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Conflictos
de interpretaciones
en la Historia Oral
Una vida humana es una ficción
que el hombre inventa a medida
que camina.
Jacqueline Held
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51
tenía, agregada a la extrema pobreza en que vivía, lo
que no le permitió casi saber leer y escribir, hecho que
lo hizo revelar con pesar:
mi padre no tuvo condición de
ponerme en una escuela
. Mostró tener una memoria
prodigiosa, recordando con detalles su vida. Su relato
fue permeado, también, de sentido del humor, cantaba
melodías del Movimiento de los Sin Tierra, hacía voces
diferenciadas y gozaba de su ardua lucha por la tierra.
Al interpretar las narraciones recogidas en esta
investigación, noté que al
profundizar en la interpretación
hacía un viaje imaginario por el
cotidiano mundo afectivo, social y
cultural del otro –el narrador–.
A partir de esta observación
construí el argumento utilizado en
ese texto: de que en ese viaje
imaginario propiciado por la
interpretación existe, en la mayoría
de las veces, una hegemonía del yo
narrador –investigador sobre el
otro–, propiciando un conflicto de
interpretaciones. Intentaré
reflexionar sobre este argumento a
partir del relato del Sr. Rufino Silva,
un sin tierra, cuya fértil
imaginación, rica trayectoria de
vida y su garra en la lucha por la
tierra fueron motivos que me
hicieron percibir su testimonio
como diferente de los otros.
Narrador: la voz del otro
Era un día feriado de un intenso verano, en las
cercanías de Brasilia. El sol, el calor y la baja humedad
del aire nos atormentaban. Protegidos bajo la copa de
un frondoso árbol de mango, José Rufino, vestido con
un pantalón roto, sin camisa, con un sombrero de paja
y sentado sobre un tronco, rememoró sin prisa la
llegada de los sin tierra a aquella área, hace ocho años.
n el transcurso del trabajo de campo de la
investigación, “La Lucha por la Tierra en el D.F.”, por
medio de narraciones orales, recogimos muchas
informaciones ricas para aquellos que se interesan por
la cultura oral. Una de las narraciones obtenidas me
pareció diferente a las demás, la del señor José Rufino.
El narrador se destacó en la lucha por la tierra en el
Movimiento de los Sin Tierra en el D.F., su
imaginación fértil y su trayectoria de vida, aliadas a su
condición de Sin Tierra, y su
acentuado prejuicio racial me
llevaron a percibir su relato como
diferente de los otros.
Rufino, natural de Paraíba,
relata haber heredado de su padre,
el Sr. Manuel, el gusto por las
narraciones. Habló mucho e inició
su narración reconstruyendo las
imágenes de su infancia en el
Nordeste. Paulatinamente, fue
componiendo un relato repleto de
emociones, rehaciendo el paisaje del
Nordeste y revelando cómo su vida
fue atravesada por el espectro de la
sequía: los ríos vacíos, los corrales
abandonados por el ganado, el cielo
siempre azul anunciando la
continuidad de la sequía, sumado
al flagelo de la desapropiación.
Partió de Paraíba para Pernambuco,
después para Río Grande del Norte
y enseguida para Ceará en busca de
un pedazo de tierra
que pudiera cultivar y el patrón no me
sacara en el momento de cosechar
. Finalmente, empujado
por las constantes desapropiaciones y por la sequía,
recorrió el mundo, anduvo para arriba, para abajo,
como judío errante. Esta experiencia de ser
desapropiado frecuentemente, reforzó en su
imaginario el deseo de migrar para el Centro-Sur, en
busca de un pedazo de tierra para cultivar y, tal vez,
quién sabe, un día sea eternamente suya. Fue así que
llegó a Brasilia en los 90. Allí vivió en la periferia y,
completamente descalificado para el trabajo urbano,
estuvo algunos meses desempleado, después fue
vendedor ambulante y trabajó en un almacén. Como la
vuelta al trabajo en y con la tierra era el anclaje de sus
ilusiones, al ser invitado por el Movimiento de los Sin
Tierra, un movimiento social de lucha por la tierra en
ámbito nacional, aceptó la invitación y partió una vez
más para los alrededores de la ciudad.
Dividida en dos sesiones, la entrevista con
Rufino, sin una guía previa, duró seis horas. El relato
abordó temas actuales y del pasado de su vida y lo
cotidiano de la lucha por la tierra en Brasil. Todas sus
historias fueron permeadas por comentarios
personales. Nacido en la década de 1950, en el área
rural, su pasado fue marcado por la vida nómada que
Rufino, natural de Paraíba, relata
haber heredado de su padre, el Sr.
Manuel, el gusto por las narraciones.
Habló mucho e inició su narración
reconstruyendo las imágenes de su
infancia en el Nordeste.
Paulatinamente, fue componiendo un
relato repleto de emociones,
rehaciendo el paisaje del Nordeste y
revelando cómo su vida fue atravesa-
da por el espectro de la sequía: los
ríos vacíos, los corrales abandonados
por el ganado, el cielo siempre azul
anunciando la continuidad de la se-
quía, sumado al flagelo de la
desapropiación.
El enfoque biográfico interpretativo en la investigación
socio-histórica
Conflictos de interpretaciones en la Historia Oral
Autora
Cléria Botelho da Costa
Universidad de Brasilia
E
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52
Por medio de una narración bien estructurada recordó
algunos hechos vividos por él en la lucha por la tierra
en el Distrito Federal
Rufino, el narrador, recuerda la noche de la
ocupación de la hacienda Barro Branco y señala los
criterios que el Movimiento de los Sin Tierra utiliza
para seleccionar el área a ser ocupada. Observa que la
referida hacienda tenía una gran zona improductiva y
que la ocupación fue muy bien planeada; ocurrió en
horas vacías de la noche, niños, adultos y viejos todos
juntos en la caminata hacia el puerto donde anclaban
sus esperanzas de contar algún día con un pedazo de
tierra para cultivar.
El narrador, en la estructura de su relato, muestra
el valor de la cultura rural, expresa tanto en el saber
como en el cultivar arroz, porotos, maíz y que esto no es
inferior a la cultura de la ciudad, de los hombres
letrados. Complementa que todavía
no es un hombre graduado, no
tiene ni siquiera el primario, pero
sabe muchas cosas que los letrados
no saben como: ordeñar, cultivar
alimentos de subsistencia, cuidar
del campo, entre otros quehaceres.
Continuando con la reconstrucción
de imágenes de su pasado, subraya
que una de las mejores cualidades
que su padre le transmitió fue el
coraje para trabajar, la honestidad y a
no gustar de los negros, porque ellos
son peligrosos
. Señala aún que valores como la
honestidad, el carácter que le fueron inculcados por sus
padres son preciosidades que él no cambia por el anillo
de ningún doctor, pues de nada sirve ser doctor y ser
deshonesto. Sobre el cultivo y la posesión de la tierra en
el D.F. comenta el narrador:
son hectáreas y hectáreas que
sólo hay plantada la soya (...) plantada por los grandes
propietarios. Y nosotros, los Sin Tierra luchando para
conseguir un pedacito de tierra para plantar, ¿eso está
correcto?
Y continúa con tiernas mezclas entre su
sabiduría y su imaginación expresando que si tuvieran
un pedacito de tierra, por lo menos, podrían plantar,
producir y así ocupar a los jóvenes evitando que ellos
estén desempleados, dedicados mucho tiempo a
aprender
rap
,
hip
hop
, danzas de negros, cuyo acceso se
hace por medio de la televisión común, en las
inmediaciones de la capital. Agrega además que,
aquellas danzas de negros
solo enseñan
monerías
.
