y españolas; también se
identifca otro momento inmigratorio en los noventa con
la huida de los sistemas comunistas.
9
Así como encon-
tramos que las razones laborales son un motivo común
que estimula la partida del lugar de ori-
gen (válido para las migraciones en
general), en el caso de los gitanos la
razón más frecuente lo constituyen
las persecuciones raciales, la discri-
minación y la extrema pobreza.
Con relación a la presencia gi-
tana en la ciudad de San Salvador,
no encontramos documentos que
refejen el proceso histórico. Inferi-
mos, por los dichos de algunos gitanos
jujeños, a través de sus referencias y descripciones del lu-
gar, que llevan más de cuarenta años en la zona sur. Una
de nuestras informantes describió el lugar indicando las
transformaciones que se fueron sucediendo en el barrio y
de las que fue testigo. Menciona que cuando llegó a Jujuy
junto a sus padres, al barrio San Pedrito, era una zona casi
rural, que muy cerca estaban las plantaciones de tabaco y
los corrales con vacas.
La zona descripta, en la actualidad, dejó de ser un
lugar campestre donde la urbanización se expandió en
todas las direcciones. Se trata de un barrio ubicado en los
anillos externos del centro administrativo de la ciudad.
Con relación a lo laboral, la comunidad gitana capi-
talina por su parte presenta ciertas regularidades. En lo
que se refere a la sustentabilidad económica, la mayoría
de los gitanos hombres están dedicados a la compra y ven-
ta de vehículos, algunos austeramente y otros de un modo
más organizado. El aporte grueso a la economía del hogar
Otro rasgo del grupo lo cons-
tituye la endogamia, caracterís-
tica común a la comunidad en
general, aunque no es privativa
del caso local, haciéndose visible
en distintas capas de la vida
social y comunitaria.
actores involucrados demostraron que en la dinámica
diaria prescinden de la lectoescritura, aún a sabiendas
de que la oralidad los excluye del acceso a otros ám-
bitos. Identificamos que la oralidad se encuentra di-
rectamente relacionada con un saber práctico que les
permite resolver distintas situaciones que se van pre-
sentando.
Los integrantes de la comunidad van resolvien-
do situaciones a medida que se presentan, y ante
todo los guía la necesidad, y por tanto la resolución
práctica.
En suma, la oralidad no solo posibilita un modo
particular de intercambio sino que a ella subyace un
modo específico de visión del mundo y de las relacio-
nes que en él se desarrollan.
Memoria, identidad y oralidad
I. Perspectivas
Identidad y memoria
Independientemente de la adquisición de la técnica es-
critural por parte de algunos miembros de la comu-
nidad, lo relevante e intransferible es la condición de
la oralidad como organizador de la estructura social.
El caso postulado atestigua el modo en que un grupo
internaliza una determinada forma de ver, representar
y organizar su mundo y lo que a él rodea, decimos que
su cosmovisión está intrínsecamente atravesada por el
aspecto oral. Esto último tiene consecuencias directa-
mente relacionadas con la memoria y la identidad.
La memoria, tanto individual como colectiva, es
decisiva porque se constituye en el único soporte de
almacenamiento. De acuerdo con Candau (2006) no
tiene sentido distinguir las nociones de memoria e
identidad, ya que ambas se presentan como las caras de
una misma moneda, son distinguibles, pero no puede
pensarse la una sin la otra, ya se trate de comunidades
letradas u orales, de colectivos o individuos. La consti-
tución y reconstitución permanente de la identidad ne-
cesita del basamento de la memoria. Aún más radical-
mente, continúa Candau (2001: 57) que “la pérdida de
memoria es pues una pérdida de identidad”, ubicando
lo realiza el hombre, aunque las mujeres también colabo-
ran con lo que ganan de la lectura de manos. Práctica-
mente la totalidad de las gitanas y gitanos circunscriben
la actividad económica de las mujeres a la adivinanza.
10
Las mismas gitanas cuentan que cuando andan “cortas
de dinero” salen en grupos, acompañadas de los niños,
nunca solas, para “salvar el día”. El acompañamiento de
las más pequeñas sirve como aprendizaje y entrenamien-
to de la actividad que luego, ellas mismas, de grandes, de-
sarrollarán.
Otro rasgo del grupo lo constituye la endogamia, ca-
racterística común a la comunidad en general, aunque no
es privativa del caso local, haciéndose visible en distintas
capas de la vida social y comunitaria. Por un lado obser-
vamos la concentración en la elección
del lugar de la vivienda y del trabajo,
todos están próximos, buscan casas
y terrenos cerca de otros gitanos. Es
común que la hija o el hijo casado vi-
van al lado o a la vuelta de padres o
suegros.
La endogamia se evidencia tam-
bién en los lazos de parentesco, y la
mayoría de las relaciones son por du-
plicidad. Referimos a que, por ejemplo,
además de ser marido y mujer son primos; que además de
ser la nuera es la sobrina. Es una costumbre muy arraiga-
da conservar la “gitaneidad”, estableciéndose como nor-
ma implícita que los gitanos deben casarse con gitanos.
