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30
El decreto 4161:
la batalla por la identidad
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31
Consideraciones preliminares
La caída del gobierno peronista en
septiembre de 1955 significó la apertura de una
nueva etapa en el conflicto político y social ar-
gentino. El cambio más evidente tuvo lugar en lo
referido al manejo del aparato del Estado; sin
embargo la rapidez con que el movimiento
desplazado del poder dio evidencias de estar
dispuesto a dar batalla, inicialmente de manera
inorgánica, dispersa, acotada a escenarios
locales, puede ser considerada una nota
novedosa en el cuadro. Es posible que, en aquel
momento, para varios de los
actores del proceso, este factor
constituyera incluso una
sorpresa.
Naturalmente, en el
conflicto se libraban
contiendas de orden cultural,
es decir, éste exhibía también
una clara dimensión simbóli-
ca. Para actuar en ese plano de
las disputas –aunque no sólo
en él– fueron construidas
ciertas herramientas por los
gobiernos militares surgidos
del golpe, que serían
heredadas, modificadas y utili-
zadas parcialmente por las
administraciones posteriores a
1958. Entre ellas se cuenta un
conjunto de decretos y disposi-
ciones que, a pesar de su
heterogeneidad, poseían un
rasgo en común: intentaban
desterrar del horizonte político
e institucional, del lenguaje
público –y quizás hasta del
privado–, toda evocación, aún
indirecta, del peronismo y de sus líderes.
Incluyendo desde el cambio de los nombres da-
dos durante el peronismo a los territorios
nacionales provincializados hasta las
transformaciones en la denominación de ciertas
instituciones, y desde la prohibición del uso de
símbolos partidarios hasta la demolición de
algunos edificios asociados con el régimen, pa-
rece haberse desarrollado un gran esfuerzo esta-
tal por impedir aquellas apelaciones y
referencias. El Gobierno Provisional, de este
modo, trataba de intervenir en las disputas
sociales y políticas no sólo con instrumentos
represivos que actuaran directamente sobre esos
dos planos, sino también operando sobre los
aspectos culturales involucrados en ellas. Parte
de este esfuerzo fue muy probablemente activa-
do y luego retroalimentado por las tempranas
muestras que el peronismo ofrecía tanto de que
su retirada de la escena pública no sería
sencilla de lograr como de que vastos sectores
populares continuaban hallando en él su
identidad política. Luego de los primeros meses
posteriores al golpe de Estado, durante los
cuales la prohibición no estuvo formalizada, el
uso de los nombres y de los
símbolos proscriptos se
convirtió todavía más clara-
mente en actos de resistencia.
En marzo de 1956 se
promulgó el decreto 4161 que,
vigente hasta 1964, penaba con
la cárcel a quien tuviera en su
poder fotos de Perón y Eva
Perón, pronunciara sus
nombres o entonara la marcha
peronista; se trata de la más
conocida de todas aquellas
disposiciones. Los peronistas
que por entonces iniciaban su
actividad militante, por otra
parte, han retenido en sus
recuerdos los efectos de esa me-
dida y las respuestas ensaya-
das frente a ella como
circunstancias cruciales para
sus vidas de aquellos tiempos.
De acuerdo con nuestra pers-
pectiva –y es probable que esta
proposición pueda considerar-
se parte de nuestras hipótesis–
no se trataba de un conflicto
acotado al presente: en el caso de quienes se
habían hecho del control del Estado, impedir
que se utilizara un nombre, una imagen o una
canción, o vulnerar esa prohibición en el del
peronismo, eran también modos de “imponer
determinadas interpretaciones del pasado (en
esta ocasión, del pasado reciente), moldear la
memoria y, por tanto, construir identidad so-
cial”.
1
En este trabajo, hemos intentado recons-
truir el impacto que, a través de la memoria de
algunos de esos militantes, tuvo el decreto; cómo
fue recibido, resistido, interpretado y aún hoy
recordado por aquellos a los que estuvo dirigi-
El enfoque biográfico interpretativo en la investigación
socio-histórica
Autora
Catalina Scoufalos
Programa de Historia Oral. Facultad de Filosofía
y Letras. Universidad de Buenos Aires
El decreto 4161: la batalla por la identidad
Naturalmente, en el conflicto se
libraban contiendas de orden
cultural, es decir, éste exhibía
también una clara dimensión
simbólica. Para actuar en ese
plano de las disputas –aunque no
sólo en él– fueron construidas
ciertas herramientas por los go-
biernos militares surgidos del
golpe, que serían heredadas, mo-
dificadas y utilizadas parcialmen-
te por las administraciones poste-
riores a 1958. Entre ellas se cuen-
ta un conjunto de decretos y dis-
posiciones que, a pesar de su
heterogeneidad, poseían un ras-
go en común: intentaban deste-
rrar del horizonte político e
institucional, del lenguaje público
–y quizás hasta del privado–,
toda evocación, aún indirecta, del
peronismo y de sus líderes.
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32
do, como también el esfuerzo estatal por contro-
lar las imágenes del pasado reciente que
circulaban en determinados espacios sociales,
en otras palabras, lo que podemos llamar la
memoria social.
Las fuentes orales
En la tarea que nos propusimos hemos recurrido
tanto a fuentes escritas –prensa partidaria, volantes,
diarios de circulación masiva, decretos, decisiones
judiciales, entre otras– como a testimonios orales,
fruto de 22 entrevistas realizadas entre 2001 y 2003.
El material obtenido ha hecho posible la exploración
de los modos en que antiguos activistas configuran
hoy sus experiencias como iniciales resistentes pero
también la obtención de algunos datos fácticos a los
que hubiera sido casi imposible acceder por otras
vías. Sin ser éste el objetivo principal que
perseguíamos al realizar aquellas entrevistas, esa
información nos ha resultado de utilidad. La
mayoría de nuestras fuentes remiten a procesos
ocurridos en Buenos Aires y Gran Buenos Aires; esa
circunstancia inclinaría a suponer que las
proposiciones que aquí se ofrecen valen
exclusivamente para ese espacio. Si bien debe
reconocerse este límite, hemos trabajado en ocasiones
con el supuesto que indica que los procesos más
importantes de los que intentamos dar cuenta han
tenido también lugar en otros escenarios, cuando
menos, en otros distritos urbanos y con fuerte
presencia trabajadora. Los criterios que guiaron la
selección de los entrevistados apuntaron a obtener
una muestra pareja de hombres y mujeres mayores
de 60 años que hubiesen tenido alguna participación
en la resistencia o hubiesen sido cuadros de segunda
línea; en su mayoría proceden de familias
trabajadoras, y algunos de ellos son pequeños
comerciantes o empleados. En el caso de la muestra
femenina, las entrevistadas que por su edad podían
actuar fuera del ámbito doméstico lo hicieron en
instituciones vinculadas a la salud o en organismos
creados por el régimen peronista, como la Fundación
“Eva Perón” y la Escuela Superior Peronista. A su
vez, creemos necesario señalar que tomamos la
decisión de no realizar entrevistas a reconocidos
dirigentes de esa época, fundados en la convicción
de que sus testimonios responderían a un discurso
más estructurado y estandarizado, de utilidad
relativa en una investigación inclinada a reconstruir
experiencias cotidianas de gente corriente.
