image/svg+xml56Carnaval, fiesta populardonde los esclavos se hacíanpresentes, burlándose de lospatrones… la murga recuperaesta crítica reivindicando a losprohibidos, a los excluidos, a losque luchan…Corso del Bajo FloresFiestas einterculturalidadEl patrimonio culturalinmaterial en la ciudadde Buenos AiresV O C E S D E B U E N O S A I R E STal vez por el propio sesgo conque se ha constituido la ciudad deBuenos Aires, el relacionado con supotente marca cultural, la del“crisol de razas” y la negación delo festivo como una de las tantasexpresiones culturales de ladiversidad, es que los murguerosaún en la actualidad reivindican elcarácter festivo como mecanismoreivindicatorio de lo popular.Así, las fiestas y lascelebraciones asociadas al pueblohan sido ubicadas en el campo dela cultura popular comoexpresiones residuales de lo mar-ginal, de lo anónimo e incluso comoaspectos de la cultura que han sidohistóricamente subsumidos en ladenominada “cultura nacional”.En este sentido, salvo casosexcepcionales, las “fiestaspopulares” no han sidomanifestaciones potencialmentepatrimonializables en el marco delos “patrimonios nacionales”. Másbien, ha sido recientemente cuandohan comenzado a esencializarse entanto patrimonios, o a serreconocidos como representativasde los “nativos” de localidades,poblados, regiones, ciudades.Aunque la mayoría de losestudios sobre las “fiestaspopulares” han estado asociados aespacios ruralizados o bien a
image/svg+xml57Marcadamente asociados alestereotipo de lo popular, el testi-monio citado da cuenta de larelevancia que adquiere el barrioen la ciudad como espacioparadigmático donde se producenlas expresiones urbanas delpueblo. Las palabras de quieneshacen las fiestas, como lasmúsicas o las danzas, aún en lacontemporaneidad, persisten ensu catalogación comomanifestaciones de la “culturapopular”. Esta forma de definirlasva más allá de suconceptualización, tomandocuenta del sentido cristalizadoasociado a “lo popular” en tantoopuesto a “lo culto”, enconsecuencia de un significadoque opera en la definición dedichas expresiones como reflejo dela resistencia popular –tal como loindica el testimonio–, o bien comoeco de una “cultura alegre yromántica” del pueblo. Así,aunque aparentemente incompa-tible con el modo de vida urbano,la “cultura popular” y lasmanifestaciones que de ella sederivan continúan nutriendo lacreatividad y la retóricaconstruida en torno a la mismapor los sujetos y los gruposautodenominados “populares”.Tal vez ese sentido dado a lo“popular” es el que persiste alasociar las expresiones culturales,actualmente llamadasinmateriales, no sólo con loexcluido y lo anónimo, sino sobretodo con determinadas categoríasque incluso circulan entre lasvoces de los “nativos”; nosreferimos a la memoria y latradición. El vínculo que losprotagonistas establecen entreestos aspectos de la cultura y lamemoria resulta elocuente en elsiguiente testimonio:El patrimonioes más un sello... necesita delreconocimiento público, la memoriano necesita ser públicamentereconocida o legitimada por algunaentidad, sino que la memoria esmucho más viva, más fuerte, másafectiva, más vinculante, está muchomás cargada de sentido... porque si loconvertís en patrimonio va a quedarregistrado que eso es patrimonio, porahí dentro de 50 años no tiene ningúnvalor, pero sigue dentro del registrode patrimonio, en cambio la memoriaexiste en el presente...”(Murguero de“Alucinados de Parque de losPatricios”). Así como fortalecidopor las palabras que sintonizan enla misma perspectiva: ...no meparece que haya que hacer una políticade recuperemos esto, ya la gente solase encarga de recuperar y volver atraer al presente hechos que le sonsignificativos para su lugar, no comouna política intencionada de ir abuscar. No como una militancia dela memoria,no estoy de acuerdocon la militancia de la memoria meinteresa la construcción de esa me-moria...” (Murguero de“Alucinados de Parque de losPatricios”).Ya sea porque la memoria esel espacio de la construcciónTal vez ese sentido dado a lo “popu-lar” es el que persiste al asociar lasexpresiones culturales, actualmentellamadas inmateriales, no sólo conlo excluido y lo anónimo, sino so-bre todo con determinadas catego-rías que incluso circulan entre lasvoces de los “nativos”; nos referi-mos a la memoria y la tradición.AutorasLeticia MaroneseLiliana MazetelleMónica LacarrieuFiestas e interculturalidad...expresiones legítimas y legitimadasde determinadas ciudades –sobretodo las que han sido promovidashistóricamente desde alguna deellas– en los últimos años, el augetomado por el patrimonio inmaterial,así denominado por la UNESCO,pero sobre todo la caída de ciertasfronteras materiales y simbólicas quehan colocado a las ciudades en elepicentro de la atención, en tantonodos de flujos de actorestrasnacionales, como los migrantes ylos turistas, ha reorientado la miradavisibilizando lo festivo comocomponente crucial de lo urbano.Es nuestro interés en esteartículo presentar el relevamiento yel registro de fiestas, celebraciones yrituales de la ciudad de BuenosAires que lleva a cabo la Comisiónpara la Preservación del PatrimonioHistórico Cultural de la Ciudad deBuenos Aires.1El mismo seencuentra normado bajo la LeyNº 1535 de 2004 y se denomina“Atlas del Patrimonio Inmaterial”.Previamente a esta presentación, esnuestro objetivo reflexionar acercade cuáles son las razones por lasque es necesario relevar, registrar einvestigar las expresiones festivasurbanas en el contexto derevalorización del patrimonioinmaterial.1. Interseccionesy mezclas entre la“cultura popular”,la “alta cultura”y la “cultura oficial”De los barrios venimos mar-chando, como un torbellino celes-tial, somos murgueros paracambiar y luchar contra el poder,porque si hay alegría en las ca-lles ellos nunca van a vencer…Corso del Bajo Flores
image/svg+xml58cotidiana y social hecha por elpueblo o porque la misma se co-rresponde con el ámbito de la re-sistencia popular, en cualquiercaso permite pensar la “culturapopular” como territorio distantede la institucionalidad y lajerarquización adquiridas portoda expresión correspondiente a“lo culto y lo dominante”, a la“alta cultura”, potencialmenteobjeto de patrimonialización. Lamemoria como la “cultura popu-lar” son percibidas como la ener-gía vital que recorre la trama de lavida cotidiana, mientras aquellasmanifestaciones seleccionadas yreconocidas como patrimonio cul-tural son producto del ejercicio delpoder que no poseen los “margi-nales”, ni los seres anónimos quecrean y recrean aspectos de la cul-tura periférica. En una perspectivasimilar, la tradición es aunada a lopopular, mediante una miradaque fija las expresiones culturalesen torno de las “supervivenciasdel pasado”2, de un pasado consi-derado como significativo(Zubieta, 2004:39), y que ubicadichas manifestaciones en el ni-cho exclusivo de los lugares aleja-dos, remotos, donde prima laoralidad y lo autóctono, a vecesruralizados, otras signados por la“cultura primitiva”, con frecuen-cia distanciados de los espaciosde las metrópolis, o bien asociadosa los territorios locales de las ciu-dades, ignotos y espacializados enlas periferias. Esta visiónprejuiciada de la tradición reflejauna lógica que vincula la cultura ala racionalidad del progreso, aso-ciando el “tradicionalismo” a lapersistencia de las costumbres, unrasgo de la limitada conservacióntradicional. Ambas categorías,memoria y tradición, observadasdesde estas posturas introducenuna mirada que congela la nociónde “cultura popular” en laesencialización del “pueblo”, entanto cultura homogénea ymonolítica. Esta visión es la queha contribuido en la negación delas expresiones culturales popula-res en las políticas depatrimonialización, pues comoseñala Zubieta (op. cit.; el resaltadoes nuestro): “Lo popular es la his-toria de lo excluido: de los que notienen patrimonio o no logran que esepatrimonio sea reconocido y conserva-do...”