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Voces Recobradas
17
LA ÚLTIMA DICTADURA
LOS MONTONEROS
Y EL GOLPE DE ESTADO DE 1976:
a relación de los Montoneros con el golpe de
Estado de 1976 ha dado lugar a múltiples miradas.
Una de las más frecuentes se ha centrado en las
medidas adoptadas por los miembros de la
Conducción Nacional de Montoneros frente al hecho
del golpe, haciendo hincapié en el conocimiento del
mismo por parte de los dirigentes de la Organización
y su actitud de militarizar aún más la estructura,
dejando de lado al movimiento social que había
acompañado el proceso histórico que se venía dando
desde 1969 (cf. Gasparini, 1988; Caparrós y Anguita,
1998 y Caballero y Larraquy, 2000). En esta misma
dirección, y coincidiendo con el relato de los ex-
militantes, otros se centran en cómo la dirigencia
montonera dejó expuestas sus bases a la ola de
violencia represiva que se venía incrementando en
nuestro país desde el año 1974 (para el primer
término véase Caparrós y Anguita,
op. cit.
, Ollier,
1998, y para el segundo González Jansen, 1986).
Ambas posturas coinciden en la información de la
cual disponían los jefes montoneros frente a la
posibilidad del golpe de Estado, puntualizando en
las tácticas adoptadas por la Conducción en lo
atinente a las bases. También, hay miradas que
afrontan el fenómeno, viendo cómo los Montoneros
contribuyeron a acelerar
la espiral de violencia y,
consecuentemente, a
fortalecer los
argumentos golpistas (cf.
Giussani, 1984;
Vázquez, 1985; Verón y
Sigal, 1987; Itzcovitz,
1987; entre otros). Desde
esta perspectiva, el
problema es analizado
en términos de una
estrategia política racional, imputando a los
Montoneros una visión foquista —“cuanto peor
mejor”— de la política. Ello cae en una utilización,
consciente o no, de la teoría de los dos demonios.
Finalmente, otro tipo de visión al respecto
consiste en subordinar el hecho en sí a una lógica
estructural, sea ésta la guerra civil como máxima
expresión de la lucha de clases (cf. Marín, 1984;
VVAA, 1995), o como resultante de desajustes
normativos en la sociedad argentina, reflejados en
una crisis del sistema político (cf. Waldman, 1982 y
Moyano, 1999 y 1995). Ello deja de lado la capacidad
de los actores para protagonizar la Historia y tomar
decisiones políticas que abren la posibilidad de
pensar y actuar utopías fundamentales en el devenir
histórico.
En este trabajo se persigue afrontar una actitud
distinta frente al problema:
ver la percepción del
golpe de Estado de los militantes montoneros
2
, en
sus distintos niveles, a fin de caracterizar la
significación que el golpe tuvo para los
protagonistas de la tragedia
3
.
L
El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
Los Montonroos y el golpe de Estado de 1976
Autor
Luis Miguel Donatello
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA/CONICET
1
¿cómo fue interpretado por los militantes?
Todo es Historia,
Nº 347, Junio de 1996, p. 8.
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Voces Recobradas
18
Antes de proseguir
se señalarán una serie
de aspectos. En primer
lugar es necesario
definir qué eran los
Montoneros. Desde una
percepción inmediata se
tiende a tomar bajo tal
rótulo al amplio espectro de adherentes a la izquierda
peronista que irrumpió en la escena pública durante
la campaña que llevaría a la presidencia de la Nación
a la fórmula Cámpora-Solano Lima el 25 de Mayo de
1973 y que tuvo un marcado protagonismo hasta el
enfrentamiento con Perón en Plaza de Mayo el 1° de
Mayo de 1974. Ésta es una caracterización errónea. Si
bien esa generación de militantes apoyaba a la lucha
armada como camino hacia la construcción de una
Argentina “Peronista y Socialista”, y ésta fue
reivindicada y monopolizada a partir de 1973 por los
Montoneros
4
, sólo unos pocos eran miembros de la
Organización Político-Militar. La mayoría eran
miembros de lo que se denominó por ese entonces
como Tendencia Revolucionaria Peronista, cuya
política hacia afuera quedó subordinada en parte a
Montoneros, a partir de la asunción de Cámpora.
Esto nos permite entender que no es posible tratar a
los Montoneros como un colectivo homogéneo, sino
como una organización formal dentro de un
movimiento social más amplio, con distintos niveles
de participación política, de involucramiento frente a
los acontecimientos y de percepción de los mismos.
