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12
¿El té
de las cinco?
¿El té de las cinco?
Autores
Miguez, Mercedes;
Vega, Susana; Ventola,
Viviana; Vilela, Marcela;
Dorin, Lucía; Martino, Laura
Los Talleres de Historia Oral
entre el hecho cultural
y la función social
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13
Introducción
“Relatos que hacen la
historia” es el nombre
del proyecto que dio
origen a este trabajo, que
es un emprendimiento
conjunto entre el
Instituto Histórico de la
Ciudad de Buenos
Aires, a través del
Programa de Historia
Oral, y PAMI. El mismo
se encuadra dentro de
los lineamientos
tradicionales de la
práctica de Talleres de
Historia Oral, y
presenta, además,
algunas cuestiones
particulares que ponen
de relieve aspectos que
en general están
presentes en este tipo de
investigaciones, pero
que en el proyecto
citado, por sus caracte-
rísticas, cobran mayor
relevancia. Algunos de
estos aspectos son:
la
vejez; el entrecruzamiento
institucional; la elección de
los informantes; el rol del
historiador, tanto en lo que
hace a su papel de
investigador como a sus
funciones de coordinador y
de gestor cultural; la
elección del tema a investi-
gar; etcétera.
En el marco del
proyecto mencionado el
tema que se abordó
durante el año 2000 fue
“El trabajo”.
Obviamente, las
funciones y objetivos del
Instituto Histórico y de
PAMI son
absolutamente
diferentes, por lo que
encontrar un punto de
convergencia que haga
posible la tarea es una
construcción casi diaria.
Ambas instituciones
tienen una intervención
activa pero diferente en
todo el desarrollo del
proceso con todos los
elementos facilitadores y
entorpecedores que esto
supone para los
objetivos de cada
institución.
PAMI se encarga de
la convocatoria, la
inscripción, la elección
de los lugares donde se
realizan los talleres,
asigna profesionales,
trabajadoras sociales o
psicólogas, que, con sus
modalidades
particulares, participan
sobre todo haciendo un
seguimiento de la
asistencia o
problemática de los
participantes del taller.
El Instituto Histórico
elige el tema a investigar
y aporta los
historiadores que se
harán cargo de todo el
proceso: coordinar el
taller, realizar el análisis
e interpretación,
elaborar las
publicaciones e
intervenir en los eventos
que PAMI prepara
durante el transcurso
del ciclo y que
responden a los
objetivos que ellos se
trazan para este
proyecto.
El ciclo 2000 se llevó
a cabo en una Agencia
de PAMI, en un Centro
de Jubilados, en una
Residencia geriátrica y
en la Casa de la Cultura
de PAMI.
–Las agencias son los
lugares donde los
jubilados y pensionados
van a realizar todos los
trámites relacionados
con médicos, sanatorios,
abogados, geriátricos,
etc., y donde, además,
suelen realizar algunas
actividades de
recreación.
–La Casa de la
Cultura es un espacio
dedicado especialmente
a la realización de
actividades y talleres
recreativos y culturales.
–Los Centros de
Jubilados no dependen
de PAMI, pero éste tiene
una vinculación con los
mismos y les ofrece
servicios.
–Las residencias de
PAMI son casas donde
viven aquellos que no
cuentan con vivienda
propia o que,
teniéndola, la entregan
para que la administre
la Institución porque no
pueden o no quieren
vivir solos.
Como vemos, hay
cuatro tipos de ámbitos
diferentes, lo que
implica cuatro maneras
de llegar a los talleres y,
por ende, cuatro
maneras diferentes de
construcción de los
relatos.
En mayor o menor
medida hay en todos los
casos una cierta
inclusión en PAMI no
sólo desde el lugar de la
salud y la enfermedad,
sino también en la
aceptación de
propuestas que exceden
el marco médico.
Como siempre que
trabajamos en Talleres
de Historia Oral no hay
una elección previa de
los informantes, la
convocatoria es amplia y
los temas a investigar
también, y especialmen-
te están centrados en la
vida cotidiana, el barrio
como espacio de
socialización, sus trans-
formaciones, los
vínculos vecinales, la
educación, etcétera. Esto
es así porque
prima facie
son los temas que los
relacionan y los
conforman no sólo en un
grupo, sino también
como portadores de una
memoria colectiva que
dará cuenta de las
particularidades de cada
espacio barrial, en lo que
hace a los elementos
identificatorios e
identitarios atinentes a
sus similitudes y
diferencias con otros
espacios barriales.
En el caso que nos
ocupa tomamos el tema
del trabajo porque
partimos del supuesto
que, frente a los grandes
cambios operados en el
presente en cuanto a las
relaciones laborales,
jubilación, etc., los
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14
beneficiarios del PAMI
“son de las últimas
generaciones” que
cumplieron un ciclo
completo de
incorporación a la vida
laboral, desarrollo,
progreso y jubilación,
más allá de los avatares
por los que haya
transcurrido esa vida,
además de estar
contenidos, con sus
dificultades, en un
sistema de seguridad
social.
En términos
presentes y en lo que
concierne a este aspecto,
podemos decir que los
beneficiarios de PAMI
no son excluidos del
sistema. Si están
excluidos, será por ser
viejos, por estar
enfermos o por cobrar
haberes miserables.
Quiénes participan
en nuestros talleres
a) Experiencias del
pasado en común
Participaron
alrededor de 80
inscriptos, y se
realizaron más de 20
reuniones en cada taller.
Los participantes son
hombres y mujeres que
tienen entre 60 y 90
años, afiliados al PAMI.
Este dato concreto,
único elemento en
común, no es
irrelevante, ya que
significa haber trabajado
o ser cónyuges de
quienes han trabajado,
lo cual los convierte en
jubilados y pensionados.
Además, el hecho de
haber nacido
aproximadamente entre
las décadas del 10 y del
30 no deja de
representar también una
experiencia en común.
Cuando usamos el
concepto de experiencia,
utilizamos el concepto
de E. P. Thompson,
quien lo caracteriza
como “el que más ayuda
a encarar estos procesos,
en tanto permite
explicar
simultáneamente el
modo en cómo se
constituyen
representaciones
sociales a partir de
experiencias
individuales primarias,
y a la vez el modo en
cómo esas experiencias
primarias son vividas e
interpretadas por sus
protagonistas a la luz de
las experiencias
acumuladas, decantadas
y convertidas en
representaciones
simbólicas”.
1
En realidad, nuestros
informantes habrían
vivenciado
conjuntamente la
experiencia de ser
incluidos
dentro de la
sociedad, ya que la
juventud de unos y la
infancia de otros
coincidieron
temporalmente con los
grandes cambios
estructurales operados
en la sociedad, en la
primera mitad del siglo
XX, más exactamente en
las décadas del 20, 30 y
40. Es precisamente en
ese momento en que el
país asiste a un
paulatino proceso de
industrialización, lo que
modifica las relaciones
de producción, y el
Estado deja su papel de
mero espectador para
intervenir más
directamente en la
sociedad civil y, por
extensión, en la vida de
las personas, operando
como nivelador de las
diferencias sociales. Es
así que el Estado actúa
como proveedor de los
instrumentos que
brindan cobertura social
y sanitaria (nuevas leyes
laborales, en las que se
reglamentan las
jornadas de trabajo, el
tiempo libre, los salarios,
las jubilaciones, etc.),
todo esto con la
intención de evitar el
conflicto social en un
país próspero que estaba
incorporando nuevos
sectores a la producción
y al consumo. La
difusión de esta
prosperidad coadyuva a
la movilidad social,
creando la imagen de
una sociedad abierta y
con posibilidades para
todos.
Asimismo, este
Estado trata de construir
una memoria común, a
partir de la
subordinación de la
memoria personal y
familiar, usando como
uno de sus principales
instrumentos la
educación, “una
educación que, desde
luego, viene desde
principios de siglo y
opera en la construcción
de una memoria
colectiva, pública, que
escinde la historia
familiar, la pequeña
historia no comunicable
a los otros, de la historia
general que cultiva a ese
Estado, sus mitos y sus
orígenes, y en la cual y
con la cual hay que
identificarse. Es decir, el
Estado que se celebra a
sí mismo. La escuela
pública: instrumento
igualitario, nivelador
–qué duda cabe–, pero
uniformizador, invasor
de la diversidad, de la
pluralidad”.
2
Debido a todo lo
mencionado habría
surgido un “conjunto de
representaciones” de la
realidad, que posibilitó
el establecimiento de
relaciones firmes entre
los sujetos, y el modo de
procesar sus
experiencias, mensajes,
actitudes, valores y
sentimientos. Al mismo
tiempo, ese Estado
elabora –según Baczko–
un sistema de
representaciones que lo
legitima para asegurar
su protección y su
continuidad.
3
Ahora bien, estos
jubilados y pensionados
también comparten un
presente de
exclusión.
En
estos tiempos de
desazón, todos los
valores del trabajo
dignificante, del ahorro
y el descanso en la vejez,
el cuidado y el respeto
a los ancianos han
quedado atrás. Las
arrugas y las canas se
han vuelto un
estigma, y ser joven,
una virtud y un fin en
sí mismo, en un
contexto reforzado
por un Estado que se
involucra cada vez
menos en la vida de la
sociedad, reduciéndose
a una mínima expresión
como la mayoría de los
beneficios sociales que
fueron logrados con
tantos años de lucha y
que representaban uno
de los mayores orgullos
de esta sociedad.
b) La vejez “normal”
Nos planteamos el
tema de la vejez por
diversas razones. En
principio, al haber sido
convocados por una
institución dedicada a la
salud de jubilados y
pensionados, nos
encontramos frente a un
universo integrado,
básicamente, por
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15
personas mayores de 65
años.
