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Voces Recobradas
43
APUNTES TEÓRICOS
LA ANTROPOLOGÍA
Y LA HISTORIA ORAL
A lo largo de la Jornada de Historia oral,
fue evidente la presencia de algunos tra-
bajos de antropología cultural, que fueron
impecables desde el punto de vista de la
Historia oral que estamos tratando de
cultivar, al menos en su sentido último.
Pero al mismo tiempo, se hizo evidente la
necesidad de arrimar algunas considera-
ciones sistémicas en torno a las diferen-
cias metodológicas eventuales o bien a la
fusión de ellas mismas, en la búsqueda de
criterios válidos para la comprensión de
casos y memorias específicas.
El trabajo de Perla Petrich fue en este
sentido muy revelador, y quizá lo
Apuntes teóricos
Hebe Clementi
Autor
transcribiremos en una publicación
futura. Por el momento, aborda-
mos un libro suyo, que acaba de
editar, cautivante por la cercanía
con la Guatemala indígena que
pervive, pero también por la pon-
derada reflexión en cuanto a senti-
dos, memorias y redes sociales, que
consienten la exteriorización de la
memoria y sus vínculos con la me-
moria social y la colectiva.
Hebe Clementi
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Voces Recobradas
44
a exteriorización
de la memoria
...Los relatos que
he manejado constitu-
yen un
corpus
capaz de
reconstruir una historia
oral en la que los po-
bladores del lago se
identifican. La estruc-
tura narrativa de estos
relatos, la organización
del contenido y su in-
terpretación, están
muy relacionadas con
el tipo de memoria
que lo sustenta.
Ciertas propuestas
de Halbwachs (1994,
1968) interpretadas
libremente a través de
algunas consideracio-
nes personales pueden,
quizás, aclarar este pa-
norama en donde todos
los recuerdos no actúan
con los mismos princi-
pios ni tienen la misma
finalidad.
Una distinción im-
portante, según
Halbwachs, se estable-
ce entre una memoria
social y una memoria
colectiva. La primera
equivale a una memo-
ria englobante de la
sociedad; memoria de
un cierto pasado remo-
to (canciones, mitos,
tradición oral en gene-
ral) que atraviesa la
sociedad como un río
subterráneo, como una
corriente de pensa-
miento. Esta especie de
configuración memo-
rial común a cada so-
ciedad emerge
esporádicamente a la
superficie en la con-
ciencia de determina-
dos grupos. Eso hace
pensar que, ocasional-
mente, la memoria so-
cial se convierte en me-
moria colectiva, es de-
cir, en una memoria
recuperada por un gru-
po determinado (fami-
liar, religioso, político,
intelectual, artístico...).
El grupo en ese caso
selecciona referentes
que extrae de la memo-
ria social (que abarca
un pasado remoto)
para recuperar e inclu-
so intensificar un senti-
do o, a veces, para dar-
le otro y aplicarlo a un
L
El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
Autor
Perla Petrich
Universidad de París VIII
Historias, Historia del Lago Atitlán
acontecimiento reciente
o actual. Hay momen-
tos en que ciertos gru-
pos, por estrategias
políticas, económicas o
ideológicas, necesitan
“rehacer el pasado”
(Augé, 1996: 63). En
ese caso del pasado se
hacen recortes de cier-
tos mitos, tradiciones,
creencias que se
reactualizan según las
necesidades del pre-
sente. Este tipo de fe-
nómeno es frecuente,
por ejemplo, en movi-
mientos religiosos de
carácter mesiánico o en
aquellos que se reivin-
dican como detentores
actuales de las creen-
cias mayas
prehispánicas.
La memoria colec-
tiva interviene en rela-
ción al pasado reciente,
en consecuencia, por la
inmediatez, el grupo y
dentro del grupo los
individuos, tienen re-
cuerdos que ubican
bien sin poder a veces
discernir su exacto va-
lor. Por el contrario, la
memoria social durante
el transcurso de los
años ha operado una
selección; ha estableci-
do un orden de impor-
tancia de los aconteci-
mientos pero ha creado
una gran imprecisión
temporal. La jerarquía
de los hechos ha ido,
poco a poco, olvidando
la exactitud de la cro-
nología. El tiempo tie-
ne muchas veces un
papel puramente sim-
bólico. Tiempo mítico,
cíclico, trastocado, in-
vertido, eternamente
impreciso. El mismo
proceso de indetermi-
nación sufre el espacio.
