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Voces Recobradas
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Paralaje:
perspectivas
en “la” historia
de origen
Voces Recobradas
26
Una nueva mirada sobre
investigaciones precedentes en
torno a los usos que los miembros
de la comunidad mapuche
Cushamen dan a sus
interpretaciones sobre el pasado.
Miguel Ñancuche Nahuelquir,
“cacique fundador” de la Colonia
Cushamen (gentileza de Isaura
Huenchunao)
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Voces Recobradas
27
1. El lugar desde donde se cuenta una historia
En el proceso creador de contar una historia
subyacen proyectos políticos, posicionamientos
ideológicos, reclamos económicos e intertextualidad
y disputa con otras historias. El discurso histórico
permite dirimir en varios frentes sociales por su
particularidad intrínseca: la evaluación
metacomunicativa de lo dicho como “verdad”, la
organización de los eventos en unidades completas y
reconocibles, la posibilidad de argumentar narrando
y la referencia —resupuesta o
creativa— a contextos y
posicionamientos sociales.
Resumiremos brevemente cada
uno de estos mecanismos
subyacentes a la acción de narrar
una historia. En primer lugar, las
historias representan “realidades
del pasado” como “aquello que
verdaderamente sucedió”. Quien
inicia la lectura de un relato
definido como legítimamente
histórico actualiza el marco
interpretativo sobre “la verdad” y
se posiciona a sí mismo como enunciador
competente y conocedor de “la realidad”. En
segundo lugar, las historias constituyen
entextualizaciones (Bauman y Briggs 1990) o
puestas-
en-intriga
(Ricoeur 2000), es decir, resultan del
proceso de selección y organización realizado por el
enunciador, de “una colección”
1
de eventos del
pasado. De este modo, la historia deviene una
unidad discreta posible de ser nombrada antes de
ser actualizada. Tercero, la operación de
entextualización simultáneamente supone la
construcción de una tesis o argumento (Carranza
1997). El enunciador sostiene y fundamenta a través
de la historia
puesta-en-intriga
un punto de vista
determinado. En cuarto y último lugar, la historia
constituye también una interacción, por lo tanto, el
enunciador que presupone sus destinatarios,
constantemente negocia los presupuestos
contextuales. La historia involucra un “yo” en
relación con “otros”, pero estas relaciones son
concretas y materiales. El proceso de
contextualización (Gumpertz 1982) a través del cual
El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
Paralaje: perspectivas en “la” historia de origen
Autores
Ramos, Ana y Delrio, Walter*
el enunciador identifica algunos rasgos de los
escenarios usados para producir contexto-marco,
permite el análisis de la historia en su devenir
sociohistórico.
El presente trabajo es una nueva mirada sobre
investigaciones precedentes (Ramos 1999, Ramos y
Delrio 1997) en torno a los usos que los miembros de
la comunidad mapuche Cushamen (provincia del
Chubut) dan a sus interpretaciones sobre el pasado.
El trabajo de campo realizado desde el año 1995
2
nos ha facilitado la conformación
de un
corpus
extenso de “historias”
del origen y los sentidos de
pertenencia de la comunidad
(Brow 1990). Algunas historias se
“oficializan”, ocupando el espacio
prestigioso de “la historia de la
comunidad”, otras se deslizan
ocultas entre portavoces todavía no
autorizados; algunas polemizan y
se contradicen pero todas se
reconocen entre sí; unas crean
comunidades imaginadas
ampliadas y tiempos de larga
duración, otras fundamentan la legitimidad de un
“nosotros” restringido y abarcan una temporalidad
cercana.
El estatuto jurídico de la comunidad como
“Colonia indígena agrícola pastoril” implica
procesos identitarios yuxtapuestos: autodefiniciones
como aborígenes, como argentinos y como pequeños
productores. Cada uno de estos posicionamientos
construyen de modo diferente “la historia de la
comunidad”, y en sus yuxtaposiciones y
contradicciones es posible inferir ciertas
regularidades. En un nivel de mayor sistematización
y abstracción reconocemos tres tipos de
narrativas
: la
narrativa aborigen de las injusticias, la narrativa
nacional fundacional y la narrativa clasista del
pequeño productor.
