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18
Aportes de los
relatos orales
para el estudio
de la Frontera Sur,
provincia de Córdoba
(siglo XIX)
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19
la que contamos para su estudio. Ello responde
al hecho de que la historia oficial de los últimos
120 años negó, silenció y olvidó los relatos
sobre ese pasado. Sin embargo, pese a estas
dificultades, aún es posible obtener algunos
testimonios orales, y éste es el caso de la
historia de vida de Celso Ca-
ballero, un cautivo de los
ranqueles allá por la década
de 1870. El relato actual de
uno de sus nietos permite
analizar varias cuestiones
vinculadas con la
reconstrucción del pasado
desde la oralidad. En primer
lugar, nos alerta sobre los
cuidados metodológicos que
como investigadores debemos
tener cuando incorporamos
narraciones orales para
analizar períodos bastante
alejados del presente, en tanto
éstas han sido objeto de
sucesivas reconstrucciones,
correspondientes al
imaginario de épocas
diferentes. En segundo lugar y
como complemento de lo ante-
rior, da cuenta sobre las
diversas fuentes que sustentan
estos relatos: en este caso par-
ticular cartas de sus familiares
que reclamaban por él a un
misionero franciscano,
noticias aparecidas en los diarios de la época, la
historia que el mismo ex cautivo le contó a un
pariente muchos años después y que éste
publicara en una revista en la década del 30. En
tercer lugar, si consideramos la historia de este
cautivo no como mero reflejo de la sociedad
fronteriza sino como parte constitutiva de la
misma, podremos reconstruir en forma global
tanto la dinámica de la
Frontera Sur
como el
proceso de su desaparición.
El enfoque biográfico interpretativo en la investigación
socio-histórica
Autoras
Marcela Tamagnini
Graciana Pérez Zavala
Departamento de Historia, Facultad de
Ciencias Humanas, Universidad Nacional
de Río Cuarto.
Aportes de los relatos orales para el estudio...
Hablar de la Frontera Sur es hacer
referencia a malones indígenas e
invasiones “cristianas”, fortines de
barro que había que reconstruir
después de las lluvias, milicias
miserables condenadas durante
años al servicio de la frontera sin
recibir pago alguno, indios presos
y cautivos blancos. De algunos de
esos temas poco sabemos en
tanto que a otros hemos preferido
olvidarlos. La patrimonialización
que se ha efectuado a lo largo del
siglo XX ha contribuido sin duda a
ello, pudiendo observarse en va-
rios pueblos y ciudades de la re-
gión íconos (cañones, monumen-
tos al indio, reconstrucciones de
fortines, mangrullos, carteles) que
rememoran ese pasado. Sin em-
bargo, esta reconstrucción es
sumamente fragmentada, en tanto
la historia oficial resaltó algunos
eventos en detrimento de otros.
Introducción
Cuando a los hombres y las mujeres que
viven en el Sur de Córdoba se les pregunta sobre
el pasado de su región, muchos son capaces de
remitirse a la presencia de indígenas en este
territorio y a la lucha que se desató contra éstos,
más precisamente a la historia
de la
Frontera Sur
. La misma dio
forma a una institución de
larga duración en la cual
confrontaron durante más de
350 años dos sociedades
organizadas de maneras
totalmente diferentes. Aunque
la negociación y los tratos
pacíficos no estuvieron
ausentes, fue básicamente un
espacio de conflicto. Hablar de
la
Frontera Sur
es hacer
referencia a malones indígenas
e invasiones “cristianas”,
fortines de barro que había que
reconstruir después de las
lluvias, milicias miserables
condenadas durante años al
servicio de la frontera sin
recibir pago alguno, indios
presos y cautivos blancos. De
algunos de esos temas poco
sabemos en tanto que a otros
hemos preferido olvidarlos. La
patrimonialización que se ha
efectuado a lo largo del siglo XX
ha contribuido sin duda a ello,
pudiendo observarse en varios pueblos y
ciudades de la región íconos (cañones,
monumentos al indio, reconstrucciones de
fortines, mangrullos, carteles) que rememoran ese
pasado. Sin embargo, esta reconstrucción es
sumamente fragmentada, en tanto la historia oficial
resaltó algunos eventos en detrimento de otros.
Como en la región quedan escasos relatos
orales de lo que pasó en la frontera, los
documentos escritos son la principal fuente con
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El trabajo está organizado en tres partes.
Primero, describimos las características del
cautiverio entre los indígenas pampeanos,
haciendo especial hincapié en el de Celso.
Luego analizamos el relato de Carlos, nieto del
cautivo y, finalmente, examinamos los tipos de
fuentes que sustentan su relato.
1. La reconstrucción
histórica del cautiverio
La historiografía argentina ha tergiversado
y silenciado en forma reiterada el cautiverio de
hombres y mujeres “cristianos” entre los
indígenas pampeanos. Actualmente, es
conocido el hecho de que, desde principios del
siglo XVIII, la mayoría de los grupos indígenas
incluían en su población
algunos cautivos. Estos
constituyeron un punto clave
del conflicto interétnico, por el
cual se iba a la guerra o se
mantenía la paz. Mientras
algunos se quedaron a vivir en
el “desierto”, otros escaparon y
por otros se pagaron importan-
tes rescates. A través de ellos,
los indígenas negociaron su
conflictiva relación con la
sociedad “cristiana”, dando
materialidad a una de las
formas de intercambio más
singulares, en tanto involucró
vidas humanas (Mayo, 1999;
Operé, 2001). Con respecto a
las funciones que éstos
desempeñaban en la “tierra adentro”, existen
diferentes posiciones. Por una parte, se destacan
los enfoques que llaman la atención sobre los
aspectos económicos de esta práctica. Así, por
ejemplo, tanto Mandrini (1986) como Palermo
(1994) sostienen que las múltiples facetas del
papel de las cautivas se comprenden mejor si
atendemos a la importancia económica que las
mujeres tenían en la sociedad indígena, donde
si bien la poligamia era aceptada, sólo caciques
y capitanejos podían proporcionarse más de
una esposa. Incapaces de reunir una dote, la
guerra les permitía acceder a una esposa o
concubina cautiva cuyos hijos tendrían el
mismo estatus que cualquier otro miembro del
grupo, eludiendo así la necesidad de su
desembolso. El hecho de que se transformaran
en esposas preferidas de sus captores y madres
de una numerosa descendencia, planteaba el
problema de la “devolución”, ya que separar a
los “cautivitos” de los indígenas se tornaba
complejo, puesto que los lazos eran muy fuertes.
