image/svg+xml12El potencialepistemológicoy teórico de lahistoria oral:de la lógica instrumentala la descolonizaciónde la historia1
image/svg+xml13convertido en instrumento de prestigio y poder,puede volcarse en contra de las necesidades eintereses de la colectividad estudiada, y elinvestigador transformarse en agente inconsciente desu derrota o desintegración. Develar y desnudar loque se conoce del “otro” –sea éste un pueblo indiocolonizado, o cualquier sector “subalterno” de lasociedad– equivale entonces a una traición. Frente aesta posibilidad desesperanzadora, el silencio seconvierte entonces en la única forma de manifestar elcompromiso ético con el grupo social estudiado,aunque esta actitud pasiva no haga sino reforzar suclausura e intraductibilidad.En la presente ponencia voy a exponer cómose ha venido enfrentando estedilema en nuestro país, a partir dela experiencia de trabajo del Tallerde Historia Oral Andina.Previamente, voy a señalar agrandes rasgos el contexto social ypolítico de la investigación socialen América Latina en las últimasdos décadas, destacando dosmomentos concretos: el primeroenmarcado en el ascenso de lasmovilizaciones sociales y políticaspopulares de la década de losaños 70, que condujo a laelaboración de una nuevapropuesta metodológica basadaen la “investigación-acción”. Elsegundo se caracteriza más bienpor un profundo reflujo y fragmentación de estasmovilizaciones y proyectos políticos, que configuraun panorama de intensa búsqueda de nuevos estilosy métodos de trabajo. En países como Bolivia, estasegunda coyuntura vio surgir vigorosos fenómenosde autoconciencia y organización autónoma india,uando en 1969 Jorge Luis Borges publicó supequeño relato titulado “El etnógrafo”, quizás no sepercatara del todo de que en esas dos páginas estabaresumiendo los principales problemasepistemológicos y éticos de las ciencias sociales denuestra época. Relata Borges que un estudiante dedoctorado de una universidad norteamericana habíasido inducido por su profesor al estudio de laslenguas indígenas y de los ritos tribales de unasociedad de indios de la pradera. Los secretos de losbrujos indios –una vez analizados y vertidos encategorías aceptables para la comunidad científica–permitirían al etnógrafo obtener el ansiado título doc-toral y ganar un sitial de prestigio en la estructuraacadémica oficial de su país.Murdock, así se llamaba eletnógrafo en ciernes, ensayó pordos años la aventura de convivircon la tribu de indios de lapradera. Aprendió su idioma, “secubrió con ropas extrañas, olvidólos amigos y la ciudad, llegó apensar de una manera que sulógica rechazaba”. Sucompenetración con la cultura ycosmovisión indígena fue tan pro-funda, que “llegó a soñar en unidioma que no era el de sus pa-dres”. Fue iniciado por el principalritualista de la tribu. Este, al cabode un largo aprendizaje, le confiólos secretos de su doctrinaancestral.Cuando el estudiante Murdock retornó a la“civilización” se presentó ante su profesor paradeclarar que conocía los secretos de la cosmovisiónindígena, pero que no los revelaría a nadie. Noescribió su tesis doctoral, se negó por el resto de suvida a hablar de esas experiencias, y terminóconvertido en oscuro empleado de biblioteca en unauniversidad local. Argumentando sobre su decisión,dijo: “El secreto, por lo demás, no vale lo que valenlos caminos que me condujeron a él. Esos caminoshay que andarlos” (Borges 1974: 989-990)El relato de Borges plantea con simplicidad eldilema epistemológico de la etnografía: la esencialintraductibilidad –lingüística y cultural– propia deuna relación asimétrica entre individuos y culturascuyo horizonte cognoscitivo es diametralmenteopuesto. Pero al mismo tiempo, plantea el dilemaético que sacude a las ciencias socialescontemporáneas: el conocimiento fetichizado yAutorasSilvia Rivera CusicanquiTaller de Historia OralAndina-UMSA, La PazEl potencial epistemológico y teórico...Develar y desnudar lo que se co-noce del "otro" –sea éste un pue-blo indio colonizado, o cualquiersector "subalterno" de la socie-dad– equivale entonces a unatraición. Frente a esta posibilidaddesesperanzadora, el silencio seconvierte entonces en la únicaforma de manifestar el compromi-so ético con el grupo social estu-diado, aunque esta actitud pasivano haga sino reforzar su clausurae intraductibilidad.C
image/svg+xml14que enmarcan el espacio de esta búsqueda yconducen a importantes replanteamientos –teóricos yepistemológicos–. Basándome en la experiencia delTaller de Historia Oral Andina de la UMSA –y conapoyo en algunas referencias complementarias en elEcuador– voy a apuntar algunas de las temáticassobre las que giran estos cuestionamientos, a travésde las cuales podrá apreciarse que existenpotenciales salidas a la tajante disyuntiva queplantea el relato de Borges y la etnografía tradicional.1. El contexto latinoamericano:auge y crisis del marxismoDesde fines de la década del60 y gran parte de la del 70 lasestructuras académicas de lospaíses andinos se hallabansacudidas por una intensa fiebre.Los estudios marxistas–renovados por corrientesestructuralistas, encarnadas en laescuela althusseriana– habíancreado la ilusión de que elmarxismo había al fin logradoproducir un marco conceptualadecuado a la comprensión desociedades tan abigarradas yheterogéneas como las nuestras,en las que conviven sectores defuerte concentración obrera ycapitalista junto con las formasmás “primitivas” de organizaciónsocial y productiva, pasando poruna enorme gama de situacionesintermedias.La teoría de los modos deproducción invadió así lasociología, la historiografía, la economía y laantropología. En esta última disciplina, resultaelocuente el que un conocido antropólogo peruanopublicara en 1971 una tesis en la que se descubrió “elcarácter predominantemente capitalista de laeconomía peruana”, mostrando, a través de decenasde cuadros estadísticos, la subordinación de unagran diversidad de “modos de producciónprecapitalistas” (Montoya, 1971).Si bien esfuerzos como éste, en los que “lataxonomía predomina sobre la historia” han sidocerteramente criticados en su momento (Tandeter,1978), la importancia teórica de esta crítica aún no hasido totalmente asimilada por las ciencias