La metáfora de la
paralaje
nos permite hacer
alusión a la dinámica social conflictiva que subyace
en el aparente estatismo de una historia
entextualizada. Calificar una historia desde el punto
de vista de la
paralaje
implica poner el acento en la
existencia de otras historias y sus diferencias. Las
La metáfora de la paralaje
nos permite hacer alusión
a la dinámica social
conflictiva que subyace en
el aparente estatismo de
una historia
entextualizada.
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Voces Recobradas
28
posiciones aparentes de un astro en la bóveda celeste
difieren entre sí según el punto de observación, del
mismo modo, la identidad y el origen comunitarios
se ubican de modo diferente en el tiempo y en los
contextos sociales según el lugar desde el que se
cuenta la historia.
El carácter perspectivo (Foucault 1995) de la
práctica histórica se torna comprensible a la luz de
cierta relación estratégica en la que el agente social
está situado (Costa y Mozejko 2000). Las huellas de
las opciones realizadas —dentro de los márgenes
impuestos por las coacciones— se encuentran
objetivadas en el texto de la historia.
El énfasis en la
paralaje
nos permite, primero,
hacer foco en las versiones dispares de cada
enunciador, pero principalmente en el
posicionamiento político inferido del peso relativo
que cada una de las narrativas
adquieren en su “historia” particu-
lar; segundo, reemplazar los
enfoques monolíticos sobre la
historia de comunidad y hacer
nuevos énfasis sobre la
construcción de ambigüedades,
desplazamientos y aparentes
contradicciones como estrategia
política en la construcción de
identidades simultáneamente
incluidas y excluidas en el estado
nación; finalmente, relacionar las representaciones
discursivas con sus agentes sociales, y las
construcciones culturales con las políticas efectivas y
concretas.
2. Paralajes y narrativas
2.1 La narrativa de las injusticias
Los eventos seleccionados por los pobladores de
Cushamen en la construcción de una historia de
comunidad desde la óptica de la “narrativa de las
injusticias” refieren a “la época de la conquista” y a
la oposición interétnica. Esta aproximación narra
principalmente los enfrentamientos entre los
winkas
y los aborígenes, los éxodos pasados y latentes, las
injusticias sufridas por los “antiguos” y por los
pobladores actuales. La narrativa presupone un
origen común en la preexistencia del indígena en el
territorio nacional, los desplazamientos de los
“antiguos mapuche” escapando del ejército, la
llegada a Cushamen, las “invasiones” posteriores del
extranjero que se hizo rico adquiriendo las tierras de
la comunidad con la ayuda del comercio y las leyes
“del blanco”, la historia del alambrado y la
arbitrariedad. La historia comienza muy lejos del
territorio actual de Cushamen, y aún no ha
terminado: la amenaza de tener que volver “a
disparar del winka” persiste, del mismo modo que
continúan las injusticias.
El contexto que emerge en estas historias es el
escenario de las relaciones interétnicas, en las cuales
el blanco es una amenaza para la precariedad de los
títulos de propiedad de la tierra y la seguridad de la
permanencia en Cushamen como comunidad
mapuche. En los últimos años, este enfoque histórico
ha sido también el fundamento de la
autolegitimación en la disputa política por los
recursos (subsidios, ayudas estatales, intervenciones
de las ONG).
La función identitaria emergente en la narrativa
de las injusticias consiste en presuponer y recrear
“un nosotros aborigen” en sentido amplio. La
Aboriginalidad —en tanto comunidad imaginada
(Beckett 1991)— es reafirmada cuando el enunciador
apela a patrones compartidos de la
experiencia: engaños, violencia,
robos, arbitrariedad, entre otras
prácticas padecidas por el indígena.
El tiempo de las narrativas de las
injusticias, perteneciente a la larga
duración, se entronca con el
“tiempo indígena” de una
“comunidad aborigen” más amplia.
