image/svg+xml4FTestimonioe historia oralPonencia presentada en el marcodel VI Encuentro Nacional de HistoriaOral, realizado los días 15, 16 y 17de octubre de 2003 en la ciudad deBuenos Aires.4ue la observación de diversos ambientesfamiliares y el interés por la historia reciente de lasfamilias cubanas, como un modo de buscarexplicación a muchos de los problemas que confrontanuestra sociedad en la actualidad, lo que me hizo fijarla atención sobre la propuesta metodológica de lahistoria oral. Por lo tanto, intentaré una breve síntesisde la trayectoria de la historia oral en Cuba1–o de loque pudiéramos llamar la “fibra testimonial” ennuestras letras. Ofreceré unas claves para deslindartestimonio, historia oral y novela-testimonio ypresentaré los elementos básicos del debate cubanoentre escritores e historiadores a propósito de estosgéneros.La fibra testimonialEn un artículo de 1995 la apreciable DoraSchwarzstein, aseguraba, desde su experiencia deprecursora de los estudios de historia oral en elcontinente, que en América Latina la aparición de lahistoria oral había sido más tardía que en Europa y losEstados Unidos2y que en muchos de ellos todavía enaquel momento el trabajo continuaba siendofragmentario, debido a dos causas fundamentales: una,la permanente inestabilidad política de nuestros paíseshasta mediados de los 80 y otra, la consecuentedebilidad de las instituciones académicas, lo cual dabacomo resultado que fuera difícil consolidar espacios dereflexión y producción intelectual. En el mismo artículomencionaba el caso excepcional de Brasil, de larga yfecunda trayectoria, y los avances logrados por México,Costa Rica y Argentina ya desde los 60, como resultadode la influencia de la escuela de los Annales.El caso cubano se enmarca perfectamente en laperiodización propuesta por esta autora. En los 60, lahistoria de Cuba estaba sufriendo por una parte lasconsecuencias de las transformaciones socialesemprendidas por el Gobierno revolucionario,materializadas hacia 1962 en una Reformauniversitaria de grandes proporciones, que reforzaba elvínculo del aprendizaje con la investigación directa; ypor otra, el aporte –en forma de influencias todavía enciernes– de la renovadora escuela de Annales a travésde notables historiadores del momento, Juan Pérez dela Riva, Manuel Moreno Fraginals y Julio Le Riverend,entonces en plena capacidad intelectual.3Estainfluencia, sin embargo, pasó por una etapa de recesióndurante los 70, los años de auge del marxismodogmático, que descalificó todo lo que no provinieradel entonces bloque socialista. La paulatinadesaparición de los prejuicios impuestos por eldogmatismo comenzó –y con ella el retorno de losgrandes nombres de la “Nueva historia” a losprogramas de la licenciatura en Historia– cuando, afines de la década siguiente, se abrió una perspectivamás crítica y autocrítica sobre la realidad cubana, apartir de la inevitable aceptación de las fisuras delbloque socialista, que culminó con su desaparición.En un breve artículo de principios de los 90, latambién precursora de los estudios de historia oral, esta
image/svg+xml5El enfoque biográfico interpretativo en la investigaciónsocio-históricaTestimonio e historia oralAutoraAna Vera EstradaDoctora. Centro Juan Marinello, Cubavez en México, Eugenia Meyer,4dedicaba unas líneas auna experiencia cubana que ella enmarcaba entre losantecesores de la historia oral en el continente, elpremio testimonio del concurso literario Casa de lasAméricas, y menciona la Biografía de un cimarrón, delcubano Miguel Barnet, entre los trabajos que –como ellaafirma– “constituyen la esencia del estudio históricohoy en día”.5Sin decirlo abiertamente, tal parece quedefendiera el hecho de que, en América Latina, lo queotros países acababan de descubrir –o renombrar– aquíexistía naturalmente como parte de nuestra cultura.Cito textualmente el final de su artículo:“Tal vez, la lucha por encontrar un lugar para lahistoria oral haya sido ganada en otros países. Bien esverdad que, debido a la naturaleza de la verbalidad denuestros pueblos, la idea de rescate testimonial, sucustodia y conservación tienen, en última instancia, elobjetivo de consolidar una memoria histórica que, adespecho de circunstancias, catástrofes y mitos, se hahecho ella misma presente en todos los momentos ycircunstancias”.6Meyer había publicado en Cuba, a principios delos 80, un artículo donde se transparentan los ecos dela renovación historiográfica que se estabaproduciendo en su país. En aquel artículo7anunciabala nueva proyección del historiador como científicosocial y como comunicador, y al referirse a ladiversidad de fuentes que se ofrecía al historiadordispuesto a asumir las nuevas funciones, hacíahincapié en la importancia de la fuente personal,llamada por ella “testimonio” de los “sin historia”. Alasumir el concepto de testimonio, Meyer está dandoentrada en su concepción