Existen “mediado-
res” de estas dos me-
morias que general-
mente se entrelazan:
los “sabios”, “los pro-
fetas”, “los venerables
ancianos”, los “jefes de
cofradía”... transmiten
una memoria colectiva
en donde constante-
mente afluye la memo-
ria social, en algunos
casos hasta abarcar la
casi totalidad del dis-
(Guatemala, Cael/Muni–k’at, 1999)
APUNTES TEÓRICOS
Voces Recobradas
44
Historias
Historia del Lago Atitlán
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Voces Recobradas
45
curso. Los abuelos son
los mediadores de la
memoria familiar; el
alcalde del pueblo de
la memoria jurídica, el
curandero-sacerdote de
la memoria religiosa, el
anciano artesano de la
memoria técnica...
Un tercer tipo de
memoria que juega un
papel fundamental es
la memoria individual,
inscripta por una parte
en la forma de percep-
ción memorial de la
sociedad y, por otra, en
la de uno o varios gru-
pos. Es decir, partici-
pantes de la memoria
social y de la colectiva
en forma activa pero,
imponiendo transfor-
maciones y marcando
diferencias, que depen-
den de un trayecto de
vida personal y de una
constitución única del
cerebro.
Sería falso pensar
que los tres tipos de
memoria pueden consi-
derarse en forma autó-
noma y/o excluyente.
Se trata de
interrelaciones de reci-
procidad y
complementariedad
constantes en donde se
originan y mantienen
los conceptos de socie-
dad, grupo e indivi-
duo. No existe una me-
moria estrictamente
individual ni otra pu-
ramente colectiva. Los
recuerdos de cada uno
se articulan con los
recuerdos de otras per-
sonas en una configu-
ración que está, a la
vez, social, cultural y
personalmente deter-
minada.
El recuerdo de un
individuo, para poder
compartirse con los
otros, debe ajustarse a
imágenes y expresiones
verbales comunes. Para
que tenga “sentido”
debe basarse en refe-
rentes sociales que se
reconocen. La memoria
individual tiene sus
raíces en la sociedad y
fuera de ella es imposi-
ble recordar. En un
momento o en otro la
memoria individual
tiene necesidad del eco
de la memoria de los
otros y, el hombre que
se recuerda de los que
los otros no se recuer-
dan o no reconocen
como posibilidad de
recuerdo, es como al-
guien que ve lo que los
otros no ven; alguien
que será considerado
como un alucinado
(Haldwachs, 1994:
167).
Los rLos r
Los rLos r
Los r
elatoselatos
elatoselatos
elatos
y losy los
y losy los
y los
itineritiner
itineritiner
itiner
arar
arar
ar
iosios
iosios
ios
de memorde memor
de memorde memor
de memor
iaia
iaia
ia
Un problema que
se planteó, sobre todo
en el caso de los relatos
de vida, fue su presen-
tación en el trabajo.
Agruparlos sólo por las
edades o el sexo de los
autores no resultó sufi-
ciente porque lo que
me proponía analizar
era la pluralidad de
ideas e identidades que
expresan las memorias.
Para ello fue preciso
distinguir además cier-
tos hilos conductores,
los que, utilizando la
terminología de
Haldwachs (1994), po-
drían definirse como
“itinerarios de memo-
ria”: líneas de orienta-
ción (religiosas, econó-
micas, políticas, etc.)
dentro de las cuales,
consciente o incons-
cientemente, los indivi-
duos encuadran los
recuerdos y –sobre
todo– los interpretan y,
en consecuencia, los
valorizan.
Cada época ensan-
cha, disminuye o modi-
fica los itinerarios.
(15)
Mientras más estable
es la sociedad, más
previsibles resultan los
itinerarios. Actualmen-
te en el caso de los
pueblos del lago
Atitlán es difícil hablar
de itinerarios comunes
aun en el caso de los
ancianos. Los indivi-
duos forman parte de
muchos grupos al mis-
mo tiempo y eso hace
que los itinerarios sean
múltiples y
atomizados. Nos en-
contramos ante un caso
típico de fragmenta-
ción de memorias e
incluso, en el caso de
los ancianos, de enfren-
tamiento memorial. La
causa y la explicación
residen en los profun-
dos cambios que se han
producido en estos úl-
timos cincuenta años:
algunos económicos,
otros políticos y otros
religiosos. Esos cam-
bios han tenido un im-
pacto indiscutible en lo
social y en lo indivi-
dual. Es justamente ese
lugar de intersección
entre los dos el que
ofrece un interés parti-
cular: lograr analizar
un relato producido en
un contexto particular
de enunciación, en el
que la persona cuenta
sus experiencias, todas
ellas estrechamente
No eNo e
No eNo e
No e
xiste unaxiste una
xiste unaxiste una
xiste una
memormemor
memormemor
memor
ia estria estr
ia estria estr
ia estr
icta-icta-
icta-icta-
icta-
mente indimente indi
mente indimente indi
mente indi
vidualvidual
vidualvidual
vidual
ni otrni otr
ni otrni otr
ni otr
a pura pur
a pura pur
a pur
amenteamente
amenteamente
amente
colecticolecti
colecticolecti
colecti
vv
vv
v
a.a.
a.a.
a.