A su vez, los cautivos formaban parte de la red
de intercambios en el ámbito de circulación que
habían constituido los indígenas del sur –que
iba desde el Atlántico hasta el Pacífico– y
estaban incluidos en el flujo de bienes que
comerciaban con otros aborígenes (Mayo y
Latrubesse, 1996:86). Los cautivos eran
propiedad individual, e individualmente los
intercambiaban o vendían a otros indígenas.
Generalmente pertenecían a las jerarquías
(sobre todo caciques o indios lanzas), lo cual
señala que la apropiación dependía del rol y
estatus y, al mismo tiempo, actuaba como
refuerzo del poder, y era un
hecho definitorio de la suerte
del cautivo su edad y estado
físico. Sin embargo, su
importancia va mucho más allá
de las transacciones
económicas, adquiriendo valor
de capital simbólico en tanto
roza aspectos vinculados con
las estrategias de “adaptación
cultural” de la sociedad
indígena que pretendía
aprehender los saberes del
otro, estableciendo líneas de
relaciones entre ambas
sociedades (Néspolo, 1999). En
ese marco, mientras Operé
(2001) considera que se trataba
de una actividad de acoso que
los indígenas realizaban como parte de su
estrategia de resistencia, Mayo y Latrubesse
sostienen que las dilatadas maniobras y
regateos a que daba lugar su rescate encerraban
en sí mismos una instancia diplomática a través
de la cual los indígenas pretendían demostrar la
existencia de una actitud amistosa y favorable a
las negociaciones.
Más allá de la perspectiva desde la cual el
tema sea estudiado, lo cierto es que en los con-
fines de ambas culturas, el cautivo no era
solamente una mercancía. Mientras su
intercambio se veía interrumpido en tiempos de
guerra, se transformaban en un tema clave
cuando se acordaba la paz, y una de las
exigencias del gobierno era la devolución de los
“cristianos” que estuvieran en poder de los
indígenas quienes, a su vez, solían llevar
cautivos a los fortines como regalo para las
Los cautivos eran propiedad
individual, e individualmente los
intercambiaban o vendían a otros
indígenas. Generalmente
pertenecían a las jerarquías
(sobre todo caciques o indios
lanzas), lo cual señala que la
apropiación dependía del rol y
estatus y, al mismo tiempo,
actuaba como refuerzo del poder,
y era un hecho definitorio de la
suerte del cautivo su edad y
estado físico.
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21
autoridades. Al mismo tiempo, cuando era
detenido algún indígena importante, sus
familiares ofrecían cautivos para su rescate. La
mayoría de ellos había nacido en proximidades
de la frontera y pertenecía a los estratos más
bajos de la sociedad rural. El objeto preferente
de los malones fueron las mujeres y los niños en
tanto que el destino de los hombres y ancianos
era ser atados o abandonados. Muchos cautivos
rescatados habían estado tanto tiempo en las
tolderías, que al regresar ya no hablaban
castellano y, en el caso de los niños, extrañaban
la vida tribal.
Uno de los cautivos de la
Frontera Sur
fue
Celso Caballero. En noviembre de 1872, cuando
tenía aproximadamente 12 años, fue tomado
prisionero por una pequeña
partida de ranqueles en las
proximidades de Ballesteros,
provincia de Córdoba. Desde allí
fue llevado hasta las tolderías de
Leubucó, en donde vivía el ca-
cique Mariano Rosas, y luego a
las de Pincén, al este de las
anteriores, limitando con la
provincia de Buenos Aires. En
ese espacio creció y participó de
la vida indígena. En momentos
de la
Conquista del Desierto
huyó
hacia el sur con las diezmadas
fuerzas indígenas, buscando
finalmente refugio en Chile. Allí
permaneció hasta 1890, año en el
que decidió volver a su pueblo
natal, donde vivió hasta su
muerte acaecida en 1938.
La reconstrucción precedente fue realizada
teniendo en cuenta fuentes documentales (cartas y
periódicos), así como también los relatos del
propio Celso y de su nieto Carlos. En los apartados
siguientes examinamos esta cuestión en detalle.
2. El cautiverio de Celso según
el testimonio de su nieto
En octubre del año 2001 accedimos a la
historia del cautiverio de Celso contada por su
nieto Carlos. Su testimonio registra una serie de
dificultades desde el punto de vista metodo-
lógico principalmente porque Carlos, al
contarnos la vida de su abuelo, nos relató
simultáneamente tres o cuatro historias
homólogas y entrelazadas, es decir, la de su
abuelo (fuertemente atravesada por lo que
nuestro informante escuchó en su familia pero
también por todo lo que éste le agregó a partir
de su propia investigación bibliográfica y docu-
mental); la de su padre que continuamente se
negó a hablar de Celso, la de sus tíos y la suya
propia. En este sentido y siguiendo a Bordieu
(1995:152) podemos decir que como la lógica del
relato descansa en la ambigüedad permanente
–producto de que estas historias son
intercambiables y no se puede establecer
rápidamente quién es el que verdaderamente
habla cuando lo está haciendo Carlos– no
existen las historias de vida lineales con las que
suelen conformarse los sociólogos, sino que
éstas son totalmente artificiales. Por esta razón,
nuestro análisis de los relatos sobre Celso parte
de la distinción entre los acontecimientos de la
sociedad fronteriza y su
proyección en el tiempo según
los procesos de control y de
disciplinamiento social que
sobre ella acaecieron.
El testimonio de Carlos
está cruzado por la negación, el
silencio y la búsqueda del
olvido. En este sentido “el
silencio no es una mera
ausencia: puede ser el acto de
eludir la responsabilidad de
mantener la memoria que
sostiene el mundo. Olvido, me-
moria y responsabilidad se
interpenetran y forman el
sustento más sólido en que se
edifica lo humano”. Ello es así
porque “la vida de los hombres
se edifica sobre algunos silencios. Silencios, es
decir, voluntad de olvido que a veces es deseo
de que otros olviden lo que uno no puede
olvidar” (Schmuclear, 1995:51-52). En este
marco Susana Rotker, en su libro
Cautivas.