de la historia oral al mismocomo fuente, como documento, como material paraconstruir la historia, y es en este aspecto donde a miparecer radica la verdadera distinción entre ambos,una distinción que, con el tiempo, se haría másevidente.El género testimonio y la historia oralAlgunas obras cubanas del siglo XIX podríanconsiderarse sus antepasados.8Me refiero en particulara la Autobiografía del esclavo Juan FranciscoManzano, que abarca la etapa 1797-1817, los libros deviajeros extranjeros que visitaron Cuba a lo largo de esesiglo de los primeros contactos turísticos, así como a losdiversos libros de crónicas de guerra y diarios decampaña redactados por patriotas que lucharon por laindependencia contra el colonialismo español, yalgunos otros libros de memorias publicados durantela primera mitad del siglo XX como, por ejemplo,Memorias de una cubanita que nació con el siglo(1963), deRenée Méndez Capote, por mencionar sólo un caso.Escapando del ámbito de los estudios literariospropiamente dichos, sería posible incluir en el grupo delos precursores algunos trabajos etnográficos deautores como Fernando Ortiz, Lydia Cabrera y RómuloLachatañeré, quienes trabajaron directamente coninformantes y transfirieron sus respectivasexperiencias culturales a la escritura.9No esdescabellado en este sentido mencionar –como seafirma en un artículo recientemente publicado– que “lanovela-testimonio, tal como la teorizó Miguel Barnet,fue posible gracias a la paciente y amorosa inclusión delos informantes centenarios en la literatura cubana delsiglo XX”.10Muchos autores consideran la Biografía de uncimarróncomo el primer ejemplo de testimoniopropiamente dicho aparecido en la literatura cubanaen 1966, al cual le seguiría, del mismo autor, Canción deRachel, en 1969.11Entre ambas fechas aparecieron obrascomo Manuela la Mexicana, de Aida García Alonso,premio ensayo Casa de las Américas en 1968; Amaneceren Girón, de Rafael del Pino, premio del concurso 26 dejulio del MINFAR en 1969; y Amparo, millo y azucenas,de Jorge Calderón, publicada el mismo año.En apoyo de la tesis referida, quisiera recordar quesegún el consenso más extendido, desde mediados delos 60 comenzaron a aparecer en los concursosliterarios, manuscritos literalmente inclasificablesdonde la influencia de la sociología y la antropologíaera evidente, y esta fue la razón por la cual se decidióconvocar un nuevo género, el testimonio, en el concursodel premio Casa de las Américas de 1970. De acuerdocon lo que establecen aquellas primeras bases delpremio, las obras debían reunir determinadascaracterísticas para ser incluidas dentro del nuevogénero: tener carácter de reportaje, aplicar una miradaobjetiva sobre la realidad, reflejar el contacto del autorcon los hechos narrados y presentar la experienciabiográfica en su contexto.Ya una vez predefinido el género, comenzaron aaparecer obras –no sólo cubanas, tambiénlatinoamericanas publicadas por la Casa de lasAméricas dentro de la colección del Premio– donde serecogía la experiencia cotidiana de la sociedad cubanaen muy diversas facetas. Un impulso importante tuvoen los primeros tiempos el tema de la guerrainsurreccional contra la tiranía batistiana12y contra lainvasión mercenaria por Playa Girón en 1961 conHablar de Camilo, de Guillermo Cabrera (1970), Girón enla memoria, de Víctor Casaus (1970), La batalla de ElJigüe, de José Quevedo Pérez (premio 26 de julio 1971), oEn el punto rojo de mi kolimador, de Alvaro Prendes
image/svg+xml6(1974). A muchas de estas obras, escritas por exmilitares y aparecidas bajo el rubro de testimonio y quetrataban el tema de la insurrección, se les reprochócierto descuido por la calidad literaria, lo cual nocarecía de razón.El tema de la pobreza y el trabajo fue otro de losque se hicieron visibles bajo la cobertura del género.Desde el principio de la década aparecieron tambiénobras como Julián Sánchez cuenta su vida, de ErasmoDumpierre (1970), Lengua de pájaro, de Nancy Morejón yCarmen Gonce (1971) y MINAZ -608: coloquios en el despegue, deRoberto Branly. Esta última fueescrita como una crónica de la zafrade 1970, una obra surgida dentrodel plan concebido por la UniónNacional de Escritores y Artistas yla Comisión de OrientaciónRevolucionaria del Comité Centraldel Partido, para vincular aescritores y artistas con losprocesos sociales y productivosmás señalados del momento. Dentro de este mismoplan se enmarca “Playa Girón”, una casi olvidadacanción testimonial del trovador Silvio Rodríguez,donde la melodía intenta reproducir la cadencia deuna arenga revolucionaria al gusto de entonces y laletra, el léxico del discurso político:Compañeros poetasTomando en cuenta los últimos sucesosEn la poesía, quisiera preguntar–me urge–¡qué tipo de adjetivos se debenusarpara hacer el poema de un barcosin que se haga sentimental, fuera de la vanguardiao evidente panfleto,si debo usar palabras comoFlota