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Voces Recobradas
7
LA ÚLTIMA DICTADURA
FECHAS
EN LA MEMORIA
SOCIAL
l 11 de setiembre de 1973, las fuerzas armadas
de Chile derrocaron al gobierno constitucional
presidido por Salvador Allende. El Palacio de la
Moneda fue bombardeado y el presidente Allende
murió dentro del palacio presidencial. La
dictadura militar inaugurada ese día, bajo el
mando de Augusto Pinochet, se extendió durante
diecisiete años, hasta las elecciones de 1989 y la
asunción de Patricio Alwyin en 1990.
En Uruguay, las violentas confrontaciones
políticas de comienzos de la década del setenta
desembocaron en la suspensión de las libertades y
garantías constitucionales en 1973. El estado dic-
tatorial se prolongó hasta 1985, cuando ganó las
elecciones y asumió como presidente José María
Sanguinetti.
El 24 de marzo de 1976, en medio de
confrontaciones políticas muy intensas, un golpe
militar desplazó a Isabel Perón como presidente de
Argentina. Se inició la más sangrienta dictadura
militar que conociera la historia argentina. La
dictadura se mantuvo hasta diciembre de 1983,
cuando juró como presidente constitucional Raúl
Alfonsín.
Brasil y Paraguay comenzaron sus largas
experiencias dictatoriales antes. En Paraguay,
después de un golpe militar en 1954, Alfredo
Stroessner fue “elegido” presidente, y sumó
reelecciones durante treinta y cinco años, hasta el
E
El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
Fechas en la memoria social
Autor
Elizabeth Jelin
2
CONICET - UBA - IDES
Las conmemoraciones
en perspectiva
comparada
1
11 • 09 • 73 31 • 03 • 64 14 • 04 • 72
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Voces Recobradas
8
golpe que lo derrocó en 1989. Brasil, por su parte,
sufrió un golpe militar en la noche del 31 de marzo
de 1964, y después de una inacabable transición,
en 1985 se eligió un presidente civil. Habían
pasado veintiún años.
Éstos son cinco países vecinos, con cinco
geografías e historias muy diferentes y específicas.
Sin embargo, además de compartir sus historias de
colonialismo e independencia, hay varios rasgos
que los vinculan en una “región” política —para
lo cual se necesita una noción de región más fuerte
que la basada en la simple proximidad territo-
rial—. En primer lugar, hay una larga historia de
fronteras porosas, que han incluido movimientos
permanentes de exiliados
políticos. Desde comienzos del
siglo XIX, los exiliados políticos
se caracterizaron por participar
en la organización de
movimientos de oposición e
intentos de cambio en sus países
de origen. Al mismo tiempo y en
parte para ese mismo objetivo
mantuvieron contactos y
vínculos cercanos con fuerzas
políticas en los demás países de
la región, formando alianzas y
desarrollando lazos de
solidaridad duraderos.
En segundo lugar, durante
las recientes dictaduras, la
represión estuvo coordinada en
escala regional. El
descubrimiento de documentos
relacionados con el Operativo Cóndor, que se
inició con el descubrimiento de los “Archivos del
Terror” de la policía secreta paraguaya en 1991 y
continúa con nuevas revelaciones casi a diario,
3
pone en evidencia pública y legitima por la
existencia de textos escritos, lo que muchas
víctimas sabían por haberlo vivido “en carne
propia”
4
. En tercer lugar, y como contrapunto a lo
anterior, durante las dictaduras se fueron
desarrollando redes de solidaridad y denuncia de
las violaciones a los derechos humanos
fuertemente intercomunicadas e integradas, que
siguieron existiendo y trabajando después de las
transiciones (Keck y Sikkink, 1998; Lima, 2000). La
red de derechos humanos es global; es también
activamente
regional. En los años ochenta y
noventa, los procesos de transición en los diversos
países también estuvieron interrelacionados, con
diálogos e intercambios permanentes entre
estrategas políticos, analistas y activistas. Hay
mucho aprendizaje de los procesos que ocurren
“del otro lado de la frontera”. Por supuesto,
también hay rivalidades y conflictos.
Un rasgo que los cinco países comparten en el
tema que nos ocupa es que el pasado dictatorial
reciente no está cerrado; es parte central del
escenario político del presente. Las “cuentas” con
el pasado no están saldadas, ni en términos
institucionales ni en términos simbólicos. A
medida que pasa el tiempo y se torna posible
concebir una distancia temporal
entre pasado y presente,
interpretaciones contrapuestas y a
menudo rivales sobre el pasado
reciente y sus memorias se instalan
en el centro del debate político y
cultural, tornándose cuestiones
públicas ineludibles del proceso de
democratización.
¿Dónde estudiar los procesos
de construcción de memorias?
¿Cuáles son los escenarios donde
se despliegan los conflictos entre
diferentes interpretaciones y
sentidos del pasado? Un punto de
entrada para abordar el tema es el
espacio de las luchas acerca del
sentido de ciertas fechas y
prácticas conmemorativas.
Algunas fechas pueden tener un
sentido muy amplio, que incluye prácticamente a
toda la población de un país, como el 11 de
setiembre en Chile o el 24 de marzo en Argentina.
