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Voces Recobradas
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LA POLÍTICA
DE LAS
MUJERES
Voces Recobradas
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El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
La política de las mujeres
Autor
Emilia Yolanda Urquiza
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n esta comunicación se presentan resultados
parciales de un proyecto de investigación centrado en
las formas de hacer política de las mujeres, en el
ámbito de los dos Partidos, que ejercen la hegemonía
de la representación política, en la Provincia de
Misiones. Desde la historiografía se
intenta combinar el estudio de un
ámbito tradicional del poder
político: los Partidos, en nuestro
caso la UCR y el PJ, con un enfoque
inscripto en la renovación de los
modos de abordaje que plantea la
nueva historia política. Desde una
perspectiva metodológica, se realiza
una experiencia sistemática de
construcción de fuentes orales que
se constituyen en una herramienta
fundamental, por múltiples razones.
Porque las recurrentes
interrupciones del sistema
democrático, impactaron de modo
directo en los repositorios responsables de la
conservación de los testimonios que nos interesaban.
Así, los Archivos de la Secretaría Electoral y el Poder
Legislativo Provincial afectados por sucesivos
traslados y destrucción de parte de su patrimonio,
sólo contienen documentación fragmentaria y series
incompletas respecto de datos fundamentales
(resultados electorales: nómina de candidatos a car-
gos electivos, etc.). Los Partidos Políticos, salvo
excepciones, conservan testimonios que
corresponden al período reciente (a partir de l983).
Asimismo, los archivos personales de actores
políticos relevantes de la historia provincial,
perdieron parte importante de su patrimonio como
consecuencia del ocultamiento o la destrucción a que
se vieron obligados sus propietarios. En ningún caso
se cuenta con auxiliares de búsqueda que faciliten el
trabajo heurístico.
Por último, señalemos que, a los obstáculos
vinculados a las fuentes documentales, los propios
sujetos históricos que hemos elegido,
las mujeres,
se
ven afectados por la
interdicción
1
.
Porque,
generalmente, ellas transitan por los bordes de los
espacios del poder; y su presencia
—individualizada— sólo excepcionalmente está
registrada en las fuentes con las que operamos
tradicionalmente los historiadores.
La presencia de mujeres en lugares
de relevancia constituye una
excepción, tanto en las estructuras
de poder partidario como en la
composición de los distintos
poderes del Estado. Sólo a partir de
la aplicación de la Ley de Cupo
Femenino para cargos legislativos,
esta presencia ha comenzado a
aumentar, aunque limitada
estrictamente al porcentaje
establecido por la Ley.
En este contexto, las
fuentes
orales
encierran múltiples
potencialidades para reconstruir
prácticas políticas y electorales; explorar la
constitución de redes de relaciones políticas y aportar
las miradas y las voces de sujetos que operan como
claves fundamentales para intentar una descripción
etnográfica, de quienes hacen del “hacer política”
una forma de vida cotidiana. El lugar donde
ejercemos nuestro oficio de historiadoras, un espacio
caracterizado por un proceso de re-poblamiento de
poco más de un siglo y cuya institucionalización
apenas supera las cuatro décadas, amplían las
potencialidades heurísticas de las fuentes orales que
se constituyen en el único medio para reconstruir
ciertos procesos.
Planteando el problema
Un recorrido por los estudios empíricos
realizados en la última década nos permite reconocer
que las cuestiones que más han ocupado el interés de
los estudiosos/as se relacionan con la participación
política de las mujeres, tanto en ámbitos tradicionales
como partidos, sindicatos, poderes públicos estatales,
E
La presencia de mujeres
en lugares de relevancia
constituye una
excepción, tanto en las
estructuras de poder
partidario como en la
composición de los
distintos poderes del
Estado.
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Voces Recobradas
12
etc., como en los que se presentan como nuevos
espacios, ONG y movimientos sociales, donde su
presencia constituye un dato relevante.