sociales.Su argumento central se refiere a un hecho que hoynos parece evidente: el carácter colonial de nuestrassociedades, que desafía cualquier conceptualizaciónen términos de modos de producción. Esta reflexiónya había sido adelantada en 1973 por Garavaglia (enAssadourian y otros, 1973), en el contexto de una delas tantas fases del debate sobre los modos deproducción coloniales. No obstante, el conjunto delas discusiones permanecía anclado en el esquemamarxista-estructuralista, y terminó recluido a lacaracterización del período colonial. De este modo, elplanteamiento del problema colonial, que pudo habergenerado una importante renovación teórica enaquellos núcleos de investigación más ligados a laproblemática étnica, quedó amputado de suspotenciales efectos críticos.Por su parte, los antropólogosse movían en direccionescontradictorias. La tendenciamarxista-estructuralista invadíalos programas académicos,modificaba curricula y generabaviolentas controversias político-científicas. En la práctica, susresultados fueron muy pobres: enpocas ocasiones pasaron más alláde declaraciones de principioantipositivistas, que luego eranacompañadas por descripcionesmás o menos tradicionales, en lasque el énfasis en los procesoseconómicos parecía la únicademostración de un “métodomarxista”.Junto a estas corrientes, en lasque las sociedades indias eranfrecuentemente encajadas en lacamisa de fuerza de definiciones“clasistas”, se desarrollabantambién otras, relativamentemarginales. Persistían los enfoques desarrollistas deinspiración norteamericana, asentados en la idea deltránsito de lo “tradicional” a lo “moderno”. Otrosantropólogos y etnólogos, por el contrario, cerrabanfilas en torno a la emergente disciplina de laetnohistoria, que muy a pesar de sus valiosísimosaportes en torno a la “originalidad” de lassociedades indígenas, se recluyó en la tarea dereconstruir cómo eran éstas antes de la invasión colo-nial europea. Su visión de la colonia –en ocasionesun tanto apocalíptica– se limitó a definiciones porcarencia constatando la “destrucción”, el “trauma”,la “desestructuración” de dichas sociedades, o biensu “continuidad”, siempre disminuida y recortadapor la opresión colonial (véase, entre otros, Wachtel1973; Murra 1975; Platt, 19762). En consecuencia, noDesde fines de la década del 60 ygran parte de la del 70 las estruc-turas académicas de los paísesandinos se hallaban sacudidas poruna intensa fiebre. Los estudiosmarxistas –renovados por corrien-tes estructuralistas, encarnadas enla escuela althusseriana– habíancreado la ilusión de que el marxis-mo había al fin logrado producirun marco conceptual adecuado ala comprensión de sociedades tanabigarradas y heterogéneas comolas nuestras, en las que convivensectores de fuerte concentraciónobrera y capitalista junto con lasformas más “primitivas” de organi-zación social y productiva, pasan-do por una enorme gama desituaciones intermedias.
image/svg+xml15aportaron sustancialmente al conocimiento denuevos fenómenos como la etnogénesis, laarticulación ideológica y la redefinición estructuralde las sociedades indias en el contexto colonial y neo-colonial.El escaso desarrollo de la antropologíaacadémica, aunado al bullicioso debate marxistasobre la cuestión agraria desdeotras disciplinas, acabóintegrando el grueso de lainvestigación antropológica en lascorrientes “campesinistas”, quepor su rígida conceptualización entérminos de clase, soslayabantambién el tema de las relacionescoloniales; su visiónhomogeneizadora relegaba a lassociedades nativas al papel de unmodo de producción más,articulado y dominado por elcapitalismo, al igual que cualquiersociedad campesina. Por lo tanto,sus demandas debían integrarseen el campo más vasto de lasluchas “campesinas”, para nofragmentar y dividir el “campopopular”. El etnólogo o eletnohistoriador que continuabaninsistiendo sobre la especificidadde la cuestión étnica quedarondescalificados por la izquierda: su“romanticismo indigenista” y su“nostalgia por el pasado” loscolocaban al margen de lasgrandes tareas revolucionarias quedemandaba el futuro.En esta historia en la que losprotagonistas son las estructuras,la teoría y la investigación social“comprometidas” sirvieron paraencubrir nuevas prácticaspaternalistas y coloniales frente ala cuestión étnica. Las elites de izquierda, de raíz cul-tural criolla occidental, tenían una visión meramenteinstrumental de las demandas étnicas: ellas eranútiles sólo en tanto no se autonomizaran de lamovilización popular controlada por la izquierda.Allí se esconde un esfuerzo de integrar y “civilizar”al indígena no muy diferenciado de las matricesideológicas que el marxismo combatía –elnacionalismo y el liberalismo –, con las cualescomparte una visión evolucionista del devenirhistórico, colocando a las sociedades indígenas enidéntico papel de objetos de una misión civilizadoraexterna. Su perspectiva no podía ser otra que ladesintegración, ya sea dentro del molde del“ciudadano libre e igual” del capitalismo, o deltrabajador masa del socialismo.En el plano epistemológico, se reproducía unarelación asimétrica entre un “sujeto cognoscente” quecompartía en lo esencial la visión del mundo de lasociedad occidental dominante, yun “otro” étnico, cuya identidadera atribuida desde fuera, oforzada a una redefinición radical,para encajar con los intereses másvastos del campesinado y elproletariado. Pese a todas lasdeclaraciones verbales decompromiso con el pueblo, y laadscripción principista a unaepistemología “dialéctica”, la la-bor investigativa generada por lamayoría de instituciones ymilitantes de la izquierda acabócondenando al silencio y a laintraductibilidad a lasconceptualizaciones ysistematizaciones generadasdesde adentro del grupo indígenaestudiado.El silencio no fue roto por losinvestigadores, sino por lospropios indígenas. El dramáticofinal de los procesos políticosreseñados –clausura, en la mayorparte de los casos violenta, de las“aperturas democráticas”,escaladas represivas,clandestinización de lasorganizaciones sindicales ypolíticas de izquierda– modificósustancialmente el contexto de lainvestigación social en nuestrospaíses. La desmoralización yfragmentación del movimientopopular institucionalizado