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28
¿Ciudadanos
o ilegales?
Dilemas de la integración
social de los habitantes
de casas tomadas
en el barrio del Abasto
V O C E S D E B U E N O S A I R E S
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29
húngaro George Soros.
Para esa época fueron
desalojadas muchas casas
tomadas de los alrededores del
Mercado, si bien subsisten otras,
pese al nuevo paisaje producido
por el reciclaje. Desde 1999 en
adelante, el barrio fue objeto de
una intensa activación patrimo-
nial que se expresó, en primer
lugar, en la instalación de torres
de departamento perimetradas y
un hipermercado, también a cargo
de la empresa IRSA.
Posteriormente se fueron
inaugurando las siguientes obras:
un restaurante temático, un hotel
internacional, casas de
antigüedades, teatros, la peatonal
Carlos Gardel, la Casa Museo
Carlos Gardel y la Ciudad Cul-
tural Konex.
Analizaré aquí los vínculos
de los ocupantes ilegales con el
Estado, las “fuerzas del mercado”
y el eventual acceso a una
ciudadanía durante el período de
reciclaje del ex Mercado de Abasto
(1997-1998).
En particular, interesa
desplegar el siguiente supuesto.
Sostengo que las empresas
privadas que entraron en contacto
directo con los habitantes de casas
tomadas –la empresa IRSA
responsable del
shopping
“Abasto
de Buenos Aires” y también las
compañías privatizadas de
servicios– otorgaron a los
ocupantes un reconocimiento y
una visibilidad social que no les
confirieron las fuerzas públicas, ni
tampoco otros actores de la
sociedad, como por ejemplo, los
vecinos propietarios con los que
convivían en el barrio.
1
Las
“fuerzas del mercado”, si bien
desalojaron y demolieron las
casas de los ocupantes, también
confirieron a estos “habitantes
invisibles” una “carta de
ciudadanía”, aunque se tratara de
una carta fuertemente
condicionada o extorsiva.
Esto puede sonar paradojal o
cínico, pero intentaré demostrarlo
a partir de la exposición de dos
casos: la modalidad del desalojo
“light” y el pago de los impuestos.
Antes de exponer ambos casos,
reconstruiré brevemente algunas
características prevalecientes de
las relaciones internas tejidas en
el interior de las casas tomadas,
de modo que la exposición de los
casos se vuelva más inteligible a
partir de las representaciones,
expectativas y prácticas de los
habitantes involucrados.
¿Ciudadanos o ilegales? ...
Autora
María Carman
Dra. en Antropología
Social - UBA - Conicet
Introducción
En este trabajo retomo
algunas cuestiones significativas
para el análisis, que surgen de
una investigación realizada en el
barrio del Abasto de la ciudad de
Buenos Aires. La etnografía en
cuestión indagó, entre otras cosas,
en las disputas en torno al
patrimonio local entre los
ocupantes de casas tomadas y
otros actores sociales del Abasto
en diversas coyunturas: el período
del “Bronx porteño” (1993-1996),
la época transicional de las obras
de reciclaje del ex Mercado de
Abasto y de “invención del barrio
noble” (1997-1998) y el período
actual (1999-2003), en el cual se
suceden inauguraciones de
espacios comerciales y culturales
movilizadas en torno a algunos
objetivos comunes, como la
apropiación privilegiada del
patrimonio y la inflación de la
memoria.
A partir de la inauguración
del Mercado Central de Frutas y
Verduras “Abasto proveedor”, en
1893, se estructuró un barrio de
inmigrantes con prostíbulos,
conventillos, cantinas y teatros,
cuya máxima celebridad fue
Carlos Gardel. Casi un siglo
después, cuando el Mercado fue
clausurado y trasladado al
conurbano en 1984, una vasta
proporción de su población quedó
sin empleo y se fueron ocupando
progresivamente los espacios
vacíos de sus alrededores,
sumándose así las casas tomadas
a las viviendas ya existentes:
inquilinatos, hoteles pensión,
casas y edificios de
departamentos. El edificio de
dicho Mercado permaneció
cerrado hasta 1998, año en el que
fue reabierto bajo la forma de un
shopping
. El reciclaje del mismo
estuvo a cargo de la empresa
IRSA, liderada por el magnate
Sostengo que las empresas
privadas que entraron en contacto
directo con los habitantes de
casas tomadas –la empresa IRSA
responsable del shopping “Abasto
de Buenos Aires” y también las
compañías privatizadas de
servicios– otorgaron a los
ocupantes un reconocimiento y
una visibilidad social que no les
confirieron las fuerzas públicas, ni
tampoco otros actores de la
sociedad, como por ejemplo, los
vecinos propietarios con los que
convivían en el barrio.
Habitante de baldíos y casas
tomadas del Abasto.
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30
El “consorcio”
de las casas
El trabajo de campo llevado a
cabo en el barrio del Abasto desde
1993 hasta la actualidad nos
permitió adentrarnos en las
trayectorias de vida heterogéneas
de los ocupantes ilegales de casas
tomadas. Por un lado
encontramos un grupo
prevaleciente de personas que
vino del interior del país –en par-
ticular de las provincias del
Norte– en busca de mejores
oportunidades laborales. Por otro
lado encontramos sectores medios
pauperizados, comúnmente
denominados “nuevos pobres”,
que experimentaron en las últimas
décadas procesos de movilidad
social descendente. En menor
medida, las casas tomadas
también fueron habitadas por
inmigrantes de países vecinos,
como Bolivia y Perú.