Olvidos y memoria en la Argentina
, sostiene que
hablar de olvido puede resultar una trampa:
sólo se olvida desde el presente, sólo se olvida
lo que hemos conocido. El olvido tendría, en este
caso, dos instancias: una, la de la generación
poseedora del pasado que no la transmitió a la
siguiente; otra, la de las generaciones
posteriores que –voluntaria o pasivamente, por
indiferencia o rechazo– se negaron a reconstruir
y reproducir esas mismas zonas del pasado.
Silencio y negación son el ejercicio activo del
olvido. Desde esta perspectiva, la autora postula
que el silencio ha tenido consecuencias
asombrosas para toda forma de heterogeneidad
(...)
sólo se olvida desde el
presente, sólo se olvida lo que
hemos conocido. El olvido
tendría, en este caso, dos ins-
tancias: una, la de la
generación poseedora del
pasado que no la transmitió a la
siguiente; otra, la de las
generaciones posteriores que
–voluntaria o pasivamente, por
indiferencia o rechazo– se
negaron a reconstruir y
reproducir esas mismas zonas
del pasado.
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en la Argentina. Al respecto, hay un
significativo juego de espejos que se repite: no
sólo tenemos a los “desaparecidos de 1870”
como los llamó David Viñas, sino que la
costumbre de “desaparecer” franjas sociales que
no se corresponden con la imagen que la nación
quiere tener de sí, remite también a los miles que
desaparecieron un siglo después durante la
llamada guerra sucia de la última dictadura
militar (Rotker, 1999:54).
En este aspecto, en el relato de Carlos se
destaca como central la desvalorización de la
historia del cautivo, situación que se hace
explícita tanto en el ámbito social como en el
familiar. En el primero, porque luego de regresar
a Ballesteros, Celso fue denominado por los
vecinos “el indio” (mote que también heredó su
hijo Sergio, el padre de Carlos), de modo que el
pasado en la “tierra adentro” se proyectó en su
vida y en la de su familia como una marca
imborrable. A este estigma se sumó la
desautorización del relato de Celso sobre las
injusticias cometidas por el ejército contra los
indios y los gauchos que hizo un militar que
participó en la Conquista del Desierto. Esta
impronta social de negación del cautiverio
impactó sobre la familia de Celso haciendo que
las narraciones sobre el pasado indígena fueran
relegadas a un segundo plano: el de las anécdo-
tas familiares o, peor aún, el del silencio.
La historia del cautiverio de su abuelo llegó
a Carlos a través del testimonio de una tía
abuela y, posteriormente, de un tío.
La única que hablaba de, digamos de Celso
cuando era chico, era mi tía abuela, una cuñada de
Celso, Liberia Pereyra de Juárez, que fue la que
despertó en mí el interés por buscar los datos, es
decir, la que me dio la certeza de que en algún lado
había datos. Porque me contaba cosas y ella ya estaba
muy viejita y tenía una amnesia
(...)
Yo iba con mi
padre todos los veranos a pasar una semana a la casa
de la tía que era la única parienta viva que le había
quedado a mi padre. Mi tío, el hermano de papá
también venía de Rosario. O sea que sus vacaciones
se pasaban ahí, donde estaban sus amigos y donde,
en Ballesteros Sur donde yo tuve el primer contacto
con esa noticia porque a mí siempre me llamó la
atención de chiquito que a mi papá que era una per-
sona, siempre fue una persona muy seria, reservada,
los amigos le decían el Indio
.
Más adelante Carlos agrega, reconstruyendo
parcialmente el relato de uno de sus tíos:
(...)
Mi tío Celestino me contaba… Papá, dice,
venían los muchachos luchaban y luchaban que el
indio, que esto, que lo otro, qué sé yo, y entonces, en
una oportunidad, dice, él siempre se reía y los
dejaba, dice, dejalos hijo, los muchachos… son
muchachos. Pero en una oportunidad se ve que mi
abuelo, decía el tío, se ve que papá tenía ganas de
jugar también o le pareció bien… Entonces dice,
bueno, bueno, a ver, busquen ustedes todos un palo,
como si fuera un facón y rodéenme. Y entonces,
todos, claro, la gran noticia, había que pelear contra
el indio. Entonces, dice, papá se buscó una tacuara
que tenían, yo no sé si para limpiar el techo, para
qué, pero que era una tacuara de lindo tamaño. (...)
Bueno, los muchachos se le venían todos juntos. Y
dice, ustedes me tienen que golpear con un palo en el
pecho o en la espalda. Y dice, y papá, entonces
Celestino me hace la representación a su vez con un
palo de escoba, no me acuerdo con que lo que era, él
tenía también la rama larga. Abrió los pies, pasó la
lanza entre los pies y luego puso las piernas en línea
paralela a la lanza y entonces con la mano iba
bamboleando la punta, ¿no cierto?, bamboleando la
punta, pero con el talón la corría violentamente de
lugar, y entonces cuando estaba mostrándole la
punta de la lanza a alguno, el otro se le venía de
atrás de la espalda, mi abuelo, dice mi papá con el
talón inmediatamente le hacía un giro y el que se
arrimaba, se encontraba, dice, que tenía la lanza en
medio del pecho. Y no le pudieron pegar.
Diversiones que tenía él.
Siguiendo el relato de Carlos, es posible
advertir que en el ámbito familiar se
mantuvieron diversos recuerdos sobre la vida de
Celso en las tolderías. Ello fue posible porque el
propio Celso, en algunas ocasiones, procuró
mostrar a sus familiares lo que había aprendido
en la “tierra adentro”, y, a su vez porque éstos
continuaron trasmitiendo (inclusive con
representaciones) las habilidades guerreras que
Celso adquirió cuando era cautivo. Los
comentarios familiares no sólo reprodujeron el
cautiverio de Celso y su vida posterior sino
también los prejuicios sociales en torno a
quienes habían vivido en el “confín”: el cautivo,
al aprender las destrezas de los indígenas se
convirtió en uno de ellos, perdiendo así su
condición de “blanco”. Desde esta perspectiva,
para los hijos de Celso, especialmente para el
padre de Carlos, el problema no era el recuerdo
del cautiverio sino la marca de ser denominado
“el indio”.
En varias oportunidades, Carlos indicó que
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su conocimiento sobre el cautiverio de su abuelo
provenía de sus tíos, en tanto su padre se
negaba a hablar del tema:
Lo que pasa es que para mi papá era un tema
tabú (...) Tabú, Tabú. Cosa que no era para ni mi tío
Caballero ni para ninguno de mis tíos Juárez (...) el
respeto que yo le tenía a mi padre eh… nunca me dio
pie para preguntarle che papá ¿por qué te dicen el
indio?