Los Los
Los Los
Los
rr
rr
r
ecuerecuer
ecuerecuer
ecuer
dos dedos de
dos dedos de
dos de
cada uno secada uno se
cada uno secada uno se
cada uno se
arar
arar
ar
ticulan con losticulan con los
ticulan con losticulan con los
ticulan con los
rr
rr
r
ecuerecuer
ecuerecuer
ecuer
dos dedos de
dos dedos de
dos de
otrotr
otrotr
otr
as personas enas personas en
as personas enas personas en
as personas en
una confuna conf
una confuna conf
una conf
igurigur
igurigur
igur
aciónación
aciónación
ación
que está,que está,
que está,que está,
que está,
a la v a la v
a la v a la v
a la v
ez,ez,
ez,ez,
ez,
social,social,
social,social,
social,
cultur cultur
cultur cultur
cultur
al yal y
al yal y
al y
personalmentepersonalmente
personalmentepersonalmente
personalmente
determinada.determinada.
determinada.determinada.
determinada.
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Voces Recobradas
46
ligadas a la sociedad a
la que pertenece pero,
al mismo tiempo, pre-
sentando opciones per-
sonales.
El conteEl conte
El conteEl conte
El conte
xtoxto
xtoxto
xto
de ende en
de ende en
de en
unciaciónunciación
unciaciónunciación
unciación
En cuanto a los
relatos que yo o los
maestros recogimos,
muchas veces entre la
misma gente, una serie
de interrogantes se me
plantearon. El hecho de
que algunas historias
me hayan sido conta-
das a mí y otras a
maestros, quienes utili-
zaban la lengua mater-
na, compartían la cul-
tura y vivían en el mis-
mo pueblo de los na-
rradores, planteaba
como punto de partida
una experiencia de co-
municación compleja.
La situación de enun-
ciación había sido dife-
rente en una ocasión y
en otra.
En mi caso, cada
comunicación había
sido realizada en un
cuadro de disparidad:
pertenecíamos a cultu-
ra, nivel profesional,
económico y educativo
diferentes. La implica-
ción entre mis
interlocutores y yo fue
diferente según la cir-
cunstancia: a veces me-
dió un acuerdo casi
profesional que limitó
el papel de narrador al
de un informante; en
otros casos, dado que
existían entre nosotros
lazos de amistad, cada
encuentro se convirtió
en un diálogo de con-
fianza y colaboración.
También es posible que
a veces haya existido
una distancia basada
en el respeto y quizás
en una sutil actitud
maternalista de mi
parte.
Además, las estra-
tegias que mutuamente
utilizamos en cada en-
cuentro fueron segura-
mente diferentes. En
tanto que antropóloga,
consciente o incons-
cientemente, buscaba
un cierto tipo de infor-
mación y, en conse-
cuencia, orientaba las
entrevistas. Por su par-
te, la persona que con-
tó su vida ante una
mujer, además extran-
jera, seguramente, en
algún momento, defor-
mó las respuestas, “ol-
vidó” acontecimientos,
“inventó” otros: A ve-
ces mintió, exageró,
puso énfasis en deter-
minadas circunstancias
y dejó de lado otras
que consideraba insig-
nificantes y que, qui-
zás, para mí hubieran
resultado de impor-
tancia.
Inevitablemente
los diálogos que man-
tuve con personas de
Atitlán se incluyeron
en las leyes de las rela-
ciones sociales y pro-
vocaron las reacciones
que se constatan en
cualquier tipo de con-
tacto interpersonal. Eso
significa que cada uno
de nosotros realizó
elecciones, iniciativas,
reconstrucciones, de-
formaciones. En otras
palabras, elaboró estra-
tegias discursivas.
Cada persona
contactada estaba
inscripta en conflictos
anteriores a mi llegada.
Una presencia extraña
–la mía– supuso un
cambio de situación y,
en consecuencia, una
nueva conducta por
parte del individuo.