Hay excepciones de gitanos/as casados con criollos/as,
que por lo general adquieren las costumbres y la lengua
gitana. En este sentido son estrictos, mantienen vigente el
ritual del pago de la dote y los grandes festejos a modo de
celebración de la unión.
Dentro de la comunidad los roles están claramente
defnidos. Existen tres elementos que marcan jerarquía y
distinción: el género, la edad y la posesión material.
Ser hombre, de edad avanzada y con un buen sus-
tento económico es cumplir con los mayores logros. Los
hombres durante el día se encuentran fuera de la casa, con
la fnalidad de buscar potenciales clientes para la compra
y venta de vehículos; las mujeres son las encargadas de la
limpieza, cuidar a los niños, lavar la ropa, cocinar y aten-
der al marido o los mayores presentes. Ellas, la mayoría
del tiempo, están solas en la carpa o en la casa, y en estas
circunstancias la mujer de mayor edad es la que imparte
las órdenes.
Las relaciones de respeto y poder se van redefniendo
en función de quienes estén presentes. Inclusive la infde-
lidad es naturalizada en el caso de los hombres, pero mal
vista para las mujeres y por las mujeres.
Las cuestiones de género quedan también evidencia-
das en la educación. Los pocos niños gitanos que asisten
a la escuela son varones y es igualmente común la deser-
ción en los primeros años.
En cuanto a la salubridad, la comunidad en ge-
neral tiene algún tipo relación con el sistema, asisten
a hospitales tanto privados y públicos, son visitantes
asiduos de los centros de salud, y ello hace que tengan
algún tipo de vínculo más cercano con los profesiona-
les del rubro.
Como grupo funcionan herméticamente, se ca-
racterizan por ser desconfiados de los criollos y se en-
cuentran en estado de alerta casi permanente. Entre
los valores que guían lo cotidiano encontramos que el
respeto y la solidaridad interna son destacables. El va-
lor de la palabra es insustituible, lo que se dice se debe
cumplir.
Hay que destacar que el imaginario generalizado
sobre la relación/convivencia entre gitanos y criollos
es prácticamente de rivalidad, sostenido en un falso
sentido común. No es novedoso que los gitanos son
grupos altamente estigmatizados y discriminados, se
construye en torno a ellos la encarnación de todos los
males, construcción que se hace posible desde el des-
conocimiento. Es de suma relevancia trabajar sobre
los procesos desmitificadores y así deconstruir ideas
afincadas en el sentido común, sin por ello recaer en
posicionamientos idealizadores. En la prensa local hay
una tendencia a hacer visible a la comunidad en la sec-
ción de policiales, poniendo de manifiesto el recorte
habitual sobre la cuestión. Pareciera que la condición
de pertenencia étnica implica la adhesión a cierto tipo
de prácticas, generalmente las delictivas.
La mayoría de las dimensiones descriptas, de una
u otra manera, están atravesadas por la oralidad, los
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al binomio en un lugar de indiscutida centralidad. Las
distintas comunidades gitanas del mundo entero supie-
ron y/o pudieron resguardar sus rasgos identitarios por
medio de la conservación y el fortalecimiento de la me-
moria, más allá de los innumerables intentos de asimila-
ción de las sociedades que los albergaron. Es impensable
el ser humano sin memoria, su ausencia desvanecería un
sinnúmero de otros pilares que los constituyen como su-
jetos e integrantes de grupos sociales.
Asimismo, y siguiendo el razonamiento de Candau
(2001), la memoria se va concatenando con otros compo-
nentes: con la necesidad de orden, con la necesidad de que
los aspectos que son recordados puedan ser ordenados,
jerarquizados y clasifcados. Ese “orden” al que alude el
autor se torna indispensable en tanto
permite, además, nombrar lo que se
recuerda de una manera menos caó-
tica. En el ejercicio de organizar los
recuerdos y por tanto nombrarlos, se
les otorga visibilidad, en la clasifca-
ción se les asigna materialidad.
¿Cómo se rememora?
En la activación del recuerdo y la
memoria, que facilitan y dinamizan
los procesos identitarios, las escrituras
vienen a ampliar la capacidad de memoria. El registro es-
crito no solo extiende, sino que además posibilita en la
rememoración con una mayor rigurosidad. La tentación
es preguntarse por los grupos que recapitulan sin la ayu-
da de la escritura, como lo prueban los gitanos locales.
“Recordar, tanto como olvidar, es pues clasifcar, según
modalidades históricas, culturales, sociales, pero tam-
bién sumamente idiosincráticas (…)” (Candau, 2001: 82),
lo que indica que el recuerdo se irá encarnando de tantas
formas posibles como modalidades culturales existan.
Así, recordar es un acto polisémico, existirán muchas for-
mas de evocación, que no necesariamente estarán regidas
por el vector de la escritura, ni ancladas en una sola forma
de construcción temporo-espacial.