Otras pueden tener sentido en un nivel local o re-
gional. Para dar un ejemplo, en Ledesma, Jujuy, se
realiza cada año una
Jornada de derechos humanos y
cultura
, conmemorando la represión que ocurrió en
julio de 1976 (el
Apagón del terror
en el ingenio
azucarero local). Finalmente, hay fechas con
sentidos personales o privados: el aniversario de
un secuestro, el cumpleaños de alguien que ya no
está.
En la medida en que existen diferentes
interpretaciones sociales del pasado, las fechas
públicas mismas se convierten en objeto de
disputas y conflictos. ¿Qué fechas deben ser
En la medida en que
existen diferentes
interpretaciones
sociales del pasado, las
fechas públicas mismas
se convierten en objeto
de disputas y conflictos.
¿Qué fechas deben ser
conmemoradas? O, en
otras palabras, ¿quién/es
quiere/n conmemorar
qué?
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Voces Recobradas
9
LA ÚLTIMA DICTADURA
conmemoradas? O, en otras palabras, ¿quién/es
quiere/n conmemorar qué? Pocas veces hay
consenso social sobre estas fechas. Y las mismas
fechas tienen sentidos diferentes para actores
políticos diversos que enmarcan
sus luchas políticas del
ahora
con relación a esas fechas.
Las memorias sociales se
construyen y establecen a través
de prácticas y de “marcas”. Son
prácticas sociales que se instalan
como rituales; marcas materiales
en lugares públicos e
inscripciones simbólicas, tales
como los calendarios. Los ritmos
anuales —repetitivos y al mismo
tiempo cambiantes de un año a otro— ofrecen las
ocasiones, las fechas y los aniversarios, para los
eventos de recordación y de conmemoración. Pero
las marcas e inscripciones no están cristalizadas
una vez que fueron instaladas. Su sentido es
apropiado y resignificado por
actores sociales diversos, de
acuerdo con sus circunstancias y
al escenario político en el que
desarrollan sus estrategias y sus
proyectos.
Esta ubicación de las
memorias en las circunstancias y
contextos de las luchas del
presente tiene una implicación
importante para la estrategia de
investigación: la necesidad de
“historizar la memoria”, o sea,
analizar las transformaciones y
cambios en los actores que
intervienen, en sus sentidos y en
los climas culturales y políticos
en que se desenvuelven las
prácticas de conmemoración.
Argentina
5
El 24 de marzo de 1976 una
Junta Militar depuso al gobierno
electo y comenzó lo que ella
misma definió como “Proceso de
reorganización nacional”
6
. El
nivel de conflictualidad política
había llegado a un punto
altísimo, con expresiones
cotidianas de violencia paramilitar y el accionar
de la guerrilla armada, aunque ya en declinación.
El golpe incluyó un elaborado plan diseñado para
eliminar sistemáticamente a opositores: el
secuestro, la tortura y la
desaparición forzada de personas
era parte medular de la propuesta.
Desde ese año, el 24 de marzo se
convirtió en una fecha que evoca
sentidos diferentes para diversos
actores. Desde ese año, nunca dejó
de ser conmemorado.
Durante la dictadura, el
escenario público de la
conmemoración estuvo ocupado
por el discurso militar. En
realidad, el acto militar fue siempre “cerrado”, sin
participación civil. El único punto de contacto en-
tre militares y civiles era el “Mensaje al pueblo
argentino”, en el que se explicaba que los militares
se habían visto forzados a ocupar el estado para
salvar a la nación del caos,
la falta de gobierno y la
amenaza terrorista.
Aunque el discurso
nombraba al enemigo, “la
subversión”, no había
confrontación pública con
nadie. La represión era
demasiado intensa como
para imaginar la
posibilidad de expresar
públicamente cualquier
tipo de oposición en
eventos y fechas de
conmemoración. No había
voces públicas en el país,
sino dolores privados y
resistencias silenciosas. En
el exterior, las campañas
de denuncia y de
solidaridad fueron
crecientes y cada vez con
mayor impacto. El
aparentemente sólido muro
de la dictadura comenzó a
fisurarse unos años
después. A partir de 1980
el discurso militar comenzó
a incluir “respuestas” a las
Las memorias sociales se
construyen y establecen
a través de prácticas y
de “marcas”. Son
prácticas sociales que se
instalan como rituales...
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Voces Recobradas
10
acusaciones de violaciones a los derechos
humanos. Aunque quienes denunciaban y
demandaban no podían expresarse públicamente
los 24, sus voces estaban implícitas en las
respuestas de la Junta. Desde 1981, y más aún
después de la derrota en Malvinas en 1982, las
conmemoraciones oficiales fueron perdiendo
fuerza, y sólo consistían en respuestas a las
demandas por la represión. En su último año,
1983, no hubo mensaje público por parte de las
autoridades militares.
Las organizaciones de derechos humanos
fueron los antagonistas centrales en cuanto a la
interpretación de los hechos del 24 de marzo. Este
hecho coloreó las actividades conmemorativas
desde la transición. La fecha se convirtió en una
ocasión para expresar abiertamente las luchas del
movimiento de derechos humanos, con sus éxitos y
fracasos. De hecho, fue el movimiento quien ocupó
la escena pública de la conmemoración de la fecha,
mientras que los partidos políticos y el
gobierno se mantenían en silencio y
estaban ausentes de la fecha. Durante
los primeros años después de la
transición, las conmemoraciones
incluyeron una gama muy amplia de
formas de expresión, todas ellas
ligadas a la memoria de la dictadura y
sus consecuencias: siluetas, murales,
obras de teatro, además de las marchas y los
pañuelos de las Madres.
