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Voces Recobradas
26
En el otoño de 1982 yo tenía once
años. Una mañana, salí con mi
hermano menor a comprar un
regalo para mi mamá, que cumplía
años. No volvimos a casa con
ningún paquete, pero ella todavía
cuenta muy orgullosa que nos
habíamos gastado toda la plata en
el camino, poniéndola en los tachos
blancos del Fondo Patriótico que
había en cada esquina. A cambio, te
daban una cinta celeste y blanca
con la silueta de las islas Malvinas,
símbolo del aporte al esfuerzo
nacional, y mi hermano y yo
teníamos el pecho lleno de ellas. El
país estaba en guerra, pero menos
de un mes después de ese
cumpleaños, todo había terminado.
Recuerdos
negados
Malvinas:
la Historia Oral
y nuestro pasado reciente
Voces Recobradas
26
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Voces Recobradas
27
LA ÚLTIMA DICTADURA
sta pequeña anécdota personal sirve para
ejemplificar la actitud de la mayoría de los argentinos
durante la guerra, pero también porque en ella y en la
perplejidad posterior a la derrota está el origen de mi
vuelco a la Historia Oral. Ya como estudiante, el
interés en el período de la última dictadura militar
(1976-1983) y en la Guerra de Malvinas me llevó a
plantearme la posibilidad de estudiarlos apelando a
los testimonios vivos, y fue entonces
que supe que existía algo que se
llamaba
Historia Oral
, ausente de
los programas de, por lo menos, el
instituto en el que yo estaba
estudiando. La primera
consecuencia, entonces, fue que mi
formación como historiador oral
coincidió con la investigación de la
guerra, o sea que fue
fundamentalmente práctica.
Malvinas fue una guerra que
costó a la Argentina más de 600
vidas y el doble de heridos. El 2 de
abril de 1982 fuerzas de desembarco
argentinas expulsaron a los
ocupantes británicos de las islas,
objeto de una disputa más que centenaria con Gran
Bretaña. La Junta Militar, en particular el presidente
de facto
Leopoldo Galtieri, estaba decidida a explotar
el espontáneo apoyo popular a la recuperación.
Como resultado, las tropas destacadas en las islas,
concentradas alrededor de Puerto Argentino,
enfrentaron durante 74 días el aislamiento del
Continente producido por el bloqueo de la
Task
Force
británica, y posteriormente, los bombardeos y
combates sangrientos que culminaron con la
rendición de las fuerzas argentinas el 14 de junio.
Igualmente graves fueron las consecuencias de
posguerra, traducidas en índices muy altos de
secuelas psicológicas y suicidios.
Este conflicto es el único
enfrentamiento bélico
librado por Argentina en el siglo XX y
ha dejado
importantes huellas en una sociedad que,
paradójicamente, conoce muy poco acerca de su
desarrollo. Fue una guerra que se perdió, y esto ha
condicionado la apropiación social del hecho, ya que
es mucho más lógico que una comunidad busque
El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
Recuerdos negados. Malvinas: la Historia Oral...
Autor
Federico Guillermo Lorenz
explicaciones para una derrota que para una victoria.
Explicaciones y responsables: fue más fácil echar las
culpas a un grupo minoritario (los veteranos) que
asumir una responsabilidad colectiva, y así, la herida
al
orgullo nacional fue paliada mediante la
elaboración del
mito de Malvinas
.
Mi investigación estudia las relaciones
establecidas a raíz de la Guerra de Malvinas entre los
individuos y tales versiones
colectivas del pasado. Para ello,
mediante entrevistas con treinta
veteranos (hasta 1996) y “no
combatientes” de distintas edades,
y un relevamiento de fuentes
periodísticas y bibliográficas,
rastreo la evolución de la imagen
social de la guerra y su relación con
los recuerdos de los combatientes.
Sin embargo, hasta llegar a este
enfoque debí modificar varias veces
mis hipótesis. Pese a haber leído
previamente sobre la guerra, al cabo
de dos o tres entrevistas concluí en
que no sabía prácticamente nada de
ésta, y menos aún si lo veía desde la
óptica de los soldados. Al mismo tiempo, comencé a
percibir que existía una contradicción fundamental
entre las experiencias de los veteranos y la versión
social de la guerra, que es la que yo mismo tenía
originalmente. Gradualmente pasé del interés inicial
“en la guerra” a hallarme cada vez con más
frecuencia comparando los recuerdos de los ex
E
Fue una guerra que se
perdió, y esto ha
condicionado la
apropiación social del
hecho, ya que es mucho
más lógico que una
comunidad busque
explicaciones para una
derrota que para una
victoria.