Una situación concreta que refeja no solo otra or-
ganización del tiempo sino el desecho del escrito como
registro fel, es el
modus operandi
de una situación de
transacción cotidiana de compra y venta que permite la
subsistencia. Es el caso de una de las gitanas de la comu-
nidad que, excepcionalmente, como ya lo indicáramos,
se dedica a la venta de telas. Ella posibilita la compra de
sus productos a otras gitanas sin recibir el pago en el mo-
mento de entrega de la mercadería, dándoles la facilidad
de que paguen cuando puedan. Conversamos en varias
oportunidades con María
11
acerca de cómo se desarrolla-
ba su actividad. Cuenta que la modalidad consiste en que
las demás gitanas se enteran cuando ella llega de viaje con
los productos y visitan su casa:
me sacan las telas de la mano, me quedo sin nada”.
María aprovechó en diversas ocasiones para consultarme:
¿cuánto falta para fn de mes? Te pre-
gunto porque por ahí me tienen que
pagar
(notas de campo, 2010).
Insoslayable era la pregunta
por cómo registraba lo que le había
entregado a cada gitana, cómo sabía
cuánto le debían y si no se le mez-
claban los casos. María siempre me
contestaba:
yo me acuerdo, me acuerdo qué le
vendí a cada una y lo que me debe
.
Es decir, el registro estaba en su memoria, se trata del
único modo de almacenar la información.
Otros aspectos que ponen de manifesto tanto el re-
gistro como la organización oral están dados por la ni-
miedad en la inscripción escrita y por tanto en los docu-
mentos. Esto último se fue verifcando en las conversa-
ciones que manteníamos en las horas de campo, mientras
estábamos en alguna de las casas o carpas, hablando de
cuestiones generales y cotidianas, pero que luego se pre-
sentaban como indicadores relevantes de situaciones de
gran complejidad. En una de esas conversaciones surgió
el tema de los cumpleaños y las edades, y allí se puso en
evidencia que las fechas de nacimiento son de escasa re-
levancia. La mayor parte de los integrantes de la comuni-
dad no conoce la fecha de su nacimiento, quienes fueron
inscriptos cuentan con la asignación en el registro civil
de una fecha que testifca el día de nacimiento, pero no
necesariamente coincide con la fecha real, como así tam-
poco los nombres. Lo que fgura en el Documento Nacio-
nal de Identidad no les asigna identidad, por lo general los
nombres que usan en su cotidianeidad no coinciden con
el registro. Tener un documento es una mera formalidad,
nada de lo que diga allí les impone un carácter identitario.
Para ellos el escrito no tiene ninguna signifcación, el valor
verdadero está dado por el funcionamiento pragmático.
Tiempo y espacio
En relación con la dimensión del tiempo, Nancy Díaz La-
rrañaga plantea que al momento de refexionar sobre la
temporalidad, estamos fundamentalmente deliberando
sobre procesos de honda complejidad
constituidos por “relaciones históri-
cas, hegemónicas y de poder, ancla-
das en prácticas de socialidad que
marcan nuestros modos de actuar,
percibir, recordar u olvidar, pensar,
ser sujetos sociales” (2006: 8). En este
sentido refuerza Candau que la “pri-
mera operación de ordenamiento va
a consistir en distinguir el presente
del pasado (...)” (2001: 83), como mecanismos básicos de
separación temporal. En realidad, lo universal es la capa-
cidad de clasifcar, ordenar y por tanto acomodar el tiem-
po y el espacio, el modo en que cada grupo haga efectiva
estas operaciones es lo que tiñe de particularidades cultu-
rales a un determinado colectivo.
¿Qué pasa cuando estas puestas en orden no son ta-
les, o cuando el registro temporal difere del resto de la
sociedad? Es posible que esto suceda, y de hecho habilita
a que el grupo que maneja “otra” temporalidad, con rela-
ción a la clasifcación espacio-temporal dominante, com-
plejice el proceso de análisis. El aparente caos, la aparente
indiferencia y despreocupación del tiempo se constituye
también como una forma de organización temporal. Se
explica porque las dimensiones temporo-espaciales son
cambiantes y variables de acuerdo con la cultura, y por
tanto “tienen un efecto estructurador al interior de las
relaciones sociales” (Díaz Larrañaga, 2006: 9). En idén-
tica dirección lo explica Candau (2006) al indicar que el
tiempo se trata de una representación y como tal varía
según las sociedades y los grupos en los que focalicemos.
Es decir, la dimensión temporo-espacial se encuentra ale-
jada de ser homogénea, inclusive al interior de una misma
sociedad se materializa de diversas maneras: el tiempo
puede “percibirse de manera cíclica, reversible o continua
y lineal (…)” (Candau, 2006: 38).
Existen innumerables maneras de ordenamiento del
tiempo y se acompañan de múltiples formas de registro.
Para los grupos letrados, estas se presentan como natura-
les, aunque escapen a una concepción objetiva y externa al
individuo. Partimos de la premisa de que la organización
temporal es una construcción sociocultural e histórica y
por tanto una formación “artifcial”, entiéndase como ad-
quirida. Existen cuantiosos ejemplos de
objetos que aparecen como coordina-
dores y administradores del tiempo,
a saber: los calendarios y agendas se
presentan como casos de estos últi-
mos.
Ahora bien, para las comunida-
des orales en general y la gitana en
particular indicamos algunos aspec-
tos centrales con relación a la repre-
sentación y organización de la temporalidad.
