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Las villas porteñas:
de espacios
comunitarios a
¿guetos?
V O C E S D E B U E N O S A I R E S
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Introducción
Quienes presentamos estas reflexiones lo
hacemos desde los campos de la antropología y la
historia. A partir del Programa de Historia Oral del
Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires
trabajamos en algunas villas porteñas, en el
relevamiento y reconstrucción de la
historia testimonial a través de la
memoria de sus vecinos.
Este trabajo que compartimos
con su cúmulo de experiencias
profesionales y personales, nos
puso frente a la necesidad de
contrastar materiales, debatir
lecturas y buscar marcos analíticos
que nos ayudasen a entender y
explicar lo que observábamos en
estos espacios donde habíamos
hecho pie. Una de esas
observaciones tenía que ver con las
temáticas que aparecen
inevitablemente con mayor
asiduidad en todos los testimonios:
la violencia cotidiana. La
inseguridad, el robo, el miedo
cruzan los relatos como
características centrales de la
actualidad, en contraposición a un
pasado idealizado de mayor
solidaridad y vida comunitaria.
Idealizado decimos porque la
brecha histórica destaca los
contrastes con magnificencias, pero porque además,
las rupturas experimentadas en la comunidad de
referencia hacen más honda su percepción del sentido
de la historia. Un “antes” que todo hacía suponer se
encaminaba teleológicamente hacia el progreso, la
solidaridad e igualdad de oportunidades. Una
comunidad de migrantes que se organizaba para
sobrevivir en un espacio adverso pero prometedor;
con trabajos poco calificados, pero permanentes que
los incluía de alguna manera en el mercado, es decir,
en el sistema. Y un presente que los confina en un
espacio de exclusión en el que reina la violencia y el
miedo, además del sentimiento condenatorio a la falta
de alternativas por ser población sobrante.
Si nos proponemos reflexionar sobre esta relación,
no será para estigmatizar aún más a su población, ni
para victimizarla, sino para destacar las
transformaciones sufridas, producto de la
profundización del modelo neoliberal. Con el ánimo
de problematizarla es que, coincidiendo en la
apreciación general sobre el origen, evolución y rasgos
actuales de estos espacios degradados de la geografía
urbana, buscábamos otras herramientas
interpretativas para el análisis de estos procesos
sociales. La complejidad de lo que
observábamos dentro de la villa, pero
que no podíamos dejarlo circunscrito
a ella, trascendía y trasciende los
límites de estos barrios periféricos.
Esta búsqueda nos condujo a
establecer una correspondencia entre
el enfoque propuesto por el sociólogo
Löic Wacquant que trabajó en el
barrio Rojo de París y en el gueto
negro de Chicago, con los espacios de
las villas.
Las villas: de espacios de
transición a enclaves de
exclusión
Las villas miseria surgidas en el
paisaje urbano desde hace más de
medio siglo tienen su expresión
semejante en todas las grandes
ciudades del “tercer mundo”.
Instaladas en terrenos desocupados,
vacíos, en áreas insalubres o de
relieve difícil y, sobre todo, que
escapan al control público o que han
sido abandonados por sus
propietarios. Como espacios marginales a la ciudad,
nos hablan del tipo de crecimiento capitalista y su
política de Estado, encerrando la contradicción entre
el derecho constitucional a la vivienda y la situación
El fin de siglo y el umbral del tercer milenio (1983-1999)
Las villas porteñas: de espacios comunitarios...
Autoras Bordegaray, Dora y Tomarchio, Clelia
-
Si las ciudades son
creaciones del movimiento
poblacional (flujo
permanente de los grupos
humanos a través de la
historia) que responden a
una formación económica
dada, estas otras ciudades
dentro de la ciudad
responden a esos mismos
tipos de movimientos.
Migraciones internas en la
época de industrialización
por sustitución de
importaciones, o de países
limítrofes por la atracción de
dicho proceso o por
cuestiones políticas.
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de ilegalidad en la ocupación de la propiedad.
Construidas a partir de la emigración masiva desde
áreas rurales por personas consideradas “invasoras” o
“intrusas” han creado, en la periferia de las ciudades,
verdaderos barrios informales que, a pesar de la falta de
planificación, precariedad de servicios y provisionalidad
de sus construcciones, ofrecían condiciones mínimas
necesarias para vivir una transición hacia el
“progreso”. Basadas en la solidaridad y ayuda mutua,
recompusieron sus lazos familiares reales o ficticios en
el hostil espacio social urbano.
Si las ciudades son creaciones del movimiento
poblacional (flujo permanente de los grupos humanos
a través de la historia) que responden a una formación
económica dada, estas otras “ciudades” dentro de la
ciudad responden a esos mismos tipos de
movimientos. Migraciones internas en la época de
industrialización por sustitución de importaciones, o
de países limítrofes por la atracción de dicho proceso o
por cuestiones políticas.