Sin embargo, a lo largo de la entrevista,
Carlos mencionó datos que le fueron transmi-
tidos por su padre:
Sí, sí sí. Él
[Celso]
participó
de varios malones. Entonces mi
padre me contó, después
de mucho
insistir y después de hablar con el
periodista Miguel Andrei acá en
Villa María, un día lo vuelve a
visitar (...) Se ve que había estado
hurgando en su memoria,
entonces le dice
[a un hermano
de Carlos]
cuando veas al
periodista contale que mi papá
una vez sabía contar que hicieron
un gran malón a la provincia de
Buenos Aires donde había una
inundación y él volvía y se
tuvieron que separar, y él volvía
con un compañero sólo, porque los
venía persiguiendo el ejército, y
entonces se encuentran con un río
muy grande
–
debe haber sido un arroyo
–
que venía
muy muy crecido y entonces se tiran los dos, el
compañero no salió y papá sí y logró seguir. Y
después dice: en otra oportunidad también cruzaban
el desierto pero era una sequía espectacular (...)
El silencio del padre de Carlos no equivale a
olvido. Por el contrario, éste tenía muy presente
la historia de Celso, sólo que prefirió renegar de
ella tanto en el plano familiar como en el
público.
3. Las fuentes escritas
La fragmentación de las crónicas orales
sobre el cautiverio de Celso incentivó a Carlos a
buscar información en documentos escritos.
Para ello, revisó partidas de defunción al tiempo
que visitó archivos provinciales y bibliotecas
especializadas, empezando así a reconstruir el
cautiverio de su abuelo:
El mismo Celso lo dice. Los padres eran
puesteros y él, estaba en el momento que se lo llevan
cuando tenía 15 años, en realidad ahí dice en la carta
15 años, en el libro dice que fue en 1860 y no es
ninguna de las dos cosas. Se lo llevan de 12 años.
(...) la relación la hago porque cuando yo leo la
partida de defunción veo la edad y a su vez cuando
veo la partida de defunción de mi bisabuela, ahí se
presenta Celso, de tal edad. O sea que más o menos se
puede hacer una relación. (...)
yo mismo entraría a
encontrar el
Eco de Córdoba
, me han mandado
recortes del diario
La Prensa
, entonces, he hablado
con gente de Villa Nueva de cómo estaba organizado
el Regimiento, el 7 de Infantería del Interior que en
un momento acá fue comandado por Roca.
El fragmento citado hace
referencia a las conjeturas que
fue elaborando Carlos a partir
de las fuentes documentales
que consultó: el relato del
propio Celso publicado en la
revista
Nativa
(posteriormente
reproducido en un libro), los
periódicos de época (
El
Eco
de
Córdoba
,
La Prensa
) y las
cartas
,
es decir, la correspondencia de
frontera que está localizada en
el Archivo Histórico del
Convento de San Francisco de
Río Cuarto referida a Celso. A
continuación describimos por
separado cada una de estas
piezas documentales.
3.a. El relato de Celso
en la revista
Nativa
En 1950 Francisco Javier Rojo y Andrés
Ivern compilaron una serie de escritos
dispersos, con forma de narración histórica, de
autoría de Ricardo Caballero, en un libro
denominado
Páginas literarias del último caudillo
.
En palabras de los compiladores, esta obra fue
escrita “con la intención de resaltar la gesta de
los pobladores criollos que en el medio hostil
creado por su aislamiento de los grandes
centros, mantuvieron las fronteras de la
civilización, en los tiempos en que cada estancia
era un fortín cristiano” (Rojo e Ivern, 1950:6).
Dentro de esta compilación se encuentra un
apartado denominado “El cautiverio de Celso”
que resume la historia de vida de Celso Caba-
llero, transcripta por Ricardo Caballero y
publicada por éste por primera vez en la revista
Celso fue denominado por los
vecinos “el indio” (mote que
también heredó su hijo Sergio, el
padre de Carlos), de modo que el
pasado en la “tierra adentro” se
proyectó en su vida y en la de su
familia como una marca imborra-
ble. A este estigma se sumó la
desautorización del relato de Celso
sobre las injusticias cometidas por
el ejército contra los indios y los
gauchos que hizo un militar que
participó en la Conquista del
Desierto.
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24
Nativa
de Buenos Aires en diciembre de 1936.
Desde el punto de vista metodológico, el
relato del cautivo que nos ofrece
Nativa
tiene un
doble carácter: por un lado, hoy tenemos la
posibilidad de apreciarlo como un documento
histórico, como testimonio de un pasado que
procuró ser reconstruido en la década de 1930 y
que, justamente ahora, a la luz de una nueva
investigación, implica una nueva puesta en
valor de lo sucedido, en tanto es recuperado y
“ordenado” dentro del conjunto de testimonios
que hacen referencia al cautiverio de Celso
(cartas de frontera, diarios de época, testimonio
del propio nieto). Es decir, consideramos al
relato que aparece en
Nativa
como un
documento histórico. Pero, por
otro lado, no debemos olvidar
que la narración de
Nativa
se
construyó a partir de una
entrevista –bajo la forma de
historia de vida– que le hizo el
Dr. Ricardo Caballero a Celso,
y que luego el primero
transformó en escrito.
La narración de Celso está
centrada en el nivel de
integración a la vida tribal, el
favor con que contaba por
parte de los caciques, el
desdibujamiento de la frontera
a partir de la Conquista del
Desierto
,
la huida de las
parcialidades hacia Chile, la
situación indígena en ese país
y, finalmente, el regreso de Celso al sur de
Córdoba. En lo que respecta al primer tópico, se
observa una importante valoración de la vida en
la “tierra adentro”, inclusive Celso se define a sí
mismo como indígena:
El indio a quien servía me utilizaba en los
trabajos de campo, en los que yo era entendido, y
salvo la amenaza de matarme si intentaba huir, me
trató sin rigor y casi con afecto. Poco a poco, sentí
penetrar en mi, el encanto de aquella vida,
transformándome en un indio completo; aprendí la
hermosa lengua araucana; fui maestro en el manejo
de la lanza, hasta distinguirme en los bárbaros
simulacros; hice mi toldo, aré las chacras que me
entregaron, cuidé mis tropillas, y participé de los
peligros y de las alegrías de las tribus. Con los años
el recuerdo de la tierra cristiana iba borrándose de
mi memoria. La imagen de mi madre, que otros
cautivos me decían la habían visto en la capillita de
Ballesteros, rezando por mi vuelta y pidiendo a Dios
por mi vida, enternecía mi alma endurecida por la
existencia en el desierto.