Las actividades de los
hombres recorrían un largo
espectro que abarcaba trabajos en
relación de dependencia
(empleado en minimercado,
chofer, ayudante de cocina, obrero
por contrato, ayudante de
panadero); independientes
(pintor, plastificador, albañil,
plomero) u otros más informales:
empleados “en negro” de fábricas
(Coca-Cola y Cepita), vendedor
ambulante, changador, botellero,
“abridor de casas”, traficante de
drogas, etc. Entre las mujeres, la
sobrevivencia no era menos
variada: había quien tenía un
trabajo calificado y sostenía la
casa con marido desocupado e
hijos; había quien negociaba una
suerte de alquiler con el resto de
habitantes de la casa en su
calidad de viuda del “primer
adelantado”; había quien repartía
sus hijos en varias casas tomadas
y era consentida por los
cartoneros en un baldío junto a su
hijo más pequeño. El abanico de
estas mujeres incluía ocupaciones
tales como enfermera, empleada
doméstica, costurera, artesana,
empleada de geriátrico, prostituta,
comadrona que practicaba
abortos, etcétera.
La toma de vivienda se
vinculaba, en la mayoría de los
casos, con las posibilidades de
sobrevivencia que ofrecía el centro
de la ciudad: cirujear, acudir a los
comedores cercanos, conseguir
algún trabajo:
Yo no te voy a mentir. Yo vivo
de lo que tiran los ricos. Me visto y
como con lo que tiran los ricos. Y vivo
en una casa que no es mía y que debe
haber sido de algún rico. (...) Yo viví
en las tres principales casas de los
cirujas. (...) Porque acá en Capital
vivimos en casas que no son nuestras,
y las casa’ que conseguimo’ son con
parquet, balcón y todo eso, porque la
gente acá vive así...
(Mónica, 45
años)
Distintas historias de vida
se “mezclaban” en los espacios
públicos y privados de cada
casa tomada. En dicho escenario
vivían e intercambiaban y tenían
lugar las “prácticas de
consorcio”, a saber: ¿cómo se
dirimían las cuestiones
internas? ¿Qué parte del
presupuesto de cada uno era
requerido para las cuestiones
comunes de la casa que
habitaban? ¿Con qué criterio se
disponía de los espacios vacíos?
En los casos más drásticos,
y lejos de los estándares
democráticos, estas decisiones
eran tomadas por aquellos con
más rango y relevancia dentro
del
ranking
interno. Los que
ejercían la autoridad solían ser
los personajes más temidos de
las casas: aquellos que contaban
con cierto aval del dueño
pretendido o fingido, los que
manejaban la venta de drogas
desde su domicilio, los más
antiguos moradores, etc. Estos
vecinos mejor posicionados se
instituían como los “amos” del
lugar, regulando las relaciones
internas con cierto despotismo, y
conscientes de la inmovilidad
del resto por miedo a
represalias. Ellos regulaban, en-
tre otras cuestiones, el acceso a
las piezas y su distribución:
Se fue mucha gente pero
enseguida vino otra, no es que se
llegó a desocupar. (...) ponele, en
esta casa tomada hay como cinco
piezas de los santiagueños, que cada
Distintas historias de vida se
“mezclaban” en los espacios
públicos y privados de cada casa
tomada. En dicho escenario vivían
e intercambiaban y tenían lugar las
“prácticas de consorcio”, a saber:
¿cómo se dirimían las cuestiones
internas? ¿Qué parte del
presupuesto de cada uno era
requerido para las cuestiones
comunes de la casa que
habitaban? ¿Con qué criterio se
disponía de los espacios vacíos?
Habitante de baldíos y casas tomadas
del Abasto.
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31
vez que queda una pieza vacía pone
al tío, o a la hermana... Y lo hace
porque son los que se llevan bien
con Martín
(el supuesto dueño)
...
(Ana, 25 años)
...A mi hermana la sacaron de
su pieza. Fue muy injusto, porque
querían la pieza para ellos. Porque
justo era una pieza muy linda, con
balcón, con todo.
(Se ofusca)
Le
dijeron a mi hermana que le tenía
que dar la pieza porque nos iban a
desalojar, no sé qué, todas
mentiras...
(Graciela, 34 años)
...Y ahí se armó quilombo,
porque el tipo no se quería ir de la
casa, decía que no tenía dónde ir a
vivir. Y entonces al final el de
adelante nos dijo que le diéramos
nuestra pieza, y bueno, qué le
íbamos a hacer, se la dimos...
(Benigna, 40 años)
Paralelamente, aquellos que
maniobraban con éxito las
intrincadas redes sociales de estas
casas, podían ir “ascendiendo” al
interior de éstas:
Al principio teníamos una
pieza al fondo, que era más feo
porque teníamos que atravesar todo,
y después por suerte conseguimos
esta pieza que como yo le digo es la
suite, que tiene el balcón, todo
(sonríe)
. Y bueno acá estoy, no vivo
bien, pero tampoco vivo mal.
(Alberto, 64 años)
Este escalafón a sortear
revestía suma importancia, ya
que había casas donde las
piezas se diferenciaban mucho
entre sí. Los espacios próximos a
las cloacas, las terrazas, los
subsuelos y los entrepisos,
solían ser los sitios donde iban a
parar los últimos en llegar, o los
que no tenían recursos para
ostentar poder: mujeres solas,
ancianos o personas con alguna
discapacidad.