En las encuestas
realizadas por el
personal de PAMI a los
que se inscribían en los
talleres, las tres razones
más citadas para
haberlos elegido fueron:
el interés por la historia,
el interés por las
actividades de tipo
grupal y la necesidad de
ejercitar la memoria.
Quedan así
vinculadas, a priori, tres
cuestiones:
la jubilación
con la vejez y ésta con la
salud, sobre todo en lo que
hace a las pérdidas, en este
caso en especial, la
memoria.
Los interrogantes que
entran en juego son: qué
se entiende por vejez,
qué relación hay entre
vejez y enfermedad, si
habría una vejez normal,
qué lugar ocupa el
anciano en la sociedad y
cómo se ve él y cómo lo
ven y, sobre todo, en lo
que a la historia oral se
refiere, cómo juegan
estas cuestiones en la
construcción del
recuerdo.
Podríamos tomar dos
criterios, que
interactúan, para pensar
la vejez:
envejecer
y
volverse viejo.
El primero,
relacionado con lo
evolutivo, marca los 65
años como edad de
ingreso,
envejecer
sería
un proceso básicamente
fisiológico que dura
toda la vida. En cambio,
volverse viejo
está
socialmente
determinado por
cuestiones sociales,
culturales y personales.
4
Cada grupo cultural
produce su propio tipo
de envejecimiento, sus
propios viejos y las
cualidades que designan
a este producto deberán
ser leídas dentro del
marco socio-histórico-
político de su
producción.
5
Sólo a efectos de
poder transmitir lo que
queremos, vamos a
utilizar el término “nor-
malidad”. En este caso,
una vejez “normal” sería
aquella en la que se
pueden compensar pér-
didas con ganancias.
Obviamente, hay
pérdidas en la vejez,
pero esas mismas
limitaciones pueden
hacer que se disfrute de
cosas que antes no se
podía.
En todo el transcurrir
vital hay pérdidas y
ganancias, pero es en la
vejez donde hay una
declinación en las
funciones, tanto
biológicas como sociales,
es decir, reproductivas y
productivas, pero es en
el tipo de respuesta que
da el sujeto, donde se
juega la “normalidad”,
en cómo puede
establecer un nuevo
proyecto de vida y
sostenerlo, en la
posibilidad de percibir
sus deseos y actuar en
consecuencia y, en tanto
sujeto reflexivo, poner
en cuestión las
significaciones
imaginarias y sociales de
su época, entre las que
se destaca la ausencia de
un rol social definido
para las personas
ancianas.
6
Es sabido el
incremento de la
reminiscencia en los
ancianos, pero cuando
esa reminiscencia es
placentera, aun a pesar
de los momentos
dolorosos, los reconecta
con sus afectos y les per-
mite ir reescribiendo su
historia y sostener su
identidad.
Identificándose con los
viejos de su niñez,
recuperando su
recuerdo, se ubica en
continuidad con un
legado generacional y en
posición de transmitir
una herencia clara, su
legado.
En principio, y sólo a
modo de hipótesis, el
aceptar la invitación a
ser escuchados y
sostener en el tiempo su
participación en este
tipo de talleres, estaría
indicando que, en
mayor o menor medida,
con diferentes grados de
dificultad, algo del
orden de lo “saludable”
está en juego en los
integrantes, que les
permite ser partícipes de
la construcción de una
memoria que los
trasciende como
individuos por la
presencia de un
historiador que
atraviesa sus relatos, no
sólo por el sentido y
formulación de las
preguntas que los
origina, sino también
por la forma de ser
escuchados.
Residencia
Balcarce
En el caso de la
Residencia Balcarce, el
relato se construye
desde un presente en
donde la sensación
colectiva de exclusión
aparece especialmente
presente y se materializa
en resignificación,
recuerdo, olvido,
selección, y hasta en
invención del pasado.
Es un ámbito
perteneciente a PAMI
asignado como vivienda
permanente de sus
afiliados, a quienes, de
esta forma, se les
soluciona un problema
de tipo habitacional. Los
residentes, en algunos
casos, comparten el
dormitorio –cuartos de
dos camas– y en otros,
habitan en dormitorios
individuales. Existen
ámbitos comunes, como
el comedor, el estar,
etcétera.
El Taller de Historia
Oral funcionó en una de
las salas de esta
residencia. Todos los
convocados a este taller
viven allí, por tanto,
entre ellos existe un
conocimiento previo, lo
cual significa un
condicionante a la hora
de prestar testimonio.
Al finalizar la
primera reunión, Nelly,
una de los residentes,
manifiesta su inhibición
para expresar sus
vivencias pasadas ante
el resto de los oyentes.
En el siguiente
encuentro, en el que se
estaba tratando la crisis
del 30 y cómo la vivió
cada uno del grupo,
Nelly expresó:
A mí me
da vergüenza porque yo, de
eso, no tengo ningún
recuerdo. Porque en mi
casa estas cosas que han
En todo el transcurrir
vital hay pérdidas y
ganancias, pero es en
la vejez donde hay una
declinación en las
funciones, tanto
biológicas como
sociales, es decir,
reproductivas y
productivas, pero es en
el tipo de respuesta
que da el sujeto, donde
se juega la
“normalidad”
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16
pasado no se comentaban,
no se vivían; porque yo no
conocí miseria ni pobreza,
yo no lo noté. Vivíamos en
Las Heras y Ayacucho, con
eso te digo todo. Así que
todo siguió igual. Mi padre
era un conservador furioso.
Él era empresario, tenía
muchas empresas de
muchas cosas dichas, por
decir y por no decir. No
sé... en el 35 y 36 viajamos
a Europa por varios meses,
y en el 39 también. Así que
me da vergüenza hablar
.
Esta intervención de
Nelly, así como gran
parte de las siguientes,
es reforzada por
Haydée, pero a partir de
lo opuesto:
Bueno, en la
casa de la gente común
pasaba tal cosa; al pueblo o
a la clase popular no le iba
tan bien
.
Otra particularidad
es que aquí, en esta
vivienda, los residentes
en la mayoría de los
casos no han conservado
sus pertenencias, han
llegado despojados de la
mayoría de sus objetos,
y esto también
condiciona, de una
manera importante, la
construcción del
recuerdo.
Como dice Nelly:
Antes de entrar acá, quemé
todas mis fotos, mis
recuerdos de los viajes a
Europa, porque ¿para qué
recordar glorias pasadas?...
En este lugar, donde uno
espera...
Esta gente, entonces,
ha perdido un espacio
que vinculaba la
memoria con lo visual,
porque la imagen
palpable de un
determinado objeto ya
no la tienen, por tanto, el
espacio se desdibuja casi
por completo. De
acuerdo con Joutard:
“En algunos casos, los
lugares familiares
ayudan de la misma
manera al entrevistador
y al entrevistado, como
el jardín o el campo para
un campesino o la
antigua fábrica para un
obrero. La memoria es
visual y se inscribe en
un espacio; los
recuerdos se aferran a
tal camino, o tal cima
que se percibe desde la
ventana...”.
7
Además, junto con
los objetos que ya no
están, ellos, al llegar allí,
se ven obligados a reor-
ganizar este nuevo
espacio que habrán de
habitar. Hay que
comenzar de nuevo:
hábitos, rutinas, usos y
costumbres, afectos...
Según Ágnes Heller,
el espacio, al igual que el
tiempo
8
, es
antropocéntrico. Es decir
que existe una
representación interna
espacial que sirve para
orientar a cada hombre
en la vida cotidiana, por
lo tanto, no es objetivo,
sino que depende de
cada individuo
9
. Tales
personas, entonces,
tuvieron que delimitar
un nuevo “territorio”,
recrear relaciones
familiares –ya que la
mayoría de ellos no
tiene familia–, pero
ahora con los “otros”
residentes.
Todo este traumático
proceso por el que han
pasado es percibido a la
hora del relato.
Por ejemplo, Douglas
parece haber
incorporado a su
discurso sucesos
históricos registrados en
periódicos o en libros,
de los cuales se erige en
protagonista o en
testigo
10
:
–Yo me acuerdo del
golpe del 30. Tenía 10
años; estábamos con papá
en la confitería del Molino
porque él tenía una
reunión con un estanciero
y me llevó a mí. En el
momento en que las tropas
pasaron por enfrente de la
confitería, se oyeron unos
disparos y papá y el
estanciero se pusieron
delante de mí para
protegerme de las balas.
–Una noche, cuando
vivíamos en Villa María,
estábamos con mis padres
sentados en la vereda, y en
eso para un auto con
patente de Buenos Aires,
buscando a mi padre. Era
Lisandro de la Torre, que
estaba de visita en sus
estancias, en las sierras de
Córdoba, y buscaba
asesoramiento para la
interpelación que iba a
hacer en el Senado.
Después de la consulta, mi
padre invitó a De la Torre
a tomar una cerveza en la
vereda. A mí me llamó la
atención su barba, ya que
no era común en aquel
entonces. Al cabo de un
rato, cuando entré en
confianza, le pregunté por
qué usaba barba. Y él me
contestó que una noche,
cuando estaban presos en
Martín García, con
Yrigoyen y Juan B. Justo,
en medio de una discusión
un poco subida de tono,
Yrigoyen le clavó un
tenedor en la cara.