En la exploración de esta temática la posibilidad
de cruzar fuentes escritas y orales ha sido a nuestro
entender de particular utilidad. En primer lugar, la
información obtenida a través del material oral nos
permitió volver a los documentos escritos con nuevos
interrogantes y nuevas lecturas. En algunas
ocasiones, los entrevistados no sólo respondieron a
nuestras preguntas, sino que también ofrecieron sus
pequeños archivos privados. Este hecho significó
una valiosa oportunidad para localizar fotografías,
volantes, poesías, algunos números sueltos de los
periódicos de la resistencia e incluso material del
período 1946-1955.
Se procedió mediante la entrevista
semiestructurada en profundidad, con
preguntas abiertas para no predeterminar el
curso de la respuesta y tratando de utilizar en lo
posible el lenguaje del interlocutor. Durante su
desarrollo fuimos conscientes, de que sin perder
el control y sin renunciar a las preguntas que
creíamos necesario formular, debíamos ser, a su
vez, lo suficientemente flexibles con relación a
los temas y a la secuencia que surgían a lo largo
de la conversación. Creemos que de este modo el
testimoniante podrá manifestar con naturalidad
y seguridad sus opiniones, ya que al interferir
en la lógica narrativa empleada por el interlocu-
tor se puede alterar de modo sustancial la
calidad y cantidad obtenida.
2
Los materiales
biográficos orales admiten diferentes formas de
uso; en un rol subordinado y secundario pueden
completar datos empíricos que no brindan los
documentos escritos. Si bien actualmente éste es
el aspecto menos valorado de las fuentes orales
por las dificultades que presentan para ser
utilizadas en reconstrucciones históricas ge-
nerales, conviene recordar lo que ha señalado
Philippe Joutard acerca de que en el caso de la
obra histórica
La Cristíada
los datos obtenidos a
través de las entrevistas fueron de especial
utilidad para el historiador francés Jean Meyer.
La incorporación de los testimonios de los
campesinos mexicanos a su trabajo de
investigación, lo llevó a modificar sustancial-
mente sus hipótesis iniciales. Al sacar a luz
elementos que en el mejor de los casos se
desconocían o sencillamente se ocultaban, pudo
comprobar que la versión oficial ofrecida por la
Iglesia y el Ejército era insuficiente y estaba
sumamente distorsionada.
3
En otras palabras,
su mayor riqueza reside en que nos brindan
información sobre aspectos que se pierden en
otro tipo de fuentes. Podemos obtener una
mayor comprensión del significado personal de
una derrota política, de un derrumbe social y de
sus consecuencias. A través de los testimonios
orales no sólo accedemos a la actuación del
entrevistado sino fundamentalmente podemos
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33
conocer de qué modo valoraba e interpretaba su
intervención en los hechos históricos que lo
tuvieron como protagonista.
4
Para la tarea
historiográfica, las fuentes orales poseen una
clase de veracidad que no es fácil encontrar en
los archivos de los tribunales ni en los recortes
periodísticos, ya que permiten aproximarse a la
capacidad de respuesta y expresión del
individuo frente a los sucesos en los que ha
participado. Para su análisis e interpretación,
consideramos de particular interés lo que ha
señalado Alessandro Portelli, en el sentido de que
incluso cuando los recuerdos del testimoniante no
se corresponden con los acontecimientos, este
hecho en sí mismo tiene valor histórico ya que “la
credibilidad específica de las fuentes orales
consiste en el hecho de que,
aunque no correspondan a los
hechos, las discrepancias y los
errores son hechos en sí mismos,
signos reveladores que remiten al
tiempo del deseo y del dolor y a
la difícil búsqueda de sentido”.
5
Esta clase de material his-
tórico ofrece aristas sumamente
complejas en las que intervie-
nen los intereses concretos del
historiador: su sola presencia y
las preguntas que realiza influ-
yen en la narración de quien
decide contar sus recuerdos.
Contar una historia no es una simple repetición;
cuando el entrevistado habla sobre su vida, al
revisar su pasado interpreta, selecciona, omite,
juzga. En otras palabras, pone en juego su subje-
tividad, otorga un sentido a los hechos recorda-
dos. Sin embargo, en la mayoría de los casos, en
el transcurso de una entrevista no surgen re-
cuerdos inexistentes; el proceso de recordar se
organiza en torno a un núcleo de memoria, es
decir, un núcleo de sentido conformado por he-
chos del pasado que en alguna medida conser-
van su percepción primera.
6
A su vez, cuanto
más tiempo ha transcurrido, los testigos parecen
estar más predispuestos a ofrecer una versión
auténtica
de los episodios vividos. En estos ca-
sos, la distancia temporal, lejos de ser un obstá-
culo, actúa favorablemente por cuanto el
testimoniante no siente la presión de la contem-
poraneidad del contexto socio-político sobre sus
recuerdos.
7
De este modo, es posible dotar al
discurso histórico de volumen y espesor, incor-
porando matices que no es posible encontrar en
otro tipo de documentos.
La batalla por la memoria
Aproximadamente desde comienzos de la
década de 1980, la cuestión de la memoria ha
ocupado un lugar muy importante dentro de los
estudios históricos y sociales. Muchos investi-
gadores han destacado la importancia de las
ideas, las creencias, los valores, todo aquello
que conforma el imaginario político y social en
los procesos históricos, y en ese marco, los estu-
dios sobre la memoria colectiva tendieron a su-
brayar el papel que ella juega en la lucha por el
poder en el mundo contemporáneo. En las socie-
dades modernas se interrelacionan y compiten
diferentes versiones de memoria, opuestas y al-
ternativas. Recuerdo y olvido, como anverso y
reverso del mismo proceso, se entretejen en una
relación compleja y contradic-
toria para conformar los conte-
nidos de la memoria colectiva.
Cualquier tipo de organización
estatal contemporánea intenta
operar sobre ésta; ningún tipo
de régimen político ha prescin-
dido de este campo de acción.