Al hacer desfilar los recuerdos de su vida antes de
integrar el Movimiento de los Sin Tierra, Rufino cuenta
que por no tener tierra para trabajar allá en Paraíba, de
donde era natural, él se ponía una azada en la espalda
y recorría descalzo los campos “paraibanos”, sin
rumbo cierto, en busca de un día de trabajo. La sequía
impiadosa maldecía las plantaciones tornándolas
secas e improductivas. Así era su día hasta que las
lluvias, como bendición, cubrían y fertilizaban aquella
tierra propiciando trabajo también para aquellos que
luchaban contra el destino de no disponer de un
pedazo de suelo para su sustento y el de su familia. Por
esa vida errante, él como su padre nunca fue a la
escuela, no sabía leer ni escribir, pero disponía de una
rica experiencia de vida en el mundo rural, experiencia
que según Walter Benjamín tiene el nombre de
sabiduría.
1
Al reconstruir recuerdos de su infancia re-
lata que su madre era devota de San Benito, “el santo
negro”, pero a él nunca le gustó San Benito porque
¿cómo puede un negro ser santo?
Él no creía en milagros
que decían que él (el santo) hacía. Y agregaba que hasta
en el campo, los blancos trabajan y producen más,
los
negros sólo embroman y se lustran las piernas
.
Relata que él y su familia llegaron a Brasilia en
1997. Quedaron algunos meses deambulando por la
ciudad hasta encontrar trabajo en un almacén, cerca de
la capital federal. Sin embargo, rememora que fue
difícil, no tenía experiencia de trabajo de esa
naturaleza; fue, como su padre y su
abuelo, criado para cuidar la tierra,
actividad que desarrollaba con
placer y preparación. Además de
esto, relata que el dueño del
almacén era
un negro que tenía
apariencia y cara de malo, las personas
llegaban al almacén y él borracho, las
echaba enseguida…
Pero esta
experiencia no disimulaba el sueño
de vivir en un pedacito de tierra y
hacer la abundancia que hacía su padre:
porotos, zapallo, sandía
, es decir, la
dureza de la vida urbana en Brasilia fortaleció el sueño
de rehacer su experiencia de vida como trabajador ru-
ral. Enseguida fue invitado para integrar el Movimiento
de los Sin Tierra y a partir de entonces la lucha por la
tierra pasó a ser su móvil de lucha. La ciudad fue
solamente el puente de paso para el mundo rural.
A continuación presento un trecho de su narración
original:
(…) Era gente de aquí, del Noreste, del Sur, de todas
partes. Nosotros todos soñábamos en tener un pedazo de
tierra pa’ plantá y allí vivir tranquilito. Nosotros estábamos
en el MST, entonces luego nosotros comenzamos a organizar
la “ocupación” de la hacienda Brejo Viejo, que era una ha-
cienda de casi 2.000 hectáreas. Allá había una plantación de
soya, pero la mayor parte del área no tenía nada plantado, era
una hacienda improductiva. Entonces nos decidimos a
ocupar aquella área. Ahí comenzamos a planear la ocupación
(…) Después de todo lo planeado llegó aquel día. Fue de
noche. Había una mujer con troja en la cabeza, otra con un
niño en brazos. Los otros chicos iban caminando nomás. Y los
coches con nuestras cositas y alimento iban atrás. Yo iba
adelante y llevaba la bandera del MST, otro llevaba la
bandera de Brasil. Nosotros íbamos todos calladitos hasta que
vimos una luz que se encendía adelante nuestro. Otro gritó:
“Es la policía, gente, vamos a enfrentarla”. Eran dos coches
llenos de soldados con armas, ametralladoras. Eran de esas.
Después bajó un negro de casi dos metros, después bajaron
más, unos que de blanco solo tenían los dientes. Parecían
El narrador, en la estructura de su
relato, muestra el valor de la cultura
rural, expresa tanto en el saber como
en el cultivar arroz, porotos, maíz y
que esto no es inferior a cultura de la
ciudad, de los hombres letrados.
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aquellos negros de África, todos con las ametralladoras en la
mano diciendo: “Ustedes no pueden pasar de ahí”. Ahí yo
dije: “Es por eso que no me gustan los negros, porque cuando
ellos no hacen tonterías en la entrada, la hacen en la salida.
Odio a esos negros porque son apestosos”. Ahí, ellos se
vinieron encima de nosotros. (…) Mire, yo le voy a decir una
cosa, a mí nunca me gustaron los negros desde chico. Mi pa-
dre era negro y mi madre era clara, pero él siempre decía que
el negro no servía, que nosotros nos debemos juntar siempre
con un niño blanco porque para él, el negro no era gente, no.
Él contaba una historia que los negros tenían veneno en los
dientes y sólo querían hacer mal a los blancos. Ahí me quedó
eso en la cabeza…
Interpretando la narración:
el dominio del investigador
En las sendas de Paul Ricoeur
2
entiendo que narrar implica la
construcción de una intriga que
envuelve personajes y hechos
articulados entre sí. Interpretar es
atribuir sentidos a los hechos
narrados por otras personas, es
decodificar símbolos, imágenes,
mitos corporificados en los recuerdos
del narrador. Por esa razón es
siempre un viaje por el imaginario
del otro. En esta perspectiva, el
investigador es un cazador de lo in-
visible, es aquel que sale en busca de
lo que no fue dicho, de lo que no está
escrito para ampliar su campo de interpretación. De
esta forma, recogida la narración de José Rufino, ¿cómo
interpretarla? Como historiadora que trabaja también
con las cuestiones agrarias brasileras, los hechos
narrados me sensibilizan por la desigualdad en la
posesión de la tierra existente en Brasil y por la ardua
lucha emprendida por centenares de trabajadores
rurales en el país. Para entender cómo Rufino
estructura su narración, volveremos a su descripción
inicial para los significados que él atribuye a la tierra,
como ocurrió con la lucha por la tierra en el D.F.
enfatizando que el MST era una oportunidad para
aquellos que aspiraban a la tierra. Los detalles de esta
parte de la narración enfatizan para Rufino la seriedad
de esta lucha.
La tierra para el narrador tenía el agradable sabor
del espacio donde fuera creado, en medio de muchas
dificultades económicas y sociales, pero plena de
comodidades, de abundancia, de solidaridad, era el
local donde estaban ahincadas sus memorias y hacia
donde se dirigían todas sus esperanzas. Esta
estructuración gana mayor significado si consideramos
el conocimiento de Rufino sobre cómo cultivarla y el
apego que él demuestra a la tierra como sustento, como
memoria y como vida.
Las imágenes rehechas por Rufino, ancladas en
sus recuerdos, rememoran su procedencia de hijo de
agricultor y su deseo de continuar como trabajador
rural, con las mismas costumbres heredadas de su fa-
milia: abundancia, con los animales siempre cerca, la
simpleza de una comprensión del tiempo que no se
pautaba en el reloj, sino en la localización del sol, en la
hora que los animales se despertaban, entre otras
costumbres. Su narración resalta que su identidad de
trabajador rural fue construida en las luchas por la
tierra. Al recomponer la intensificación de la lucha por
la tierra, Rufino, nos advierte de la desigualdad en la
posesión de la tierra en Brasil, reafirmada por los datos
del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INCRA).
