image/svg+xml8e elegido para mi conferencia hablar de unadificultad, en realidad, de las múltiples dificultadesque entraña hacer historia oral de los hechos deperíodos recientes.En primer lugar, el estatus del concepto “memo-ria” ocupa hoy un lugar central en el interés de las másdiversas disciplinas y es el eje de debates que –entreotros temas– incluyen su definición, el vínculo entrememoria individual y colectiva, su relación con lahistoria, con el mundo social y las metodologías parasu abordaje. Si preguntamos qué es la “memoria”encontramos definiciones que abarcan un amplioespectro. Desde quienes la consideran facultadpsíquica individual que sólo puede dar cuenta de losingular, hasta quienes trabajan sobre la base delconcepto de memoria colectiva, como una “cosa” oentidad social que existe por encima y en formaindependiente de los individuos.En torno a su función social sucede algo parecido.En la línea de Nietzsche, algunos sostienen lanecesidad de deshacerse de la memoria en tanto ficciónque limita las posibilidades presentes y futuras, y otrosabonan una “cultura de la memoria”, que fetichiza ycultiva el pasado, organizando su presencia en todoslos ámbitos de la vida contemporánea, como forma decontrarrestar su ritmo rápido, su transitoriedad, o deocultar sus falencias en lo social.Algunos teóricos expusieron temores referidos a larelación entre memoria e historia. Aquí también, en unextremo, el positivismo tradicional adjudica a lahistoria el papel de transmitir lo “fáctico” (identificadocon pruebas materiales de lo que ocurrió) y por lo tanto,desecha la subjetividad de los actores. En el otroextremo, algunos constructivistas y subjetivistasidentifican memoria con historia en forma acrítica.Maier, por ejemplo, sostiene que la memoria se havuelto el discurso que reemplaza a la historia, frente aesto habría que esperar que, de un momento a otro, eltiempo de la memoria dejará lugar al tiempo de lahistoria (Maier, 1993). Nosotros partimos de que existe,sin duda, una memoria individual con forma derecuerdos de experiencias vividas. Pero sabemostambién que estos recuerdos sólo existen y adquierensentido en un contexto, en una memoria colectiva o unanarración que incluye imágenes, creencias y valorescompartidos por un grupo. Se trata de unaconstrucción en la que tienen un papel activo distintosactores sociales, muy especialmente, los medios dedifusión, la escuela y demás dispositivos culturales, delos cuales la historia forma parte. Ahora bien, memoriaindividual, memoria colectiva e historia no soncompartimentos estancos ni se mueven en un sentidoúnico. La historia crea memoria, pero a la vez, espenetrada e influida por ella. La memoria colectiva creasubjetividad en tanto marco en el que adquierensentido los recuerdos individuales, pero también es unespacio donde las distintas subjetividades pugnan porimponer sus sentidos. En síntesis, no hay una memoriaestática ni única, por ello algunos autores prefierenhablar de “memorias” (en plural).La historia, a su vez, tiene algunasresponsabilidades específicas de las que no sepreocupa la memoria, por ejemplo, la críticametodológica, la búsqueda y la confrontación defuentes, la reflexión teórica, la desconfianza a la verdadinstituida, la incorporación permanente de nuevasvoces y miradas tanto del pasado como del presente.Otra preocupación es el carácter mitologizador dela memoria, especialmente cuando se trata detestimonios de víctimas de situaciones traumáticas(como la Alemania nazi o la Argentina de la dictadura).Es cierto, las voces de las víctimas pueden incluirexpresiones mitologizadoras. Sin embargo, ¿podemosprescindir de esas voces para comprender elfuncionamiento del terrorismo de estado y sus efectossobre la sociedad? No lo creo. Es imprescindible queutilicemos otras fuentes para evaluar razones políticaso económicas o para confrontar hechos, pero “el testi-monio de las víctimas es nuestra única fuente para lahistoria de su propia muerte y su senda a laHMemoria e historiaReflexiones sobrela metodologíade Historia Oral1II Encuentro Internacional de Historia Oral“Construyendo la otra historia: fuentes y metodologías”