Le Goff expone claramente esta
cuestión: “(…) la memoria co-
lectiva ha constituido un hito
importante en la lucha por el
poder conducida por las fuer-
zas sociales. Apoderarse de la
memoria y el olvido es una de
las máximas preocupaciones de las clases, de
los grupos, de los individuos que han dominado
y dominan las sociedades históricas. Los olvi-
dos, los silencios de la historia son reveladores
de estos mecanismos de manipulación de la me-
moria colectiva”.
8
Teniendo en cuenta lo que acabamos de
señalar, podemos plantear que el decreto 4161
se proponía operar en el espacio de la memoria,
se dirigía directamente a su contenido, aunque
sin duda estaba previsto que su esfera de
aplicación se extendiera más allá. En él
encontramos de manera evidente y extrema
aquella intención de intervenir sobre la memoria
social, borrando todo aquello que pudiera estar
asociado a una imagen de país y del pasado que
era perentorio, para el Gobierno Provisional,
desarticular. La política de olvido que se
hallaba por detrás de este decreto tenía por
objetivo desarticular la identidad política que,
luego del golpe, parecían seguir exhibiendo
grandes grupos trabajadores y populares, y
erradicar a su vez todos los símbolos que
Así, los sistemáticos esfuerzos
de la Revolución Libertadora por
forzar a una gran parte de la
sociedad argentina a olvidar su
pasado inmediato o a
interpretarlo en el sentido que el
antiperonismo le había dado nos
indican, una vez más, el peso de
la memoria colectiva en la lucha
por el poder.
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reafirmaban su sentido de pertenencia al
movimiento derrocado. Como señala Peter
Burke, para lograr una mayor comprensión del
funcionamiento de la memoria colectiva en la vida
de las comunidades, “quizás convenga investigar
la organización social del olvido, las normas de
exclusión, supresión o represión y la cuestión de
quién quiere que alguien olvide qué y por qué”.
9
Así, los sistemáticos esfuerzos de la Revolución
Libertadora por forzar a una gran parte de la
sociedad argentina a olvidar su pasado inmediato,
o a interpretarlo en el sentido que el antiperonismo
le había dado nos indican, una vez más, el peso de
la memoria colectiva en la lucha por el poder. Más
aún, si ésta es concebida según la definición que
nos brinda Luisa Passerini como “arma que dota
de sentido a la vida social, como un mundo
intersubjetivo que conecta diferentes generaciones,
tiempos y lugares.”
10
Si una de las líneas de
acción estatales luego del
golpe de 1955 puede entonces
caracterizarse, de acuerdo con
lo expuesto, como un intento
de “organizar el olvido”, debe
tenerse en cuenta que esa
política encontró obstáculos
múltiples. La batalla contra el
olvido habría de iniciarse
pocos días después de los
hechos de septiembre de 1955.
Durante el mes de octubre
comenzó a circular entre los
militantes peronistas una
cadena de volantes escritos a
mano con las primeras
declaraciones de Perón en el exilio, que fueron
tomadas por un reportero de la United Press en
Paraguay el 4 de octubre. La difusión de estos
volantes parece haber sido amplia, ya que a lo
largo de nuestra investigación hemos podido
acceder a dos versiones del mismo. Una de
ellas
11
fue copiada por el militante Rigoberto
Ángel Martello, fallecido en 1990 y la otra,
firmada por el “General Martín Miguel de Gó-
mez”, seguramente Güemes en el original, que
se atribuía el papel de “Jefe espiritual de los
Milicianos de Perón”. A continuación de lo
manifestado por el ex presidente, el militante
agregaba sus propias consignas:
Perón Volverá. Trabajadores no olviden a Pe-
rón. Arriva
[sic]
descamisados. Espere la hora de
que vuelva Perón Haga copia de estas declaraciones
de Perón y divúlguelas entre la clase trabajadora
.
12
Por otra parte, el recuerdo del decreto 4161
está presente en la mayoría de testimonios ora-
les recogidos. Cuando no es evocado espontá-
neamente en el curso de la entrevista, su sola
mención hace surgir recuerdos que aluden a he-
chos por demás significativos en la vida de
nuestros entrevistados. Como señala Julio C.
Melón, a pesar de que este decreto constituía
una seria limitación para la información públi-
ca, “la prohibición no tenía por qué inhibir la
imaginación; puede haber comenzado a alentar
el mito”.
13
En los relatos aquí analizados, efectivamen-
te, lejos de limitar la capacidad de acción, el de-
creto aparece configurado por los antiguos mili-
tantes como un obstáculo más, uno de los tantos
desafíos a los que tuvieron que enfrentarse. Pa-
rece entonces haber sido un estímulo para parti-
cipar tanto en los múltiples hechos silenciosos
como en los más espectaculares
de la resistencia peronista.
Uno de los entrevistados
evoca así las prácticas desarro-
lladas para eludir las prohibi-
ciones del decreto:
Gracias al 4161, yo conocí a
gente macanudísima en la calle,
porque en el 55, después de la caí-
da de Perón, que nosotros íbamos a
todos los actos, íbamos a pedir por
la gente que estaba en los barcos,
por todos los detenidos, entonces
íbamos por la calle y nos encontrá-
bamos con la gente joven, nos en-
contrábamos con antiguas militantes mujeres, sobre
todo mujeres, más mujeres que hombres. Yo me
acuerdo que
ahí conocí a una dirigente textil, una
señora, la Ñata Montero, que ahora yo soy amiga de
la hija, y nos enseñaba lo de las bolitas, claro tirarle
a la montada las bolitas para que los caballos se
despatarraran en la calle y no nos podían perseguir,
cuando nos corrían a sablazo limpio. (…) Inclusive
los Lisazo conseguían unas chapas de acero, así
grandotas, que yo pintaba de un azul, y después pin-
taba todo el perfil de la cara de Perón en blanco, en-
tonces íbamos con el camión con que ellos trabajaban
que era una casa de parquet, era un camionazo enor-
me, íbamos con una escalera detrás del camión y en-
tonces poníamos las chapas lo suficientemente altas.
No decía nada la chapa, estaba nada más que la figu-
ra de Perón, a lo sumo dejábamos la PV
(Perón
Vuelve)
, para que la policía no la pudiera sacar in-
mediatamente, porque tenía que ir a buscar una esca-
(...) el decreto aparece configura-
do por los antiguos militantes
como un obstáculo más, uno de
los tantos desafíos a los que tu-
vieron que enfrentarse. Parece
entonces haber sido un estímulo
para participar tanto en los múlti-
ples hechos silenciosos como en
los más espectaculares de la
resistencia peronista.
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35
lera, entonces demoraba. Y la poníamos por todo el
partido
(de Vicente López)
, por todas las avenidas.