Todo es Historia,
Nº 357,
Abril de 1997, p. 28.
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Voces Recobradas
28
soldados y los de los
“civiles”. Para los
primeros la guerra no
sólo es una verdad “que
se oculta”, sino que
sienten que tampoco
encajan en la imagen
que
la sociedad
construyó de ellos. En
una primera conclusión,
afirmé que los veteranos
cargan tanto con el
trauma producido por
la experiencia bélica en
sí, como con la frustración producida por la
contradicción entre la versión social
de lo que pasó
en Malvinas y
sus propias historias.
La posguerra de Malvinas
enfrentó y enfrenta dos valoraciones
distintas acerca del hecho común y
colectivo de la guerra. En la visión
social influyó el manejo de la
información durante el conflicto. La
prensa estuvo sometida a una
severa censura, lo que originó la
paradoja de una euforia belicista
coexistente con una carencia total de
noticias que le sirvieran de base.
Luego de la rendición, los
argentinos pasaron de la euforia
patriótica a la desilusión, sumada a
la
sensación de haber sido estafados: “Hubo una
gran cantidad de lectores crédulos que confiaron en
la información militar y
creían que íbamos ganando
la guerra. Y cuando esos lectores se vieron
enfrentados a la
evidencia de la derrota, fue intoler-
able”
1
, sobre todo porque la guerra, según los medios,
se ganaba “hasta cuatro horas antes de saberse la
derrota definitiva”
2
. ¿Qué había pasado? ¿Cómo
explicar el fracaso a una sociedad sin experiencia en
guerras modernas? La construcción de una respuesta
aceptable fue la que generó el conflicto latente en las
entrevistas. Los veteranos, la mayoría de ellos
conscriptos de 19 años al momento de la batalla,
fueron el chivo expiatorio. Bautizados por la
sociedad como
los chicos de la guerra
3
en razón de
su corta edad, devinieron para la comunidad en
víctimas
y actores
pasivos
del conflicto. Como
agravante, la Guerra de Malvinas fue absorbida
dentro del proceso del retorno a la democracia,
aumentando la valoración negativa: la guerra justa
había sido planeada y conducida por militares
antidemocráticos y culpables de violaciones a los
derechos humanos, sin que nadie reparara en la
distancia entre éstos y un simple soldado raso. Este
testimonio de uno de mis alumnos
sintetiza la visión generalizada que
se tiene de los veteranos:
Yo opino que a la guerra tenían
que haber mandado gente... preparada
para una guerra y personas con
capacidad, y no a esos
pibes inocentes
que no sabían nada de nada sobre una
guerra... Se les tendría que agradecer
mucho porque sin comerla ni beberla
fueron y lucharon por la Patria y
algunos perdieron su vida en esa
guerra que no sirvió para nada sino
para que
soldaditos argentinos
perdieran su vida y otros quedaran traumados para toda la
vida... Esa guerra no sirvió más que para cagarle la vida a
esos
pobres pibes
4
.
Ahora bien, ¿esta visión que la sociedad elaboró
para tratar con los veteranos de una guerra coincide
con las memorias que éstos construyeron para
comprender lo que habían pasado? En gran medida
no fue así, y en consecuencia, las preguntas
fundamentales que intenté responder eran: ¿cómo se
ven a sí mismos? Y más aún, ¿cómo quieren ser
vistos? ¿Qué relaciones construyeron con sus
compatriotas a partir de esta situación?
El pasado “oficial”, que institucionalmente
permite a una sociedad reconocerse como partícipe y
heredera de un proceso histórico determinado se
nutre de la
memoria colectiva
, “el dominio de la
apropiación social del pasado, de la retrospección
colectiva, de la gestión, del control del pasado”
5
. Para
ello apela a elementos presentes en el
background
cul-
tural de la comunidad, ya que, si bien puede ser
construido en mayor o menor medida, debe
necesariamente encontrar un referente previo dentro
del grupo social al cual se dirige, a fin de hallar tanto
su validación como una base para su posterior
imposición. En consecuencia, desde la dirigencia
Bautizados por la
sociedad como
los chicos
de la guerra
en razón de
su corta edad, devinieron
para la comunidad en
víctimas
y actores
pasivos
del conflicto.