image/svg+xml9destrucción. (...) Evoca a su manera, caóticamente, laprofundidad de su terror, desesperación, apáticaresignación (...)” (Friedlander, 1992). En la Argentina, eltestimonio de las víctimas permitió no sólo conocer susufrimiento, sino también sus formas de resistencia, y–a falta de otras fuentes– orientó la identificación derepresores, el conocimiento del dispositivo del terrorplanificado, y hasta la reconstrucción de su mapa físico(ubicación de centros clandestinos, tiempos en quefuncionaron, etc.), (Calveiro, 1998). Todo ello es pruebade los modos en que “la voz de las víctimas ensancharadicalmente el espacio narrativo” (Calveiro, 1998).Otra crítica al tratamiento de hechos traumáticosde la historia reciente –o que tienen fuertesrepercusiones en el presente– es la expresada porTodorov (2002). Se trata de la manipulación ideológica(extorsiva y distorsiva) que denuncia algunos“genocidios” y niega otros. Cita como ejemplo el hechode que –para la opinión pública– los nazis se hayanconvertido en la encarnación ejemplar de losmalhechores y, para la izquierda, en la “única”encarnación del mal, olvidando los crímenes cometidospor los comunistas. Todorov condena, especialmente,la preservación de una memoria “literal” (singular) delos hechos, donde víctimas y criminales son vistoscomo únicos e irrepetibles, en una experienciaintransitiva, que no va más allá de sí misma. Y defiendeun uso “ejemplar” de la memoria (Todorov, 2000), esdecir el tipo de memoria donde un hecho del pasadosea visto como modelo que permita entendersituaciones nuevas, con agentes diferentes. Reclamauna memoria que habilite a reflexionar sobre elracismo, la violencia, la exclusión actual, una memoriadonde el “nunca más” no sea un cierre o una expresióntranquilizadora que nos ponga a salvo del horror, sinoun proyecto que une pasado y futuro, que se actualizaen cada contexto y de cuyo cumplimiento somosresponsables aquí y ahora.Habermas presta atención a este tema, insistiendoen la responsabilidad y la culpa colectiva: “Es lapersistencia de la culpa colectiva la que funda laresponsabilidad civil intersubjetiva por las formas devida que hacen posible a Auswichtz y que son aúnconstitutivas de la cultura alemana. Pero el pasaje delfenómeno psicológico de la culpa colectiva a suinvestidura de deber moral se realiza, realmente, por elejercicio activo de la “fuerza anamnésica de lasolidaridad”, del recuerdo activo, que nos religa alpasado de las víctimas. (Habermas, 1987). En la mismalínea de búsqueda, Paul Ricoeur sospecha del “deberde la memoria” porque podría convertirse en unvínculo atávico con nuestro pasado que nos cieguefrente al sufrimiento de los otros. Entonces buscadiferenciar dos conceptos interrelacionados: el “deberde justicia”, en tanto imperativo ético, y el “trabajo de lamemoria”, más vinculado a la tarea crítico-reflexiva delhistoriador (Ricoeur, 2000).Finalmente, quiero recordar dos reflexiones dePhilippe Joutard. Una de ellas tiene que ver con elsilencio, con el olvido: “El verdadero fundamento de lamemoria no es el recuerdo sino el olvido. La memoria seconstituye primero por lo que rechaza, sea porque loencuentra insignificante o demasiado significante”. Lasegunda reflexión está relacionada con la funcióncrítica de la historia que se refuerza en la modestia delhistoriador: “Debemos tener el coraje de decir que laperspectiva de la historia tiene todo su valor pero essólo una aproximación de la realidad”. (Joutard, 1999).Nosotros hacemos historia oral. Trabajamos conmemorias individuales y colectivas, incorporamosvoces (metafórica y literalmente). Debemos convertiresas voces en fuentes, y esas fuentes en historia.Tenemos muchos interrogantes: ¿cómo recogertestimonios?, ¿qué papel juega la subjetividad del quetestimonia y del que pregunta?, ¿qué clase deinformación contienen esas fuentes?, ¿de un individuo,de un imaginario social, de los hechos?, ¿qué significanlos silencios? Tomemos un caso. En el InstitutoHistórico hemos trabajado con militantes de base de laArgentina de los 70, militantes alejados de laconducción, que creían “casi religiosamente” en elcambio revolucionario y que fueron víctimas de