El empuje inicial fue seguido por una
declinación en las conmemoraciones públicas,
coincidiendo con las “derrotas” políticas de la Ley
de Punto Final, Obediencia Debida y, finalmente,
el indulto del presidente Menem en 1990.
1995 marcó un momento de cambio, a partir de
las declaraciones de Scilingo y la cercanía del 20°
aniversario del golpe.
7
Desde entonces, las
organizaciones de derechos humanos han
dedicado mucho esfuerzo a las actividades
conmemorativas. A partir de 1996, las
conmemoraciones incluyen una presencia
importante de jóvenes (especialmente a través del
movimiento HIJOS), expresiones estéticas
novedosas en este tipo de marchas (murgas) y la
presencia de diversos grupos sociales que, con su
presencia, amplían el campo de demandas
relacionadas con la violación de derechos
humanos (minorías sexuales, minorías étnicas,
víctimas de violaciones a derechos económicos
—desocupados y despedidos, los “sin techo”,
etcétera—. También se amplió la gama de
organizaciones que convocan a la conmemoración.
La presencia de organizaciones sociales diversas
—sindicales, sociales, políticas— en la
organización de la conmemoración implica
necesariamente la emergencia de disputas de
poder acerca de si el 24 “tiene dueño” (Jelin, 2000).
En todos estos años desde la transición, el
estado estuvo ausente en las conmemoraciones. La
acción estuvo y está en manos de actores
societales. Sin embargo, muchos líderes políticos
participan en las marchas y eventos, e intentan
ubicarse en lugares de alta visibilidad,
especialmente para la cobertura de los medios de
comunicación de masas.
En resumen, la historia argentina de los
últimos 25 años no muestra confrontaciones o
diálogos públicos en ningún momento, sino más
bien una alternancia en la voz que se
manifiesta, primero la militar, después la de
los actores sociales. También, aunque las
conmemoraciones del 24 dan pie para la
manifestación de las divergencias y luchas
dentro del campo de los derechos humanos,
es claro que desde la transición las únicas
voces que se escuchan son voces de
condena al golpe militar y a la dictadura
que se instauró ese día.
Uruguay
8
En Uruguay no hay una fecha clara y única de
conmemoración vinculada con la dictadura. Hay
varias posibles, todas ellas ligadas a los cambios
en el acontecer institucional del año 1973 (la
instalación del Consejo de Seguridad Nacional en
febrero, o la fecha del golpe de estado, 27 de junio).
Sin embargo, la conmemoración de ese período y
de esos acontecimientos ocurre en dos fechas que
refieren a actos de violencia política: el 14 de abril
(de 1972) y el 20 de mayo (de 1976).
9
El 14 de abril de 1972 el Movimiento de
Liberación Nacional Tupamaros asesinó a cuatro
figuras políticas, después de anunciar que el “tri-
bunal del pueblo” había condenado a muerte a
once personas. Esa misma tarde, la represalia se
hizo sentir: fueron asesinados ocho tupamaros.
Ese día marca un punto de inflexión en el rol
represivo que los militares tomaron en relación con
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Voces Recobradas
11
LA ÚLTIMA DICTADURA
la guerrilla, aun antes del golpe de estado unos
meses después.
La empresa conmemorativa comenzó al día
siguiente, en el entierro de los cuatro líderes
políticos, quienes fueron identificados de
inmediato como “mártires”, y se manifiesta en el
primer nombre que militares y políticos de derecha
dan a esa fecha, es claro:
“Día de homenaje a las
víctimas de la insania”.
En 1975, los militares
transforman la fecha en una fecha oficial:
“Día de
los caídos en la lucha contra la sedición”.
De esta
manera, el gobierno dictatorial vinculaba su
cruzada fundacional para un nuevo Uruguay con
el recuerdo de los “mártires” que lo hicieron
posible.
En la transición, la fecha se tornó
fuente de conflictos. En 1985, el presidente
Sanguinetti intentó cambiar el sentido de
la fecha, cambiando su nombre:
“Día de los
caídos en defensa de las instituciones
democráticas”.
La derecha y los militares se
opusieron al cambio, porque se perdía el
sentido de su lucha “anti-sedición”.
Tampoco sirvió para ampliar el espectro
social que aceptara esa conmemoración,
ya que las fuerzas democráticas
progresistas no asumieron la fecha como
propia. El acto oficial en ese día se
mantuvo, pero muy disminuido. Los
militares se recluyeron en
conmemoraciones dentro de sus cuarteles,
y las autoridades gubernamentales, que
mantienen un acto público hasta el día de
hoy, eliminaron los discursos alusivos a
partir de 1987.
La otra fecha, el 20 de mayo,
conmemora el asesinato de cuatro
uruguayos, cometido en Buenos Aires en
1976. Se trataba de dos líderes políticos
democráticos (el senador Michelini y el
presidente de la cámara Gutiérrez Ruiz) y
dos líderes tupamaros. Durante la
dictadura, la fecha se convirtió en un
emblema para la oposición política
uruguaya, mayormente en el exilio. Era
una fecha que convocaba a un consenso
amplio de las fuerzas democráticas.
Después de la transición, la fecha sirvió
como espacio de conmemoración más
amplio, recordando a todas las víctimas de
la represión política por parte del estado. Se trata,
claramente, de una fecha societal, que nunca fue
integrada al calendario estatal.