Todo es Historia,
Nº 357, Abril de 1997, p. 33.
Todo es Historia,
Nº 276,
Junio de 1990, p. 32.
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Voces Recobradas
29
LA ÚLTIMA DICTADURA
política, o desde una clase social dominante, el
consenso puede ser buscado mediante la
movilización de determinados elementos del
imaginario social
.
Ahora bien, aunque el mito apela a estructuras y
valoraciones relativamente estables, tiene un carácter
esencialmente dinámico. Es construido y cuestionado
constantemente desde la individualidad de cada uno
de nosotros. De acuerdo con esto, todo mito social es
a la vez incluyente y
excluyente, debido a los
descartes y recortes que impone toda generalización.
La implantación de un imaginario que busca ser
común genera que cada individuo intente verse
reflejado en la imagen social que debe ser compartida.
Para lograr un amplio consenso, las aristas
minoritarias o conflictivas deben ser anuladas o
atenuadas. Esto plantea la necesidad de estudiar las
relaciones entre lo individual y
lo
colectivo, precisamente en su punto
de contacto; de investigar “cómo
cada historia individual encaja en
una cultura común: un desafío a las
rígidas categorizaciones de lo
privado y lo público, tanto como las
de memoria y realidad”
6
.
¿Qué sucede cuando el
imaginario colectivo relega o
distorsiona un suceso del pasado
de forma tal que
no incluye o
contradice
la experiencia personal
de los actores de dicho suceso? En
el caso de la Guerra de Malvinas, el
recuerdo de los veteranos chocó con la imagen de sus
conciudadanos, y surgió un trauma producido por
esta contradicción entre sus historias de vida y la
versión pública de éstas.
Para llegar a esta conclusión, me fue de gran
ayuda el trabajo de Alistair Thomson sobre los
veteranos australianos de la Gran Guerra
7
, en el cual
este historiador aplica la noción de
composure
,
propuesta por el Popular Memory Group de Birming-
ham
8
, y que básicamente consiste en sostener que
existe un proceso de elaboración, síntesis y
retroalimentación entre el pasado público y el de
cada una de las personas que buscan darle sentido al
propio. El énfasis del análisis está puesto en el
estudio de las causas que llevan a los individuos a
construir su pasado de una determinada forma, que
no siempre, como dijimos, encaja en el marco
propuesto por la historia pública, es decir, la que se
pretende que se transforme en común y compartida.
Asume, por lo tanto, que existe una pluralidad de
visiones del pasado, y que, en consecuencia, es
posible una confrontación en dos planos: por un
lado, el terreno del pasado público (
field of public rep-
resentations of history
), donde una visión dominante
puede ser enfrentada por otra que busca su revisión o
desplazamiento. Pero, lo que para mi trabajo resultó
más importante, el pasado público también es
cuestionado o contradicho desde el
pasado de un individuo, que ha
elaborado una explicación histórica
para darle sentido a sus propios
recuerdos, es decir a su vida. De
acuerdo con esta visión, el interés
del historiador oral debe
concentrarse en las contradicciones
y las formas que toman los
recuerdos de los entrevistados a lo
largo del proceso durante el cual
son construidos. Podríamos agregar
que de lo que se trata es de rastrear
las raíces históricas de la
subjetividad individual, y que si
bien esto nos obliga a descartar la visión del testimo-
nio oral como fuente
en sí
, ofrece a cambio la
posibilidad de aplicar todos nuestros recursos al
señalamiento de los conflictos sociales visibles en las
contradicciones del mismo y sus diferentes versiones
descubiertas en las entrevistas.
Con esta base propuse, como resultado del
análisis de las entrevistas, tres modelos que
... ¿esta visión que la
sociedad elaboró para
tratar con los veteranos
de una guerra coincide
con las memorias que
éstos construyeron para
comprender lo que
habían pasado?
Todo es Historia,
Nº 357, Abril de 1997, p. 38.
Todo es Historia,
Nº 276, Junio de 1990, p. 35.