larepresión. Nosotros les preguntamos por la militancia,y ellos hablaron de cómo y por qué eligieron militar, sindetallar las consecuencias posteriores. Más tarde nosdimos cuenta de que la complicidad generacional conlos entrevistados nos sirvió de coartada para eludir untema espinoso: no preguntamos por la violencia en lalucha política, y ellos no hablaron del tema. El implícitoque permitió ese silencio fue que todos nosotrossabíamos que, en los años 70, los métodos de luchaviolentos eran considerados legítimos por gran parte delas ideologías vigentes, y la violencia política era vividacomo “natural” por gran parte de la sociedad. ¿¡Quéintelectual de época no leyó Los condenados de la tierradeF. Fannon!? Como sea, se hizo silencio sobre un temacentral respecto de la militancia de los 70. Sin embargo,ese silencio tampoco fue estéril, habló de nosotros(entrevistados e historiadores) como generación, yprovocó la reflexión.Queda claro que existen muchas dificultades parahacer historia cuando la memoria se activa, pero no sepuede hacer historia ignorando la voz de las víctimas yde los sobrevivientes. Sobrevuelan dos conceptos:verdad y justicia. Podremos expresar nuestrasdiscrepancias con respecto a lo que es verdad enhistoria, pero no sobre la necesidad de la verdad en unjuicio y la condena de los culpables.¿Cómo conjugar memoria e historia? La memoriade los pueblos se construye. Los medios masivos dehoy, del mismo modo que los museos, los monumentosy los textos desde hace mucho, suponen que nosAutoraLiliana BarelaInstituto Histórico de laCiudad de Buenos AiresMemoria e historia. Reflexiones...
image/svg+xml10convirtamos en ciudadanos informados.¿Cómo se construyó y activó la memoria de ladictadura de 1976 en nuestro país? El 24 de marzo de1976 la proclama del golpe militar hablaba de laConstitución y de un proceso de reorganizaciónnacional (a diferencia de los anteriores golpes que seautotitularon “revolución”). Los medios masivos decomunicación anunciaron, reclamaron y apoyaron elgolpe aduciendo el desgobierno y el caos social.El discurso de la dictadura fue un discurso de“guerra” contra la subversión y, por lo tanto, “guerrasucia”. Pero los libros de texto de la época nomencionaban el golpe de estado, simplemente, porqueel presente no era historia. El proyecto educativo seexpresó en la escuela mediante la prohibición de librosde texto sospechados de subversivos, y se reemplazó lamateria ERSA (Estudio de la Realidad Social Argen-tina) por la de Formación Moral y Cívica. Loscontenidos escolares se desentendieron de laactualidad. Las reflexiones concretas sobre lassituaciones sociales y políticas fueron reemplazadaspor valores morales abstractos, sustentados endeclamación y mentiras. El ciudadano no existía dadoque no había estado de derecho y las personas noconservaron ninguno de sus más elementales derechoscívicos.Se eliminó todo lo que no avalara la mentira, seincendiaron colecciones de libros enteras –como porejemplo, las del CEAL (Centro Editor de AméricaLatina)– y se prohibió todo lo que entrara en sospecha,fueran explicaciones históricas inconvenientes opensamientos lógicos matemáticos.Hasta los nombres de algunas calles sufrieroncambios. En algunos casos el motivo fue francamenteideológico, por ejemplo, la avenida Raúl ScalabriniOrtiz (historiador nacionalista que analizó y denunciócomo imperialista la política británica en la Argentina)fue rebautizada como Canning (ministro inglés quefirmara un tratado de comercio con las ProvinciasUnidas del Río de la Plata en 1825). Pero también hubootros cambios mucho más absurdos, como una viejacalle de la ciudad de Buenos Aires que homenajeaba alpresidente colombiano Camilo Torres, y que perdió sunombre por su potencialidad de evocar al homónimocura guerrillero.El retorno a la democracia fue acompañado por unauge del discurso y de la lucha por los derechoshumanos que ya se había ido gestando durante ladictadura. Durante años dos discursos coexistieron yocuparon el lugar central de la narrativa sobre ladictadura. Uno, instalado durante el gobierno radical yexpresado en el prólogo del informe de la CONADEP(publicado con el título