image/svg+xml
Voces Recobradas
30
a sopa paraguaya es una pasta como la
torta, nada más que nosotros la hacemos de sémola
porque la harina de maíz viene hecha de muchos
días y ya no viene lindo. Es regional. La torta que
se hace acá con la velita, ahí es la sopa paraguaya.
Con manteca, leche, huevo y mucho queso, lo prin-
cipal. Yo le pongo de dos clases. Se hace una salsi-
ta blanca con mucha cebolla en rodajas, pero mis
hijos no quieren la cebolla porque se toma con mate
cocido, entonces yo prefiero poner muy poco sal,
leche, queso y mucho huevo. Primero la masa con
leche, huevo, manteca y sémola en crudo. En una
fuente de horno pedacitos de queso por el medio y
después la masa de nuevo. No es la torta paragua-
ya, no les gusta. Por eso yo no le pongo la cebolla,
es comida. Mamá pone pero finito, finito como ca-
bello de ángel para que no se enteren los chicos. El
marido ahora de mi hija que no conoce ni o ni de
Paraguay le gustó siempre. Llega a cualquier hora
y le hace un té o un mate cocido y si hay, sopa para-
guaya. Vine de veinte años. Después fui otra vez y
ahí volvimos todos. Mi mamá y la familia comple-
ta. Me casé acá en la Argentina, pero en
Campoviera, en Misiones. Con un paraguayo ton-
to como yo. Por civil. De acá vinimos a Posadas,
capital de Misiones y de ahí él tenía que volver a la
punta de Corrientes, Curuzú-Cuatiá. Y vino a tra-
bajar y ahí encontró una mujer con dos hijos. Yo
tenía cocina a leña. Cocinábamos a leña hasta aho-
ra. Lejos del pueblo de Posadas, en un campo. No
había ni carnicería ni nada en realidad. Yo con él.
Mi mamá, otro lado. Cuando él venía, a los quince
días me dejaba un hijo en la panza y se iba de vuel-
ta. Una de ésas agarró una mujer con dos críos que
no eran de él y me dejó. Y yo le dije que me iba a ir
de ahí y él no me creía porque tenía muchos chicos.
Cuatro. Cuando los tenía yo ya quería salir de ahí
porque cada vez peor, ya no daba más. Poco y nada
de plata que no alcanzaba. Yo trabajaba en la ciu-
dad. Una sobrina de él, una nena, ahí no se gana
nada y yo le daba un poquito, se quedaba con los
chicos. A veces me iba caminando porque no al-
“L
SOPA
PARAGUAYA
En el número anterior de la revista, en esta misma
sección, omitimos, por error, la transcripción del
texto que sigue:
NOTICIAS SOBRE PUBLICACIONES
Azucena Purissimus (seudónimo)
canzaba para el pasaje, horas. A las seis de la ma-
ñana me iba. No se compraba comida. Pero tenés
que ir a la ciudad a traer de vez en cuando la carne.
Es vivir con arroz, yo lo adoro, arroz con manteca o
con queso, o fideos que les gustan a los chicos. Te-
nía gallinas. Mucho sacrificio. Ni pan a veces no
tenía. Sabés lo que es un pan, salía un oro. Yo no
pago más a la vida. Desde que llegué no falta el
pan de cada día. Si esta mi prima quinientos mil
pesos mensual ganaba, cuando llegó acá y quedó
cama adentro tres millones empezó. Y dice que ella
temblaba, estaba por el suelo. En Posadas. Ahora
está ganando cinco millones ya, mi prima esa de
cincuenta años, ésa que anda con el mate. ¿Y no tie-
ne su plata en dólares ya? Piensa comprarse un
ranchito en Posadas. Ya no tiene más mamá, está
el papá, las hermanas todas casadas, ella sola va
soltera, encima tiene ese defecto en los ojos. Al otro
día se fue y se le perdió un ojo ahí, el contacto lo
buscamos por todos los rincones en el piso de ma-
terial y no lo encontró. Hay que comprar otro. Tie-
ne seguro. Dios te salve María, yo me voy de paseo
no más de una semana a Posadas, no quiero ir más
ni al Paraguay. Tenés que ir con plata y si toda mi
familia es pobre, espera que le comprés un kilo de
pan, esos chicos lo adoran porque vos no podés
darle un entero de galleta, que dice una redonda
que contiene anís en el Paraguay, sabés cómo lo ado-
ran los chicos que le dan un entero de esa galleta.
Nunca le dan entero, no alcanza, es una pobreza.
Enfermos muchos chicos. En Paraguay y en Posa-
das mismo. Está frente a frente, es la misma cosa,
me refiero a Encarnación. Yo vivía también en En-
carnación. En Posadas para mí es la misma histo-
ria. Nací en Villarica. Adoro del corazón. Es una
ciudad pero ahora ya ni conozco más porque cuan-
do ya fui me hago la cancherita que yo sé todo pero
pego una vuelta y me perdí, ahí en la parada del
colectivo no era más, es otra cosa, no había ni luz.