En la década del 50 dicho
crecimiento poblacional trajo
aparejado mayores dificultades en
lo que hace a las condiciones de
vida por su carencia de
infraestructura. Para dar respuesta
a las necesidades crecientes, a fin
de mejorar su calidad de vida, se
estructuraron distintas formas organizativas en su
población basadas en lazos de solidaridad y redes de
ayuda mutua. La vivienda y la infraestructura barrial
fueron las primeras reivindicaciones. Pero al mismo
tiempo, surgieron las organizaciones vinculadas al
deporte, especialmente fútbol y esparcimiento (clubes,
asociaciones juveniles) como expresión de los
nucleamientos y formas que adquiere la “sociabilidad
barrial”. Ello implicó participar comunitariamente en la
preparación de infraestructura como la construcción de
canchas, la fundación de sedes sociales, la organización
de torneos o la creación de ligas de fútbol y competencias
inter-villas, que permitieron fortalecer la identidad grupal
y complejizar las formas organizativas preliminares.
Las comisiones o clubes de madres estaban más
vinculadas a la protección de los niños, la salud, la
educación y el sostenimiento de pautas culturales (por
ejemplo, actos cívicos en memoria de fechas patrias o
religiosas). Estas comisiones fueron las que
gestionaron los primeros centros de salud, guarderías
y escuelas, pero además contribuyeron a la
construcción identitaria de una comunidad en el
nuevo lugar (Bellardi: 1986).
Durante la década del 70, la dictadura militar
consideró a las villas como “excrescencia urbana” y a
sus habitantes como no ciudadanos. La aplicación
organicista de sus concepciones se materializó en su
erradicación a la manera de extirpación del mal,
arrasando no sólo las viviendas, sino también los
espacios simbólicos construidos
durante más de veinte años.
Espacios de reterritorialización,
identitarios y de lucha por el
derecho a la ciudad. Sus
pobladores fueron remitidos
nuevamente a sus lugares de
origen o alejados de la gran ciudad.
Con ello se produjo la
desestructuración y la ruptura del tejido social.
En el 83 se vuelven a repoblar con los que
regresan para reconstruir y con los nuevos que el
sistema sigue excluyendo. Particularmente en la
segunda mitad de la década del 90 un nuevo sector
ingresa a la villa, son algunos fragmentos de clase
media-baja provenientes de barrios obreros, debido a
su fragilidad y posterior caída del nivel
socioeconómico. Entre estos dos períodos, el quiebre
se encuentra en el punto medio de un antes más
solidario y un presente individualista que se vincula
con la idea de beneficio como forma de reproducción
o adaptación a la economía especulativa. El
testimonio siguiente da muestra de ello: Cuando
volvimos con mi familia toda la parte de abajo estaba
desocupada. Entonces mi papá alambró todo lo que pudo
alrededor de nuestra casa y cuando venía la gente a
ocupar, le vendía el terreno...
Las estrategias de supervivencia se han ido
limitando cada vez más. Los trabajos informales de
changas y tareas de baja cualificación casi han
desaparecido del mercado laboral. Quedan el cirujeo
y la economía informal de comercio callejero, como
trabajos más reconocidos aún desde lo legal y lo
Cada migrante es un agente que
ayuda a otros migrantes a
establecerse en la ciudad o
a cambiarse de un punto a otro
dentro de ella
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legítimo, y el circuito delictivo de robo, drogas y
armas. Para algunos, que son los menos, una
alternativa es la instalación de comedores y
merenderos que tienen conexión con el clientelismo
político y se procesan como espacios de poder. Los
comedores son muestra de la forma en que se
expresa la transición del estado de bienestar al
estado asistencial.
Cuando Lariza Lomnitz se refiere a los sectores
excluidos, marginados, no lo hace a partir de sus
carencias, sino de lo que poseen, que es su capital
social (solidaridad, ayuda mutua). Este capital es el
recurso utilizado como estrategia de supervivencia.