Los descendientes de Ñancuche
retroceden en el tiempo hasta
hacerse partícipes de las injusticias
inauguradas con la llegada de Colón a
Centroamérica y con aquellas cometidas contra
Túpac Amaru en Cuzco. En este nuevo contexto de
interacciones interétnicas, el estado-nación, y su
historia de conquista y “campañas al desierto”, es
una más de las injusticias padecidas. Estas
inclusiones se explican por la Aboriginalidad
imaginada en sentido abarcativo que permite que el
indígena de México, de Chile o del norte argentino
sea considerado “iguales” y miembros de una
misma comunidad. En este sentido el “nosotros
aborigen” siempre ha existido y su permanencia en
el tiempo es la que engloba el corto período de la
historia nacional. La preexistencia, el derecho de
haber ocupado las tierras con anterioridad a la
conquista, constituye un punto de origen
inamovible. Un tiempo que se prolonga hasta el
presente, pero trascendiendo la fractura que
significó la conquista.
Sin embargo, el trabajo de eufemización es
constante, llegando incluso al silencio, cuando la
narrativa enfrenta los pivotes de las otras dos
narrativas. El “otro” es el blanco, pero
específicamente es el “extranjero” o el “rico.”
Entonces la narrativa nacional fundacional y la
narrativa clasista entran en juego. Las buenas
La narrativa fundacional,
en Cushamen, recrea un
mito de origen y un héroe
común para imaginar la
pertenencia aborigen en el
estado-nación.
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Voces Recobradas
29
relaciones entre la Nación Argentina y los
aborígenes de Cushamen no son nunca puestos en
cuestión: las campañas militares del general Roca
son borradas de las historias. Esta narrativa tampoco
fractura la solidaridad entre los pequeños
productores, al punto que algunos blancos que hoy
en día viven en la comunidad y comparten sus
vicisitudes cotidianas no forman parte del enemigo.
Estas son las historias que circulan en los
espacios intraétnicos —organizaciones indígenas,
congresos aborígenes, eventos indígenas nacionales
e internacionales—, en los ámbitos interétnicos de
negociación con las ONG, Endepa o el gobierno —
cuando éste es representado, por ejemplo, por el
INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas)—, y
en los espacios intracomunitarios, en los momentos
que los enunciadores subrayan el “ser aborigen”
instaurado en las tradiciones y actualizan sentidos
de pertenencia en clara oposición a los
winkas
.
2.2 La narrativa fundacional
Las historias entextualizadas en el marco de “la
narrativa fundacional” son aquellas que ubican el
origen compartido en las tierras de Cushamen. La
historia comienza con los sacrificios realizados por el
cacique Ñancuche, hacia fines del siglo XIX, para
obtener la legalidad de las tierras de la Colonia:
ayuda al Perito Moreno enfrentándose a otros
indígenas “extranjeros”, participa como baqueano
para el ejército nacional en la época de las campañas
militares del general Roca (acción re-definida como
“servicio militar”), recorre largas distancias hasta
Chile (evaluado por los enunciadores como
“equivocación”) y hasta Buenos Aires para hacer los
trámites correspondientes, y finalmente, es recibido
como “huésped de estado” por el general Roca,
quien firma el decreto en el que se otorgan las tierras
de Cushamen al cacique Ñancuche y su gente.
El contexto emergente en las historias
enmarcadas en este tipo de narrativa es la Nación
Argentina. Ésta es la principal escenografía de los
distintos eventos, y es también, el escenario que
intenta actualizar el enunciador. Las buenas
relaciones entre la comunidad Cushamen y el
gobierno son citadas con el propósito de
reafirmarlas. El estatus de Colonia, la exclusividad
del aborigen en la primera entrega de tierras, la
distribución de lotes realizada por Ñancuche y el
decreto de Roca que confirma este estado de cosas
conforman tanto la trama en “la historia” como en
las negociaciones actuales de la vida ordinaria.
Las identidades repuestas en estas historias
desplazan la atención sobre la Argentinidad del
aborigen de Cushamen. Los enunciadores reconocen
que la historia oficial argentina es el mecanismo por
el cual el estado organiza el tiempo y la legitimación
política de los hechos históricos, por lo tanto, el
autor sociocultural de la narrativa fundacional
comprende la importancia argumentativa del tiempo
histórico nacional para valorizar positivamente sus
identidades. El enunciador de Cushamen introduce
el “tiempo indígena” en el acontecer del “tiempo
nacional”, siguiendo los lineamientos de su época al
entroncar una creación común, un mito de origen
que les permita plasmar su heterogeneidad.