Por un lado, encontramos que los ayuda-memoria,
y que además sirven como ordenadores temporales, son
algunos sucesos/acontecimientos. Muchos son compar-
tidos, porque tienen signifcancia para la comunidad en
general, marcan hitos dentro de la trayectoria del grupo y
la mayoría de los integrantes los recuerda como algo rele-
vante. Esos acontecimientos se vuelven referentes dentro
de los relatos y permiten indicar otros acontecimientos
como antes de y después de.
Por otro, existen otros sucesos/acontecimientos que
se vuelven reveladores pero a nivel individual. Se mate-
rializan en algún/nos sucesos notables en la vida perso-
nal de un sujeto y por lo tanto es signifcativo para esa
persona en particular. Lo impactante puede encarnarse
en un nacimiento, en una muerte, en el cambio de lugar
de residencia, entre otros tantos, y sirven también como
indicadores temporales.
Las distintas comunidades
gitanas del mundo entero su-
pieron y/o pudieron resguardar
sus rasgos identitarios por medio
de la conservación y el fortaleci-
miento de la memoria, más allá
de los innumerables intentos de
asimilación de las sociedades
que los albergaron.
Tener un documento es una
mera formalidad, nada de lo que
diga allí les impone un carácter
identitario. Para ellos el escrito
no tiene ninguna significación, el
valor verdadero está dado por el
funcionamiento pragmático.
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Voces Recobradas
3938
Revista de Historia Oral
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Con relación a esto último, explica Candau (2006)
que la conformación del tiempo doméstico y el tiempo
de la colectividad son producto de una memoria familiar
signada por el recuerdo de una sucesión de hechos consi-
derados importantes para ese colectivo, que no necesaria-
mente coinciden con la macro-historia.
Analíticamente es interesante observar cómo se van
hilando estos acontecimientos porque se visualiza un te-
jido complejo de sucesos. El desafío se presenta para los
investigadores al momento de identifcar lo más felmente
posible a qué sucesos están aludiendo en los relatos. Es
común que las narraciones de la comunidad se presenten
difusas, borrosas, dejando siempre una brecha de signif-
cación e interpretación a ser completadas por el oyente. La
reconstrucción es fragmentaria, poco nítida, volviéndose
una tarea engorrosa la identifcación fel
de los sucesos de referencia. La bús-
queda de fdelidad responde más a las
exigencias de quienes estamos atrave-
sados por el vector de la escritura y en
la inquisición de situar los aconteci-
mientos en la rigurosidad cronológica
a la que estamos habituados.
Cuerpo y autopercepción
Comentamos una situación recu-
perada del campo, porque se había
vuelto habitual, y es que observamos
que sistemáticamente, sobre todo las mujeres gitanas,
consultaban la hora y la fecha, inclusive varias veces a lo
largo de la visita. Concluimos que la presencia del inves-
tigador funcionó como anclaje de un tiempo que se sabe
hegemónico pero que a la vez es ajeno.
Otro indicador destacado de la temporalidad y, qui-
zás donde mayormente se evidencia el paso del tiempo, es
el propio cuerpo. Es la forma por excelencia del paso efec-
tivo del tiempo: el propio cuerpo, con la vejez que va de-
jando huellas visibles. Todo se acompaña de una sumato-
ria de sucesos, un cúmulo de experiencias vividas, donde
la corporeidad es el referente. Buena parte de las mujeres
de la comunidad hicieron alusión a determinados acon-
tecimientos del pasado ubicando el propio cuerpo como
indicador de un antes y un después.
Una integrante de la comunidad comentaba cómo
era ella cuando joven, se describía con ciertas caracterís-
ticas físicas pero también aludiendo a capacidades hoy
inexistentes. Puntualizaba sobre rasgos vinculados con el
carácter que se habían modifcado con el paso del tiempo.
Es interesante ver cómo la autopercepción tiende a des-
cribir el tiempo pasado como preferible, y el relato mismo
se impregna de una concepción idealizada, denominador
común a la condición humana. El relato autorreferencial
es una puesta en práctica del recuerdo de uno mismo: “El
recuerdo de la experiencia individual resulta así de un
proceso de ‘selección mnemónica y simbólica’ de ciertos
hechos reales o imaginarios –llamados acontecimientos–
que presiden la organización cognitiva de la experiencia
temporal” (Candau, 2001: 95).
Sabemos que la memoria es una
reconstrucción y por tanto nunca es
idéntica al hecho en sí mismo, se trata
de una representación de ese hecho y
por ende puede ser real o producto de
la imaginación. La distinción entre real
e imaginario no es menor, y se vuelve
necesario expresar el sentido que aquí
asignamos a cada una de ellas.
Recuperamos los distintos rela-
tos como legítimos, sin jerarquizacio-
nes y valorizando lo que cada actor
tiene para decir. Los sucesos que se traen
a la memoria escapan a la verifcación de existencia real
que, con el tiempo, e inclusive en las sucesivas narraciones,
se van transformando. Indicamos que analíticamente no
tendría relevancia si lo que se narra fue real o no.