Existían en 1995 cerca de 500.000 establecimientos
rurales de empresarios capitalistas que cultivaban
pastaje y 6,5 millones de pequeños establecimientos
familiares que cultivaban alimentos de subsistencia. En
contrapartida al número de pequeñas áreas de tierra y
al número de trabajadores rurales
que, por ser expropiados de sus
tierras o de las tierras que
trabajaban, se volvieron
trabajadores rurales Sin Tierra,
agudizando de este modo la
desigualdad social en el país. Sin
embargo esa desigualdad
señalada por Rufino está
agravada por la escasa área
cultivada en las grandes
propiedades. En general en éstas
no se cultivan alimentos de
subsistencia o los cultivan en
ínfimas proporciones. Son áreas
destinadas a la pecuaria extensiva, a los cultivos de
soya, de alcohol, entre otros.
3
Otro tema que me llama la atención en el relato es
la vida nómada que llevó junto a su familia. Empujado
por la sequía y por un imaginario que fortalecía su
esperanza en la búsqueda de una vida mejor que
aquella que vivía, él va a Pernambuco, a Río Grande del
Norte y de allí al Distrito Federal. En todo este recorrido
la esperanza de días mejores estaba relacionada con la
posesión de un pedazo de tierra para vivir y cultivar y,
de esa manera mantener su identidad de trabajador
rural. Aliado con el deseo de mantenerse como
Mire, yo le voy a decir una cosa, a
mí nunca me gustaron los negros
desde chico. Mi padre era negro y
mi madre era clara, pero él siempre
decía que el negro no servía, que
nosotros nos debemos juntar siem-
pre con un niño blanco porque para
él, el negro no era gente, no.
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54
trabajador rural, él realza el valor de la cultura del
campo, expresa en la ocupación de labrador heredada
de sus ancestrales, la honestidad, la rica experiencia de
vida en el mundo rural. Experiencia que según
Benjamín tiene el nombre de sabiduría.
4
Fue criado
para ser labrador, por lo tanto, ejercer otra actividad
como fue obligado a hacerlo al llegar a Brasilia fue una
experiencia difícil y desagradable. La ciudad se
constituyó en apenas un puente para su reingreso en el
mundo rural y el camino elegido fue un movimiento
social, de ámbito nacional, el MST, el Movimiento de
los Sin Tierra.
Sin embargo, me parece una señal importante en la
narración de Rufino su cultura racista y prejuiciosa.
Trazo cultural que fue transmitido por su padre en su
infancia y reforzado por su madre. Su discurso es
racista, a pesar de ser hijo de negro y de que él mismo
también lo es. Ese discurso racista
se explicita en el relato al criticar la
devoción de su madre a un santo de
color negro: San Benito que por ser
negro no podría ser santo. Otro
momento de revelación del discurso
racista es admitir que los
trabajadores rurales blancos son
productivos mientras que los
negros no disponen de la misma
capacidad de trabajo. Al trabajar en
un almacén, en la ciudad, tenía
como jefe a un negro, a quien se
refiere con desdén como
cabra ruin y
peligroso
. Finalmente, se refiere al
soldado de la policía militar que les
impedía de proseguir la caminata rumbo a la Tierra
Prometida como un ser no humano,
un gorila
. En sus
representaciones imaginarias parece que los trazos
étnicos de los hombres eran los definidores de su
maldad/bondad, honestidad/deshonestidad, en fin,
del carácter humano. Sin embargo, enseña Gates que la
etnia implica tanto una estructura de pensamiento
como una estructura de sentimiento; en ella no hay una
relación entre intelecto y corazón, es una comunidad de
sangre e intelecto.
El relato del narrador apunta, en un primer
momento, al sufrimiento y dolor de no disponer de
tierra para cultivar. Finalmente el narrador se movió
desde una posición periférica de Sin Tierra hacia la
esfera de una superficie racista común a muchos otros
hombres en la sociedad brasilera. A pesar de ser él
mismo negro y su padre también, éste por no
reconocerse como tal, confería a los hijos una
educación que maculaba a los hombres de color.
Rufino parece haber aceptado con resignación esta
educación racista y prejuiciosa. Él señala, en su
narración, la representación del negro como un animal
(ser irracional), como un villano, como un hombre
peligroso que se confunde con un marginado. Ser
negro, en las representaciones del narrador es ser malo,
ya sea el vecino, el soldado, el cantante o el actor de
televisión; era no ser hombre. Esta cuestión del
prejuicio racial se vuelve más seria en el relato de
Rufino: el no reconocerse como negro es una actitud
prejuiciosa practicada por un hombre de color.
Cabe recordar que el tono de la voz de Rufino, al
reportarse a las imágenes placenteras de otrora, era
calmo, sereno, y se vuelve enfático y elevado siempre
que se refiere al negro. Cada palabra era acompañada
de un golpe en el árbol. En ese momento su mirada
introspectiva cedía espacio para una mirada rencorosa
y sus gestos se volvían más duros. De esta forma, la
mirada, los gestos, el tono de voz son trazos que
complementan las informaciones que brinda el
narrador y deben interpretarse.
Esta representación prejuiciosa del negro
construida por Rufino es común en la sociedad
brasilera, ya que Brasil fue uno de los países de más
larga convivencia con la esclavitud,
lo que dejó marcas en su población.
En el presente, la cuestión racial ha
emergido en la cotidianeidad de la
vida del brasileño, señalando una
visibilidad acentuada de la referida
cuestión en el país. La mirada de
Rufino, llena de prejuicio con
relación al negro, es común entre
nosotros. Datos de un estudio
realizado por la Universidad de São
Paulo (USP) en 1999 revelan que el
97% de los entrevistados afirmaron
no tener prejuicios de color y el 98%
de los mismos entrevistados decían
conocer a otras personas que sí los
tenían. Indagados sobre el grado de relación que tenían
con las personas racistas, los entrevistados no se
avergonzaban al afirmar que se trataba de algún
pariente próximo, novios o amigos queridos. En fin, el
prejuicio y la discriminación existen, pero siempre
como atributos del “otro”. Incluso dentro de este
cuadro histórico social en que el racismo ha tenido
gran peso, pienso que los estudios de Historia Oral se
han preocupado poco sobre esta cuestión en Brasil.
Estos recuerdos del narrador fueron tejidos con el
sentimiento de pertenecer a un movimiento social, no
importa si alguna vez rompen con la realidad y nos
invitan a un viaje por la imaginación. En realidad,
cuando la imaginación se deja llevar por la narrativa
oral construye imágenes y sentidos y, audazmente,
permite al oyente compartir los campos sensoriales que
la narrativa desarrolla. Además de eso, lo que me hizo
dar cuenta también como significante fue cómo la auto
“performance” de los eventos narrados toman la
dimensión de una desigualdad étnica y racial
acentuada, trazo marcante en la sociedad brasileña,
además de revelar prejuicios étnicos del narrador. De
esta forma se puede percibir que la narrativa oral, las
informaciones relatadas más allá del tema de
investigación no deben ser vistas como adornos, un
simple accesorio, sino como el propio mundo, el
Fue criado para ser labrador, por lo
tanto, ejercer otra actividad como fue
obligado a hacerlo al llegar a Brasilia
fue una experiencia difícil y desagra-
dable. La ciudad se constituyó en
apenas un puente para su reingreso
en el mundo rural y el camino elegido
fue un movimiento social, de ámbito
nacional, el MST, el Movimiento de los
Sin Tierra.