En estos microclimas más
“pesados” de algunas casas
resultaba impensable, por ejemplo,
consensuar la regularización del
pago de impuestos o el arreglo de
las partes de uso común. Los
ocupantes comentaban en voz baja
que semejante blanqueo habría de
alterar los “negocios sucios” de
los “amos”:
Yo la otra vez hice una reunión
para que pongamos diez pesos por
mes durante seis meses para
refaccionar la escalera, la entrada,
todo. Al principio había gente que
me apoyó, que le parecía bien, al
principio hasta los que andan en la
droga me dijeron que sí, pero
después se arrepintieron porque se
dieron cuenta que no les convenía,
porque si hay una llave no pueden
salir y entrar como se les da la
gana. Entonces dijeron que no y la
gente que al principio me había
apoyado, después se echó atrás, por
miedo a que los otros le digan algo,
¿sabés? Es muy difícil hacer algo...
(Alberto, 64 años)
No obstante, en otras casas
se dibujaba una urdimbre de
relaciones internas que, si bien
no estaban hegemonizadas
desde una figura tan palpable,
no dejaban de tener altas dosis
de distancia, recelos y apatía.
Extremadas de este modo las
diferenciaciones internas, muy
raramente estos
“copropietarios” lograban
consensuar una determinada
política hacia el “afuera” de la
casa.
La mayoría de los ocupantes
procuraba que sus casas
resultaran desapercibidas en el
escenario barrial. Para ello
disimulaban las entradas que
resultaban muy visibles,
mantenían cerradas las
persianas que daban a la calle,
se privaban de la luz del día o
restituían la puerta principal allí
donde no existía. Asimismo,
evitaban llamar la atención y ser
reconocidos por los “otros”
(vecinos, propietarios,
municipio) como ocupantes.
Esta estrategia se vinculaba, por
otra parte, con la aspiración de
quedarse en la casa el tiempo
suficiente como para que los
ahorros permitieran procurarse
otro espacio en la ciudad.
Y entonce’ después un día te
rajan y qué: salís con una mano
adelante y la otra atrás. No, yo no
quiero que me pase eso... Me voy a
quedar hasta el último día antes que
nos saquen. La única salida es
ahorrar y tratar de comprarse un
terrenito...
(Nelson, 33 años)
El “lifting” de la casa
tomada y la aspiración de
regularizar los impuestos –y
eventualmente convertirse en
inquilinos– constituyó otro
interesante mecanismo
implementado por algunos de
El “lifting” de la casa tomada y la
aspiración de regularizar los
impuestos –y eventualmente
convertirse en inquilinos–
constituyó otro interesante
mecanismo implementado por
algunos de sus pobladores para
escapar del último peldaño en el
sistema de clasificación social.
Habitante de baldíos y casas tomadas
del Abasto.
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32
sus pobladores para escapar del
último peldaño en el sistema de
clasificación social.
Frente a un mismo problema
–la amenaza o inminencia del
desalojo– se abrieron distintas
posibilidades de reacción, que
representaron las visiones de
dos actores distintos, o bien
coexistieron simultáneamente en
un mismo actor, y fueron
cambiando según el sentido del
juego preponderante en un
momento determinado.
Asimismo, ante determinadas
circunstancias donde aumentaba
la amenaza externa -ya sea en
contextos de endurecimiento de la
política oficial respecto a las
ocupaciones, intromisiones de la
policía o desalojos- se apelaba,
como último recurso, a “los pares”
-los demás ocupantes-, no
reconocidos como tales en épocas
tolerables de paz. En estos casos,
se daba prioridad a lo que los unía
-o a lo que se creía y se deseaba
que uniera- por sobre lo que
dividía, suprimiendo o
suavizando las evidencias en
contrario:
(...) con los demás a vece’ discutimo’ o
podemos tener algún problema con los
chicos, pero el problema son los de
afuera, que siempre miran para acá
adentro
(pone cara de estar
olfateando algo desagradable)
así... como si fuéramos no sé...
ladrones, drogadictos no sé qué se
piensan que somos... Es cierto que hay
gente así, en lugares que son... ¡un
aguantadero...! Por ejemplo ahí en
Agüero yo sé positivamente que vive
gente que tiene guardadas cosas, gente
rara... Acá nos podemos llevar mal,
podemos tener nuestros problemas,
pero de últimas si viene alguien de
afuera a molestar, o a decir algo, yo
salgo a defender a los de acá...
(Angélica,
aproximadamente 50 años)
Las divisiones sociales
creadas hacia el interior de cada
casa resultaban, pues, relaciones
complejas, atravesadas por sutiles
alianzas y oposiciones. Luego de
esta breve presentación, he de
analizar algunos impactos de los
procesos de renovación urbana
sobre su vida cotidiana, a partir de
lo que denomino la modalidad del
desalojo “light”. En vinculación
con lo anterior, también abordaré
la percepción de estos ocupantes
en relación con la regularización
de los servicios (agua, luz, etc.)
para desde allí retomar algunas
cuestiones sobre sus complejos
vínculos con el Estado y las
“fuerzas del mercado”.
El desalojo “light”
Como ya comenté, en
noviembre de 1998 fue
inaugurado un
shopping
en el
antiguo predio del Mercado de
Abasto. Luego fueron
inauguradas las torres de
departamentos y un
hipermercado, a cargo de la
misma empresa. En los meses
previos, los ocupantes ilegales
de los alrededores del ex
Mercado fueron
progresivamente desalojados
por la empresa IRSA bajo una
modalidad “light”.
Éste es el testimonio, por
ejemplo, de una vendedora de
las torres de departamentos, en
el que me explica que el terreno
de enfrente ya había sido
“vaciado” de ocupantes
ilegales, para no obstaculizar
las ventas de los nuevos
departamentos:
Es un proceso lento. Soros
compró este baldío de la esquina
(...) Está ya deshabitado, limpiado
el terreno. Me dijeron que estaba
lleno de prostitutas y ladrones.