El 14 de abril construye la representación de
una “guerra”. La narrativa es que en los años
sesenta, el estado estaba en riesgo de ser destruido
por la “subversión”. Se hizo imprescindible luchar
contra ella con toda la fuerza, y en el proceso,
pueden haber sido cometidos algunos “excesos”
(hay discrepancias, entre distintos actores que
aceptan la fecha, en cuanto a la necesidad y el
grado de esos “excesos”). El resultado fue la
victoria, la subversión fue destruida y el estado
sobrevivió.
El 20 de mayo construye una narrativa que
denuncia el terrorismo de estado. El
espectro de participantes también es
heterogéneo, desde el centro a la extrema
izquierda. En este caso, la narrativa del
pasado reciente comienza en 1973, cuando
los militares tomaron el poder por la
fuerza y la dictadura afectó la vida
cotidiana de todos con sus prácticas
represivas. No se habla de lo ocurrido an-
tes de 1973, cosa que generaría enormes
divergencias entre los participantes en
estas conmemoraciones, especialmente en
la condena o aceptación de la lucha ar-
mada.
Ambas narrativas coexisten en el Uru-
guay contemporáneo y no hay diálogo en-
tre ellas. Quienes van a uno de los actos
claramente no se presenta en el otro.
Ambas están “atrincheradas” en sus
posiciones, y hasta ahora parece haber
poco lugar para superar esta dualidad. Sin
embargo, el reciente reconocimiento por
parte del presidente Battle de que hubo
violaciones a los derechos humanos du-
rante la dictadura y la conformación de la
Comisión para la Paz pueden estar
abriendo un espacio para la elaboración
de nuevos sentidos del pasado dictatorial
reciente.
Chile
10
Desde 1973, el 11 de setiembre es una
fecha altamente conflictiva en Chile. La
confrontación entre una imagen del golpe
militar como experiencia “liberadora” y
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Voces Recobradas
12
otra que lo ve como aberración y desgracia están
instalados en la sociedad chilena desde entonces.
En el período inicial (1974-1977) quedaron
planteados los discursos antagónicos acerca del
11: de un lado, el triunfo; del otro, silencio y
sufrimiento. Las conmemoraciones oficiales
públicas eran masivas, dirigidas a mostrar la
“recuperación de la paz interna”. Había marchas
y espectáculos festivos en lugares públicos. Para la
oposición, eran años de miedo, desconfianza y
represión. La conmemoración era en espacios
privados, como expresión de dolor y duelo. Unos
años más tarde, algunas expresiones visibles de
este dolor comenzaron a aparecer: mujeres
vestidas de negro por las calles, o visitas al
cementerio.
En 1981, el régimen declaró al 11 como fecha
oficial. Muy pronto, sin embargo, la
“tranquilidad” nacional y la institucionalización
del régimen comenzaron a ser cuestionadas
abiertamente. Durante la década de los ochenta,
las luchas acerca del 11 eran violentas, abiertas,
con confrontaciones en las calles. Las fuerzas de
oposición comenzaron a organizar y expresar su
protesta frente al régimen. Las “protestas” se
desarrollaban todos los meses, los días 11. Hasta
1987, el mes de setiembre traía renovada represión,
también renovadas protestas. Fueron los
“setiembres sangrientos”, con mucha represión y
muertes en barrios populares.
La transición chilena fue compleja (Drake y
Jaksic, 1999, entre otros) y el 11 fue afectado
directamente por esta complejidad. Se pueden
detectar tres posiciones básicas: las elites políticas
querían distanciarse de la fecha y querían abolirla
como feriado nacional; la izquierda y varios
movimientos sociales querían mantener la
conmemoración del horror de la fecha como
símbolo de la continua lucha por la justicia; los
partidarios de Pinochet querían mantener la fecha
como símbolo del hecho heroico.
Diez años después de la transición, el 11 de
setiembre sigue siendo una fecha controvertida en
la sociedad chilena, como si la controversia de casi
tres décadas atrás se hubiera abierto nuevamente
(si es que alguna vez se había cerrado):
11
¿fue el 11
la fecha en que Chile fue salvado del marxismo
totalitario y en que comenzó la reconstrucción
democrática del país? ¿Fue la fecha de la muerte de
la democracia, que sólo ahora puede comenzar a
renacer? Este quiebre dual que marcó la fecha du-
rante tantos años es, sin embargo, mucho más
complejo hoy en día, y muchas voces intentan ir
más allá de estas visiones dualistas
simplificadoras. Las conmemoraciones incluyen
claramente luchas entre distintos “empresarios de
la memoria” (Jelin, 2001), que están trabajando
para construir los legados y herencias que quieren
dejar a las futuras generaciones y a la posteridad.
El 11 de setiembre ofrece un espacio renovado
para quienes tienen una larga experiencia de
participar en marchas masivas y en
manifestaciones públicas. Ofrece también un
espacio para actores nuevos, inclusive para
quienes rechazan el sistema político existente,
grupos marginales que se identifican sea como
mapuches, como anarquistas, como izquierda, etc.
Del otro lado, las manifestaciones frente a la casa
de Pinochet, o en la Escuela Militar, continúan. Es
fácil de entender entonces que desde la transición,
los presidentes chilenos prefieran estar fuera de
Santiago el día 11.