Íbamos a las tres, cuatro, cinco de la mañana y yo
después me tenía que ir al colegio
(…)
14
La acción callejera se constituía en un espa-
cio privilegiado donde nuevas solidaridades
nacían al calor del combate político y simbólico
que desafiaba la acción represiva del Gobierno
Provisional. La decisión de afirmar la propia
identidad no se expresaba solamente a través de
acciones públicas en la calle; era también una
tarea cotidiana en la que participaban la totali-
dad de los miembros de un grupo familiar. Uno
de nuestros entrevistados, pese a no recordar
específicamente el decreto en cuestión, se expre-
saba del siguiente modo:
Después vino el nomeolvides,
ese fue genial, era un nomeolvi-
des, te ponían una florcita acá. La
usaban los hombres y las mujeres.
Nunca supimos quién la empezó.
Era una flor chiquita en tela. Los
hombres iban y las mujeres con el
nomeolvides en la solapa, como
no podían usar el escudo
peronista, ni la bandera, se po-
nían el nomeolvides. A nosotros
nos la dio mi mamá, me parece
que a mi mamá se la dio mi tío, o
sea el hermano. Entonces viste,
era una cadena, yo por ejemplo
sabía que vos eras peronista por-
que tenías un nomeolvides. Cuan-
do venías en el colectivo con un
nomeolvides…, eras peronista.
15
Se trataba de preservar la identidad
amenazada encontrando formas colectivas y
renovadas de reconocimiento mutuo, creando
así nuevas contraseñas de identidad, surgidas
precisamente al calor de la necesidad de sortear
las prohibiciones. Contrariamente a lo esperado,
y quizás como paradójico resultado de la
política de olvido implementada desde el poder,
la identidad peronista no desapareció junto con
el régimen; muy por el contrario, se consolidó en
su oposición al otro después del derrocamiento
del gobierno. Esa ratificación, dado el contexto
de represión, es evocada con caracteres
fuertemente épicos y casi míticos que podemos
encontrar en la mayoría de las narraciones aquí
presentadas:
(…) en la historia entera del mundo no se crea
una cosa igual al Decreto-Ley 416I, prohibía a la
gente cantar la marcha peronista, tener en su casa un
cuadro de Perón, usar el distintivo peronista, es
decir había que erradicar el recuerdo de Perón como
si fuera un ave negra. ¿Qué consiguió eso?
Consiguió que las mujeres que llegaban a la cárcel,
se constituyeran en una especie de soldados, iban a la
cárcel a perfeccionarse, porque cuando salían de la
cárcel, de cumplir la condena o que la ponían a
disposición del Poder Ejecutivo, (que tenés que estar
presa y después salías) esas chicas lo único que
querían era luchar por la vuelta de Perón. Es decir,
ellos son
responsables de que haya habido grupos de
resistencia política que se formaban en la
cárcel…
16
De este modo, podemos
observar que el recuerdo del
“4161” ha quedado unido, en
este relato, a los aspectos más
heroicos de la resistencia.
Según las conclusiones de
Alessandro Portelli esto se debe
a que la percepción de los que
cuentan su historia “parece
haberse detenido en momentos
álgidos de su trayectoria
personal: ciertos luchadores de
la Resistencia, o veteranos de
guerra; y tal vez ciertos
dirigentes estudiantiles de la
década del sesenta. A menudo,
esos individuos están
totalmente absorbidos por la
totalidad del acontecimiento
histórico del que fueron parte y
su relato asume las cadencias y la formulación
de la épica”.
17
Una campaña de destrucción
La “Revolución Libertadora” tampoco pudo
escapar al furor iconoclasta que suele acompa-
ñar los períodos de profunda conflictividad po-
lítica y social; por lo tanto se intentó que ningu-
na huella material del “régimen depuesto” que-
dara a salvo de la destrucción. Algunos edifi-
cios fueron demolidos y otros cambiaron de des-
tino o de función
18
, se destruyó considerable ma-
terial perteneciente a los policlínicos de
Avellaneda y San Martín y a la Fundación. Las
Proveedurías Eva Perón
19
fueron clausuradas
con la consiguiente pérdida por putrefacción de
una importante cantidad de alimentos de prime-
ra necesidad.
20
Contrariamente a lo esperado, y
quizás como paradójico resultado
de la política de olvido implemen-
tada desde el poder, la identidad
peronista no desapareció junto
con el régimen; muy por el con-
trario, se consolidó en su oposi-
ción al otro después del derroca-
miento del gobierno. Esa ratifica-
ción, dado el contexto de repre-
sión, es evocada con caracteres
fuertemente épicos y casi míticos
que podemos encontrar en la
mayoría de las narraciones (...)
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36
Si bien no es sencillo encontrar en las fuen-
tes orales datos precisos ni reconstrucciones
históricas exactas, alguna información fáctica
significativa puede obtenerse de su uso, en par-
ticular cuando otras series documentales no se
hallan disponibles o no han registrado, por ra-
zones diversas, los acontecimientos en cuestión.
Esto es lo que ocurre, al menos parcialmente,
con el caso de la sistemática destrucción de al-
gunos elementos materiales que podían evocar
al período que, para el gobierno surgido del gol-
pe de Estado, era imprescindible borrar. Sobre
este proceso, también los periódicos de la Resis-
tencia Peronista constituyen una fuente de interés:
Se ha llegado a impedir todo recuerdo del pasa-
do, hasta celebración de misas. Furor iconoclasta con
que la tiranía se arroja a destrozar toda huella del
pasado arrasando con monumentos, bustos libros y
hasta pulmotores y medicamentos por no haber sido
posible arrancar de ellos la leyenda.
[Fundación
Eva Perón.]
21
A su vez, bajo el título “Revolución en los
policlínicos”, el periódico
Palabra Argentina
de-
nunciaba los mismos hechos en términos simila-
res cuando informaba que: “(…) una gran canti-
dad de todo lo que falta en los policlínicos, col-
chones, sábanas, almohadas, frazadas, etc., fue
llevado con la mayor reserva a los depósitos
subterráneos del barrio de viviendas populares
‘Curapaligüe’. Parece increíble que el rencor
político de los ´libertadores´ haya llegado a ta-
les extremos, (…) El público no verá, es cierto,
las iniciales prohibidas, pero recordará inevita-
blemente, que la época en que se lo atendía con
esmero, y no se le pedía que trajeran ni fraza-
das, ni sábanas, ni colchones, era aquella en que
esas iniciales daban nombre a los policlínicos.