En este sentido, podemos ver cómo el golpe de Estado
fue percibido en distintas formas, según el nivel de
militancia o “encuadre”, y que las actitudes frente al
mismo estuvieron condicionadas por ello
5
.
Montoneros, como Organización Político-Militar,
sufrió distintas mutaciones en su estructura
organizativa y en su funcionamiento, de acuerdo con
las cambiantes coyunturas políticas (cf. Gillespie,
1982 y Baschetti, 1996)
6
. Con la muerte de Perón el 1°
de julio de 1974 y la asunción a la presidencia por
parte de María Estela Martínez de Perón, la
Organización vuelve a mutar, lo cual obedece
principalmente a los ataques por parte de la Triple A
y la vuelta a la clandestinidad por parte de la
Organización, la cual, al menos desde su dirigencia,
empieza a prepararse para una “guerra prolongada”.
Aquí Montoneros incorpora a su estructura a una
gran cantidad de militantes que antes había pasado
por los frentes de masas. Asimismo dispone que
todos recibieran instrucción militar. Se crean dos
frentes: el legal, constituido por las agrupaciones de
base ya existentes, que eran a su vez las más
expuestas a la violencia, y el Partido Auténtico
7
y el
frente militar. En segundo lugar, la Organización
propiamente dicha, constituida por columnas
regionales y una conducción nacional. Éstas, por su
parte, tenían secretarías —de guerra, política, militar,
logística, de propaganda—. Finalmente, en este
período, al prepararse la Organización a un
enfrentamiento de mayor envergadura a los
acontecidos hasta ese entonces, creó dos niveles de
militancia. Por un lado, estaban los milicianos, cuya
labor era fundamentalmente logística y
superestructural. Por otro, los combatientes,
dedicados a operaciones de mayor envergadura
militar. A esto se le suma la utilización de grados
militares en cada nivel: aspirante, oficial y
comandante. Por otro, los combatientes, encargados
de operaciones militares de importancia.
Los momentos previos al golpe
Los meses previos al golpe —tal como se ha
señalado— la Organización se preparaba para una
lucha prolongada
8
. Sin embargo, ésta era sólo uno de
los aspectos de la estrategia montonera. La
construcción del Partido Auténtico era la otra.
Desde la Conducción Nacional y las
Conducciones Regionales, se hacía un diagnóstico: el
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Voces Recobradas
19
LA ÚLTIMA DICTADURA
peronismo, muerto Perón, estaba muerto, con lo cual
la apuesta política era mucho más grande que la
realizada en el período anterior. Por un lado,
aparecía el objetivo trascendente: la Construcción del
Socialismo Nacional. Por otro, un objetivo
coyuntural: reconstruir las bases del peronismo como
movimiento social, como instrumento para el objetivo
superior. Finalmente, había presiones a corto plazo:
enfrentar el terrorismo de Estado, y las posibilidades
de su intensificación ante el acontecimiento de un
golpe de Estado. Tal vez las aparentes
incongruencias de la Conducción Nacional en ese
período obedecían a este triple dilema. Si bien no
disponemos de entrevistas a miembros de la
Conducción Nacional
9
podemos rastrear su
percepción de estas cuestiones a
través de una serie de documentos.
En un artículo de la revista
Evita
Montonera
10
, de enero-febrero de
1975, planteaban para 1975 una
fase de ofensiva táctica. Para ello
partían de un diagnóstico, según el
cual, muerto Perón, el “movimiento
popular” estaba en un momento de
transición en la evolución de su
conciencia hacia una opción
revolucionaria. A la vanguardia (es
decir a los Montoneros) les
correspondía llevar a cabo la
dirección en esa etapa:
(...) porque en
esta etapa estamos transitando por la
fractura del pueblo en su identidad
política
11
.
En este marco señalaban
que:
(...) No hay política
revolucionaria, es decir de toma del poder para los
trabajadores y el pueblo, sin la construcción del poder
militar propio y la destrucción del poder militar
enemigo
12
.
Sin embargo, al menos en el plano discursivo, se
alejaban de la propuesta foquista. Sostenían que:
(...)
Esta campaña no tiene ningún propósito golpista, no nos
interesa provocar el golpe o sacar a los militares a la calle.