12
Brasil
13
En la madrugada del 1º de abril de 1964 se
produjo un golpe de estado en Brasil, una
“revolución” en la terminología elegida por el
nuevo régimen. Prefirieron desde ese momento in-
augural, sin embargo, datar el evento el 31 de
marzo y no el 1º de abril. La razón fue muy
sencilla: necesitaban una fecha “seria” y el 1º de
abril no lo es.
14
O sea, lo que se intentó establecer
como acontecimiento es una “revolución” que
sucedió el 31 de marzo, y presentarla como fecha
fundacional de un proyecto de libertad y progreso.
En los años siguientes, no hubo muchos actos
públicos o eventos especiales para la
conmemoración de la fecha. Siempre hubo
conmemoraciones militares dirigidas hacia el inte-
rior de las Fuerzas Armadas. Además, en un
sentido institucional fuerte, el régimen utilizó el
sistema educativo para la conmemoración. En el
décimo aniversario de la “revolución”, por
ejemplo, las escuelas debían trabajar con los
alumnos el tema
Diez años construyendo el Brasil.
Lo
que contaba eran los logros del régimen en un
clima de optimismo, no la referencia al pasado
anterior, tema que era rescatado en las
conmemoraciones y discursos oficiales. Para
conmemorar los diez años hubo una “Semana de
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Voces Recobradas
13
LA ÚLTIMA DICTADURA
Conmemoraciones” con discursos ministeriales
transmitidos por cadena nacional todos los días. Los
logros del régimen y el reequipamiento y
modernización de las fuerzas armadas eran una
constante en esos discursos. Pero también lo era la
“radiante alborada de fe cívica y convicción
democrática” que significó el levantamiento del 64
frente al caos y la amenaza comunista.
En ese período, no había lugar para voces
disidentes, acalladas no tanto por la represión
inicial de 1964 sino por la profundización dictatorial
a partir de fines de 1968, cuando se instituyó el Acta
Institucional N°5, que limitaba la libertad de
expresión, incorporaba la censura en la actividad
cotidiana, y que tuvo como efecto práctico un
aumento muy sustancial de la represión directa.
Podría decirse que a la ambigüedad de la fecha del
golpe del 64 se agrega en Brasil la dualidad de
fechas —la del 64 y la del 68— lo que impide datar
de manera unívoca el cambio de condiciones de vida
ligadas al cambio de régimen político.
Diez años más tarde, en 1984, el clima de
conmemoración era totalmente otro. Las fuerzas ar-
madas reiteraban el significado histórico de la
“revolución” como expresión máxima de la
identificación entre fuerzas armadas y pueblo
brasileño, y llamaban la atención sobre la similitud
de la amenaza reinante antes del golpe del 64 y la
amenaza implícita que
existía en 1984. Es que
en ese momento, la
demanda social de
elecciones directas
y la urgencia de la
transición
dominaban la
escena pública.
Los medios de
comunicación
hacían referencia
a un régimen
militar
“envejecido”. Las
voces en el espacio
público eran
múltiples, con una
confrontación
central, marcada
por el contraste
entre las
consignas “Brasil, ámelo o déjelo” (consigna del
gobierno dictatorial más duro, el del General Médici
a partir de 1969) y “Directas ya”, la demanda de
democratización que llevó a las elecciones de un
presidente civil en 1985.
La conmemoración militar de 1994 (los treinta
años) fue la última. Los tres ministros militares
emitieron una orden del día conjunta, titulada “31 de
marzo de 1964”, en la que una vez más señalaban
que la intervención de las fuerzas armadas era
necesaria para proteger los valores básicos de la
nacionalidad y la sobrevivencia de las instituciones,
reiterando su visión del apoyo popular que tuvo la
“revolución”. Desde los medios de comunicación de
masas y el mundo académico, por otro lado,
seminarios y suplementos fueron los espacios donde
la reflexión crítica de la dictadura se desplegaba.
Al año siguiente, 1995, asumía como presidente
Fernando Henrique Cardoso, quien fuera perseguido
por el régimen militar. Por primera vez, no fue
emitido ningún mensaje militar el 31 de marzo, y no
hubo ninguna conmemoración programada.
Terminaba así una tradición militar mantenida du-
rante treinta años, que incluía la presencia del
presidente (inclusive de los presidentes civiles) en
los actos oficiales militares.
La eliminación de la fecha en los calendarios
oficiales, sin embargo, no implica silencio u olvido.
Todos los años, la prensa dedica mucho
espacio al tema, basando sus
reportajes en memorias de per-
sonas comunes o de
grandes
personajes
políticos e
intelectuales. Es
una fecha que
sigue convocando
a intelectuales en
seminarios y
reuniones.
Finalmente, a
partir de 1987, la
organización
Tortura Nunca
Mais
entrega cada
año, en esa fecha,
la medalla “Chico
Mendes”,
instituida para
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Voces Recobradas
14
homenajear a quienes sufren o sufrieron
violaciones a los derechos humanos y a sus
defensores, en el mundo entero.
Paraguay
15
La cuestión de las fechas de conmemoración
ligadas a la dictadura del Paraguay nos lleva en una
dirección totalmente diferente. No hay
conmemoraciones o memorias públicas de la fecha del
golpe de estado de 1954, ni de la asunción de Alfredo
Stroessner como presidente electo ese mismo año.