Respecto de la participación política, diversos
autores (Martínez Ten: 1990; Pérez-Fuentes: 1990;
Pateman: 1996) coinciden en afirmar que los cambios
observados en los últimos años en distintos ámbitos
de la vida social, tales como el trabajo asalariado o la
educación, que muestran una mayor presencia de la
mujer, no se han extendido al ámbito de los Partidos
Políticos que siguen constituyendo un reducto de
acentuada hegemonía masculina:
“En la actualidad, las mujeres siguen teniendo,
en el mejor de los casos, una representación
meramente simbólica en los organismos públicos
relevantes; la vida pública, aunque no totalmente
exenta de mujeres, sigue siendo el mundo de los
hombres y sigue estando dominada por ellos.”
(Carole Pateman: 1996, 47 infra).
Existe también coincidencia en considerar que el
problema de la participación, tanto en los Partidos
como en otras instituciones públicas, constituye una
cuestión de carácter estructural en nuestras
sociedades y pareciera no estar necesariamente
relacionada con el grado de desarrollo de las diversas
democracias.
En otros términos, la participación de las mujeres
en el espacio político-público, una actividad que,
junto con la guerra y la jerarquía religiosa,
constituiría el paradigma más acabado de la
masculinidad, se presenta como un fenómeno con
rasgos comunes, que atraviesa sociedades históricas
con acentuadas diferencias.
Así vistas las cosas, pareciera existir consenso
entre los autores que estudian la participación
política de las mujeres en, al menos, dos cuestiones
básicas:
1. La estructuración, tanto de las instituciones
como de la propia dinámica de la actividad política,
en sus tiempos, sus formas de relación y las cosas de
las que se ocupan, se ha realizado a partir de la
división de espacio y de trabajo entre los sexos. El
poder patriarcal (Amorós: 1990; Izquierdo: 1991;
Luna: 1991; Nordström: 1990) se instituye como un
espacio de reconocimiento que discrimina y sitúa
jerárquicamente a las personas, de acuerdo con el
tipo de actividad que realizan, con la clase a la que
pertenecen, con la edad, pero también, y de modo
previo a las variables precedentes,
con su género
. En
consecuencia, la división sexual del trabajo y la
configuración de espacios públicos y privados, son
supuestos de partida necesarios para el estudio de la
participación política de las mujeres. Así, Privado-
Público; Femenino-Masculino, constituyen conceptos
de significación densa a la hora de buscar
explicaciones al lugar de las mujeres en los Partidos
Políticos. No sólo porque hay razones para suponer
que existe alguna relación entre esta dicotomía,
público-privado, y la consecución de los derechos
ciudadanos obtenidos por las mujeres sino, además,
porque el modo distinto en que cada género legitima
y sustenta sus derechos políticos, tiene implicaciones
profundas para nuestra situación presente y futura
de mujeres-ciudadanas, porque:
“Si los hombres ‘ganaron’ su ciudadanía como
soldados y trabajadores, mientras que las mujeres
‘ganaron’ la suya como madres y educadoras de sus
hijos/as, cabrá convenir que en realidad el acuerdo
político legitimó la división sexual del trabajo. Así
pues, las desigualdades son inherentes a la política,
no son ningún asunto desvinculado o ajeno a ella.”
(Anne Phillips: 1996, 84-85).
2. Los conceptos tradicionales, particularmente
en los campos de las ciencias políticas, la sociología
y la historia deben ser puestos en controversia. Las
categorías de “lo político” y “participación política”,
existentes en los paradigmas tradicionales, no
resultan adecuadas para dar cuenta de la “ausencia”
de las mujeres sino que, más bien, tienden a actuar
como un velo en torno de ella. Es necesario avanzar
en la construcción de nuevas herramientas
conceptuales y metodológicas para interpretar estos
fenómenos, y revisar los paradigmas predominantes
en los campos de las ciencias sociales. En este
sentido, se registran múltiples evidencias empíricas
para cuestionar la supuesta “neutralidad” y
“universalidad” de categorías pensadas para ser
aplicadas en el ámbito de lo público, y cuya sola
extensión al estudio de la esfera privada de ningún
modo resuelve el problema. En una sociedad
organizada en función del género, toda negación o
indiferencia frente a ese aspecto, imprime de un
sesgo androcéntrico cualquier investigación.