Más adelante, se refiere a su estadía en
Chile de la siguiente manera:
Presencié allí, la llegada de los indios
proscriptos y vencidos. Es uno de mis más
emocionantes recuerdos, venían, veníamos, mejor
dicho, cubiertos de harapos y de heridas
emponzoñadas por el frío, sobre caballos que se
arrastraban como sombras. Fuimos recibidos con
cariño. Cuando los vencidos pronunciaban sus
nombres, los indios más viejos de las tribus chilenas,
centenarios algunos, establecían en
alta voz, los lazos de familia que
los unían a ellos. (...) Enternecido
por sus propios recuerdos, Celso se
detuvo un momento y prosiguió su
relato con visible amargura. Yo
viví entre los indios de Arauco
hasta 1890. Cansado de la
opresión que los gobiernos de
Chile empezaban a ejercer sobre
las tribus, tomé la resolución de
volver a lo que ingenuamente
llamaba yo mi tierra.
El testimonio de Celso
adquiere valor en tanto permite
complementar una serie de
datos presentes en la
documentación del siglo XIX
sobre el cautiverio. Ante la marginación,
muchos cautivos prefirieron no regresar,
adaptándose a la forma de vida de las tolderías.
Pero además, esta puesta en valor de la vida
tribal tiene que ver con la melancolía y la
tristeza que le causaba la constatación de que la
lucha entre el indio y el gaucho, disputándose el
dominio de la pampa, no había beneficiado
finalmente a ninguno de los combatientes. Dice
Celso:
Tan paria es el gaucho que formaba los ejércitos
de la Nación, como fue el indio vencido.
Me dijo que
nada le era grato en la tierra a la que tanto había
deseado volver. Han desaparecido los bosques
–exclamó–,
las hermosas lagunas, los campos
abiertos, los bañados, las aves que los alegraban. De
los criollos que fueron mis conocidos, mis parientes,
mis amigos, encuentro ancianos vencidos,
arrinconados en poblaciones miserables
.
Tan paria es el gaucho que
formaba los ejércitos de la Na-
ción, como fue el indio vencido”.
Me dijo que nada le era grato en
la tierra a la que tanto había de-
seado volver. Han desaparecido
los bosques –exclamó–, las her-
mosas lagunas, los campos abier-
tos, los bañados, las aves que los
alegraban. De los criollos que
fueron mis conocidos, mis
parientes, mis amigos, encuentro
ancianos vencidos, arrinconados
en poblaciones miserables.
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25
De la mano del propio Celso, aparece así
casi 50 años después de los acontecimientos que
analizamos, una visión sobre la Campaña al
Desierto que quedó silenciada y que sin em-
bargo emerge casi como un destello, como
fragmento en una historia de vida. Según
Carlos, el texto de Celso en
Nativa
es el único
relato escrito de su abuelo, razón por la cual su
valor es doble: por un lado porque es uno de los
pocos testimonios que quedó registrado y por
otro, porque Celso interpela tanto al entrevis-
tador como a los destinatarios de sus
narraciones, en pos de mostrar cómo se impuso
la historia de los triunfadores del desierto, por
sobre el sufrimiento de quienes fueron vencidos.
3.b. Los periódicos
Cuando le preguntamos a Carlos por el
modo en que había sido cautivado su abuelo,
respondió:
Sí, lo que pasa es que en el puesto se defienden,
como dice el Diario, se defienden con todo,
fieramente, lo logran rechazar. Entonces los indios,
que jugaban fundamentalmente con el factor
sorpresa, cuando el primer ataque es rechazado y el
segundo ataque es rechazado, aparentemente creo que
mataron un capitanejo, un cacique importante...
Saben que la alarma viaja enseguida y entonces
alzaron lo que pudieron y se volvieron. Y en el
camino de volver, cuenta mi abuelo, que él trataba de
regresar a la casa y habían cortado. Cuando los
indios vuelven, lo encuentran a él…
En este texto, es posible apreciar la
reconstrucción que Carlos efectuó de aquel
suceso tomando como referencia por un lado, lo
que cuenta Celso (en
Nativa
) y, por otro, la
descripción que efectuó sobre el mismo el diario
El Eco de Córdoba
que, durante los días 16, 17 y
20 noviembre de 1872
1
informó sobre la invasión
indígena ocurrida en cercanías de Ballesteros.
En uno de los reportes se señala lo siguiente:
“VILLA NUEVA Noviembre 17 de 1872 (...) Ayer
recibimos un chasque del Mayor Odesa
avisando que antes de ayer en la tarde el
teniente Márquez marchaba sobre el rastro de
los indios, y que el resto de la fuerza seguía.
Ayer se le mandaron caballos. Creemos que los
indios serán alcanzados porque llevan varios
heridos y entre ellos un capitanejo. El día que
los indios invadieron el Chato atacaron el
puesto de don Ramón Ceballos y recibieron una
buena lección. Los indios en número de 30 se
desmontaron a distancia de cuatro cuadras del
reducto del puesto y encerraron sus caballos en
un corral. (...) En este combate quedaron dos
indios muertos (...) Entonces los indios se
apresuraron a levantarlo y allí fueron heridos
otros. Se retiraron a una chacra en la que
permanecieron hasta la noche que emprendie-
ron su marcha en retirada. Llevan un muchacho
y nada más. Dejaron los caballos que estaban en
la misma chacra que ellos estuvieron”.
2
La información que obtiene Carlos del
diario
El Eco de Córdob
a no sólo le permite
explicar el contexto en el cual su abuelo fue
hecho cautivo, sino que también le ofrece la
posibilidad de corroborar la forma en que el
pasado de frontera aún estaba presente en la
memoria de aquellos pobladores posteriores a
su desaparición:
Porque si usted se fija, yo no sé si le he
alcanzado a dar, pero en el relato que hay en
El Eco
de Córdoba
, el periodista dice que entraron por un
determinado lugar al puesto de fulano de tal y ahí la
familia tal y la familia tal y cuando yo se lo leo a mi
padre, realmente, él sintió un temblor. ¿Por qué?
Porque eran gente que él había conocido (...)
Nuevamente en este caso, la historia de
Celso se cruza con la historia del padre de
Carlos, y en definitiva, de todos aquellos que
sintieron los efectos de la lucha en la frontera.