(...) Les dio la plata que querían.
No importaba cuánta: lo único
importante era que se fueran. (...)
Se está limpiando el barrio, pero
de a poco. Y Soros compró, me
dijo la gente de seguridad,
muchas otras casas tomadas que
después las pone en venta.
Por las noches resultaba
común observar a los policías
encabezando los operativos.
Las casas fueron desalojadas
sin violencia -coincidían
vecinos del barrio y testigos-,
por lo que todos (ocupantes,
vecinos de clase media,
comerciantes, inmobiliarias)
afirmaron que hubo un arreglo
monetario entre la empresa y
los ocupantes desalojados:
Se dice en el almacén que les
dieron plata a los de casa tomada
según los hijos, para más o menos
construirse algo en provincia.
Pero se fueron bien, vos veías que
hasta saludaban a los que se
quedaban, todo. Es porque acá
hubo mucha plata de por medio,
por lo menos eso es lo que todos
comentan. Yo vi varios días que
estaban los soldados con los
camiones, los cargaban a todos y
se llevaban sus cosas. Pero seguro
que hubo plata, porque no hubo
golpes, ni forcejeos, ni gritos,
nada. Se fueron bien
(Alberto,
propietario)
En un contexto
generalizado de reconversión
de las esferas de lo privado y
lo público, las fuerzas
privadas retomaron acciones
de lo público, delegándose así
En un contexto generalizado de
reconversión de las esferas de lo
privado y lo público, las fuerzas
privadas retomaron acciones de lo
público, delegándose así aspectos
insoslayables en cuanto a los
modos de “hacer ciudad” en
manos del capital global.
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33
aspectos insoslayables en
cuanto a los modos de “hacer
ciudad” en manos del capital
global. Por supuesto que esta
práctica no supuso ningún
grado de altruismo: el máximo
perjuicio para los empresarios
habría sido esperar el lento
transcurso del juicio legal, en
el cual los desalojos podían
llegar a demorar varios años.
Pero a la vez creo que estas
prácticas son susceptibles de
otras lecturas.
En primer término, si bien
esta modalidad informal de
desalojo implicó una
transacción subordinada -en
tanto los ocupantes no
contaban con demasiado
margen de negociación-,
suponía un reconocimiento
siquiera parcial de su
condición de habitantes de
aquel espacio.
Este desalojo “cash” que
viabilizaban los abogados de
la empresa IRSA otorgaba una
legitimidad a los ocupantes al
menos en lo concerniente a la
apropiación material de ese
inmueble, al hecho de haber
transcurrido buena parte de la
vida en aquel sitio,
arreglándolo o no,
envejeciendo, teniendo hijos.
Asimismo, ese dinero
contante y sonante a cambio de
su exilio y silencio permitió a
los ocupantes pensarse a sí
mismos –al menos de un modo
efímero y fragmentario, no
exento de contradicciones–
como “propietarios” o
“dueños”, en tanto operó como
una indemnización, una
reparación material y
simbólica. En efecto, con el
dinero obtenido a cambio de
haber habitado aquella casa
–no importaba por el término
de cuántos años– pudieron
procurarse temporariamente
un lugar en terrenos de
provincia, en un hotel-pensión
de la ciudad, o conseguir otra
pieza intrusada.
Demás está decir que,
desde la lógica empresarial,
hubiera sido improbable no
llegar a un acuerdo, en tanto se
trataba de “intrusos” con
escaso capital simbólico. Sólo
era cuestión de llegar a un
pacto razonable, de encontrar
una suma de dinero compatible
con las expectativas de mínima
de estos “moradores
indeseables”. Como diría
Bourdieu, se trataba de con-
ciliar la modalidad que asumía
el desalojo con el
habitus
de los
ocupantes, ajustando sus
esperanzas subjetivas a los
condicionamientos objetivos
2
y
atenuando de este modo
posibles resistencias.
Su fuerte carácter extorsivo
asemejaba estos desalojos,
desde la lógica de los
ocupantes, a los llevados a
cabo por la Policía años atrás
sin las correspondientes
órdenes judiciales:
Ramón:
...Ya sacaron las
placas de acá, el mural con la cara
de Gardel que estaba puesto ahí
también
(sobre la pared del
Chantacuatro, recordando el
lugar histórico)
, por lo que me
imagino que lo deben haber
llevado a la Municipalidad para
ponerlo en algún museo, no sé.
Yo:
¿Y si viene el desalojo
qué van a hacer?
Damián:
Y qué vas a hacer,
si vienen a desalojarnos tenés que
agarrar tus cosas y te vas, no
queda otra.
Ramón:
Claro, ahora no es
como antes, te pueden desalojar
mucho más rápido. Ahora la
policía viene y te desaloja, no
necesita tanto trámite.
(Ramón y
Damián, aproximadamente 30
años)
La astucia en la invención
del
desalojo light
por parte de
este grupo empresarial se
caracterizó por sortear –desde
su absoluto perfil bajo–
cualquier esbozo de
descontento o repudio social,
como el que suscitó años atrás
el violento desalojo de los
ocupantes de las bodegas Giol
y otros desalojos ilegales en la
ciudad de Buenos Aires. La
condena social generalizada
La astucia en la invención del
desalojo light
por parte de este
grupo empresarial se caracterizó por
sortear -desde su absoluto perfil bajo-
cualquier esbozo de descontento o
repudio social, como el que suscitó
años atrás el violento desalojo de los
ocupantes de las bodegas Giol y otros
desalojos ilegales en la ciudad de
Buenos Aires.