se vio sin embargocontrastada por la emergencia de nuevos actoressociales, de difícil categorización según lasconcepciones habituales. Entre ellos –que abarcanuna gama muy variada de definiciones noestrictamente clasistas, como los movimientos demujeres, la movilización juvenil, barrial y regional–quizás el más significativo para los países andinossea el movimiento indio.Las causas que explican estos fenómenos sondifíciles de establecer. Es posible que la intensamovilización social precedente –en muchos casos conEn esta historia en la que los pro-tagonistas son las estructuras, lateoría y la investigación social“comprometidas” sirvieron paraencubrir nuevas prácticaspaternalistas y coloniales frente ala cuestión étnica. Las elites deizquierda, de raíz cultural criollaoccidental, tenían una visión me-ramente instrumental de las de-mandas étnicas: ellas eran útilessólo en tanto no se autonomizarande la movilización popular contro-lada por la izquierda. Allí se escon-de un esfuerzo de integrar y “civili-zar” al indígena no muy diferencia-do de las matrices ideológicas queel marxismo combatía –el naciona-lismo y el liberalismo–, con lascuales comparte una visiónevolucionista del devenir históri-co, colocando a las sociedadesindígenas en idéntico papel deobjetos de una misión civilizadoraexterna. Su perspectiva no podíaser otra que la desintegración, yasea dentro del molde del “ciudada-no libre e igual” del capitalismo, odel trabajador masa delsocialismo.
image/svg+xml16significativa participación del campesinado-indio–hubiese llevado a sus límites las estructuras estatalesdestinadas a cooptar y controlar a estos sectores, y aneutralizar sus conflictos. Con ello se produjo laquiebra de los modelos de control social como elindigenismo, el clientelismo y el “bonapartismo”estatal, que anteriormente habían servido parabloquear las demandas autónomas de estos sectores.Lo cierto es que en la década del 70 surgen entoda el área vigorosos procesos de autoconcienciaétnica y se forman organizaciones que reclaman parasí el derecho de generar sus propiassistematizaciones ideológicas y políticas,desplazando del rol de intermediarios a losintelectuales y cientistas socialesde las diversas disciplinas. Unantropólogo colombiano hace alrespecto una conmovedoradeclaración posfacto: “Ya sabemosque la opción de una etnologíapositiva y academicista no essatisfactoria y nuestradesconfianza de un ‘activismoantropológico’ irresponsable esjustificada, (pues) la experiencianos ha demostrado que éste seenfrenta desfavorablemente alpoder constituido. Además,debemos aceptar que los indígenasnos desplacen de su vocería y sudefensa: Ellos mismos la vanasumiendo cada día más, aún acosta de pagar con sus vidas... debemos estarpreparados, pues hacer etnología será cada vez másdifícil” (Uribe 1982).Es claro que los matices subversivos de lainvestigación no eran nada nuevo en la década de losaños 80. Sin embargo, las dificultades de la prácticaantropológica no pudieron ser reconocidas sino mástarde, gracias a que las movilizaciones yorganizaciones indias asumían un creciente control ycrítica frente a los intentos de instrumentalización delinvestigador y del político de izquierda. Fue ésta labase de los más sustanciales cuestionamientosepistemológicos y teóricos hacia las disciplinas quetrabajan con las sociedades indias.2. La investigación-acción:¿un nuevo paradigma?La emergencia de nuevos fenómenos políticos ymovilizaciones populares en el período precedente–fines de la década del 60 y principios de la del 70–no dejó, sin embargo, de producir importantesmodificaciones en la práctica investigativa. Lainstrumentalización implícita de la metodologíapositivista, con su pretendida “neutralidadvalorativa”, fue criticada en la práctica y refutada enla teoría. Por otra parte, el contacto intensificado delos investigadores con sujetos sociales activos ymovilizados comenzó a generar nuevos estilos detrabajo, poco ortodoxos pero más adecuados a lasexigencias prácticas del momento. El énfasiscomenzó a desplazarse de una exigencia interna a lalógica del investigador (búsqueda de coherencia,verificabilidad, operacionalización), a una exigenciaexterna y políticamente comprometida: producirconocimientos y resultados de investigaciónsignificativos no sólo para elinvestigador y la comunidadacadémica, sino también para losintereses del grupo estudiado.Estos eran entendidos por lo ge-neral en términos de necesidadesde transformación radical de lascondiciones de explotación yopresión a que se halla sometido.Estos nuevos estilos, surgidos alcalor de la movilización social ypolítica, comenzaron a producirreflexiones y sistematizaciones, y aclarificar sus diferencias con latradición heredada por lasciencias sociales latinoamericanas.El ejemplo colombiano puedeservir de marco adecuado paraanalizar estos procesos. En 1977, se realizó enCartagena un simposio mundial sobre “Crítica yPolítica en Ciencias Sociales” (Punta de Lanza, 1978),que constituyó un importante intento de sistematizary evaluar las implicaciones epistemológicas yteóricas de las nuevas prácticas investigativas. Enuna situación que ofrece interesantes paralelismoscon los efectos del llamado “boom latinoamericano”en literatura, el subcontinente parecía estarasumiendo un auténtico liderazgo en materia deinvestigación comprometida. En Cartagena seconsolidó así la posición de los investigadores de laregión, que esgrimían a la investigación-acción comouna práctica llamada a jugar el papel de nuevoparadigma para las ciencias sociales (Moser, 1978).Producto de muchos años de experimentación, estapropuesta epistemológica parecía ser capaz de articu-lar las exigencias del rigor científico con lasdemandas pragmático-políticas de una radicaltransformación de la sociedad.Pero a pesar del énfasis puesto en la interaccióncotidiana con las colectividades investigadas, piensoLo cierto es que en la década del 70 surgen en toda el áreavigorosos procesos deautoconciencia étnica y se formanorganizaciones que reclaman parasí el derecho de generar suspropias sistematizacionesideológicas y políticas,desplazando del rol deintermediarios a los intelectualesy cientistas sociales de lasdiversas disciplinas.