22
Una joven egresada de la Escuela de Enfer-
meras aún hoy evoca con intensidad los hechos
que presenció en su lugar de trabajo a los pocos
días de derrocado el gobierno peronista:
Yo trabajé con Eduardo Sancoli, que era capo
máximo de medicina a escala mundial, en ese mo-
mento, era jefe de traumatología donde yo trabajaba,
en el policlínico Eva Perón, el de la ruta 8, acá en
San Martín. Uno empieza a ver todo ese tipo de cosas
(después de 1955), los cambios, que sacaban toda la
gente, que sacaban las cosas
,
que rompieron todo, que
rompían las sábanas, toda la vajilla, ese odio, por
Dios, por Dios. (…) Destruyeron el 80% 90% de lo
que había dentro del hospital, que eso era un modelo
de atención, donde había recursos humanos, recursos
materiales, se trabajaba como ahora puede trabajar lo
máximo que haya en salud. Y ahí empezamos a jun-
tarnos la gente que…, y bueno ahí nos conocíamos
todos, quiénes éramos, qué hacíamos de convivir en
el trabajo, te hablo a nivel laboral. Ahí empiezo yo a
militar dentro de lo que era el retorno de Perón. Nos
conectamos al nivel de gente de salud, se empieza a
hablar y se empieza a conformar… y, bueno, estuvi-
mos ahí, tratando y organizando la parte de salud,
hasta el 56, la revolución fallida de Valle.
23
Los que eran jóvenes recuerdan de este
modo algunos episodios de su vida como solda-
dos cuando hacían el servicio militar:
En el 56, después de la revolución, yo estaba
haciendo el servicio militar. Iban a llevar pulmotores
con unos aviones que se llamaban Bristol, entraban
4 pulmotores por avión, entonces, los iban a llevar
todos a Entre Ríos, porque era el foco [de la epidemia
de poliomielitis] más grande. ¿Quién los cargaba?
Los teníamos que cargar nosotros, los soldados, y
cuando íbamos, íbamos de a 2 los agarrábamos como
de unas barandas (hay cosas que cómo las viví tan…,
yo las cuento en el detalle) y de repente hay una cosa
que medio me toca, ¿no? cuando miro veo que dice
“Fund”, eran de la Fundación Eva Perón. Los tipos
en el apuro le habrán pasado alguna cosa para sacar-
lo, entonces todos empezábamos a mirar y donde está
“Fund” “Vita” “On”, estaba el final o principio de
la palabra. Me di cuenta porque me raspó una cosa,
era un título así de grandote, los tipos la sacaban
pero siempre quedaba algo…, principalmente los que
éramos peronistas empezamos a mirar.
24
En el relato de muchos de los entrevistados, a
su vez, la represión y la destrucción de aquellos
bienes aparece vinculada a su propia decisión de
militar o a la exaltación de la resistencia:
Un decreto ley que saca el gobierno, no se podía
nombrar a Perón, ni una foto de Perón, ni nada que
fuera relativo al peronismo (…) No solamente no se
lo podía nombrar, nada que fuera relativo al
peronismo, nada, ni nombrar ni nada, ni fotos, ni
nada, absolutamente nada. O sea, con la fuerza que
implantó el ejército en ese momento, prohibieron
absolutamente todo. Estaba la Fundación Eva Perón,
y en las sábanas decía Fundación E. Perón,
quemaron todo. O sea, un odio tan profundo, un odio
tan profundo a todo lo que fuera peronista, que
terminaron con todo. La gente quemaba sus libros,
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37
una represión terrible. Pero lo más significativo de
esto es que la gente luchó.
25
Otros entrevistados narran hechos simila-
res, que por otra parte involucran nuevamente a
varias generaciones:
Mirá cual odio había, mi hijo Claudio iba a una
escuela municipal, mi mamá después empezó a
trabajar en la cocina de ese colegio y un día se jubiló
la directora y vino una nueva..., había un cuarto
cerrado que se guardaban cosas viejas y como no
aparecía la llave, llamaron a un cerrajero. Cuando
abrieron estaba todo lleno de juguetes de madera y se
los regalaron a los chicos y llegó mi hijo con el
juguete, era un cochecito y yo cuando lo vi dije:qué
parecido a los juguetes que nos daban a nosotros
cuando éramos chicos y… de repente sale una
estampilla de la Fundación Eva Perón. Mirá el odio
que había en ciertas personas que se guardó eso du-
rante años. A algún chico se lo podrían haber dado,
no.
26
Otra de nuestras entrevistadas que vivió su
infancia y adolescencia en el interior del país,
en Chubut, fue testigo de los mismos
procedimientos:
En un pueblito como vivía yo, en Gaiman llega-
ba el diario
El Mundo
y me acuerdo que recortába-
mos las fotos del general Perón llorando, porque ya
se hablaba de la caída, los aviones que habían de-
rrumbado todo Buenos Aires (…) Y a partir de ahí,
comenzamos a ver el desarraigo que comenzó por
ejemplo en la escuela, donde llegaban muchísimas
cosas de la Fundación Eva Perón. Lápices, cuader-
nos, guardapolvos, bueno, en fin, montones de cosas,
que después por un año no se vieron. Y después como
realmente no sabían qué hacer con semejante canti-
dad de material, lo empezaron a entregar. ¿Pero
cómo lo entregaban? En el guardapolvo donde decía
Fundación E. Perón cortado con la tijera. Las medias
con un agujero, porque le cortaban el sello.
27
Sin embargo, no todo era afán destructor;
algunos funcionarios intentaron “borrar” las
conflictivas iniciales con métodos más raciona-
les que los hasta aquí mencionados. A través de
un periódico de circulación clandestina pode-
mos saber que: “de acuerdo a la licitación pública
Nº 10.323 cuya apertura tuvo lugar el 15/10/56 a
las 11 horas y que se realizara en el Instituto
Nacional de Acción Social dependiente del Mi-
nisterio de Hacienda de la Nación, con sede
en Paseo Colón 533, se encontraron trabajos
para la eliminación de las calcografías al calor y
sellos con tintas, en 2.234.227 prendas de vestir
que pertenecía a la ex Fundación de Ayuda
Social”.
28
Más allá de lo que podía constituir una
suerte de revancha espontánea de quienes ha-
bían sido opositores al peronismo, parece ratifi-
carse en estas entrevistas la magnitud de una
política que buscaba impedir la evocación del
pasado inmediato, esta vez por la vía de la des-
trucción de bienes materiales. Quizás por detrás
de esas decisiones se encontraran las mismas
dudas que expresaban algunos intelectuales y
funcionarios en torno a la facilidad con la que
aquellos “incautos” que mencionaba Aramburu
abandonarían su pertenencia política. El desa-
fío que supuso el rápido comienzo de la resis-
tencia pudo, a su vez, haber potenciado aún
más aquellas políticas.