–Cuando era chico,
éramos vecinos de
Sabattini y yo era muy
amigo de su hija Cota. Yo
estaba presente en el baile
el día de Año Nuevo que
ella empezó su noviazgo
con Barón Biza. Me
acuerdo que él, que era
bastante morocho, apareció
con un smoking blanco.
Los muchachos le teníamos
bronca; así que lo
esperamos a la salida y le
dimos una buena
trompeadura. Tendrían
que ver cómo le quedó el
smoking, negro le quedó.
Al tiempo Cota se casó y
por unos años no la vi.
Cuando la campaña
presidencial de Frondizi,
en una de las tantas peleas
del matrimonio, él le tiró
una copa con ácido en la
cara. Después de eso,
habría pasado un año, yo la
visité y ella me recibió
sentada en un sillón con
un velo en la cara.
–Yo estuve preso en el
45 en Villa Devoto. Había
más o menos 400
comunistas presos sin
prontuario, sin fallo
judicial. Yo caí allá, junto
con un revólver y una
bandera comunista, cosas
que en mi vida he tenido.
Mi pena fueron diez días
en Devoto y tiempo
indeterminado en Martín
García, así que difícilmente
volvería de allá.
–Cuando se creó el
IAPI, entré como auxiliar
simple y, ahí, me destaqué
en la parte de exportación.
Poco a poco me transformé
en el tipo que más sabía.
También fui una especie de
secretario de Miguel
Miranda; es decir, le
llevaba una vez a la
semana las cifras de las
exportaciones. Yo lo
aconsejaba sobre los precios
de los cereales y él se
guiaba por mis dichos.
Además, lo que yo le decía,
en el IAPI era
inmediatamente
Antes de entrar acá,
quemé todas mis fotos,
mis recuerdos de los
viajes a Europa, porque
¿para qué recordar
glorias pasadas?... En
este lugar, donde uno
espera...
image/svg+xml
17
Mis abuelos de los dos
lados eran inmigrantes
que se hicieron una
posición,
ahora, lo que viene
después es la debacle
para abajo,
¿por qué?, ¿qué pasó?,
¿qué hicieron los que
vinieron después?
confirmado porque el único
que sabía algo allí era yo.
Él quería que yo hiciera
plata: “¿Sabés la plata que
podrías hacer acá?”, me
decía, pero yo era
demasiado idealista.
–Cuando la Revolución
Libertadora, en Córdoba,
tomé la radio porque se
necesitaban tropas y el
coronel Osorio Arana no
sabía cómo hacer para
tomarla.
En la construcción de
su relato, Douglas
manifiesta una
presencia muy marcada
del suceso cronológico.
Una de las
interpretaciones es que
la carencia de su propio
espacio (su hogar) y de
sus pertenencias hacen
que él necesite aferrarse
a un pasado glorioso.
Con Elizabeth pasa
lo contrario. Ella,
húngara de nacimiento,
cuenta, no sin
dificultades idiomáticas,
su llegada a este país y
sus primeros años como
enfermera de la Cruz
Roja. Aunque Elizabeth
es consciente del
obstáculo que
representa no poder
expresar claramente su
testimonio ante sus
pares, ella asistió desde
la primera hasta la última
reunión del taller,
participando poco desde
el decir, pero prestando
mucha atención a los
relatos ajenos, asintiendo,
riéndose; en síntesis, se la
veía gustosa. Con esta
actitud parece entonces
reflejar su interés por
estar presente, que no
siempre se corresponde
con hacer uso de la pa-
labra. Por tanto, ¿este
permanecer voluntario
aunque silencioso
manifestado por
Elizabeth no será un
indicio de la posibilidad
de aprehensión de un
nuevo espacio?
Los condicionantes
del relato, en este
ámbito particular, serán:
la convivencia de los
informantes, que a veces
puede llegar a resultar
inhibitoria; el horario
del taller coincide con la
rutina diaria (siestas,
comidas), lo que causa
dispersión; la ausencia
de objetos
“disparadores” y
organizadores del
recuerdo; la marcación
de un nuevo espacio y
su consiguiente
aprehensión, lo que les
permitirá desenvolverse
sin dificultades.
Indirectamente, y
desde un presente crítico
que se evidencia en su
tono de voz, Susana, una
de las residentes más
jóvenes de Balcarce, se
pregunta qué nos pasó:
Mis abuelos de los dos lados
eran inmigrantes que se
hicieron una posición,
igual que los de todos
ustedes. Ahora, lo que
viene después es la
debacle para abajo; eso
es lo que yo estoy
tratando de averiguar,
¿por qué?, ¿qué pasó?,
¿qué hicieron los que
vinieron después?,
¿cómo es que llegamos
hasta acá?
Con esto,
Susana pone en
palabras aquello que
sobrevuela todas las
mentes y marca un
referente espacial y tem-
poral que los unifica: el
espacio habitado y el
presente vivido. Porque
el “a mí me da vergüen-
za” de Nelly y la
“historia gloriosa” de los
relatos de Douglas
sirven para no caer en la
cuenta de que el hoy les
es tan adverso...
Agencia Ecuador
Todos los
convocados al taller
conocen este ámbito
porque suelen acudir a
él para realizar
gestiones, su vida pasa
por otros carriles: tienen
su casa, su familia, que
los protege y los
contiene.
La casa, como dice
Ágnes Heller, constituye
un “punto fijo en el
espacio” del cual se
parte y al que se vuelve
siempre: “La casa no es
simplemente el edificio,
la habitación o la
familia. Hay personas
que, aun siendo
propietarias de una
habitación y poseyendo
una familia, no tienen
casa. Por ello, lo
conocido y lo habitual
son necesarios para
crear un sentido de
familiaridad, pero no
agotan la categoría de
casa. Es preciso que
exista también el sentido
de seguridad: la casa
protege. Contribuyen,
además, relaciones
afectivas y sólidas: el
calor del hogar. Ir a casa
significa moverse en la
dirección de un punto
fijo en el espacio donde
nos esperan cosas
conocidas, habituales, la
seguridad y una fuerte
dosis de sentimiento”.
11
Al mismo tiempo
ellos siguen siendo
padres, hijos, cónyuges,
abuelos, con sus
respectivos roles
sociales, así como
también conservan su
profesión u oficio, más
allá de que ya no lo
ejerzan. Todo esto se
transmite en cada
encuentro, donde
ocupan un sitio y son
reconocidos por el resto
de los convocados. Por
ejemplo, cuando se pide
que “hable el maestro”,
o cuando los
convocados aplauden
ante las palabras de
Carlos, maestro rural:
Al mirar esta foto
(Carlos, rodeado de un
grupo de alumnos, en
una escuela en el monte
entrerriano)
recuerdo una
de las épocas más felices de
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18
mi vida: cuando ejercí la
docencia; más cuando
pienso en lo que les costó a
mis padres hacerme
estudiar. Porque yo me crié
en el campo, y mis padres
no tenían ninguna
oportunidad económica.
Así que tuve que luchar
mucho para llegar. Tuve la
suerte de ingresar en un
colegio que en aquel tiempo
era el único en
Latinoamérica que
preparaba a sus alumnos
para la docencia y para el
trabajo en el campo. La
escuela Alberdi, de Paraná,
se fundó en 1905 y sus
egresados se diseminaron
por todo el país, no sólo
enseñando a los chicos sino
también a los grandes a
trabajar la tierra. Qué sé
yo, el maestro, en aquel
tiempo, tenía una
importancia y un valor
moral... Todavía hoy,
después de 68 años de
egresado, mantengo
contacto con mis viejos
compañeros.
Nuestros
informantes nos hablan
de un pasado de mucho
sacrificio y esfuerzo,
pero también de un gran
reconocimiento y
satisfacciones
personales:
El título de
maestro alberdino, en
aquella época, era similar
en importancia al del
médico o al del abogado
(Carlos).
También Úrsula y
Nelly hablan de lo que
significaba para ellas ser
maestras, sobre todo en
la primera mitad del
siglo XX, más
precisamente en la
década del 30, cuando
las mujeres que salían a
trabajar eran mal vistas,
con excepción de las
docentes, porque esta
profesión se consideraba
una prolongación de la
maternidad y ser
maestra implicaba un
ascenso social.
Cuando yo aprendí a
multiplicar y a dividir
–cuenta Úrsula–
, mi
padre me obligaba a hacer
las cuentas en voz alta. A
mí me molestaba mucho,
no entendía el motivo.
Tenía una compañera cuya
madre era modista, a quien
yo le ayudaba a surfilar.
Eso a mí me encantaba.
Cuando yo terminé la
primaria, la mamá de mi
amiga me ofreció que
trabajara con ella. Pero mi
padre me dijo: “Modista no
vas a ser mientras yo esté
vivo, porque primero vas a
ser maestra. Y debo decirte
otra cosa: cuando te
obligaba a hacer las
cuentas en voz alta, pese a
tu mala cara y a tu mala
voluntad, era porque yo
aprendía a multiplicar y a
dividir junto con vos”.
Como dice Nelly:
El
sello, el cuño de maestra lo
tengo por mi abuelo Tata,
que se recibió de maestro
en el siglo XIX, y su
primer trabajo como
docente fue en el penal de
Sierra Chica, dando clases
a los presos. Después,
cuando volvió a Buenos
Aires, él siguió su carrera
como inspector de escuelas
y fue compañero de
Pizzurno, de Andrés
Ferreyra y de toda esa
gente. Yo era muy
compinche con mi abuelo,
charlaba mucho con él, y él
siempre me decía: “Nelly,
acordate siempre que la
gente tiene ganas de
aprender, porque es muy
raro que haya alguna
persona a la que no le
interese hacerlo”. Él me lo
decía haciendo una pausa:
apre-hender; es decir,
aprehender el conocimiento
y aprender a incorporarlo.