. Así, aunque quienes detentanel “saber de la cultura popular” confrecuencia acaban convalidandoacciones institucionales einstituciona-lizantes de las expre-siones populares, su retórica asumesus manifestaciones como univer-sos simbólicos autónomos recrea-dos en torno de repertorios fijos eidentificadores de sujetos y gruposfijos. Las expresiones culturalespopulares suelen ser acotadas, porsus mismos creadores, a lasterritorialidades periféricas, a losgrupos de excluidos, siendo estacaracterización la virtud peculiarde la “cultura popular”, una cua-lidad que apunta a la idealizaciónde lo popular, pero al mismo tiem-po a su fuerza de resistencia frentea la “cultura dominante”.Esta visión es la que ha con-tribuido –con frecuencia hasta laactualidad– a pensar las manifes-taciones populares como por fueradel campo de la “cultura oficial”,(des)emponderadas del reconoci-miento social y político,subsumidas en las redes alternati-vas de la vida cotidiana, ajenas yanónimas para la sociedad en suconjunto. De alguna manera es laperspectiva que ha fortalecido laidea de que el “patrimonio nacio-nal” (y el patrimonio cultural ensu conjunto) ha relegado y elimi-nado de su stock aquellos bienes yexpresiones reflejo del pueblo, delos seres anónimos y de los “sinvoz”, atribuyendo sólo valor yeficacia simbólica a las manifesta-ciones culturales emergentes de lahistoria y la memoria “oficial”. Noobstante, es una mirada ingenuade la “cultura popular” la quevaloriza el costado romántico y deresistencia, y la que ocluye mez-clas, inestabilidades, ambigüeda-des y relaciones contradictoriashacia dentro de lo popular, asícomo con la “cultura civilizatoria”asociada durante el siglo XX al“patrimonio nacional”.Los procesos de constitucióndel patrimonio nacional brasileroa lo largo del siglo XX dan cuentadel lugar que puede adquirir ladenominada cultura popular allado de la “alta cultura”. El podermaterial y simbólico del estado,conjuntamente con los intereses delas elites brasileras, contribuyeronen la conformación de una “cultu-ra del consenso” cifrada en prácti-cas tales como el carnaval, el sam-ba, la capoeira, el candomblé, elumbanda (Yúdice, 2002:142). Lainclusión de estas expresionesinmateriales en el “patrimonionacional” fue parte de laimpostación de una lógica nacio-Las expresiones culturales popu-lares suelen ser acotadas, por susmismos creadores, a lasterritorialidades periféricas, a losgrupos de excluidos, siendo estacaracterización la virtud peculiarde la “cultura popular”, una cuali-dad que apunta a la idealizaciónde lo popular, pero al mismo tiem-po a su fuerza de resistencia frentea la “cultura dominante”.
image/svg+xml59nal basada en el “Brasil cordial” yen la “convivencia festiva”, en lapuesta en escena de dichas prácti-cas culturales a fin de integrar alas clases populares y sobre todoproducir el “blanqueamiento” delos sectores afro (op. cit, 142-143).El caso brasilero da cuenta de larelevancia que puede tomar la“cultura popular” dentro de losprocesos de inclusión realizadospor quienes detentan el poder ma-terial y simbólico. En Argentina,aunque con menor relevancia,algunas expresiones festivas seconvirtieron en los componentesinmateriales del patrimonio nacio-nal: las fiestas patrias son ejemplode ello, pero también podríamosmencionar la relevancia dada altango en la década del 30/40, unavez que dicho género musical y ladanza pudieron penetrar el mun-do de la visión oficial a través dela figura célebre de Carlos Gardel–debe recordarse que unos añosantes el propio Jorge Luis Borgesescribía sobre los barrios de Bue-nos Aires, ausentando de sus es-critos vecinos y festejos, pues aun-que los hubiera y de hecho loshabía, lo que hay que recalcar esque prevalecía una versión legiti-mada del patrimonio nacionalasociada al proyecto de una ciu-dad moderna–. En todo caso, ladiferencia entre Brasil y Argentinapuede ubicarse en este tópico:mientras Brasil explicitó la inclu-sión de ciertas expresiones cultu-rales representativas de los gruposafro en un arreglo de convenienciade la sociedad nacional, la Argen-tina, procuró disciplinar y contro-lar socialmente a los sectores dis-criminados (no sólo no incluyó alos afro, tampoco a los sectorespopulares en general), por ello elpatrimonio inmaterial incluido enel patrimonio nacional estuvo másvinculado a lo “patrio” que a lo“popular”.La revalorización dada por laUNESCO al patrimonio culturalinmaterial –así denominado por elorganismo a partir de los años 90–elude la subsunción, en distintosformatos, de las expresiones intan-gibles en el patrimonio nacionalpreconceptuado como “tangible”(el caso brasilero como hemosmencionado es uno de los másparadigmáticos), y si bien amplíala noción de patrimonio cultural,al mismo tiempo la restringe alespacio de las “culturas popularesy tradicionales”, tal comoaparecen identificados los bienesy/o expresiones culturales hoyllamados inmateriales en losprimeros documentos yantecedentes suscriptos por elorganismo desde la década de los60 y en las demandas realizadaspor gobiernos a partir de los años70.3La oralidad, la condición de“en riesgo de desaparición”, laasociación con culturasminoritarias y poblacionesautóctonas, su desarrollo enterritorios y culturas originarias,con sentido de “autenticidad”vinculados a un pasado y a unorigen genuino, son algunos delos aspectos que han contribuidoen la noción contemporánea einstitucionalizada del hoy en augepatrimonio cultural inmaterial–más allá de la recienteredefinición que UNESCO haformalizado a partir de 2003, en laque se secundarizan retóricamentealgunos de estos rasgos, sin em-bargo, vueltos a privilegiar en lapráctica, cuando se trata dedeclarar obras patrimonioinmaterial de la humanidad–.2. Las expresionesculturales inmaterialesy la gestión de laalteridadEn el contexto actual deglobalización, los bienes y/oexpresiones inmateriales se hanvuelto el recurso por excelenciapara pensar, promocionar ygestionar el reconocimiento de ladiversidad cultural. El patrimoniocultural inmaterial visualizado,como recurso para la gestión de laalteridad, indudablemente