Las discusiones teóricas han centrado su
atención en algunos conceptos que aparecen como
claves interpretativas fundamentales. El primero de
ellos, que significativamente sigue constituyendo
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13
una fuente de discusiones y conflictos en la teoría
para quienes investigan y en la praxis para quienes
tienen algún tipo de intervención social, es el
concepto de
Poder:
“Por fin nos estamos acercando al tema del
poder y a su complejidad; ¿será que en la
investigación sobre el ejercicio del poder y su
naturaleza está la clave de la desigualdad de género
asentada sobre la diferencia de sexo? ” (Luna: 1991,
21 supra).
Una segunda categoría
conceptual, la de
género,
parece ser
la más relevante a la hora de buscar
nuevos enfoques y claves
interpretativas para formular
algunas hipótesis.
Si bien ya existía
en algunas ciencias, para las
investigadoras feministas el
concepto de
género
adquiere
relevancia a partir de la formulación
ya clásica realizada por la
historiadora Joan Scott, porque:
“Scott desplaza la producción
del centro del análisis, colocando en
éste el poder, al tiempo que sitúa al
interior del género el mundo de las
inter-relaciones de clase, etnia, edad,
etc. y propone mirar desde el
significado del género las desigualdades sociales,
considerando éste como un paradigma del principio
de la desigualdad. En este sentido vuelve a lo que ya
dijeron otros autores al presentar la desigualdad
entre los sexos como la desigualdad original, pero
mostrando la vía teórica y metodológica del género
para explicar cómo se fue multiplicando esa
desigualdad en relación con lo político, lo económico,
lo social, lo cultural...” (Luna: 1994, 27-28)
Género y poder
, entonces, se nos presentan
como categorías conceptuales apropiadas para el
abordaje de problemas como el que se plantean en
nuestra investigación. Dedicaremos el apartado que
sigue, a explorar las vías que abre el género como
categoría de análisis para operar en un problema
concreto.
La dimensión genérica del análisis de la política
no constituye un fenómeno que se nos presenta
directamente, aparece velado, detrás de las
posiciones y los discursos de los sujetos, y toma
variadas formas de expresión. Desde nuestra
perspectiva,
género
, en tanto categoría analítica,
supone operar desde los siguientes principios:
a) las identidades femeninas y masculinas son
un producto histórico-social, y sus contenidos
pueden variar de unas culturas a otras. Se hace
necesario, entonces, poner en controversia y
deconstruir la supuesta base biológica de los
comportamientos femenino y masculino,
distinguiendo entre datos biológicos y género;
b) el
elemento relacional es un componente
fundamental en los sistemas de género y su estudio
constituye un camino para explicar la situación de
las mujeres, no como un aspecto aislado de la
sociedad sino como parte de ella. Así, el género es un
producto social y opera como un principio de
organización social. No constituye una variable
neutra sino que, en el contexto de nuestra sociedad
patriarcal, opera necesariamente
asociada al principio de jerarquía.
La sexualidad del cuerpo da lugar
a desigualdades y
simultáneamente las legitima. En
otros términos toda relación
genérica conlleva
una relación de
poder.
Cómo articular estos
supuestos teóricos con nuestro
objeto de investigación, el estudio
de las prácticas políticas en los
partidos, constituye un
interrogante central para nosotros.
A partir de un primer nivel de
reflexión que será revisado
paralelamente al desarrollo de la
investigación empírica, y sin
distinguir, claramente aún, entre elementos teóricos y
estrictamente metodológicos, nuestro marco
conceptual incluye las siguientes hipótesis generales:
a)La construcción de la ciudadanía y el
reconocimiento del sufragio “universal” se inscriben
en un proceso histórico de organización genérica de
la sociedad.
b) Para conocer la historia y la situación presente
de las mujeres en una sociedad concreta, es necesario
estudiar también a los hombres. Esto es, una
perspectiva genérica no equivale a estudios de las
Las categorías de “lo
político” y
“participación política”,
existentes en los
paradigmas
tradicionales, no
resultan adecuadas para
dar cuenta de la
“ausencia” de las
mujeres sino que, más
bien, tienden a actuar
como un velo en torno
de ella.