Cubana de Pesca oPlaya Girón...13Canciones de Silvio y Pablo de esta época son casi“himnos” de unidad y patriotismo que en laadolescencia mi generación y mi grupo, decididamentecomprometidos con el proyecto revolucionario,coreábamos en los 60 y principios de los 70. Estacanción es coetánea del premio al narrador EduardoHeras León por Los pasos en la hierba(1970), un libro deficción que levantó escozores por el perfil subjetivo ylas contradicciones humanas que exhiben los héroes, bienalejados aquí de la visión marmórea que empezaba porentonces a imponerse en nuestra cultura.En otras obras de la década del 70 –y en muchasmás que obviaré mencionar– se despliegan temas quehasta entonces no habían sido objeto de interés para losescritores cubanos: el tema de los inmigrantes y sutraumática integración cultural en la sociedadreceptora en Conversación con el último norteamericano, deEnrique Cirules (1972), la vida de un grupo decirqueros ambulantes en Muy buenas noches, señoras yseñores, de Rigoberto Cruz Díaz (1972), o en Los peligrosdel alma, la edición española de un estudio sobre lacultura tzotzil de México, publicado por primera vez eninglés en 1961 por la antropóloga cubana CalixtaGuiteras.Para los escritores detestimonio, se trata de un géneroliterario “revelador de losmecanismos de la historia”,14y estepunto de vista, ampliamentedifundido, ha pesado mucho afavor del rechazo de la historia oralpor parte de los historiadores deprofesión. En los años 80,15VíctorCasaus aseguraba con buena razón,que ya la literatura cubana (y porextensión la literatura latinoamericana premiada porCasa de las Américas) contaba con suficientestestimonios y que estos podían presentarse endiferentes formas16:1) obras de perfil cercano al periodismo, a manerade crónica o reportaje2) obras escritas por testigos-actores, basadas endocumentos personales que no habían sido concebidosoriginalmente para publicar3) obras basadas en relatos etnográficos, grabadoso no, directamente narrados por testimoniantes-actoresque por el acto mismo de narrar su experienciadevenían protagonistas de los hechos (La leyenda deAntoñica Izquierdo, de Tania Tolezano y Ernesto Chávez,Editorial de ciencias sociales, 1987)4) obras donde se despliegan recursos y métodosde las ciencias sociales, presentadas en forma de“montaje” cinematográfico17.Un caso muy especial en aquel momento fue el delproyecto de Oscar Lewis. Desde que en 1946 impartierasu primer curso de verano en la escuela de trabajosocial de la Universidad de La Habana, el antropólogonorteamericano Oscar Lewis se interesó por Cuba y loscubanos. A fines de los años 60 por fin logró y obtuvopermisos al más alto nivel de los gobiernos de Cuba yEstados Unidos, para realizar una investigación de tresaños, cuyo objetivo general era estudiar el impacto de laRevolución en la vida diaria de individuos y familiasrepresentativas de diferentes niveles socioeconómicos yresidentes en asentamientos urbanos y rurales.18Tantoel objetivo, focalizado en la dimensión familiar ycomunitaria, como el subtítulo de la obra resultante:Al asumir el concepto detestimonio, Meyer está dandoentrada en su concepción de lahistoria oral al mismo comofuente, como documento, comomaterial para construir lahistoria (...)
image/svg+xml7“An Oral History of Contemporary Cuba”, apuntan ala dimensión microhistórica, de amplia repercusión enla época y en particular a la historia oral. Aquel fue elprimer proyecto ambicioso de llevar a cabo unainvestigación de historia oral en Cuba, cuyosresultados, por razones que no es del caso exponer aquí–entre otras que Lewis falleció antes de que expirara elplazo concedido para la investigación– no llegaron allenar las expectativas del proyecto, que dio comienzoen 1969.Los tres voluminosos tomos de Viviendo laRevolución, firmados por Lewis, Lewis y Rigdon, estánprecedidos por valiosas consideraciones de método, yreúnen un conjunto de historias de vida seleccionadasentre los testimonios recogidos en el terreno duranteaproximadamente año y medio de investigación.19En elsegundo de ellos, publicado también en francés añosdespués con el título Trois femmes dans la RévolutionCubaine,20se aclara la intención de“mostrar el impacto de laRevolución y sus instituciones enlos individuos y las familias, paraconformar una documentaciónhistórica sobre un períodocontemporáneo caracterizado porprofundas transformaciones”.21Lainvestigación abarcó a unas 150mujeres, el 80% de ellasprocedentes de capas popularesurbanas, 10% campesinas y 10%de la clase media.La voluntad metodológica deLewis, “conformar unadocumentación histórica sobre unperíodo contemporáneo caracterizado por profundastransformaciones”, ubica claramente su trabajo en lasegunda etapa del movimiento de la historia oral segúnla propuesta de periodización expuesta por PhilippeJoutard en 1996,22para quien la disciplina habíapasado por tres momentos