image/svg+xml60descentra la clásica noción delpatrimonio asociada naturalmenteal estado-nación, para dar espacioa las manifestaciones culturalesque adquieren sentido en el senode las culturas locales.No obstante, la relativización del“patrimonio nacional” y larevalorización del “patrimoniolocal”, asumido este comoestrategia y espacio deoportunidad para pensar yrepensar las identidades, apenasdescentra y más bien centra losproductos y productoresculturales de la diversidad en elterritorio de las culturasindígenas, ruralizadas,formalmente alejadas de lasmetrópolis.Así, la propia instituciona-lización del patrimonio culturalinmaterial acaba restringiendo sucampo a aquellos grupos socialesvisualizados y construidos desdela cultura popular como escenariode lo subterráneo, universo anta-gónico de la cultura dominante;del mismo modo en que reduce ala delimitación posible de expre-siones potencialmentepatrimonializables a las culturasque por diversas son revaloriza-das en clave de exoticidad. Desdeesta perspectiva, en que la legiti-mación del patrimonio de las “mi-norías” es observada como el re-curso cultural de los países atrasa-dos o subdesarrollados, de aque-llos continentes que como el afri-cano son incentivados a su desa-rrollo de la “creatividad”, másasociada al orden de la tradiciónque de lo moderno. Las costum-bres y las manifestaciones cultura-les inmateriales son el aparentemotor de los países considerados“ágrafos”, en tanto viven de lasrepresentaciones y prácticas cultu-rales y no de las industrias cultu-rales de suma relevancia para eloccidente –Bolivia sería un casoprototípico en ese sentido–. Este esel telón de fondo desde el cual, enrelación con el patrimonio inmate-rial, se presupone un rol de losestados y organismos comovisibilizadores de los “sin voz” ysus patrimonios, no obstante, unescenario elusivo de una lógicaperversa en que los “otros silen-ciosos y marginales” son fijados auna cultura que el propio poderincentiva como popular y autóno-ma, munida de exoticidad, enfranca dicotomía con la culturadel poder oficial.La diversidad cultural enclave de exotismo reivindica encierta forma el lado más perversodel relativismo cultural: “la‘cosificación’ no sólo de bienes,sino incluso de sujetos aislados decontexto, en cuyo seno, sus prácti-cas y manifestaciones adquierensentido, ocultando el momento deconflicto que no sólo es asociableal rechazo hacia los otros, sinoparticularmente al sistema econó-mico y socio-político imperante”(cfr. Altan, 1973). Una especie delaissez fairecultural” (Bidney,1908, citado por Altan), según elcual se institucionaliza lasacralización de cada culturasiempre aceptada en tanto “nego-ciación de producción de su ima-gen” –negociación que sueleefectivizarse entre las institucio-nes y los líderes de ciertas colecti-vidades–. Así, el requisito de tole-rancia y respeto por las diferentesculturas se constituye como el “de-ber ser” o lo “políticamente correc-to” de la validación de la diversidad.La rotulación de una “diversidadestereotipada” es el requerimientoinstitucionalizado del patrimonioinmaterial en el espacio de lo pú-blico. Es nuevamente al patrimo-nio, como instrumento de gestión,al que cabe la domesticación de ladiferencia, en pos de su conver-sión en “diversidadinstitucionalizada” desde el po-der. Y es bien interesante que di-cha diversidad fuertemente aso-ciada a pueblos originarios, comu-nidades rurales, o sectores de loca-lidades pequeñas y alejadas de loscentros de poder, acaba siendoinstrumentalmente utilizada pordichos grupos una vez que emi-gran y se instalan en las ciudades,donde suele mantenerse el sentidodado a las expresiones culturalesescogidas para mostrar, no obs-tante, un sentido ya resignificadopor el propio espacio de lo urbanocomo modo de vida. En este senti-do, algunas colectividades, comopor ejemplo la boliviana, aceptanel etiquetamiento o el mote del“boliviano permitido”, una vezque el mismo les ofrece la posibili-dad de cierta visibilización positi-va en el espacio público urbano dela ciudad de Buenos Aires. Peroesta visión, como hemos dicho,aplana la diversidad, ocultandoconflictos –entre bolivianos, entreéstos y jujeños, entre líderes y co-munidad, entre bolivianos y laIglesia, etc.– propios de las luchaspor el reconocimiento identitario.El papel asumido por el estado enestos casos puede ser auspiciosoEs nuevamente al patrimonio,como instrumento de gestión,al que cabe la domesticaciónde la diferencia, en pos de suconversión en “diversidadinstitucionalizada”desde el poder.
image/svg+xml61si al reconocer las manifestacionesde las culturas, en cierta formacontribuye a legitimar grupos so-ciales discriminados einvisibilizados en el espacio pú-blico (por ejemplo estas comunida-des de inmigrantes con sus ritua-les y festividades). Sin embargo,no siempre su papel se asocia aese objetivo, pues al negociar quéimagen del “sí mismo” mostrar entanto “otro”, no cualquier expre-sión inmaterial puede ser aproba-da. Así, por ejemplo, los brasilerosque residen en Buenos Aires ha-cen gala de sus danzas y vesti-mentas, incluso bailando en ado-ración a sus dioses y diosas, aun-que sobre todo en el espacio detalleres de enseñanza a los nativosde esta ciudad. En el mismo senti-do en que exhiben sus danzas,ocluyen y silencian la ejecución deciertos rituales como el culto aYemanjá: el mismo suele realizar-se un día antes de lo previsto enpos de convertir el momento enuna “celebración privada” vistadesde la colectividad como incom-prensible para la lógica de uso delespacio público porteño, así comoen relación con las prácticas colec-tivas que se despliegan y que se-rían asociables a ciertos grupos desectas como los umbanda, fuerte-mente prejuiciados en nuestrasociedad. El estado en ese sentidopuede aportar en control ydisciplinamiento de lo festivo, delas prácticas rituales, de las cos-tumbres y de su ocupación simbó-lica de la ciudad, produciendo einstitucionalizando “objetos demuseo en el espacio público” odejando ver y hacer manifestacio-nes performáticas.La asociación naturalizadaentre la cultura popular, la culturaauténtica y autóctona, y la culturaexótica, relega el papel crucialadquirido por las expresiones cul-turales inmateriales en el ámbitode las ciudades. Asimismo, el sen-tido dado a lo popular en los tér-minos mencionados contradice elpropio origen de las ciudades,marcado por las influencias exter-nas que configuraron el modo devida urbano.Las ciudades contemporá-neas son espacios paradigmáticosde la diversidad cultural.En este sentido, son eminente-mente productoras y a la vez con-sumidoras de “diversidad cultu-ral” (cfr. Ortiz García, 2004). Aun-que las tradiciones suelen obser-varse como elementos propios delos espacios “folk”, paradójica-mente, el cosmopolitanismo es lamás importante de las tradicionesurbanas. Este lugar dado a la di-versidad cultural implicaresignificar lo popular y desde ya,el sentido dado a la “cultura po-pular”. Pero esta redefinición tam-bién va ligada a los nuevos sentidosque puede atribuirse a la nociónde tradición, una vez instalada enlas ciudades, por lo tanto ya noconcebible como hecho inmutabley relacionado con la personalidaddel “pueblo”. Desde esta perspec-tiva, la tradición inserta en expre-siones culturales urbanas puedeser potencialmente entendida enclave de diversidad, asimismo entérminos de un concepto dinámi-co, cambiante, “alejado de la esté-ril contraposición de la supuesta“autenticidad” de ciertos hechosculturales, frente a la “falsedad deotros” (Bendix, 1997, citado enOrtiz García, 2004: 9). En estalínea de pensamiento es que laautora propone refocalizar la ideade tradición en torno de “nuevastradiciones” que pueblan las ciu-dades contemporáneas.El estado en ese sentido puede apor-tar en control y disciplinamiento de lofestivo, de las prácticas rituales, de lascostumbres y de su ocupación sim-bólica de la ciudad, produciendo einstitucionalizando “objetos de mu-seo en el espacio público” o dejandover y hacer manifestacionesperformáticas.