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55
contexto, el cuadro de vida donde las narrativas fueron
engendradas. En este sentido, comparto con Merlau
Ponty
5
la afirmativa de que una historia narrada puede
expresar el mundo con tanta profundidad como un
tratado de Filosofía. Entonces, para el autor la filosofía
no es un privilegio de los letrados, de los intelectuales,
sino que vive en la mente de todos los hombres, de
cualquier segmento social, además de realzar la
inmensidad y la profundidad del océano que puede
esconderse detrás de una narrativa oral. Para ésta, así
como para el océano, fluyen temporalidades, valores,
sabiduría, coraje, inocencia, etc.
Cada imagen de la lucha por la tierra presentada
en el relato de José Rufino es un pedazo del mundo,
escapando así al inmediato encuentro de la realidad.
Lo oral se presenta como un soporte donde el
investigador tiene siempre el lugar de reconstruir
nuevas imágenes, de reinterpretar los hechos narrados.
Pedazos iluminados por la
imaginación del narrador aparecen
como materia singular, ofertándose
a los investigadores. En esta
perspectiva, lo oral no es de por sí
una imagen y en el exceso de su
límite prefiere siempre recontarse
en la historia que ella misma no
puede representar. Sin embargo, los
sentidos de lo narrado son re-
significados de acuerdo con la
audiencia, cuando se construyen
las experiencias de vida y/o la
visión del mundo del narrador.
Entonces la narración es una producción de su
tiempo.
6
Ella construye y se reconstruye en un
determinado marco geográfico y en un determinado
tiempo, su dinámica se realiza en la imbricación tiempo
y espacio, identificando así su relación con lo histórico
social y no constituyéndose, por lo menos en mi
percepción, solamente como un fragmento de lo real.
Finalizando el relato del narrador, el investigador
retorna a la escena de la investigación de forma más
expresiva: identificando y relacionando imágenes
presentadas y confiriéndoles sentido. En este momento
se inicia el viaje imaginario por el mundo del narrador.
Viaje anclado en la imaginación del investigador y que,
sin duda, modifica las imágenes presentadas por el
narrador al reconstruirlas. Sin embargo para
Bachelard
7
tener imaginación es gozar de una riqueza
interior, es ver el mundo en su totalidad. En ese sentido,
usar la imaginación no debe ser traducido como
desfigurar las imágenes presentadas en el relato, pero
atribuir sentidos a los hechos narrados, descifrar lo no
dicho que se esconde en las palabras del narrador, es
establecer relaciones entre lo narrado y lo histórico so-
cial en el cual aquel está insertado, pues el imaginario
es también una faceta materialista de la voluntad
humana.
8
En este proceso de recreación de lo narrado,
además de la imaginación, las experiencias de vida y
académicas del investigador también matizan la
interpretación. Sin embargo, el mayor peso en el
direccionamiento de nuestras interpretaciones me
parece que está centrado en nuestro público:
estudiantes y pares académicos que realizan una
reinterpretación erudita y cada vez más distanciada de
la versión del narrador.
Los pilares de mi interpretación sobre la narrativa
de Rufino fueron: la lucha por la tierra emprendida por
él, la desigualdad social de la posesión de la tierra, la
fuerza del imaginario que lo condujo a la búsqueda de
mejores condiciones de vida, a su identidad construida
y reconstruida a partir de su relación con la tierra y el
fuerte prejuicio racial que poblaba su imaginario.
Entretanto, al seleccionar los hechos que para mí
fueron significativos en el relato del narrador, tomo
como soporte una concepción de historia en la cual el
hombre es su edificador; en la cual la experiencia de
trabajo del narrador con la tierra, con sus compañeros,
su convivencia con el mundo rural
fueron tomadas en cuenta. Parto de
la comprensión benjaminiana de
que nada de lo que sucedió o sucede
puede ser considerado perdido por
la historia,
9
una historia que toma
en cuenta la vida cotidiana de los
hombres. Mi formación académica,
los vuelos de mi imaginación tanto
como el público al que me dirijo,
dejaron, sin sombras de dudas, sus
marcas en mi interpretación del
relato de Rufino. Sin embargo,
pienso que al hacer las conexiones
de la narración con el histórico social, con las
formaciones culturales mayores, podemos, a veces,
distanciar la narración de las intenciones del narrador
oral. Está puesto el conflicto de interpretaciones. Es éste
el momento en que nuestra responsabilidad para con la
memoria viva se agudiza más.
Borland, una folclorista americana que trabaja con
género e Historia Oral,
10
relata que era común, hasta
hace pocos años, que mucha gente de su país que
trabajaba con tradiciones, artes e historia de grupos
culturales particulares reconocieron como remota la
(...) el prejuicio y la discriminación
existen, pero siempre como atributos
del “otro”. Incluso dentro de este
cuadro histórico social en que el racis-
mo ha tenido gran peso, pienso que
los estudios de Historia Oral se han
preocupado poco sobre esta cuestión
en Brasil.
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56
posibilidad de que sus reinterpretaciones fueran
cuestionadas por aquellos que ofrecieron los relatos
orales. En el imaginario de aquellos eruditos, ellos
estaban “en el campo”, oyendo personas, tomando
notas y dando testimonio de la cultura de primera
mano. Esos eruditos trajeron con ellos un objetivo, una
perspectiva científica que les permitía, ellos creían, que
podrían aprender significados, sentidos no explícitos
en las narrativas orales recogidas que sus narradores
por el hecho de vivir en un mundo cultural limitado, no
eran capaces de percibir. Frente a esto, era y continúa
siendo común que la información narrada pierda el
sentido para aquellos que la relatan. En mi
comprensión, esa postura encontraba justificativo en
los parámetros de la ciencia tradicional que niega la
subjetividad, lo cotidiano de los hombres como
artefactos para la construcción del conocimiento
científico. Ella expurga de su seno el sentido común, las
experiencias humanas en nombre de la objetividad
científica. Este momento de
reordenación de la narrativa origi-
nal me parece un momento
propicio para que el investigador
imponga la hegemonía de su YO
sobre la cultura del otro. Vale
recordar que raramente los
narradores orales son
considerados como posibles
públicos para las publicaciones del
investigador.
No obstante, actualmente esta
postura de hegemonía del YO del
investigador está siendo repensada
a partir de los parámetros de la ciencia posmoderna
que, aceptando la crisis de los paradigmas, reconoce la
complejidad del mundo real. En esta perspectiva
reconocer la complejidad de lo real abarca el sentido
común, la subjetividad como integrante del
conocimiento científico. El saber, para esta nueva
concepción de ciencia, deja de ser una relación distante
entre sujeto y objeto de conocimiento y se torna un sa-
ber solidario, marcado por la reciprocidad entre sujetos
sociales.
11
Pautados en esta nueva concepción de
ciencia, el conocimiento es la resultante de una relación
dialógica entre investigador y narrador.
Para los investigadores que trabajan con historia
oral, la cuestión de la hegemonía cultural del
investigador es particularmente problemática, sobre
todo cuando trabaja con voces disonantes en la
sociedad: sin tierra, sin techo, cordelistas entre muchos
otros, personas económica, social, política y
culturalmente marginadas de la sociedad. En este caso,
muchas veces buscamos en nuestras interpretaciones
revaluar sus vidas en una sociedad que se ha negado a
oírlos, que no escucha el clamor de voces disonantes,
que ha ignorado sistemáticamente o colocado como
banal la cultura popular. Por otro lado, tenemos una
visión del mundo alargada y matizada por las
informaciones del mundo académico; por lo tanto, muy
diversa de la visión de mundo de nuestros narradores
y, en el proceso de reinterpretación del relato podemos
conferirle colores que los narradores pueden no
reconocer como válidos, acentuando el conflicto de
interpretaciones. Mi trabajo con las narraciones de los
Sin Tierra proporcionan un ejemplo vivo de cómo los
conflictos de interpretación surgen en los trabajos con
la Historia Oral. ¿Qué debemos hacer cuando los
investigadores no estamos de acuerdo con muchas
interpretaciones de nuestros narradores?