En este marco es que resignifcar la palabra de los
propios actores involucrados en un determinado proceso
social e histórico excede la necesidad de veracidad de los
dichos. El fn último no es llegar a una verdad absoluta,
sino a aproximaciones acerca de lo que cada integrante de
la comunidad relata cómo verdadero, indistintamente se
trate o no de un hecho real.
La narración
Las realidades pueden ser (re)creadas y actualizadas en
las narraciones de los distintos sujetos pero también en la
de un mismo actor. Cada narración se puede ir moldean-
do y esculpiendo como objeto creativo.
Las comunidades orales, para el resguardo de sus sa-
beres, tradiciones y costumbres, se valieron y se valen de
la palabra hablada, mecanismo utilizado sistemáticamen-
te a lo largo de los años. Se evidencia que la oralidad es
una forma efectiva de administración que permite la tras-
misión de la memoria de generación en generación, y que
difere de las sociedades modernas-hegemónicas. Interesa
destacar que no solo se trata de la transmisión de todo un
legado de contenidos sino, y ante todo, la constante en el
modo de transmisión de ese legado, que va acompañado
de una forma compleja de organización social.
Merece aquí la salvedad de Candau (2001) quien ad-
vierte sobre los cuidados de la “sobrevaloración y la sobre
interpretación” tanto de la memoria
como de la identidad porque siempre
hay un juego de ambigüedad entre
ambas. La prevención del autor está
referida básicamente a que la ora-
lidad, directamente vinculada a la
memoria, utiliza como materia pri-
ma el recuerdo; decíamos ya que el
recuerdo es fragmentario y recreado
en cada decir. Para contrarrestar las li-
mitaciones que plantea el uso de la memoria es necesario
reubicar la primacía del contexto. Para cualquier ejerci-
cio que signifque la puesta en práctica de lo mnemónico
es indispensable el anclaje contextual. Acentúa Candau
(2006) la utilidad de poder rastrear lo más cabalmen-
te posible el contexto sociohistórico macro en el que se
insertan los relatos, esto permitirá una construcción en
paralelo a la narración, que posibilitará una contribución
a los dichos en la narración misma.
La memoria que se verbaliza en el relato personal,
independientemente del anclaje y/o registro temporal,
tiene la particularidad de presentarse coherente. Es nece-
sario brindar un relato continuo, aunque esa continuidad
se constituya con recortes y fragmentos. Algunos relatos
aparecen con mayor consistencia, con anclajes más o me-
nos precisos, pero todos apuntarán a una narración re-
lativamente estable. Sin perder de vista que el punto de
referencia siempre lo conforma el propio sujeto y su colec-
tivo de pertenencia, pues es lo que permitirá la cohesión,
indistintamente si el resultado es más o menos creativo,
más o menos fccional, más o menos real.
II. Método
La oralidad como metodología
Poner a consideración lineamientos teóricos conduce ine-
vitablemente a la revisión de algunos aspectos metodoló-
gicos. Trabajar la oralidad desde la oralidad presenta al-
gunas “difcultades” como metodología de recolección de
datos, básicamente los aspectos vinculados a la veracidad,
y los criterios que la consideran como una herramienta
legítima y confable.
Lo que durante mucho tiempo fue considerado
como mero subjetivismo, impregnado de intencionalidad
y alejado de la cientifcidad, como la
tradición humanística y la estética,
echó luz sobre nuevas posibilidades
de conocimiento.
En los casos en que no existe regis-
tro escrito o documentos, la oralidad se
vuelve la forma posible y asequible de
conocimiento y por tanto la recons-
trucción histórica solo se puede lograr
por este medio. Bien lo demostró Daniel
James en
Doña María
(2004), dando cuenta de que “los testi-
monios orales pueden ser de enorme ayuda para construir la
historia de una comunidad (…)” (2004: 125). La historia oral
posibilita acceder a acontecimientos del pasado que escapa-
rían a la búsqueda por otras fuentes de uso más común.
Ciertamente la objetividad, la validez y legitimidad
están más vinculadas al testimonio y documento escrito,
pero la oralidad puede aportar datos al conocimiento que
no deben ser desestimados. Tomamos distancia de la so-
brevaloración de la oralidad, como ya lo señalaba Candau
(2001), como forma de acceso a ciertos saberes, pero aún
asumiendo sus limitaciones se trata de una herramienta
inigualable para un sinnúmero de casos y situaciones.
Visualizar lo cuantifcable y objetivo como consti-
tutivo de un tipo de producción de conocimiento habilita
dar otro lugar a la interacción social, y al conocimiento
que de él se desprende: diverso, subjetivo, diferenciado,
por lo general irregular y particular.
Una integrante de la comu-
nidad comentaba cómo era ella
cuando joven, se describía con
ciertas características físicas pero
también aludiendo a capacida-
des hoy inexistentes. Puntualiza-
ba sobre rasgos vinculados con
el carácter que se habían modifi-
cado con el paso del tiempo.
Se evidencia que la orali-
dad es una forma efectiva de
administración que permite la
trasmisión de la memoria de
generación en generación, y que
difiere de las sociedades
modernas-hegemónicas.