Intervine, muchas ve-
ces sin saberlo o que-
rerlo, como una pieza a
través de la cual se
construyeron nuevas
estrategias con las que
el sujeto pretendió so-
lucionar sus conflictos
personales o los de su
grupo o los del grupo
frente al exterior.
(16)
Al cabo de cierto
tiempo de contacto con
la gente, dada la varie-
dad de adhesiones reli-
giosas, profesionales,
políticas, etc. me di
cuenta de que, en mu-
chos casos, a pesar de
que me hablaban no
me consideraban el
verdadero destinatario
de sus palabras. Algu-
nos se dirigían al gra-
bador y, a través de él,
a un público amplio e
indeterminado (la ju-
ventud, todos los ex-
tranjeros que se intere-
san en la vida de los
pueblos mayas, etc.).
En otros casos parecían
transmitir un mensaje a
su propio grupo (a sus
“hermanos” de Iglesia,
a los compañeros polí-
ticos, etc.). Cuando
volvía a escuchar las
grabaciones resultaba
evidente que la deter-
minación real o hipoté-
tica de un receptor or-
ganizaba el relato y, en
consecuencia, creaba
múltiples variantes, no
sólo de estilo de trans-
misión sino también de
contenido.
PP
PP
P
apel yapel y
apel yapel y
apel y
función delfunción del
función delfunción del
función del
inin
inin
in
vv
vv
v
estigestig
estigestig
estig
adorador
adorador
ador
Podría pensarse
que la consulta de do-
cumentos escritos (cró-
nicas, documentos de
archivo, artículos de
prensa, textos de litera-
tura, antropología, geo-
image/svg+xml
Voces Recobradas
47
grafía, sociología, etc.)
garantiza cierta veraci-
dad u objetividad de
los datos y que es sufi-
ciente para realizar un
estudio histórico. Sin
embargo no es así, en
primer lugar por el
carácter intrínseco de
ciertos escritos, como
es el caso de las cróni-
cas de cuya objetividad
podemos dudar puesto
que el interés de la ma-
yor parte de los autores
se centraba más en ob-
tener beneficios de la
Corona que, en respe-
tar escrupulosamente
la verdad de los he-
chos. Lo mismo ocurre
en los casos de artícu-
los de prensa que están
generalmente orienta-
dos por una ideología
muy marcada. En se-
gundo lugar, porque
del documento que
puede ser coherente,
ordenado y bien fecha-
do, el investigador se-
leccionó ciertos perso-
najes, lugares y objetos
dejando de lado otros,
que consideró sin im-
portancia o inútiles.
De la inevitable
selección de documen-
tos y, al mismo tiempo
de interrogantes, resul-
tan respuestas incom-
pletas y provisorias.
(17)
Por otra parte,
cuando no existen
como apoyo los docu-
mentos escritos y sólo
se escucha a los actores
sociales nos encontra-
mos confrontados a la
singularidad de discur-
sos que cambian y se
adaptan a cada cir-
cunstancia. En ese caso
es necesario aceptar
que las relaciones per-
sonales constituyen los
mecanismos básicos
del trabajo de campo
de un antropólogo y
que sobre ese material,
frágil y con frecuencia
contradictorio, trabaja
y saca conclusiones.
En Atitlán las vo-
ces directa o indirecta-
mente me fueron diri-
gidas. Yo, la imagen
que ellos tenían de mí
y mis impresiones fren-
te a lo que me decían y
a quién me lo decía,
formamos parte de una
cadena indisoluble de
interlocución. Lo que
hicimos fue hablar,
intercambiar, pregun-
tar, comentar, respon-
der. Establecimos una
comunicación y esa
comunicación implica
que la subjetividad, así
como las representacio-
nes que de y en ella se
originan, son compo-
nentes significativos de
los mensajes que
intercambiamos. Más
aún: que forman parte
del significado.
Las palabras ex-
presaron lo que la me-
moria había retenido
del pasado. La memo-
ria no es un documento
de archivo; forma parte
de seres vivos y, en
consecuencia, evolu-
ciona constantemente;
está abierta a la dialé-
ctica del recuerdo y
de la amnesia. No
puede evacuar la afec-
tividad y, por ese mo-
tivo, muchas veces no
presta atención a los
detalles o, por el con-
trario, se fija en ellos
dejando de lado la
totalidad. La memoria
se alimenta de recuer-
dos, algunos más o
menos exactos pero
otros vagos, simbóli-
cos, sensibles a todo
tipo de proyección,
censura o transferen-
cia (Nora, 1984: 9-20).