La narrativa fundacional, en Cushamen, recrea
un mito de origen y un héroe común para imaginar
la pertenencia aborigen en el estado-nación. El
origen compartido es la lucha de la civilización con-
tra el salvajismo, es la conquista del desierto, y la
defensa del naciente “territorio nacional”. Este mito
de origen implica la posterior conversión del
indígena a la civilización y su reinserción en la
historia como “raíz histórica”.
Este asalto al tiempo nacional se produce con
ciertos eufemismos: en primer lugar, re-definiendo
la posición del autor de la narrativa frente a la idea
de “salvajismo”. Los “salvajes” son los aborígenes
extranjeros o aquellos con los que se tiene una gran
distancia temporal, en definitiva, los “salvajes” son
otros. Segundo, en este juego aparente de
presuposiciones, la figura de Ñancuche como héroe
de la Nación desafía un tiempo histórico que
comienza con la destitución de los grandes hombres
aborígenes y la conformación de un panteón de
héroes en los que la aboriginalidad no tiene ninguna
presencia. Ñancuche hace su entrada en la historia,
silenciosamente, sin buscar renombre ni gloria, lo
cual lo define como un prócer más legítimo que los
mismos próceres de la Nación.
Ñancuche es una “persona modelo” (Castro
Klaren 1989), cuyas acciones humanas y sus
Rehue. Camaruco de Cushamen, febrero 1996 (foto tomada con la
autorización y a solicitud de los cabecillas Prudencio Nahuelquir y
Demetrio Miranda).
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Voces Recobradas
30
consecuencias sólo pueden ser interpretadas desde
la ética del “sacrificio” por la Nación y del “sacrificio
cristiano”. De este modo, presupone y responde las
críticas de la narrativa clasista que —como
señalaremos adelante— juzga a Ñancuche como
“traicionero de su propia raza”. La narrativa
fundacional introduce el “tiempo aborigen” en el
“tiempo nacional” en el evento narrado donde
Ñancuche salva la vida al “argentino” Perito
Moreno, cautivo por el cacique Sayhueque. Para
evitar conflictos con otros caciques, Ñancuche
habría solicitado al gobierno que este episodio no
fuese nombrado en “la historia oficial”. Según los
narradores ésta es la causa por la cual el hecho
permanece silenciado en la historia nacional.
Ñancuche sirve al ejército valientemente para
“defender la tierra” y en virtud de este
comportamiento es reconocido por el presidente
Julio Argentino Roca que lo
recibe en la Casa de Gobierno
como “huésped de estado” y le
otorga las tierras de Cushamen
por medio de un decreto. La
comunidad de Cushamen
actualiza permanentemente este
reconocimiento en sus reclamos
tanto discursivamente (en las so-
licitudes) como en prácticas no
discursivas (la edificación de un
monolito visible desde la ruta en
las tierras en las que había vivido
Ñancuche).
Los descendientes de Ñancuche son los que
hoy en día han “oficializado” esta narrativa en la
Colonia, del mismo modo que los descendientes
de las treinta familias invitadas por Ñancuche
para formar parte de la comunidad
3
. La mayor
parte de ellos posee —o reclama— los lotes
otorgados por Ñancuche en aquella oportunidad.
La educación oficial desde el año 1903, las
represiones policiales y los discursos
discriminatorios, de maneras diferentes, han
influido durante largas décadas en la
confirmación de una identidad que busca ser
valorada en términos hegemónicos.
2.3 La narrativa clasista
Las historias que hemos agrupado en el
marco de una narrativa clasista se encuentran
menos entextualizadas, aún no se recortan y
reconocen como unidades discretas. Sin embargo,
mantienen cierta regularidad argumentativa: la
oposición entre el “pobre” y el “rico”, y un
posicionamiento “contra-oficial” con respecto a la
narrativa fundacional. Los eventos históricos son
seleccionados con el propósito de fundamentar
ambos puntos de vista.
Por un lado, se sostiene que Ñancuche no ha
sido ecuánime ni desinteresado. Para describir los
primeros años de la Colonia —antes de la crisis
del 30— los enunciadores dividen a los
pobladores en dos grupos: los hijos y hermanos
de Ñancuche, definidos como “ricos estancieros”
y los pobladores pobres que podían ser
mapuche
o
winkas
. En este último caso, los enunciadores
denuncian la falta de ayuda y la exclusión
padecida por “el pobre” que además era
winka
.
