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52
E
l 30 de abril de 2007 se cumplieron 30 años del mo
-
mento en que un grupo de catorce mujeres realizara
su primer recorrido por la Plaza de Mayo reclaman-
do por sus hijas e hijos desaparecidos por la dictadura
militar que se había instalado en el poder en marzo de
1976 en la Argentina. Llegarían a ser conocidas y recono
-
cidas mucho más allá de la geografía social que las obligó
a irrumpir en el escenario público. Desde el momento
en que el Movimiento de Madres se puso en marcha, en
la Plaza, jamás ha detenido su andar; sin embargo, esos
caminos inaugurales se han diversifcado, expandido y
también bifurcado a lo largo de los cambiantes escena-
rios políticos y sociales por los que han debido atravesar.
Paralelamente una memoria social que las cuenta no sólo
como las más revulsivas contradictoras del orden dictato-
rial, sino también por sus incansables intentos de expan-
dir los límites de lo posible trazado por el orden democrá-
tico posterior ha forjado ciertas imágenes predominantes
sobre las Madres, en gran parte alimentadas por algunas
voces muy potentes y signifcativas del movimiento.
Este trabajo explora al Movimiento de Madres
desde un ángulo particular; el de una historia de vida
“Soy una Madre sin
partido ni organismo.”
Herminia Severini
en el movimiento social
1
que rebasa ese marco pero que, al mismo tiempo, no
puede ser pensada fuera de él. Se trata de la voz de una
mujer que contradice muchos de los supuestos habi-
tuales sobre Madres, al mismo tiempo que nos invita
a recorrer otras posiciones y perspectivas que marcan
tanto la complejidad como los innumerables territorios
de desplazamiento del movimiento “en movimiento”.
Herminia Severini es su nombre.
Su historia de vida entrelaza múltiples identidades;
como trabajadora, como militante política y sindical, y
como militante del movimiento de derechos humanos.
Su rostro envuelto en un pañuelo blanco, su voz y su
presencia forman parte insoslayable del escenario de la
protesta social rosarina actual, desbordando ampliamente
el campo de la defensa de los derechos humanos. Sin
embargo, aunque su presencia sea familiar en el ámbito
local, su historia de participación social no comenzó cuan-
do su hija Adriana desapareció. Esa, que es la historia
de muchas Madres no es la historia de Herminia. Nos
encontramos con una trayectoria que fue conjugando
distintas rebeldías: frente a las imposiciones familiares
primero, a las conyugales después, y más tarde a las
laborales y político-sociales. Los derroteros de Hermi-
nia se han desplegado con paciencia e impaciencia por
toda la segunda mitad del siglo que dejamos atrás; se ha
involucrado voluntariamente en signifcativos procesos
y experiencias pero también se ha visto arrastrada a una
militancia por la que nunca hubiera deseado tener que
transitar. Pero hagamos un paréntesis ahora.
Pequeños apuntes sobre las historias
de vida y sobre esta historia de vida
en particular
Para las/os historiadoras/es orales es un hecho
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53
Autora
Cristina Viano
Centro de Estudios de Historia Obrera, Escuela de Historia,
Universidad Nacional de Rosario
“Soy una Madre sin partido ni organismo.”...
cotidiano de nuestra tarea investigativa el construir
nuestras propias “fuentes”. Este proceso encuentra
su punto de origen en un acto donde se despliega
una voluntad que debe conjugarse con otra/s: la/s de
quien/es queremos entrevistar. Por ello es frecuente la
observación acerca de que la calidad de las entrevistas
depende en gran medida de la relación que se esta-
blece con las/os entrevistadas/os. Sobre esta relación,
intensamente explorada por historiadores orales, so-
ciólogos y antropólogos sociales, mucho se ha insistido
en términos tales como posiciones de sujeto, jerarquía,
desigualdad, luchas por el sentido, empatía o diferen-
cias varias (de género, de edad, de capital cultural, de
ideología, etc.) entre otros tópicos; no obstante lo cual
cada situación requiere de especifcaciones particulares,
ya que en algún sentido se trata de una situación única,
que condensa el valor de lo particular y lo general.