Abstenerse de las interpretaciones dejando que las
informaciones hablen por ellas mismas, me parece una
solución insatisfactoria, y hasta ilusoria. Pienso que es
necesario juntarlas en busca de una totalidad,
relacionarlas con lo histórico social, buscar referencias
de análisis. ¿Cómo, entonces, los investigadores que
trabajamos con la historia oral podemos realizar
nuestros trabajos analíticos confiriendo respeto a la
interpretación del narrador, sin abandonar nuestra
responsabilidad de hacer nuestra
interpretación de la experiencia de
aquél? Yo misma no tengo
respuesta para esta cuestión. Sin
embargo, intenté apuntar algunas
reflexiones a partir de mi práctica de
investigación que ojalá haya
contribuido para una metodología
de investigación más sensible con
respecto a lo humano.
Reinterpretando
lo interpretado
Hecha la interpretación del
relato de Rufino, volví al local de realización de la
investigación con el propósito de presentarla al
narrador. El procedimiento es poco común entre los
investigadores que, en general, terminan el trabajo de
investigación luego de la elaboración de la
interpretación y la divulgación del texto académico,
confirmando así la hegemonía del YO del investigador
sobre el otro, el narrador. Defiendo que la narrativa
debe ser devuelta a su autor. Si el investigador cuando
interpreta el texto del narrador, apaga, modifica,
agrega, el memorialista tiene el mismo derecho de oír y
cambiar lo que narró. Incluso la más simple de las per-
sonas tiene ese derecho, sin el cual la narración parece
robada.
Presenté mi interpretación al memorialista
oralmente, puesto que Rufino no sabía leer ni escribir.
Al leerla, el memorialista, que se encontraba sentado, se
levanta y exclama:
no fue eso lo que yo le dije
. Fue para mí
una sorpresa la reacción ríspida e inmediata de Rufino
en relación con mi interpretación de su relato. Al ser
interrogado sobre lo que lo había asustado, él
inmediatamente hace sus observaciones las cuales
transcribo a continuación, ciertamente, con mi bies
interpretativo. Dijo el memorialista que él nunca pasó
hambre o vivió en la miseria en su tierra natal, que el
Nordeste es un lugar “muy bueno” y que él como otros
¿Cómo, entonces los investigadores
que trabajamos con la historia oral
podemos realizar nuestros trabajos
analíticos confiriendo respeto a la
interpretación del narrador, sin aban-
donar nuestra responsabilidad de
hacer nuestra interpretación de la
experiencia de aquél?
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57
tantos nordestitos migraban en busca de una vida
mejor, pero nunca olvidan su tierra natal. Reafirmó
también la desigualdad social del país, sobretodo en
las cuestiones relacionadas con la posesión de la tierra.
Él confirmó el deseo de mantener su identidad de
trabajador rural. Sin embargo, su mayor sorpresa
estaba relacionada con mi interpretación de sus
experiencias como cargadas de prejuicio con respecto
al negro, de identificar su discurso como racista.
No soy
racista, mi padre era negro y él me enseñó cosas preciosas en
la vida como la honestidad, el gusto por el trabajo con la
tierra y sobretodo a percibir las desigualdades sociales. Yo
tuve un padre muy fuerte y siempre busqué no desobedecerlo,
porque él no admitía que un hijo no lo obedeciera. Por eso,
seguía todo lo que él me decía. Él siempre me mostraba la
gran diferencia que existía entre las personas, en nuestra
sociedad. Fui creciendo viendo a mi padre decir que ser
“negro es peligroso” y “es así”
. Pero, interrogaba Rufino:
¿cómo puedo ser racista si mi padre y mi madre eran negros?
Yo me siento igual a cualquiera, sea
hombre o mujer. Por eso no acepto que
digas en tu trabajo que yo tengo
prejuicio de color, que yo soy racista.
En el discurso del narrador,
un hecho despunta mi curiosidad,
él reconoce a su padre y a su madre
como negros, sin embargo él no se
reconoce como tal. De esa forma, él
se omite en relación con su propia
identidad de hombre de color
reafirmando la comprensión de
que negro es siempre el otro.
Prefiere realzar su identidad de trabajador rural
tornándola hegemónica en relación con sus otras
identidades. Las representaciones construidas sobre su
padre eran de hombre serio, luchador, honesto y
sobretodo muy fuerte, cualidades que le transmitió.
Observo, sin embargo, que en las representaciones del
memorialista, su padre disponía de atributos que en su
imaginario y en el de su padre eran representaciones
del blanco, pues el negro era siempre traicionero,
perezoso, sin carácter. Aquí, descortino un ejemplo de
cómo la afectividad puede enmascarar las relaciones
de clase, de género, racial, entre otras. El Rufino hijo,
amigo, compañero de lucha desconocía los trazos
étnicos de aquellos a quienes amaba. Sin embargo, los
colocaba en primera condición para los demás que lo
rodeaban. De esta forma, la tensión propiciada por la
etnia acompañaba todos sus pasos, presidía todo su
hacer cotidiano.
Otro aspecto sobre el que Rufino discordaba
fueron los sentidos atribuidos por mí a la vida errante y
difícil que llevaba en su infancia; destacó la miseria, el
hambre que sufrió juntamente con todos los de su fa-
milia. No obstante, en este momento de la devolución
del trabajo, su interpretación para los mismos hechos
era diferente de la mía. Afirmaba que vivió algunas
dificultades, eso sí, pero hambre nunca había pasado.
Y agrega que en mi reordenación de su habla, el
Nordeste emergía como un lugar no más deseado por él
y sus familiares. Complementa también que mi lectura
no destaca su deseo de retorno a su tierra natal.
Seguramente, los vuelos de mi imaginación agregaron
hechos, aunque me indago: ¿será que la no aceptación
de Rufino en tornar al hambre explícita que le acometió
en la infancia, puede ser interpretada como una
reacción a los parámetros de desigualdad de la
sociedad brasileña que no trata con dignidad y respeto
merecidos al trabajador rural, a aquél que planta para
poder proveer de alimentos a la sociedad, pero que no
dispone libremente de los resultados de su trabajo?
¿Cuál es la explicación que él mismo daría para tal
hecho? No dispuso de tiempo para entrar por este
camino, un desdoblamiento de la investigación inicial;
después de todo, esta interrogación puebla el
imaginario sugiriendo respuestas.
Esta reacción del narrador, me parece reafirmar la
investigación antes apuntada sobre el racismo en Brasil
en la que queda explicitado que el
prejuicio racial nunca se asume por
el narrador. Es siempre un atributo
del otro y no del memorialista, de
aquél que tiene el lugar del habla.
Asumirse como prejuicioso en
relación con la etnia de otra persona
no es una actitud común entre
brasileños, sin embargo hay una
fuerte discriminación racial en
nuestra sociedad con respecto al
negro, sobre todo con aquellos que
integran minorías destituidas de
poderes. La decantada democracia racial existente en el
país se configura como una mera utopía.