Los años recientes aparecen, en la lectura de esta
narrativa clasista, protagonizados por los ricos
comerciantes o estancieros calificados como
“usureros” o “individualistas” —que
generalmente ya no son mapuche—, y por las
sociedades anónimas o los grandes estancieros
que explotan a los peones de la
Colonia o han quitado tierras a
sus pobladores (Compañía de
Tierras —de capitales ingleses—,
Benetton, etc.).
Por otro lado, los
enunciadores califican el accionar
de Ñancuche —su participación
como baqueano del ejército—
como traición a su “propia raza”.
En el marco de esta perspectiva,
la narrativa fundacional es sólo
una versión autorizada en la
comunidad. El enfrentamiento
entre ambas narrativas es explícito cuando el
enunciador cita el argumento central de la teoría
contraria (“algunos dicen...”). De todos modos,
entre ambas narrativas hay muchas
interpretaciones coincidentes, sobre todo aquellas
que hacen hincapié en la construcción de una
“identidad argentina”.
Estas historias son contadas por algunos
jóvenes, cuya trayectoria de representación y
militancia en organizaciones locales de Cushamen
ha implicado cierto contacto con algunos
representantes de partidos políticos y con otros
pequeños productores no aborígenes en las
organizaciones regionales y nacionales. Por lo
tanto, el contexto emergente son los abusos, la
falta de recursos, la necesidad de subsidios del
hombre de campo, y más aún, de aquellos que
viven en tierras poco productivas. Estas versiones
históricas, por otra parte, son actualizadas en la
situación de entrevista cuando el grabador se
encuentra apagado, señalando así su valor de
“contra-historia”. De las tres narrativas, este
marco histórico es el único que se presenta como
las estrategias de
invisibilización —
predominantes en
décadas pasadas— han
dado lugar a la marcación
de la identidad étnica
como medio político
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Voces Recobradas
31
“correctivo” de los otros argumentos más que
como una tesis en sí mismo.
3. Reflexiones finales
3.1 ¿“La” historia de Cushamen?
El marco temporal de las distintas narrativas se
va acortando progresivamente: preexistencia,
fundación y diferenciación social. Las
temporalizaciones dispares permiten la
yuxtaposición de los puntos de vista en el devenir de
un mismo relato o la utilización estratégica de cada
uno de estos marcos interpretativos en contextos
diferentes por el mismo enunciador.
La narrativa de las injusticias, originada en la
preexistencia del aborigen en el actual territorio
argentino, ha ido originando historias compartidas
por la mayor parte de los pobladores de la
comunidad desde fines del siglo pasado.
Actualmente, el “ser aborigen” opera como marco
legitimador de los otros puntos de vista. Es decir, las
estrategias de invisibilización —predominantes en
décadas pasadas— han dado lugar a la marcación de
la identidad étnica como medio político efectivo de
negociación con el estado-nación.
Las narrativas fundacional y clasista devienen
posicionamientos enfrentados en las disputas
intracomunitarias por la legitimidad social y la
representación política. La “oficialidad” de las
versiones fundacionales es puesta en duda por el
punto de vista clasista. El reclamo de unos por
autorizar su voz, y de otros por no perder su
autoridad y competencia en el saber legítimo de lo
que “realmente sucedió” subyace en este debate. Las
historias fundacionales defienden la legalidad
histórica de la propiedad de la tierra, las relaciones
intertextuales con los discursos de la historia oficial
argentina y la figura
heroica de Ñancuche
como el baluarte de la
territorialidad y la
fundación de la
comunidad. Los
descendientes de
Ñancuche construyeron
un monolito en
homenaje a este cacique
y allí realizaron un acto
público al que asistieron
el gobernador provincial
y la televisión regional.