3.c. Las cartas de frontera
Carlos completó la historia de su abuelo
cuando localizó las
cartas de frontera
. Con este
nombre nos estamos refiriendo a un amplio
conjunto documental (cartas, telegramas,
informes, memorias, pases, etc.) guardados por
los misioneros franciscanos de Río Cuarto en su
archivo conventual. De ese conjunto hemos
publicado en
Cartas de Frontera
(Tamagnini,
1995) un total de aproximadamente 600 piezas,
todas ellas vinculadas con las relaciones entre
indígenas y
cristianos.
En estas misivas, cuyos
autores son los caciques, los misioneros, los
militares y los pobladores fronterizos, se
reconstruyen aspectos muy variados de la
historia de frontera: tratados de paz, malones,
evangelización, racionamiento, sublevaciones
militares, cautivos, refugiados políticos, destino
final de los indígenas después de la Conquista
del Desierto, entre otros. Las voces humanas que
surgen de lo profundo de estos documentos, nos
permiten observar no sólo la conflictividad so-
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26
cial, sino también hasta qué punto la mirada de
aquella sociedad se encontraba impregnada por
el imaginario occidental y cristiano. La
importancia de estas cartas va, entonces, más
allá de las distintas problemáticas de la historia
de frontera que reproducen y reflejan. Siguiendo
a Bechis, podemos decir que ellas forman parte
de la creación de la historia, del devenir de la
sociedad de frontera. En ese sentido, los
individuos a los cuales hacen referencia están
siendo a la vez reflejados y constituidos por
ellas. Estas comprometen, involucran, cambian
el ser-para-otro de los sujetos a los cuales se
refieren (Bechis, 1999:184).
Dentro de ese vasto conjunto se encuentran
las ocho cartas que se refieren al cautiverio de
Celso. Fueron escritas, entre febrero de 1873 y
julio de 1875,
3
en su mayoría en Villa Nueva
(Córdoba). Todas abordan como única temática
el cautiverio de Celso. Cinco fueron escritas a
pedido de los padres en tanto que una lleva la
firma del propio padre del cautivo y la otra está
rubricada por el franciscano fray Tomás María
Gallo. Esta última abunda en una serie de datos
(nombre, edad, antecedentes familiares, rasgos
físicos relevantes, años de cautiverio, manejo de
la lengua castellana) que tienen por objeto faci-
litar su identificación y rescate. Por su interés
descriptivo, la reproducimos a continuación:
Río Cuarto, Febrero 4 de 1873
Mi estimado Padre
El 15 de noviembre del año pasado en el lugar
del Chato fué cautivado un mozo de 15 años llamado
Celso Cavaliero, ñato, pelo negro, de un alto regular,
color trigueño, ojudo y con una cicatriz en el labio
de arriba. Este mozo lee y escribe.
Nemesio, padre del referido niño al pasar yo por
Villanueva me ha encargado mucho que se averiguase
en qué toldo estaba para poderlo enseguida rescatar.
Con este motivo le ruego a Usted que si pasa a
tierra adentro lleve la presente para que por medio
de las señas venga en conocimiento del mozo y me
avise.
Le saludo de corazón
Su afmo S.S.
Fr. Tomás María Gallo.
4
En relación con el cautiverio, es muy signifi-
cativo no sólo el número de cartas registradas
sino el hecho de que todos los actores de la fron-
tera abordan la cuestión. Dentro de las cartas
escritas por los pobladores fronterizos, la mayo-
ría de ellas están vinculadas con esta problemá-
tica, básicamente porque fueron redactadas por
los padres de cautivos o algunos de sus parien-
tes o allegados que reclamaban por ellos. En su
gran mayoría, ellas están dirigidas al padre
Marcos Donati, un misionero franciscano apo-
dado “el Redentor de Cautivos”, porque era el
que se ocupaba de negociar con los ranqueles el
rescate de algunos de ellos. Según las cartas, los
padres de Celso habían reunido $ 30 para pagar
el rescate de su hijo. La mecánica más común
era la siguiente: los familiares solicitaban el
auxilio del misionero, quien luego de negociar
con el indio que lo tenía, a veces lograba recupe-
rarlo. Éste podría ser el caso que nos ocupa, en
tanto los padres apelan a la intermediación del
coronel Carreras y su esposa Justa G. de Carre-
ras, para que actuaran de interlocutores ante el
misionero Donati. El hecho de que los padres
acudieran a Carreras y luego a un señor de ape-
llido Yrigoyen, está haciendo referencia a dos
situaciones diferentes: a) La necesidad de movi-
lizar, ante la adversidad, las recomendaciones
de personas influyentes del medio. b) La incapa-
cidad de los padres de escribir directamente, lo
cual es indicativo del analfabetismo característi-
co de la población rural y de frontera de la se-
gunda mitad del siglo XIX. Como la comunica-
ción se realizaba por un medio escrito (la carta)
era siempre necesario acudir a quienes tuvieran
dominio de la lectoescritura. Por otra parte, ge-
neralmente, se tenían conocimientos sobre el
destino de los cautivos en la “tierra adentro”,
razón por la cual no era difícil conocer su para-
dero. No es extraño entonces que los parientes
de los cautivos supieran la situación económica
del indio que lo tenía en su poder para, a partir
de esta información, deducir si lo vendería o no.
En el caso de Celso, las cartas informan que a
pocos meses del cautiverio, sus padres estuvie-
ron en conocimiento de que los indígenas le ha-
bían cambiado el nombre a su hijo, al que ahora
llamaban “Lucero”. Sobre este último aspecto su
nieto Carlos relató:
Eso me lo dijo mi padre de tanto insistir y en-
tonces me dice: “él se llamaba Villamil”, pero por
qué, ni por nada. Y yo siempre traté de averiguar
por qué Villamil, porque, yo había leído, había bus-
cado “mil” era el apócope de “millá” que quiere de-
cir oro, que, por ejemplo Cañumil era “el de las bar-
bas de oro”, y encontrar un indígena barbado era
muy raro, ¿no cierto? (...) Bien, entonces, luego,
releyendo, releyendo un libro, el segundo libro de
Avendaño, que es “Costumbres de los indios”, enton-
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27
ces habla de qué quiere decir “milla” y hablaba de
otra cosa y decía “toda, no sé cuanto…” por ejemplo,
este… “toda clara” o “toda…”, es decir que milla
quería decir clara, eh… todo y mil oro. Es decir
“todo de oro”. O sea que mi abuelo era de cuerpo
claro, ¿no cierto?, de piel clara, ¿no cierto? Bien.