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mujeres exclusivamente.
c) Las actividades que realizan las mujeres en el
ámbito de los Partidos Políticos y su situación
marginal respecto de los lugares de poder no pueden
analizarse sólo en términos de variables internas que
pudieran operar en esos ámbitos; tales como
“desconocimiento de las reglas de juego político”,
“escasa disposición para competir y enfrentar
conflictos”, etc.
d) “La política”, en tanto campo paradigmático
de concentración y distribución de poder público
(material y simbólico), y los Partidos Políticos, en
tanto instituciones que representan la cara visible de
ese poder, constituyen un baluarte masculino que
presenta fuertes resistencias a la incorporación del
género femenino. Dicho de otra manera, las
posiciones de poder no se comparten
voluntariamente.
Desde una perspectiva metodológica, centramos
nuestro trabajo en el recorrido de dos caminos: en
una primera etapa trabajamos con las fuentes
clásicas de nuestro oficio; realizamos la búsqueda de
información en archivos públicos, privados y de
partidos políticos. Así, logramos reconstruir las listas
de legisladores desde la integración de la primera
Legislatura Provincial (1955) hasta el año 1997,
cuando ya se pueden observar algunos resultados de
la aplicación de la Ley de Cupo Femenino.
El segundo camino, consistió en delimitar
nuestro universo de informantes para la construcción
de fuentes orales e iniciamos las entrevistas. Los
resultados que aquí presentamos se basan en un total
de nueve entrevistas cuya distribución por género y
Partido Político, deberá ser ajustada en el futuro. Sin
ignorar que los criterios de representatividad en el
caso de las fuentes orales son diferentes a los de una
muestra estadística, no podemos desatender esta
cuestión. El perfil de los coautores de nuestras
fuentes orales es el de dirigentes políticos de activa
participación, que han ocupado cargos de diversas
jerarquías a lo largo de sus carreras políticas
(concejales, legisladores, presidentes de Unidades
Básicas o Comités) y cumplido otras funciones como
dirigentes sociales, (dirigentes de clubes, miembros
de comisiones vecinales y asociaciones intermedias),
etcétera.
Explicitado el marco conceptual y metodológico
dedicaremos los apartados siguientes a describir
algunos resultados de nuestro trabajo.
Entre la misoginia galante
y el mito de la maternidad social,
las mujeres “hacen” política
El diálogo con nuestras fuentes (orales y escritas)
se planteó en torno de tres núcleos de interrogantes:
¿cuál es el hacer de las mujeres en la política?, ¿cómo
representan su hacer y cómo se representan a ellas
mismas?; ¿cuál es la participación en los “lugares del
poder”?; ¿cuáles son las diferencias entre los Partidos
estudiados? Las respuestas que proponemos tienen el
carácter de hipótesis iniciales.
La militancia política de las mujeres aparece
—desde las voces de nuestros informantes— como
una extensión de su vocación de “trabajo social”.
Una opción explícita por la atención de los sectores
sociales vulnerables, y que registra antecedentes en
sus historias personales previas a su inserción en la
política partidaria. Con significativa frecuencia,
nuestras informantes asocian su actividad política
con una acentuada vocación docente y una práctica
católica militante. En contra de lo que nosotros
suponíamos inicialmente, estos rasgos se dan no sólo
entre las mujeres peronistas sino también entre las
militantes radicales que hemos entrevistado hasta
ahora.
Desde una perspectiva más analítica, podríamos
afirmar que las mujeres aportan, con su
incorporación a los partidos políticos, un conjunto de
prácticas políticas originales vinculadas a la cultura
de cuidado “del otro” y relacional (“mujer de”, “hija
de”, “madre de”), que caracteriza al género femenino
y que están asociadas a las que realizan en el ámbito
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privado. Una dirigente radical nos describía:
Yo me voy a las casas de los afiliados, yo recorro; ahí
en el Parque Adam [una villa] todos me conocen. Yo me fui
a Buenos Aires y traje muchísimas cosas a través de un
diputado. Por ahí yo me iba a la canchita y miraba los
chicos que jugaban a la pelota en invierno, descalzos; los
juntaba a todos, los traía, los lavaba a todos, los calzaba y
los mandaba de nuevo a las casas.