Ésta es la cara política de
la fundación: un nosotros
que entra en la historia,
celebra a sus héroes y, de
este modo, defiende sus
tierras. La narrativa clasista emerge de los
intersticios y silencios olvidados por aquellas
versiones y reivindica el lugar de las identidades
marginadas por la narrativa fundacional: el hombre
de campo que no puede reponer un linaje y una
etnicidad “pura”. Los criterios de “pérdida” de
autenticidad aborigen son los que están en juego:
para unos la mayor o menor distancia con respecto a
la fundación de la Colonia implica o no un
alejamiento identitario, para otros es la adquisición
de riquezas y la acumulación de tierras, lo que
constituye la pérdida de autenticidad.
No obstante, todas estas narrativas constituyen
posicionamientos interétnicos, en las relaciones con
el estado-nación, para el reconocimiento simbólico,
político y económico. La estrategia posicional del
enunciador, que se autodefine como descendiente de
“aquellos que estuvieron antes de la llegada de los
blancos”, consiste en anclar las identidades en una
subjetividad aborigen valorada positivamente por
los discursos nacionales e internacionales. Las voces
aborígenes actualizan la interpretación culturalista y
pluralista, y posicionándose allí, legitiman su
argumento de denuncia ante las injusticias
padecidas, la escasez de tierras y la falta de subsidios
y programas.
La estrategia de la narrativa fundacional
consiste en hacer propia la subjetividad del
ciudadano argentino creada por la historia oficial. La
territorialización de Cushamen es comprendida
como resultado de un decreto del gobierno nacional,
del asalto al tiempo histórico de la Nación —a través
de la participación de un prócer propio como
Ñancuche— y del cumplimiento correcto de las
obligaciones ciudadanas: servicio militar, adelantos
(agricultura), civilización (educación). El argumento
Rogativa en el monolito situado donde se levantara la casa de
Miguel Ñancuche Nahuelquir. Enero de 1996.
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Voces Recobradas
32
legitima, así, las denuncias por la inseguridad de los
títulos de propiedad y opera como fundamento para
el reconocimiento político de “la comunidad” y los
reclamos colectivos.
La narrativa clasista hace foco en las injusticias
y la diferenciación social. Los enunciadores se
posicionan en la subjetividad de la
clase trabajadora, del pobre o del
desposeído. Desde allí “el otro” es
claramente identificado: el rico
invasor, generalmente
winka
y
extranjero. Las significaciones
culturales emergentes de la
experiencia de la subordinación
económico-política realzan al
hombre de campo, al trabajador
que “desea progresar”.
Aboriginalidad y Nación se
encuentran en el pequeño
propietario a quien le cuesta pasar
el invierno, a quien no le alcanzan
las tierras para mantener a su fa-
milia, a quien le cuesta mantener
una huerta por la escasez de agua y la
improductividad del suelo. Éste es el lugar
reivindicado por las versiones clasistas y actualizado
por los enunciadores para reclamar ayudas,
subsidios y proyectos.
La paralaje entre estas historias es “la” historia
de Cushamen. La Aboriginalidad, la Nación y la
Clase nunca son negadas en las interpretaciones que
los pobladores hacen sobre su pasado; todas ellas
están presentes en los diferentes
puntos de vista. Por su parte, el
estado
4
permanentemente describe
y explica las diferencias con el
propósito de apropiarlas (Briones
1995). Los posicionamientos desde
la diferencia devienen, en
consecuencia, en disputas o luchas
transformistas previsibles; sin em-
bargo, también innovan e
impugnan. Cada narrativa es un
modo particular de articular estos
tres posicionamientos y de
confirmar-desafiar la construcción
hegemónica sobre sí mismos como
un “otro interno”: un otro que
formando parte de la “Nación plu-
ral” legitima sus identidades en las diferencias
étnicas y clasistas.
Los énfasis en cada uno de estos orígenes
Rehue. Camaruco de Cushamen, febrero 1996. (foto tomada con la
autorización y a solicitud de los cabecillas Prudencio Nahuelquir y
Demetrio Miranda).
Las subjetividades —aún
simplificadas por
nosotros en este
trabajo— operan como
“redes subterráneas de
cultura” (Escobar
op.cit.
)
que, no obstante, pueden
estar tornándose visibles
como formas de acción y
movilización colectiva.
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Voces Recobradas
33
-Bauman, R. y Briggs Ch., “Poetics and performance as critical
perspectives on language and social life” en
Ann. Rev. Anthropol.