–En aquella época,
todas queríamos ser
maestras. Aunque el abuelo
no quiso que su hija –mi
madre– lo fuera, porque
decía que las maestras, en
general, eran candidatas a
casarse con algún vivillo,
porque una maestra era la
presa codiciada.
La vuelta al pasado
en estos casos es a partir
de un presente que,
aunque no lo
mencionen, no les
reconoce las imágenes
que cada uno tiene de sí.
Así como también un
presente que descuida la
escuela pública y a sus
referentes. Porque ellos,
formados y formadores,
protagonistas de esa
enseñanza pública que
forjó un país, ¿cómo
podían imaginar que,
medio siglo después, su
profesión, de la que ellos
todavía están orgullosos,
iba a ser tan subestima-
da?
Por otro lado, como
ellos siguen viviendo en
sus propias casas, de
donde salen y a la cual
vuelven después de
cada reunión, en los
relatos, esta situación, la
de poseer un hogar y la
seguridad que esto
conlleva, se percibe con
total nitidez.
Ellos evocan sus
objetos queridos y,
muchas veces, los traen
consigo. Estos objetos
sirven de disparadores
en sus relatos.
Este relojito
–dice
Aída–
es de 1885; todavía
anda, es lo que a mí me
quedó de mi abuela. Es
algo muy importante en mi
vida, porque con esto papá
nos dio de comer. Él era
maestro relojero, igual que
su padre. Esto encierra la
historia de mi familia. Por
eso, para mí, éste no es un
objeto que se descarta y se
tira.
Yo, con este aparatito,
me ganaba la vida como
telegrafista. Es lo único
que sé hacer; este aparatito
es mi vida. Yo soy un
enamorado del telégrafo,
afirma José
.
En ambos casos, se
trata de instrumentos de
trabajo que otorgan una
identidad que es
portada con orgullo.
Aunque, en realidad,
el orgullo que ellos
sienten va más allá
del objeto en sí.
Aída:
Toda la familia
siguió el oficio. Cuatro
generaciones. Papá y el
abuelo eran maestros
relojeros, muy
especializados. Ellos
trabajaban en Suiza, en la
Girard-Perregaux, pero
vivían en Italia, junto al
lago de Como, y cruzaban
la frontera caminando
todos los días. Ahora es
distinto, los relojes son sólo
tapitas; yo sé porque mi
hermano es relojero. Papá
no vino como inmigrante,
llegó contratado por la
Casa Escasany.
José:
Una de las cosas
por las cuales perduró este
oficio es porque es la única
señal que sale abajo del
agua, por eso había
telégrafo en todos los
barcos. Hoy ha sido
superado por otros medios,
pero en su época fue muy
útil. Y era tal la vocación
que había en los 40 por este
trabajo que en el Correo
Central se hacían
“Ir a casa significa
moverse en la
dirección de un punto
fijo en el espacio
donde nos esperan
cosas conocidas,
habituales, la
seguridad y una fuerte
dosis de sentimiento”.
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19
concursos para ver quién
escribía más palabras en
menos tiempo.
Además de todo lo
dicho podemos inferir
que ellos conservan una
memoria de tipo
doméstico, un pasado
ligado a lo cotidiano:
olores, sabores, texturas,
imágenes...
Nelly:
Mi abuela
española hacía las
conservas y las perdices en
escabeche. Yo cierro los
ojos y todavía siento los
aromas de esa cocina
grande, los aromas de mi
infancia.
Irene:
Yo traje una
receta de
aran galuska
,
que significa ñoquis de oro
en húngaro. Se hacen con
harina, manteca, nueces y
huevos. En Europa estos
ingredientes son
fundamentales en casi
todos los postres. Esta
receta la hace mi mamá y,
a su vez, a ella se la enseñó
su madre, y a ésta la suya.
Esta memoria
doméstica es descripta
por Halbwachs como
algo que “se inscribe en
el espacio familiar que,
por su misma
inmovilidad, da la
impresión de
permanencia y de
abolición del tiempo”.
12
Habría, entonces, un
espacio atemporal,
cuyos grandes
acontecimientos
memorables serían la
infancia, el noviazgo, el
casamiento, el
nacimiento de los hijos.
Tiene lugar, de esta
manera, lo que enuncia
Joutard: “El tiempo de la
familia organiza el
tiempo de la historia”.
13
Es así como muchos
relatos de
acontecimientos
históricos son
organizados a partir de
sucesos familiares.
Yo no me olvido de la
muerte de Eva Perón. Ese
día, fui por primera vez al
cine, a la función de la
noche, con la que después
sería mi señora. Contentos
estábamos los dos, cuando
de repente se prenden las
luces y nos comunican que
se suspendía la función
porque se había muerto
Eva. Yo, en esa época, no
sabía lo que era salir de
noche, ir a un cine, pagarle
un café a mi novia, porque
era un seco, un croto, sólo
caminábamos por ahí. Pero
ese día yo había cobrado mi
primer sueldo...
Nunca sabremos en
realidad si Francisco
recuerda ese día por un
hecho o por el otro, pero
llama la atención su
énfasis en aclarar que
ésa fue la primera vez
que él pudo invitar a su
novia. Creemos que
para él, que no era
peronista, lo realmente
importante fue la salida
frustrada. De todos
modos, el
acontecimiento histórico
nacional jerarquiza el
relato de su historia
familiar.
Ahora bien, en la
Agencia Ecuador y en la
Residencia Balcarce
trabajó la misma
coordinadora, que por
esta razón tuvo la
posibilidad de advertir
una variable que dio
lugar a la comparación:
el objeto y el espacio, y
su incidencia en la
construcción del
recuerdo. La ausencia en
un sitio es tan
significativa como la
presencia en el otro. De
este modo, si hubiese
coordinado sólo en la
Residencia Balcarce, no
habría advertido el valor
de referentes que tenían
en Ecuador, y viceversa,
si hubiese estado sólo en
Ecuador, no se habría
percatado del vacío
dejado por la pérdida
del espacio propio y sus
consecuencias a la hora
de organizar el relato.
Habría, entonces, una
ausencia y una
presencia muy marcadas
del espacio y de los
objetos si se comparan
los dos ámbitos. Pero
ella se pregunta si esto
no la llevaría a
sobredimensionar la
importancia de estas
variables y, de esta
manera, sugerir que la
presencia de objetos y la
noción de espacio en un
ámbito se torna más
decisiva, precisamente,
por su ausencia en el
otro. Esta circunstancia
ambigua modificaba su
tarea como
coordinadora, ya que
debía estimular más a
un grupo a través de
hechos concretos,
porque con sólo
preguntar no obtenía
demasiados resultados,
debía utilizar otro tipo
de recursos (películas,
periódicos, fotografías,
etcétera) mientras que
en el otro grupo sólo se
sugería un tema y los
relatos fluían de
inmediato. Finalmente, a
su pregunta sobre si no
existía un
sobredimensionamiento
acerca del objeto y el
espacio, logró encontrar
una respuesta porque,
de hecho, tuvo que
modificar su rol de
coordinadora, y
funcionó.
Centro de
Jubilados Patricios-
Pompeya
Como ya dijimos en
la introducción, los
centros de jubilados no
dependen de PAMI; son
instituciones creadas por
los mismos jubilados,
que eligen sus propias
autoridades y organizan
sus actividades de
acuerdo con las
necesidades y gustos de
sus integrantes. No sólo
Al mirar esta foto
(Carlos, rodeado de un
grupo de alumnos, en
una escuela en el
monte entrerriano)
recuerdo una de las
épocas más felices de
mi vida: cuando ejercí la
docencia; más cuando
pienso en lo que les
costó a mis padres
hacerme estudiar.
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20
se realizan actividades
culturales, recreativas y
reivindicativas, sino que
son también lugares a los
que se concurre
simplemente para charlar
o jugar a las cartas.
La intervención de
PAMI se circunscribe a
ofrecer servicios y la
presencia de algún
profesional que brinda
colaboración para
organizarlos.
En este taller
cobraron especial
relevancia la condición
de jubilados de los
integrantes, el lugar físico
donde se realizaba el
taller –y sus
características– y el tema
del trabajo. Por datos que
fuimos obteniendo a lo
largo del funcionamiento
del taller, éste resultó ser
uno de los centros con
más trayectoria de lucha
por reivindicaciones
para el sector de los
jubilados.
Esta condición de
jubilados y de, en su
mayoría, compartir
experiencias vinculadas
a la lucha sindical les
otorgó una identidad
especial. Al igual que en
los otros talleres, el
relato de su vida laboral
incluye todas las
características
particulares de la
relación de cada uno con
sus trabajos: sus
progresos, dificultades,
esfuerzos; pero en ese
mismo relato, en un
momento dado, lo
individual cambia por lo
colectivo y van
apareciendo las luchas,
las reivindicaciones, las
conquistas, además de
un constante ir y venir
entre el pasado y el
presente con una
reflexión crítica
permanente.