image/svg+xml62Nuevos conceptos pararedireccionar la tradición inmovi-lista –valga la redundancia– de lanoción de tradición, asíconceptualizada por los propiosactores sociales involucrados conmanifestaciones culturales asocia-das a lo popular, en consecuenciaestrechamente vinculada en exce-so a un mundo campesino, apa-rentemente sobreviviente en laciudad actual.De allí, que trabajar sobre lasexpresiones culturales urbanasimplica pensarlas en términos de“procesos ambiguos deinterpenetración y mezcla en quelos movimientos simbólicos dediversas clases engendran otrosprocesos que no se dejan ordenarbajo las clasificaciones de hegemó-nico y subalterno, de moderno ytradicional”, procesos que llevan apensar la dinámica cultural urba-na como un “movimiento de ince-sante circularidad” (Zubieta, op.cit.: 39-40). Las expresiones cultu-rales de la diversidad urbana seconstituyen a partir de elementosantagónicos e inestables, pero so-bre todo a partir de una alteridadmezclada antes que pura (cfr. op.cit: 41). En ese sentido, trasvasanlas fronteras de la “cultura popu-lar”, definiéndose a partir de unaredistribución de lo alto y lo bajo,lo hegemónico y lo subalterno, lotradicional y lo moderno, en sumamás allá de las expresiones fijadasen la marginalidad de los “sinvoz” o en la periferización de losimaginados oficialmente como los“no productores culturales”. Almismo tiempo, manifestacionescreadas y recreadas entre lo local ylo global, territorializadas simultá-neamente que desterritorializadas,situadas y multisituadas (Marcus,1995), desplegadas “en casa”, asícomo “en viaje”, redefinidas en lasmaletas que viajan junto con losinmigrantes que de pueblo aciudad, o de ciudad a ciudad,las reinstalan con nuevas ca-racterísticas.En las ciudades contemporá-neas tienen lugar “culturas deexpresividad urbana”, manifesta-ciones culturales de los diferentesgrupos sociales, “que se hallan, deuna manera u otra, vinculadas alo urbano como forma de vida”(Cruces Villalobos, 2004:19). Sinduda expresiones y expresivi-dades simbólicamente iluminadaspor y para dichos actores y para laciudadanía en su conjunto, al mis-mo tiempo que cercenadas, adap-tadas y/o modificadas en funciónde las normas de urbanidad queoperan sancionando, legitimandoy/o censurando la creatividad dedeterminados sectores que ocupany se apropian del espacio públicourbano. En este sentido, acorda-mos con el autor en que la “expre-sividad urbana” como tal, consti-tuye una arista problemática de lavida urbana, pues su despliegue,su destaque y su puesta en análi-sis permiten reconocer procesosconstitutivos de las identidadessociales, así como asociados a lagestión de la alteridad y sobretodo movimientos de circulaciónde sentidos y de poderes desigua-les desde los usos, apropiacionesy recorridos conflictivos en tornodel espacio público de las ciuda-des.3. Buenos Aires: entrelo “no-festivo” y lofestivoLa nueva visibilidad de lasfiestas de la ciudad de BuenosAires se inscribe, en primera ins-tancia, en el mencionado “laissezfaire cultural”,estrechamente aso-ciado a las iniciativas políticasmulticulturales, producto de ladeclinación de la comunidadidentitaria nacional y del resurgi-miento de una diversidad de iden-tidades fuertemente significativa.Este nuevo contexto viene contri-buyendo, como en otros estados yciudades, en la formulación depolíticas y estrategias de gestiónque sacan ventajas de la “admi-nistración de la etnicidad”, con-trariamente al denodado esfuerzoque en otros períodos se ha reali-zado en pos de su desaparición(cfr. Segato, 1997). Como señala lamisma autora, “en Argentina lasociedad nacional fue el resultadodel ‘terror étnico’, del pánico de ladiversidad y (...) la vigilancia cul-tural pasó por mecanismosinstitucionales, oficiales (...) unavigilancia capilar y entrecruzadade toda la sociedad (...)” (op. cit.:12). Esta “política de la semejan-za” (García Canclini, 1999) pro-movió el ocultamiento de fiestasen el espacio público –el caso másconocido es el de los afro que afines del siglo XIX fueron en ciertaforma “obligados” a replegarse ensalones para desarrollar sus dan-zas y fiestas–, o autorizó celebra-ciones de colectividades fuerte-mente vinculadas a la religióncatólica, evidentemente traídaspor los inmigrantes europeos defines del siglo XIX y principios delXX, siempre y cuando, como recal-ca Segato, olvidaran la lengua yhasta el acento o tonada, o realiza-ran celebraciones que perdieranaspectos particularizados contra-dictorios con la religiónoficializada, en suma seuniformizaran detrás del afamado“crisol de razas” –la colectividadespañola, no obstante, tuvo unespacio de relevancia en este senti-do–. En cierta forma, y a pesar dela resistencia a la sobrevivencia de
image/svg+xml63múltiples festividades, la sociedadurbana de Buenos Aires se confor-mó y desarrolló sobre la base deun supuesto carácter no-festivo dela ciudad, preconcepto respaldadoen la visión civilizatoria de unaciudad blanca, occidental, munidade “una cultura”, pensada comola “ciudad del progreso”. Unaimagen legitimada que se impusoa la ciudadanía, conformando ytrasmitiendo valores y comporta-mientos y desde los cuales se deci-dió qué formas de apropiación delos espacios debían autorizarse yqué rasgos culturales debíanasumirse. La imagen, como en estecaso, normalmente asociada alpoder, ha sido y aún hoy esprescriptiva. La fuerza de este pro-yecto puede vislumbrarse en sucontinuidad durante la últimadictadura militar y por relacióncon nuestra temática.4Vale recor-dar los festejos “inventados” poreste proceso con el fin de fortalecerdicha imagen, nuevamente restrin-giendo el uso y la apropiación delespacio público, y la puesta enescena de fiestas, celebraciones yrituales populares. El caso másparadigmático fue el del Mundial78. Los militares lo naturalizaroncomo el “gran festejo popular” queinvolucraba a toda la ciudadaníapor igual, obligando a negar otroshechos, sin embargo, bajo la prohi-bición de ciertas prácticas socialescomo el “tirar papelitos” en tantoritual del fútbol, que sí impusoClemente a través del humor.Como ha resaltado Caloi sobre eseaspecto, desde la tira se contribu-yó a desafiar la censura con laherramienta de la “fiesta”, en tan-to otra cara de la misma idea defiesta, incluso poniendo en juegoel carácter político y conflictivo delfestejo