Al final el memorialista explicitó su insatisfacción
con mi interpretación sobre su narración:
Esta es su
interpretación. Leíste mi historia y lo que quisiste leer, lo que
te agrada. Así, esta no es mía.
Entre sorprendida y atónita
percibí que Rufino hacía aflorar una cuestión funda-
mental en la investigación con Historia Oral, el control
del texto. Si yo no hubiera hecho la devolución del texto
al narrador, ciertamente no habría oído sobre mi
intromisión en el texto original. Mi versión y la de
Rufino entraron en conflicto en algunos aspectos y
revela cómo cada uno de nosotros creó una
interpretación a partir de nuestras experiencias de
vida. Percibo, entonces, que la interpretación elaborada
tiene mucho de mi experiencia académica del presente,
vengo trabajando con la cultura oral, imaginaria y con
afrodescendientes. Sin embargo, no puedo admitir que
mi versión se desprenda por entero de la versión
tramada por el narrador.
La devolución del trabajo al narrador es
comúnmente tratada con negligencia por los
investigadores. Estos se olvidan que trabajan con
sujetos, personas que perciben, luchan, cuyas manos
tejen la trama viva de su historia, que disponen de
“quereres” y deseos, por lo tanto se puede y debe
posicionarse sobre las interpretaciones que el
Presenté mi interpretación al memo-
rialista oralmente, puesto que Rufino
no sabía leer ni escribir. Al leerla, el
memorialista, que se encontraba
sentado, se levanta y exclama: no
fue eso lo que yo le dije.
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58
investigador hace de sus historias. Es una situación
muy diversa cuando trabajamos con documentos
muertos que, a pesar de poder dialogar con ellos, por su
naturaleza son incapaces de retrucar nuestras
interpretaciones. Aquí reside uno de los grandes
desafíos de trabajar con la historia contemporánea, con
la historia oral, en fin, con el mundo de los vivos. En mi
percepción, otro desafío es que el investigador
desvende
las expresiones de la sustancia narrativa del relato
cuando casi no conoce el universo cultural del
memorialista. Y este desconocimiento puede ser
traducido en la expresión corporal, en la ropa, en el
habla del investigador durante la entrevista.
Rufino engendra el enredo de su narrativa a partir
de solamente su experiencia de trabajador rural, de la
solidaridad peculiar en la vida de campo, de la lucha
para conquistar un pedazo de tierra para cultivar y
propiciar el sustento de su numerosa familia. Tiene
sentido para él, reconstruir su historia a partir de
aquellos parámetros. En mi
perspectiva, sin embargo, además
de mi experiencia de vida, otros
elementos se alían en el contexto de
la historia como la teoría, la
metodología y la cultura. De esa
forma, en virtud de mi
transformación académica como
historiadora, no consigo restringir
mi lectura acerca de su relato dentro
de los límites restrictos de las
intenciones del narrador. Hice una
lectura de su texto que tiene en
cuenta la profunda desigualdad
social existente en el país, sea ella
económica, política, étnica, entre
otras; que cree en la construcción de
la Historia por los hombres; que tiene en consideración
lo cotidiano, los quehaceres humanos. Por pautarme en
esta concepción de la Historia realcé el prejuicio racial
elevado por el narrador, cuestión de fuertes
divergencias en nuestras interpretaciones. Rufino no
percibía su discurso como racista; decía que ser racista
y prejuicioso es despreciar al otro, él no actuaba de esa
forma; incluso quería a muchos compañeros negros
que, como él, integraban el Movimiento de los Sin
Tierra y luchaban por un pedazo de tierra. De este
modo, no entendía por qué yo insistía en rotularlo de
racista.
Sin embargo, a partir de mi interpretación erudita
de la narrativa de Rufino, emergió la preocupación de
que estas interpretaciones puedan dejar marcas en el
cuadro afectivo del deponente. La narrativa oral es un
momento de gran importancia para el narrador en el
cual se refleja, ordena y atribuye sentidos a sus
experiencias cotidianas que se presentan enmarcadas
por la emoción. Este momento se denomina por Bruner
y Wisser como un momento de “reinvención del ser”
12
.
Pienso que si nuestras representaciones eruditas no
son mostradas de forma humana y sensible al
narrador, se puede provocar una profunda llaga en su
cuadro emocional. Así, en busca de un camino que
estrechara la relación dialógica entre investigador y
narrador, Rufino y yo discutimos largas horas nuestras
diferencias hasta llegar a un acuerdo en lo que debería
ser suprimido y/o agregado en mi interpretación. En
este momento me di cuenta de que podría haber evitado
su respuesta exaltada al oír mi interpretación de su
narración.
La experiencia de devolución me enseñó que
podría haber amenizado las exaltaciones de Rufino si
hubiera establecido con él un diálogo, antes de iniciar
la interpretación de su relato, para ampliar nuestro
conocimiento sobre el universo cultural, el imaginario
del deponente. En la mayoría de las veces somos
prisioneros de nuestras representaciones, al mismo
tiempo que somos también desafiados a traspasar ese
límite. Pienso que es importante también confesar en
diálogo abierto nuestras dificultades al deponente, du-
rante cada etapa del trabajo. Esto
hará que él acompañe mejor el
rumbo de la investigación y
muchas veces ayudará a descubrir
pistas facilitadoras para el trabajo.
Además, durante la “performance”
de la narración, tanto el narrador
como el oyente están envueltos en el
acto de narrar, ambos comparten
memorias. Benjamín refuerza esta
asertiva al enseñar que el acto de
narrar sólo se realiza en la relación
narrador y oyente; sin audiencia el
narrador no tiene cómo contar
historias.
13
Durante el desarrollo de
la narración, ni el narrador ni el
oyente reflexionan analíticamente
sobre los datos presentados por el narrador; éste será
un trabajo posterior.
Sin embargo, el comentario del narrador en la
interpretación del relato puede contribuir mucho para
la reinterpretación del investigador. En ese sentido, mi
experiencia en este caso mostró que hubiera sido de
mucho valor si antes de hacer mi reinterpretación
hubiera sugerido a Rufino oír la cinta grabada y
estimularlo a hacer las interpretaciones de su propia
narración. De ese modo penetraría más en su universo
cultural y en sus representaciones imaginarias. No lo
hice antes de mi reinterpretación, lo hice enseguida de
presentársela a Rufino. Le hice escuchar la cinta y le
solicité que le atribuyera sentidos a su relato. El
narrador inicialmente demostró estar inhibido, y decía
que no veía sentido en realizar mi pedido; parecía,
según él, tratarse de un juego. Sin embargo,
paulatinamente fue apuntando sentidos para su
narrativa. A pesar de que muchos narradores como
Rufino afirmen que no se sienten preparados para tal
ejercicio, la experiencia fue bastante provechosa; él
complementó informaciones, estuvo en desacuerdo con
otras y, de esta forma, enriqueció mi reinterpretación.
La devolución del trabajo al narrador
es comúnmente tratada con negligen-
cia por los investigadores. Estos se
olvidan que trabajan con sujetos,
personas que perciben, luchan, cuyas
manos tejen la trama viva de su histo-
ria, que disponen de “quereres” y
deseos, por lo tanto se puede y debe
posicionarse sobre las interpretacio-
nes que el investigador hace de sus
historias.
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59
No obstante, reconozco que el tiempo nos atropella y no
siempre contamos con éste para desarrollar esta etapa
de nuestro trabajo con la historia oral, lo que aclamo
como lamentable.