Los afiliados a este
centro concurren allí casi a
diario, donde se integran a
las actividades del día,
charlan, juegan al truco o
toman mate cocido. Los
que aceptaron integrar el
taller demostraron ganas
de contar su vida, de hacer
memoria y revalorizar lo
que han hecho a lo largo
de su historia e inclusive la
de sus padres y sus
abuelos. Allí dentro son
felices a pesar de las duras
penas que les tocaron y les
tocan vivir, todos son ami-
gos, se conocen y discuten
mucho; en las charlas
intercambian ideas y a
veces se desautorizan unos
a otros.
Alberto
dice:
Todos los
centros de jubilados son
buenos porque parten de
una intención... de mitigar
ciertos problemas
inherentes a lo que va
transcurriendo el tiempo
que afectan nuestra edad a
nuestras condiciones. Hay
quienes podemos seguir
con la familia, hay quienes
la desgracia la troncha.
Entonces encontramos en
los centros de jubilados a
gente de nuestra edad que
nos hace olvidar ciertas
condiciones que son un
poco tristes (...) podría
considerarse que la
presencia de la gente de acá
constituye una terapia en
el desenvolvimiento de
nuestra vida. De salir de
un lado solitario, sentarnos
en el umbral de nuestra
casa, mirar la calle, a
compartir una serie de
juegos, (...) bueno hace que
estos años no vayan siendo
penosos, nos vamos
aliviando, compartimos
(...).
Esta relación que los
jubilados tienen con su
Centro también va
configurando la manera
en que ellos irán
construyendo su
recuerdo colectivo. El
gran vínculo afectivo
que los une (entre ellos y
con el Centro) se
manifiesta como un
factor de inclusión y
contención.
Natalio:
(...) nací en
octubre del 20, tengo 79
años y junto con mi
hermano somos unos de los
fundadores del centro, un
tiempo dejé, un año dejé de
venir y después me ingresé
otra vez y estoy
colaborando en lo que
puedo en el centro y es un
escape para mí porque a la
mañana hago las cosas en
casa y a la tarde vengo
para el Centro para ayudar
en algo, para que el Centro
progrese y con él estamos
nosotros.
A diferencia de lo
que ocurre en la
Residencia Balcarce con
respecto a la
representación del
espacio, los integrantes
de este taller tienen una
configuración espacial
compartida en donde
casa, barrio y centro de
jubilados
conforman una
unidad a partir de una
fuerte ligazón afectiva y
un profundo sentido de
pertenencia brindando
seguridad, puntos de
referencia reconocibles y
habituales con códigos
propios y facilitando las
relaciones afectivas y
sólidas. Siguiendo lo
que dice Heller, hay un
profundo sentido de
familiaridad.
Roberto:
(...) el barrio,
no hay nada que hacer, es
la patria chica y siempre
tira.
Además del vínculo
afectivo, el lugar
estructura un modo
especial de ser jubilados
en donde el sitio
“esperable” de clase
pasiva está reemplazado
por uno de lucha por sus
beneficios como
jubilados.
No sólo es el lugar de
esparcimiento y
encuentro sino que es el
espacio facilitador de la
construcción de lo
colectivo a partir del
cual luchar por las
reivindicaciones del
sector.
Damián:
(...) Yo quiero
la unidad de todos por
sobre las ideologías, que
aparentemente nos
separan... hay un vértice
en común que nos une: la
causa de los jubilados,...
¿cómo hacemos para
revertir este orden
criminal, sanguinario,
maldito que nos agota...
Así debe ser: respetar las
ideologías de todos y
buscar un punto de unión.
Y eso tenemos que
aprender de nuestros
enemigos de clase... se
matan, se devoran. Porque
De la Rúa se devora con
Menem, pero cuando
peligra el sistema, lo
apoya... Eso es lo que
nuestros enemigos de clase
nos enseñan, la unidad...
No podemos ser
separatistas... y son más
los puntos que nos unen
que los que nos desunen
(...)
El grupo que integró
el taller se caracteriza
por contar con una
mayoría de
participantes con un
gran compromiso
político y laboral en sus
vidas activas y que hoy
trasladaron al Centro de
Jubilados. Éste presenta
una población con
marcada tradición
obrera, con una fuerte
participación en la lucha
a través de sindicatos,
gremios, partidos
políticos. Esto fue una
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21
constante en los temas y
testimonios analizados.
Por lo tanto, el tema
recurrente que fluye
irreversiblemente de los
testimonios es
la
condición de vida y de
lucha como trabajadores.
Desde aquí se construye
la memoria colectiva:
Domingo:
En la
fábrica textil, antes de ser
supervisor, estuve un
tiempo como delegado, pero
allí, en un primer
momento, la delegación era
muy buena porque éramos
todos firmes y derechos,
pero después entró la
camarilla, se bifurcó todo y
yo dije... no me gusta esa
forma de actuar, eran los
primeros tiempos de Perón.
Yo era peronista también,
pero no me gustaba la
forma de actuar. Porque
era peronista pero no
estúpido. Peronista sí, pero
que me lleven de la narices
no, nunca me gustó!!...
Pero los delegados
primeramente teníamos
voz y autoridad en
Alpargatas, cuando a lo
último ya no teníamos voz
ni nada, porque era lo que
ellos decían y aunque no te
gustara había que hacerlo.
Santiago:
Yo me tuve
que ir de Dorrego porque
me fueron a buscar, yo
tenía 17 años, era la
represión en la época de
Perón, me sacó un
constructor en un colectivo
y me fui a Mar del Plata...
Había represión y me
tenían más o menos
ubicado... en un pueblo se
conocen todos... Porque
hasta el 43, las entidades
de la CGT estaban
dirigidas por los
socialistas, comunistas y
había algunos sectores
anarquistas como los
panaderos; después me fui
a Mar del Plata y los del
pescado eran anarquistas...
y no coincidían con la
CGT porque ellos estaban
por la acción directa. Ahí
trabajé en la
construcción... en la
Colonia de Vacaciones para
obreros y empleados
públicos Pistarini que
estaba en Chapadmalal...
Yo era delegado de la rama
cementista a pesar que
tenía 17 años... Por ahí caí
también preso, en una
huelga, estuve un tiempo
preso, me llevaron a La
Plata y después hice el
servicio militar. Habíamos
estado largando volantes y
tuvimos un encontronazo
con la policía, nos tiraron
tiros, eh! Yo salté un
paredón altísimo, cuando a
uno le tiran los tiros, ¡¡se
hace livianito!!
Roberto:
(...) para
muchas personas era
trágico jubilarse. Cuando
uno tenía un empleo bueno
y se encontraba cómodo en
su trabajo, prácticamente
no se quería jubilar... A mí
me pasó algo distinto, pero
todo
ad honorem
.
Damián:
Después del
trabajo, mi vida fuerte,
siempre estuve en un
movimiento de
organización sindical.
Después de mi trabajo me
iba a hacer tarea política de
mi partido, yo era delegado
sindical a los 20 años, era
de la rama del cemento...
Me iba siempre al sindicato
y también ahí uno se
cultivaba. Yo fui a la
Universidad Obrera de la
Construcción.
Los oficios, empleos
y profesiones que
desempeñaron forman
parte de su identidad,
así como también su
condición de
trabajadores. Desde este
lugar construyen su
recuerdo aun en los
casos en los que el
ascenso laboral los
colocó en un puesto
ejecutivo o se
transformaron en
dueños de una pequeña
industria. El discurso es
tan cerrado y
estructurado que no
permite la aparición de
conflictos en la
construcción de los
relatos, a pesar de los
cambios de situación.
Alberto:
(...) siempre
aspirando a superar la
situación, siempre con el
anhelo de independizarme, lo
que logré mediante un
contacto en el mismo servicio
militar, porque había gente
que tenía imágenes religiosas
que necesitaban un respaldo
de madera... hicimos la
combinación y eso fue... lo que
me posibilitó ir buscando mi
independencia laboral...
Llegué a tener una empresa
con 30 operarios, siempre
trabajando, sufriendo los
avatares de las
consecuencias inherentes a
los sistemas sociales que
nos van manejando... Pero
siempre tenemos esa
espada de Damocles de la
que el que tiene capital
quiere su rédito y de algún
lado lo tiene que sacar.
Aunque quizás no
todos fueran
sindicalistas aparece
asiduamente la alusión a
huelgas, a actividades
sindicales como un antes
y un después, tomando
como hitos
determinadas
conquistas laborales.
Esta actitud de lucha
tanto en el pasado como
en el presente planteó
una dificultad que se
mantuvo durante todo
el desarrollo del taller y
que comenzó a
develarse hacia su
finalización. El
problema concreto fue el
hecho de no manifestar
públicamente y ocultar
que habían participado
en agrupaciones
políticas. Nunca
negaron su relación con
organizaciones
gremiales o sindicales y
su lucha política, pero
ocultaron deliberadamente
la cuestión partidaria
.
Podríamos decir que la
actitud que tomó el
Centro puede deberse a
que, según ellos mismos
manifiestan, quieren
mantener una posición
política independiente y
que esté más allá de
cualquier inclinación
partidaria. No quieren
involucrar al Centro en
cuestiones que no sean
la lucha por el bienestar
de los jubilados.
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22
Además están muy con-
formes de no tener
ningún “padrino
político” que pudiese
manejar al Centro según
su conveniencia. Por
otro lado, nosotros
creemos que su pasado
militante tan activo, de
persecuciones,
detenciones, torturas,
angustias en sus vidas
personales, les ha hecho
elegir esa manera de
resguardarse, de ocultar
y que, de alguna
manera, todavía
muestra cierto temor por
épocas pasadas.