Demolición de una casa sobre la calle
Guardia Vieja para la construcción del
hipermercado COTO.
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34
por este accionar al margen de
la ley provocó la marcha atrás
de los proyectos
gubernamentales que
procuraban “saltear” las
órdenes judiciales a través de
la directa intervención de la
policía para efectivizar
desalojos.
En síntesis: en tanto la
vivienda no dejó de ser un
derecho socialmente
reconocido, las “fuerzas del
mercado” pusieron en marcha
estas maniobras para lograr
una rápida expulsión de los
“intrusos” sin hacer peligrar
demasiado su legitimidad.
3
No obstante, estas prác-
ticas produjeron también, al
decir de Giddens (1995: 45-52)
–y por más que hubiesen sido
concebidas con otro propósito
original–, consecuencias
inesperadas: si bien les
denegaba su condición de
habitantes de la ciudad, al
mismo tiempo les habilitaba
“... reducir la distancia
simbólica con los vecinos
propietarios”.
4
El pago
de los impuestos
Algunos actores
gestionaban individual o
grupalmente el
restablecimiento de los
servicios de luz, gas o agua con
la empresa privatizada en
cuestión. El despliegue de esta
relación entre ocupantes y
mercado suponía en forma
omnipresente a un tercer actor
desplazado: el Estado, cuya
ausencia habilitaba la
negociación entre actores con
enorme desigualdad de poder.
5
Para las empresas
privatizadas, los ocupantes eran
considerados ciudadanos en la
medida en que podían pagar los
servicios que éstas les ofrecían,
confiriéndoles una suerte de
“carta de ciudadanía”
inacabada y maltrecha, pero
un principio de ciudadanía al
fin, especialmente para
aquellos que, además,
cargaban con el estigma de ser
inmigrantes ilegales:
Las empresas privadas nos
hicieron sentir personas al darnos
los servicios y mandarnos la
factura.
6
Como una extensión del
vínculo con estas empresas
privadas, algunos ocupantes
también lucían el acceso a la
televisión por cable como una
marca de prestigio (por más
que luego no pudieran afrontar
el gasto y debieran sufrir cortes
de suministro), así como a una
vasta gama de
electrodomésticos adquiridos
con enormes esfuerzos:
televisión, videograbadoras,
equipos de música. El disfrute
de estos servicios incorporaba
hacia el afuera una imagen que
se correspondía con su propia
percepción de identidad. Se
trataba de elementos que,
además de su uso práctico
evidente, se añadían
simbólicamente a su “fachada”
personal, en lo que podríamos
llamar una
estrategia de
representación
destinada a
obtener una mayor legalidad
social.
7
(...) ¡Ah!, y el otro día
también vinieron los de la luz;
son de Edesur, creo. Y bueno, nos
teníamos que pagar la instalación
(...) La mayoría estaba de acuerdo,
y al resto lo convencimos porque
no les quedaba otra, si no, se iban
a quedar sin luz. (...) Yo quiero
pagar, decime, ¿por qué tenemos
que usar la luz y no pagar?
Además nos conviene a nosotros,
son más cosas a nuestro favor...
(Luis, 63 años)
Mirá, acá la gran cagada es
no haber pagado de entrada...
Porque pagar los impuestos te da
derechos, después no te pueden
rajar tan fácil, se les complica
más...
(Juan, aproximadamente
40 años)
Otros moradores, por el
contrario, creían que el
verdadero dueño era el que
debía hacerse cargo:
(…) yo no pienso pagar nada
de lo que se deba... Y además, si
realmente hubiera que pagar toda
la luz que se usó... ¡acá hay gente
viviendo desde hace 10 años! Y
bueno, eso lo debería pagar el
dueño de la casa, no nosotros,
¿no?
(Eduardo,
aproximadamente 35 años)
Del mismo modo, muchos
ocupantes suponían que la
falta de pago de los servicios
provistos por las empresas
privatizadas podría acarrear, como
consecuencia, el desalojo.
No sé, yo tengo la sensación
de que por un lado o por otro la
cosa va a reventar, si no es porque
nos echa la Municipalidad es
porque la luz, o el gas nos hacen
juicio y nos desalojan...
(Blanca,
34 años)
Yo:
¿Y cómo estás?
SH:
Bien, tranquilos...
(sonríe)
Por ahora no nos
sacaron, ni vinieron los de la
luz...
(Shirley, 29 años)
Incluso las mismas
empresas presionaban desde
ese lugar de ilegalidad de estos
moradores de la ciudad,
manipulando su situación de
desventaja respecto a otros
ciudadanos.
Nelson:
...Y acá dice
(alude
a una carta que les envió
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35
Edesur):
“Señores ocupantes”.
¿Cómo ocupantes? ¿Por qué dice
así? ¡Nosotros somos personas, no
ocupantes, así que acá tendrían
que ir nuestros nombres!
(Nelson,
33 años)
En el marco de esta
relación fuertemente desigual
construida entre las diversas
“fuerzas del mercado” y los
ocupantes ilegales, estos
últimos homologaban a las
empresas privatizadas de los
servicios públicos con la
fuerza legítima capaz de
echarlos de su casa.
Epílogo: el difícil
acceso a la condición
de ciudadanos
Si el Abasto se fue
reinventando a partir de
ciertos procesos de
apropiación cultural dirigida,
¿qué posibilidades de
reinvención les quedaba a
estos ocupantes cuya
ilegalidad no hizo sino
agravarse frente a esta
reconversión “noble” del ba-
rrio? En tal contexto de
apropiaciones fuertemente
desiguales, ¿existía alguna
posibilidad de acceder a la
ciudadanía para estos
pobladores?