en un contexto políticorepresor.Este aparente aspectono-festivo es probablemente elresultado de una política de con-trol social, promotora de la discri-minación y expulsión permanentede los inmigrantes indeseablesllegados a lo largo del siglo XX ala ciudad –la adaptación y euro-peización de los inmigrantes espa-ñoles, italianos, etc., contribuyó ensu integración a la sociedad porte-ña, no sucedió lo mismo con losinmigrantes provenientes del inte-rior del país, ni con losinmigrantes de países limítrofesde Bolivia, Uruguay, Paraguay,últimamente de Perú, y con ciertasreticencias tampoco con loscoreanos o rumanos llegados enlos últimos años–.No obstante, la ciudad deBuenos Aires es rica en expresio-nes, manifestaciones y bienes cul-turales marcados por la diversi-dad cultural. Las fiestas, comoparte de estas expresiones, consti-tuyen uno de los principales refe-rentes identitarios de la ciudada-nía y suelen ser “una celebraciónde la diversidad” (Rey, 2004: 114).En ellas se articulan diferentesactores y sectores sociales, gruposetarios distintos, con afiliacionesétnicas, así como se despliegandiversas manifestaciones vincula-das a las danzas, músicas, ritua-les, entre otras actividades. Perotambién las fiestas y celebracionesson el reflejo de la memoria colec-tiva, expresivas de la trama queune a generaciones de grupos di-versos, llegando hasta el presentecon elementos del pasado y modi-ficaciones propias de esa urdim-bre que teje la memoria desde elayer hacia el hoy y vincula la con-temporaneidad con aquello quequedó en el mundo de lo lejano.(...) la sociedad urbana de BuenosAires se conformó y desarrolló sobrela base de un supuesto carácter no-festivo de la ciudad, preconceptorespaldado en la visión civilizatoria deuna ciudad blanca, occidental,munida de “una cultura”, pensadacomo la “ciudad del progreso”.
image/svg+xml64O en palabras de Rey (op. cit.:116),citando a Villa, “la fiesta es la po-sibilidad de penetrar el espaciodonde los fragmentos de una me-moria colectiva disgregada expre-san la gramática que les dé senti-do”.La amplia red de fiestas queemerge en esta ciudad, una vezque lo inmaterial asociado a lomulticultural toma auge, permiteentrever una demanda de diver-sidad cultural a fin de “dar co-lor” a los espacios, procurandola legitimación de cada fiesta enel contexto de un circuito que sequiere celebratorio o turístico.Las fiestas, celebraciones y ri-tuales constituyen un recursopara la configuración de unaestrategia del lugar, desde unaestrategia de animación festiva,utilizada para la animación delespacio público y la circulaciónde sentidos en el mismo. Perotambién, la iluminación de fies-tas, celebraciones y rituales enBuenos Aires abre un espacio delegitimidad que otorga a aque-llos grupos que “negocian suimagen”, un reconocimiento so-cial que les garantiza a los mis-mos una apropiación del espa-cio público y ciertavisibilización del “sí mismos”ante la ciudadanía –aunque, confrecuencia, restringidos al mo-mento de la espectacula-rización–. Este espacio de reco-nocimiento, en el caso de BuenosAires, implica uncuestionamiento a la ciudadmonolíticamente europeizada, yuna valorización de la otra caraurbana, la de los sectores empo-brecidos, asiduamente vistoscomo ilegales, tambiéninmigrantes, sin embargo los“ciudadanos parciales” de losque habla Appadurai (2001).54. ¿Por qué las fiestas,celebraciones y ritualesde la ciudad?Potencialmente identifica-bles como patrimonio culturalinmaterial, son recursos para laconfiguración de estrategias dellugar, y contribuyen a la cons-trucción social de la memoria y alos procesos de identificaciónque aportan en la constituciónde la(s) identidad(es) de la ciu-dad. En este sentido, la necesi-dad festiva no sólo está presenteen los espacios de las culturasalejadas de los centros de poder,sino y cada vez más en el senode las ciudades cosmopolitascontemporáneas.Se ha asumido que la territo-rialidad de lo festivo se engen-dra en los márgenes de la vidacotidiana, en tanto espacio ytiempo vinculado al desorden deun espacio público que se prepa-ra para recibir a la fiesta. Noobstante, y aún más en el contex-to de las grandes ciudades ac-tuales en las que laespectacularización forma partede la conformación urbana, lofestivo se desarrolla en trance yen tránsito desde la periferia dela rutina cotidiana hacia el inte-rior de la trama diaria o en lainversión de dicha dinámica.Como ha señalado GarcíaCanclini con relación a las fies-tas de Michoacán en México, “lafiesta sintetiza la vida entera decada comunidad, su organiza-ción económica y sus estructurasculturales, sus relaciones políti-cas y los proyectos de cambiar-las” (1982: 79). Aunque en ciertosentido, las fiestas marcan ciertadiscontinuidad con el espacio yel tiempo de todos los días, si-multáneamente se integran ele-mentos de la vida cotidiana. Enlas ciudades cosmopolitas, lofestivo se gesta como lugar ytiempo en movimiento, en tránsi-to entre espacios y tiempos dife-rentes, y yuxtapuestos.Son actividades vinculadasa proyectos de acción colectiva,resultantes de la interacciónconflictiva y/o armoniosa, en laque operan diversas lógicas eintereses particulares a diferen-tes actores sociales, a fin de estable-cer un orden especial y específicode las fiestas, celebraciones yrituales, en el que las relacionessociales se constituyen de modoparticular. Las fiestas, celebra-ciones y rituales, sobre todoaquellos que se desarrollan en elámbito de lo público, formanparte de un espacio social a tra-vés del cual se interrelacionandiversos eventos, representacio-nes y prácticas sociales. En estesentido, más que materializarobjetos, vehiculizan y comuni-can sentidos, imaginarios, acon-tecimientos y prácticas sociales.Constituyen espacios contradic-torios en los que la tradición esrecreada y sostenida pero tam-bién cuestionada e impugnada.Las fiestas son eventos de la in-tegración, pero también de lasubversión, “...pues fiesta y re-vuelta siempre han estado aso-ciadas en la historia” (Vovelle,La amplia red de fiestas que emergeen esta ciudad, una vez que lo inmate-rial asociado a lo multicultural tomaauge, permite entrever una demandade diversidad cultural a fin de “darcolor” a los espacios, procurando lalegitimación de cada fiesta en el con-texto de un circuito que se quierecelebratorio o turístico.