Cada migrante es un agente que ayuda a otros
migrantes a establecerse en la ciudad o a cambiarse
de un punto a otro dentro de ella y la ayuda consiste
en alojamiento permanente o temporal, alimentos,
información, colocación en el trabajo, apoyo moral, y
es la base para un sistema más permanente de
intercambio (Lomnitz: 1994). Por lo tanto, la
solidaridad es percibida y
valorada simbólicamente como
una verdadera fuerza, como un
verdadero capital. Pero este
sector informal que desarrollaba
actividades de servicio:
empleadas domésticas, obreros
de la construcción, vendedores
callejeros, sufrió una amplia
reducción. Cada vez son menos
los que se dedican a algún tipo de tarea rentada,
están parados, por lo tanto este capital social del que
habla Lomnitz, si bien se mantiene como recurso
disponible, también se ha deteriorado porque ya no
hay qué compartir. Esto genera enfrentamientos,
competencias, individualismos, vivir más puertas
hacia adentro y levantar muros. Cuando la gente
evoca aquellos momentos en que se salía al pasillo a
compartir con los vecinos las fiestas de fin de año,
los cumpleaños, o a asistir al que lo necesitaba, lo
hace con un dejo de pérdida de un valor que les era
propio. Antes, cuando teníamos casas de cartón y chapa,
cuando llovía y había alguna madre soltera, todos a
socorrer si se le caía el techo o le llovía la chapa, ahora,
¿quién va a asomar la nariz?, todos tienen miedo, están
amurallados, a nadie le importa el que tiene al lado. Es
real, los espacios han cambiado de las villas de los
50, 60 a las de 2000. Del pequeño terreno marcado
por piolines que hacía más difusos los límites que
separaban los ámbitos públicos de los privados, se
pasó a las hacinadas construcciones de material, más
protegidas y enrejadas. Los vecinos dicen que hoy se
vive más entre extraños, con desconfianzas y
miedos, era muy lindo cuando estábamos acá nosotros...
todo tranquilo, no le digo que venía el joyero que decía,
compro reloj, compro oro, compro esto, compro el otro,
andá a pasar vendiendo oro ahora... ni vendiendo agujas
de coser no más, te sacan las zapatillas, la remera... antes
había una ética, un respeto por el vecino, había un código
de respeto... y lo peligroso, porque ahora los ladrones casi
todos están drogados y están “jugados” como le llaman, si
le matan le matan, no le importa. (...) eso fue lo que mató
al barrio, por eso cambió, antes se podía dormir con las
puertas abiertas, los vecinos en verano de noche salían a
tomar mate, se juntaban, hacíamos baile en la calle... nadie
tenía miedo porque nadie usaba arma... si alguno lo tenía,
lo tenía, pero era tranquilísimo.
La violencia en nuestro país tiene larga historia,
pero en ella la más reciente y criminal fue la vivida
entre 1976 y 1983. El asesino era el propio Estado y
el miedo, convertido en terror inmovilizador, se
adueñaba de la comunidad. Por supuesto que la
visibilidad de los medios no estaba
presente como lo está hoy para
captar con la cámara el asalto con
rehenes en el supermercado, o el
delincuente abatido tras el intento
de robo de una bicicleta sobre la
Perito Moreno. Convengamos que
la actual es una violencia criminal
al descubierto, producto del
desarrollo del modelo neoliberal
que traba toda posibilidad de cambio. Como bien
señala José P. Feinmann en su ensayo La sangre
derramada: “Para un excluido del sistema de libre
mercado basta con comprar un revólver para
transformarse en un delincuente y sentirse otra vez
incluido en la sociedad que lo había expulsado como
ciudadano. Ahora pertenece otra vez a ella, sólo que
en el modo de la delincuencia. Si antes no tenía un
El sentimiento de ser seres
intrascendentes y sin valores
apreciados por nadie en la
sociedad hace que entre ellos
mismos sólo cobren importancia
ante la muerte violenta (...)
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trabajo ahora lo tiene. Si antes estaba abatido,
hundido en la depresión, ahora lo vigoriza un odio
sin fronteras. Si antes era un derrotado, un sub-
hombre, ahora le temen. Si antes era inofensivo,
inoperante, un desecho marginal y triste, un
desecho arrojado al canasto, un desdichado más
en la cola de los desdichados que buscan trabajo,
ahora es agresivo, ofensivo al extremo, brutal. No
padece desdicha, la provoca. El delincuente
criminal asume la cara desembozada y cruel del
sistema de exclusión... No odia –como odiaba el
antiguo obrero explotado– a los patrones, odia a
todos... A todos los que tienen las cosas esenciales
de las que fue privado... Así las cosas, el
delincuente criminal –con sólo tener un revólver,
con sólo matar– ocupa la centralidad en el sistema
que lo había escupido de sí. Vuelve a tener un ser:
se siente alguien, alguien temido, odiado,
perseguido pero alguien. No se
sentía así el día que lo echaron
del trabajo”.
La población de la villa no
excede, en general, los 60 años
y entre ella los más jóvenes son
los más claros destinatarios y
reproductores de la violencia.
El sentimiento de ser seres
intrascendentes y sin valores
apreciados por nadie en la
sociedad hace que entre ellos mismos sólo cobren
importancia ante la muerte violenta (a manos de
la policía, por enfrentamiento entre grupos o por
enfermedades infecciosas como el sida) en una
escala tal, que en palabras de un docente fue
descrito como “un verdadero genocidio” y sus
relatos así lo demuestran. Por ejemplo, el jueves una
docente de la escuela fue a visitar a un chico que había
salido de la cárcel después de tres años y le decía:
“Bueno, no te juntes ahora con los de siempre, no
vuelvas a lo de siempre...”, y el chico responde: “¿Y
con quién me voy a juntar si están todos muertos?”.