image/svg+xml17que la razón instrumental subyacente en elpositivismo sólo sufrió un desplazamiento, pero nouna radical transformación. Si antes se habíainstrumentalizado a estas colectividades en funciónde la verificación de hipótesis y teorías construidasasimétricamente desde fuera del espacio cognoscitivo“popular”, ahora se las instrumentalizaba en aras deproyectos de cambio social y político que, si bien selegitimaban como “intereses generales” del pueblo, sesituaban igualmente en la esfera de unaintelectualidad externa, encarnada en las cúpulas delos partidos políticos que se disputaban larepresentación del movimiento popular.Lo ocurrido en la década del70 con los esfuerzos deinvestigación-acción en el contextode la imponente movilización so-cial de la ANUC (AsociaciónNacional de Usuarios Campesinos)en Colombia es una muestra pal-pable de este fenómeno (Rivera,1982).La ANUC, que había surgido aprincipios de la década de los años70 como expresión de las tensionesgeneradas por el tímido proceso dereforma agraria implementado porLleras Restrepo, contó desde susinicios con el aporte de destacadosinvestigadores, que volcaron susesfuerzos a la producción detrabajos significativos para lamovilización campesina. Estasinvestigaciones, surgidas en la interacción con losparticipantes de la intensa ola de tomas de tierras,intentaban promover la organización de nuevasformas productivas capaces de superar lasperspectivas de fragmentación parcelaria de loscampesinos movilizados. Así surgieron los“baluartes de autogestión campesina”, que,apoyados en prácticas de comunicación y educaciónpopular, buscaban recuperar las tradiciones desolidaridad y cooperación locales, generando unasuerte de “enclaves” socialistas, que mantendríanvivas las energías revolucionarias del campesinadomientras se consumase la transformación total de lasociedad.No obstante, el enorme esfuerzo de estos equiposde investigación-acción terminó apuntalando laestrategia política de una organización que se formósobre la base de la alta cúpula de la ANUC ydirigentes izquierdistas de origen universitario. Trasmúltiples episodios de conflicto con el Estado y conotras fuerzas de izquierda, este grupo terminócontribuyendo a la disgregación y fragmentación dela ANUC. La manipulación sindical por parte de estegrupo de izquierda se extendió también almovimiento indio colombiano, que desde el sur delpaís daba sus primeros pasos en busca de recuperarsus tierras y fortalecer su identidad y cultura. La metaglobal del movimiento se orientó entonces aconsolidar un “sujeto-partido”, representante en granmedida autoatribuido del interés popular, queconvirtió su discurso en mecanismo legitimador yencubridor de una nueva asimetríasocial, en la quelas elaboraciones teóricas de la cúpula sedistanciaron irremediablemente de las percepcionesinternas del campesinado –mes-tizo o indio–, creando lascondiciones para una acentuadavulnerabilidad y fragmentación.Todo ello fue posible, además,porque la teoría marxista,sustentada en la visiónhomogeneizadora de la clasessociales, no fue capaz de darcuenta de las demandasdiferenciadas de los distintoscomponentes del movimiento,sujeto en muchas regiones a unacadena colonial dediscriminación y exclusión.El recuento de estaexperiencia nos sirve paraadelantar un razonamiento, quela experiencia de los paísesandinos confirmará con muchamayor contundencia. La lógica instrumentalizadoraque se vislumbra en las direcciones políticas de laANUC ha sido legitimada por un enfoque teórico quesupone la posibilidad de una representacióndelcampesinado-indio por parte de individuos o gruposde otra extracción social y cultural. Ello quizás seríaposible si en nuestros países hubiese estadoplenamente conformado el “individuo libre e igual”del capitalismo, proceso a través del cual quedaríandifuminados los comportamientos corporativos y lasidentidades diferenciadas propias de situacionescoloniales. La no verificación de este proceso deindividuación es un hecho que salta a la vista, másaún en países como Bolivia, donde la heterogeneidadétnica es un fenómeno masivo y vigoroso, y donde lasestructuras de poder continúan asentadas en unamatriz de claro corte colonial.El déficit de la investigación-acción, tal como hasido practicada en nuestros países, resulta entoncesde dos órdenes de fenómenos. El uno, de naturalezaepistemológica, por el cual se reproduce laEl déficit de la investigación-acción, tal como ha sido practica-da en nuestros países, resultaentonces de dos órdenes de fenó-menos. El uno, de naturalezaepistemológica, por el cual sereproduce la asimetría sujeto-objeto a través de lainstrumentalización de las necesi-dades y las demandas de los sec-tores populares hacia metas colec-tivas formuladas desde fuera dedichos sectores, las cuales pocotienen que ver con laspercepciones endógenas.