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Revista de Historia Oral
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La narración y el relato sostenidos en la memoria,
tanto individual como colectivamente, son necesarios
para la comprensión y posterior interpretación de ciertos
acontecimientos sociales.
Tomar la palabra como fuente de información tiene
sus ventajas y al mismo tiempo sus limitaciones. El eleva-
do grado de subjetividad puede signifcar una desventaja,
aunque a la vez, en eso mismo reside también su mayor
riqueza. Existen numerosos ejemplos que dan cuentan de
la relevancia de la oralidad como “forma y método” para
acceder a cierta información del pasado y del presente que
de otra manera sería inaccesible.
A lo anterior subyace la asunción de desafíos que im-
plican atender los rasgos propios de la oralidad y la me-
moria, considerando que son cambiantes y se transfor-
man permanentemente, por eso mismo
se afrma su carácter provisional.
“(…) Sería erróneo querer eva-
luar los relatos de vida a partir de
los criterios de verdad y falsedad
y rechazar pura y simplemente las
anamnesis que nos parezcan creíbles
porque, –por una parte–, “lo que uno
dice de sí mismo siempre es poesía”
(Ernest Renan,
Souvenirs d´enfance et de
jeunesse
, París, Presses Pocket, 1992, p. 38) y, por otra,
como en toda manifestación de la memoria, “existe una
verdad del sujeto que se dice en las distancias visibles
entre la narración y la ‘realidad’ de los acontecimientos”
(Candau, 2006: 105).
Despojarnos de pretensiones estériles de objetividad/neu-
tralidad es quizás un camino recomendable para quienes
consideramos insustituible la voz de los propios partícipes
en el complejo entramado social. El recupero del recuerdo
y por tanto el ingreso a los sustratos más profundos de
la memoria es una labor compleja, sin dudas se trata del
camino más largo aunque tal vez el más rico.
Ir viviendo, ir sorteando, ir haciendo
Es necesario indicar la vigencia de la oralidad para la co-
munidad gitana en particular, ya que siguen existiendo
mecanismos de intercambio y de organización social ba-
sados fuertemente en este sistema, procedimientos que
conviven en un mundo predominantemente escritural y
tecnológico.
Por otra parte, nos preguntábamos acerca del
desenvolvimiento cotidiano y a partir de qué estra-
tegias van contrarrestando la oralidad en sociedades
que funcionan bajo el manto de la escritura. En primer
lugar, estamos en condiciones de adelantar que es el
uso de estrategias basadas en un saber práctico movi-
lizado por las demandas concretas que surgen en el día
a día. Se van tejiendo herramientas para afrontar reso-
lutivamente cuestiones habituales: el uso del teléfono
celular alienta esta aseveración, dado que la mayoría
no sabe leer los números, pero lo usan asiduamente,
para ello memorizan la secuencia y el posicionamiento
de las teclas.
Con el esfuerzo de la retirada de
los propios mecanismos de resolu-
ción, direccionados bajo el manda-
to escritural, comprendemos que la
forma de disipar está directamente
asociada a lo que denominamos si-
tuaciones prácticas. Se devela la in-
necesaria incorporación del sustrato
teórico, ya sea el manejo del alfabeto
o de la lógica de las operaciones básicas
matemáticas, porque es la impronta práctica lo que con-
duce a realizar otro tipo de recorrido.
En segundo lugar, hallamos una pulsión compartida
que tiene que ver con lo inmediato. Es poco común en-
contrar situaciones proyectadas y planifcadas, la mayoría
de las acciones son previstas a corto plazo, existe un “ir
viviendo en función de lo que se presente”. Una posible
causante de este comportamiento sería la inestabilidad
que padecieron a lo largo de la historia, siendo expulsa-
dos y rechazados en buena parte de los lugares en los que
se instalaban. El entorno infuye y condiciona, por tanto,
estar insertos en sociedades hostiles delinea las decisiones
de permanencia o no en un lugar, y es una de las razones
por las van sorteando el presente. En este sentido hay es-
casa problematización del futuro, y es extraño encontrar
acciones que no tengan algún tipo de contrapartida. De
otra manera, buena parte de las acciones realizadas se
hacen efectivas porque existe una contraprestación. Esta
lógica forma parte de estrategias de supervivencia y de
aprovechamiento de oportunidades. El incremento en la
escolarización de los niños gitanos es un claro ejemplo
que pone de manifesto el acto de contraprestación al co-
bro de la asignación universal por hijo, no por una vo-
luntad de progreso o tantas otras razones que pudieren
existir, así afrmamos que son motivados por estrategias
utilitarias.
Aquellas prácticas en las que no encuentran un
sentido funcional inmediato raramente se sostienen a
lo largo del tiempo. La falta de continuidad de las clases
de lectoescritura de dos niñas gitanas responde a que no
encontraron en el procedimiento de incorporación de la
técnica ningún tipo de benefcio.
Existen mecanismos desplegados por los integrantes
de la propia comunidad para sortear si-
tuaciones cotidianas a las que subya-
ce el conocimiento y manejo de cier-
tas “destrezas” concatenadas con el
conocimiento de una técnica, sea la
lectoescritura alfabética o el manejo
de operaciones básicas numéricas.