Otra chica que dejó de venir a la escuela después de un
embarazo que abortó, con muchos problemas alrededor
de eso, en un taller en el que estaban produciendo
escritos para una publicación, se puso a hablar de las
amistades y después escribía: “Ya estoy harta de perder
amigos”. Otro de los que estaba en ese taller, está preso
desde hace 15 días más o menos, cayó yendo a robar
con otros dos. A la noche iban a festejarle el
cumpleaños a un amigo al que querían mucho y que no
compartía con ellos la droga, el alcohol y el robo. Los
tres que iban a recolectar para festejarle al cuarto
cayeron presos esa noche... Ezequiel Demonty vivía en
el mismo barrio que estos chicos, del que salió después
de tres años de prisión, de la chica que decía que está
harta de perder amigos y del otro que está preso. El
mismo día que la policía mató a Ezequiel, un hecho
menos conocido en la comisaría
contigua a la 34, personal de la
brigada capturó, esposó, golpeó y
finalmente mató con un tiro en la
nuca a otro chico del mismo barrio, a
una cuadra y media de la casa de
Ezequiel y ex alumno de la escuela...
fuimos al velatorio y... lo que estaba
a la vista era que tenía la cara
reventada a patadas, vendas,
manchas de sangre y un solo disparo
en la nuca con el arma apoyada. Digamos que era una
ejecución sumaria hecha por la policía.
Sus madres se reconocen en el dolor
compartido con una mezcla de resignación: lo que
pasó con ella y conmigo casi igual... ella perdió un hijo
porque le agarró un infarto, se pasó mucho con la
droga... y después el otro lo mató la policía... me
acuerdo, eran como las 12, 12:30, y un pibe... lo vino a
buscar... yo lo vi cuando él se levantó, se lavó la cara,
se peinó y salieron para allá y, más o menos, habrá sido
como a la una y media que se escucharon unos
disparos... Entonces corrimos todos para allá y yo ya
no le alcancé a ver. Fueron los hermanos... llevaron la
camioneta porque la policía no le dejaban... que los
hermanos lo levanten. Le subieron a la camioneta, le
empujaron a la policía y le llevaron al hospital Piñeiro,
en el camino murió... Después que mataron a mi hijo,
mataron a ése, a ése también lo mató la policía y
después acá, en la otra manzana, ¿qué hará?, 20 días
que mataron a otro pibe, ya se había salvado hace un
año atrás más o menos, cuando lo habían matado al
hermano y a él lo habían herido, él se salvó de milagro
ese día y ahora lo mataron a él. En esa familia
Para Wacquant el gueto no es
simplemente una entidad
topográfica o una agregación de
familias pobres sino una forma
institucional basada en meca-
nismos de encierro y control (...)
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terminaron a todos... y acá atrás hay una familia que
hasta ahora no murió ninguno pero estuvieron al
borde, a casi toda la familia tirotearon, hay uno que
camina con muletas, que aparentemente se ve que las
balas le dejó mal la cadera, la pierna...Y después hay
otro que hará 2 o 3 meses que lo llenaron de balas y no
murió, se salvó y hay uno que está en la cárcel, otro
que está mal también de la droga y a medida que los
chicos van creciendo van agarrando como una
rutina,... en otra época esto no ocurría... y ahora ya,
digamos, para mí no es una costumbre, para mí me
lastima mucho, digamos, al ver pasar tantas cosas, a
mí me duelen un montón. Los testimonios de este
carácter se repiten de una punta a la otra de las
villas.
Wacquant en el gueto negro de Chicago
Para Wacquant el gueto no
es simplemente una entidad
topográfica o una agregación de
familias pobres sino una forma
institucional basada en
mecanismos de encierro y
control que puede
caracterizarse como una
“formación socio espacial
restringida, racial y/o
culturalmente uniforme,
fundada en la relegación
forzada de una población
negativamente tipificada... en
un territorio reservado en el cual esa población
desarrolla un conjunto de instituciones específicas
que actúan como sustituto funcional y escudo
protector de las instituciones dominantes de la
sociedad general” (Wacquant: 1991).
Lo que este autor observa en los barrios bajos
negros de las metrópolis estadounidenses es un
proceso de cambio que los diferencia de lo que
fueron hace 30 ó 40 años. Bautiza a esos barrios
de la segunda posguerra hasta fines de la década
de los 70 como “guetos comunitarios” y a los de
las últimas dos décadas del siglo XX como
“hiperguetos”. En su análisis muestra que ha ido
cambiando el contexto socio-económico y cultural
en el que los guetos existen y también ha variado
el debate público que promueven: de la “guerra
contra la pobreza” que propiciaba Lyndon B.
Johnson se pasó a la “guerra a la seguridad
social”, que con criterio eficientista planteó
Ronald Reagan y continuó George Bush (padre).