Ahora hay luz, hay colectivos, antes íbamos en ca-
rreta y en caballo en el campo. De familia somos
cinco, dos mujeres y tres varones. Mi papá era car-
image/svg+xml
Voces Recobradas
31
Sopa paraguaya
Hebe Clementi
Comentario
pintero. Separada también mi mamá, como yo.
Mucho sacrificio. Mi hija siempre va y me ayuda y
valora conmigo los sacrificios, esa nena que se casó.
Ella también trabajó cama adentro. Desde diez años
trabaja esta nena y todas las patronas tienen una
referencia que vale la pena. Ahora la patrona que
se salió después que se casó ya cambió tres veces y
cada vez la valora más esta patrona porque sabe lo
que es. Está con retiro ahora. Ahora le quiere pa-
gar ocho millones si se va con ella a Mar del Plata y
no puede dejar al marido, irse por un millón más
que uno menos. ¿Para qué se casó entonces? Y se
ocupó en una casa quinta. Anteriormente se iba a
otra casa que baldeaba, lavaba a mano mucho y
planchaba. Sabés lo que es, mamá, lo que hacías
vos, me dice, cómo cansa. Se va a las cuatro de la
mañana con el marido, a las seis ya está en el traba-
jo. Y son chicos, a partir de las diez recién tal vez
se acuestan. Hay música allá con los vecinos, noso-
tros no tenemos nada dice, pero esos días de músi-
ca alrededor no te dejan dormir. Y encima que vie-
nen parados, yo vengo sentada y durmiendo de
donde sale el colectivo. Irme del todo ya no. Antes
sí lloraba por mi país porque yo vine joven de mi
pueblo. Dejé también a mis padres, muchas ami-
gas. Tanto como de esa época ya no tengo amiga
íntima, no tengo ni mi propia hermana. Porque ya
agarramos familia y ella con su familia ya es mu-
chos. Ahora se juntó todos porque ella se casó el 31
de diciembre y vino, todos, sabés lo que es, catorce
chicos, ni me acuerdo. Pero no fui, llovía
torrencialmente y mi mamá no puede caminar. No
la iba a dejar a mi mamá. Comimos también el mis-
mo pollo al horno, otra cosa no tengo. Con dos po-
llos ya me alcanza y ensalada de frutas, como clericó
que dicen ellos, con una botellita de fanta. La sidra
apenas tomaron, tengo dos en la heladera. Papas,
ensalada y la sopa paraguaya. Hice dos asaderas
grandes, con eso se carga el estómago, ya sobra
mucho pollo para el otro día. Tiene huevo, mante-
ca, leche, ni una gota de agua. Mamá le pone aceite
pero yo le pongo más manteca porque la manteca
no es empalagoso. Yo más de un pedazo no como
porque te llena enseguida. No quiero ir más a que-
darme. Cuando trabajé con esta señora del tenien-
te coronel yo volví, me paga el aguinaldo, el sueldo
y las vacaciones. Una de ésas cobré tan bien hace
cinco o seis años y me fui que me llevé a los cuatro
chicos porque desde que ellos vinieron no se fue-
ron nunca más a Posadas y cuando yo llegué cómo
me adoraban las gentes. Los míos son grandes y
limpios, bien vestidos entre medio de esos familia-
res, sabés lo que es, eran distintos. No te digo que
llevamos una valija de ropa, con dos, tres mudas ya
está. Distintos, la manera de hablar, de criarse. Me-
jores mis hijos que allá. Tengo el hermano de mi
mamá que tiene muchas hijas que ya son grandes
pero me adoran. Ellos nos regalan pantalones, ca-
misa nueva. A mi hija el hermano de mi mamá le
regaló un reloj de oro, pero sabés lo que es, de vivir
en el campo son un poco dejados. La casa es feíta,
de madera, como antes como yo dejé, no tienen piso.
Vos te vas a la casa, jamás te sirven así, de esta
manera. Una jarra, un jarrito solo, en Paraguay no
hay café ni té. Ahora hay té, pero antes sólo mate.
El año pasado fuimos, mi tío empezó a carnear chan-
cho de setenta kilos. Un domingo empezó a carnear,
después lunes mató un ternero, pero éramos cin-
cuenta personas en una sola casa que fuimos en el
campo. De Encarnación agarramos un colectivo,
salimos a las nueve, llegamos a la una y media de
la mañana a Asunción. Estuvimos hasta las seis.