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Voces Recobradas
30
explicaban distintas vías seguidas por los veteranos
para reincorporarse a la sociedad y acomodar sus
recuerdos a los públicos
9
. Dependían de dos factores:
por un lado, la intensidad y el tipo de las
experiencias de guerra vividas en Malvinas; por el
otro, las distintas formas en la que fueron recibidos,
que para ellos implicaban tanto la actitud de la gente
como las posibilidades de inserción laboral rápida, es
decir, la aceptación por parte de la sociedad de la
existencia de la guerra de la que habían vuelto como
veteranos.
De esta primera aproximación surgieron algunas
reflexiones teóricas y metodológicas que creo resultan
de interés, sobre todo para investigadores de países
con una historia reciente parecida a la de la Argen-
tina. Concretamente, me refiero a la realidad de
sociedades que experimentaron períodos de fuerte
autoritarismo y que viven aún hoy situaciones de
aguda exclusión y de sistemática negación de
determinados aspectos del pasado.
Los veteranos entrevistados
tienen una edad promedio de 33
años y esto debió ser tenido en
cuenta. En muchos casos sus
experiencias frustrantes aún no han
decantado, sino que la difícil
adaptación está en proceso. Como
consecuencia, para algunos
veteranos la evocación de sus
experiencias continúa siendo
traumática:
Mucho no me gusta hablar
(...) Hay muchos veteranos que se volvieron mal de la
cabeza. Todos te preguntan, te preguntan, te preguntan, y
vos seguís recordando de Malvinas... Yo no hablo mucho,
porque no me gusta recordar
10
.
Al mismo tiempo, existe entre algunos bastante
recelo a ser entrevistados. En muchos casos,
testimonios particularmente duros fueron volcados
sólo a condición de que el grabador estuviera
apagado, por lo general episodios que tenían que ver
con casos de cobardía, inseguridad, pero sobre todo
con la muerte. El testimonio de guerra relata
cuestiones tan terribles que el entrevistado prefiere
obviar referirse directamente a ellas, tanto por lo
negativo del recuerdo como por la imposibilidad de
describirlo:
A veces la forma en que te cuento... no es tan duro
como vivirlo... Terrible (...) Vos podés aguantar el hambre,
podés aguantar la sed, podés aguantar lo que sea (...) pero
lo que no podés aguantar es ver a tus compañeros…
tirados... alguno malherido (...) otro en
pedazos (...) Es terrible (...) A mí me
tocó... éramos íntimos amigos, éramos
muy amigos.
11
Si en veteranos de la Gran
Guerra es doloroso traer a superficie
este tipo de memorias, pensemos lo
que puede significar hacerlo para
personas que tienen un tercio de su
edad. Por lo tanto, lo dificultoso de
muchos de los recuerdos para el
narrador me llevó a realizar
entrevistas abiertas, sin
cuestionario, para luego revisar en
una segunda oportunidad los
testimonios, transcriptos o
grabados. De esta manera, además
de facilitar el diálogo, la evocación del entrevistado
fue la jerarquizadora del testimonio, y no así algún
presupuesto propio.
En todos los casos debí recalcar que yo era
historiador y no periodista, y creo que esto se debe a
que los veteranos piensan que la visión peyorativa
que la gente tiene de ellos es culpa de la prensa. Por
ejemplo, al pedir el apoyo de la Federación de
Veteranos de Guerra se me dijo que primero leerían lo
que yo escribía, porque estaban cansados de que los
pintaran en forma desfavorable.
12
Esta actitud discutible no deja de reflejar una
situación real. Se debe tener presente que, en general,
la sociedad argentina, por las razones que
esbozamos, no tiene la imagen de que en Malvinas
haya habido una batalla. En muchos casos, como
consecuencia, los veteranos sienten que deberían dar
demasiadas explicaciones para ser comprendidos, y
se aíslan:
A mí me da bronca pero sé que agarrarme a
piñas con ellos... es al pedo (...) y entonces agarro y me voy
En el caso de la Guerra
de Malvinas, el recuerdo
de los veteranos chocó
con la imagen de sus
conciudadanos, y surgió
un trauma producido por
esta contradicción entre
sus historias de vida y la
versión pública de éstas.
Todo es Historia,
Nº 276, Junio de 1990, p. 40.
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Voces Recobradas
31
LA ÚLTIMA DICTADURA
a mi casa, tranquilo... Que sigan ellos con las boludeces de
ellos
13
. Y piensan, algunos, que
la gente no tiene la culpa
si le fue lavado el cerebro
14
.