Memoria pública y espacio urbano
Como sabemos, la planificación de las ciu-
dades no está exenta de conflicto; en su diseño
se reflejan objetivos políticos y simbólicos de
naturaleza muy compleja. Diferentes construc-
ciones, monumentos y plazas pueden transfor-
marse en lugares significativos para los diferen-
tes grupos sociales y políticos que las habitan.
La decisión del Gobierno Provisional de demo-
ler la residencia presidencial y la paralización
de las obras de un futuro hospital que luego fue
conocido como el “Albergue Warnes”, constitu-
yen expresiones de una clara opción política
asociada al decreto 4161, cuyos destinatarios
analizaron mucho tiempo después en estos
términos:
Cuando vino la revolución del 55, es un análisis
que hicimos varios compañeros charlando, los mili-
tares si hubieran sido otros, el peronismo hoy no
existe. Porque ellos se dedicaron metódicamente a
destruir todo lo que estaba bien hecho y lo que estaba
empezado para hacer el bien, lo abandonaron. El
“Albergue Warnes”, por ejemplo, un amigo de mi
familia estuvo a cargo de la obra cuando ya estaba
abandonada. (…) Para que no se metiera gente pasa-
ban las máquinas. Viene uno de la máquina y le dice:
“Venga ingeniero, porque encontramos…” Cuando
van a ver abajo de los montículos de tierra, estaba
todo lo que es azulejos, todo lo que era grifería, todos
los sanitarios y los azulejos para el hospital todo,
todo tapado con tierra. Entonces cuando este mucha-
cho ve eso (era un pibe recién recibido) la
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38
inexperiencia. ¿Qué hizo? llamó a su jefe a la muni-
cipalidad entonces el tipo le dijo: “Ah…, bueno, bue-
no, andate para tu casa, yo voy a ir para allá”. Des-
pués lo llamó y le dijo que se tome 15 días de vaca-
ciones, que se fuese a Chapadmalal…, tenía habita-
ción, todo. Cuando volvió estaba todo plano, estaba
la tierra sacada, estaba todo listo, pero no había un
azulejo, una canilla, nada.
29
En 1955 faltaba tan sólo un año para termi-
nar la construcción de un hospital de niños que
nunca funcionó. Una orden judicial suspendió
la finalización de la obra y en 1957 pasó a la
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
Condenado al abandono, fue utilizado para fi-
nes totalmente diversos a los originales, ya que
fue habitado por familias sin vivienda que se
trasladaron allí desde varias villas miseria. En
1975 quedó vacío y aparentemente fue utilizado
como centro de detención clandestina durante la
última dictadura militar. Finalmente, fue
dinamitado el 16 de marzo de 1991, bajo la ges-
tión de Carlos Grosso. El “espectáculo” duró
aproximadamente 4 horas, fue presenciado por
60.000 personas y transmitido directamente por
televisión. Posiblemente muy pocos observado-
res sabrían que: “Los escombros producidos por
la tecnología sirven ahora de lápida a lo que el
General Perón y el Ministro de Salud Ramón
Carrillo proyectaron en 1950 como el hospital
pediátrico más moderno de América Latina”.
30
Paradójicamente, los funcionarios de la Re-
volución Libertadora, al haber dejado en pie ese
edificio sin terminar, quizás hayan contribuido
a que el “Albergue Warnes” se constituyera en
un “lugar de memoria”,
31
en un elemento que
simbolizaba el feroz antagonismo que desgarró
a la sociedad argentina de aquel tiempo.
A su vez, en noviembre de 1955, se iniciaba
la campaña para demoler la residencia presi-
dencial, hecho que se concretó en 1956. Muchos
años después, Isaac Rojas, pese a haber sido
quien personalmente ordenó la demolición, ma-
nifestaba en sus memorias hallarse arrepentido
“por haber privado a la ciudad de una construc-
ción artística e histórica por el sólo hecho de
haber sido ‘mancillada’ por la presencia de Eva
Perón”.
32
Sin embargo, como ha señalado un
estudioso de los procesos de la memoria colecti-
va Zannard Bouchara, “la destrucción de un
lugar tiene como objetivo la muerte de una me-
moria, objetivo que no se alcanza mientras viva
alguien que recuerde”.
33
La memoria se materia-
liza a través de objetos, lugares, monumentos y
en este caso, su permanencia en el espacio físico
de la ciudad la hubiese transformado en un sím-
bolo importante para el peronismo depuesto.
Las fuentes orales también nos permiten
conocer los conflictos que surgen entre la memo-
ria individual y la memoria social, cuando la
experiencia política personal no puede recono-
cerse ya en lugares que alguna vez fueron fami-
liares, porque estos sitios que pertenecieron a
una trayectoria particular han cambiado por
completo su sentido. A continuación, se
transcribirán dos fragmentos de una misma en-
trevista, con el fin de exponer de qué modo fue
vivido el hecho de que un recuerdo privado no
pueda reconocerse en la memoria pública com-
partida.
Entonces leyendo el diario decía: el museo de
Humberto I 378 y yo miré así, digo: ¿cómo? ¿la cár-
cel donde yo estuve presa ahora es museo?
Me dio así como una mezcla de cosa, porque me sentí
parte de un museo, me dio mucha rabia.
34
Es posible pensar que en este testimonio
sentirse parte de un museo, significaba pertene-
cer a un pasado abolido, sin significación social
alguna en el presente. La entrevistada manifies-
ta así un profundo rechazo a que el lugar en que
vivió los momentos más difíciles de su experien-
cia militante fuese esterilizado o congelado por
la lógica de su transformación en un museo.
Este extrañamiento también se da cuando
han desaparecido por completo del paisaje ur-
bano sitios donde se desarrollaron graves episo-
dios de violencia política como lo fue el fusila-
miento de los sublevados el 9 de junio de 1956.
Sostiene una entrevistada:
El marido
[Alejandro Leloir]
estaba preso acá
en la cárcel de Las Heras, donde ahora las mujeres
toman sol y los hombres también. Pero ahí había una
cárcel donde fue fusilado Valle, la gente de la revo-
lución del 56, está lleno de placas, lo podés ver.
35
En esos recuerdos, el parque Las Heras tiene
un significado muy distinto del que puede atri-
buirse a un lugar de esparcimiento. En efecto,
allí existió la Penitenciaría Nacional, que tam-
bién fue dinamitada con trotyl el 5 de enero de
1962. Sin duda, dado el crecimiento de la ciu-
dad, es posible que razones de planificación
urbana hubieran aconsejado el traslado de la
cárcel y la demolición de su edificio. Pero en
este caso particular, ¿quién podría sospechar
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39
que en un lugar de esparcimiento como es hoy el
parque Las Heras fue ejecutada una orden de
fusilamiento? En 2002, en el diario
Clarín
de
Buenos Aires, un periodista describía de este
modo el estado del lugar: “Donde ahora hay
unos bancos y unas mesas fusilaron al general
Juan José Valle, que en 1956 se levantó contra el
régimen que, un año antes, había derrocado al
gobierno peronista. En la barranca hay unas
placas de bronce y mármol sobre una estructura
de adoquines. No se puede subir a leerlas, por-
que al pie de la barranca colocaron un alambre
para proteger el pasto”.