Y Lucero probablemente por el tema de que haya sido
un chico chico, que a lo mejor le tenían simpatía, que
había andado bien, porque indudablemente él se supo
granjear la simpatía de la gente en función de que no
tuvo, él mismo lo dice, no tuvo la vida horrenda que
tenían (...) los cautivos para todo era terrible porque
el que se… lo dice el Martín Fierro, lo dicen las Me-
morias de Manuel Baigorria.
A partir de este fragmento es posible apre-
ciar los elementos que dan sustento al relato de
Carlos. Pese a indicar que su padre no hablaba
del tema del cautiverio, continuamente hace re-
ferencia a los datos que éste le aportó. Pero Car-
los también indagó en las memorias de persona-
jes que vivieron con los indígenas en la segunda
mitad del siglo XIX (Santiago Avendaño, Ma-
nuel Baigorria y Lucio V. Mansilla), en otros
textos de épocas (Estanislao Zeballos y José
Hernández) y en bibliografía contemporánea
como es el caso de la producción del padre
Durán (1998).
Para finalizar
Al analizar los documentos vinculados con
el tema, Operé (2001:110-111) marca la falta de
interés de los cautivos por contar sus experien-
cias. Forzados por las circunstancias, habrían
revelado tan sólo aquellos aspectos sobre los
que se les interrogaba. Quizás, se avergonzaran
de su condición y se sintieran manipulados por
las autoridades fronterizas. Quizás, el cautive-
rio fue un fenómeno cotidiano que ya no llama-
ba la atención. Lo cierto es que son escasas las
declaraciones que revelan cierta elocuencia o
capacidad para verbalizar las dimensiones de la
experiencia sufrida. En este contexto, la historia
de Celso se torna valiosa, no sólo porque quedó
escrita allá por la década del 30, sino también
porque el propio cautivo procuró trasmitir a sus
hijos sus vivencias en la “tierra adentro”. Pero
además, la singularidad de la historia de este
cautivo se potencia si advertimos que la combi-
nación de diversas fuentes (cartas, historia de
vida, testimonio oral) permiten reconstruir hoy,
más de 100 años después, un aspecto tan signi-
ficativo de la historia de la frontera, que ha so-
brevivido a pesar del silencio y de todas las ope-
raciones de olvido ligadas a él. El cautiverio de
Celso logra así pasar al campo de la historia
como una historia “contra el olvido”, permitién-
donos de alguna manera invertir el planteo que
habíamos hecho al comenzar este escrito.
Por otra parte, resulta sumamente importan-
te estudiar el relato de Carlos sobre la historia
de su abuelo cautivo a la luz de las fuentes que
lo sustentan porque de este modo es posible
identificar los límites y las posibilidades que
ofrecen los testimonios de hombres y mujeres
actuales que procuran recuperar su pasado de
frontera. La primera dificultad estaría dada por
la fragmentación de los datos de estas narrati-
vas, en especial en aquellos casos en donde la
propia familia negó tener un pasado vinculado
con la frontera. La segunda tiene que ver con el
hecho de que los narradores ponen en boca de
sus parientes palabras o acontecimientos que,
en realidad, son fruto de sus propias interpreta-
ciones. Pese a estos obstáculos, estos relatos po-
sibilitan no sólo conocer el destino de muchos
de los pobladores de la frontera una vez que
ésta llegó a su fin, sino también dar cuenta del
modo en que las generaciones posteriores recor-
daron ese pasado y, en consecuencia, actuaron
como si el conflicto entre indígenas y
cristianos
aún formara parte de sus vidas. En tal sentido,
la siguiente frase de Carlos en referencia al ac-
cionar de sus tíos en Ballesteros sintetiza la mi-
rada de gran parte de los pobladores rurales del
sur de Córdoba:
En la época de jóvenes dice que ellos salían a
visitar gente en los puestos y entonces, siempre,
siempre dice, miraban al sur por si venían los indios.
Eso me quedó así grabado
.
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28
NOTAS
1
Diario
El Eco de Córdoba
. Año XI. Nº 2886. Fecha:
16/11/1872, pp. 2-3; Nº 2887. Fecha: 17/11/1872, pp. 3;
Nº 2897. Fecha: 16/11/1872, pp. 2. En: Archivo Histórico
de Córdoba. Tomo Nº 22.
2
Diario “
El Eco de Córdoba
”. Año XI. Nº 2889. Fecha:
20/11/1872, pp. 2. En: Archivo Histórico de Córdoba,
Tomo Nº 22.
3
Archivo Histórico del Convento San Francisco (AHCSF).
Doc. Nº 287, Rte: fray Tomás María Gallo a fray Marcos
Donati, 4/02/1873, Río Cuarto. Doc. Nº 381, Rte: Justa G.
de Carreras a fray Pío Bentivoglio, 13/01/1874, Villa Nue-
va. Doc. Nº 402, Rte: Gregorio G. Carreras a fray Marcos
Donati, 28/03/1874, Villa Nueva. Doc. Nº 465, Rte:
Gregorio G. Carreras a fray Marcos Donati, 22/04/1874,
Villa Nueva. Doc. Nº 530, Rte: Nemecio Caballero a fray
Marcos Donati, 9/06/1875, Villa Nueva. Doc. Nº 535, Rte:
Manuel Yrigoyen a fray Marcos Donati, 30/06/1875, Villa
Nueva. Doc. Nº 540, Rte: Gregoria J. de Irigoyen a Fray
Marcos Donati, 13/07/1875, Villa Nueva. En: Tamagnini,
1995.
4
AHCSF, Doc. N° 287, Año 1873, Rte: fray Tomás María
Gallo a fray Marcos Donati. Río Cuarto, 4 de febrero de
1873. En: Tamagnini, 1995: 155.
BIBLIOGRAFÍA
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Calfucurá ‘líder total’ de una sociedad sin Estado” en
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de la sociedad a partir del testimonio de los actores
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antropología reflexiva
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Durán, Juan Guillermo,
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Leubucó y Salinas Grandes. En los orígenes de la Basílica de
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siglo XIX”, en Lischetti, Mirta (comp),
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Confines
01,
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Tamagnini, Marcela
, Cartas de Frontera. Los documentos del
conflicto interétnico,
Río Cuarto, Departamento de Publica-
ciones e Imprenta de la Universidad Nacional de Río Cuar-
to, 1995.