La memoria es un
“teatro personal”, “una
reconstitución íntima o
mítica” (Farge, 1997:
90) y no una operación
intelectual basada en el
análisis y el discurso
crítico; esa es función
del historiador, no del
que, parodiando a
Borges podríamos cali-
ficar de “hombre me-
morioso”, ese o esos
habitantes de Atitlán
quienes me permitie-
ron con sus recuerdos
revivir lo que fue, pre-
ver vagamente lo que
será. Hombres y muje-
res que recuerdan cada
uno a su manera. Me-
morias entrecruzadas,
divergentes o coinci-
dentes que en este país
de agua se agitan como
el lago por motivos que
sólo el corazón conoce.
La tentación de
captar la vivencia de
los actores desde un
punto de vista diacró-
nico, basándose única-
mente en sus memo-
rias, implica un enorme
riesgo de subjetividad.
No sólo por parte de
los individuos consul-
tados sino por parte
del investigador que
los ha seleccionado e
interrogado sobre as-
pectos que a él le inte-
resaban. El resultado
no puede ir más allá de
una etnohistoria en
donde la complejidad
de la sociedad, inserta
en una región y una
nación, queda en parte
evacuada.
Lo anteriormente
expuesto es lo que ex-
plica mi intento de
combinar, e incluso
contrastar, dos enfo-
ques que resultan a
En Atitlán lasEn Atitlán las
En Atitlán lasEn Atitlán las
En Atitlán las
vv
vv
v
oces diroces dir
oces diroces dir
oces dir
ecta oecta o
ecta oecta o
ecta o
indirindir
indirindir
indir
ectamenteectamente
ectamenteectamente
ectamente
me fuerme fuer
me fuerme fuer
me fuer
on diron dir
on diron dir
on dir
igi-igi-
igi-igi-
igi-
das.das.
das.das.
das.
YY
YY
Y
oo
oo
o
,,
,,
,
la imag la imag
la imag la imag
la imag
enen
enen
en
que ellos teníanque ellos tenían
que ellos teníanque ellos tenían
que ellos tenían
de mí y mis im-de mí y mis im-
de mí y mis im-de mí y mis im-
de mí y mis im-
prpr
prpr
pr
esiones fresiones fr
esiones fresiones fr
esiones fr
ente aente a
ente aente a
ente a
lo que me decíanlo que me decían
lo que me decíanlo que me decían
lo que me decían
y a quién me loy a quién me lo
y a quién me loy a quién me lo
y a quién me lo
decía,decía,
decía,decía,
decía,
f f
f f
f
ormamosormamos
ormamosormamos
ormamos
parpar
parpar
par
te de unate de una
te de unate de una
te de una
cadena indisolu-cadena indisolu-
cadena indisolu-cadena indisolu-
cadena indisolu-
bb
bb
b
le dele de
le dele de
le de
interinter
interinter
inter
locución.locución.
locución.locución.
locución.
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Voces Recobradas
48
veces complementa-
rios, a veces opuestos
pero, en todo caso, ne-
cesarios para una com-
prensión de lo sucedi-
do, fundamentalmente
en una sociedad de
tradición oral. La com-
prensión se facilitará si
se logran identificar los
puntos de interferen-
cia, las relaciones entre
el mundo social y los
individuos; entre las
representaciones co-
lectivas y la forma en
que las personas las
asumen. En otras pa-
labras: la interdepen-
dencia entre micro y
macrohistoria.
Una pregunta
acuciante fue: ¿Qué
elección realizar sobre
todo en relación al tra-
bajo de campo? ¿Otor-
garme el papel de in-
térprete
(18)
o desapare-
cer del texto conser-
vando sólo la multipli-
cidad de voces escu-
chadas en el terreno,
dejando que ellas inter-
preten la realidad? En
ambos casos las con-
diciones en que se es-
tableció la comunica-
ción no resultan
explicitadas: ¿Quién
trabajó con quién y en
qué momento? ¿Por
qué y en qué circuns-
tancia las informacio-
nes fueron recibidas?
El hecho de haber-
me basado en comuni-
caciones orales muy
variadas, situadas ne-
cesariamente en un
contexto social y en
un proceso de
interlocución que nos
incluía a los informan-
tes y a mi, plantea por
lo menos dos dificulta-
des.
La primera se rela-
ciona con el manejo del
material recogido cuyo
análisis se realiza
a
posteriori
del trabajo de
campo, es decir, ya re-
cuperado de la graba-
dora o el cuaderno de
notas y convertido en
un texto
(19)
, en un orden
lógico de palabras.