image/svg+xml18asimetría sujeto-objeto a través de lainstrumentalización de las necesidades y lasdemandas de los sectores populares hacia metascolectivas formuladas desde fuera de dichossectores, las cuales poco tienen que ver con laspercepciones endógenas. Y el otro, de orden teórico–que en este caso, es déficit de la teoría marxista delas clases sociales– que presume laintercambiabilidad de experiencias, es decir, la“traductibilidad” fundamental de lo vivido,propia de situaciones de homogeneidad social ycultural, inexistentes en nuestros países debido ala continuidad de las estructuras de dominación ydiscriminación coloniales.3. La historia oral:¿Más allá de la lógicainstrumental?El contexto de los proyectosde historia oral realizados por elTHOA se enmarca, al igual queen otros países, en la crisis delos modelos de sistematizaciónteórica comprometida conproyectos de transformación so-cial generados desde laizquierda partidista. Laemergencia de nuevosmovimientos y organizacionesindios, que no encajan en elmarco de las contradiccionesestructurales de clase, constituyeel necesario telón de fondo deestos esfuerzos de investigación.Estos movimientos han forjado una vastacorriente de opinión que cuestiona el “pongueajepolítico” por parte de los gobiernos de turno, aligual que la manipulación interesada de losgrupos de izquierda, que niegan la problemáticaétnica o la combaten abiertamente, acusando a susportavoces de “racismo”. La autonomía de sudiscurso ideológico se nutre de la recuperación dehorizontes “cortos” y “largos” de memoriahistórica, que remiten a las luchas anticolonialesdel siglo XVIII, tanto como a la fase de mayorautonomía y movilización democrática de larevolución nacional de 1952 (Rivera, 1984). Lossímbolos y temáticas del movimiento semanifiestan en una doble demanda crítica hacia lasociedad q’aradominante: la lucha por laciudadanía –permanentemente escamoteada por lavigencia de mecanismos de discriminación yexclusión– y la lucha por el respeto a la autonomíacultural y territorial india enarbolada con firmezacomo fuente de autodeterminación política.Estos dos temas centrales generarán tambiéndiferenciaciones internas en el movimiento:algunos sectores privilegian los elementos deciudadanía, buscan alianzas internas con otrossectores oprimidos y explotados en términos declase, y enmarcan sus luchas en el contexto de lanación boliviana. Otros, en cambio, enfatizan laliberación india frente a toda una estructuramultisecular de poder colonial. El debatedesemboca en la formación de partidos ymovimientos políticos indios de diversacomposición y énfasis programático, que enconjunto forman un espectro deposiciones complementarias quecontribuyen a profundizar yampliar el debate sobre lacuestión colonial en el conjuntode la sociedad (Rivera, 1984 a).Obviamente, el énfasis sobrela historia es central a todosestos movimientos: el pasadoadquiere nueva vida al ser elfundamento central de laidentidad cultural y políticaindia, y fuente de radical críticaa las sucesivas formas deopresión que ejerce sobre el indiola sociedad q’ara.Es en este contexto quesurgen los proyectos de historiaoral del THOA, como un intentode poner en práctica lasexigencias de recuperación histórica de losmovimientos indios. Los propios aymaras sondeanvínculos con intelectuales no-aymaras, eligen suspotenciales aliados e invierten así una largatendencia de manipulación entre indios y criollos.La selección se basa no sólo en los discursosexplícitos de los sectores criollos: sobre todo seevalúan los comportamientos y prácticascotidianas, conscientes de que la brecha entre loque se dice y lo que se hace es rasgo central delaccionar político q’ara. Obviamente, un requisitobásico exigido al intelectual no-indio es su totaldesvinculación de la política partidista. Así surgeel trabajo con los comunarios de Ilata y losfamiliares y escribanos del cacique-apoderadoSantos Marka T’ula, que cuenta con la aceptaciónde los organismos sindicales locales y regionales.Cristalizan equipos mixtos, bajo conducciónaymara, que se sujetan a las exigencias éticas delos comunarios de base, con quienes se definen lasEl contexto de los proyectos dehistoria oral realizados por elTHOA se enmarca, al igual que enotros países, en la crisis de losmodelos de sistematización teóri-ca comprometida con proyectosde transformación social genera-dos desde la izquierda partidista.La emergencia de nuevos movi-mientos y organizaciones indios,que no encajan en el marco de lascontradicciones estructurales declase, constituye el necesario te-lón de fondo de estos esfuerzosde investigación.