Usamos la palabra
“ocultamiento” porque
hay una actitud
deliberada de no hablar
sobre esa temática. Esto
lo prueba el hecho de
que la coordinadora del
taller, al percibir que
había temas que no se
abordaban aunque se
dejaban traslucir,
cambia de actitud, y en
lugar de seguir con las
preguntas, verbaliza
determinadas
circunstancias que
deduce como ciertas.
Frente a esto se le pide
que apague el grabador
y sólo ahí se abordan
abiertamente
determinadas temáticas
que obviamente no
vamos a consignar.
Todos estos aspectos
aquí planteados son
elementos que
configuraron su propia
manera de recuperar
una memoria colectiva.
Estas características
fundamentales también
generan en ellos una
actitud muy crítica de la
realidad actual y, en
muchos casos, que los
testimonios tengan un
tono pesimista y un
sentimiento de
frustración. Podríamos
decir que la
construcción del
recuerdo se hace
especialmente desde
este presente crítico y de
exclusión social, y ese
pasado se ve modificado
y en muchos casos
cuestionado por un
presente irreversible,
mucho más duro de lo
que ellos hubieran
imaginado.
Roberto:
(...) yo me
pasé, no sé, ¡¡te diría más
años de trabajo!! Me perdí
una gran parte de mi vida
metido... Me di cuenta
recién cuando me quedé
con un trabajo solo. Pero
¿qué estuve haciendo yo
tantos años?... Pero yo
perdí media vida
trabajando porque salía de
un trabajo y me metía en el
otro. Y así la pasaba mucha
gente. No es lo que pasa
hoy que uno pierde un
trabajo y no sabe cuándo
va a encontrar otro (...)
Alberto:
Llegamos a
estas situaciones extremas
en las que hay poco que
sacar a la gente que trabaja
porque ya se le ha quitado
todo, se les han quitado
esas reivindicaciones, esas
cuestiones sociales por las
que tanto luchó que era la
jornada de 8 horas, dejando
ya eso totalmente olvidado,
de lado, llevándolo todo a
unos niveles que dan un
poquito de incertidumbre
para el porvenir, ¿no?
Esperemos que haya una
recapacitación, de que el
reparto que se tiene que
hacer de las obligaciones,
de los esfuerzos que
hacemos todos, sea un
poquito más justo y
podamos seguir
subsistiendo.
La realidad actual les
mostró lo irreversible, lo
que perdieron
definitivamente, los
años de lucha que la
sociedad de hoy parece
ignorar. Representan la
última etapa de un
modelo de Estado en
crisis que margina a los
viejos como a otros
sectores sociales, no
obstante no asumen esta
realidad
resignadamente, los
años y las pérdidas que
traen consigo son
compensadas con una
nueva actitud de lucha
que asume su nueva
condición y sus
posibilidades. En
palabras de Damián:
Después del trabajo, mi
vida fuerte, siempre estuve
en un movimiento de
organización sindical... yo
hablo, me conocen todos,
vengo acá a luchar por los
jubilados.
Casa de la Cultura
La Casa de la Cultura
se ubica en los límites de
los barrios de Belgrano y
Saavedra; como ya
dijimos, funciona como
un ámbito dependiente
del PAMI, cuyo objetivo
es la realización de
actividades organizadas
desde la Institución, de
carácter recreativo, de
esparcimiento y de
reflexión que incluye
debates sobre cine,
técnicas de teatro,
gimnasia, taller literario
y salidas compartidas.
Estas actividades
generaron diferentes
redes sociales asumidas
como modos de enrique-
cimiento cultural y
relacionadas con el
placer de aprender. En
consecuencia, la
fisonomía de este Taller
de Historia Oral se
diferenció de las otras
experiencias, por
ejemplo, la Residencia
Balcarce en donde lo
que se comparte, entre
otras cosas, es la pérdida
del espacio propio.
Los integrantes del
taller manifestaron su
interés por adquirir
conocimientos, recordar,
compartir, escuchar y
ser escuchados en un
ámbito placentero y
distendido, adaptándose
a sus dificultades (físicas
para subir la escalera,
dolores, etc.),
demostrando así que no
todo es pérdida en la
vejez.
El primer día del
taller, luego de las
presentaciones, se
planteó el porqué
eligieron acercarse a
estos encuentros:
Guillermo:
Evocaremos tiempos idos.
Yo tengo bastante para
contar porque soy viejo,
soy viejo pero no me siento
viejo.
Esther:
Entretenerme
un poco, tengo mucho
tiempo libre.
Rebeca:
Que me
ayude, terapia.
Sara:
Tengo
inquietudes, evocar la
historia, vamos a trabajar
con las emociones y me
van a traer mucha
nostalgia.
Elena:
Me gusta esto
de reconstruir la historia
entre todos, porque me
parece que es más rico,
porque cada uno pone su
propia vida, me gusta
trabajar en grupo.
La mayoría de los
integrantes tenían
estudios secundarios
completos, los centros
urbanos habían sido el
lugar de residencia más
habitual y en un 80 %
eran mujeres,
predominantemente
pensionadas, que
formaron parte del
PAMI como
consecuencia de ser
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23
viudas de trabajadores
aportantes. Esta última
particularidad
diferencia notablemente
este taller de los otros.
Los temas en los que
se puso el acento fueron
el trabajo y la vida
cotidiana. El primero se
abordó desde un corte
generacional teniendo
en cuenta la ascendencia
y descendencia de cada
tallerista. Sin embargo,
estos recuerdos
evocados estaban
relacionados con el
trabajo masculino: el
abuelo, el hermano o el
padre, los distintos
empleos en los que se
desempeñaron. Un
mundo donde su rol de
amas de casa, o el de sus
antecesoras, quedaba
diluido, no era percibido
como un trabajo.
Este eje del trabajo,
eminentemente
masculino, se muestra a
través de un relato
básico común
idealizado, de ribetes
casi épicos, de sacrificios
y logros, que actúa como
modelo
fundamentalmente a
partir de los valores
relacionados con una
rígida conducta moral.
Se valorizó el esfuerzo
de sus familiares
inmigrantes para abrirse
camino en nuevas
tierras trabajando de
sastres, en la compañía
de luz como farolero,
como caballerizo en la
empresa Lacroze,
destacando la buena
conducta.
Norma:
Mi mamá me
contaba que era tan terrible
la crisis que papá había
comprado diarios para
venderlos por su cuenta.
Mi papá no tenía ni
pantalón. Mi papá era
gremialista, trabajaba en
una imprenta, era
encuadernador, estaba en
la lista negra. Cuando
llegó Perón fue asesor
técnico del sindicato de los
gráficos, lo único que
obtuvimos de la política fue
el teléfono que estaba
pedido hacía 18 años.
Habíamos quedado tan
pobres como siempre.
En este caso, el hecho
de que su padre haya
tenido una trayectoria
sindical aparece
desdibujado frente al
relato que resalta su
honestidad.
De todos modos, del
tema del trabajo se
producía un rápido
deslizamiento hacia el
relato de la vida cotidiana.
Aquí es donde ellas se
sienten protagonistas, más
allá de haber tenido o no
un rol laboral como
empleo remunerado, que
si existió, aparece
subestimado.
El eje vida cotidiana
fue más rico. Los
recuerdos se ligaban a la
infancia, al barrio, la
juventud, el amor, las
comidas, las relaciones
familiares, la medicina
popular y el médico de
cabecera, los medios
masivos de
comunicación y los
carnavales. Éstos
afloraban por asociación
a los propios recuerdos
o ligados a los relatos de
los demás integrantes
del taller, a tal punto
que algunos
participantes tomaban
nota de lo que les iba
surgiendo mientras
otros hablaban, y
después lo relataban.
Habría que agregar
además que los
recuerdos que estaban
ligados a los
acontecimientos
públicos, no dejaban de
estar íntimamente
relacionados con la
historia personal.
Ana:
Yo estaba en el
secundario y recuerdo, esto
me quedó muy grabado en
mí. Yo estuve
personalmente con Perón.
Porque de la escuela nos
llevaron a la quinta de
Olivos. ¿Se acuerdan de la
UES...? Y estuve al ladito
de él, recuerdo su cara
llena de pocitos. Me quedé
charlando con él sobre
cosas de la escuela.
Nosotras con mucho
respeto hablábamos con él.
Con respecto a Eva
tengo dos cosas pasadas.
Cuando yo cumplía 15
años tenía una fiesta y fue
precisamente el 26 de julio
de 1952 cuando Eva murió
y me suspendieron mi
fiesta de cumpleaños. Yo
vivía en un primer piso a
la calle y teníamos la
ventana abierta, con
música, con baile, vino la
policía y me hizo apagar
todo.
El hecho de
compartir diversas
actividades y haber
generado lazos sociales,
aunque no profundos,
entre sí y anteriores a la
conformación de nuestro
taller plantea una
familiaridad que de
hecho es diferente a la
que se plantea en el
Centro de Jubilados
Patricios-Pompeya,
donde lo que se
comparte son afinidades
de tipo político-
ideológico, un barrio en
común, así como
también un espacio de
pertenencia creado y
sostenido por ellos
mismos.
La formación de
lazos afectivos tuvo
relevancia en cuanto a la
conformación del
recuerdo. El relato
expresado cumple la
función de
“presentación”, de
legitimación de sí mismo
frente al otro, de darse a
conocer a través de su
pasado ante un grupo con
el que existe una relación.
Estos encuentros
conforman para quienes
participan, un hecho
social, de esto puede dar
cuenta la preocupación
de las señoras por el
arreglo estético durante
el transcurso de los
encuentros (hecho no
banal en el caso de los
ancianos que muchas
veces reservan el
cuidado físico para
eventos que consideran
importantes).