NuncaMás), conocido como lateoría de los dos demonios. Este discurso condenaba alestado terrorista, pero le hacía compartir laresponsabilidad con los grupos políticos armados quehabían actuado en el país. Atrapada entre ambos,quedaban la sociedad y sus víctimas “inocentes”. Laparadoja era que los muertos y los desaparecidos, paraser víctimas y no demonios, debían demostrar suinocencia.La otra interpretación fue la de los organismos dederechos humanos que negaron la existencia de estesegundo “demonio”, pero también simplificaron:existía un estado militar terrorista, por un lado, yvíctimas por el otro (más allá de su filiación política).En ambos casos, las “verdaderas” víctimas eranpasivas, y se les borró su identidad política.Con el retorno a la democracia se empezaron arenovar los libros de texto escolares y aparecieronexpresiones como “golpe de estado” o “terrorismo deestado”. Sin embargo, las explicaciones siguieronsiendo incompletas y avanzaron tímidamente. Lapalabra “desaparecido” no se utilizó en los libros detexto hasta la década de 1990.Otra vez fue la materia Formación Moral y Cívicala que registró cambios, dejó de llamarse “moral” paraser sólo Formación Cívica. Se incorporaron temas dederechos humanos especialmente vinculados a ladictadura. También la discriminación, la pobreza y lasdesigualdades sociales van encontrando su lugar, perocon un cuidado que a veces convierte estos temas en“híbridos”. El criterio editorial intenta ser aceptablepara la educación pública y la privada, y para todo elarco ideológico que las habita.Dentro del primer gobierno elegido democrática-mente se llevó a cabo el histórico Juicio a las Juntas.Pero también, se sancionaron las leyes de ObedienciaDebida y Punto Final que clausuraron lasposibilidades de hacer justicia.2La crisis inflacionariaque terminó con ese gobierno, habilitó una nueva etapa.A comienzos de los años 90, la preocupación por laestabilidad económica opaca el tema de derechoshumanos y da lugar a un nuevo período. El clima deindividualismo ideológico, la pérdida de fuerza deorganizaciones sociales y políticas fueron, sin duda,factores que facilitaron el indulto presidencial a loscondenados en juicio y la implementación delprograma neoliberal que, durante la década de 1990,transformó profundamente a la Argentina.Estas políticas económicas y sociales hicieronestragos y sus consecuencias (desocupación masiva yestructural, precarización del empleo, desprotecciónsocial, deterioro de los servicios de salud y educación)se hicieron visibles en la segunda mitad de la década.Se destruyó el presente y el futuro de variasgeneraciones de argentinos. La Ley Federal deEducación y su aplicación nefasta –sin repitentes y conaprobaciones masivas– crearon una generación dejóvenes con título secundario pero sin idoneidad paralograr un ascenso social. Frente a un mercado detrabajo restrictivo y escaso se generaron jóvenesgraduados, pero excluidos.La conciencia de esta situación fue acompañada
image/svg+xml11por una transformación del clima de ideas y laincorporación de nuevos actores sociales. Las marchaspor la abolición de los indultos y de las leyes de PuntoFinal y Obediencia Debida se hicieron multitudinariasy contundentes. El reclamo se extendió a la vigencia delos derechos humanos que garantizaran vivienda,educación, trabajo, cultura.Aparecieron las organizaciones de desocupados yde los hijos de desaparecidos. Comenzó a proliferar laliteratura sobre la dictadura y los derechos humanos(autobiografías, investigaciones, documentos, etc.) yhubo una real transformación de los libros de texto.La debacle del modelo económico en 2001 y 2002puso fin a una época. Aún no podemos evaluar losresultados de los cambios políticos implementados apartir de 2003 por el actual gobierno. Pero podemosdecir que la derogación de las leyes de ObedienciaDebida y Punto Final es un hecho contundente quepermitió reabrir los juicios. Y también que existe unnuevo clima (en el gobierno y en la sociedad) quehabilita a los jóvenes a formar una nueva concienciasobre estos temas, conciencia que incluye retomar eldebate sobre los aspectos económico-sociales de ladictadura, o abordar