En resumen, para lograr un diálogo con un
aceptable grado de confianza fue necesario superar
estas barreras iniciales, con la excepción de dos casos
en que se trataba de compañeros de trabajo, que me
conocían previamente. Sin embargo, una vez
establecido éste, la apertura del entrevistado es grande.
Existe una necesidad de contar, sumada a la
conciencia de haber sido protagonista de un evento
importante en la historia:
Yo me siento bien contando,
porque es algo histórico que vos lo viviste, y es bueno que
sepan (...) Yo quiero que la gente sepa lo que pasó allá
15
. Es
por esto que muchas agrupaciones de veteranos
organizan charlas en escuelas o centros barriales.
Sin embargo, también tienen la sensación de la
incomprensión constante por parte de la sociedad. No
de falta de solidaridad, que es
reconocida, pero sí de su
incapacidad para comprender lo
que fue “ir a Malvinas”:
Yo tuve discusiones con gente que
me decía: “Y, sí, vos estuviste, pero vos
mucho no habrás hecho porque se
perdieron las islas”. Y yo les
decía:
“Mirá, yo no sé, poco, mucho, yo estuve.
¿Vos qué hiciste? Prendiste la
televisión. Yo hice todo lo que a mi
alcance estaba”. Al no haber ganado, te
agreden
16
.
Tales cuestionamientos
agravan una confusa y dolorosa
mezcla de dudas acerca de la propia
conducta. Hay veteranos que el 2 de
abril llevan su medalla pero
del lado
de adentro de la campera
17
. Algunos,
no contaban
porque
pensaba que iban a
agarrar todo para la joda
18
. Otros llegan al pensamiento
de que tal vez “sea injusto” no haber muerto en el lugar
de los amigos:
Por qué no habré quedado yo allá, que no
tenía a nadie, y
no compañeros que tenían familia
19
.
Los reproches autoinfligidos se agravaron tras el
regreso, tanto por la sensación de haber realizado un
esfuerzo inútil —debido al recibimiento— como por las
dificultades que muchos veteranos aún experimentan
para encontrar un lugar.
¿Por qué no me quedé en las
Malvinas?... ¡Para qué corno volví si me tratan así ?
20
. Los
veteranos distinguen claramente el proceso hecho por
la sociedad argentina para descargar
responsabilidades, y reclaman sinceridad:
Galtieri salió
en Plaza de Mayo... y la gente dijo que sí, recuperación, y
estaba lleno... La gente, el pueblo y los soldados somos todos
responsables de lo que hicimos
21
. Esto no es otra cosa que
un reclamo para que el mito social cambie y los incluya.
De la experiencia de esta serie de entrevistas
resulta en primer lugar la obligación nunca demasiado
remarcada del mejor manejo posible del contexto por
parte del historiador oral, lo que significa una gran
cantidad de horas invertidas en investigación previa y
el cruzamiento permanente de datos y referencias a
medida que éstos surgen de las entrevistas, porque
esta
contextualización del testimonio es precisamente lo
que permite hallar y explicar las contradicciones entre
el pasado público y privado
. En este camino no debe
desdeñarse ninguna fuente de información, lo que
obliga, siguiendo a Ronald Grele, a reconocer que
“necesitamos un concepto mayor y más general de la
cognición histórica”
22
, al cual la Historia Oral hace un
aporte que actualmente no se cuestiona.
En el caso de la Guerra de Malvinas, lo limitado y
localizado del conflicto me permitió un seguimiento
bastante preciso, en términos de fechas, lugares, hechos
y personas, de las distintas historias de vida. Es posible
hallar testimonios de compañeros del
entrevistado, y no es raro dar con
relatos escritos (es decir “públicos”)
de un incidente, minúsculo dentro del
contexto de la guerra, protagonizado
por el narrador, con lo que las
omisiones o distorsiones pueden ser
seguidas minuciosamente.