En cambio, proponían una ofensiva táctica integral:
ponerse a la cabeza de los reclamos sindicales contra
la política económica gubernamental, ataques al
sindicalismo burocrático, denunciar las violaciones
del gobierno a las
leyes del sistema
y denunciar la
entrega del país a los monopolios extranjeros, la
creación de un “sindicalismo autónomo” y el
lanzamiento del Peronismo Auténtico. Y, con objeto
de demostrar la integralidad de la lucha y de
demostrar que la filiación a la lucha electoral no
implicaba renunciar a la
lucha armada:
(...) probar
al enemigo que es imposible
“pacificar” al país por la
represión mientras no se
satisfagan las aspiraciones
populares (...)
13
. En abril
de 1975, en un
Documento Interno
14
hace un análisis
enmarcando su accionar
de acuerdo con el rol de
la Argentina en la
coyuntura internacional, sin perder de vista los
anteriores objetivos. En ese informe, se contemplan
distintos escenarios políticos de
acuerdo con los márgenes de acción
del gobierno, señalándose
claramente la posibilidad de:
(...)
Golpe militar con un intento inmediato
de mayor represión y luego de haberse
probado su ineficacia y como salida a su
situación, nuevas elecciones o un golpe
con un intento populista (...).
Estos elementos muestran que,
desde la Conducción Nacional de
Montoneros, si bien se contemplaba
el acontecimiento de un golpe de
Estado, éste se consideraba como
una repetición de las anteriores
intervenciones militares, las cuales
derivaron en salidas electorales
controladas
15
.
Para los cuadros medios, es
decir los oficiales
16
, encargados de las secretarías de
las columnas, 1975 y principios de 1976 fue un
momento de cuestionamientos. Éstos tuvieron como
epicentros las Columnas Norte y Sur de Provincia
17
de Buenos Aires. Existían síntomas de desconfianza
Los meses previos al
golpe —tal como se ha
señalado— la
Organización se
preparaba para una
lucha prolongada. Sin
embargo, ésta era sólo
uno de los aspectos de la
estrategia montonera. La
construcción del Partido
Auténtico era la otra.
Todo es Historia,
Nº 347,
Junio de 1996, p. 10.
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Voces Recobradas
20
con respecto a las ambivalencias de la CN
(Conducción Nacional):
(...) El Auténtico, unido al
Partido Intransigente (PI) de Oscar Alende y a otras
pequeñas formaciones, puede dar lugar a un frente con
excelentes posibilidades electorales. Espero que los
oscuros del aparato no lo frustren (...) convirtiéndolo en
una simple máscara de esa actividad militar que no
pocos compañeros siguen considerando la forma supe-
rior de lucha
18
.
Según PGC, militante con rango de
oficial en Córdoba, a cargo de la Secretaría de
Prensa, la disciplina militante, permitía superar
esa desconfianza:
(...) El año ése nos tuvimos que
cuidar mucho —no te olvides que estaba operando el
Comando Libertadores de
América
19
—, pero, sin embargo yo
seguía empecinada en hacer trabajo
de base. Si bien mi responsable [que
era miembro de la Conducción Re-
gional] me lo llegó a prohibir por
cuestiones de seguridad, eso fue en las
postrimerías del golpe. Recién unos
meses antes empecé a recibir
instrucción militar y me la tuve que
bancar (
.
..). Pensá que en esa época las
convicciones pesaban más, y nosotros
estábamos en un proyecto serio. No
había lugar para desplantes (...).
DC,
pareja de uno de los miembros de
la CN, militante en una villa del Gran Buenos
Aires y de un grupo católico, relata cómo eran
caracterizadas las críticas de la CN a los oficiales,
y muestra una actitud distinta:
(...) A mí siempre me
promovían y despromovían por mis actitudes
“pequeñoburguesas”. Cuando empecé el entrenamiento
militar —en el año 75— pegué el grito en el cielo. Yo tenía
muchos años de militancia y me costaba asumir la lucha
armada. La acepté durante los años de dictadura [Durante
la Revolución Argentina], pero a partir del gobierno peronista,
con todas sus limitaciones, yo quería desarrollar mis tareas de
base. Y, a mí que había sido
una trabajadora desde los
16 años, no iba a venir
ningún pendejo a decirme que tenía que ir a una fábrica
(...). Y ahí me fui (...).