Estas prácticas operan como instrumentos
eficaces para incorporar nuevos afiliados, captar
votos durante las campañas electorales y resultan
funcionales para mantener en actividad permanente
los aparatos políticos partidarios:
No es cuestión de ir a visitar a la
gente en época de elecciones y después
dejarle y luego ir nuevamente.
La
gente mía
en época de elecciones me
juntan sus libretas y me entregan y yo
tengo que ir el domingo y llevarles con
las boletas y hacen eso porque siempre
les estoy cuidando: les consigo leche,
ropa, remedios. Los punteros deben
cuidar su gente porque es como una
familia. Gracias a Dios mis militantes
tienen todos trabajo, uno de esos es
concejal que
se hizo con nosotros, en
el Comité.
Desde el peronismo, una
dirigente nos decía:
Yo vivía en Colonia G., soy
docente... una colonia donde había
gente de trabajo rural y gente muy modesta. Yo ya tenía,
como católica, inquietudes sociales y veía las necesidades
de la gente, los problemas a través de los alumnos,...
también del vecindario... había gente que no estaba ni
registrada y no tenía certificado de nacimiento. Entonces,
la Unidad Básica la tenía en mi casa, venían hombres y
mujeres que querían documentarse...
Conseguía semillas de verdura... cuando se
enfermaban, teníamos una chatita, del año 28, mi marido
los llevaba al hospital... formé una Comisión de Señoras...
algunas apenas sabían leer y escribir, pero necesitábamos el
apoyo y la conciencia de ir formando una salita... Ése era el
trabajo... y sí
, sin buscar que sea político era un trabajo
que redundaba en beneficio del peronismo ¿no cierto?
La presencia de las mujeres en las “bases” de
ambos partidos es numerosa y desciende casi
geométricamente a medida que se asciende en la
pirámide de poder. Pareciera que “el techo de cristal”,
en el caso de los Partidos Políticos, tiene sólo la altura
de una “casa de muñecas”.
No se registran evidencias de pactos, en términos
democráticos, para la distribución del poder entre los
géneros. Las mujeres políticas sólo en situaciones
aisladas y excepcionales, (Ley de Cupo, edad
jubilatoria), realizan alianzas en las que el género
constituya un eje transversal a los Partidos.
En palabras de una actora:
Lo que había que discutir era la falta de solidaridad
entre las mujeres, en lo que se refiere a la actividad política
y nunca se pudo discutir eso... La falta de solidaridad de la
militante de base, de la mujer misma hacia la causa de una
mujer, lo que yo sentía es la falta de solidaridad de la
dirigencia, de las mujeres dirigentes: me daba cuenta cómo,
esas mujeres que llegaron a esos lugares después tenían
como un cierto temor a que vengan otras y usurpen esos
lugares...
En hipótesis de una
investigadora:
“Pues bien, no sólo
normalmente el poder ocupado por
una mujer no es traslaticio, sino que
en ese ‘conferir poder’ por línea
femenina está uno de los nudos más
oscuros de la práctica y vivencia del
poder por parte de algunas mujeres;
nadie da de buen grado o sin
tensiones lo que no tiene
completamente. Si la detentación es
vacilante, la subrogación es
prácticamente imposible o muy
tensa. Una mujer se lo pensará, es
decir, cuidará de forma bastante
particular de quién se rodea, a quién
inviste... conferir poder a una persona que, por ser
también mujer, tiene un estatuto tan débil como el
suyo, es un riesgo.”
2
En esta instancia centraremos nuestro análisis
en el Poder Legislativo provincial, porque en las
democracias representativas, los Parlamentos
constituyen el paradigma del escenario público, del
ejercicio del poder político, que más claramente
simbolizan el sistema democrático. El número de
La militancia política de
las mujeres aparece
—desde las voces de
nuestros informantes—
como una extensión de
su vocación de “trabajo
social”. Una opción
explícita por la atención
de los sectores sociales
vulnerables, y que
registra antecedentes en
sus historias personales
previas a su inserción en
la política partidaria.