image/svg+xml651998 citado en Pizano M.; 2004:20). En este doble carácter de lasfiestas, celebraciones y ritualesreside el potencial de transfor-mación que los caracteriza.El espacio y el tiempo de lofestivo se constituyen entre mo-vimientos de circulación e inter-cambio de visiones del mundogeneralmente contradictorias,produciendo lugares para el en-cuentro, la interacción, el con-flicto, las negociaciones y lasdisputas. De allí, el carácter ne-cesariamente político de estasexpresiones culturales y no sólolúdico. En otras palabras, mien-tras las personas juegan y seentretienen en el marco de lofestivo, o mientras mujeres yhombres desarrollan espaciosceremoniales, también luchanpor el control del territorio, porel reconocimiento social, ensuma por imponer sus visionesdel mundo.La frecuente ausencia deregistros de patrimonio inmate-rial en el ámbito de las ciudadesha contribuido a la “oclusión” ylaexclusión” de bienes y expre-siones culturales creados y re-creados por grupos sociales di-versos y, por ende, a la discrimi-nación de prácticas sociales derelevancia para sectores impor-tantes de la ciudadanía.El relevamiento y el registrodel Atlas de Fiestas, Celebracionesy Rituales de la Ciudad de BuenosAires que se está llevando a caboen la Comisión para la Preserva-ción del Patrimonio HistóricoCultural de la Ciudad de BuenosAires, tiene por objetivo mostrarel lugar de relevancia que ad-quieren las fiestas, celebracionesy rituales en el ámbito de las ciu-dades. En este sentido, el regis-tro –como otros que pueden de-sarrollarse en otras ciudades–contribuye a la visibilización delas voces y las prácticas de losdiversos grupos socialesinvolucrados, los que por efectodel proyecto de nación y de laciudad-capital, han sidorecurrentemente ausentados dela cartografía simbólica de laciudad. Asimismo, resaltar losespacios geográficos y simbóli-cos en los que dichas expresio-nes tienen mayor o menor rele-vancia, el lugar que toca a lasmismas considerando los proce-sos históricos, políticos y socia-les a través de los cuales se haconformado la gran ciudad, losvínculos con fiestas, celebracio-nes y rituales que llegan a la Ca-pital desde otros lugares delpaís y debatir acerca del patri-monio inmaterial urbano. No esintención de este registro preser-var este tipo de expresiones cul-turales. Pero tampocomomificarlas u objetivarlas a finde colocarlas en las vitrinas deexposición, cosificando sujetos ydescontextualizando las prácti-cas sociales. Partimos de quetodo registro realizadoinstitucionalmente, a través dela mirada de técnicos e investi-gadores, implicará una miradaselectiva de las manifestaciones,o más bien que las mismas seránrelevadas y registradas bajo elsesgo de quienes lo confeccio-nan; sin embargo, no por ellonuestra intención es estudiar lasfiestas en tanto “cultura popu-lar” construida por la “culturaoficial”, tendiendo a una suertede “descripción del muerto”(Sanucci, 2004: 10). Por el con-trario, el registro debe procurarposeer el dinamismo que permeaa las mismas expresiones, evi-tando su congelamiento, y porende que la “cultura popular” seconvierta “en reliquia, en ruina,en un elemento del pasado estu-diado y guardado por los letra-dos” (op. cit.), tal como suele serinstrumentalizada no sólo desdelas instituciones, sino tambiéndesde los mismos grupos queenarbolan esta forma de la cultu-ra como propia. Siguiendo a laautora, coincidimos en que estetipo de cultura ha sido y es fre-cuentemente identificada, do-mesticada y disciplinada porquienes no pertenecen al “pue-blo”, convirtiéndola en materiainerte, pero paradójicamente esbien interesante que el propio“pueblo” contribuye, aún másen la actualidad y en múltiplesocasiones, a autoidentificarse yautodisciplinarse en tanto “cul-tura marginal”.En este sentido, el registroapunta al destaque de aquellasfiestas, celebraciones y ritualesentendidos como referencias cul-turales significativas por los su-jetos y grupos sociales compro-metidos en su dinámica. Desdeesta perspectiva, aunque ámbi-tos espectaculares, son sobretodo contextos “originales” departicipación social, que en cier-ta forma, a partir delrelevamiento y el registro se ilu-minan como tales.A partir del relevamiento yel registro de la red de fiestas,celebraciones y rituales de laciudad de Buenos Aires, estamosrevelando los usoscomunicacionales de lo festivo,pero también las formas de apro-piación del espacio público ur-bano practicado. La calle unidaa cuerpos, gestos, ritmos, soni-dos, colores, así como otros espa-cios públicos, es decir iglesias,plazas, cementerios, bailantas,
image/svg+xml66villas de emergencia, entre otros,dan cuenta de una “cultura de lapresencia” de las cosas y de loscuerpos pero también a una cul-tura de la “representación”,como señala Vich (2004: 51)al asociar la primera a la “cul-tura popular” diferenciándolade la segunda vinculada a la“culta”.6El registro que venimos rea-lizando permite reasumir el ca-rácter festivo de la ciudad. Así,asoman redes de fiestas, celebra-ciones y rituales diversos, desdelas cuales es posible observar lacirculación de sentidos y pode-res diferentes y desiguales entrelos espacios públicos urbanos.Aunque mayormente tomando yapropiándose del centro de laciudad, la dinámica festiva para-dójicamente también se desplazaen forma significativa del centrohacia el sur, o del sur hacia elcentro. Las fiestas, celebracionesy rituales no sólo son prácticasvinculadas a los territoriosperiféricos de la ciudad –aunquetambién, pues muchos de ellosse desarrollan en villas de emer-gencia, o en barrios como VillaLugano, Villa Soldati, entreotros–. Y aunque se originen enlos lugares considerados margi-nales, a través de lo festivo dis-putan espacios de la centralidado ponen en juego la mezcla ince-sante entre lo periférico y lo cen-tral, redefiniendo el sentidodado a lo periférico y a lo cen-tral. Del mismo modo, algunasexpresiones culturales se esca-pan de los espacios públicosadecuados a ciertos rituales ociertas celebraciones: es el casode los rituales de la muerte, losque ya no sólo quedan encua-drados al circuito del cementerioo de los cementerios, sino que sesalen de los mismos para tomarlas calles y