Tomamos otro colectivo que viene a nuestro pue-
blo donde nosotros vamos, de ahí agarramos otro
colectivo y llegamos a la una del mediodía. Era un
hambre que nos agarró, no existe lo que es ni azú-
car, galleta menos todavía, ni un pan. Tiene que ir
a la ciudad para traer galleta o pan. La gente no
hace en las casas. Hace chipá o sopa paraguaya que
es una pasta que se come, no se toma mate cocido
ni nada. En Villarica vivíamos de la mandioca, el
chipá con un huevo pasado por agua era el desayu-
no. O vechú, la misma masa pero flojo y se hace en
el sartén. No se hace frito. Sin aceite y sin nada se
da vuelta. Además se usaba la grasa del chancho,
más liviana según dicen. Así está todavía en ese
lugar. Con un torno especial molíamos mandioca,
después de colada sale el almidón y hay otro, el afre-
cho. Hay que pelarla primero, lavar pero en canti-
dad. Son mucho personal para hacer esto, tenés que
ir a la chacra a traerla en carreta, tumbar en la casa
y hay que limpiar. La lavamos toda, la ponemos en
el torno, una máquina especial. Sale una pasta y lo
colamos con un colador para eso, y hay más agua
que nada. Lo dejás todo una noche entera ahí y ya
queda el almidón como una pasta cruda, el agua se
tira porque los animales se mueren. Como la leche
que se corta queda un suero. La pasta se pone a
secar durante una semana al sol. A veces llueve
pero hay más seca que llueve. La cosecha se hace
abajo de un techo que es un galpón grande, casi to-
das las casas tienen. Después queda lisa, almidón
como harina. Hay otras bolsas que salen como pe-
lotitas y hay que colar de vuelta. Tal cual hacemos
del maíz, seco se embolsa, bien seco, si no queda
negro. Para hacer el chipá hay que agregarle hari-
na de maíz un poco, que sea mestiza así, amarilla.
image/svg+xml
Voces Recobradas
32
¿DÓNDE Y QUIÉNES
HACEN HISTORIA ORAL?
DIRECCIÓN
TEMÁTICAAUTOR/ES
Historia Localde León Montañés, MarceloH. Gutiérrez Ruiz 1173/5,
Montevideo, Uruguay
Historia Local
Lic. Turcatti, DanteMaldonado 1214/1001,
Montevideo, Uruguay
Historia Oral
En todos los números iremos publicando en esta sección los nombres y direcciones de quienes trabajan en Historia Oral
ordenados de acuerdo a la temática que abordan.
A fin de tener un registro más completo y actualizado solicitamos nos hagan llegar los datos de quienes deben figurar en el listado.
En partes iguales, depende cómo tenés. En seco y
ahí se le agrega huevos, la leche y la manteca, acei-
te y un poquito de sal y mucho queso. Con grasa
de cerdo queda riquísimo. Pero para eso hay que
tener plantación de mandioca, de maíz y vacas. Y
así está en el Paraguay la gente, cada uno tiene su
chacrita. Alrededor de la casa está lleno, lo que pasa
es que durante el tiempo de Stroessner agarró la
plantación de caña de azúcar y de mandioca casi
queda muy poquito, no hay más como antes que
cosechábamos cantidades. Ahora no es para ven-
der poco y nada, pero la mayoría tienen un poco
siempre. Ahora hay mandioca nueva en febrero, el
3 de febrero ahí se bautiza la mandioca, el día de
Santa Candelaria. No dura mucho. Por eso la gen-
te la tiene en su chacra porque la saca cuando la
necesita. Nosotros todos los días compramos aho-
ra medio kilo de pan. Al contrario si tenés una plan-
ta tenés que hervir y comer nada más que así, para
almuerzo, para cena, para desayuno. Tomamos
mate amargo, leche recién ordeñada, en mi pueblo.
Cuando vivía con mis abuelos, tenían muchas va-
cas, por eso mi tío tiene sus vacas, sus caballos, sus
ovejas. Mi mamá es una tonta que no tiene ningún
heredero, no como mis hermanos que siempre es-
tán en el Paraguay. Es una solterona como yo, que-
ría conocer el mundo y tal vez por eso vinimos to-
dos en Argentina, porque ella trabajaba por Argen-
tina. Por Campoviera, por Posadas. Ella la que vino
acá, era separada, no tiene casa, no tiene nada. Mi
hermano este último ya es de otro papá. Mamá tie-
ne cabeza dura porque su hermana que está tam-
bién separada está todavía en el barrio en el que
vivía mi abuelo y mi abuela. Tiene su casita, las
vacas, los pollos, terneros. Ellos también repartían
a cada uno, a mi mamá le habrá tocado también.
La hermana que está en la Argentina, que vinieron
juntas, también no tiene nada, los demás tienen to-
dos. Una de éstas vos te vas al campo, ah qué querés
comer, querés mandioca, te ofrecen de todo porque
tienen ahí. Plata no tienen suficiente, eso sí, tienen
que matar un pollo o un chanchito. Yo tengo mi
casita. Mi mamá quiere volverse al Paraguay. Ella
les compra allí a los turistas, con muchas otras vie-
jas como ella, casetes, cosas que ellos les piden, se
ocupan de esos trámites. Pero yo le digo, no te voy
a acompañar, y comé, comé que te hice sopa para-
guaya.”
Gorodischer, Angélica; Haurie, Virginia; Ibargüen, Elvira; Rais,
Hilda y Sampaolesi, Ana. “Locas por la cocina”, Buenos Aires,
Editorial Biblos, 1998. Biblioteca de la Mujer, pp.228-232.