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Voces Recobradas
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Lugano hace historia
Autor
Dora Bordegaray
Talleres
Dora Bordegaray - Carlos Ferrera
LUGANO
HACE HISTORIA
l 18 de octubre cumplió años el barrio de
Lugano. Muchas actividades fueron programa-
das y llevadas a cabo a lo largo de ese mes. A mí
me tocó participar en un original festejo realizado el
sábado 24 de octubre por la mañana. El Instituto
Histórico de la Ciudad junto con CEDESUR, Casa
de la Cultura y otras instituciones del barrio
aceptaron la covocatoria del Centro de Gestión y
Participación y organizaron una radio abierta y
dos talleres de historia barrial que sirvieran para
rescatar la memoria de los vecinos bajo el lema
“Lugano hace historia”
. La radio abierta fun-
cionó en la plaza de la Unidad Nacional y muy
cerca de ahí, en el local de CEDESUR y en el bar
situado en la esquina de Murguiondo y Delfín
Gallo se organizaron dos talleres que nuclearon
a un nutrido número de participantes.
E
Con motivo de cumplirse el 90
aniversario de la fundación de
Villa Lugano, el Centro
de Gestión y Participación Nº 8
convoca a diversas instituciones
del Gobierno de la Ciudad y del
lugar, a fin de programar una
serie de actividades que se
llevaron a cabo durante el mes
dedicado a festejar al barrio.
Este Instituto participó en dos de
esas actividades. Una de ellas,
llevada a cabo el 20 de octubre,
consistió en una mesa redonda,
donde distintos panelistas
disertaron sobre distintas
épocas y distintos aspectos
del barrio.
La otra actividad, es de la que
vamos a hablar en esta nota.
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Analizar las grabaciones que fueron produc-
to de ese trabajo para inferir alguna idea o ela-
borar alguna hipótesis parece arriesgado, dada
la sustancial diferencia de los materiales obteni-
dos que se consideran semejantes a pesar que sólo
tienen en común el haber sido generados en el
mismo momento y grabados en casettes de audio.
La diferencia intrínseca a la que me refiero tiene
que ver con los modos de gestación de dichos
materiales. Una parte de los mismos fue elabora-
da con criterios periodísticos para obtener una
comunicación mediática, masiva, que en esencia
no tiene al receptor del mensaje al alcance de la
mano. Otra parte, la de los talleres, es el resulta-
do de la reflexión que intenta movilizar los re-
cuerdos de los participantes, enfrentados cara a
cara, y que por lo tanto, tiene un ida y vuelta en
el proceso de la comunicación. Además, es nece-
sario agregar, que si bien los dos talleres se pro-
pusieron rescatar la memoria barrial, al ser coor-
dinados por diferentes personas se tornan más
difíciles de comparar.
A pesar de lo dicho anteriormente, pueden
analizarse algunas cuestiones que llaman la aten-
ción y que debiesen tratarse con mayor profun-
didad para saber si son datos aislados o pueden
tomarse seriamente como tipificación de proce-
sos sociales.
Con respecto a quiénes se dispusieron a po-
ner en juego sus recuerdos, en primer lugar lla-
mó mi atención el hecho de que en los talleres
participaron hombres y mujeres, en cambio en la
radio abierta se escucharon solamente voces mas-
culinas. La primera pregunta que se me ocurre
tiene que ver con la forma de apropiación de los
espacios públicos en confrontación con la proble-
mática de género. La radio funcionó en la plaza
y los altavoces se encargaban de propagar los dis-
cursos de los entrevistados en el espacio público
barrial. Allí las mujeres no contaron sus experien-
cias. Los talleres, llevados a cabo en ámbitos ce-
rrados, privados, más coincidentes con lo domés-
tico, familiar y de mayor privacidad, sí tuvieron
presencia activa de las mujeres quizás por estar
situados en lugares semejantes a los que
culturalmente se reconocen como femeninos. En
estos lugares fue donde las mujeres pudieron
decir su palabra y manifestar las características
de su mirada.
Ahora bien, si tomamos los recuerdos graba-
dos como un bloque y clasificáramos a las perso-
nas participantes de acuerdo con los años de re-
sidencia en la zona, podríamos formar 4 grupos:
quienes están en Lugano desde hace más de 70
años; los que viven desde alrededor de 50 años
atrás; los arribados en los 60 y por lo tanto por-
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tadores de una historia barrial de 3 décadas y por
último los de más reciente arraigo, los recién lle-
gados. Quiénes son, qué recuerdan y desde dón-
de observan la realidad barrial son las pregun-
tas básicas que pueden ayudarnos a entender el
hoy y el ayer de Lugano. Aunque no debemos
pasar por alto que habrá cosas no dichas, gente
no representada, olvidos significativos.
Vayamos al primer grupo. Son los que cuen-
tan en su haber con el
peso de la historia.
Son
hombres y mujeres jubilados, algunos con más
de 90 años, establecidos por lo general en el lla-
mado casco histórico del barrio y en la zona co-
nocida como Las Lomas. No necesitan diferen-
ciarse del resto de los vecinos, sólo se presentan
a sí mismos. No los veo ni pedantes, ni sober-
bios, solamente seguros,
son lo que son
. Recuer-
dan las primeras instituciones y sus fundaciones
o las anécdotas que marcan hitos en la historia
cotidiana de la ciudad, como por ejemplo la de
que en Lugano, el mismísimo Intendente apagó
el último farol a querosene en 1931.