Como segunda observación,
resulta claro que si ponemos énfasis
en el contexto, el rol activo del
historiador es preponderante. En
primer lugar, son las motivaciones
personales las que nos llevan a
preguntar: para mí, se trató de
traducir las mías en hipótesis de
trabajo. Éstas fueron puestas a prueba
por cuestionamientos a la temática
escogida. En una sociedad
hipersensibilizada por el tema militar,
fui mirado de reojo. Desde el punto de vista de
algunos compañeros de estudio y profesores, una
revisión sobre Malvinas, querer oír la voz de los
combatientes, se trataba de una reivindicación del
militarismo. Reacciones de este tipo fueron visibles en
las preguntas del público ante el que presenté por
primera vez el tema en el II Encuentro Nacional de
Tanto para los
entrevistados como para
mí debía quedar claro
que la fuente no hablaría
por sí sola; pero también
que yo no hablaría en
representación de ella,
sino a través de sus
recuerdos para así
probar una hipótesis
determinada de trabajo.
Todo es Historia,
Nº 276, Junio de 1990, p. 41.
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Voces Recobradas
32
Historia Oral en Buenos Aires (1995)
23
. Para los
militares de carrera que intenté entrevistar, cualquier
duda podía implicar una crítica a la Fuerza. Sin em-
bargo, los únicos reparos que me preocupé por vencer
fueron los de los mismos veteranos. Muchos están
hartos del “uso periodístico” que uno pueda hacer de
las entrevistas, otros no estiman a “gente que viene una
o dos veces a preguntar y después nunca más
aparece”. Asimismo, hay un resentimiento algo
exagerado hacia la sociedad, debido a
generalizaciones fruto del desconocimiento, sobre todo
aquellas que los califican de “locos” o “raros”, y que en
muchos casos les impidieron obtener trabajo:
Lo que a
mí me jode son los documentos, porque yo... figuro como que
estuve en el Atlántico Sur
24
.
Estas dificultades sólo pudieron ser vencidas
enfatizando sin lugar a equívocos
el rol
que yo pensaba
cumplir como historiador y
el uso
que iba a hacer de
los testimonios. No se trataría de una recopilación de
memorias (línea que suelen seguir la
mayoría de los libros sobre Malvinas),
sino del análisis de parte de nuestra
historia en base a fuentes orales y
escritas. Tanto para los entrevistados
como para mí debía quedar claro que la
fuente no hablaría por sí sola; pero
también que yo no hablaría en
representación de ella, sino
a través de
sus recuerdos para así probar una
hipótesis determinada de trabajo
.
Establecidas estas premisas, el repaso
conjunto de las grabaciones de las entrevistas dio a los
testigos tanto la posibilidad de verificar mi “lealtad”
como de revisar su propio testimonio. Por eso, creo que
es muy útil realizar este paso en la mayor cantidad de
casos posibles, ya que no sirve sólo para las
repreguntas, sino también para mejorar el nexo entre el
historiador y el narrador. Mi experiencia personal es
que los testigos reconocen y hasta agradecen nuestro
trabajo:
Lo que nosotros quisimos hacer, al año, vos lo estás
haciendo ahora, trece años después
25
.
Las entrevistas a veteranos de guerra demuestran
que el historiador oral no debe jamás anteponer su
interés profesional al bienestar emocional de los
entrevistados. Esta cuestión ética es de importancia
vital para testigos de sucesos especialmente duros. Lo
que para nosotros es una curiosidad histórica, puede
agravar un trauma profundo. Si la confianza del
narrador es destruida, el daño personal es grave.
Determinados testimonios deben contar
ineludiblemente con autorización no sólo para su
reproducción sino también para su interpretación. Por
ejemplo, “Diego” relató en una de las entrevistas la
muerte del subteniente que comandaba su sección,
ubicándola en el combate de Monte Two Sisters (11 al
12 de junio de 1982). Como ya dije, lo limitado de la
Guerra de Malvinas lleva a relatos muy minuciosos de
las batallas. Así, una descripción del combate de Monte
Tumbledown
26
, producido
dos días después
,
mencionaba la muerte de Silva, el subteniente de quien
“Diego” era Jefe de Grupo, al frente de algunos
soldados con los que había eludido el cerco británico.
Se destacaba el valor del muerto, por haberse replegado
en orden del Two Sisters a pesar de que el grueso de
sus hombres se había desbandado. En el siguiente
encuentro, planteé la cuestión a “Diego”, que se
mantuvo en su testimonio pero agregó que al
subteniente “lo habían matado por la espalda”.