Mientras el Estado recurría
a una ciudadanía cívico-
política, existía otro tipo de
ciudadanía que se construía
cotidianamente desde las dife-
rentes prácticas sociales y
culturales. Desde esta
perspectiva los ocupantes –al
igual que otros actores sociales
de la ciudad– accedían a un
consumo simbólico que
ampliaba su ciudadanía. Si
bien diferencialmente, algunos
ocupantes se convertían en
consumidores de medios,
tecnología, información y otros
bienes que organizaban el
sentido social de sus prácticas
cotidianas.
8
El consumo de los
bienes mencionados permitía a
estos “pobladores invisibles”
vivir con una determinada
calidad de vida que en muchos
casos resultaba contradictoria:
ciertos ocupantes tenían
televisión por cable pero no
contaban con red cloacal, o
bien, compartían un baño
precario con muchas familias.
El acceso a determinados
consumos asociados a sectores
de clase media no aminoraba,
mecánicamente, la desigualdad
económica y social.
Del mismo modo, el hecho
de transformarse en usuarios o
clientes de estas empresas
privatizadas de servicios no
los equiparaba al resto de los
ciudadanos, ya que la
integración y la identidad no
se construye sólo desde el
consumo. Aquí no opera una
conversión automática a la
categoría de ciudadano, ya que
el consumo no viene
acompañado de un
reconocimiento social, de un
determinado contenido
simbólico que les restituya
prestigio.
Dentro de lo que García
Canclini (1995: 21) denomina
las nuevas condiciones
culturales de rearticulación
entre lo público y lo privado,
se van gestando
nuevas
modalidades de ciudadanía
en
los escenarios estructurados
complementariamente del
Estado y el mercado. En tal
sentido, el vínculo establecido
por los ocupantes con las
fuerzas empresariales puede
pensarse desde el concepto de
táctica que esgrime De Certeau
(1996: 42-44): se trata del
arte
del débil
, de prácticas que
deben actuar en el terreno que
impone y organiza la ley de
una fuerza extraña. El
mercado, en fin –y no sólo el
Estado–, se ha vuelto un actor
social indiscutido para tener
en cuenta a la hora de pensar
las identidades que construyen
los ocupantes ilegales de casas
tomadas en el marco de sus
luchas por el reconocimiento o,
en palabras de Bourdieu
(1991), en su búsqueda de ser
incluidos dentro del sistema de
clasificación oficial.
Un grupo de habitantes del baldío
recibe la visita de viejos habitantes
que ahora viven en la provincia.
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36
NOTAS
1
A pesar de que algunos de estos ocupantes continúan
habitando en el espacio barrial, resulta más atinado sintetizar
sus experiencias en tiempo pasado, ya que una vasta
proporción fue desalojada en estos últimos cinco años. Las
edades consignadas son, en varios casos, estimativas. Los
nombres de los ocupantes fueron deliberadamente cambiados
y sus direcciones omitidas, por respeto a las condiciones de
anonimato que requirieron algunos entrevistados, y que
hicimos extensivas al resto.
Una primera versión de este trabajo fue presentada en las
Jornadas Nacionales de Ética “Problemas de la vida urbana
contemporánea”, realizada en la Sociedad Argentina de
Escritores, Buenos Aires, en agosto de 1999.
2
En numerosos trabajos Bourdieu trabaja esta sugestiva
correlación entre las probabilidades objetivas -las
oportunidades de acceso a determinado bien- y las esperanzas
subjetivas (Cfr. Bourdieu 1989 y 1991: 91-111).
3
En otro trabajo reciente (Carman 2003) abordé los desalojos de
ocupantes ilegales y otros “habitantes innobles” del barrio
(vendedores de chorizos, sin techo, etc.) durante el período
comprendido entre 1999 y 2003, operados por el poder local, los
grupos empresariales o bien, una combinatoria de actores. Si
bien excede el marco de este artículo, resulta pertinente
comentar que, por sus características, lo que di en llamar los
“desalojos asistenciales” prolongan la lógica descripta aquí
respecto de los “desalojos light”, en cuanto a efectivizar una
expulsión negociada de los moradores considerados
indeseables.
4
Herzer
et al.
(1997: 200). La cita pertenece a un trabajo
colectivo que desarrolló el Área de Estudios Urbanos del
Instituto Germani sobre las percepciones de familias
ocupantes de inmuebles en Buenos Aires sobre su situación
habitacional, en particular en la zona de la traza de la ex-
Autopista 3. Me pareció interesante retomar textualmente el
comentario, significativamente emparentado con lo que vengo
trabajando en relación al barrio del Abasto.
5
Coincidimos con Herzer
et al.
(1997: 203-4) -que trabajaron el
caso de ocupaciones en los barrios de Coghlan y Belgrano-
respecto a que dichas demandas por la provisión de servicios se
circunscriben al ámbito privado y que el Estado “...aparece
como un actor exento de responsabilidad en esta esfera”, ya que
“...ni siquiera se le reclama el papel de mediador en la
negociación entre vecinos y empresa. Tampoco está presente el
cuestionamiento o la discusión acerca de qué es lo que deben
hacer las autoridades del gobierno local cuando la provisión de
servicios es deficitaria o existe imposibilidad por parte de las
familias de acceder a ellos”.
6
El testimonio no surge de nuestras crónicas de campo -aunque
resulta casi literal de otras entrevistas en el Abasto- sino que
pertenece a un ama de casa con cinco hijos, ocupante de la zona
de la AU3 (Cfr. “Casas tomadas. La pesadilla del techo
impropio”. Revista
La Nación
, 22/2/98, pp. 34-41).