Al compás de esos discursos fueron cambiándose
los objetivos de las políticas gubernamentales. En
la década del 60, la meta alcanzable en 1976 era
erradicar la pobreza y disminuir las disparidades
raciales. En el año 2000, el estado federal se
conforma con supervisar la contención de la
pobreza en enclaves urbanos y cárceles y con la
ignorancia sobre la problemática racial.
El gueto se formó a principios del siglo XX
como una institución de exclusión racial donde el
confinamiento residencial adquirió características
únicas y la segregación era casi total, involuntaria
y perpetua, en contraposición a los barrios étnicos
como los de inmigrantes irlandeses, italianos,
polacos, judíos, etcétera. El gueto comunitario o
comunal era el producto de una división de castas
que obligaba a los negros a desarrollar su propio
mundo social, formando una especie de “ciudad
dentro de la ciudad”. En el
gueto existía una división social
del trabajo completa por lo que
surgía una muestra de clases
sociales enlazadas por una
conciencia colectiva unitaria que
generaba apego y orgullo. Ese
sentimiento de pertenencia era
lo que los luchadores de los
derechos de la Negritud, como
Malcolm X y Martin Luther
King, llamaban el “alma negra”.
Esta conciencia los había hecho
desarrollar organismos
comunales de movilización y representación que
contaban con una base muy extendida.
En la actualidad los guetos tienen límites muy
difusos e instituciones dominantes que ya no son
organizaciones que alcanzan a toda la comunidad, sino
burocracias estatales cuyos objetivos son los sectores
marginales o las “poblaciones problema”.
En cuanto a la cuestión edilicia estos barrios
negros están llenos de edificios tapiados y
Todo esto conduce al hecho más
significativo de la vida en el gueto:
la preponderancia del peligro
físico y la sensación de
inseguridad que se traduce en tres
procesos que dominan la vida
cotidiana: la despacificación, la
desdiferenciación social y la
informalización económica.
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abandonados, baldíos salpicados de basura y
escombros, calles y veredas rotas. Las viviendas
son inseguras y todas las aberturas están
protegidas con rejas y barrotes. Plazas y lugares
públicos se han tornado lugares peligrosos que se
disputan bandas rivales de jóvenes. En las zonas
residenciales blancas, un negro es visto como un
delincuente, a no ser que haya adoptado y exhiba
la vestimenta y modales de la clase media blanca.
En el gueto la población ha cambiado. En parte,
ese recambio responde a la huida de algunas
familias que, con una mejor posición económica,
buscaron entornos más agradables. Sólo se han
quedado los recién llegados en las peores
condiciones y quienes están desocupados. En 1950
la mitad de los adultos que vivía allí tenían
empleos rentados en una ciudad donde la mitad
de los negros asalariados trabajaban en fábricas.
Pero hacia 1980 la situación de los habitantes de
los barrios negros en el
mercado de empleo había
empeorado: sólo el 33% de los
adultos tenían un trabajo y las
cifras continuaron
descendiendo.
Por otra parte, la ciudad
afectó porcentajes cada vez
menores del presupuesto a la
construcción de viviendas
sociales (siempre en menor
número que las que se
destruían por incendios, planes
de mejoras o relocalización de
las poblaciones), pero se aseguró que esas nuevas
viviendas públicas se construyesen en áreas de
guetos ya existentes. De ese modo quienes
permanecen allí son solamente los que no tienen
ninguna otra posibilidad habitacional.
Las estrategias de sobrevivencia son muchas.
Cuando se agota el dinero de la seguridad social
se recurre a las redes de parentesco y amigos,
luego a las casas de empeños para los que todavía
atesoran algún bien y, por último, a la búsqueda
de comida gratis en iglesias y organismos
gubernamentales. Pero “el pilar de la
subsistencia” lo proporcionan extraños trabajos o
tráficos marginales: hacer trámites, cortar el pelo
o el césped, palear nieve, recoger latas de
gaseosas para revenderlas, vender su sangre,
hacer un poco de todo en clubes ilegales, manejar
taxis falsos. También se usa en Chicago la
estrategia de tratar de provocar accidentes para
cobrar una indemnización o cometer algunos
delitos para ir a la cárcel que asegura cama y tres
comidas diarias y, a veces, ofrece la posibilidad
de un trabajo remunerado. En ese ámbito los
niños representan grandes recursos por lo que
desde pequeños van a las puertas de
supermercados o a estaciones de
servicio a ofrecer su ayuda a
cambio de unas monedas.
También están las apuestas
ilegales, los asaltos, la venta de
mercadería robada, la
prostitución y el tráfico de
drogas.
Todo esto conduce al hecho
más significativo de la vida en el
gueto: la preponderancia del
peligro físico y la sensación de
inseguridad que se traduce en
tres procesos que dominan la
vida cotidiana: la despacificación, la
desdiferenciación social y la informalización
económica. Por estas características se redefinen
estas formaciones urbanas como “hiperguetos”.