ya superados, en cada unode los cuales había predominado un tipo deorientación metodológica particular:• la historia de los notables para recuperarmaterial para la historia futura en la primera,desarrollada durante los años 50;• la concepción de estar ante “otra historia”, querequería dar la palabra a los excluidos y por ello máscercana a la Antropología, propia de los 60;• una tercera, jalonada por congresos,asociaciones, instituciones, publicaciones, en la que seconstituyen los primeros grupos de trabajo y proyectosencaminados a sistematizar los estudios de las clasespopulares, se critica duramente la espontaneidad delos comienzos, la falta de un adecuado espíritu crítico,y se profundiza en la reflexión epistemológica ymetodológica.Esta tercera etapa se inicia a mediados de los 70 yconstituye la antesala de la cuarta y última, coincidentecon los años 90, caracterizados por el auge de lasnuevas tecnologías, la filosofía de la posmodernidad yla revalorización de la subjetividad con el renacer de lobiográfico, aparecerían como detonadores de laeventual desaparición futura de la historia oral.Actualidad del debateA fines de los 90 el Centro Pablo de la TorrienteBrau23convocó un coloquio sobre el testimonio y lahistoria oral, cuyas actas no llegaron a publicarse.Recuerdo perfectamente una polémica con IsabelRauber, investigadora argentina radicada en Cuba,quien había estado trabajando en entrevistas a líderesguerrilleros del continente y defendía la necesidad dela agresividad periodística y deentrevistar a los informantes hasta elagotamiento, a su juicio un recursode gran valor para logrardespojarlos sujetos de sus naturalesdefensas ante el investigador, lo cuallo convertía en un recursoimprescindible para el historiadororal, mientras yo era partidaria deun estilo más democrático deentrevistar, en que el intercambio desaberes entre historiador y sujetotestimoniante no llegara aconvertirse en duelo verbal.A raíz de aquel encuentro, laperiodista Mayra Beatriz Martínezpublicó el artículo “En la crisis de los paradigmas.Literalidad y literariedad del testimonio: meditacionesde fin de siglo”,24donde recoge fragmentos de undebate en el que participamos Amir Valle, Félix Guerra,Abdeslam Azougarh y una servidora. En aquel debateme atribuí el deber de traer a la mesa de discusión lasespecificidades de la historia oral y de tratar deconvencer a los presentes de que estábamos ante unapropuesta diferente a la del testimonio. Por eso meinteresó destacar, como rasgos comunes, laaccesibilidad para lectores muy diversos, la rupturacon la progresiva sofisticación de la narrativa europeacontemporánea y su papel activo en la conservación dela memoria de la experiencia humana en susactividades concretas, así como la posibilidad depresentar la realidad desde ángulos diversos a partirde múltiples subjetividades, con polifonía de voces, sinimponer una lectura única, y dejando la síntesis allector.Sin embargo, dada la composición del público, en(...) desde mediados de los 60comenzaron a aparecer en losconcursos literarios, manuscritosliteralmente inclasificables dondela influencia de la sociología y laantropología era evidente, y estafue la razón por la cual se decidióconvocar un nuevo género, eltestimonio, en el concurso delpremio Casa de las Américas de1970.
image/svg+xml8su mayoría consumidor o practicante convencido delgénero testimonio, fue necesario profundizar en eldeslinde respecto a otro género o campo o modalidad oestilo de presentación de resultados de investigacionescon fuentes orales: la novela-testimonio y esclarecerdiferencias entre los tres, argumentando que en eltestimonio el autor compone su texto a partir dedocumentos escritos y orales, da la palabra a sussujetos, estructura a partir de esa(s) palabra(s) un textodestinado a un lector, pero no crea situaciones nuevas,mientras que en la novela-testimonio (el caso deCimarrón) el autor además de trabajar con documentoshistóricos tradicionales, recoger la experiencia de ungrupo de sujetos y trabajar para construir un textonuevo destinado a un lector, incorpora y traduce lasexperiencias reunidas en un discurso literario donde larecreación de la subjetividad y la voz autoral ocupanun espacio sustancial y definidor.Planteada en estos términos lacomparación, vale la pena intentaruna breve síntesis de lo que enaquel momento sostuve paraesclarecer las especificidades detestimonios y novela-testimonios.Mientras que la voz autoral y laconstrucción de subjetividades ysituaciones es una característicafundamental de la novela-testimonio, y la participacióndirecta del (o los) testimoniante(s)en los hechos narrados así como ladenuncia de determinada situaciónsocial o acontecimiento político decarácter conflictivo, es condiciónsine qua nonpara el testimonio, la historia oral sepropone convertirse en instrumento para transformarla vida de los actores como resultado