,
1990, 19:59-88.
-Beckett, J, “Aboriginality and the Nation-State, A Comparative
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, Institute of Latin American Studies, Univ. of Texas at
Austin. Fall Semester, 1991.
-Briones, C., “Hegemonía y Construcción de la “nación”.
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Papeles de trabajo,
Centro Interdisciplinario
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1995, pp. 33-48.
-Brow, J., “Notes on Community, Hegemony, and the Uses of the
Past”, en
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Argumentar narrando
, 1997.
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latinoamericana
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, SAGE, London, Newbury Park and New Delhi, 1992,
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-Ramos, A.,
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, Tesis de Licenciatura
en Cs. Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1999.
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Antropología e Historia a través de un estudio de caso”,
Simposio: Antropología e Historia. Reflexiones disciplinarias y
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Económica, 2000.
-Voloshinov, V.,
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, Madrid,
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BIBLIOGRAFÍA
*
Ana Ramos. Lic. en Ciencias Antropológicas. Instituto de
Lingüística, Facultad de Filosofía y Letras-UBA. Becaria de
Doctorado (FFyL-UBA).
Walter Delrio. Mtro. en Historia. Sección Etnografía y Etnología,
Instituto de Cs. Antropológicas, FFyL-UBA. Becario del CONICET.
1
La idea de “colección” nos permite relativizar la “elección” del
enunciador. Como ya han señalado varios autores, las
coyunturas definen sus propios temas y horizontes de sentido
(Voloshinov 1929), es decir, las distintas formaciones discursivas
reponen sus archivos de lo decible (Foucault 1995).
NOTAS
2
El trabajo de campo ha sido llevado a cabo desde 1995 hasta la
fecha en la Colonia Pastoril Cushamen, provincia de Chubut,
Argentina. Queremos agradecer a todas las personas de la
comunidad que han querido compartir con nosotros sus historias
y, especialmente, a la familia de Martiniano Nahuelquir.
3
Los pobladores de Cushamen recuerdan que las familias fueron
incluidas en la Colonia con el fin de cumplir con un determinado
número estipulado en el decreto de creación.
4
El estado es entendido aquí en términos gramscianos como
sociedad civil y política.
señalan la tesis central del narrador; el trabajo de
eufemización implica la copresencia de las
narrativas; las contradicciones, los desplazamientos
y las redefiniciones manifiestan la polémica
identitaria. La paralaje de los puntos de vista sobre
el origen, los eventos y los protagonistas, articula en
una historia común, “la” historia de la comunidad,
heterogénea, intertextual y en permanente conflicto.
3.2 Una historia abierta:
posicionamientos estratégicos
Las historias que circulan en Cushamen —aún
con sus perspectivas enfrentadas— constituyen actos
de creación colectivos y, en este sentido, confirman
el sentido de pertenencia comunitario. Sin embargo,
siguiendo a Escobar (1992), reflexionar sobre las
prácticas cotidianas permite centrar el estudio en la
intersección de los micro-procesos de articulación de
significados, por un lado, y los macro-procesos de
dominación, por otro. Los pobladores de Cushamen
construyen sus identidades, su pasado y sus ideas de
“comunidad” a través de la re-combinación e
innovación de elementos. Sus síntesis históricas
conflictivas y heterogéneas —entre espacios de
coacción y resistencia— representan el constante
proceso de formación identitaria. Por lo tanto, la
articulación de posicionamientos es multivalente con
respecto a las ideologías dominantes: sus
significados enfrentan, cambian, desafían y aceptan.
Las subjetividades —aún simplificadas por
nosotros en este trabajo— operan como “redes
subterráneas de cultura” (Escobar
op.cit.
) que, no
obstante, pueden estar tornándose visibles como
formas de acción y movilización colectiva. Ésta es la
historia abierta de Cushamen: las historias orales
conforman identidades múltiples, las ambigüedades
se tornan estratégicas políticamente y, finalmente,
ciertas articulaciones corporizan en la acción
desafiante. Hoy en día hay indicios de formación de
nuevos movimientos comunales, cuyo propósito
explícito de gestación consiste en ocupar los lugares
vacíos dejados por las organizaciones indígenas y las
instituciones oficiales. “La” historia de Cushamen
continúa articulando el “ser aborigen”, el “ser
argentino” y el “ser campesino” entre las disputas
culturales y la movilización efectiva.