Muchos de ellos se identifican con orígenes
y parentescos gloriosos aunque reconocen una
vida de esfuerzo porque alguna circunstancia for-
tuita dejó a su familia desgajada de la parte pri-
vilegiada del linaje. Entre sus recuerdos figuran
imágenes de un barrio más campo que ciudad y
dentro de dichas imágenes está el reclamo por el
reconocimiento de que a pesar de la distancia so-
cial los mejor posicionados necesitaban de estos
“parientes pobres”. En este sentido son
arquetípicas las anécdotas como: “Se cazaban pa-
jaritos y ranas. Las ranas que se servían en
Loprete eran de Lugano. Cuando vino Paccelli,
que luego sería el Papa Pío XII, en el ‘34, vino el
padre Alsina a buscar a Lorenzo, Aurelio, Hugo.
Les dio una pala a cada uno para ir a buscar an-
guilas porque ese era el plato preferido de Mons.
Paccelli”.
En el segundo grupo encontramos a quienes
viven en la zona desde hace alrededor de 50-60
años. Miran al barrio desde el centro porque se
ubican en la misma zona del grupo anterior. La
singularidad se demuestra porque en sus recuer-
dos la cuadrícula barrial aparece más tupida de-
bido a la ocupación de las manzanas con más fa-
milias. Ellos comienzan a referir la necesidad de
diferenciarse de otros grupos sociales a los que
califican por debajo de su condición. Son los que
manifiestan “... al cine El Progreso había que venir
bien vestido. No dejaban entrar a gente humil-
de”. Sienten preocupación por los efectos del cre-
cimiento barrial que produjo la pérdida de los
encuentros entre vecinos y de la familiaridad en
el trato. Viven el proceso como un duelo y alguien
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lo especifica, “... esto empezó por allá cuando
murió mamá. Habrá sido en el 48 ó 50”. Los más
antiguos de este grupo son quienes se dieron
cuenta de los alcances que produciría la llegada
de los que seguían viniendo: inmigrantes italia-
nos de posguerra y migrantes internos. Los pri-
meros no representan un problema a tal punto
que nadie los menciona, a pesar de su peso cuan-
titativo. Es que los más antiguos no los ven como
distintos, al final de cuentas ellos también des-
cienden de europeos. He aquí una razón para no
discriminarlos. La otra aparece como un indicio
cuando estos italianos se presentan: “...pude ins-
talar una pequeña fábrica de calzado con un so-
cio porque había traído unos pesitos”. La condi-
ción étnica y económica cruza estos testimonios
de manera sutil pero siempre presente. Los se-
gundos, es decir los migrantes internos son con-
vocados en muchísimos recuerdos que al poner-
se en común generan una postura casi agresiva o
podría decirse combatiente. Es que ellos repre-
sentan la multitud, lo desconocido, aún más, lo
indeseable: “... todo lo que sobra en la Capital lo
traen a Lugano; los conventillos de la 9 de Julio,
los desalojados del Warnes...”
Entre quienes dicen tener 30 años de residen-
cia aparecen varios subgrupos: moradores de los
conjuntos habitacionales, por un lado y de las vi-
llas por otro. Unos son
los villeros,
los mismos
que vistos desde el centro son intrusos. Se pre-
sentan como vecinos de la Villa 15, sólo una de
las varias que hay en Lugano y entre medio de
tantos testimonios, llama la atención que sean
solamente dos hombres entre tantos hombres y
mujeres que se han expresado. Ellos observan la
realidad barrial desde los márgenes, en este caso
desde un borde espacial, físico, porque la Villa
15 se encuentra en el borde del barrio, casi don-
de se confunde con Mataderos. Sin embargo su
visión podría equipara-
se a la de otros villeros
que aunque situados en
espacios geográfica-
mente centrales com-
parten una mirada des-
de la marginación so-
cial. Su memoria gira
alrededor de los pro-
blemas de la erradica-
ción que intentó la últi-
ma dictadura y hablan
sin empacho de su po-
breza y de sus margina-
dos.
Los habitantes de
los conjuntos habi-
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tacionales son varios. También observan desde
un margen pero traen un bagaje que les permite
establecer comparaciones entre este barrio y otros
con mejor infraestructura. Por eso, a pesar de no
haber sido aceptados del todo por los más viejos
pobladores, pueden asociar su llegada con la
posterior evolución barrial en el sentido de pro-
greso en transporte y servicios.
El último grupo podría ser llamado el de los
advenedizos. Son dos testimonios pertenecientes
a personas con 10 a 15 años de residencia. Miran
a este barrio desde un afuera que esperan poder
convertir en algo propio. Se reconocen en algu-
nos casos como no integrados, con poco sentido
de la pertenencia, con profundas ligazones a los
barrios en los que vivieron antes o en los que hay
espacios para que los jóvenes puedan manifes-
tarse. Estos testimonios ponen a flor de piel la
problemática que todos los grupos sociales de
esta zona sufren: el abuso del poder, la violen-
cia. Sin embargo, son ellos mismos quienes di-
cen cuánto les importa que esa situación se re-
vierta. Lo hacen del modo que saben hacer los
más jóvenes, con “...la rebeldía porque nadie se
acuerda de Lugano”.
Y pareciera que allí se encuentra una clave
de esta historia que es tanto o más futuro que
pasado. Lugano es joven, “...es el pulmón verde
de la ciudad y hay que preservarlo”. En Lugano
“...los vecinos salimos a la calle a compartir co-
sas”, “...será el barrio del siglo XXI porque siem-
pre le abrió las puertas a todos”. La gente joven
de Lugano debe tener la oportunidad de escuchar
los relatos de quienes los precedieron pero tam-
bién tiene el derecho de contar sus propias his-
torias. El espacio para hacerlo debemos dárselo
nosotros, para ayudarles a construir un mundo
como el que ellos sueñan ahora y otros soñaron
antes: con más solidaridad.