Tampoco se ha instalado como fecha de
conmemoración el día del golpe que derribó a
Stroessner en 1989 (ocurrido la noche del 2 al 3 de
febrero). La fecha de celebración más importante du-
rante el gobierno dictatorial, y que continúa siendo una
fiesta popular desde entonces, es el 3 de noviembre, día
del cumpleaños de Stroessner.
La celebración del cumpleaños del
dictador como festejo público comenzó
poco tiempo después de su toma del
poder. La celebración incluía un
saludo mañanero al dictador, con una
larga caravana de personalidades y
personas comunes inundando de
flores los jardines de su casa. Por la
noche, la fiesta popular se desarrollaba
año tras año en el barrio Stroessner,
siempre con la inauguración de alguna
obra pública.
16
Y a lo largo del día, las
radios y otros medios de comunicación se dedicaban a
difundir los saludos al General, con transmisión de
polcas y canciones alusivas.
El primer año post-transición (1989) no hubo
grandes celebraciones. Para muchos, la fecha podría
haber recibido el nombre de “Día de la infamia
nacional”. La noche anterior, hubo una “Vigilia contra
la impunidad” en el centro de Asunción y al día
siguiente, una manifestación nacional de repudio a la
fecha, convocada para reclamar castigos a los
responsables de la represión durante la dictadura y
exigir justicia. Al mismo tiempo, en el barrio se reunían
para recordar el cumpleaños, con llamados telefónicos
de felicitación a Brasil, lugar de exilio del dictador. Al
año siguiente, no hubo manifestaciones de repudio a la
dictadura, y las celebraciones en el barrio fueron
reprimidas.
Poco a poco, a lo largo de la década de los noventa,
la fiesta barrial volvió a convertirse en el centro de la
conmemoración, sin que hubiera ninguna actividad
anti-dictatorial. El nombre del barrio fue cambiado, y el
busto de Stroessner retirado de la plaza. Aun sin la
presencia de las marcas personales del dictador, la
gente se viste de fiesta (colorada), hay baile y
decoraciones alusivas, fuegos artificiales y llamadas
telefónicas de larga distancia a Brasil. La fiesta
combina los patrocinios políticos de líderes stronistas
importantes (pero que no se expresan de manera
pública) y la organización de liderazgos locales en el
barrio.
Posiblemente sea la desilusión con las condiciones
económicas, políticas y sociales lo que explique la
vigencia de esta celebración y la nostalgia por el
pasado autoritario. Quienes celebran obtuvieron
favores y prebendas del régimen. Al mismo tiempo,
quienes fueron reprimidos y silenciados no encuentran
un espacio y una fecha adecuada para conmemorar las
violaciones, sus demandas y sus
sentimientos. Sus memorias no han
construido rituales y conmemoraciones
públicas, que permitan un espacio de
comunidad e identidad compartida. Sus
demandas se actualizan en las varias
coyunturas críticas que el país vivió en la
última década (el intento de golpe de
Oviedo en 1996, las manifestaciones
ciudadanas en marzo de 1999, por ejemplo).
En esos momentos, las fuerzas
democráticas, compuestas por viejos que
tienen memorias personales de la represión
stronista y por jóvenes a quienes les fueron
transmitidas, salen al campo de lucha para contener la
posibilidad de un retorno dictatorial. En esos
momentos, sin embargo, son las condiciones presentes
las que dominan la escena, y la memoria del pasado se
esfuma.
Es posible que pasado y presente estén demasiado
cerca uno del otro en el Paraguay contemporáneo. Sin
embargo, en ese escenario de desilusiones presentes e
idealizaciones pasadas, existe el riesgo de que las
memorias de “los gloriosos días de antes” se tornen la
“verdad histórica” para una parte de las nuevas
generaciones.
Las conmemoraciones
en perspectiva
Las fechas y aniversarios son coyunturas en las
que las memorias son producidas y activadas. Son
ocasiones públicas, espacios abiertos, para expresar
y actuar los diversos sentidos que se le otorga al
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Voces Recobradas
15
LA ÚLTIMA DICTADURA
ACUÑA, Carlos y SMULOVITZ, Catalina, 1995. “Militares en
la transición argentina: del gobierno a la subordinación
constitucional”.
En
Juicio, castigos y memorias: derechos humanos y
justicia en la política argentina.
Buenos Aires, Nueva Visión.
CAETANO, Gerardo y RILLA, José, 1998.
Historia
contemporánea del Uruguay. De la colonia al MERCOSUR.
Montevideo, Colección CLAEH / Editorial Fin de Siglo.
CELIBERTI, Lilian y GARRIDO, Lucy, 1989,
Mi habitación, mi
celda
. Montevideo, ARCA.
DRAKE, Paul y JAKSIC, Iván (compiladores), 1999.
El modelo
chileno. Democracia y desarrollo en los noventa.
Santiago, Lom.
FELD, Claudia, 2001. “El duelo es imposible y necesario”.
Entrevista con Henry Rousso. En
Puentes
N° 2.
JELIN, Elizabeth, 1995. “La política de la memoria: el
movimiento de derechos humanos y la construcción
democrática en Argentina”
.
En
Juicio, castigos y memorias:
derechos humanos y justicia en la política argentina.
Buenos Aires,
Nueva Visión.
JELIN, Elizabeth, 2000. “Memorias en conflicto”. En
Puentes
N° 1.
JELIN, Elizabeth, 2001.
Los trabajos de la memoria.
Buenos Aires,
en prensa.