¿Qué pasa entonces
con la memoria
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24
colectiva? Los
participantes recuerdan
por asociación, el
recuerdo pasa a ser un
“objeto” visitado por
cada uno de ellos. Esto
lo hacen por turnos
ordenados: la
coordinadora del taller
otorga la palabra de
acuerdo a cómo están
sentados alrededor de
la mesa, para que nadie
se quede sin contar su
recuerdo. De esta forma,
todos tienen su tiempo
para que su recuerdo
sea el protagonista y los
tiempos, en general,
varían acorde a los
temas o a los intereses
personales.
La evocación es
placentera e individual
y justamente por esto
tiene características
anecdóticas y
nostálgicas. Se suman
recuerdos, evocaciones,
pero resulta más difícil
aquello que tiene que
ver con una memoria
colectiva, se agregan de
manera fragmentada,
experiencias
individuales de un
hecho común, logrando
así eludir las situaciones
conflictivas.
Se podría agregar a
estas observaciones la
intervención de PAMI
como institución en el
taller. Los participantes
son convocados y
seleccionados por
PAMI, de acuerdo con
sus objetivos
(entretenimiento,
mejoramiento de la
salud tanto física como
mental, etc.). Es decir,
los criterios de
admisión están
pautados por esta
institución. Por lo
tanto, a los fines de un
trabajo histórico con
testimonios orales,
prevalece el criterio de
salud por sobre el
objetivo histórico. En
este taller en
particular, dos de las
integrantes fueron
admitidas a pesar de
tener problemas
neurológicos y su
registro de memoria
estaba ligado a lo
cercano en el tiempo.
Con esto queremos
señalar en qué medida
el espacio del taller está
atravesado por las
instituciones que
organizan la
experiencia.
Conclusiones
Al emprender el
análisis del trabajo en
talleres apareció como
necesidad anterior o
prioritaria analizar las
condiciones de
producción del
testimonio. La
experiencia de los
coordinadores daba
cuenta de prácticas y
productos con
particularidades
propias que se
traducían en la
necesidad de emplear
diferentes estrategias
de trabajo, que
trascendían las
diversidades obvias al
actuar con distintos
grupos. Es por eso
que comenzamos a
trabajar sobre la
hipótesis de la
existencia o no de
elementos
condicionantes en la
conformación del
recuerdo, las
condiciones de los
ámbitos desde donde
se trabajaba y la
discriminación entre
la suma de recuerdos
y la memoria
colectiva.
Como señalamos al
principio de este
trabajo, el proyecto
que abordamos nos
puso frente a una
serie de variables que,
si bien no son nuevas,
nos obligan a
reflexionar sobre ellas
y sobre las posibles
incidencias que
pudieran tener en el
resultado final de la
tarea.
Una de estas
variables es la vejez.
Cuando trabajamos en
talleres, sus
integrantes son
mayoritariamente
personas de más de 65
años, pero la
convocatoria no
apunta a la edad sino
a pertenecer a un
barrio determinado.
En cambio, en el caso
que nos ocupa, la
convocatoria va
dirigida a los afiliados
de una obra social
destinada a jubilados
y pensionados, con lo
que el elemento
integrador del taller
se desliza del tema
convocante a la
pertenencia a una
categoría: jubilados,
esto supone, salvo
excepciones, superar
determinada edad y
estar formalmente
fuera del mercado
laboral.
Cuando
describimos a quienes
integraron los talleres
planteamos que el
status
del viejo se
caracteriza por la
ausencia de un rol
social definido, a
diferencia de lo que
ocurre con las otras
etapas de la vida
donde cada sociedad
estipula y normativiza
lo esperable, los roles
y la transición para
cada una de ellas.
También definimos
como vejez normal a
aquella que,
despegándose de esa
ausencia de rol
definido, crea un
nuevo proyecto de
vida compensando
pérdidas con
ganancias y buscando
alternativas acordes
con sus deseos y
posibilidades.
Los Talleres de
Historia Oral, por su
función específica de
trabajar con la
memoria, resultan un
ámbito facilitador
para la transmisión de
un legado
generacional. Si a lo
dicho le sumamos el
interjuego
permanente entre las
historias personales y
la “historia”, la
reflexión crítica sobre
sus interpretaciones
del pasado y el
presente, y la
concreción de un
producto a manera de
devolución que
materialice y de
alguna manera
perpetúe el trabajo
realizado en conjunto,
encontramos el valor
agregado que estos
Talleres de Historia
Oral pueden tener
aunque su objetivo
principal y siempre
presente sea hacer
Historia.
En el libro
Barrio y
memoria
, una de las
primeras
publicaciones sobre la
metodología de
Talleres de Historia
Oral, los autores se
explayan sobre el
tema del tiempo y el
espacio en el proceso
de recordar y en el
contenido de los
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25
recuerdos. En el
presente trabajo, las
particularidades que
caracterizan este
proyecto nos pusieron
frente a una variable
más, referida al
espacio, que amplía lo
ya expuesto en
Barrio
y memoria.
Nos
referimos a la relación
entre el lugar físico
donde se desarrolla el
taller y la
representación
espacial que los
integrantes tienen del
mismo
y su incidencia
en la construcción del
relato, tanto en su
contenido como en su
forma.
El Taller de
Historia Oral es un
nuevo espacio que se
crea, un lugar de
encuentro que tendrá
días, horarios y una
determinada
continuidad en el
tiempo, y este nuevo
espacio se inserta en
un ámbito físico
preexistente.
Cuando los talleres
están referidos a la
historia barrial y los
convocados son los
vecinos, el tema
produce un recorte
que los identifica en
una representación
espacial barrial com-
partida, más allá de
las previsibles
discrepancias.
Esta representación
espacial que se
despliega a partir del
recuerdo dentro del
taller
predomina
sobre
el ámbito físico y la
relación de los
talleristas con el
mismo. El lugar físico
queda subordinado a
un espacio mayor, que
lo incluye.
La correspondencia
entre el tema, el
espacio físico y el
“espacio psicológico”
será facilitador de la
recuperación de la
memoria colectiva.
Cuando hablamos de
espacio psicológico
nos referimos a la
construcción psíquica
elaborada “a partir de
los intercambios
discursivos entre el
sujeto y el medio,
localizado a partir de
la percepción táctil,
visual, auditiva, etc.,
preeminente en cada
intercambio
discursivo. También
los vínculos
conforman el espacio
psicológico, formando
un ‘bagaje’ ya que son
‘huellas pasadas’ que
se presentan en forma
de recuerdo”.
14
En cambio, en el
caso que nos ocupa, el
criterio para la
convocatoria era la
afiliación a PAMI; el
tema, muy amplio, y
no se contaban con
elementos puntuales
que a priori los
identificaran (por
ejemplo un
determinado oficio),
salvo su condición de
jubilados o
pensionados; el taller
ofrecido por su obra
social era en
principio, una más de
las actividades que se
les ofrecía para su
esparcimiento o
mejoramiento de su
calidad de vida.
Los lugares donde
se realizaron las
actividades
empezaron a cobrar
una mayor relevancia
por la relación entre
el ámbito en sí y la
representación que
del mismo tenían los
talleristas, operando
como “aglutinador y
propiciador” de
relaciones y como
elemento, si no
determinante, por lo
menos “interviniente”
en la construcción de
los recuerdos tanto en
facilitar o no el
proceso de recordar,
como en los
contenidos, las formas
de estructurar el
relato, o los olvidos.
Es así como se fueron
conformando sobre el
mismo tema, relatos
diferentes no sólo en
lo que hace a su
contenido, lo que por
otra parte es obvio,
sino a su misma
configuración: el
discurso cerrado, de
tipo clasista,
independientemente
de los diferentes
oficios, centrado en la
categoría de
trabajadores; el relato
que a diferencia del
anterior pone el
acento en la
trayectoria personal,
en el oficio, en las
habilidades; el que
rescata más lo
anecdótico ligado a la
vida cotidiana, y
elude el conflicto; y
por último, el relato
disgregado, invadido
por un presente
signado por el
despojo y la
imposibilidad de
aprehensión de un
espacio como propio,
dificultando la
construcción de
recuerdos donde en
algún caso la
narración se
sobrecarga de fechas y
acontecimientos donde
la historia nacional y
personal se confunden
y, en otros casos, la
crudeza denuncia el
dolor del recordar que
se confronta con un
presente que los
diluye como sujetos.
Estas conclusiones
son válidas para estos
participantes, en estos
talleres, con estos
espacios físicos.
Si bien no podemos
generalizar, los
elementos que
enunciamos tendrán
que ser tenidos en
cuenta en la
interpretación de los
testimonios logrados
en futuros talleres.
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26
NOTAS
1
Comentado por L. A. Romero en “Los sectores populares
urbanos como sujetos históricos”, en Gutiérrez, Leandro H. y
Romero, L. A.,
Sectores populares, cultura y política. Buenos Aires en
la entreguerra,
Buenos Aires, Sudamericana, 1995.
2
Historia de la vida privada en la Argentina,
“Introducción”, bajo la
dirección de Marta Madero y Fernando Devoto, tomo 3, Buenos
Aires, Taurus, 1999.
3
Baczko, Bronislaw,
Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas
colectivas
, Buenos Aires, Nueva Visión, 1999.
4
Bressler, Feiner, Milhed,
Narcisismo y la pérdida de roles en los
adultos mayores
, Facultad de Psicología, U.B.A.