Para los militantes del nivel más bajo, tal vez, el
punto en el cual el disenso era más amplio era el
temor a descuidar la militancia de base. Por su parte,
BJS, militante de la JTP (Juventud Trabajadora
Peronista) y por ese entonces oficial, manifiesta
:
(...) Cuando viene toda la onda de la reestructuración
—bueno, eso es en términos de ahora— yo ya tenía hecho
un trabajo importante en el sindicato. Y, de golpe, tenía que
empezar a enganchar gente (...) a mí me interesaba más
trabajar en la cosa del Partido Auténtico (...). Medité
mucho. Sin embargo, prioricé los objetivos colectivos por
los que luchábamos —pensá que había
menos individualismo que ahora— y
acepté las líneas que nos bajaban.
VE, militante que venía de la
JUP (Juventud Universitaria
Peronista) de Derecho, relativiza la
importancia del disenso,
subrayando la importancia de la
convicción:
(...)
Hubo un momento
más rígido en el 75, donde la Orga se
pone a apretar más con el desarrollo
del ejército. Y empieza a apretar más
estrictamente los controles
organizativos. Y entonces empieza a
fijar normas morales y éticas y la
pelota (...) pero no le dábamos mucha pelota a ese tema.
Por lo menos en el Frente Universitario no le damos
mucha pelota a ese tema, medio que lo pasábamos.
Tampoco era lo central y era muy hegemónico ese tipo
de cosas. Toda la líbido estaba concentrada en la
política y por eso transaban
.
QT, militante de Mendoza, habla de fricciones
de otro tipo, cristalizados fundamentalmente en la
oposición Centro-Periferia, y en la inadecuación de
la lucha integral en ciertas regiones del País:
Yendo a
la parte más específica de la práctica política, la diferencia
más importante, el interior
generó dirigentes en
algunos lugares muy
puntuales, pero en el resto
la (...) cobertura nacional
de lo que se llamó una
política de la JP (Juventud
Peronista), o del peronismo
revolucionario, o de (...) era
una cosa pensada, decidida
... si bien se contemplaba
el acontecimiento de un
golpe de Estado, éste se
consideraba como una
repetición de las
anteriores intervenciones
militares, las cuales
derivaron en salidas
electorales controladas.
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Voces Recobradas
21
LA ÚLTIMA DICTADURA
acá en Capital Federal y
que se exportaba a las
provincias. O sea, a
nosotros nos mandaban un
tipo de la JTP, venía un
tipo a darnos órdenes
concretamente. Y eso
significó en algún momento
una lucha, una disputa, a
los que nosotros veíamos
como “paracaidistas” y
ellos nos veían como
“perejiles” (...).
E.: —¿Por qué les decían así?
Q.T.: —Y porque nosotros les decíamos: “Escuchame,
vos venís acá, no sabés nada y querés darnos órdenes”,
estamos todos locos. Lo que pasa es que
ellos lo que pretendían era masificar el
grado de desarrollo y el grado de
coherencia que habían alcanzado en el
lugar donde se gestó esa política o esa
concepción y esa táctica
.
Los testimonios coinciden en
mostrar cómo las decisiones de la
CN, en la coyuntura previa al golpe
—marcada por los rasgos
descriptos— eran aceptadas
críticamente. En los niveles
intermedios de la estructura, las
críticas apuntaban a las
contradicciones de la estrategia
global de los Montoneros —tensión
entre lo político y lo militar y entre
lo social y lo militar—. En los
niveles más bajos, las discrepancias se extendían a la
continuidad del trabajo de base y de construcción.
Sin embargo, este último aspecto marca una
percepción fundamental que trasciende a los
distintos niveles de militancia: primaba la
convicción
de un proyecto revolucionario por sobre las
opiniones particulares
. Con lo cual
la posibilidad de luchar hasta las
últimas consecuencias era una
realidad palpable dentro del
universo de significaciones de los
militantes. De hecho, la
intensificación de la represión
paraestatal llevaba a la
desmoralización, pero no a la
deserción. Ésta se daba por
disidencias internas, pero no por la
visualización de la posibilidad de
una derrota. En palabras de CL,
militante de Capital Federal:
(...) Lo
que más nos preocupaba era el hecho de
no tener consenso popular. Yo hasta el
año 76, 74, 75, 76, laburaba en una
fábrica metalúrgica. Y en el 75 llegamos
a manejar la fábrica. Sin estar homologados como comisión
interna ni mucho menos, pero la gente nos respondía. Y eso
te mantenía viva la fe.