expandir desde allínuevos sentidos de la muerte (elsantuario de Cromañón da cuen-ta de ese escape hacia el afueradel cementerio, mientras el cultoa Gardel sólo se justifica en tor-no de su bóveda y monumento).Las normas de urbanidadsuelen cercenar y sancionar quées lo legítimamente exhibible,controlando, disciplinando ehigienizando desde allí el espa-cio público y social de la ciudad.Pero no sólo es el estado sinotambién otras instituciones,como la Iglesia por ejemplo o laspropias comunidades, las quedeciden qué exponer, quévisibilizar, qué legitimar. Obvia-mente dichas sanciones no sonde la misma entidad: de hecho,que las fogatas de San Pedro ySan Pablo en la Villa 21-24 nopuedan desarrollarse siguiendolas prácticas tradicionales (des-lizarse por un palo enjabonado ocaminar sobre las brasas), tienerelación con las amenazas quese observan en esos hechos y suposible incitación a la violenciaque la propia iglesia local marcacomo problemático. Los ritualesfunerarios bolivianos en el ce-menterio de Flores constituyenotro ejemplo. Las prácticasandinas desarrolladas en el mar-co del cementerio (llevar comidavinculada al culto a la muerte,conmemorar a los muertos enclave de celebración, etc.), sonvistas como transgresoras de lasnormas públicas y ello se mani-fiesta en los carteles que el pro-pio cementerio coloca, aún cuandola colectividad boliviana persis-te en la exposición de sus cos-tumbres. Por ello las prescripcionesson de distinto tipo y atribuiblesa distintos actores: el caso de lasllamadas de tambores que sedesenvuelven en San Telmo des-de hace años es un buen ejemploen términos de apropiaciones,expropiaciones y conflictosinterlocales. La hostilizaciónque la policía y algunos nativosdel lugar realizan sobre los gru-pos afro que toman el espaciopúblico de la Plaza Dorrego enrecorrido hacia el ParqueLezama, no acaba, sin embargo,con la fiesta, las músicas y lasdanzas que se ejecutan en cadafecha patria, cada fin de año o eldía de Reyes.Los objetivos de los gruposno son los mismos, incluso den-tro de cada comunidad. Que lared de fiestas bolivianas se en-cuentre en auge en distintospuntos de la ciudad, no implicapensar que todos los integrantesde la comunidad posean las mis-mas intenciones. Algunos prefie-ren “usar” la fiesta para revalo-rizar circuitos turísticos, otrosreivindicar a través de las fiestasderechos culturales, tambiénbuscar en la fiesta una “culturadel consenso” que no da la pro-testa política tal como la desa-rrollan otros sectores; asimismo,la fiesta sirve para “negociar”nuevos lugares de visibilidad enla ciudad, aunque la negocia-ción parta de legitimar una ima-gen del sí mismo. Pero tambiénel registro sirve para pensar lasrazones que lleva a que los boli-vianos elijan la fiesta y los ritua-les como mecanismos devisibilización y negociación,mientras los peruanos reducensu autovisibilidad al patrimoniogastronómico, restringiendo ellugar de las fiestas nativas a sumínima expresión oreinventando las mismas entrela “cultura oficial” y la “cultura
image/svg+xml67local” (con excepción del Señorde los Milagros, muchas de lasfiestas hasta ahora relevadasson recreaciones realizadas entreinstituciones oficiales peruanas,grupos no oficiales de peruanos einstituciones del poder local). Asi-mismo, la multiplicación de fies-tas vinculadas a ciertas comuni-dades, simultánea a la reducciónde lo festivo en otros grupos decolectividades, lleva a pensar nosólo el lugar de lo festivo, sinotambién el carácter político y so-cial del espacio de las fiestas y losrituales que sin duda, actúa enforma diferenciada en cada caso.El registro apela adeconstruir el sentido dado a lo“porteño” como cultura homogé-nea. La idea civilizatoria de laBuenos Aires porteña implicaríamirar la ciudad sólo en términosde ciertas expresiones legitimadascomo auténticamente nativas.Pero ¿qué sería identificable como“porteño”?, ¿cuáles serían lasmanifestaciones culturales asocia-das a la “porteñidad”?, ¿qué esmás porteño: la conmemoraciónde la tragedia de Vasena que serealiza año tras año en enero, lasmúltiples expresiones tangueras,el culto al Gauchito Gil que selleva a cabo en el Parque de losAndes en Chacarita, las fiestasbolivianas?, ¿es menos porteñauna festividad importada, globaly globalizada como San Patricio?Probablemente si nos quedáramosen lo que ha sido el proyecto deciudad considerando lahegemonización de ciertas expre-siones culturales como el tango, lo“porteño” sólo remitiría a fiestas,celebraciones y rituales que adhie-ran a ese proyecto, y que por endeocluyan la diversidad cultural(sería más viable relevar el culto aGardel que el culto a Gilda–cantante de cumbia– en el mismocementerio de Chacarita). Sin em-bargo, es necesario iluminar lofestivo en términos de los diferen-tes sujetos y grupos sociales quehan llegado a la ciudad, comomigrantes por ejemplo, así comoen función de los desplazamien-tos y viajes que colocan a ciertasexpresiones en el espacio de los“interlugares” (García Canclini,2004:45), o de los “entrelugares”:nos referimos por ejemplo al cultodel Gauchito Gil (proveniente delinterior del país) que incluso hadesplazado la legitimidad de laMadre María (nativa de la ciu-dad). La “replicación de las fies-tas” (Rey, 2004) habla de esosviajes que las propias festividadesrealizan junto con sus portadoresy poseedores de los saberes yprácticas asociados a ellas –nodebe omitirse el lugar de los me-dios de comunicación y hasta delos soportes tecnológicos globalesen las réplicas y desplazamien-tos–. El registro permite atravesary trasvasar el sentido de autentici-dad que suele atribuirse al patri-monio cultural, relevando y regis-trando lo festivo entre el valor deuso y el valor de cambio, entre lolocal y lo global.Estos son sólo algunos de losaspectos que surgen del caminoemprendido con el relevamiento yel registro de fiestas, celebracionesy rituales de la ciudad de BuenosAires. Consideramos quevisibilizar y analizar las fiestasreconduce el sentido dado al pa-trimonio cultural, en especial alpatrimonio inmaterial, pero inclu-so permite reflexionar sobre lavaloración del impacto económi-co, cultural, político y social quederiva de dichas manifestaciones.