36
Reflexiones finales
Las acciones estatales ensayadas luego de
1955 en la batalla por la memoria y la identidad
no parecen haber resultados eficaces; en otros
términos, esas políticas no pudieron lograr que
el período peronista se transformase en una pá-
gina en blanco, o que los muy amplios grupos
populares que continuaban dando muestras de
adhesión a aquel movimiento reinterpretaran
aquella etapa tal como los sectores sociales y
políticos dominantes hubieran preferido. Es po-
sible que uno de los problemas principales del
período abierto con el golpe de Estado, el de la
legitimidad, tuviera una de sus fuentes en ese
fracaso, que se debía en buena parte a la actitud
de aquellos grupos todavía peronistas. Y posi-
blemente, porque la “memoria fue condenada a
vivir en el más íntimo silencio”, se logró el re-
sultado contrario al deseado por quienes mane-
jaban el aparato estatal: los lugares ausentes, la
documentación quemada, las iniciales borradas
de pulmotores, sábanas y medias pudieron
transformarse en poderosos símbolos que con-
servaban en ellos algo de la “fuerza viviente de
una convicción militante”, expresión que Pierre
Nora ha utilizado para estudiar el caso
francés.
37
Para finalizar, queremos señalar que hacia
1983, Alberto Ciria señalaba que los integrantes
del gobierno militar implantaron en marzo de
1956 el decreto 4161 porque creían que el
peronismo “no habría sido otra cosa que una
pasajera aberración seductora de las masas tra-
bajadoras”.
38
Cierto es que parte de los elencos
dirigentes del antiperonismo y muchos de los
intelectuales que se alinearon con él manifesta-
ron, en la época, tal certeza. Sin embargo, sobre
la base de nuestra investigación consideramos
que el registro de las acciones de resistencia
puestas en marcha apenas derrocado el
peronismo –que en muchos casos constituyeron
ratificaciones de identidad social–, fueron la
más importante de las razones que llevaron al
gobierno militar a sancionar aquella legislación
represiva.
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40
NOTAS
1
Peter Burke,
Formas de historia cultural
, Madrid, Alianza, 1999,
p.71.
2
T. Sitton, G.L. Mehaffy, O.L. Davis Jr.,
La Historia Oral
, Méxi-
co, FCE, pp. 112/113.
3
Philippe Joutard,
Esas voces que nos llegan del pasado
, Buenos
Aires, FCE, 1991, pp.112, 113.
4
Dora Schwarzstein, “Historia Oral y memoria del exilio. Re-
flexiones sobre los republicanos españoles en la Argentina” en
Anuario de Rosario
, Nº 13, 1988, p.239.
5
Alessandro Portelli,
La Orden fue ejecutada. Roma, las fosas
ardeatinas, la memoria
. Buenos Aires, FCE, 2004, p. 27.
6
Joel Candau,
Antropología de la Memoria
, Buenos Aires,
Nueva
Visión
, 2002, p.102.
7
Trevor Lummis, “La Memoria” en Dora Schwarzstein,
La
Historia Oral
, Buenos Aires, CEAL, 1991, p.86.
8
Jacques Le Goff,
El orden de la memoria
.
El tiempo como imagi-
nario
, Buenos Aires, Paidós, 1991, p.134.
9
Peter Burke,
op. cit.
, p. 82.
10
Luisa Passerini,
Memory and Totalitarism
, Vol.1, New York,
Oxford University Press, 1992, p. 3.
11
Volante facilitado por una entrevistada.
12
Agradezco al profesor Alejandro Cattaruzza el haberme
facilitado esta versión de dicho volante.
13
Julio César Melón, “La Resistencia Peronista, alcances y sig-
nificados” en
Anuario del HIES
, Nº 8,1993, p.215.
14
Entrevista Mabel L., 20 de noviembre, 2002.
15
Entrevista Francisco R., 20 de octubre, 2002.
16
Entrevista Perla V., 19 de noviembre, 2001.
17
Alessandro Portelli, “Lo que hace diferente a la historia
oral”, en Dora Schwarzstein
op. cit.
p.46.
18
La ciudad estudiantil fue ocupada por la Comisión de Reha-
bilitación del Lisiado y el Hospital Obrero de Nueva Pompeya
fue adjudicado a la Fuerza Aérea.
19
Las 208 proveedurías que dependían de la Fundación Eva
Perón fueron concebidas para combatir el agio y la especula-
ción. Eran casas comerciales que vendían artículos de primera
necesidad a precios más bajos que el comercio minorista, por-
que los fijaban con el mínimo de utilidades, cubriendo sola-
mente los saldos de explotación.
Folleto de Subsecretaría de Infor-
maciones
.
20
Resistencia Popular
, Nº 87, semana de 6 al 12 de agosto de 1957.
21
Rebeldía
, 24 de julio de 1957.
22
Palabra Argentina
, 30 de abril de 1957.
23
Entrevista, María Luisa F., 17 de octubre, 2002.
24
Entrevista, Francisco R., 20 de octubre, 2002.
25
Entrevista Ramón M. 5 de septiembre, 2002.
26
Entrevista Francisco R., 20 de octubre, 2002.
27
Entrevista Doris T., 8 de abril, 2002.
28
Pero… que dice el pueblo
, 23 de agosto de 1957. Provincia de
Santa Fe.
29
Entrevista Oscar D. F., 18 de junio, 2002.
30
Clarín
, 17 de marzo de 1991.
31
Tomamos el término de Pierre Nora,
Les Lieux de Memoire
,
París, Quarto Gallimard, 1997, p.15.
32
Jorge González Crespo,
Memorias del Almirante Isaac F. Rojas
.
Conversaciones con Jorge González Crespo
, Planeta, 1993, p.178,
citado en María Estela Spinelli, “La otra multitud. Las
movilizaciones antiperonistas durante la “Libertadora” en
Desarrollo Económico
Nº 172, p.623.
33
Traki Zannad Bouchara, La ville mémoire.
Contribution a la
sociologie du vécu,
París Meridien Klincksieck, 1994, p.118, cita-
do en Joel Candau,
op. cit
. p.112.
34
Entrevista, Perla V., 19 de noviembre, 2001.
35
Ibídem
.