Nada queda de la si-
tuación discursiva: se
disecaron los ritmos,
los silencios, las pau-
sas, la afectividad...
Gracias al arduo traba-
jo de escritorio, pala-
bras orales, significa-
tivas en aquel instante
preciso de la conver-
sación entre el
antropólogo y su in-
terlocutor, se fijaron
en un “para siempre”
sin sonoridad y fuera
de todo contexto
enunciativo original. Si
bien, durante la esta-
día en el lugar la dis-
tancia que separa al
antropólogo de los
pobladores se estrecha
hasta, en algunos ca-
sos, casi desaparecer,
luego la escritura se
encarga de restablecer
la brecha.
Los textos resul-
tantes poseen autono-
mía y en ellos la reali-
dad vivida se ha con-
vertido en materia sus-
ceptible de cortes,
agregados, tachados. El
escritor, si quiere, pue-
de hacer desaparecer
aquellos desacordes
que provocaron (enton-
ces, allá) momentos de
contradicciones en los
emisores, de incom-
prensión en el receptor.
El problema reside
en la distancia que se-
para lo que fue (en un
momento preciso y pa-
sajero de la oralidad)
del presente de una
escritura que se preten-
de fija y definitiva. Los
titubeos, los momentos
de reticencia, la mirada
furtiva, el bostezo. En
definitiva: la historia
de esa palabra dicha,
los momentos que mar-
caron su creación, han
desaparecido. Un inte-
rrogante se plantea en
este caso: ¿Cuál es la
incidencia en el signifi-
cado, por ejemplo so-
bre un relato de vida,
si se tienen o no en
cuenta las condiciones
y el modo en que fue
expuesto? Muchas pá-
ginas de este libro es-
tán destinadas a de-
mostrar que la inter-
pretación varía funda-
mentalmente, que la
relación dialógica for-
ma parte del significa-
do de los datos recogi-
dos.
La segunda dificul-
tad se refiere al carác-
ter variable, dinámico
de los mensajes
intercambiados debido
a las propias experien-
cias de los sujetos que
hablan, a sus personali-
dades, sus memorias
selectivas, sus eleccio-
nes arbitrarias, etc. y
también al hecho de
dialogar con una per-
sona precisa y no con
otra. Según la impre-
sión que el antropólogo
ha causado en su inter-
locutor, según la idea
que se ha forjado de él,
responderá a sus pre-
guntas, reaccionará a
sus comentarios. A su
vez, el investigador,
como la imagen de un
espejo, repetirá las mis-
mas dudas, las mismas
reticencias de su inter-
locutor y, como él, dirá
sólo ciertas cosas, calla-
rá otras, omitirá o ad-
mitirá.
Cuando alguien
cuenta la historia de su
vida o la historia del
origen del lago o de los
volcanes, no sólo tras-
mite un contenido (más
o menos fijo, más o
menos colectivo), sino
también una interpre-
tación según sus pro-
pios referentes locales,
una forma particular
de construcción y de
comunicación
(Becquelin, 1993).
Es este último as-
pecto, el de la dinámica
de las inferencias e
interferencias, el que
me interesó particular-
mente y, desde cuya
perspectiva, me inte-
image/svg+xml
Voces Recobradas
49
rrogué sobre las mane-
ras en que se realiza un
trabajo antropológico y
puede tratarse el mate-
rial resultante. Difícil
delinear un método
preciso. Posible buscar
algunas vías de acerca-
miento y proponer des-
plazamiento de enfo-
que, paulatinos movi-
mientos de descentrali-
zación que se orientan
no solamente hacia los
textos obtenidos sino,
sobre todo, hacia los
procesos de comunica-
ción que los hicieron
posibles. Asumí, en
consecuencia, la duda.
Duda, fundamental-
mente, sobre el sentido
de los datos recogidos;
posibilidad de que el
entrevistado al ser con-
sultado dos meses más
tarde niegue categóri-
camente lo que afirmó
con vehemencia; que el
descubrimiento de un
ignorado lazo familiar
entre el interlocutor y
un miembro de la co-
munidad ponga en tela
de juicio la interpreta-
ción que realicé de su
discurso; que motiva-
ciones, deseos, temores
le hicieran contradecir-
se, disimular, ocultar,
mentir o adoptar posi-
ciones incoherentes
que cambian apenas yo
–observador externo–
desaparezco de la esce-
na y dejo de ser un in-
termediario entre “él”
y “su” mundo. Dudas
finalmente sobre mi
papel frente al otro y la
posibilidad de com-
prenderlo.
