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H
PARANDO LA OLLA
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Parando la Olla.
Transformaciones familiares,
representaciones y valor, valores
en los tiempos de Menem.
Alejandro Isla, Mónica
Lacarrieu, Henry Selby. Buenos
Aires, FLACSO-Norma, Grupo
Editorial, mayo de 1999.
emos leído con apasionamiento este texto, en
sus marcos y contextos, y en sus historias de vida, tan
patéticas y tan llenas de vida y esperanza también.
De esperanzas pequeñas, mínimas, debidas, dignas...
pero lamentablemente ausentes de las vidas de esta
gente. No es novedad, por cierto, para quienes nos
preocupamos por el destino de los argentinos todos,
pero la alegría deriva de las evidencias de a dónde
confluyen las historias de vida y las
especializaciones de los investigadores sociales. En
otros términos, cómo puede ser que el intelectual se
sustraiga de divisiones esquemáticas y se ocupe
realmente del diseño de la sociedad que estudia. Y
para nosotros, el encuentro de esas historias de vida,
computarizadas para dar porcentajes que desafíen
todas las cuestiones teóricas de que son susceptibles
estos trabajos, nos dan el modelo y expresan su
validez con máxima autoridad. Los autores de este
trabajo son reconocidos, justamente por esa
autenticidad, de modo que comentamos algunas
“consideraciones teóricas”, para apoyarnos mejor en
nuestras búsquedas y para reasegurarnos de
nuestras metas.
Una observación final: de la metodología
empleada, de las fuentes que se recogen y del
tratamiento que metodizan luego con diversas
prácticas y referentes recibimos una bocanada de
aire-oxígeno-energía (como se lo quiera llamar).
Porque “la flexibilidad no contraría la posibilidad de
desarrollar un enfoque comparativo” y éste es el
recurso del método que debemos emplear,
acompañando casos y lugares, y sin desmayar ante
diseños preconcebidos o rigideces estamentales.
El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
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Comentario
Hebe Clementi
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Consideraciones teóricas
Los autores de este texto comienzan el análisis de
las cuestiones téoricas diciendo que, al tratar la vida
cotidiana de miembros de diferentes tipos de hogares
bajo el menemismo, tratan sus discursos y sus prácticas
partiendo de las reflexiones de los mismos actores
sobre su presente. De allí que distingan dos planos con
relación a dichos actores: el del
punto de vista
y el de las
posiciones y relaciones sociales
.
Dentro del primer plano se encuentran las
nociones que construyen y utilizan los actores dentro y
fuera del espacio hogareño y, por tanto, se puede llegar
a la caracterización y valoración de lo «privado» y lo
«público». Los autores reconocen asignar un papel
central al plano discursivo por dos razones: el trabajo
se basó en entrevistas con su específica narratividad y
la actual situación de las ciencias sociales que no
puede dar una explicación holística de las
heterogeneidades (sociales, culturales, regionales, etc.)
que se encuentran en el trabajo de campo. Presentan,
entonces, un mosaico de prácticas cotidianas como
espacio de puntos de vista o de representaciones
múltiples y complejas donde aparecen las formas
dominantes, pero también las ambigüedades y
contradicciones de los actores. Por otro lado, aclaran
que, basarse en los discursos no implica desconocer o
negar la existencia de relaciones sociales como las
clases o políticas, como el Estado, sino que intentan
poner esas representaciones tal y como se expresan (es
decir, en forma contradictoria y heterogénea) en los
sectores populares dentro del contexto de
transformaciones sociales e identitarias que se
evidencian en el país.
Con respecto al segundo plano, Islas, Lacarrieu y
Selby analizan la evolución de la estructura interna de
los hogares frente a los cambios del último quinquenio,
apelando al análisis de grandes registros de datos para
los conglomerados de Buenos Aires y Tucumán.
Postulan que los hogares son una unidad de análisis y,
al mismo tiempo, una trama de relaciones sociales,
económicas, simbólicas. Definen hogar como una de
las sedes de conformación de la subjetividad y, por
tanto, de la asimilación (y al tiempo contestación) de
las disciplinas sociales y estatales. De ese modo
plantean la necesidad de relacionar la posición que
ocupan esas unidades en la estructura social con la
subjetividad que las constituye en agentes o sujetos con
voluntad y entendimiento.
En la estructura social, las posiciones no están
predeterminadas, ni los actores son pasivos. En cuanto
a la posición de una unidad-hogar la definen por tres
dimensiones: el capital social (composición del hogar,
características ocupacionales y condiciones de
actividad de los miembros mayores de 15 años), el
capital económico (ingresos monetarios del hogar) y el
capital cultural (nivel de educación formal de
cada miembro). Estas dimensiones permiten
clasificar los hogares en tipos que responden
con estrategias diversas al achicamiento de
ingresos y del mercado laboral.
Según los autores, en las dos regiones donde se
hizo el estudio se comparte la cultura del «aguante»,
donde los hogares padecen, se acomodan, aceptan y
apoyan. Esos hogares son en su mayoría de sectores
populares, entendiendo dentro de ellos a todas las
fracciones de las clases baja y media baja. Las
diferencias entre los entrevistados de la provincia
norteña y los de Buenos Aires se hacen notorias porque
los primeros tienden a criticar en forma más aguda al
plan neoliberal y los segundos, lo apoyan en forma
manifiesta, probablemente a partir de la ampliación del
consumo o por el acceso al crédito de los primeros años
del gobierno menemista.
Con respecto a los métodos seguidos, los autores
reconocen haber trabajado con tres tipos de datos
distintos, además de fuentes secundarias y
periodísticas. Utilizaron primero la Encuesta
Permanente de Hogares (EPH) de los años 1990, 92, 94
y 96.
En segundo lugar tomaron entrevistas en San
Miguel de Tucumán, que se confrontaron con una
submuestra de 200 hogares que preparó el INDEC. El
problema aquí surgió pues esas entrevistas eran
seleccionadas al azar y resultaron poco profundas. Por
otra parte ese estudio tenía otra debilidad: la zona es
muy especial en términos de cultura urbana y política.
Para subsanar, en parte esas dificultades,
Lacarrieu visitó a personas que ya habían colaborado
con ella en estudios anteriores en Capital Federal,
haciendo entrevistas muy profundas. Estas últimas
constituyen el tercer tipo de datos utilizados.
Las entrevistas no fueron rígidas pero siguieron
las mismas preguntas cada vez. Luego de desgrabadas
fueron estudiadas durante mucho tiempo para
entender y conocer los datos.
Se realizaron considerando tres supuestos: a) los
miembros de cada hogar expertos en el conocimiento
de su propia situación y no de las desconocidas, b) la
muestra no se utiliza con fines estadísticos, c) el modelo
de entrevista para Buenos Aires tiene como referencia
los temas que se habían abordado en Tucumán. En este
sentido se habían pedido datos demográficos,
económicos, ocupacionales y, luego, funcionamiento y
administración de la casa, relaciones familiares y de
género, representaciones sobre la crisis, etc. Merece
destacarse la importancia que asignan los autores a la
observación del contexto tanto del diálogo
entrevistado-investigador como al medio en el que se
desarrolla pues, a medida que la entrevista ocurre, se
suceden prácticas que sirven para la elaboración (de
hecho en el libro se hace una en el Capítulo 8) de una
etnografía del lugar.
El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
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Dora Bordegaray