image/svg+xml19metas, tareas y formatos de la investigación.La recolección de testimonios por hablantesnativos del aymara permite superar las brechas decomunicación habituales, pero además, ladevolución sistemática de resultados permite quela “fidelidad” de la información recogida seaevaluada en términos de los intereses ypercepciones internas de los comunarios ydirigentes aymaras. Las discusiones generan unproceso permanente de refinamiento metodológico:en él resaltan los aspectos interaccionales y éticosdel proceso de comunicación que se genera en lasentrevistas, y se desarrollaninstancias de consulta, tanto conlas comunidades como con lasorganizaciones e institucionesaymaras de base urbana. Así, enocasión de la presentación de labiografía de Santos Marka T’ula(THOA, 1984), se realiza un actopúblico en la comunidad deChuxña-Ilata, donde losancianos entrevistadoscomienzan a formular críticas ala conducción sindical posteriora 1952. Los vínculosintergeneracionales –rotos engran medida por efecto de laimposición del sindicato– vansiendo restablecidos, y el puenteentre pasado y presente recuperasu fluidez.Por otra parte, lareconstrucción históricacomienza a prestar más atención a laspercepciones internas de los comunarios: su visiónde la historia, de la sociedad y el estado q’aras:estas percepciones contrastan radicalmente con laversión que genera el mundo criollo sobre laresistencia india. De este modo no sólo sefundamenta una posición crítica frente a lahistoriografía oficial, sino que se descubre laexistencia de racionalidades históricas diversas,que cumplen funciones legitimadoras de lasrespectivas posiciones en conflicto.Otro aspecto fundamental del trabajo es laatención que se presta a la historia mítica–categoría fundamental del pensamiento históricoindio– (cf. Mamani, 1986). El mito funciona comomecanismo interpretativo de las situacioneshistóricas, sobre las cuales vierte sanciones éticasque contribuyen a reforzar la conciencia delegitimidad de la lucha india. Interesa, por lotanto, no sólo reconstruir la historia “tal cual fue”,sino también, fundamentalmente, comprender laforma cómo las sociedades indias piensan einterpretan su experiencia histórica (Rivera, 1982 a.).En este proceso, puede darse incluso unacontradicción entre temporalidades y lógicashistóricas: si la historia documental presenta unasucesión lineal de eventos, la historia mítica –y lasvaloraciones éticas que implica– nos remite atiempos largos, a ritmos lentos y aconceptualizaciones relativamente inmutables,donde lo que importa no es tanto “lo que pasó”,sino por qué pasó y quién tenía razón en lossucesos: es decir, la valoraciónde lo acontecido en términos dela justicia de una causa. En estesentido, la historia oral india esun espacio privilegiado paradescubrir las percepcionesprofundas sobre el orden colo-nial, y la requisitoria moral quede ellas emana: a pesar de loscambios de gobierno, de losmecanismos diversos dedominación y neutralización, sedescubren las constanteshistóricas de larga duración,encarnadas en el hecho colonial,que moldean tanto el proceso deopresión y alienación que pesasobre la sociedad colonizada,como la renovación de suidentidad diferenciada.4. Hacia una teoría de ladominación colonialLo oral indio es en Bolivia el espacio funda-mental de la crítica, no sólo al orden colonial, sinoa toda la concepción occidental de la historia, quesitúa lo “histórico” tan sólo a partir de laaparición de la escritura, y legitima por lo tanto lainvasión colonial como una heroica misión“civilizadora”. La práctica historiográfica indiapermite, por el contrario, descubrir estratos muyprofundos de la memoria colectiva: el icebergsumergido de la historia precolonial, que setransmite a través del mito hacia las nuevasgeneraciones, alimentando la visión de un procesohistórico autónomo y la esperanza de recuperar elcontrol sobre un destino histórico alienado por elproceso colonial (cf. Mamani, 1986).La conexión mito-historia recupera así suvalor hermenéutico y permite descubrir el sentidoprofundo de los ciclos de resistencia india, en losPor otra parte, la reconstrucciónhistórica comienza a prestar másatención a las percepciones inter-nas de los comunarios: su visiónde la historia, de la sociedad y elestado q’aras: estas percepcionescontrastan radicalmente con laversión que genera el mundo crio-llo sobre la resistencia india. Deeste modo no sólo se fundamentauna posición crítica frente a lahistoriografía oficial, sino que sedescubre la existencia deracionalidades históricas diversas,que cumplen funcioneslegitimadoras de las respectivasposiciones en conflicto.
image/svg+xml20cuales la sociedad oprimida retoma su carácter desujeto de la historia. Las rebeliones, que siemprefueron vistas como una reacción “espasmódica”(cf. Thompson) frente a los abusos de la sociedadcriolla o española, pueden leerse entonces desdeotra perspectiva: como puntos culminantes de unproceso de acumulación ideológica subterránea,que salen cíclicamente a la “superficie” paraexpresar la continuidad y la autonomía de lasociedad india. Se ha superado así la visióninstrumental del mito como un espacio deconocimientos de los inmanentes universales del“pensamiento salvaje”, o bien –en el otro polo–como mera fabricación de la imaginación,desconectada por completo de la realidad“objetiva”.Historia cíclica e historia mítica permiten aúnotro descubrimiento: la interacción entre el pasadoy el presente corre por diversos caminos en unasociedad como la nuestra. Cada segmento de ella–la casta dominante, la sociedad india colonizada,pasando por toda una cadena de mediacionesbasada en el mestizaje cultural– razonahistóricamente de distinta manera. Tenemos,entonces, no historia sino historias, todas ellas dediversa profundidad. A veces, una movilizaciónsocial concreta conjuga horizontes históricosdiversos, y los articula en formas ideológicascomplejas –tal, por ejemplo, el caso de lacombinación entre los temas referidos a laigualdad ciudadana, y aquellos vinculados a ladiferenciación y autonomía étnicas, que sepresentan en la mayoría de movimientos indioscontemporáneos. Pero la existencia de estoshorizontes no forma una sucesión lineal quepermanentemente se supera a sí misma y avanzahacia un “destino”: son referentes inherentementeconflictivos, parcelas vivas del pasado que habitanel presente y bloquean la generación demecanismos de totalización y homogeneización.Por lo tanto, no son