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“...lo que yo sentía es la
falta de solidaridad de la
dirigencia, de las
mujeres dirigentes: me
daba cuenta cómo, esas
mujeres que llegaron a
esos lugares después
tenían como un cierto
temor a que vengan
otras y usurpen esos
lugares...”
bancas ocupadas y las capacidades de producción
discursiva, constituyen parte fundamental del
capital político de los Partidos
que componen ese
poder. Por ello, una mirada sobre el lugar de las
mujeres en ese espacio aporta claves significativas
en la construcción de datos para nuestro estudio.
Las mujeres participan (
¿?
) sólo minoritariamente
en el capital político que constituye el parlamento.
Relegadas a las Comisiones de Acción Social
Educación, Cultura, su conducta “escénica” es
propia de un grupo subordinado, y desempeñan
roles compatibles con los que tienen en la
sociedad.
Las voces registradas en los diarios de
sesiones son hegemónicamente masculinas y no
reflejan el trabajo que realizan cotidianamente en
las distintas comisiones. En este sentido, la lectura
de la composición de las bancas por género
constituye una evidencia
suficiente, no obstante, debemos
señalar que existen diferencias
entre la UCR y el PJ. La acción y
la significación de una figura
como Eva Perón, constituye un
signo clave a la hora de analizar
tales diferencias. Así, en el año
1955, la primera vez que se vota
en la Provincia, y ya con el
reconocimiento del derecho al
voto femenino, sobre una Cámara
de Representantes integrada por
32 legisladores, se registra la
presencia de 9 mujeres, todas
pertenecientes al Partido
Justicialista. En las elecciones
siguientes (1962) y con el peronismo proscripto, el
número de legisladoras se reduce a su mínima
expresión y sólo existe una Diputada Mujer
(UCRI). Esta representación se mantiene en los
períodos siguientes. En las dos elecciones que se
realizan durante el paréntesis democrático que se
extiende entre 1973–1976, y ya reintegrado el
peronismo al campo político, el Poder Legislativo
registra la presencia de cuatro mujeres, todas
pertenecientes al Partido
Justicialista.
Recuperado el orden
constitucional en 1983, la
representación femenina sigue
siendo minoritaria, cinco sobre un
total de 40 legisladores. Sólo a
partir de la aplicación de la Ley de
Cupo femenino, ya en la década
del noventa, comienza a observarse
un incremento en el número de
bancas ocupadas por mujeres:
6
, en
el período 91-93;
10
, en el período
93-95;
11
, en el 95–97 y
12
, en el 97-
99. De este modo se llega
estrictamente al piso de
representación establecida por la
Ley. El sistema de cuotas contribuye a solucionar
el déficit cuantitativo de las mujeres en el Poder
Legislativo, pero queda pendiente una cuestión
central: el ejercicio del poder. Los gráficos que
siguen, aportan otra imagen respecto del modo en
que se distribuyen los espacios entre “los unos” y
“las otras”.
A modo de conclusión
El presente trabajo pretendió explorar desde
una perspectiva cuasi etnográfica, las prácticas
políticas de las mujeres y avanzar en un primer
nivel de formulación de hipótesis respecto del
modo en que tales prácticas se configuran. En esta
orientación, un primer análisis de nuestras fuentes
pareciera mostrarnos que:
- como colectivo, las mujeres aún tienen las
características de grupo emergente. Conservan una
alta cuota de credibilidad porque existe un
consenso fuerte respecto de que están “en política”
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FUENTES
Fuentes orales:
conjunto de nueve entrevistas.
Fuentes documentales:
actas de sesiones de la Cámara de
Representantes (Documentación conservada en los Archivos de
la Secretaría Electoral, del Tribunal Electoral de la Provincia y
Archivos Privados).
Fuentes bibliográficas:
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género: aspectos de un debate internacional”. En
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Historia
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Valencia, Edicions Alfons El Magnanim, 1990.
Vilanova, Mercedes (Comp.):
Pensar las diferencias
, Seminario
Interdisciplinar Mujeres y Sociedad, Universidad de Barcelona,
1994.
por razones que exceden la mera lucha por el
poder. Pero este rasgo tiene una dimensión cuasi
perversa —desde nuestra perspectiva— y es que
las prácticas políticas aportadas por las mujeres
han sido cooptadas por la cultura política
dominante y se constituyen en una forma más de
las relaciones clientelísticas y patriarcales
preexistentes al momento de su incorporación. No
desesperemos, mujeres, porque no debe asignarse
carácter absoluto a esta afirmación. Es necesario
reconocer la existencia de matices y aun de
espacios de resistencia y emergencia de nuevas
formas de hacer política que se están construyendo
en intersticios y márgenes de los Partidos
Políticos.