Posteriormente, las memorias del jefe de las fuerzas
argentinas en el Tumbledown
27
me dieron más detalles
que confirmaron mi suposición: Silva había sido
muerto por la espalda en ese monte, y no donde decía
“Diego”. Mi testigo se había enterado
después
del
suceso, cuando ya como prisionero se reunió con los
sobrevivientes de su regimiento en Puerto Argentino. Él
estaba entre los que habían huido,
cuando su función más importante era
“cubrirle la espalda” al subteniente. Du-
rante ese repliegue, “Diego” tuvo una
experiencia terrible: en sus brazos había
muerto su compañero de promoción en la
Escuela de Suboficiales, deshecho por un
obús. Esa impotencia se sumó después a
la de no haber cumplido con el deber de
cubrir a su jefe:
Lo único que recuerdo, que lo perdí (...)
El cuerpo de él lo perdí entre mis manos. En
mi mente quería salvarlo... Quería sacarlo de
ese lugar... Ahí me echo yo esa culpa. No (...)
no tener... la
fuerza,
¡no sé qué fuerza! (...) De ser médico, o algo por el
estilo... hacer una camilla y arrastrarla. No pude hacer eso.
¡Nada! ¡Eso yo me echo la culpa!
28
Tal vez la única forma que “Diego” tuvo de
soportar ambas muertes y su “falta” fue la de
sincretizarlas en un mismo momento de su relato, ya
que al narrarlas separadamente, también mezcla las
circunstancias en que se produjeron ambas. Entonces,
“¿en qué aporta seguir avanzando, y en cambio, cuánto
daño puedo hacerle con ello?” debe ser una idea
permanente en nuestras cabezas cuando trabajamos
con temas dolorosos como la muerte, o la violencia
física.
Es interesante señalar que es posible observar
cambios individuales como consecuencia de nuestro
trabajo. “Diego”, tras la segunda entrevista, decidió
retomar estudios nocturnos. Al contar “hay algo que
parece que se desprende y quedaría como aliviado de
algo”, y por primera vez sus compañeros de estudio “lo
asumieron y me respetaron por lo que era”. Aunque no
podemos resolver los traumas, sí estudiamos y
mostramos
las causas que los originan, teniendo en
claro que “no ayudará a nadie confundir el escuchar
Todo es Historia,
Nº 276, Junio de 1990, p. 26.
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Voces Recobradas
33
LA ÚLTIMA DICTADURA
como historiador con el escuchar como un
terapeuta”
29
. En cuanto a la comunidad, surgen
reacciones alentadoras que demuestran lo positivo de
este tipo de historia. Como profesor secundario, los
fragmentos que escuchamos en clase con los alumnos,
o los que ellos mismos recogen a mi pedido, les resultan
sorprendentes y disparan su interés en muchas
direcciones. Pero tan asombrados como ellos, es bueno
decirlo, estuvieron muchos conocidos que fueron
leyendo mi trabajo a medida que lo hacía, personas que
vivieron
durante
la Guerra de Malvinas. La reacción
general podría titularse como “Ah, ¿pero es que
estuvimos en guerra?”.
Malvinas fue sólo un capítulo de un pasado
reciente muy doloroso, que tímidamente los argentinos
nos estamos atreviendo a visitar, y que incluye
crímenes de Estado, proscripciones y persecuciones. En
este sentido, los recuerdos de la guerra del Atlántico
Sur se asemejan cualitativamente a los de ex detenidos
políticos, familiares de desaparecidos, militantes
víctimas de la violencia represiva, que también
enfrentan un mito social que explica lo que les sucedió,
pero que no siempre los incluye. Creo que las
precauciones metodológicas y teóricas que seguí frente
a un tipo tan especial de testimonios pueden ser útiles
para visitar también esos pasados. Mi investigación, en
la que espero seguir avanzando, demuestra las
consecuencias terribles que para las personas puede
tener un manejo ligero o antojadizo del pasado, del que la
mejor muestra es el uso político que a veces se hace de él.