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29
traduccione
s
Contribuições dos
relatos orais para
o estudo da Fronteira
Sul, província de
Córdoba
(século XIX)
Marcela Tamagnini
Graciana Pérez Zavala
Hoje, quando aos homens e mulheres que
vivem na região Sul de Córdoba lhes
pergunta sobre o passado dela, muitos são
capazes de remeter-se à presença de
indígenas neste território e à luta que se
desatou contra estes, mais precisamente à
história da Fronteira Sul. Entretanto, esta
reconstrução do passado é extremamente
fragmentado, em tanto a história oficial
ressaltou alguns eventos em detrimento de
outros. Os documentos escritos são a
principal fonte para o estudo da Fronteira
Sul, em tanto na região ficam escassos
testemunhos orais do que é que aconteceu
naquele processo. Isso responde ao feito de
que a história oficial dos últimos 120 anos
negou, silenciou e esqueceu os relatos
sobre esse passado. Mas, com estas
dificuldades ainda é possível obter alguns
testemunhos orais sobre o mesmo, sendo
este o caso da história de Celso Caballero,
um cativo dos ranqueles lá na década de
1870. O relato atual de seu neto permite
analisar várias questões relacionadas com a
história oral. Em primeiro lugar, alerta sobre
os cuidados metodológicos que devemos
ter quando incorporamos testemunhos
orais para analisar períodos bastante
afastados do presente, em tanto estes foram
objeto de sucessivas reconstruções,
correspondentes ao imaginário de épocas
diferentes. Em segundo lugar e
complementando o anterior, adverte sobre a
necessidade de cruzar estes testemunhos
orais com fontes de diversas natureza: neste
caso particular cartas de seus familiares que
reclamavam por ele a um missionário
franciscano, notícias aparecidas nos jornais
da época, a história que o mesmo ex-cativo
contou a um parente muitos anos depois e
que este publicasse em uma Revista na
década de ´30 e, finalmente, o testemunho
atual de um de seus netos. Em terceiro lugar
porque -e se atendermos ao feito de que a
história pessoal deste cativo não é um mero
reflexo da sociedade de fronteira mas sim
pelo contrário, ela está "embutida", "incluída"
na história de fronteira- através de sua
história é possível reconstruir em forma
global o fim da Fronteira Sul.
Apports des récits
oraux à l'étude
de la frontière du
sud, province
de Córdoba
(XIX
ème
siècle)
Marcela Tamagnini
Graciana Pérez Zavala
Aujourd'hui, quand on demande sur le
passé de la région sud de Córdoba aux
hommes et aux femmes qui y habitent,
beaucoup d'entre eux sont capables de se
reporter à la présence d'indigènes dans ce
territoire et à la lutte qui s'est menée contre
ceux-ci, notamment à la l'histoire de la
Frontière du Sud. Pourtant, cette recon-
struction du passé est extrêmement
fragmentée, du fait que l'histoire officielle a
remarqué certains événements au détriment
de certains autres. Les documents écrits
sont la principale source de ce qui est arrivé
dans ce processus. Cela répond au fait que
l'histoire officielle des 120 dernières années a
nié, tu et oublié les récits sur ce passé. Mais,
malgré ces difficultés, il est encore possible
d'obtenir quelques témoignages oraux sur
ce dernier, tel est le cas de l'histoire de Celso
Caballero, un captif des indigènes ranqueles
des années 1870. Le récit actuel de son
petit-fils permet d'analyser plusieurs sujets
liés à l'histoire orale. En premier lieu, il nous
avertit sur les soins méthodologiques que
nous devons avoir quand nous incorporons
des témoignages oraux pour analyser des
périodes assez éloignées du présent, du fait
que celles-ci ont été l'objet de
reconstructions successives, qui
correspondent à l'imaginaire de différentes
époques. En deuxième lieu et à la manière
d'un complément de ce qui précède, il alerte
sur le besoin de croiser ces témoignages
oraux avec des sources de nature variée :
dans ce cas particulier, des lettres de ses
parents réclamant en faveur de lui à un
missionnaire franciscain, des nouvelles
parues dans les journaux de l'époque,
l'histoire que l'ancien captif a raconté lui-
même à un parent beaucoup d'années plus
tard et que ce dernier a postérieurement
publié dans une revue des années 30 et,
finalement, le témoignage actuel d'un de ses
petits-enfants. En troisième lieu, parce que -
et si nous remarquons le fait que l'histoire
personnelle de ce captif n'est pas un simple
reflex de la société de frontière mais que, au
contraire, elle se trouve " encastrée ",
" incluse " dans l'histoire de frontière-, a
travers son histoire, il est possible de
reconstruire de manière globale la fin de la
Frontière du Sud.
Contributions of the
oral statements
paragraph i study that
of the south border,
province of Cordoba
(century XIX)
Marcela Tamagnini
Graciana Pérez Zavala
Today, when the men and women that live
in the region South of Cordoba one asks
about the past of it, many are able to refer
to the presence of indigenous in this
territory and to the struggle that burnt out
against these, more precisely to the history
of the Border South. However, this
reconstruction of the past is extremely
fragmented, whereas the official history
remarked some events to the detriment of
others. The written documents are the
main source for the study of the Border
South, whereas in the region they are few
oral testimonies of all that happened in that
process. It answers to the fact of which the
official history of last 120 years denied, it
silenced and forgot the statements on this
past. But, in spite of these difficulties still it
is possible to obtain some oral testimonies
of the same one, being this the case of the
history of Celso Caballero, the captive one
of the ranqueles as far back as the decade
of 1870.
The current statement of his grandson
allows to analyze several questions linked
with the oral history. First place, it alerts
about the methodological care that we
must have when we incorporate oral
testimonies to analyze periods quite far
from the present, as long as these have
been an object of successive
reconstructions, correspondents to the
imaginary one of different times. Secondly
and complementing the previous thing, he
notices on the need to cross these oral
testimonies with sources of diverse nature:
in this particular case letters from their
families that claimed for him to Franciscan
missionary, news appeared in the diaries of
the time, the story that the very former
-captive tall a relative many years later and
that this one should publish in a Magazine
in the decade of '30 and, finally, the
nowadays testimony of one of their
grandsons. Thirdly because - if we take into
account the fact that the personal history of
captive this one is not a simple reflex of the
society of border - through its history it is
possible to reconstruct in global form the
end of the South Border.
29