image/svg+xml68NOTAS1El Atlas de Fiestas, Celebraciones y Rituales de la Ciudad de BuenosAiresestá siendo desarrollado por el equipo que pertenece alPrograma de Patrimonio Inmaterial de la Comisión para laPreservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudadde Buenos Aires. El equipo está conformado, además de lasautoras de este artículo, por las licenciadas Nélida Barber yAna Gretel Tomasz, las estudiantes de CienciasAntropológicas María Paula Yacovino y Natalia Clero, quienesrealizan el trabajo de campo etnográfico y otras tareas defichaje y registro de las manifestaciones relevadas. Asimismo,Leonel Contreras colabora con el equipo en lo que se refiere aactividades de recolección de datos históricos.2La noción de supervivencia fue crucial en el encuadre teóricoevolucionista planteado por Tylor hacia fines del siglo XIX enel contexto de la antropología inglesa. Las supervivencias da-ban cuenta en la metrópolis del pasado salvaje y/o bárbaro delos “primitivos” que aún eran rastreables por los viajeros enlas nuevas colonias, con frecuencia en las aldeas y los espaciosafricanos y asiáticos, donde aún se encontraban nativos enestado de “primitivismo”. La tradición para esta corriente dela antropología estaba vinculada a la ignorancia y al retrasocultural que llevaba a que dichas comunidades no estuvieranen condiciones de evolucionar hacia “la cultura”, es decir,hacia el progreso y la civilización occidental. En consecuencia,como concepto antropológico viene sobrecargadoetnocéntricamente de lo opuesto a lo moderno y lo urbano, entanto obstáculo para el progreso de las culturas imbuidas decaracterísticas tradicionales.3Previamente a la definición que UNESCO legitimó en el año2003 y que sin duda renueva los antecedentes previos, la con-ceptualización que primaba señalaba que debía definirse elpatrimonio intangible como “el conjunto de formas de culturatradicional y popular o folclórica, es decir, las obras colectivas queemanan de una cultura y se basan en la tradición. Tradicionesque se trasmiten oralmenteo mediante gestos y se modifican con eltranscurso del tiempo a través de un proceso de recreación colectiva.”(El resaltado es nuestro.)4Resultaría interesante analizar –aunque por falta de espaciono lo haremos en este texto– el caso del primer períodoperonista, cuando se popularizaron las denominadas “fiestasdel trabajo”, incluso las elecciones de reinas del trabajo.5Categorización mencionada por Arjun Appadurai en suvisita a Buenos Aires realizada en 2001, cuando dictó unaconferencia en el IDES.6Desde nuestra perspectiva, es imposible separar la “presen-cia” de la “representación”, pues en la práctica y el desarrollode lo festivo, se intersectan construcciones simbólicasreductoras de la realidad, las que dan cuenta de uno o máspuntos de vista legitimados por quienes intervienen en dichasmanifestaciones. Dicotomizar la “presencia” respecto de la“representación”, por ende la “cultura popular” de la “culta”,acaba prejuiciando etnocéntricamente a la primera y omitiendoque las culturas son espacios de lucha, en los que operan “tra-bajos de organización simbólica” que redistribuyen y mezclanconflictivamente lo alto y lo bajo (Zubieta, 2004: 43).BIBLIOGRAFÍAAltan, Tulio (1973) Manuale di Antropologia Culturale. Storia emetodo, Valentino Bompiani, Milán, pp. 75-123. Traducción:Victoria Ramenzoni.Cruces Villalobos, Francisco (2004) “Procesos formativos en laexpresividad urbana: tradición, instrumentalidad,autocensura, transgresión y comunicación crítica” en: La Ciu-dad es para tí. 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image/svg+xml69traduccionesFestas einterculturalidade.O patrimôniocultural imaterialna Cidade deBuenos AiresLeticia MaroneseLiliana MazetelleMónica LacarrieuAs cidades contemporâneas são espaçosparadigmáticos da diversidade cultural.Nas mesmas se desdobram "culturas deexpressividade urbana" e expressõessimbolicamente iluminadas por e para osgrupos sociais envoltos e para acidadania em seu conjunto. Entre sortesformas de expressão, podemos localizaras festas, as comemorações, ascelebrações e rituais que recreiam oscidadãos e mediante as quais,desdobram velhos e novos usos eapropriações diferenciais do espaçopúblico urbano.É nosso interesse neste artigo,apresentar o relevamento e registro defestas, celebrações e rituais da cidade deBuenos Aires que leva a cabo aComissão para a Preservação doPatrimônio Histórico da Cidade de Bue-nos Aires. O mesmo se encontranormatizado sob a Lei Número 1535 do2004, denominada "Atlas do PatrimônioImaterial". Previamente a estaapresentação, é nosso objetivo refletirsobre o conceito de "cultura popular", eem relação ao mesmo, repensar o de"festas populares". Do mesmo modo,analisar estas manifestações culturaispor relação ao patrimônio cultural. Dare-mos conta também das razões pelasquais relevar, registrar, investigar asexpressões festivas urbanas, no contex-to de revalorização global do patrimônioimaterial.Finalmente, interessa refletir e ressaltar avisibilidade do festivo na cidade de Bue-nos Aires, questão que consideramosimplica reconhecer a relevância docaráter, não só lúdico, mas tambémsobre tudo político e social dasexpressões culturais festivas.Fête etinterculturalité.Le patrimoineculturel immatérieldans la ville deBuenos AiresLeticia MaroneseLiliana MazetelleMónica LacarrieuLes villes contemporaines sont les espacesparadigmatiques de la diversité culturelle. Àl'intérieur de celles-ci s'étalent des " culturesd'expressivité urbaine " et des expressionssymboliquement éclairées par et pour lesgroupes sociaux concernés et pour lacitoyenneté dans son ensemble. Parmi cesformes d'expression, nous pouvons situerles fêtes, les commémorations, lescélébrations, et les rituels que les citoyensrécréent et à travers lesquels ils déploient devieux et de nouveaux usages et appropria-tions distinctifs de l'espace public urbain.Nous avons l'intérêt de présenter, dans cetarticle, le relèvement et le registre de fêtes,célébrations et rituels de la ville de BuenosAires réalisé par la Comisión para laPreservación del Patrimonio Histórico de laCiudad de Buenos Aires [Commission pourla Préservation du Patrimoine Historique dela Ville de Buenos Aires]. Ce dernier se trouveréglé sous la Loi nº 1535 de l'an 2004,nommée " Atlas du Patrimoine Immatériel ".Préalablement à cette présentation, notreobjectif est de réfléchir au concept de "culture populaire " et, à l'égard de ce dernier,de repenser celui de " fêtes populaires ". Demême, d'analyser ces manifestationsculturelles par rapport au patrimoine culturel.Nous rendrons compte aussi des raisonsqui nous mènent à relever, registrer,rechercher les expressions festives urbainesdans le contexte de revalorisation globale dupatrimoine immatériel.Finalement, nous sommes intéressées àrefléter et à remarquer la visibilité du festifdans la ville de Buenos Aires, sujet qui, ànotre avis, concerne le fait de reconnaîtrel'importance du caractère, non seulementludique mais surtout politique et social desexpressions culturelles festives.Parties andexchange ofcultures. Thecultural non-materialpatrimony in BuenosAires CityLeticia MaroneseLiliana MazetelleMónica LacarrieuAt present, cities are paradigmatic areas ofcultural diversity, where urban culture andsymbolic expressions take place becauseof and for every citizen. Some of thoseways of urban cultural expression wereparties, celebrations and rituals, whichwere carried out by citizens. They werecreated from new and old manners andthe usage of the public places.Our main interest in this article was toshow out the investigation and register ofthese parties, celebrations and rituals.This job was developed by theCommission for the Preservation of theHistory Patrimony of Buenos Aires City.This patrimony is under the law number1535 of 2004, called “Atlas ofnon-material patrimony”.Our aim is to think about popular culturalconcept and to reconsider these popularparties. We will analyse culturalexpressions and we will give the reasonwhy it is important to investigate, registerand analyse these festivities, trying tomake a whole new revaluation of thenon-material patrimony.Finally, is our intention to give greatimportance to these festivals, not onlyconsidering them as games but also associal and political ways of citizenexpressions.