Esta semblanza es casi coincidente con la
descripción de la villa actual.
Notas sobre las villas con la ayuda de
Wacquant
Las villas se montaron, como los guetos,
sobre espacios inutilizados. Cuando comenzaron
a formarse, cincuenta años atrás, tenían un
sentido de transitoriedad que los procesos
históricos (falta de movilidad social) congelaron
hasta convertirlas en enclaves de pobreza y
exclusión, independientemente de su
conformación edilicia, estilística y de provisión de
servicios.
Hasta la última erradicación, llevada a cabo a
De las viejas políticas
erradicatorias (de las personas y
no de las condiciones que
conducen a la exclusión), se pasó
a la radicación de estos espacios
como consolidación de los
enclaves de exclusión. Los planes
de viviendas, por ejemplo, se
llevan a cabo dentro del mismo
perímetro de la villa.
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fines de los setenta, podría caracterizarse a la
villa con el adjetivo de “comunitaria”, en la que la
homogeneidad estaba dada por la caracterización
de los pobladores como “cabecitas negras”,
migrantes internos que por su precariedad
económica se ubicaban en estos ámbitos
degradados de la ciudad. A diferencia del gueto
comunitario, la villa en las décadas del 50 al 70
era un espacio geográfico “caótico” para la
cuadrícula urbana. Sin calles trazadas ni servicios
de agua y cloacas, sin teléfono aunque en algunas
zonas sí existía la provisión de luz eléctrica con
medidores compartidos entre varias casillas. Las
familias pertenecían todas a los estratos más
desventajados de la población, de modo que no
podía verse allí nada semejante a un gueto puesto
que no había en ellas una muestra completa de la
diversificación social.
En esa época los villeros podían ser
identificados desde afuera como gente a la que les
gustaba poco el trabajo y por eso
estaban allí. Sin embargo una
porción numerosa tenía trabajo
fijo, muchos de ellos en relación
de dependencia aunque en
tareas de poca cualificación. Los
hombres trabajaban en el
puerto, en la recolección de
residuos, como obreros en
fábricas y frigoríficos, como
peones de albañil, jardineros,
serenos en empresas de transporte, etcétera. Las
mujeres, en su mayoría, se desempeñaban como
domésticas y algunas en fábricas, especialmente
del rubro textil y alimenticio.
La escuela estaba presente en el imaginario
social como la posibilidad de ascenso, si bien
muchos de los hijos de los villeros ni siquiera
terminaban la escolaridad primaria. En casos
reducidos y cuando las circunstancias lo
permitían, la estrategia familiar apostaba a la
escuela media enviando a alguno de los hijos
mejor posicionados en la trayectoria escolar. La
formación técnica de nivel medio era vivida como
el reaseguro de ascenso social y la posibilidad
concreta de salida laboral que permitiría el salto
hacia otros barrios.
La posibilidad de tener empleo y por ende el
sueño de mejorar la situación se han convertido
sólo en sueños. Los jóvenes, en su mayoría, no
tienen referencias históricas que los remitan a un
pasado diferente, de forma tal que “naturalizan”
Ellos contribuyen a construir
estigmas que fragmentan a la
sociedad y enfrentan a quienes
viven dentro y fuera de estos
barrios como si pertenecieran a
mundos diferentes.
este presente de marginación económica, cultural
y social. Viven condenados y se reconocen como
población que sobra desde una perspectiva de
discurso único en la que no hay lugar para los
cambios, no hay otro futuro posible. Como decía
anteriormente la vecina: Ahora los ladrones casi
todos están drogados y “jugados”, como les dicen acá,
si le matan, le matan, no le importa... Ellos cuando
necesitan plata para la droga aunque vean un revólver
adelante, no le importa...
Las villas no fueron nunca guetos. De tal
forma, es imposible aplicar esa categoría para
analizarlas. Sin embargo, la exclusión, el
abandono que los sectores privilegiados han
hecho de los menos favorecidos, al compás de la
maximización de los beneficios y el retroceso del
estado de bienestar, contribuyen a un proceso de
guetización de las villas. Esos espacios se están
convirtiendo en ámbitos de encierro de los que
cada vez se hace más difícil salir. De las viejas
políticas erradicatorias (de las
personas y no de las condiciones
que conducen a la exclusión), se
pasó a la radicación de estos
espacios como consolidación de
los enclaves de exclusión. Los
planes de viviendas, por
ejemplo, se llevan a cabo dentro
del mismo perímetro de la villa.
Edificios de departamentos que
la falta de recursos para su
mantenimiento deteriora rápidamente. Sus
pobladores, cada vez más desocupados y
paralizados, están también cada vez más lejos de
la ciudad, más encerrados, más controlados, más
guetizados.