7
Silva (1992: 71-3) aborda la construcción de los territorios
sociales en relación a determinadas competencias discursivas y
representativas, que ofrecen las marcas de reconocimiento
necesarias para que uno pueda discernir en qué clase de
territorio se halla. Este análisis resulta interesante de ser
retomado para reflexionar acerca de las aspiraciones de
consumo de los ocupantes en su búsqueda de acercamiento a
las clases medias.
Desde la perspectiva de Douglas
et al.
(1990: 80-85), el consumo
de determinados bienes sirve para comunicar diferencias y dar
sentido a los acontecimientos sociales: “…la actividad del
consumo es la producción colectiva, con sus respectivos
consumidores, de un universo de valores. El consumo utiliza las
mercancías para hacer firme y visible una serie particular de
juicios en los cambiantes procesos de clasificación de las perso-
nas y los acontecimientos (…) En el marco del tiempo y el
espacio de los que dispone, el individuo utiliza el consumo para
decir algo sobre sí mismo, su familia, su localidad (…) El
consumo es un proceso activo en el cual todas las categorías
sociales son continuamente redefinidas” (Ibíd., 83).
Análogamente, García Canclini (1995: 19 y 27) analiza cómo el
consumo sirve para pensar: “cuando seleccionamos los bienes y
nos apropiamos de ellos, definimos lo que consideramos
públicamente valioso, las maneras en que nos integramos y nos
distinguimos en la sociedad… (…) En otros términos, debemos
analizar si al consumir no estamos haciendo algo que sustenta,
nutre y hasta cierto punto constituye un nuevo modo de ser
ciudadanos”. En el caso de los ocupantes, el consumo también
sirve para ocultar otros aspectos de la vida que, como no llevan
a un “manejo de la impresión” favorable, se busca
minimizarlos, subcomunicarlos (cfr. Goffman 1993: 33-42).
Frente a una vivienda deteriorada, el consumo de ciertos bienes
aspira a producir un “efecto de encandilamiento” o, al menos,
un mensaje compensatorio del propio
status
.
8
Para un mayor desarrollo sobre diversas construcciones de la
noción de ciudadanía en relación a la problemática que nos
incumbe, ver Carman y Lacarrieu 1995. Cfr. también Robin
1993; Grassi
et al.
1994: 10-22, 61-63, y Sigal 1991.
BIBLIOGRAFÍA
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Prólogo del libro
La Noblesse d’ Etat. Grandes écoles et esprit de corps
(Traducción de Emilio Tenti Fanfani), París, Editiones de
Minuit, 1989.
Bourdieu, Pierre,
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, Madrid, Taurus, 1991.
Carman, María, “Ocupantes ilegales”, en Suplemento
Profesional de
La Prensa
, 1995, p. 14 (en colaboración con
Mónica Lacarrieu).
2003 (inédito). Narraciones de identidad, procesos de
ennoblecimiento y disputas por el patrimonio en el barrio del
Abasto. El caso de los ocupantes ilegales de casas tomadas.
Tesis doctoral. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Buenos Aires.
De Certeau, Michel,
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, México,
Universidad Iberoamericana, 1996.
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una antropología del consumo
, México D. F., Grijalbo, 1990.
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Consumidores y ciudadanos. Conflictos
multiculturales de la globalización
, México D. F., Grijalbo, 1995.
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La constitución de la sociedad
, Buenos Aires,
Ediciones Amorrortu, 1995.
Goffman, Erving,
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,
Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1993 [1959].
Grassi, Estela
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,
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Buenos Aires, Espacio Editorial, 1994.
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de familias ocupantes de inmuebles en Buenos Aires sobre su
situación habitacional, en
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, Vol. 59,
N° 4, pp. 187-217, 1997.
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Revista Mexicana de Sociología
, 1981.
Silva, Armando,
Imaginarios urbanos
, Bogotá, Tercer Mundo,
1992.
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37
traduccione
s
Cidadãos ou ilegais?
DISJUNTIVA DA INTEGRAÇÃO SOCIAL
DOS HABITANTES DAS CASAS
USURPADAS NO BAIRRO DO ABASTO
María Carman
Neste trabalho vou retomar algumas
questões significativas para a análise que
surgem duma pesquisa realizada no
bairro do Abasto que fica na Cidade de
Buenos Aires. A etnografia em questão
indagou, entre outras coisas, nas
disputas em relação ao patrimônio local
entre os ocupantes das casas usurpadas
e outros atores sociais do Abasto em
diversas conjunturas: o período do
“Bronx porteño” (1993-1996), a época
tradicional das obras de reciclagem do
ex. Mercado de Abasto e de “invenção
do bairro nobre” (1997-1998), e o
período atual (1999-2003), no qual
acontecem inaugurações de espaços
comerciais e culturais mobilizadas ao
redor de alguns objetivos comuns,
como apropriação privilegiada do
patrimônio e a inflação da memoria.
Aqui analisarei os vínculos dos
ocupantes ilegais com o Estado, as
“Forcas do Mercado” e o eventual aceso
a uma cidadania durante o período de
reciclagem do ex Mercado de abasto
(1997- 1998).
No meu caso, quero desdobrar o
seguinte suposto. Sustento que as
empresas privadas que entraram em
contato direto com os habitantes das
casas usurpadas – a empresa IRSA
responsável do Shopping Abasto de
Buenos Aires e também das companhias
privatizadas de serviços outorgaram aos
ocupantes um reconhecimento e uma
visibilidade social que não lhes foram
conferidas pelas forcas públicas, nem
outros atores da sociedade como por
exemplo, os vizinhos proprietários com
os que conviviam no bairro. As “forças
do mercado”, alem se serem
desalojaram e demoliram as casas dos
usurpastes, também conferiram estes
“habitantes invisíveis” uma “carta de
cidadania”, embora se tratasse duma
carta fortemente condicionada e
extorsiva.