Cuando realicé el trabajo de reinterpretación, en mi
imaginario había un camino de mano única en el cual
no habría otra posibilidad a no ser la de que Rufino
aceptara los significados que le atribuí a su historia. El
narrador se mostró muy satisfecho en trabajar conmigo
en la investigación que buscaba reconstruir la lucha
llevada a cabo por el Movimiento de los Sin Tierra en el
D.F. Él me presentó muchos otros sin tierra, me indicó
personas para que fueran entrevistadas y parecía muy
deseoso en ver escrita la historia de la lucha por la
tierra emprendida por el Movimiento. Frente a esto,
pasé a ser identificada por ellos como “la muchacha
que va a escribir nuestra historia”. De esta forma, a
pesar de la buena relación entre investigadora y
entrevistado, nuestros mundos eran bastante
diferentes; era preciso buscar algunos puntos de
intersección en nuestras visiones del mundo para que
el trabajo fluyera de forma
dinámica, que fuera el resultado de
una polifonía de voces que buscara
el camino de una historia, que,
además de polifónica, primaba por
la totalidad para develar la
complejidad de lo real.
Aunque teóricamente se
admita que el trabajo con la historia
oral implica una relación dialógica
entre investigador y narrador, cuyo
resultado expresa una polifonía de
voces,
14
en el ejercicio de esta
investigación, en general, se da
poca importancia a las diferencias
existentes entre investigador y memorialista. El camino
más recorrido es que el investigador desconoce las
diferencias que se colocan entre él y el otro e impone a
éste sus valores, su comprensión analítica del mundo
sofocando la visión del mundo y los valores del
narrador. El investigador, en general, asume una
relación asimétrica con relación a la colaboración
inmediata con el deponente, situación que resulta más
propicia todavía cuando el narrador integra una
camada social excluida, así como los sin tierra, los sin
techo, o ser mujer entre otras tantas. Esta cuestión de
tratar con las diferencias, se impone cada instante al
investigador ya sea en la construcción/reconstrucción
de su identidad como tal, como padre o madre de fa-
milia, como amigo, entre otros roles. De esta forma,
nuestra identidad de investigador(a) es reconstruida a
cada minuto en el contacto con aquellos que
investigamos. Como bien recuerda Bárbara Ardí, las
narraciones orales no sólo posibilitan que
construyamos nuestras vidas, también ofrecen
posibilidades para la construcción de la vida de los
otros.
15
Por lo tanto, aprender a tratar la diferencia se
impone como una condición básica a cualquier
investigador que hace su opción por el trabajo con
historia oral.
Otra cuestión que me inquieta mucho al
reflexionar sobre las diferencias entre investigador y
narrador es la autoría del trabajo. Si nuestro trabajo de
investigación tiene como referencias la relación
dialógica entre los sujetos, la búsqueda de la totalidad
por medio de la religación de los saberes,
16
la
construcción de un conocimiento que sea humano
–construido por el hombre en beneficio del hombre– la
cuestión de la autoría del trabajo merece ser
reflexionada. No disponiendo de una reflexión sobre la
cuestión, daré algunas pistas para realizarla. En primer
lugar, aprendo que el hecho de que la relación entre
investigador e investigado sea orientada por una
relación dialógica, no excluye las diferencias entre
investigador e investigado, no se la puede pensar como
una relación uniforme. La relación entre investigador y
narrador debe ser analizada teniendo en cuenta sus
particularidades individuales y también, los trazos
comunes compartidos por aquellos tales como: valores,
vivir en un mismo país, comunidad
o barrio, entre otros. Sin embargo,
vale recordar que los trazos
comunes no son capaces de apagar
las diferencias sociales, culturales,
de identidad existentes entre
investigador y narrador. Estas
diferencias están representadas en
la diversidad de voces que deben
estar expresadas en la tesitura de la
interpretación. De esta manera, en la
interpretación de la narrativa de
Rufino tanto mi voz como la de él
deben entrelazar los hilos de la
interpretación. En ese sentido, el
trabajo con la historia oral, cuando toma como camino
este andar compartido desde el inicio hasta el fin de la
investigación, ¿debe tener como autor solamente al
investigador? Cuestión de mucha complejidad que
merece mucha reflexión. Diferencias éstas que se deben
mostrar visibles en la interpretación del texto, que
deben expresar una pluralidad de voces en el tejer de la
interpretación.
Con las observaciones presentadas en este texto no
estoy sugiriendo que las diferencias de las perspec-
tivas, de la visión del mundo entre investigador y
narrador sean plenamente resueltas. Al contrario,
percibo la narrativa oral como un
locus
donde despunta
la diversidad, que ofrece visibilidad al otro. No estoy
sugiriendo de este modo que las interpretaciones del
investigador sean reconocidas por el narrador. Pero
abogo porque debe haber un entendimiento entre
investigador y narrador con el propósito de asegurar
entre ellos el respeto mutuo, la dignidad humana,
evitando así la hegemonía del yo del investigador sobre
el narrador.
Estoy sugiriendo que nosotros los investigadores
no nos cerremos en nuestras murallas medievales,
Le hice escuchar la cinta y le solicité
que le atribuyera sentidos a su relato.
El narrador inicialmente demostró
estar inhibido, y decía que no veía
sentido en realizar mi pedido; parecía,
según él, tratarse de un juego.
Sin embargo, paulatinamente fue
apuntando sentidos para su narrativa.
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60
NOTAS
1
Benjamin, Walter,
O narrador. Obras escolhidas
, V. I, São Paulo,
Brasiliense, 1989. p. 53.
2
Ricoeur, Paul,
Tempo e narrativa
, São Paulo, Martins Fontes, 1993,
p.68.
3
Véase Censo Agropecuario do IBGE – 1995/96.
4
Benjamin, Walter,
O narrador. Obras escolhidas
, V. I, São Paulo,
Brasiliense, 1989.
5
Ponty, Merleau,
A fenomenologia da percepção
, XXX.
6
Costa, Botelho da, “Memórias compartilhadas”, Em Costa Cléria
Nancy Alessio (orgs)
Contar História, Fazer História
, Brasília, Paralelo
15, 2002.
7
Bachelard, Gaston,
A agua e os sonhos
, São Paulo, Martins Fontes,
1993, p.45.
8
Ibídem
.
9
Benjamin, Walter,
Sobre o conceito de história. Obras Escolhidas
, V. I,
São Paulo, Brasiliense, 1989, p. 223.
10
Véase Katherine Borland, “That’s not what I Said”, Em Robert
Perks and Alistair Thomson (orgs).
The oral History Reader
, London,
Routledge, 1998.
11
Santos, Boaventura,
Um discurso sobre as ciências
, Porto, Edições
Afrontamento, 1987.
12
Brunner e Wisser, “A invenção do ser: a autobiografia e suas
formas”, Em David Olson e Nancy Torrance,
Cultura Escrita e
oralidade
, São Paulo, Àtica, 1995, p. 141.
13
Benjamin, Walter,
O narrador. Obras Escolhidas
, V. I, São Paulo,
Brasiliense, 1989, p.145.
14
Bakhtin, Mikhail,
Estética da criação verbal
, São Paulo Martins
Fontes, 1997.
15
Hardy, Bárbara apud Finnegan Ruth,
Tales of the city
, Cambridge,
Cambridge University Press, 1999, p. 35.
16
Morin, Edgar,
A re-ligação dos saberes
, Rio de Janeiro, Bertrand
Brasil, 2001, p. 69.