Frente a esta realidad construida alrededor
de una imagen estereotipada y estigmatizada
de las villas, creemos que el planteo más
importante es el de la imposibilidad de
46
BIBLIOGRAFÍA
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2001.
Bellardi, Marta; De Paula, Aldo, Villas Miseria: origen, erradicación
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Wacquant, Löic, Parias urbanos. Marginalidad en la ciudad a
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FUENTES
Entrevistas realizadas en las villas 1-11-14; 20; 21-24 y en el
Barrio Charrúa (ex Villa Piolín), entre los años 1997-2003.
observar analíticamente estos espacios
segregándolos del resto de la sociedad en la que
están insertos. Una separación en tales términos
responde a un encuadre científico que separa,
fragmenta, reduce el trabajo de comprensión de la
villa a la descripción de sus pobladores. Norbert
Elías ya había sugerido que hay que concebir al
gueto como un sistema de fuerzas dinámicas que
entrelazan agentes dentro y fuera de él. Ese
mismo autor había elaborado el concepto
“figuración”, como trama de personas e
instituciones interdependientes, vinculadas al
mismo tiempo en varias dimensiones. Dichas
dimensiones tienen que ver con mantener
conceptualmente juntos los niveles “macro” y
“micro” para no hacer un análisis que diseccione
la realidad. Y en este sentido puede evocarse a
Edgar Morin con su aspiración de conocimiento
multidimensional y pensamiento complejo.
Compartimos con Wacquant que la violencia es
un aspecto de la vida del gueto/villa que debemos
diferenciar de las imágenes intencionadas que
muestran los medios. Ellos contribuyen a construir
estigmas que fragmentan a la sociedad y enfrentan a
quienes viven dentro y fuera de estos barrios como si
pertenecieran a mundos diferentes. Tanto Habermas
cuando dice que son “mundos vividos” como
distintos, como Bourdieu al señalar lo que él llama
“la ley de conservación de la violencia”, nos alertan
sobre el análisis que hagamos. “Esta violencia
destructiva ´desde abajo´ no debe analizarse como la
expresión de una patología, sino como una función
del grado de penetración y modo de regulación de
este territorio por el Estado: una respuesta a diversos
tipos de violencia ´desde arriba´ y un subproducto
del abandono político de las instituciones públicas
en el núcleo urbano” (Wacquant: 1993). Sus
habitantes tampoco son una raza especial o inferior
de hombres y mujeres, sino personas comunes que
tratan de sobrevivir en condiciones de opresión
inusitadas.
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traducciones
As favelas portenhas:
de espaços
comunitários a
guetos?
Clelia Tomarchio, Dora Bordegaray
tantas formas de observar a cidade,
quanto visões sobre ela para descrevê-la e
analisá-la. Mas a cidade é um relato que
nos fala de processos históricos,
econômicos, políticos e de mobilização da
povoação. Nesta mobilização dos
habitantes achamos aquela suposta
dualidade que fez parte durante tanto
tempo dos estudos culturais sobre o
campo e a cidade, ou sobre o rural e o
urbano. Por outro lado o movimento foi e é
uma característica persistente na forma
que a povoação combate a seu meio, seja
este rural ou urbano, como resposta ao
modelo de desenvolvimento econômico-
político.
Os espaços que os assentamentos de
emergência (favelas) ocupam na cidade é o
produto dessa movimentação.
Mobilidade dirigida à cidade, aquela que
prometia à distância uma linha ascendente
ao progresso e que no seu arribo
convertia-se, no momento, na cidade real e
tão heterogênea, que demonstrava que o
progresso estava reservado a uns
poucos privilegiados, e os que não teriam
espaços diferentes. Desta maneira se
forma a comunidade dos excluídos no
espaço de transição que é a favela,
esperando dar um salto para sair delas,
com possuir um térreo próprio como fruto
de tiver ocupado um lugar no mundo do
trabalho assalariado industrial ou de
serviços. Muito conseguiram seu objetivo,
mas a maioria não, e a favela esta bem
longe de ser um espaço de transição já que
se converteu na radicação da pobreza e da
exclusão.
Neste artigo tentaremos de estabelecer
uma relação entre o que o sociólogo
francês Loic Wacquant estudou sobre o
processo de constituição do gueto negro
em Chicago nos anos 50 até sua
transformação no que ele chama de
hipergueto. Desde os primeiros anos que
se descolonizou, primava a consciência
coletiva unitária, a divisão social de
trabalho, a existência de organismo
comunais e a mobilização, até sua
mudança no hipergueto da década de 80,
onde o quê prevalece é a violência na vida
do dia a dia, diferenças sociais e
desinformação econômica.
Além disso vamos dar o lugar à vozes dos /
as habitantes das favelas, e colocando em
jogo algumas categorias de análises que
possam ser de utilidade a sua
interpretação. Vozes apanhadas no
trabalho de campo que faz vários anos que
realizamos no Intitulo Histórico da Cidade
de Buenos Aires, com o objetivo da
reconstrução da historia dos bairros e
favelas de periferia.