Isto pode soar paradoxal ou cínico, mas
intentarei demostrá-lo a partir da
exposição de dois casos: A modalidade
do desalojo “light” e o pagamento dos
impostos. Antes de expor ambos casos,
reconstruirei brevemente algumas
caraterísticas das relações internas
tecidas no interior das casas usurpadas,
de modo que as exposições dos casos
tenham mais clareza a partir das
representações, expectativas e praticas
dos habitantes involucrados.
Citoyens ou illégaux?
DILEMMES DE L’INTÉGRATION SOCIALE
DES HABITANTS DE MAISONS PRISES
DANS LE QUARTIER DE L’ABASTO
María Carman
Dans ce travail je reprends des questions
significatives pour l’analyse qui surgissent
d’une enquête portée dehors dans le
quartier de l’Abasto dans la ville de Buenos
Aires. L’ethnographie en question a enquêté,
entre d’autres choses, sur les discussions
autour du patrimoine local entre les occu-
pants de maisons prises et d’autres
acteurs sociaux de l’Abasto dans des
occasions diverses: la période du «Bronx
Porteño
1
» (1993-1996), le temps
transitionnel des travaux de recyclage du
ex-Mercado de Abasto
2
,et de la «inven-
tion du quartier noble» (1997-1998), et la
période actuelle (1999-2003) dans
laquelle les inaugurations d’espaces
commerciaux et culturels se succèdent
l’une après l’autre, mobilisées autour de
quelques buts communs, comme
l’appropriation privilégiée du patrimoine et
l’inflation de la mémoire.
J’analyserai ici les liens des occupants
illégaux avec l’État, les «forces du marché» et
l’accès éventuel à une citoyenneté pendant la
période de recyclage du Mercado de Abasto
(1997-1998).
En particulier, il intéresse de déplier la suppo-
sition suivante. Je soutiens que les
entreprises privées qui sont entrées en
contact direct avec les habitants de maisons
prises - la compagnie IRSA, responsable du
shopping Abasto de Buenos Aires et aussi
les compagnies privatisées de services - a
accordé aux occupants une reconnaissance
et une visibilité sociale que les forces
publiques ne leur ont pas donné, même pas
d’autres acteurs de la société comme par
exemple, les voisins propriétaires avec
lesquels ils ont cohabité dans le quartier. Les
«forces du marché», bien qu’elles ont
délogé et ont démoli les maisons des occu-
pants, ont conféré aussi à ces «habitants
invisibles», «la carte de citoyenneté», même
s’il s’agissait d’une carte fortement
condicionée ou extorqueuse.
Cela peut sembler paradoxal ou cynique,
mais j’essaierai de le démontrer à partir de
l’exposition de deux cas: la modalité de
«l’évacuation light» et le paiement des
impôts. Avant d’exposer les deux cas, je
reconstruirai brièvement quelques
caractéristiques dominantes des rapports
internes tissés à l’intérieur des maisons
prises, de manière que l’exposition des cas
devienne plus intelligible à partir des
représentations, expectatives et pratiques
des habitants involucrés.
1
De Buenos Aires.
2
Marché de provision.
Citizens or illegal?
DILEMMAS OF THE SOCIAL INTEGRA-
TION OF THE INHABITANTS OF TAKEN
HOUSES IN THE NEIGHBOURHOOD OF
THE ABASTO
María Carman
In this work I resume some significant
questions for the analysis that arise from
an investigation carried out in the
neighbourhood of the Abasto in the city
of Buenos Aires. The ethnography in
question investigated, among other
things, in the disputes around the local
patrimony between the occupants of taken
houses and other social actors of the Abasto
in diverse occasions: the period of the
“Porteño
1
Bronx” (1993-1996), the transi-
tional time of the works of recycling of the
former Mercado de Abasto
2
and of the
“invention of the noble neighbourhood”
(1997-1998), and the current period
(1999-2003), in which inaugurations of
commercial and cultural spaces follow one
after the other, mobilized around some
common goals, as the privileged appropria-
tion of the patrimony and the inflation of the
memory.
I will analyze here the ties of the illegal
occupants with the State, the “forces of
the market” and the eventual access to a
citizenship during the period of recycling
of the former Mercado de Abasto (1997-
1998).
In particular, it interests to display the
following supposition. I sustain that the
private companies that entered in direct
contact with the inhabitants of taken
houses - the IRSA company, responsible
for the shopping Abasto de Buenos Aires
and also the privatized companies of
services - granted the occupants a rec-
ognition and a social visibility that the
public forces didn’t give them, neither
other actors of the society like for ex-
ample, the proprietary neighbours that
they cohabited with in the
neighbourhood. The “forces of the
market”, although they dislodged and
demolished the houses of the occu-
pants, also conferred to these “invisible
inhabitants”, “citizenship papers”, al-
though they were strongly conditional or
extorting ones.
This can sound paradoxical or cynic, but
I will try to demonstrate it starting from
the exposition of two cases: the modality
of the “light” eviction and the payment of
the taxes. Before exposing both cases,
I will shortly reconstruct some prevalent
characteristics of the internal relation-
ships woven inside the taken houses, so
the exhibition of the cases becomes
more intelligible starting from the repre-
sentations, expectations and practical of
the involved inhabitants.
1
Of Buenos Aires.
2
Market of supply.
37