de la interacciónentre el historiador y el sujeto entrevistado, al establecerun compromiso en que ambas partes participanactivamente en la labor conjunta de construcción de losdocumentos resultantes de la expresión verbal de lamemoria atesorada por los sujetos. Expliqué entoncestambién que la historia oral se preocupa por dejar unlegado a las generaciones futuras, una experienciacolectiva, por visibilizar temas, sujetos, lugares,perspectivas sin cobertura documental y por lo tantoausentes de la historiografía basada en fuentes escritasy, ante todo, por hacer una exposición valorativaminuciosa de las fuentes de procedencia de los datos yde la forma en que se trabajó con ellas. La utilidadsocial de la historia oral, su preocupación por latransformación social con participación activa de lossujetos implicados, me parecía entonces –y me pareceaún– el principal argumento a favor del deslinde entrela historia oral, el testimonio y la novela-testimonio.Ignoro si entonces logré convencer al auditorio. Eldebate derivó hacia otros puntos y no volvimos a tratarde establecer semejanzas y diferencias. Pero laevolución posterior me hace pensar que tantoescritores, analistas y amantes del género testimonio,como historiadores profesionales prefirieronabandonar en tierra de nadie esta propuesta que unavez y otra regresa a nosotros, los historiadores orales,con fuerza renovada, como un regalo abandonado.El uso de las fuentes oralesDemos un salto atrás para retomar el hilo de latradición historiográfica cubana, para referirme alempleo de las fuentes orales en la reconstrucción de lahistoria más inmediata al triunfo revolucionario.Quiero aludir en particular a la fuerte corriente quedesde finales de los 60 y durante toda la década “gris”de los 70 se consagró a los estudiossobre el movimiento obrero, e hizoun uso amplio de la entrevista y eltestimonio para dar a conocer enprofundidad la experiencia directade los hechos políticos y sociales delpasado inmediato, a partir de lasversiones de los representantes mássignificativos de la posiciónmarxista o cercana a ella.25Considero significativo elhecho de que la revista Historia yfuente oralhaya publicado en suprimer número, de 1990, un artículode una historiadora cubana, deprobada trayectoria eninvestigaciones sobre la historia del movimiento obrerodurante la primera mitad del siglo XX, Olga Cabrera,con un artículo basado en entrevistas con mujeresdespalilladoras. Esto revela un tácito reconocimientode que existía en Cuba una experiencia previa en elempleo de fuentes orales, aunque no implica quehubiera consenso entre los historiadores del país encuanto a la aceptación de la etiqueta “historia oral”para clasificar el trabajo del historiador con fuentesorales. Más bien me atrevería a asegurar que entre loshistoriadores profesionales de más experiencia habíaentonces –y se conserva aún– cierta actitud reticente ala aceptación de la historia oral como alternativacientífica válida.En 1991 asistí a un debate público en el que OlgaCabrera y Alejandro García,26un experimentado yprestigioso profesor de metodología de la investigaciónhistórica, se enfrentaron con motivo de este tema. Eldebate tuvo lugar en la provincia de Las Tunas, aloriente de la Isla, en el marco del coloquio internacionalLa voluntad metodológica deLewis, “conformar unadocumentación histórica sobreun período contemporáneocaracterizado por profundastransformaciones”, ubicaclaramente su trabajo en lasegunda etapa del movimientode la historia oral según lapropuesta de periodizaciónexpuesta por Philippe Joutarden 1996
image/svg+xml9“Memoria y sociedad”. Sobre aquel coloquio, AlejandroGarcía escribió que “allí se hizo patente una muestrade la actividad destinada a la captación de testimoniospara las distintas esferas de la investigación social,procedente de casi todas las regiones de la Isla”.27Él se refería, sin duda, a la amplia labor de loshistoriadores regionales y locales que desde la décadaanterior habían comenzado a trabajar en susrespectivos territorios, haciendo una explotaciónintensa de las fuentes orales y en general de la memoriade la población asentada en cada lugar, donde noexistía una adecuada cobertura documental paraconstruir, de acuerdo con un programa nacional, susrespectivas historias municipales y locales. Y tambiénse refería a las versiones de las hazañas de los héroesde las guerras de independencia contra el colonialismoespañol, que los investigadores culturales estabanencontrando en todas lasprovincias, versiones quecirculaban oralmente entre lospobladores de determinadasregiones, para quienes las figurashistóricas revestían una dimensiónlegendaria por obra de quienes, portransmisión oral de padres, abuelosy vecinos, habían recibido yaprendido relatos locales.28Pero el motivo de la polémicaentre García y Cabrera puedesintetizarse en la siguientecuestión: ¿es la historia oral “otra”historia o no lo es? Y pienso que laposición predominante entre loshistoriadores profesionales,expresada entonces a través de lapalabra del primero, continúa siendo la misma: uncortés, decidido y un tanto prejuicioso rechazo a todo loque llegue del exterior del país con una etiquetademasiado significativa, y un prestigio ganado en elámbito académico de los países detentadores de lahegemonía mundial.Para apoyar lo que considero la verdaderasituación actual basta asomarse al “ProgramaMemoria”, donde se expresa la proyección general delCentro Pablo de la Torriente Brau, surgido para“promover estudios sobre la realidad cubana,aprovechando las posibilidades que ofrecen la HistoriaOral y el testimonio” y dirigido a “periodistas,sociólogos, escritores, historiadores y otrosespecialistas interesados en abordar, a partir de losvalores de la oralidad, diferentes temas de la vida ycultura cubanas que propicien la reflexión y el debate yenriquezcan la visión de nuestra identidad y nuestrahistoria social e individual”.29Los objetivos generales del mencionadoPrograma ponen de relieve la persistencia deldeslinde que la evolución misma de los géneros se haencargado de ahondar:• Rescatar temas de la realidad cubana de laRepública• Rescatar (en soporte escrito y video) testimoniossobre la vida y la obra de figuras relevantes de laliteratura y el arte cubanos• Rescatar temas de la realidad cubana actualpara contribuir a una mejor comprensión de lasproblemáticas de la Isla• Crear un Fondo de la palabra con los testimoniosobtenidos por los investigadores vinculados alPrograma• Gestionar la publicación de libros producidospor los investigadores que colaboren con el Programa• Alentar la producción deHistoria Oral y testimonio• Promover el Programa entrelos jóvenes• Realizar programas deinvestigación conjuntos con centrosdocentes y de investigación en otrospaíses a partir de proyectos deinterés común• Coordinar trabajos con otrasinstituciones cubanas• Vincular a los especialistasy creadores cubanos de las áreasde historia oral y testimonio, a lasorganizaciones internacionalesafines y a proyectos similares quese desarrollen en otros países.30A pesar de la voluntad de abrirexplícitamente un espacio para los historiadores orales,este espacio suele atraer a narradores, poetas,ensayistas, cineastas, artistas, editores, periodistas ycontados científicos sociales, más dúctiles a losavances del enfoque interdisciplinario, pero de hecho amuy escasos historiadores. A mi juicio la casi totaldeserción de esa plataforma por parte de loshistoriadores se debe, entre otras razones, a que existenvariados espacios de reflexión para los historiadores,que gozan de gran prestigio intelectual, y por otra aprejuicios muy antiguos en Cuba entre historiadores yfilólogos, cuyo origen se remonta al diseño de lasrespectivas disciplinas universitarias, que los filólogos(y sociólogos) han sido los primeros en ir rompiendo,aunque sin conceder todavía demasiado crédito a losvalores cognoscitivos de la obra historiográfica, debidoquizás a la, generalmente, poco atractiva manera deexponer sus ideas, por parte de los historiadores.Otras razones –algunas de ellas esbozadas más(...) la historia oral se proponeconvertirse en instrumento paratransformar la vida de losactores como resultado de lainteracción entre el historiador yel sujeto entrevistado, alestablecer un compromiso enque ambas partes participanactivamente en la labor conjuntade construcción de losdocumentos resultantes de laexpresión verbal de la memoriaatesorada por los sujetos.
image/svg+xml10arriba– giran en torno a tres ejes fundamentales: lapráctica profesional, el estado de la disciplina y el perfilideológico de las investigaciones; tanto las habilidadescreadas en la práctica del oficio del historiador, que hacenmás difícil la renuncia, como una cierta inexperiencia en elmanejo de la pluralidad de voces y del nivel biográfico,dan como resultado que predomine la aceptación de lahistoria oral como conjunto de técnicas útiles paracomplementar el trabajo del historiador, sin comprendercabalmente que se trata de otro estilo de trabajo paraescribir otro tipo de historia.Mi propia iniciativa de crear, primero unaasociación de historiadores orales,que no prosperó en el Ministerio deCultura, luego la Cátedra deOralidad, creada por fin en 1999,con su boletín electrónico Behique,cuyo primer número apareció enagosto del 2001 y los talleres de“Oralidad y familia” inauguradosdesde 1997, la posterior creacióndel Seminario Permanente deFamilia, Identidad cultural yCambio social en el año 2000,incluso un reciente curso (2003)para los alumnos del Doctoradocurricular en Estudios culturales dela Universidad de Oriente, son endefinitiva modos diversos decontribuir a ir rompiendo loscompartimientos estancos entre lasdisciplinas e ir creando bases paraintroducir en la tradición de losestudios cubanos