El Golpe
La percepción inmediata del golpe de Estado es
difícil de rastrear. La Conducción Nacional no emitió
comunicados los días previos, ni después
20
. Gran
parte de la controversia al respecto está vinculada
con el hecho de que la CN disponía de información
del golpe meses antes
21
y no hizo nada para proteger
a sus militantes. Esta interpretación es, al menos,
discutible. Si nos centramos en el universo de sentido
de la época y tenemos en cuenta el grado de sacrificio
y entrega de muchos militantes, y que, la muerte era
un fenómeno cotidiano —siendo la posibilidad de
morir un hecho palpable, aceptado con sentido
trágico por parte de los militantes— podemos llegar a
Firmenich sostuvo seis
meses después del golpe:
A fines de 1975 (...) ya
sabíamos que se daría el
golpe dentro de un año.
No hicimos nada para
impedirlo porque, en
suma, también el golpe
formaba parte de la lucha
interna en el Movimiento
Peronista.
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Voces Recobradas
22
otras conclusiones.
Firmenich sostuvo seis
meses después del
golpe:
A fines de 1975 (...)
ya sabíamos que se daría el
golpe dentro de un año. No
hicimos nada para impedirlo porque, en suma, también el
golpe formaba parte de la lucha interna en el Movimiento
Peronista. Hicimos en cambio cálculos (...), y nos
preparamos a soportar, en el primer año, un número de
pérdidas humanas no inferior a 1.500 bajas. Nuestra
previsión era ésta: si lográbamos no superar este nivel de
pérdidas podíamos tener la seguridad que tarde o temprano
hubiéramos vencido. ¿Qué sucedió?
Sucedió que nuestras pérdidas han sido
inferiores a lo previsto. En cambio, en
el mismo tiempo la dictadura se ha
desinflado (...) mientras que nosotros
tenemos gran prestigio entre las masas
(...)
22
.
Independientemente de la
distancia entre la percepción de la
CN y la realidad, de la brecha entre
el cálculo político y la relación de
fuerzas, entre lo que pensaban los
líderes montoneros y lo que la
Historia demostró, esta afirmación
permite hacer una interpretación de
la visión de la política que tenía la
dirigencia montonera.
Fundamentalmente, la
Organización era un instrumento
político, en un marco donde la
política y la guerra se hallaban en
el mismo plano, y en el cual la
“responsabilidad política”
23
entendida como
protección de las vidas humanas, no era un planteo
concebible. Cuando el objetivo político es la
transformación radical de la sociedad, esta objeción,
pasa a segundo plano. Posteriormente, cuando los
interrogantes colectivos de nuestra sociedad fueron la
construcción de un régimen democrático estable que
proteja los derechos humanos de sus ciudadanos
frente a las graves violaciones de los años pasados, o
como sucede actualmente, la búsqueda de
mecanismos integradores para afrontar la tremenda
exclusión social que vivimos, la pregunta por los
medios “lícitos” adquiere una relevancia que antes
no tenía.
Centrándonos entonces en la cuestión que nos
ocupa, la Conducción Nacional de los Montoneros
evaluó el golpe de Estado como un nuevo escenario
dentro de la lucha integral que
llevaban a cabo, en el cual se
aprestaban a perder vidas. Dentro
de esta visión instrumental de la
política —entendida además en
términos de guerra—, la vida de los
militantes era un número más. Sin
embargo ¿qué pensaban los propios
militantes al respecto?
Tanto en los niveles
intermedios, como en los ámbitos
inferiores, la reacción inmediata fue
de sorpresa. La muerte pasó a ser
algo natural:
En esos días, la muerte
era tan natural que casi nadie podía
registrar su significado. Ir a una cita
significaba perder o conocer nuevas
pérdidas. Ya no se decía “lo mataron”.
No se decía “mataron a Federico,
mataron a Clara”. “Perdió”. Morir era
perder. Terminar con el juego.
(Caba-
llero y Larraquy, 2000: p. 267). Según PGC
—anteriormente citada— una de las reacciones
inmediatas era la destrucción de los parámetros de
percepción de la situación:
En realidad el golpe no nos
tomó por sorpresa. Pero nos descolocó la velocidad de los
acontecimientos, para los cuales no estábamos preparados.
El 24 de marzo, yo tuve que ir a levantar el local donde
funcionaba la estructura de prensa. (...) Si me hubiera
quedado buscando la máquina de escribir que nos faltaba
nos agarraban a todos. Por suerte, HC, mi responsable, me
ordenó vehementemente que saliéramos. A los dos minutos
cayeron. No nos agarraron de casualidad. A la tarde ya nos
estábamos enterando de las primeras caídas. Parecía irreal.