17
Sobre narrativa e história, ver, entre outros: Michel de Certeau,
A
Escrita da História
, Rio; Forense, 1992.; Peter Gay,
O Estilo na História
,
S. Paulo, Cia das Letras; Whitw, Hayden,
Metahistória
, São Paulo,
Unesp, 1991.
18
Harlan, D., “Intelectual History and the return of literature”,
Hollinger, D. A.,
American Historical Review
, V. 94, Nº 3, p. 581-609.
dialoguemos con el narrador, reconozcamos que con
ellos también tenemos mucho que aprender y no
simplemente recoger informaciones que irán a reforzar
los paradigmas de la concepción de ciencia que
defendemos. Paradigmas que irán a atender
exclusivamente los intereses del público de la
academia. Sugiero, por lo tanto, que se negocien en
forma humana y sensible las interpretaciones de las
investigaciones con las cuales tratamos.
Finalmente, analizaré un aspecto del testimonio de
Fernández: el hecho de haber construido en una
narración.
17
Toda narración contiene una versión, un
punto de vista sobre algo. La narración de Rufino
constituye una versión entre tantas sobre la lucha por
la tierra en el D.F.; ella disputa, con otras, espacios,
audiencias y adhesiones, en busca de legitimidad so-
cial e histórica. Esto me recuerda un dicho popular
corriente en nuestra sociedad: “Importa la versión y no
el hecho”, lo cual llama la atención para la importancia
y autonomía de las interpretaciones.
Toda narrativa articula algunos elementos tales
como: el que narra, cómo narra, para quién narra,
cuándo narra, entre otros. Las formas casi infinitas de
articulación entre esos elementos resultan del uso de
códigos culturales (lenguaje, estilo, género literario, etc.)
a disposición de los autores en determinada época y
también de la contribución individual ofrecida por
cada autor, al elegir los códigos que utilizará en su
narrativa y los modos cómo lo hará. El uso de ese
espacio individual de creación varía de autor en autor:
algunos inventan códigos totalmente nuevos, otros
tienden a utilizar los existentes.
18
Toda narración, sin
embargo, posee una dosis de creación, invención,
fabulación, es decir de ficción.
Esto ocurre, incluso con las narraciones como la de
Rufino, que se pretenden ancladas en la memoria. Esta
cumple un papel creativo, no reflexivo, pues posee la
facultad de modificar lo real, produciendo historia,
como ya sabían los antiguos griegos: la musa Poesía es
hija de Mnemosina, diosa de la memoria; el poeta, el
más creativo de todos los entes, es solamente un ser
poseído por la memoria. Memoria e imaginación no se
oponen como quiere el sentido común, antes se
contemplan, pues poseen el mismo origen, naturaleza,
poderes. En su narración, Rufino combinó, de forma
original, memoria e imaginación, tradición e invención,
historia y ficción, recreando experiencias y recuerdos.
Por todas las características presentadas, la memo-
ria, en especial cuando es organizada en una narrativa,
posee una dimensión simbólica, la cual lleva
rápidamente a desprenderse, a despegarse de lo con-
creto, para levantar vuelo propio. Todos los seres vivos
conocen esa dimensión simbólica de la memoria, que la
literatura sabe tan bien aprehender: un simple sabor
–como el de Madeleine, de Marcel Proust (1951)– es
capaz de despertar los más lejanos recuerdos; una
música recuerda el amor perdido, el más querido; un
detalle remite a una historia, que remite a otra, que
remite a mitos, a tiempos inmemoriales… y después
vuelve hacia nosotros, al presente. Lo simbólico expone
las relaciones entre las diversas culturas, espacios y
grupos sociales por donde la narración transita: es
justamente el que permite la narración, sin perder el
hilo conductor, liberarse de las amarras de lo real para
aventurarse, en libertad, por los caminos del
imaginario.
El carácter simbólico marca profundamente la
narración de Rufino. Marca los varios tiempos que
contiene, así como las relaciones entre ellos: los tiempos
de la historia de vida de Rufino, el tiempo de la lucha
por la tierra en el D.F., el de la entrevista, entre otros. La
dimensión simbólica unificó, en la narración de Rufino,
historia, memoria e imaginación histórica, dotándola
de un eje conductor y de una lógica. No la lógica
histórica tradicional, pegada a los eventos, sino la
lógica simbólica.
En este artículo, apliqué en el caso límite de la
entrevista de Rufino concepciones de historia que
relacionan la vivencia y las memorias de un ser
humano con el tiempo en que vive, con los tiempos
anteriores al de él y con el futuro; concepciones que
asocian, en varios niveles y de varios modos: real y
simbólico, historia y memoria, memoria e imaginación.
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61
traduccione
s
Conflito de
interpretações
na Història Oral
Cléria Botelho da Costa
O objetivo desta proposta é refletir
encima do problema da interpretação na
pesquisa sobre História Oral. Parto do
entendimento de que o narrador, ao
reconstruir um fato, embora este tenha
sido compartilhado com outros, imprime
ao mesmo a marca da individualidade
durante sua interpretação. E o
pesquisador, ao ouvir-lo.pode atribuir ao
próprio fato outro significado. Está
lançado aqui um desafio: como pode o
pesquisador fazer seu trabalho
interpretativo com as informações
oferecidas pelo narrador, sem sufoca-
las? Ou seja, questiono a autoridade
interpretativa do pesquisador que muitas
vezes constrói seu texto analítico guiado
pelas interpretações de grandes teóricos,
distanciandose assim dos sentidos
dados pelo narrador, sufocando sua voz.
Penso que por esta razaõ muitos
narradores, ao serem convidados a ler
sua narrativa, nela não se reconhecem,
revelando-se então um conflito de
interpretações.
Conflit
d'interprétations dans
l'Histoire Orale
Cléria Botelho da Costa
Réfléchir sur le problème d'interprétation
dans la recherche de l'Histoire Orale est
l'objectif de ce travail. Comme point initial, je
prends l'idée que le narrateur, au moment de
reconstruire un fait, bien que ce fait ait été
partagé avec d'autres personnes, imprime,
pendant son interprétation, une marque
d'individualité sur celui-ci. Et le chercheur, en
l'écoutant, peut attribuer à ce fait un autre
signifié. Un défi se pose donc : comment le
chercheur peut-il faire son travail interprétatif
avec les informations offertes par le
narrateur, sans les suffoquer ? C'est-à-dire
que je mets en question l'autorité
interprétative du chercheur qui souvent
construit son texte analytique réglé par les
interprétations de grands théoriciens, se
distanciant ainsi des sens donnés par le
narrateur, suffoquant sa voix. Je pense que
c'est pour cette raison que, lorsque
beaucoup de narrateurs sont invités à lire
leur narrative, ils ne se reconnaissent pas en
celle-ci, situation qui révèle un conflit
d'interprétations.
The interpretative
conflict in Oral
History
Cléria Botelho da Costa
In this text we pretend to think about,
interpretative conflict in oral history. During
the Research, on the one hand, the
narrator to remember some event, he
gives to it any sense. On the other, when
the researcher interprets the event, he
gives to it, another sense. This is a
challenge: how might we present our work
in a way that grants the narrator
interpretative respect without relinquishing
our responsibility to provide our own
interpretation of this experience? We
inquire the authority interpretative from
researcher. The researcher, in general,
brings with him an objective, scientific
perspective that allow him, to perceive the
event narrated within a wide structures of
meaning. For this reason, the narrators, in
general, don't recognize in the researcher
text. There are a conflict interpretative.
61