sobre la familia,una perspectiva histórica quepermita llegar a un conocimientomás profundo de la sociedadcubana y de su cultura, utilizando para ello ladimensión familiar y la memoria de los ancianos.Quizás se aprecie con más claridad la diferencia sise presenta en términos de enfoque del trabajo, yaceptamos que –valga una cierta simplificación– elautor de testimonios focaliza su trabajo en laconstrucción de la obra, en la búsqueda de un estilooriginal y depurado, y que para él la investigación quele sirve de base es un “contenido”, una materia primanecesaria para componer su obra, mientras que para elhistoriador oral lo principal del trabajo es lainvestigación misma (la conceptualización, el diseño, eltrabajo de campo y de gabinete), y que la preocupaciónpor la forma idónea de presentar los resultados parahacerlos atractivos al lector, viene dado como unañadido casi al final del proceso, a pesar de que lalógica científica indica que desde la concepción deldiseño se debe plantear el cómo se han de presentar losresultados. Evidentemente, el mejor libro de historiaoral será el que logre dar una síntesis adecuada yamena de los resultados de la investigación, y en estoreviste gran importancia la habilidad del historiadororal para escribir en forma atractiva y fluida, aunqueésta no sea su preocupación central. En definitiva setrata de una cuestión de oficio.En defensa de esta idea acerca delposicionamiento divergente de historiadores orales yautores de testimonio desde el oficio (dejé hace rato ya aun lado a los autores de novela-testimonios, paraquienes la “ficcionalización” esdominante), vale mencionar unaspalabras del ensayista FernandoAínsa cuando, refiriéndose a lamás reciente tendencia de lanarrativa latinoamericana, hablade lo que él llama “la vocaciónantropológica de la nuevanarrativa”, que “encara la historiadesde una perspectiva másmodesta” y “privilegia elargumento, la historia conminúscula y el testimonio vitalmás entrañable”, “elige comoestilo un realismo descriptivo,cuando no testimonial, en el quepueden reconocerse fácilmente loslectores”.31De esta manera sepuede apreciar cómo la elección deuno u otro camino responde aopciones paralelas ante larealidad histórica, coincidentes enel objeto pero no en el tratamiento,y no como una dicotomía entreliteratura artística y literaturaancilar,32en la cual la calidad literaria está en juego;desde este punto de vista el énfasis verdadero estaríadado más que por la vocación literaria, por el oficio deescritor de ficción, por una parte, y el de investigador,por la otra.33Quisiera expresar un último comentario: ¿estamosrealmente abocados a ver desaparecer la historia oralcomo una moda efímera sin mayor trascendencia?Pienso –en contra del pronóstico expresado porJoutard– que mientras los historiadores orales sigansiendo capaces de demostrar la utilidad y viabilidad desu trabajo mediante el descubrimiento de realidadesinéditas y sus textos sean accesibles para todo tipo delectores, los cultos y los que nada tienen que ver con laacademia y sí con la búsqueda de un producto culturalque enriquezca sus vidas, estaremos exorcizando suanunciada desaparición.¿Estamos realmente abocados aver desaparecer la historia oralcomo una moda efímera sinmayor trascendencia? Pienso–en contra del pronósticoexpresado por Joutard– quemientras los historiadores oralessigan siendo capaces dedemostrar la utilidad y viabilidadde su trabajo mediante eldescubrimiento de realidadesinéditas y sus textos seanaccesibles para todo tipo delectores, los cultos y los quenada tienen que ver con laacademia y sí con la búsquedade un producto cultural queenriquezca sus vidas, estaremosexorcizando su anunciadadesaparición.
image/svg+xml11NOTAS1Hasta donde he logrado conocer, no se ha publicado unasistematización de la trayectoria cubana de la historia oral, porlo cual estos apuntes deben ser considerados un primeracercamiento a ella. Por el contrario, se ha teorizado bastantesobre el género testimonio, razón por la cual me he limitado eneste análisis a presentar unos ligeros apuntes suficientes paraentroncar con la perspectiva antropológica de la historia oral.2D. Schwarzstein, “La historia oral en América Latina”, enrevista Historia y fuente oralN° 14/1995.3Sobre esto se recomienda, de Leonor Amaro Cano,“Influencia de los Annales en la enseñanza de la historia enCuba en la década del 60”, en Debates americanosN° 3/1997:106-117.4Véase Eugenia Meyer, “Recuperando, recordando,denunciando, custodiando la memoria del pasado puesto aldía: historia oral en América Latina y el Caribe”, en Historia yfuente oralN° 5/ 1991: 139-144.5Idem, p. 143.6Op. cit., p. 144.7“Comunicación y liberación: tareas de la historia viva,historia de masas”, en revista SantiagoN° 52/1983: 61-71.8Me remito para la primera década al criterio autorizado delos autores del Diccionario de la literaturacubanapublicado porun