Si bien entendemos al pasado como una compleja
articulación de memorias individuales y colectivas,
resulta claro que a veces ésta no es posible, con las
consecuencias físicas y mentales visibles, en este caso, en
los veteranos de guerra. De la evidencia, surge cuán
negativo es para los individuos el pasado colectivo, si
éste es sólo una coexistencia de experiencias individuales
enhebradas por una visión histórica común. Desde el
punto de vista particular, la articulación entre lo privado
y lo público es posible cuando este último terreno incluye,
o deja el espacio como para que así suceda, experiencias
que no por ser minoritarias dejan de ser decisivas para
sus protagonistas. El caso contrario es el de la más
frustrante marginación: la negación de sucesos históricos
que dieron sentido a nuestras vidas; la carencia del eje
social para construir nuestra memoria individual. Las
entrevistas con veteranos de la Guerra de Malvinas
muestran cómo esto fue tomado, en muchos casos, como
la negación de la propia existencia.
1. Lucrecia Escudero, en
Clarín
, 5/03/95, p. 24. Algunos de
los libros aparecidos en forma inmediatamente posterior a la
guerra, reflejan el estupor de la sociedad argentina.
Los nombres
de la derrota
, op. cit.; Cardoso, Kirschbaum, Van der Kooy,
Malvinas: la trama secreta
, Buenos Aires, Sudamericana, 1983;
Rubén O. Moro,
La guerra inaudita
, Buenos Aires, Pleamar,
1985; Sergio Cerón,
¿Gesta heroica o derrota vergonzosa?,
Buenos
Aires, Sudamericana, 1984.
2. Néstor Montenegro y Eduardo Aliverti,
Los nombres de la
derrota
, Buenos Aires, Nemont, 1982, p. 65.
3. Popularizado sobre todo gracias al libro homónimo del
periodista Daniel Kon, aparecido en agosto de 1982 y base
para la primera película argentina sobre la guerra.
4. Gabriel Gómez (15 años). Encuesta entre alumnos. El
subrayado es nuestro.
5. Regine Robin,
Literatura y biografía
, en
Historia y fuente oral
,
No. 1,
“¿Historia oral?”
, Barcelona, 1989, p. 69.
6. Raphael Samuel and Paul Thompson (editors),
The Myths
We Live By
, London, Routledge, 1990, p. 2.
7. Alistair Thomson,
Anzac Memories, Living with the Legend
,
Melbourne, OUP, 1996, p. 11.
8. Para el planteo teórico del grupo, ver Popular Memory
Group, “Popular memory: theory, politics, method”. En Robert
Perks and Alistair Thomson (editors)
The Oral History Reader
.
London, Routledge, 1998. pp. 75-86.
9. Federico Lorenz,
The Unending War. Social Myth, individual
memory and Malvinas
. En prensa.
10. Domingo Morel (DM), Clase 1963, Regimiento de
Infantería Nº 7. Entrevista.
11. José Omar Ojeda (JOO), Clase 1963, Compañía Comando
Servicios, III Brigada. Entrevista.
12. Ver, por ejemplo,
No somos los chicos de la guerra
, reportaje
al presidente de la Federación de Veteranos de Guerra.
“Democracia”, 30/01/1994, p. 11.
13. DM.
14. Alejandro Ramón Cano (ARC), Clase 1963, Grupo de
Artillería Aerotransportada Nº 4. Entrevista.
15. Ramón Ayala (RA), Batallón de Infantería de Marina Nº 5,
Entrevista.
16. Omar Olsiewich (OO), Clase 1963, Regimiento de
Infantería Mecanizada Nº 3. Entrevista.
17. “Diego”. Seudónimo a expreso pedido.
18. RA.
19. DM.
20. “Diego”
21. “Diego”
22. Ronald J. Grele, “Movimiento sin meta: problemas
metodológicos y teóricos en la Historia Oral”. En Dora
Schwarzstein (comp.)
La historia oral
. Buenos Aires, CEAL,
1991, p. 133.
23. Federico Lorenz,
Yo quiero que la gente sepa. Una
aproximación hitórica oral a la guerra de Malvinas
. Ponencia
inédita.
24. DM.
25. OO.
26. General de Brigada (R) O. L. Joffre y Cnel. (R) F. F. Aguiar,
Malvinas. La defensa de Puerto Argentino
. Buenos Aires,
Sudamericana, 1987, p. 212 y ss.
27. Carlos H. Robacio,
Desde el frente. Batallón de Infantería de
Marina Nº 5
. Buenos Aires, Solaris, 1996, p. 296 y ss.
28. “Diego”
29. Raphael Samuel and Paul Thompson (editors),
op. cit.
, p. 6.
NOTAS
Todo es Historia,
Nº 357, Abril de 1997, p. 41.