La paralaje entre las distintas subjetividades
nos permite aproximarnos a “la historia de la
comunidad”, y con este anclaje, leer “culturalmente”
las prácticas políticas y las acciones colectivas.
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Voces Recobradas
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t
raduccione
s
Paralaxe:
perspectivas
“na história” de
origem
O trabalho fundamenta-se em diversas
narrações da “história” de uma
comunidade mapuche argentina
(Colônia Cushamen, Província. de
Chubut). “A história da comunidade”
é construída de modo diferente
segundos os diversos
posicionamentos. Estes implicam
processos de identificação justapostos
que atravessam os povoadores da
comunidade: autodefinições como
aborígenes, como argentinos e como
pequenos produtores. Reconhecemos,
então, três tipos de
narrativas
: a
narrativa aborígene das injustiças, a
narrativa nacional fundacional e a
narrativa classista do pequeno
productor. Através da metáfora da
paralaxe indagamos das versões
dispares de cada enunciador, mas
principalmente do posicionamento
político inferido, do peso relativo que
cada uma das referidas narrativas
adquirem em sua “história” particular
e do uso estratégico desses
linhamentos interpretativos em
contextos diferentes (relações com o
Estado-nação, conflitos intra-
comunitários, etc.).
Procuramos abordar os mecanismos
subjacentes à ação de narrar uma
história: a atualização do marco
interpretativo sobre “a verdade,” a
organização dos eventos em unidades
completas e reconhecíveis, a
construção de uma tese ou argumento
e por último como referência a
contextos e posicionamentos sociais.
Parallax:
perspectives
in “the” original
history
This work focuses on the different
narrations of “the history” of an argen-
tine
mapuche
community (Colonia
Cushamen, province of Chubut). “The
history of the community” is built in
different ways from the different posi-
tions. These positions imply juxta-
posed identity processes of the people
of the community: they go from self-
definition such as aboriginals, argen-
tines and small producers. We recog-
nize, then, three kind of narratives: the
aboriginal narrative of the injustices,
the national foundational narrative
and the class narrative of the small
producer. We inquired into the differ-
ent versions of each enunciator
through the metaphor of the parallax,
but mainly in the political position
deduced from the relative importance
that each one of the narratives acquire
in its particular “history” and in the
strategic use of each one of these inter-
pretative frames in different contexts
(relations with the state-nation, inter-
communitary conflicts, etc.) We try to
undertake the mechanisms under the
action of telling a story such as the
actualization of the interpretative
frame of “the truth”, the organization
of the events in complete and recog-
nizable units, the construction of a
thesis or an argument and the refer-
ence to social contexts and positions.
Parallaxe:
points de vue
sur «l’»histoire de
l’origine
Le travail est centré sur les différents
récits de «l’histoire» d’une
communauté mapuche argentine (à
Colonia Cushamen, province de
Chubut). «L’histoire de la
communauté» est construite
différemment à partir des divers
positionnements. Ceux-ci impliquent
des processus identitaires juxtaposés
qui intéressent tous les habitants de la
communauté: à partir
d’autodéfinitions en tant
qu’aborigènes, en tant qu’argentins et
en tant que petits producteurs. Ainsi
est-il possible de reconnaître trois
types narratifs: le récit aborigène des
injustices, le récit national constitutif et
le récit de classe du petit producteur.
A travers la métaphore de la parallaxe,
nous avons fait des recherches dans les
versions dissemblables de chaque
énonciateur, mais principalement dans
le positionnement politique inféré du
poids relatif que chacun de ces récits
obtient dans son «histoire» particulière
et dans l’usage stratégique de chacun
de ces cadres interprétatifs en
différents contextes (rapports avec
l’état–nation, conflits intra–
communautaires, etc.) Nous essayons
d’aborder les mécanismes sous–jacents
à l’action de raconter une histoire:
comme une actualisation du cadre
interprétatif sur «la vérité», comme
une organisation des événements en
unités complètes et reconnaissables,
comme une construction d’une thèse
ou d’un argument et comme une
référence à contextes et
positionnements sociaux.
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