las identidades y conflictospolítico-ideológicos de los 70. Sin embargo, esta políticano alcanza porque los reclamos ahora son másexigentes y más actuales. No hay aquí espacio paradetallarlos, pero quizás se puedan sintetizar en doscuestiones: la urgencia de defender la vida (en todassus dimensiones) y recuperar el futuro comoposibilidad colectiva. Y en eso consiste tener activa lamemoria de los días de la dictadura: en la defensa detodos los derechos para todos, en analizar la historiareciente sin perder la lucidez de hacer una críticahonesta y en el deber de recordar lo que otros seempeñan en olvidar. Y hablando de olvidos, existe unhecho vinculado con la dictadura que ha sido, de unmodo u otro, negado o relegado por la mayoría de losargentinos: es la guerra de Malvinas. Quiero contarlesuna experiencia referida al tema.Desde 1986 hemos desarrollado un programa dehistoria oral en el Instituto Histórico. La prácticaelegida y privilegiada por nosotros para recogertestimonios y construir fuentes es el taller de historiaoral.En la década del 90 nos solicitaron el dictado deun seminario en el marco de un proyecto decapacitación del Instituto Nacional de AdministraciónPública. En cada seminario intentamos que losalumnos comprendan que no es lo mismo “recordar”en una entrevista entre dos personas (entrevistado-entrevistador en una situación dialógica única similara la relación “terapéutica” entre profesional y paciente)que recordar en un ámbito colectivo, no estructurado niarmado previamente, sino simplemente convocado enforma aleatoria. Para ello, reproducimos con ellos laexperiencia de un taller de historia oral. En esa ocasión,utilizamos como disparador del recuerdo un hechotraumático ampliamente conocido por los argentinos:el 2 de abril de 1982, fecha del desembarco enMalvinas. La guerra de Malvinas es un hechosilenciado en la sociedad argentina. Existen variosprejuicios en su análisis. En parte surge de la falta deexperiencia de la sociedad argentina que no habíavivido hasta entonces guerras en el siglo XX. Por lotanto, la idea de guerra surge a través de variadasmediaciones: los medios masivos, los libros de texto olas narraciones de los mayores (especialmente padres yabuelos inmigrantes europeos). Las expresiones sobrela guerra se construyen ingenuamente.En los testimonios, la guerra de Malvinas fuerecordada de diferentes modos, de acuerdo con lasedades de los participantes, su lugar de nacimiento, sucondición social y política, el lugar en que se hallabacuando se produce la guerra. Una de las diferenciasque encontramos es que la guerra recordada en el Surde nuestro territorio y la recordada en el Norte fuerondiametralmente opuestas. A pesar del reclutamientomasivo de soldados inexpertos, en Buenos Airesespecialmente la guerra no alteró la vida cotidiana; encambio, en el Sur, la proximidad geográfica, laconcentración de soldados en lugares próximos einhóspitos, los preparativos (apagones, simulacros deataque, etc.) conllevaron experiencias muy diferentes.En algunos casos participaron excombatientes oparientes de oficiales. Contra lo que se podría esperar,las narraciones de los ex combatientes sobre la guerrase encuentran más cercanas a la versión estereotipadade los medios que a percepciones vividas. O bien sesintetizan en reflexiones simplistas –asociadas algobierno militar– que dominaron durante los primerosaños de derrota, por ejemplo, “la guerra fue un error”.Quizás ello esté ligado a la necesidad de losexcombatientes de encontrar un sentido a esa guerra.Las interpretaciones sobre Malvinas quecircularon en el ámbito público fueron varias. En unprimer momento se la presentó como una “guerrajusta” contra el imperio “británico” apoyada por losgobiernos latinoamericanos. Luego de la derrota, y yainiciada la transición democrática, se criticó la guerracomo una “locura” o una acción siniestra más de ungobierno dictatorial que mandó “soldaditos” a pelearuna guerra perdida de antemano. Esto reforzó las ideasde victimización de los jóvenes por parte del gobiernomilitar y colaboró en reforzar la frágil democracia.Lo que quiero demostrar en este trabajo es que eljuego interactivo que se realiza a partir de laconstrucción de un relato periodístico al instalar una“memoria oficial” es aceptado casi “automáticamente”por la sociedad.Esa memoria social, esculpida por frases yrazonamientos esgrimidos por los medios masivos,lleva al convencimiento de que lo que “realmenteaconteció” es la construcción a la que la mayoría