conjunto de autores del Instituto de literatura y lingüística,a través de la Editorial Letras Cubanas (La Habana, 1984).9Sobre el estilo de trabajo desplegado por Lydia Cabrera consus informantes, se recomienda el artículo de Ana Cairo,“Lydia Cabrera: praxis vanguardista y justicia cultural”, enrevista Caminos (La Habana), N° 24/25, 2002: 73-83.10Octavio Di Leo, “La entrevista en Lydia Cabrera”, en revistaCatauro (La Habana), N° 1/2000: 39.11Sobre el tema de la prostitución también, no puede dejar demencionarse el título un poco posterior Recuerdos secretos de dosmujeres públicas, de Tomás Fernández Robaina, Ed. Letrascubanas, 1984.12El general Fulgencio Batista Zaldívar subió al poder porsegunda vez mediante un golpe de Estado en 1952 y fuedesplazado de él por el ejército rebelde comandado por FidelCastro en diciembre de 1958.13Fuente: Que levante la mano la guitarra, Selección de VíctorCasaus y Luis Rogelio Nogueras, Ed. Letras cubanas, LaHabana, 1984.14Víctor Casaus, Defensa del testimonio, La Habana, Letrascubanas, 1990: 46.15No he podido precisar la fecha exacta de la primera ediciónde este texto.16Los ejemplos son míos.17Casaus, op. cit.: 46 y ss.18Preámbulo a Living the Revolution /An Oral History of Contem-porary Cuba, Tomo I: Four Men, University of Illinpois Press,1977.19Los tomos referidos son: Four Men, Four Women y Neigh-bors.20La primera edición francesa, que es la que he consultado, esde Gallimard, Paris, 1980.21Oscar Lewis, Trois femmes dans la Révolution cubaine, ed. cit: 9.22Véase Philippe Joutard: “La historia oral: balance de uncuarto de siglo de reflexión metodológica y de trabajos”, enHistoria y fuente oralN° 15/1996: 171-176.23Que dirige el poeta, cineasta, ensayista y narrador VíctorCasaus.24Publicado en revista UniónN° 34/1999: 16-23.25Las investigaciones de historia regional y local, y las de lanarrativa popular tradicional vinculadas a la obra Atlasetnográfico de Cuba, aparecida mucho después, donde tambiénse hizo un uso extensivo de ellas, se ubican en la décadasiguiente.26Alejandro es el autor del primer texto de síntesis cubano queconozco sobre el tema: “Testimonio: literatura e historia oral”,aparecido en Nuestra común historia. Cuba-España. Poblamiento ynacionalidad,Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1993:71-78. Es también el primer y único historiador cubano enhaber incluido la materia en sus programas de posgrado.27Idem, p. 73.28Sobre el modo en que funciona la transmisión oral al interiorde la familia y el grupo social véase de María del CarmenVictori, María Aguiar Fons y Ana Vera “Aproximaciones auna regionalización del discurso tradicional cubano”, enRevistaMañongoN° 10, Universidad de Carabobo, Venezuela,1998: 7-39.29Boletín digital MemoriaN° 49, septiembre 2003.30Idem.31Fernando Aínsa, Espacios del imaginario latinoamericano.Propuestas de geopolítica, La Habana, Editorial Arte yLiteratura, 2002: 173-174.32Una de las acusaciones que suelen hacerse contra el testimo-nio, que entorpece su aceptación dentro de las bellas letras.33Tras esta distinción subyace una antigua polémica vigente ennuestro medio intelectual según la cual los investigadoressociales no deberían ser considerados intelectuales. Unareferencia actualizada a este tema se puede consultar en:“Ciencia y cultura: comprensión de la complejidad”, Debate,revista TemasN° 32/2003: 81-99.Principales trabajos publicados de la autora,relacionados con el tema:(1996) Raíz familiar, Editorial. Letras Cubanas, La Habana.(1997) Cuba: Cuaderno sobre la familia. Epoca colonial, Centro deinvestigación y desarrollo de la cultura cubana Juan Marinello,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.(1998) “Vida doméstica en Cuba durante los años 50”, enEspacio, tiempo y forma, Revista de la Facultad de Geografía eHistoria, UNED, Madrid, no. 11: 297-325. (Coautora conMona Rosendahl y Aisnara Perera).(1998) “Aproximaciones a una regionalización del discursotradicional cubano” en Revista Mañongo, Universidad deCarabobo, Venezuela, no. 10: 7-39 (en colaboración con Maríadel Carmen Victori y María Aguiar).(2000) “La historia oral. Un deslinde necesario”. Revista VocesEncontradas, Buenos Aires, no. 7: 22-24(2002) “El Centro histórico de la Ciudad de La Habana en lamemoria de la gente mayor”, en IV Taller internacional deproblemas teóricos y prácticos de la historia regional y local(Habana, Cuba), Hernán Venegas y José A. Castellanos,coord., Universidad Autónoma de Chapingo e Instituto dehistoria de Cuba: 175-192.(2002) “Estudiar la familia. Un repaso”. Revista Temas, LaHabana, no. 31, oct-dic: 101-110.(2003) “Historia contada de la vieja Habana o La Habanarelatada” (Capítulo de un libro en preparación).(2004) “La Familia cubana en perspectiva”, en La familia enIberoamérica 1550-1980, Coordinador Pablo Rodríguez,Universidad Externado de Colombia-Convenio Andrés Bello,Bogotá, pp. 126-165.