Tomar consciencia
de estar manejando, no
sólo datos sino también
conclusiones relativas,
me llevó a presentar
cada diálogo entablado
dentro de su contexto
de enunciación. Indu-
dablemente esto no
garantiza la veracidad,
pero sí encuadra la in-
formación dentro de
una situación dinámica
más o menos real. Abre
la eventualidad de res-
puestas diferentes en
otras circunstancias y
pone, dentro de lo po-
sible, de manifiesto las
contradicciones evi-
dentes o posibles.
Otro interrogante
surgió inevitablemen-
te de los planteamien-
tos anteriores: ¿El
antropólogo actúa
como actor o como
testigo? Sin entrar en
polémicas
postmodernistas creo
que es posible admitir
que, a diferencia del
historiador, cumple
simultáneamente los
dos papeles. Su trabajo
de observador no pue-
de realizarse si no se
asume como actor de la
interlocución. Desde el
momento en que esta-
blece un diálogo se in-
tegra en la red de co-
municación social de
su interlocutor y tiene
incidencia en la trama
de sus intereses perso-
nales, familiares o co-
lectivos. Su interven-
ción –y la del interlocu-
tor sobre él– nunca es
neutra y necesariamen-
te forma parte de un
contexto en el que a
partir de ese momento
o, al menos por ese mo-
mento, el antropólogo
queda integrado. Sin
embargo, “integrado”
no significa “adopta-
do” ni “asimilado”. Esa
diferencia es la que le
permite seguir siendo
observador, quizás un
observador especial por-
que no puede observar a
los otros sin incluirse él
mismo también como
objeto de observación.
Una última pregun-
ta: ¿Cuál era mi función
en este juego de perspec-
tivas? Creo que la de
evitar que las citaciones
de discursos orales, que
constituyen gran parte
de este trabajo, tengan
como función ilustrar
mis interpretaciones. En
consecuencia, no pre-
sentarlas ni resumidas
ni incluidas en mi pro-
pio discurso. Los discur-
sos orales integrales dan
lugar a su propia expli-
cación sobre los hechos
que les conciernen. Esa
autonomía discursiva
presente en el texto esta-
blece inevitablemente
contradicciones, desor-
den, singularidades
emotivas que rompen la
coherencia del discurso
que como analista pre-
tendo elaborar y, sobre
todo, origina nuevos
interrogantes que debo
asumir.
El tipo de manejo
que hice de los datos
orales implicó como
punto de partida
relativizar mis conclu-
siones; acepté que la
interpretación del gru-
po que constituye mi
objeto de estudio se
integre como pertinen-
te en el texto, lo cual,
en muchos casos, im-
plica aceptar que mi
propio discurso se
desarticule. Acepté que
la palabra de la gente
común cuestione los
criterios de análisis ge-
neralmente utilizados
Existen Existen
Existen Existen
Existen
“media-“media-
“media-“media-
“media-
dordor
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es”es”
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en algunos casosen algunos casos
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discursodiscurso
discursodiscurso
discurso
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Voces Recobradas
50
NOTAS
(Hemos respetado la numeración de las notas correspondientes al capítulo transcripto.)
15.
Namer (1987: 137) cita varios ejemplos: en la Edad Media las
memorias de San Agustín ofrecen a la memoria un modelo religio-
so “ascendente”: del pecado a la salvación. La memoria del Rena-
cimiento, por el contrario, es la del cambio económico. En el siglo
XX, en Europa, predomina una memoria política (memoria de la
Primera y la Segunda Guerra, de los deportados, del nazismo...).
Lo mismo ocurre en América latina pero en relación con un pasa-
do más reciente. Muchos países que han sufrido las dictaduras mi-
litares y han sido víctimas de genocidios como es el caso, entre
otros, de Argentina y Guatemala intentan, a través de organizacio-
nes humanitarias, constituir y conservar una memoria histórica ba-
sada en los testimonios de las víctimas o sus familiares.
16.
Obras ejemplares para señalar la importancia de interlocutores
ajenos al grupo son recientemente el libro de Paul Sullivan (1991)
sobre las estrategias del diálogo en el caso del mundo maya de
Yucatán y el de Alejos García (1994), sobre el discurso agrarista
entre los choles de Chiapas.
17.
Argumento sostenido por Prost (1996). Dentro de la misma lí-
nea Ricoeur (1983:142) niega la pretendida “objetividad” de la his-
toria que se basa en documentos porque en ese caso la iniciativa no
le pertenece a los documentos sino a las preguntas que les hace el
historiador.