Era un grado superior de represión, que no tenía nada que
ver con el anterior. Salían de todas partes. El mundo se te
derrumbaba (...). Si bien fue una cuestión de días, me
acuerdo todo como si fuera en cámara lenta. Se dilataba el
tiempo (...)
24
.
Las “caídas” de los compañeros y las
En esos días, la muerte
era tan natural que casi
nadie podía registrar su
significado. Ir a una cita
significaba perder o
conocer nuevas pérdidas.
Ya no se decía “lo
mataron”. No se decía
“mataron a Federico,
mataron a Clara”.
“Perdió”. Morir era
perder. Terminar con el
juego.
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Voces Recobradas
23
LA ÚLTIMA DICTADURA
pérdidas de las referencias. VE nos expone esto
claramente:
La sensación que tenía no era exactamente de
miedo... era más bien de rareza. Ibas a las reuniones de
ámbito para ver qué hacer ante el golpe, y, de un día para
otro faltaban la mitad de los
compañeros. Y tu responsable, que
estaba tan perdido como vos, te decía:
“A tal lo agarraron ayer, a tal otro
hace tres días...” intentabas seguir
con el funcionamiento clásico, pero la
máquina había estallado en pedazos
.
En aquellos casos en los cuales
tuvieron un tiempo más grande
para enfrentarse al hecho, la
respuesta era distinta. Y la
estrategia más común solía ser
autonomizarse momentáneamente
de las decisiones de la
Organización. Como nos relata
QT:
(...) A mí me avisa dos días antes
del golpe un tío de mi mujer que era Capitán. Nos
manda a decir por mis suegros que nos vayamos que se
iba a venir algo muy duro. Lo planteamos en la reunión
de ámbito, y decidimos plantear una estrategia por
fuera de la “Orga”. Ahí dijimos. Nos vamos todos de
nuestras casas conocidas —yo me trasladé a San Juan, a
la casa de unos amigos del secundario— y volvimos a
tomar contacto en un mes. Por suerte nos pudimos
salvar todos, y a partir de ahí planteamos irnos del
país
. JGC, que militaba en la JTP de judiciales,
muestra una pauta similar:
No, de mi casa yo me
voy... Mirá, viene el golpe. En abril, o sea, no más de un
mes después del golpe, se chupan a un compañero de la
agrupación JTP, pero que a su vez militaba en una JP
barrial. Y a él lo chupan por el barrio, circunscripción 19,
militaba este compañero. Este compañero que era de penal,
de un juzgado penal, pero un penal ordinario (yo era fed-
eral), Coquito le decíamos, (...). Se lo chupan vía JP barrial.
Entonces, inmediatamente, los responsables de la JTP de
Judiciales deciden: todos afuera de sus domicilios. Si bien
seguíamos yendo a laburar, pero todos salimos del
domicilio. Cosa que hicimos. O sea, que
ahí yo me voy de mi casa (...)
.
Estos testimonios muestran
cómo la propia rigidez de la
Organización implicaba un
problema. La ausencia de
comunicación entre los niveles y el
autoritarismo de las decisiones
determinaron una cadena que
dejaba a los militantes presos de las
medidas provenientes “de arriba”.
La ruptura de esta cadena dejaba a
los militantes sin estrategias para
afrontar una situación que se
presentaba como nueva. El
aprendizaje organizacional previo,
gestado en las luchas contra la dictadura de la
Revolución Argentina resultaba insuficiente ante un
fenómeno de una dimensión hasta ese entonces
desconocida. El hecho de que aquellos militantes que
se planteaban estrategias alternativas fueran los que
La sensación que tenía no
era exactamente de
miedo... era más bien de
rareza. Ibas a las
reuniones de ámbito para
ver qué hacer ante el
golpe, y, de un día para
otro faltaban la mitad de
los compañeros.
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Voces Recobradas
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se autonomizaban momentáneamente de la Organización
muestra claramente la “entropía” en la cual había caído.
Los militantes veían que Montoneros se había convertido
en una maquinaria imperfecta que
devoraba a sus miembros.
Conclusiones
De acuerdo con el propósito
planteado al principio se ha
intentado reconstruir las visiones de
los militantes montoneros con
respecto al golpe de Estado del 24 de
marzo de 1976.