intercambiables, y exigen unproceso de auténtica y simétrica“traducción”. Lainteligibilidad y convivencia social bolivianas sonentonces fenómenos en los que no sólo se reúnendiversas y conflictivas identidades lingüísticas yregionales: en el presente coexisten seresintrínsecamente no-contemporáneos, cuyascontradicciones entre sí están más enraizadas enla diacronía que en la esfera sincrónica del modode producción o de las clases sociales. Además delas implicaciones de este fenómeno para losprocesos de comunicación de los resultados de lainvestigación histórica, ello supone, a mi juicio,una radical crítica frente a todas lasconceptualizaciones generadas a partir deparadigmas basados en la homogeneidad de lasociedad.Otro aspecto vinculado, que emana de estasreflexiones, se refiere a la conexión entre historiaoral e historia “estructural”. La coexistencia demúltiples historias no configura un universodesorganizado y errático de “sociedades” quehabitan un mismo espacio como compartimientosestancos. Todas ellas están organizadas deacuerdo con el eje colonial, que configura unacadena de gradaciones y eslabonamientos de unosgrupos sobre los otros. En tal sentido, la cuestióncolonial apunta a fenómenos estructurales muyprofundos y ubicuos, que van desde loscomportamientos cotidianos y las esferas de “mi-cro-poder”, hasta la estructura y organización delpoder estatal y político de la sociedad global.Para finalizar, vamos a señalar algunas de lasimplicaciones epistemológicas que entraña lapráctica de la historia oral en un contexto deopresión colonial. Si la estructura oculta,subyacente de la sociedad es el orden colonial, losinvestigadores occidentalizados están siendoreproductores inconscientes de este orden por elsólo hecho de centrar sus inquietudesconceptuales en las teorías dominantes de lahomogeneidad social. Al pensar en términoshomogéneos y sincrónicos, homogeneizan; alpensar en los indios como “campesinos” estánnegando activamente su “otredad” ycontribuyendo a reforzar la opresión colonial–basada, precisamente, en la negación yexclusión–. Están, también, atribuyendoexternamente identidades e imponiendomodificaciones en la autopercepción india. Seconvierten entonces en cómplices del etnocidio ydel despojo, y perpetúan la condición alienada delconjunto de la sociedad, incluyendo su propiaalienación, que los convierte en tributarios desegunda mano de un orden conceptual y racionalajeno y adverso. Todas sus invocaciones denacionalismo y “antiimperialismo” están puesasentadas sobre fundamentos de arena, pues –yalo dijo el Inca Yupanki– un pueblo que oprime aotro no puede ser libre.La historia oral en este contexto es por esomucho más que una metodología “participativa” ode “acción” (donde el investigador es quien decidela orientación de la acción y las modalidades de laparticipación): es un ejercicio colectivo dedesalienación, tanto para el investigador como parasu interlocutor. Si en este proceso se conjuganesfuerzos de interacción consciente entre distintos
image/svg+xml21sectores: y si la base del ejercicio es el mutuoreconocimiento y la honestidad en cuanto al lugarque se ocupa en la “cadena colonial”, losresultados serán tanto más ricos en este sentido.Por ello, al recuperar el estatuto cognoscitivode la experiencia humana, el proceso desistematización asume la forma de una síntesisdialéctica entre dos (o más) polos activos dereflexión y conceptualización, ya no entre un “egocognoscente” y un “otropasivo”, sino entre dos sujetosque reflexionan juntos sobre suexperiencia y sobre la visiónque cada uno tiene del otro. Conello se generan las condicionespara un “pacto de confianza”(cf. Ferrarotti), de innegablevalor metodológico, que permitela generación de narrativasautobiográficas en cuyo procesola conciencia se vatransformando: superando lomeramente acontecido paradescubrir lo significativo,aquello que marca al sujetocomo un ser activo ymoralmente comprometido consu entorno social. Estudioscomo el de Antonio Males(1985) en el Ecuador, muestranel grado de compenetración mu-tua entre el investigador y susinterlocutores. Antonio, indiootavaleño y antropólogo social, ha logrado unrecuento muy rico de la experiencia de losotavaleños residentes y migrantes a la ciudad, enel que destaca la preocupación común por unaidentidad amenazada. Esta experienciacompartida podría lograrse también en lainteracción de sectores heterogéneos (indios y mes-tizos; trabajadores manuales e intelectuales)siempre y cuando el investigador sepa superar losbloqueos de comunicación (lingüísticos,culturales) y las brechas de comportamiento,hábito y gesto inconsciente que marcan –más queningún elemento discursivo o consciente– lasrelaciones de asimetría social y cultural en elcontexto de situaciones coloniales. Elemento cru-cial de este postulado de simetría será también ladisponibilidad del investigador a sujetarse al con-trol social de la colectividad “investigada”: estecontrol se refiere no sólo al destino que tendrá elproducto final de la investigación, sino alcompartir los avatares de todo el proceso, desde laLa historia oral en este contextoes por eso mucho más que unametodología “participativa” o de“acción” (donde el investigador esquien decide la orientación de laacción y las modalidades de laparticipación): es un ejercicio co-lectivo de desalienación, tantopara el investigador como para suinterlocutor. Si en este proceso seconjugan esfuerzos de interacciónconsciente entre distintos secto-res: y si la base del ejercicio es elmutuo reconocimiento y la hones-tidad en cuanto al lugar que seocupa en la “cadena colonial”, losresultados serán tanto más ricosen este sentido.selección de temas, el diseño de las entrevistas, elsistema de trabajo, la devolución sistemática detranscripciones y las finalidades o usos de losmateriales resultantes.Resulta obvio que la modificación de lostérminos y sentidos metodológicos de lainvestigación alcanzarán también a los métodosde exposición de resultados finales. Los materialesllamados de “educación popular” utilizados confrecuencia por las instituciones, implican unadefinición unilateral decontenidos atribuidosexternamente a lo “popular”.Muchos de estos materialesrevelan un gesto abierto depaternalismo criollo, alreproducir interpretacionesoficiales de la historia en versión“popularizada”, convertida enmensaje digerible para un“pueblo” al que se presuponesimple, despojado de todasutileza conceptual o lingüística.