KECK, Margaret y SIKKINK, Kathryn, 1998.
Activists Beyond
Borders. Advocacy Networks in International Politics.
Ithaca:
Cornell University Press.
LIMA, Samarone, 2000.
Clamor: a memória em retalhos.
Informe
de investigación manuscrito.
LORENZ, Federico, 2000. “La memoria estimulada: los veinte
años del golpe militar”
.
Trabajo presentado en las
Jornadas de
Investigación sobre memoria de la represión
. Buenos Aires, IDES,
agosto.
MARCHESI, Aldo, 2001. “La guerra y la paz”. En
Puentes
N° 2.
BIBLIOGRAFÍA
pasado —reforzando algunos, ampliando y
cambiando otros—. Hay algunas constantes, sin em-
bargo, que responden a los marcos institucionales y a
las modalidades en que diversos actores sociales se
apropian de ellas y las enmarcan en sus propias
identidades y en sus propios proyectos.
Es bastante uniforme en los diversos países el
sentido que los militares dieron a sus acciones
políticas, un discurso que pone el énfasis en su rol de
defensores de la nación (y, en casi todos los casos, la
democracia). Cuán público y amplio es su mensaje o
cuán cerrado a la corporación militar y a los cuarteles
depende de las circunstancias, al igual que el grado de
repercusión popular que puedan llegar a tener. Aun
cuando la presencia pública sea limitada, siempre les
queda el espacio institucional propio para reafirmar
sus identidades y su auto-justificación.
Hay otra constante en esta historia comparada y
compartida: el papel secundario que tienen los partidos
políticos y el propio estado democrático en las
conmemoraciones. Claramente, no son actores
centrales en la elaboración de memorias sociales o en el
intento de dejar “legados”. Son más bien los actores
sociales —organizados en el movimiento de derechos
humanos o dispersos en la forma de protestas
populares, heterogéneos y diversos— quienes intentan
presentar memorias alternativas a las de los militares,
reclamando por una versión del pasado que rescate la
represión y el sufrimiento. Son ellos también quienes
demandan justicia y protestan por la impunidad.
Hay tres cuestiones que pueden ser presentadas
como reflexión final. Primero, está claro que en
momentos públicos significativos como las fechas de
conmemoración, no todos comparten las mismas
memorias. La memoria se refiere a las maneras en que
la gente construye un sentido del pasado, y cómo
relacionan ese pasado con el presente en el acto de
rememorar o recordar. Hay distintos tipos de “gente”:
quienes vivieron personalmente el evento o período que
se recuerda, y quienes son parte de un cuerpo colectivo
que comparte una base de saberes culturales, a través
de complejos procesos de identificación, pertenencia y
transmisión. Debe tenerse en cuenta que estamos
hablando de circunstancias traumáticas que pueden
dejar vacíos, huecos y fracturas en la posibilidad de
expresarse y de transmitir relatos. En el límite, lo
traumático implica que no haya palabras, y en
consecuencia que no haya memorias narrativas, no
haya comunicación o transmisión, solamente
repetición de síntomas y silencios. Lo indecible se dice
entonces en fragmentos y mensajes quebrados.
Una cuestión —necesariamente abierta— se refiere
a las visiones y a la participación de las cohortes más
jóvenes, que no han vivido personalmente los eventos
que son conmemorados. Hay ocasiones en que los
jóvenes manifiestan una total falta de interés en
relación con ciertos eventos del pasado. Otras veces,
algunos jóvenes se comprometen totalmente y
manifiestan posiciones militantes en relación con esos
eventos. Las diferencias entre cohortes —entre quienes
han vivido la represión en distintos momentos de sus
vidas personales, entre ellos y los muy jóvenes que no
tienen memorias personales del período de represión—
y las relaciones y diálogos que se establecen entre
generaciones y cohortes producen una dinámica soci-
etal específica en lo referente a la cuestión de la memo-
ria. La información y el conocimiento, los silencios,
sentimientos, ideas e ideologías, son los bienes
simbólicos que son transmitidos. Sin embargo, hay
incertidumbre sobre cuáles serán las nuevas
interpretaciones, tanto en el plano individual como en
el grupal.
En segundo lugar, las fechas de conmemoración,
como parte de la memoria misma, sufren
transformaciones a lo largo del tiempo, visibles
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Voces Recobradas
16
1. Este trabajo presenta un anticipo de la introducción a un
libro (en preparación) preparado como parte del programa
Memoria colectiva y represión: Perspectivas comparativas
sobre el proceso de democratización en el Cono Sur de América
Latina
, patrocinado por el Social Science Research Council
(Nueva York).
El libro incluye artículos sobre cada uno de los
cinco países (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay),
elaborados por los investigadores-becarios del programa.
2. Elizabeth Jelin es investigadora del CONICET y directora
académica del Programa Memoria colectiva y represión.
3. En el momento de escribir este texto, a comienzos de marzo
de 2001, la información periodística da cuenta de nuevos
documentos que han sido de-clasificados por el Pentágono y el
Departamento de Estado de los Estados Unidos, que no
solamente indican que el gobierno de ese país estaba al tanto
del Operativo y de su modus operandi, sino que comprometen
de manera activa a los Estados Unidos en dicho operativo.
4. Por ejemplo, Celiberti (1989) relata el operativo de su
secuestro en Porto Alegre y su traslado a Montevideo, donde
permaneció presa durante muchos años.