- Si bien, desde una primera mirada de
conjunto sobre las prácticas femeninas, se
observan múltiples rasgos genéricos comunes
tenemos algunos elementos para suponer que
existen diferencias entre las mujeres radicales y
peronistas, que aún debemos explorar con mayor
detenimiento.
- A medida que se asciende en la pirámide de
poder, las prácticas políticas tienden a
homogeneizarse; las personas que acceden a
cargos políticos relevantes —salvo mínimas
excepciones— desarrollan un estilo de praxis
política con escasas diferencias genéricas y
partidarias. Se constituyen en una “clase política”.
- Aún de modo impresionista, podemos
afirmar que las mujeres, por lo general, son
excluidas de las redes informales en las que se
deciden cosas tan importantes como los lugares en
las listas de candidatos, estrategias electorales,
pactos, etc. Esto resulta más significativo aún si
tenemos en cuenta que la política mantiene una
dimensión de “actividad cuasi conspirativa”, que
transcurre en lugares diferentes a aquellos en los
cuales se realizan las prácticas “formales” y en
horarios vedados a la mayoría de las mujeres, que
están obligadas a la atención de sus deberes
maternales y familiares. Bajo pena de fuerte
descalificación y “costo político”, ellas, no sólo
debe atender tales obligaciones sino también
“exhibir” tal cumplimiento.
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20
t
raduccione
s
A política
das mulheres
A comunicação apresenta uma descrição
das práticas políticas das mulheres e uma
análise de sua participação nos “espaços
de poder” (estruturas partidárias e
Poder Legislativo). Trata-se do relatório
de avanço de um projeto de investigação
sobre “As práticas das mulheres nos
Partidos Radical e Peronista da Província
de Misiones -1947-97”.
O estudo é abordado de uma
perspectiva de gênero, combinando as
fontes documentais usuais nos trabalhos
dos historiadores com a utilização
sistemática de fontes orais.
Women´s
politic
This work describes women’s political
practices and analyses their participation
in “places of power” (parties structures
and Legislative Power). It is an advanced
report of an investigation project on “
Women’s practices in the Radical and
Peronist Parties of Misiones, 1947-97”.
The study is tackled from a generic point
of view and it combines the usual
documental sources of the historian
works with the sistematic use of oral
sources.
La Politique
des Femmes
Le texte présente une description des
pratiques politiques de femmes et une
analyse de sa participation dans le «lieux
de pouvoir» (structures de parti et
Pouvoir Légistatif). Il s’agit d’une
présentation d’un projet de recherche
sur « le pratique de femmes dans les
partis radical et péroniste de Misiones
entre 1947 y 1997»).
L’étude est abordée d’après une
perspective de genre et elle combine les
sources documentales usuelles dans les
travaux de l’historien, avec l’utilisation
systématique de sources orales.
Voces Recobradas
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NOTAS
1
Nos parece apropiado hablar de interdicción, porque este término
no sólo nos remite a De Certeau; quien afirma que la
“...combinación entre la
permisión
y la
interdicción
es, sin duda, el
punto ciego de la investigación histórica, y la razón por la que no
es compatible con
cualquier
cosa: (De Certeau, Michel: “La
operación histórica”. En Le Goff, Jacques - Nora Pierre.
Hacer la
Historia
. Volumen 1. Nuevos Problemas. pp.15-54. Barcelona,
Editorial Laia, 1985.) sino, además, porque la propia acepción del
término resulta muy significativa. Efectivamente, el diccionario lo
define como “prohibición temporal o perpetua de una cosa” y
como “Privación de derechos civiles definida por la Ley. Esta pena
es accesoria y determina sujeción a tutela”. Es suficiente una rápida
mirada por la historia de las mujeres para acumular evidencias al
respecto.
2
Valcárcel, Amelia:
La política de las mujeres
, Madrid, Cátedra
(Feminismos 38), 1997, pág. 118, supra.