Cada una de las transacciones y
prácticas que componen la cotidia-
neidad, a simple vista, se realizan de
idéntica manera por todos los integrantes de una socie-
dad, ya sean grupos orales o letrados, lo que evidencia
las diferencias radicales son las estrategias que subyacen
a esas prácticas y que por cierto son imperceptibles al ob-
servador común.
En tercer lugar, otra de las estrategias que van apli-
cando para resolver aspectos cotidianos es la particular
manera de organización temporo-espacial. Pudimos dar
cuenta de las distintas estrategias aplicadas para dar un
orden a eso que contiene la memoria y que se materializa
en el momento del relato. La ubicación de acontecimien-
tos y sucesos pasados, de relevancia personal, colectiva o
social, y el propio cuerpo se constituyen como recursos
para organizar el tiempo, que los ubican como referentes
que indican una secuencia y por tanto un pasado, un pre-
sente y un futuro.
En cuarto lugar, entre las estrategias aplicadas, sobre
todo por las mujeres, son las llamadas fórmulas mnemó-
nicas. Milman Perry, poniendo atención en la produc-
ción homérica, detecta una serie de “fórmulas” orales, las
métricas, que funcionaban como ayuda-memoria, com-
probándose que la Ilíada y la Odisea contenían múltiples
recetas prefabricadas. La explicación recae en que, en el
mundo oral, la repetición es central, lo que no se repite
sucesivas veces se pierde (Ong, 1987). Entonces estas fór-
mulas a las que refere Ong aportan un ritmo pegadizo
al discurso ayudadas de rimas, son procedimientos que
facilitan y ayudan a recordar. Cuando las mujeres gitanas
leen las manos, en realidad, lo que ponen en evidencia es
el uso de estas fórmulas. Cuando las niñas acompañan
a sus madres u otras mujeres, lo que hacen es mirar, es-
cuchar y posteriormente imitar. Las mujeres relatan que
esta es la forma en la que ellas mismas aprendieron el of-
cio. Cuando se lleva a cabo la lectura de
manos existe una transformación en
la compostura física, en la entonación
de las palabras, en el ritmo de la voz,
y el relato adquiere la forma de verso.
Con ello se desmitifcan las capaci-
dades sobrenaturales históricamente
asignadas a las gitanas, no existe un
don inherente al grupo étnico, sino
que se trata de un ofcio aprendido.
Hasta acá aludimos a situaciones que se vinculan
con la dinámica cotidiana del grupo en cuestión, inten-
tando dar cuenta de la complejidad del entramado social
que sustenta estas prácticas regidas por la oralidad.
La realidad de la sociedad en la que están insertos
pone en evidencia la superposición de cosmovisiones y
valoraciones que conviven, viven, se confrontan y partici-
pan de permanentes tensiones.
Logramos concluir que la incorporación de una téc-
nica (en este caso la escritura, pero podría ser cualquier
otra) signifca la modifcación en las representaciones
mentales. Luria (1976) lo distingue como “pensamien-
to situacional”, propio de las comunidades orales, del
“pensamiento clasifcatorio”, correspondiente a los gru-
pos letrados. Por su parte Ong (1987) interpreta que el
pensamiento clasifcatorio es el resultado de mentes que
están moldeadas por textos. Para que las mentes estén
moldeadas por la escritura no basta simplemente con la
La narración y el relato
sostenidos en la memoria, tanto
individual como colectivamente,
son necesarios para la compren-
sión y posterior interpretación de
ciertos acontecimientos sociales.
Cuando se lleva a cabo la
lectura de manos existe una
transformación en la compostura
física, en la entonación de las
palabras, en el ritmo de la voz, y
el relato adquiere la forma
de verso.
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Revista de Historia Oral
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• Una versión preliminar fue expuesta en el XVII Congreso In-
ternacional de Historia Oral: “Los retos de la historia oral en
el siglo XXI. Diversidades, desigualdades y la construcción de
identidades” en la ciudad de Buenos Aires, septiembre de 2012.
Notas
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
1
Los gitanos jujeños hablan un dialecto derivado del monte-
negrino, es la lengua que utilizan para la comunicación entre
ellos, considerada como lengua principal. También manejan el
castellano, lo aprendieron y ejercitan para poder comunicarse
con los “criollos” (los no gitanos). Esta es una dinámica común
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Testimonios orales
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
Ana
(seudónimo), más de 30 años, integrante de una familia
gitana de Jujuy, madre de tres niñas, San Salvador de Jujuy, fnes
de 2009, todo el 2010.
Elías, Juan Cristo, más 70 años, jefe de una de las familias gita-
nas de Jujuy, autor del libro
Vida y tradición gitana
(2003), San
Salvador de Jujuy, noviembre y diciembre de 2006.
Julio
(seudónimo), más de 60 años, integrante de una familia
gitana de Jujuy, padre de cuatro hijos, se dedica a la compra
y venta de vehículos, San Salvador de Jujuy, fines de 2009,
todo el 2010.
Lula y Mora (seudónimos), 9 y 12 años respectivamente, inte-
grantes de una familia gitana de Jujuy, hijas de Ana, San Salva-
dor de Jujuy, fnes de 2009, todo el 2010.