5. Esta sección se basa en el trabajo de Federico G. Lorenz,
“¿De quién es el 24 de marzo? Las luchas por la construcción
de la memoria del golpe del 76”, elaborado en el marco del
Programa
Memoria colectiva y represión: Perspectivas
comparativas sobre el proceso de democratización en el Cono
Sur de América Latina
, patrocinado por el Social Science
Research Council (Nueva York), de próxima publicación. Doy
por supuesto que los lectores conocen los hechos básicos de los
últimos 25 años en Argentina, razón por la cual se mencionan
sin mayores detalles. Para un análisis del proceso de transición
y del papel del juicio a los ex-comandantes y el movimiento de
derechos humanos, Acuña y Smulovitz, 1995 y Jelin, 1995.
6. Como señala Rousso (en Feld, 2001) no es posible pensar
que primero viene un “acontecimiento” y después su memoria
o conmemoración. En el momento del acontecimiento, sus
actores y los demás ya le dan un sentido y una interpretación
sobre la cual se construyen los sentidos posteriores.
7. El análisis de las conmemoraciones del 20° aniversario se
encuentra en Lorenz, 2000.
8. Esta sección se basa en el trabajo de Aldo Marchesi,
“¿‘Guerra’ o ‘terrorismo de estado’? Las conmemoraciones en
torno a las víctimas de la violencia política y la represión
estatal en el Uruguay”, elaborado en el marco del Programa
Memoria colectiva y represión: Perspectivas comparativas
sobre el proceso de democratización en el Cono Sur de América
Latina
, patrocinado por el Social Science Research Council
(Nueva York), de próxima publicación. Ver también Marchesi,
2001.
9. Una visión histórica general del Uruguay se encuentra en
Caetano y Rilla, 1998.
10. Esta sección se basa en el trabajo de Azun Candina, “El
día interminable. Memoria e instalación del 11 de setiembre en
Chile”, elaborado en el marco del Programa
Memoria colectiva
y represión: Perspectivas comparativas sobre el proceso de
democratización en el Cono Sur de América Latina
,
patrocinado por el Social Science Research Council (Nueva
York), de próxima publicación.
11. Sin duda, los avatares de la detención y procesamiento de
Pinochet desde octubre de 1998 influyeron en este “pasado
presente”.
12. Esta tradición fue quebrada en 2000 por el nuevo
presidente Ricardo Lagos, que participó en algunos eventos en
esa fecha. La ironía fue la cena que los pinochetistas
organizaron en el restaurante “Los buenos muchachos”.
13. Esta sección se basa en el trabajo de Alessandra Carvalho y
Ludmila da Silva Catela, “31 de marzo de 1964: una memoria
deshilachada”, elaborado en el marco del Programa
Memoria
colectiva y represión: Perspectivas comparativas sobre el
proceso de democratización en el Cono Sur de América Latina
,
patrocinado por el Social Science Research Council (Nueva
York), de próxima publicación.
14. El 1° de abril es el “Día de la mentira”, similar al “Día de
los Santos Inocentes” en Argentina, fecha en que se preparan
bromas y mentiras que terminan con la frase “que la inocencia
te valga”.
15. Esta sección se basa en el trabajo de Myrian González Vera,
“3 de noviembre, ‘fecha feliz’: los cumpleaños de Stroessner en
Paraguay”, elaborado en el marco del Programa
Memoria
colectiva y represión: Perspectivas comparativas sobre el
proceso de democratización en el Cono Sur de América Latina
,
patrocinado por el Social Science Research Council (Nueva
York), de próxima publicación.
16. El barrio Stroessner fue inaugurado el 3 de noviembre de
1957. Ese año, Stroessner colocó la piedra fundamental del
barrio, inaugurando una plaza y un busto en su homenaje,
además de entregar casas a los primeros/as beneficiarios/as.
Desde entonces, la fiesta barrial expresó la “gratitud” popular
por los favores del régimen.
NOTAS
especialmente en las manifestaciones públicas en las
fechas en cuestión y en los discursos políticos,
cuando se los compara año tras año. ¿Se puede
entonces separar pasado y presente? ¿Es posible que
el significado de un evento cambie tan
profundamente que la razón inicial de su existencia
se torne solamente un “pretexto” para luchas
políticas y sociales que siempre están relacionadas
con el presente? Las actividades que se llevan a cabo
¿son conmemoraciones de acontecimientos pasados
o vehículos de una lucha política coyuntural,
semejantes a la propaganda electoral o a denuncias
de enemigos políticos? En otras palabras, lo que nos
estamos preguntando es sobre el lugar que puede
existir en la esfera pública para la memoria social de
sujetos históricos.
En tercer lugar, queda abierto el tema de la
relación entre los procesos sociales y el estado, o más
bien los procesos de legitimación y reconocimiento
de las responsabilidades. Ya fue recalcada la
ausencia del estado en las conmemoraciones. Ahora
bien, si el estado fue el represor, ¿cómo se lo puede
volver a traer al escenario de la acción? ¿Asume el
estado la responsabilidad por el pasado? ¿O
alternativamente rompe con ese pasado, como si no
le fuera propio? El equilibrio entre legitimidad,
responsabilidad y acción estatal es siempre
inestable. Es claro que el tema está abierto, y las
aguas están revueltas, porque además de los actores
sociales en cada país, aparecen en el escenario
instancias internacionales legitimadoras de las
demandas sociales.