image/svg+xml12adhiere en forma automática. Basta con recorrer lopublicado por la prensa para darse cuenta del modocurioso en que se metamorfosea: “cómplice” de laguerra durante su desarrollo, se transformarápidamente en su detractora, después de la derrota.Esta cuestión de la memoria de la guerra tiene si-militudes con la memoria del golpe de estado. Losmedios –ya lo dijimos– anunciaron, reclamaron yacompañaron el golpe pero, una vez instalada lademocracia, llenaron las tapas de las revistas con lasinhumaciones de los muertos no identificados.Lo mismo sucedió con Malvinas. Desde la ficción,la exitosa película Los chicos de la guerra(1984, BebeKamin) se instaló una imagen que se mantiene poraños, aún cuando los “chicos”, que tenían 20 años en1982, ahora son señores de 45. El film tuvo granaceptación porque se adecuó a lo que la mayoría queríaver y oír.Los chicos de la guerrase basa en un librohomónimo de Daniel Kon, en el que recoge testimoniosde soldados sobrevivientes que recuerdan a su regresode Malvinas. La película es una recreación ficcionalque presenta la guerra como una locura de la que sonresponsables los militares. Los “chicos” son tresjóvenes soldados (el provinciano pobre que trabaja enun bar, el estudiante de clase media, y el hijo de militarde clase alta que quiere ser músico, pero cuyo padre“desea” que vaya a pelear). Los tres sobreviven a laguerra pero el único que supera el trauma y se adapta ala sociedad es el de clase media, que tuvo contención yno padeció las contradicciones familiares o socialesque sufrieron los otros.El problema en la memoria sobre Malvinas tienevarias aristas. Algunas de ellas son: quiénes la llevaronadelante, la responsabilidad colectiva de la sociedadque apoyó la guerra y la derrota, no sólo evaluadacomo fracaso sino como el parto de la democraciaporque desde junio de 1982 la dictadura no podíasostenerse más. Es también un hecho que puedeinscribirse en la categoría de “trauma” social por lasdificultades de incorporarlo en forma coherente a undiscurso narrativo, por los silencios, los huecos o lascontradicciones que su evocación provoca. En otrotrabajo del Instituto Histórico, llevado a cabo conmotivo del cambio de siglo, registramos las voces de losvecinos comunes con el objetivo de revisar con ellos susrecuerdos sobre el siglo XX. Más allá de las formas enque se construyó la memoria del siglo, la irrupción dela guerra de Malvinas en el recuerdo se ligó al estupor,al enojo, la indignación o a la idea de ingenuidad,expresadas en frases como “somos patriotas” o “muyzonzos”, “yo pienso que en aquel momento fuimostodos medio inconscientes”, “la guerra significó larecuperación de la fuerza de la dictadura”, “lograronconfundirte...”.La derrota de Malvinas significó el rápido fin de ladictadura pero, por otro lado, quebró el “nosotros” queestaba empezando a constituirse en contra de esamisma dictadura. Sólo tres días antes del 2 de abril de1982, día en que las tropas argentinas recuperaron lasislas, una multitudinaria marcha contra el gobiernomilitar había intentado llegar a la Plaza de Mayo frentea una feroz represión y la detención de variosmanifestantes.Además, el apoyo de la sociedad a Malvinas no fueunánime y, mucho menos, unívoco. ¿Qué se apoyaba?, ¿algobierno?, ¿la recuperación de la soberanía?, ¿elenfrentamiento con una potencia tradicionalmenteimperialista?, ¿a los jóvenes soldados?Varios testimonios coincidieron en evocardiscusiones que se producían en los lugares de trabajo,en las aulas de las escuelas, en las casas, sobre siestaba mal o bien apoyar, sobre qué es lo que había(o no) que apoyar. Pasaron 25 años y, entre otras cosas,creemos que la memoria debería reparar la injustanegación del papel de los soldados. Ellos no eligieron ira la guerra, sufrieron todas sus consecuencias y fueronrelegados al