María (seudónimo), más de 60 años, integrante de una familia
gitana de Jujuy, vendedora de géneros, casada, madre de cua-
tro hijos, abuela de once nietos, San Salvador de Jujuy, fnes de
2009, todo el 2010.
Micaela (seudónimo), más de 25 años, integrante de una familia
gitana de Jujuy, madre de tres niños y una niña, San Salvador de
Jujuy, fnes de 2009, todo el 2010.
convivencia con las distintas técnicas y tecnologías, sino
que las mentes moldeadas por la técnica son el resultado
de un complejo proceso de apropiación (Luria, 1976).
En suma, por más que existen algunos sectores de
la comunidad que hayan incorporado la lectoescritura y
algunas otras tecnologías de la información y de la co-
municación, no bastó para una transformación genuina,
siguen las normas organizativas propias de la oralidad.
Solo en lo cotidiano podemos dar cuenta que en lo exiguo
se materializan de manera aparentemente simple y senci-
lla procesos de gran complejidad.
Es en la organización del tiempo y espacio, en la def-
nición de las prioridades y en el ordenamiento de ellas, en
la implementación de determinado tipo de lógica que guía
el accionar (en el caso de los gitanos, su motivador son
las estrategias utilitarias) que se pueden ver las diferentes
maneras en que han sido o no moldeadas las mentes.
La forma de vivir, hacer y organizar el ser individual
y colectivo, se vincula con mecanismos densos que ex-
ceden la experiencia, mucho de ellos son aprendidos co-
munitariamente. En este sentido es iluminador revisar la
relevancia que tiene lo que se transmite y vive comunita-
riamente, más que la experiencia personal en sí. Quizás el
ejemplo lo encontremos en que buena parte de los gitanos
que conforman la comunidad gitana jujeña, nacieron en
Jujuy y nunca salieron de la ciudad, sin embargo están
atravesados por la lógica trashumante, aunque jamás la
hayan puesto en práctica.
Los gitanos locales son selectivos en el uso y apropia-
ción de técnicas y tecnológica, son tendentes al empleo de
aquellas que les sirven con un fn práctico.
en casi todos los lugares en los que se han ido asentando: apren-
der la lengua del lugar para satisfacer aspectos de intercambio
cotidianos, pero es escasamente ejercitada entre los miembros
de la comunidad.
2
Al indicar que prescindieron de la escritura, aludimos a que por
diferentes circunstancias sociohistóricas estuvieron signados a
no incorporarla, aunque no por ello se trata de un acto volunta-
rio, sino más bien por circunstancias coyunturales. Inclusive la
condición de nómadas afectó la ausencia de la técnica escritural.
3
Interrogantes que serán recuperados y profundizados en las
conclusiones parciales.
4
No tenemos datos que evidencien lo contrario, tanto a nivel
local como nacional.
5
La asignación consiste en una paga mensual por hijo menor
de 18 años, cuyos padres sean desocupados, trabajadores no
registrados, servicio doméstico o monotributistas sociales. Lo
interesante del plan es que un 20% de la asignación mensual se
cobra al año siguiente como contraprestación de certifcar que
el menor fue vacunado y que asistió a la escuela. Para acceder a
la vista de los requisitos detallados de la Asignación Universal
por hijo, consultar en línea: http://www.anses.gob.ar. Decreto
N° 1602/09.
6
Uno de los requisitos que deben cumplimentar para acceder a
la asignación es la portación del Documento Nacional de Iden-
tidad y la partida de nacimiento, razón por la cual no todos
pueden adherir.
7
Con “esa parte” de la comunidad referimos a lo ya descripto,
recordamos: predominantemente hombres de edad avanzada y
algunos niños que se incorporaron a la escuela, más aún desde
la implementación del Decreto 1602/09 de Asignación Univer-
sal por Hijo.
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Afrmación que planteamos como válida en relación con la
técnica escritural. Aquellos que cuenten en su haber con una
destreza –la escritura–, están ubicados en ventaja respecto de
quienes no la tienen. Solo planteamos la exclusión/inclusión
con relación a la dupla oralidad-escritura.
9
Buena parte de los gitanos eran provenientes de Serbia, Ruma-
nia, Bulgaria, en suma, de la zona de Europa del Este.
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Excepcionalmente encontramos el caso de una gitana mayor
que se dedica a la venta de telas. Nuestra entrevistada relató en
varias oportunidades que ella cuando era joven aportaba a la
economía del hogar saliendo a la calle a leer las manos, pero
que eso era antes. Desde hace unos años viaja a Bolivia y Buenos
Aires (dado que allí encuentra más variedad y mejores precios)
y compra telas que luego comercializa al interior de la comuni-
dad. Se trata de una rareza en la trayectoria de la comunidad.
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Utilizamos un seudónimo por cuestiones de respeto a la iden-
tidad verdadera de los informantes, por tanto María lo aplica-
mos solo como nombre referencial.
Bibliografía
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Bloch, Jules,
Los Gitanos
, Buenos Aires, Eudeba, 1968.
Buckland, Raymond,
Hechizos y magia gitanos
, Barcelona,
Obelisco, 2003.