Les bidonvilles de
Buenos Aires: des
espaces communales
vers des ghettos?
Clelia Tomarchio, Dora Bordegaray
Il y a tellement de façons dobserver la ville
comme disciplines et regards se posent sur elle
pour la décrire et lanalyser. Mais la ville est une
relation qui nous parle de processus
historiques, économiques et politiques, de
mouvements de la population. Dans ceux
mouvements de population nous trouvons
celle supposée dichotomie qui a éclairé pen-
dant longtemps les études culturelles sur le
pays et la ville ou sur le rural et lurbain. Dautre
part, la mobilité a été et un trait persistant de la
façon employée par la population pour faire
face à son environnement, soit il rural ou
urbain, comme une réponse au modèle de
développement politique et économique.
Lespace que les bidonvilles occupent dans la
ville est un produit de cette mobilité. Mobilité
vers la ville mythique qui promettait à la dis-
tance une ligne ascendante vers le progrès et
quà larrivée devenait immédiatement la ville
réelle et si hétérogène que montrait des signes
de que le progrès a été réserseulement à
quelques-uns et que le la plupart auraient des
espaces différentiels. Ainsi on conforme la
communauté de ceux exclus dans lespace
de transition qui est le bidonville, à lintention
de faire le grand saut hors de lui et dobtenir le
propre terrain comme le fruit davoir occupé
une place dans le monde du travail industriel
salarié ou ce de services. Quelques-uns lont
accompli, la plupart non, et loin dêtre le
bidonville lespace de la transition, il est devenu
létablissement de la pauvreté et de lexclusion.
Dans ces notes nous essaierons détablir un
rapport entre ce que le sociologue français Loic
Wacquant a étudié sur le processus de consti-
tution du ghetto noir de Chicago dans les ´50s.
jusquà sa transformation dans ce quil appelle
hiperghetto. Cest-à-dire, des premières
années de la décolonisation, lorsque la con-
science collective unitaire avait la priorité aussi
bien que la division sociale du travail,
lexistence dorganismes communautaires et la
mobilisation, jusquà sa mutation dans
lhiperghetto de la décennie des ´80s, quand ce
qui prédomine est la violence dans la vie
quotidienne, lindifférenciation social et
lirrégularité économique.
Nous le ferons en plus, en donnant de la place
aux voix des habitants des bidonvilles et en
mettant en jeu quelques catégories danalyse
qui peuvent être utiles pour linterprétation.
Voix recueillies dans le travail de champ que
nous sommes en train de faire depuis quelques
années a lInstitut Historique de la Ville de
Buenos Aires, dans le cadre de la tâche de
reconstruction des histoires des quartiers et
des bidonvilles suburbains.
The Buenos Aires
shantytowns: from
community spaces to
ghettos?
Clelia Tomarchio, Dora Bordegaray
There are as much ways of observing the
city as disciplines and looks sit on it to
describe it and to analyze it. But the city is
a relation that talks to us about historical,
economic and political processes of popu-
lation movements. In these population
movements we find that supposed di-
chotomy that illuminated for so long the
cultural studies on the country and the city,
or on the rural and the urban thing. On the
other hand the mobility has been and is a
persistent feature of the way in that the
population faces its environment, be this
rural or urban, as an answer to the pattern
of political and economic development. The
space that the shantytowns occupy in the
city is a product of that mobility. Mobility
towards the mythical city that promised at
a distance an ascending line towards the
progress and that at the arrival became
immediately the real and so heterogeneous
city, that showed signs of that the progress
was only reserved to some few ones and
that the most would have differential
spaces. This way the community of those
excluded in the transition space that is the
shantytown is conformed, aiming to jump
out of it by obtaining the own lot as a fruit
of having occupied a place in the industrial
salaried working world or that of services.
Some achieved it, the most not, and far
from being the shantytown the transition
space, it became the establishment of
poverty and exclusion.
In these notes we will try to establish a
relationship between that the French soci-
ologist Loic Wacquant studied on the
process of constitution of the black ghetto
of Chicago in the ´50s. until its transforma-
tion in what he calls hiperghetto. That is
to say, from the first years of the
decolonization, in that the unitary collective
conscience had priority as well as the
working social division, the existence of
communal organisms and the mobilization,
until its mutation in the hiperghetto of the
decade of the ´80s, when what prevails is
the violence in the daily life, social
indifferentiation and economic irregularity.
We will also make it, giving place to the
voices of the inhabitants of the
shantytowns and bringing into play some
categories of analysis that can be useful for
their interpretation. Voices picked up in the
field work that we have already been carry-
ing out in the Historical Institute of the City
of Buenos Aires for several years, within
the framework of the task of reconstruction
of the quarter histories of suburban neigh-
borhoods and shantytowns.
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