image/svg+xml22BIBLIOGRAFÍABorges, Jorge Luis, “El Etnógrafo”, en Obras Completas, BuenosAires, Emecé, 1974.Ferrarotti, Franco, Histoire et histoires de vie: la méthodebiographique dans les sciencies sociales, París, Libraire desmeridiens, 1983.Garavaglia, J. Carlos, “Introducción”, en Assadourian et al.Modos de producción en América Latina,Córdoba, Cuadernos dePasado y Presente, 1973.Males, Antonio, Vilamanta Ayllucunapac punta causai. Historiaoral de los Imbayás de Quinchuqui-Otayalo, 1900-1960. Quito,Abya-Yala, 1985.Mamanli, Carlos, “Historia y prehistoria: ¿dónde nosencontramos los indios?”. Ponencia para el Congreso Mundialde Arqueología. Londres, 1-7 septiembre, 1986.Montoya, Rodrigo, A propósito del carácter predominantementecapitalista de la economía peruana actual, Lima, Teoría yRealidad, 1984.Moser, H., “La investigación-acción como nuevo paradigma delas ciencias sociales”, Punta de Lanza, 1978.Murra, John, Formaciones Económicas y Políticas del MundoAndino, Lima, IEP, 1975.Platt, Tristan, Espejos y maíz: temas de la estructura simbólicaandina, La Paz, CIPCA, 1976.Estado boliviano y ayllu andino, Lima, IEP,1982.Punta de Lanza, Simposio Mundial de Cartagena, Crítica yPolítica en Ciencias Sociales, Bogotá, Punta de Lanza, 1978.Rivera C., Silvia,Política e ideología en el movimiento campesinocolombiano: el caso de la ANUC, 1982.(Asociación Nacional deUsuarios Campesinos).CINEP, Bogotá.— “Memoria colectiva y movimiento popular: notas para undebate”. En: Bases, Nº 1. México, 1982a.— “Oprimidos pero no vencidos: luchas del campesinadoaymara y Qhechwa de Bolivia, 1900-1980”, La Paz,HISBOL,1984. Reeditado en la colección participación del Instituto deInvestigaciones de las Naciones Unidas para el DesarrolloSocial. Ginebra (1986).— “Movimiento Katarista, Movimiento Indianista:contrapuntos de un proceso ideológico” en Boletín ChitakollaNº 15, La Paz, 1984a.Tandeter; Enrique, “Sobre el análisis de la dominación colo-nial”, en AvancesNº. 1, La Paz, 1978.THOA (Taller de Historia Oral Andina), El indio Santos MarkaT’ula, Cacique Principal de los ayllus de Qallapa y apoderado generalde las Comunidades originarias de la república, THOA-UMSA, LaPaz, 1984.Thompson, Edward P., “La economía moral de la multitud enla Inglaterra del siglo XVIII” en Tradición, revuelta y conciencia declase, Barcelona, Crítica, 1978.Uribe, Carlos A., “La etnología colombiana en la década de los70”, en El sujeto como Objeto de las ciencias sociales, Bogotá,CINEP y Sociedad Colombiana de Epistemología, 1978Wachtel, Nathan, Sociedad e ideología, Lima, IEP, 1973.NOTAS1Los contenidos de esta ponencia han surgido de innumerablesdiscusiones internas con los compañeros y compañeras delTaller de Historia Oral Andina, en sesiones de reflexión yautocrítica sobre nuestro trabajo con comunidades andinas ysectores artesanales urbanos. Aunque me hago responsable dela sistematización presentada, cabe recalcar la dinámica colec-tiva que dio origen a muchas de estas ideas.2 En otros trabajos (Platt, 1982), Platt desarrolla un nuevoenfoque de “antropología histórica” que da cuenta de estosprocesos.3Este artículo fue publicado en la revista Temas Sociales, de laCarrera de Sociología de la UMSA, La Paz, en 1987.Si, por el contrario, las comunidades ymovimientos investigados participan activamenteen todas las fases de la investigación, sedescubrirá la complejidad y riqueza de los modosde pensamiento y visiones de la historia quegeneran los propios actores en su experiencia vi-tal. Más allá de la “popularización de la historia”,que refuerza la lógica instrumental y lamanipulación ideológica del investigador, nosaproximaremos entonces a la desalienación ydescolonización de la historia.3
image/svg+xml23traduccionesO potencialepistemológico eteórico da HistóriaOralSilvia Rivera CusicanquiO trabalho de oficina sobre História Oralandina, foi uma tentativa de por emprática as exigências na recuperação dosmovimentos indígenas. Foram avaliadosneles os comportamentos e práticasquotidianos, sem esquecer que a brechaentre o que se diz e o que se faz é umtraço central da ação política.Assim, a história oral india permitedescobrir as percepções sobre a ordemcolonial e os requisitos morais que delasurgem sendo a crítica feita não somenteà ordem, mas à toda idéia acidentalsobre a história.Le potentielépistémologiqueet théorique del'histoire oraleSilvia Rivera CusicanquiLe travail de l'atelier d'histoire orale andine aété une tentative de mettre en pratique lesexigences de récupération des mouvementsindiens.Les comportements et les pratiquesquotidiennes ont été évalués à l'intérieur decet atelier, sans oublier que la brèche entrece qui est dit et ce qui est fait est un traitcentral de l'action politique.La fonction remplie par le mythe en tant quemécanisme interprétatif des situationshistoriques qui contribuent à renforcer laconscience de la légitimité de la lutte indiennea eu une importance capitale.Ainsi l'histoire orale permet-elle de découvrirles perceptions sur l'ordre colonial et sur lesconditions morales surgissant de celle-ci, lacritique étant non seulement envers l'ordrecolonial mais aussi à toute l'idée occidentalesur l'histoire.The potentialepistemological andtheoretical of the oralhistorySilvia Rivera CusicanquiThe work of workshop or oral andeanhistory, it was an attempt of putting intopractice the requirements of recovery ofthe indian movements.The behaviors and daily practices wereevaluated in it, without forgetting that thegap between what it is said and what isdone is a central feature of politiciangesticulates.Principal importance had the function thatfulfills the myth as interpretive mechanismof the historical situations that they help toreinforce the conscience of legitimacy ofthe indian struggle.This way, the oral indian history allows todiscover the perceptions on the colonialorder and the moral requirements thatfrom it arise being the critique not only tothe colonial order but to the whole westernidea on the history.23