Es interesante ver cómo, frente a
las interpretaciones citadas, el hecho
de que la Conducción Nacional de
Montoneros dispusiese de
información con respecto al golpe y a
los planes de las Fuerzas Armadas
no fue un factor de peso. En parte,
porque la visión de la Conducción
Nacional de la posibilidad del golpe
estaba integrada a la concepción de
la política como una guerra y al
planteo de una lucha integral. Con lo
cual consideraban como un
fenómeno propio de la guerra que los militantes se
expusieran al enfrentamiento. Vimos también cómo
esto generaba críticas por parte de los cuadros medios y
de los milicianos de la Organización. Sin embargo, en
ellos primaba el espíritu de subordinación —no al
autoritarismo de la Organización, ni a las medidas de
la CN— sino al proyecto colectivo en el cual estaban
insertos. En este sentido, sostener que la cúpula de
Montoneros traicionó, o dejó
expuestos a los militantes puede ser
una visión certera. Siempre y cuando
se tenga en cuenta el cálculo político,
el planteamiento acerca de la
responsabilidad política como
categoría de análisis y la reflexión
producto de la revisión del pasado a
la luz de la derrota. Sin embargo —y
esto es válido al menos para los
testimonios utilizados— en el
universo de significación del mundo
de la militancia el cálculo político y la
reflexión crítica estaban mediados
por la subordinación al proyecto
colectivo como valor supremo. Éste
estructuraba una serie de parámetros
de percepción que interpretaban a la
coyuntura política y a los
acontecimientos
inmediatos
dentro de la
noción de
construcción de un orden nuevo.
Parámetros que fueron
violentamente conmovidos a
partir del golpe de Estado del 24
de marzo de 1976.
El hecho de que aquellos
militantes que se
planteaban estrategias
alternativas fueran los
que se autonomizaban
momentáneamente de la
Organización muestra
claramente la “entropía”
en la cual había caído. Los
militantes veían que
Montoneros se había
convertido en una
maquinaria imperfecta
que devoraba a sus
miembros.
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Voces Recobradas
25
LA ÚLTIMA DICTADURA
1
Este trabajo se encuentra enmarcado en el trabajo de Tesis de
Maestría:
Ética Católica y Acción Política. Los Montoneros, 1966-
1976
, para la Maestría de Investigación de Ciencias Sociales -
Facultad de Ciencias Sociales-UBA,
bajo la dirección del Dr.
Fortunato Mallimaci.
2
Para la reconstrucción del mundo de la militancia se ha
trabajado con el método de “Historias de Vida”, realizando
entrevistas a ex militantes montoneros de Capital, Gran
Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza.
3
Con el concepto de tragedia se intenta caracterizar un
enfrentamiento irreconciliable entre múltiples actores, sin que
haya lugar a una interpretación maniquea, esta postura se
opone a consolidar a la Historia como un drama didáctico.
Véase al respecto Nolte, 1991.
4
En realidad bajo tal nombre quedó establecida la fusión de
una fracción de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), FAR
(Fuerzas Armadas Revolucionarias), Descamisados y
Montoneros en el año 1973.
5
Montoneros surge hacia fines del año 1968. Existen diversas
versiones sobre su génesis. En otro trabajo (cf. Donatello, 2000)
se exploran los vínculos entre Montoneros y las redes sociales
del catolicismo post-conciliar.
6
Desde 1968 hasta su fin, los Montoneros funcionaban en
forma clandestina de acuerdo con los principios de
compartimentación. Pero, en la medida que su estructura
organizativa se complejizaba, este principio actuaba de fondo,
juntamente con otros mecanismos. Entre 1968 y 1971 se movía
a partir de comandos —recién en 1971 se crearía una
Conducción Nacional, a cargo de José Sabino Navarro— y
departamentos (logística, información, etcétera). Entre 1972 y
1973 se crearían dos estructuras, con el objeto de crear bases
populares que sustentasen la Organización Político Militar: las
Unidades Básicas de Combate (UBC), abocadas
principalmente a operativos militares y la Unidades Básicas
Revolucionarias (UBR), encargadas de generar vínculos entre la
organización y los movimientos sociales que venían surgiendo
desde el Cordobazo. Aquí es donde Montoneros se acerca a las
agrupaciones de la Juventud Peronista (JP), a unidades
básicas del peronismo y al abanico de movimientos sociales
afines al peronismo instalando UBR’s en distintos “ámbitos”.
Los miembros de las UBR´s no tenían un nivel de encuadre
alto en la organización, pero funcionaban, en términos de un
entrevistado,
como bisagra entre la Organización y las masas
.