5
Salvarezza, Leopoldo,
Sociedad y vejez. Una aproximación
psicoanalítica
, Colección Tercera Edad y vejez, Cátedra, Facultad
de Psicología, U.B.A.
6
Zabreski, Graciela;
Una vejez normal
, Ficha Curso:
“Coordinadores de Trabajo en Comunidad”, Programa de
Capacitación y Reconversión del Personal del INSSJP
(GeorgesWashington University, Medical Center Departament of
Medicine)
7
Joutard, Philippe,
Esas voces que nos llegan del pasado
, México,
Fondo de Cultura Económica, 1986.
8
Heller, Ágnes,
Sociología de la vida cotidiana
, Barcelona,
Península, 1998.
9
Para Ágnes Heller, el “tiempo vivido” es antropomórfico y
subjetivo, por tanto, la representación del tiempo de cada
hombre es inexpresable en términos del tiempo transcurrido
(basado en una convención social). El tiempo vivido es entonces
una función de la carga o de la ausencia de una determinada
experiencia personal.
De este modo, la representación temporal varía según el grado
de saturación de experiencias internas o con su ausencia. Así, es
el contenido del acontecimiento el que establece si la
representación será larga o corta. En la experiencia interna tem-
poral –dice Heller– tienen una función particular la fantasía, la
memoria y la imaginación. El tiempo de la memoria es el más
subjetivo de las experiencias temporales. Lo que yo revivo es
irreversible, por tanto, el recuerdo es un momento de esta
irreversibilidad, que objetivamente no es nada más. En
consecuencia, el “tiempo vivido” es subjetivo porque es
mi
tiempo; de ahí que cada persona tiene un tiempo vivido
diferente. Ágnes Heller,
op. cit
.
10
Sin querer formular un diagnóstico sobre su salud mental,
Douglas presenta una visión de la realidad en todo momento
coherente y sin delirio.
11
Ágnes Heller,
op. cit.
12
M. Halbwachs, “La mémoire collective” en Philippe Joutard,
op. cit
.
13
Joutard, Philippe,
op. cit.
14
Barela, Liliana; La Greca, Francis; Sánchez, José;
Barrio y
memoria,
Buenos Aires
,
Instituto Histórico de la Ciudad de
Buenos Aires, 1992.
-Baczko, Bronislaw;
Los imaginarios sociales. Memorias y esperanzas
colectivas
, Buenos Aires, Nueva Visión, 1999.
-Barela, Liliana, “Diez años de historia oral en el Instituto
Histórico. La legitimación de una propuesta (1985-1995)” en
Boletín del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires
, Nº 14,
Buenos Aires, Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires,
1995.
-Barela, Liliana; La Greca, F.; Sánchez, J.,
Barrio y memoria
,
Buenos Aires, Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires,
1992.
-Bressler, Feiner, Milhed,
Narcisismo y la pérdida de roles en los
adultos mayores
, Facultad de Psicología, U.B.A.
-Gutiérrez, Leandro H. y Romero, L. A.,
Sectores populares, cultura
y política. Buenos Aires en la entreguerra
, Buenos Aires,
Sudamericana, 1995.
-Heller, Ágnes,
Psicología de la vida cotidiana
, Barcelona, Ediciones
Península, 1998.
-Joutard, Philippe,
Esas voces que nos llegan del pasado
, Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 1999.
-Petrich, Perla, “Historias, historia del Lago Atlitlán” en
Voces
Recobradas
Nº 7, Revista de Historia Oral, Instituto Histórico de la
Ciudad de Buenos Aires, abril de 2000.
-Pichon Rivière, Enrique y Pampliega De Quiroga, Ana,
Psicología de la vida cotidiana
, Buenos Aires, Nueva Visión, 1985.
-Portelli, Alessandro, Ponencia en la XX Conferencia
Internacional de Historia Oral realizada en Río de Janeiro, junio
de 1998.
- Salvarezza, Leopoldo,
Sociedad y vejez. Una aproximación
psicoanalítica
, Colección Tercera Edad y vejez, Cátedra, Facultad
de Psicología, U.B.A.
-Schnapper, A.; Hanet D., “De Heródoto a la grabadora: fuentes
y archivos orales” en Aceves Lozano, Jorge:
Historia Oral
,
México, Instituto Mora, 1997.
-Shopes, Linda, “Más allá de la trivialidad y la nostalgia:
contribuciones a la construcción de una historia local” en Aceves
Lozano, Jorge,
Historia Oral
, México, Instituto Mora, 1993.
-Yerushalmi, Yosef; “Reflexiones sobre el olvido” en: Yosef
Yerushalmi y otros,
Usos del olvido
, Buenos Aires, Nueva Visión,
1988.
-Zabreski, Graciela,
Una vejez normal
, Ficha Curso:
“Coordinadores de Trabajo en Comunidad”, Programa de
Capacitación y Reconversión del Personal del INSSJP (Georges
Washington University, Medical Center Departament of
Medicine).
BIBLIOGRAFÍA
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27
traducciones
O chá das cinco?
As oficinas de
história oral entre o
fato cultural e a
função social
Miguez, Mercedes; Vega, Susana;
Ventola, Viviana; Vilela, Marcela; Dorin,
Lucía e Martino, Laura.
O presente artigo é o resultado de
uma reflexão e metodologia sobre o
trabalho de história oral nas oficinas a
partir de um projeto conjunto entre o
Programa de História Oral do
Instituto Histórico da Cidade de
Buenos Aires e o PAMI (INPS-
Instituto de Previdência Social),
Seção Capital, Área de Cultura,
Recreação e esportes.
Este projeto, que ainda continuamos,
iniciou-se no ano 2000 com o nome
“Relatos que fazem a história”, vendo-
se o assunto do “Trabalho”.
Este projeto se divide em vários
aspectos de nossa modalidade
habitual de trabalho em oficinas,
razão pela qual nos colocou frente à
necessidade de voltar a pensar sobre
algumas questões que fazem sobre
tudo à interpretação final das
testemunhas arrecadadas.
O entrecruzamento institucional; a
velhice; a oficina como espaço onde
se combinam a pesquisa histórica, a
gestão cultural e a função social que a
oficina em si e seu conteúdo exerce; o
papel de coordenador em ralação ao
equilíbrio que deve manter com o fim
de que os outros objetivos da
atividade não vão em desmedro de
sua labor de historiador; a relação
entre a convocatória aberta e o
assunto a pesquisar; a incidência que
o espaço pode ter na formação de
recursos, são alguns dos aspectos
que tratamos em forma sintetizada
nesta apresentação.
Le thé de cinq heures?
Les ateliers d´histoire
orale entre le fait
culturel et la fonction
sociale
Miguez, Mercedes; Vega, Susana;
Ventola, Viviana; Vilela, Marcela; Dorin,
Lucía et Martino, Laura.
Le présent article est le résultat d’une
réflexion théorique et méthodologique
sur le travail d’histoire orale à propos
d’Ateliers à partir d’un projet associé
entre le Programme d’Histoire Orale
de l’Institut Historique de la Ville de
Buenos Aires et PAMI, Section
Capitale, Aire de Culture, Récréation
et Sports.
Le projet, que nous continuons
encore, a commencé dans l’année
2000 avec le nom «Histoires qui font
l’histoire», où nous avons approché le
sujet «Travail».
Ce projet est séparé dans plusieurs
aspects de notre modalité habituelle
de travail dans les ateliers, raison par
la quelle il nous a mis devant la
nécessité de penser de nouveau sur
quelques questions qui sont en
rapport principalement avec
l’interprétation finale des témoignages
obtenus.
L’entrecroisement institutionnel; la
vieillesse; l’atelier comme un espace
où se combinent l’enquête historique,
l’administration culturelle et la
fonction sociale que l’atelier lui-même
et son contenu accomplissent; le rôle
du coordinateur à propos de
l’équilibre qu’il doit maintenir afin que
les autres objectifs de l’activité
n’entrent pas en détérioration de son
travail d’historien; le rapport entre la
convocation ouverte et le sujet à
investiguer; l’ incidence que l’espace
peut avoir dans la formation de la
mémoire, sont quelques-uns des
aspects que nous approchons
sommairement dans cette
présentation.
Five o´clock tea?
The workshops of
oral history between
the cultural fact and
the social function
Miguez, Mercedes; Vega, Susana;
Ventola, Viviana; Vilela, Marcela; Dorin,
Lucía and Martino, Laura.
The present article is the result of a
theoretical and methodological
reflection on the work of oral history
in Workshops, starting from a
combined project between the
Program of Oral History of the
Historical Institute of the City of
Buenos Aires and PAMI, Capital
Section, Area of Culture, Recreation
and Sports.
The project that we still continue to
work on began in year 2000 with the
name “Stories that make the history”,
being approached the topic of
“Work”.
This project gets separated in several
aspects of our usual working modality
in workshops, reason why it put us in
front of the necessity of thinking
again on some questions that are
mainly related to the final
interpretation of the picked up
testimonies.
The institutional intercrossing; the
oldness; the workshop as a space
where the historical investigation, the
cultural administration and the social
function that the workshop itself and
its contents carry out, are combined.
The coordinator’s role concerning the
balance that he must maintain so that
the other objectives of the activity
don’t go in deterioration of his
historian work; the relationship
between the open convocation and the
topic to investigate; the incidence that
the space may have in the formation
of the memory, are some of the
aspects that we briefly approach in
this presentation.
27
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