olvido y al silencio. Aún no recibieron elmerecido reconocimiento de sus compatriotas.NOTAS1 Conferencia presentada en el II Encuentro Internacional deHistoria Oral “Construyendo la otra historia: fuentes ymetodologías” y el I Encuentro Nacional de Historia Oral“Experiencias historiográficas, docentes y visuales”, organizadopor el Departamento de Historia de la Universidad de Panamá,el 30 de enero de 2007.2La Ley de Punto Final (1986) estableció un plazo de 60 díaspara emprender acciones jurídicas por violación de losderechos humanos durante la dictadura, fuera del cual ya nose podrían iniciar más juicios. La Ley de Obediencia Debida(1987) eximió de responsabilidad penal a todas aquellas per-sonas que hubieran cometido crímenes obedeciendo órdenes desuperiores.BIBLIOGRAFÍACalveiro, Pilar, 1998, Poder y desaparición, Buenos Aires,Colihue.Friedlander Saul, 1992, “Trauma, Transference and ‘WorkingThrough’ in Writing the History of the Shoah”, en History andMemory4, Nº 1, p. 49.Habermas, Jürgen, “Vom öffentlichem Gebrauch der Historie,Frankfurt” en Dreizik, P. (comp.), 2001, La memoria de lascenizas, Patrimonio Argentino, Buenos Aires, DirecciónNacional de Patrimonio, Museos y Artes, p. 160.Joutard, Philippe, 1999, “Tendremos la valentía de serhistoriadores y no memorialistas”, en Voces RecobradasNº 6,Buenos Aires, Instituto Histórico de la Ciudad.Maier, Charles, 1993, “A Surfeit of Memory, Reflections onHistory Melancholy and Denial”, en History and Memory, Nº 5,p. 142.Ricoeur, Paul, 2000, La memoria, la historia, Buenos Aires,Fondo de Cultura Económica, p. 106 y 107.Todorov, Tzvetan, 2000, Los abusos de la memoria, Barcelona,Paidós.Todorov, Tzvetan, 2002, Memoria del mal, tentación del bien,Barcelona, Península.
image/svg+xml13traduccionesMemória e Historia.Reflexões dametodologia dehistoria oralLiliana BarelaEste artigo reflexiona sobre o lugar astestemunhas na construção da historia e damemória. Alerta sobre as dificuldades dotratamento dos mesmos, e sustem aimpossibilidade de prescindir deles, aomenos, em aqueles temas onde a dimensãoimaginaria de vivencia se vira em chaveexplicativa. Finalmente, a reflexão teórica seabre à experiência das oficinas de historiaoral, onde a Guerra de Malvinas aparececomo um fato social traumático. A ação dosmédicos de comunicação, os sentidos doapoio à guerra, seu efeito na ditadura, osilencio sobre o assunto, ou sua canalização,são alguns dos tópicos que surgem dotrabalho com testemunhas, para abrir osnovos interrogantes e delinear caminhospara a pesquisa.Mémoire et histoire.Réflexions sur laméthodologied'histoire oraleLiliana BarelaCet article médite sur la place lestémoignages dans la construction del'histoire et de la mémoire. Il alerte sur lesdifficultés de leur traitement et il soutientl'impossibilité de s'en passer, au moins, dansces sujets où la dimension imaginaire etvécue devient clef explicative. Finalement, laréflexion théorique ouvre à l'expérience desateliers d'histoire orale où la Guerra deMalouïnes apparaît comme un fait socialtraumatisant. L'action des médias, les sensdu support à la guerre, leur effet dans ladictature, le silence sur le sujet, ou leurcanalisation, ce sont quelques-uns despoints qui émergent du travail avec lestémoignages, pour ouvrir de nouvellesquestions et esquisser des chemins pourl'enquête.Memory and history.Meditate on themethodology of oralhistoryLiliana BarelaThis article meditates on the place thetestimonies in the construction of thehistory and of the memory. It alerts on thedifficulties of the treatment of the sameones and it sustains the impossibility ofdoing without of them, at least, in thosetopics where the imaginary dimension andexperience of lived become explanatory key.Finally, the theoretical reflection opens up tothe experience of the shops of oral history,where the Guerra of Malvinas appears as atraumatic social fact. The action of themedia, the senses of the support to thewar, their effect in the dictatorship, thesilence on the topic, or their canalization,they are some of the topics that emerge ofthe work with testimonies, to open newqueries and to delineate ways for theinvestigation.13