36
Clarín
, 3 de junio, 2002.
37
Pierre Nora, op. cit., 1996, p.7.
38
Alberto Ciria,
Política y Cultura popular: la Argentina peronista,
1946-1955
, Buenos Aires, De la Flor, 1983, p. 287.
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Spinelli, María Estela, “La otra multitud. Las movilizaciones
antiperonistas durante la ‘Libertadora’”,
Desarrollo Económico
,
Nº 172, Vol. 43 (enero-marzo 2004).
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41
traduccione
s
O decreto 4161: a
batalha pela
identidade
Catalina Scoufalos
O trabalho a ser apresentado é parte de
uma pesquisa realizada para uma tese de
Licenciatura em História, cujo projeto de
pesquisa foi realizado durante o ditado de
um seminário devotado pelo Programa
de História Oral da Universidade de
Buenos Aires. O qual foi ditado pela
professora Dora Schwarzstein no ano
2001.
O tema: A queda do governo peronista
em setembro de 1955 significou a
abertura de uma nova etapa no conflito
político e social argentino. Este conflito, a
sua vez, foi atravessado por importantes
dispute de ordem cultural. Para atuar
neste plano de disputas, os governos
militares posteriores ao golpe criaram
ferramentas que tentavam desterrar do
horizonte político e institucional, da
linguagem pública e até do privado, toda
evocação, ainda indireta, do peronismo e
de suas líderes. Dentro deste contexto em
março de 1956 se promulgou o decreto
4161 que, vigente até 1964, penava com
a cárcere a quem tivesse em seu poder
fotos de Perón e de Eva Perón,
pronunciasse seus nomes ou entoasse a
canto peronista. Esta exposição está
dedicada à análise do decreto 4161 em
seus diferentes dimensione. Uma delas se
refere às ações e estratégias que quão
peronistas iniciavam a chamada
Resistência desdobravam frente dele.
Concentramos nossa análise no período
que vai de setembro de 1955 até
aproximadamente fins de 1964. Embora,
o decreto em questão esteve vigente
desde março de 1956 até novembro de
1964, (com exceção do período da
presidência de Frondizi) consideramos
pertinentes incluir em nossa pesquisa os
seis meses que lhe antecedem, já que é
de particular importância para conhecer
as vicissitudes do contexto político que
induziu ao governo de Aramburu e Rojas
a promulgá-lo.
As fontes orais: Na exploração desta
temática o material obtido através das 22
entrevistas realizadas, brindou-nos dados
inestimáveis para conhecer a resposta
dos setores que foram ameaçados e
reprimidos por esta legislação, como
aceder, também, ao modo em que
valoravam sua intervenção em feitos
históricos que os tiveram como
protagonistas.
Le décret 4161 :
La bataille pour
l’identité
Catalina Scoufalos
Le présent travail fait partie d'une recherche
réalisée pour une thèse de Licenciatura en
Histoire, dont le projet de recherche a été
ébauché pendant la dictée d'un séminaire
offert par le Programme d'Histoire Orale de
l'Université de Buenos Aires. Ce dernier a été
mené par le Professeur Dora Schwarzstein
en 2001.
Le sujet: la chute du gouvernement
péroniste en septembre 1955 a signifié
l'ouverture d'une nouvelle étape dans le
conflit politique et social argentin. Ce conflit, à
son tour, a été parcouru par d'importantes
batailles d'ordre culturel. Pour agir dans ce
plan de disputes, les gouvernements
militaires postérieurs au coup d'état ont crée
des outils cherchant à bannir l'horizon
politique et institutionnel, le langage public et
privée, toute évocation, même indirecte, du
péronisme et de ses dirigeants. Dans ce
contexte, en mars 1956 le décret 4161 a été
promulgué, lequel, en vigueur jusqu'à 1964,
pénalisait avec la prison toute personne qui
possède des photos de Perón et d'Eva
Perón, qui prononce leurs noms ou chante
l'hymne péroniste. Ce travail se centre sur
l'analyse du décret 4161 dans ses différentes
dimensions. Une d'entre elles concerne les
actions et les stratégies que les péronistes,
qui initiaient ce qu'ils nomment la Résistance,
déployaient face au décret. Nous avons
centré notre analyse dans la période qui va
de septembre 1955 à environ fin 1964.
Même si ce décret a été en vigueur depuis
mars 1956 jusqu'à novembre 1964, (à
l'exception de la période de la présidence de
Frondizi), nous considérons pertinent inclure
dans notre recherche les six mois
précédents car ils sont d'une importance
capitale pour connaître les vicissitudes du
contexte politique qui a conduit au
gouvernement d'Aramburu et de Rojas à le
promulguer.
Les sources orales : Dans la recherche de
cette thématique, le matériel obtenu grâce
aux 22 interviews réalisées nous a offert des
données inestimables pour connaître la
réponses des secteurs qui ont été menacés
et réprimés par cette législation, puis nous
ont aussi permis l'accès au mode de
valoriser leur intervention dans des faits
historiques où ils ont été protagonistes.
The decree 4161:
The battle for the
identity
Catalina Scoufalos
The work is part of a investigation carried
out of which project was done during the
seminar offered by the Program of Oral
History of the University of Buenos Aires.
The seminar was achieved by Dora
Schwarzstein in the year 2001.
The theme: The fall of the peronist
government September of 1955 meant the
opening of a new stage in the Argentina
political and social conflict. This conflict, at
its time it was crossed by important fights
of cultural order. To act in this plane of
quarrels time, the military governments
after the coup state created tools that tried
to banish of the political and institutional
horizon, of the public language and even of
the private one, all evocation, even indirect,
of the peronism and of their leaders. Within
this context in March 1956 the ordinance
Nº 4161 was promulgated that, current
until to 1964, punished with prison to who
had photograph of Juan Perón and Eva
Perón, pronounced their names or sang
the peronist march. This work is dedicated
to the analysis of the ordinance 4161 in its
different dimensions. One of them refers to
the actions and strategies that the peronist
started that so called the resistance
deployed in front of it. We have
concentrated our analyses in the period
that goes from September 1955 until the
ends of 1964. Although, the ordinance in
question was current from March of 1956
until November of 1964, ( with the
exception for the period of the presidency
of Arturo Frondizi) we consider pertinent to
include in our investigation the six months
before for, they are of particular importance
to know the vicissitudes of the political
context that induced the government of
Pedro Aramburu and Francisco Rojas to
promulgate it.
The oral sources: In the exploration of this
subject the material obtained through the
22 interviews carried out gave to us
invaluable data to know the answer for the
sectors that were threatened and repressed
by this legislation, as well, also, to the way
they valued their intervention in historical
facts that had them as the protagonist.
41