18.
Me refiero en este caso a la posición del autor de las monografías
clásicas que adopta o bien, el discurso indirecto: “los kaqchikeles
creen que...”, o el “nosotros” científico: “consideramos que”. Pro-
cedimientos que tienden a anular la distancia histórica y espacial
que existe entre el trabajo de terreno y la escritura. Los hechos se
presentan en una especie de presente intemporal borrándose todas
las distancias entre el observador que trabaja en su escritorio y el
observado ahora lejano. (Sobre este tema consultar: Kilani, 1994:
30-31.)
19.
El discurso está marcado por pronombres (yo, tú, nosotros, etc.)
y por categorías deíticas (“aquí”, “ahora”, etc.). Para comprender
el discurso se necesita haber estado “allí”. El discurso se convierte
en texto cuando adquiere autonomía, cuando se separa del “allí”
de la elocución. Clifford (1992:157) señala la importancia que esta
distinción implica para la etnografía: “El etnógrafo siempre termi-
na yéndose, llevándose textos para su interpretación ulterior (y entre
esos ‘textos’ llevados podemos incluir memorias: sucesos pautados,
simplificados, arrancados del contexto inmediato para ser inter-
pretados en la reconstrucción y en la descripción posterior). El tex-
to, a diferencia del discurso, puede viajar (...). Los datos así
reformulados no necesitan comprenderse como la comunicación
de personas específicas. La explicación de un informante o la des-
cripción de una costumbre no necesitan exponerse en una forma
que incluya el mensaje ‘él dijo tal y tal cosa’. Un ritual o un suceso
textualizados ya no se encuentran estrechamente encadenados a
los actores específicos. Los textos transforman el contexto en una
realidad ‘cultural’ general y englobante”.
Alejos García, José.
Mosojäntel. Etnografía del discurso agrarista entre
los ch’oles de Chiapas
, México, UNAM, 1994.
Augé, Marc.
Hacia una antropología de los mundos contemporáneos
,
Madrid, Gedisa, 1996.
Becquelin, Aurore. “Temps du récit, temps de l’oubli” en A,
Becquelin y A, Molinié
Mémoire de la tradition, Nanterre, Societé d’
Ethnologie,
1993.
Clifford, James. “Sobre la autoridad etnográfica” en C. Geertz, J.
Clifford y otros:
El surgimiento de la antropología posmoderna
, Méxi-
co, Gedisa, 1992.
Farge, Arlette.
Des lieux pour l’ histoire
, París, Seuil, 1997.
Halbwachs, Maurice.
Les cadres sociaux de la mémoire
, París, Albin
Michel, 1994-(1925).
Kilani, Mondher.
L’invention de l’autre
, Lausanne (Francia), Payot,
1994.
Namer, Gerard.
Mémoire et societé
, París, Meridiens Klincksieck,
1987.
Nora, Pierre. “Entre mémoire et histoir. La problematique des lieux”
en
Les lieux de la mémoire, La Nation. La Republique
. T1, París,
Gallimard, 1984.
Prost, Antoine.
Douze leçons sur l’ histoire
, París, Seuil, 1996.
Ricoeur, Paul.
Temps et récit
T1, París, Seuil, 1983.
Sullivan, Paul.
Conversaciones inconclusas. Mayas extranjeros entre dos
guerras
, México, Gedisa, 1991.
para estudiar una socie-
dad y ponga de mani-
fiesto que cierto tipo de
categorías
interpretativas predeter-
minadas son inoperan-
tes.
Las divisiones por
edades, situación econó-
mica, actividad profe-
sional, religiosa, políti-
ca, etc. permiten escribir
monografías
generalizadoras, pero
de ningún modo, abar-
car la complejidad de
una sociedad, en donde
las variantes de respues-
tas de los individuos,
determinadas por las
múltiples interacciones
(tanto sociales como
individuales) que esta-
bleció en su pasado y
modificó o conservó en
el presente, son un fac-
tor determinante para
crear y recrear estrate-
gias que no siempre
responden a las deter-
minaciones colectivas.
Tanto las exigencias y
las necesidades socia-
les, como las respues-
tas individuales, mu-
chas de las cuales evo-
lucionan según las épo-
cas, pueden
historizarse. De ahí mi
intento de ensayo de
una antropología histó-
rica y mi pretensión de
comprender la concep-
ción que los pueblos
del lago tienen sobre su
propia historia.