De esta manera, su organización, en tanto organización for-
mal, no varía, pero sí sus bases sociales: a partir de la
conformación de un frente de masas ligado a Montoneros,
éstos se erigen en agrupaciones de superficie. Los militantes
Montoneros —en tanto tales— siguen operando en la
clandestinidad, mientras que los miembros, la tendencia,
ocupan el aspecto legal de la política de Montoneros.
7
Con respecto al Partido Auténtico véase el trabajo de Laura
Rodríguez (2000) en el cual se brinda un interesante marco de
la percepción de los militantes locales de Misiones frente a las
únicas elecciones en las cuales participó.
8
En junio de 1975 los Montoneros secuestraron a los hermanos
Born, por cuyo rescate se pagó la cifra más alta en una
operación de ese tipo en el mundo. En ese año se realizaron en
total 500 operativos entre los que se contaron —entre otros— el
estallido de la Fragata Santísima Trinidad —el 22 de agosto—,
NOTAS
el estallido de una bomba en el Aeropuerto Benjamín
Matienzo, perteneciente a la Fuerza Aérea —el mismo mes—
y, el 5 de octubre, el ataque al Regimiento 29 de Infantería de
Monte en Formosa. Estas acciones marcan un punto de
militarización antes inexistente. De hecho, hasta mediados del
75, los Montoneros protagonizaron enfrentamientos solamente
con la Policía.
9
Entrevistas que —por otro lado— serían imposibles. Los
sobrevivientes de la Conducción Nacional de Montoneros:
Mario Eduardo Firmenich, Roberto Cirilo Perdía y Fernando
Vaca Narvaja son miembros residuales. Según Chaves y
Lewinger (cf. 1999) al menos 20 miembros de la Conducción
Nacional de Montoneros murieron en enfrentamientos o fueron
detenidos-desaparecidos.
10
“La Resistencia Peronista ataca - Fundamentos de la
ofensiva táctica” en
Evita Montonera
, N° 2, enero-febrero, 1975.
11
Ibídem.
12
Ibídem.
13
Ibídem.
14
Cf. Baschetti, 1999, T II.
15
Es necesario señalar que previamente después del golpe de
Estado, la Conducción Nacional de Montoneros sufrió dos
bajas importantes: Marcos Osantinsky, secuestrado y
asesinado en agosto de 1975 y Roberto Quieto, a fines de
diciembre de 1975. Ambos provenían de las FAR.
16
No disponemos de muchos testimonios orales de ex-oficiales
montoneros, en parte debido a la fuerte represión sufrida por
este nivel de militancia. Ello dado a partir de que fueron los
encargados de sostener la Organización en la Argentina du-
rante toda la dictadura.
17
Cf. Gillespie, 1982.
18
Bonasso, 2000, pp. 201-202.
19
El Comando Libertadores de América era un grupo
paramilitar que operaba en Córdoba y que estaba vinculado
con el Ejército.
20
El único texto disponible inmediatamente después del golpe
es el ejemplar número 13 de la revista
Evita Montonera
de abril-
mayo de 1976, al cual no se ha podido tener acceso en la
investigación que sirve de fundamento a este artículo.
21
Según Juan Gasparini (cf. 1988), para octubre de 1975, el
hijo de un general, que militaba en la Organización, robó el
borrador con el plan del golpe y de las futuras acciones de
represión por parte de las Fuerzas Armadas. Por su parte,
Caballero y Larraquy (cf. 2000) sostienen que existen dos
versiones al respecto: una sostiene que la persona en cuestión
era el hijo del General Numa Laplane. Otra, que el General
Dalla Tea le envió esa información a Rodolfo Galimberti, con el
cual mantenía conversaciones, y éste se las hizo llegar a la CN.
Firmenich manifestó posteriormente en una entrevista a Gabriel
García Márquez —en julio de 1977— el conocimiento del hecho
previamente a su concreción.
22
Mario Eduardo Firmenich a Gabriel García Márquez, para
L´Expresso
, Italia (9 de julio de 1977), citado por Gasparini,
1988.
23
Entendiendo este concepto en términos de Max Weber. Véase
al respecto
El político y el Científico
(Weber,1994).
24
En esta clave coincidieron varios entrevistados. Ante las
situaciones de peligro, el tiempo se dilata en el recuerdo de los
protagonistas.
Baschetti, Roberto (1986)
Documentos de la guerrilla peronista
(1970-1973), La Plata, De la campana.