Señalo entonces que me acerqué a Herminia con
la intención de recoger un relato amplio de su vida;
y destaco que no escogí prestar atención a los acon-
tecimientos relacionados con las cuestiones que me
preocupaban a mí, sino que en todo momento intenté
generar condiciones para que ella desplazara su relato
desde la primera infancia, donde desplegara libre-
mente su historia, en cuyo interior las digresiones, los
detalles y las anécdotas me ofrecían invalorables seña-
les. Fue ella quien dio sentido a su vida y a su propia
historia a partir de sus recuerdos, que si bien ilumina-
ban algunos momentos y eventos especiales, principal-
mente nos informaban sobre signifcados y sentidos.
La práctica de la historia oral comporta una dimen-
sión personal, subjetiva, afectiva, que se despliega en el
trabajo de campo y que puede suponer un intercambio
constante y un constante movimiento de roles entre las/
os sujetos involucrados en él, que lo diferencian cualitati-
vamente del trabajo de archivo.
2
Ello se ha hecho mani-
festo en esta experiencia; veamos por qué. A Herminia
la conocía desde largo tiempo atrás, aunque en realidad
sería más justo decir que la conocía no desde una relación
interpersonal sino por las propias características de ciertos
ámbitos de circulación locales y principalmente por su
propia visibilidad en él. Cuando la llamé por teléfono
para proponerle una serie de entrevistas donde me con-
tara sobre su vida aceptó gustosamente, aunque las refe-
rencias de amigas y amigos en común facilitaron mi tarea.
Luego vendría el momento donde requirió más preci-
siones sobre lo que yo quería hacer, aunque de hecho
nuestras conversaciones desbordaron el propósito inicial,
aún incumplido.
3
Nuestros encuentros comenzaron en
el 2004, luego nos hemos seguido viendo y llamando en
distintas circunstancias (cumpleaños, conmemoraciones
o para saber la una de la otra simplemente). En esos
encuentros, la presencia del grabador no fue constante ya
que compartimos bastante más tiempo juntas conversan-
do, con la peculiaridad de que en esos momentos los roles
se invertían ya que era Herminia quien me interpelaba.
4
En el 2007 retomamos nuestros encuentros.
5
Hay un lap-
so de tres años en el medio que fueron confgurando una
relación de confanza y amistad, entendimiento y diálogo.
Debo señalar que las entrevistas sufrieron desplaza-
mientos en la medida en que advertí que Herminia se
predisponía a contarme ciertos eventos y retornaba con
insistencia a otros tópicos de su vida y de su pensamien-
to. Esto me llevó a considerar algunas cuestiones.
Herminia ha sido entrevistada con distintos propó-
sitos en repetidas ocasiones, aunque en forma sistemá-
tica sólo en este caso, el resto ha sido para un formato
periodístico. En esta dirección nos hemos preguntado
si podemos establecer algunos patrones entre quienes
habitualmente conceden entrevistas y quienes son entre-
vistados por primera vez, es decir entre entrevistadas/os
primerizos o avezados.
6
Hemos encontrado que algunos
militantes que han ocupado lugares de gran visibilidad
poseen una mayor tendencia a reproducir visiones ritua-
lizadas; que resultan en una historia que se torna repeti-
tiva. Apuntábamos que con frecuencia esos relatos están
absorbidos por la totalidad de las líneas de los aconteci-
mientos de los cuales se “sienten parte” o formaron parte
y asumen las cadencias y las formulaciones de una épica.
La narración de sus experiencias no puede escindirse de
la construcción de un mito sobre sí mismos, mito alimen-
tado fuertemente a su vez en su(s) grupo(s) de referencia.
Es muy difícil que estas fguras “mitológicas” salgan del
relato circunscripto, convirtiéndose las entrevistas en
extensas y detalladas descripciones que evidencian el
intento de ejercer un monopolio sobre ciertos hechos del
pasado a los que vuelven reiteradamente. Esta asunción
de un rol de actores centrales abona en la construcción de
una especie de “historia ofcial” que repiten monolítica
-
mente sin dejar espacio para las fsuras o las fltraciones;
es que se trata no de entrevistados desprevenidos, sino
de militantes con experiencia, que comprenden el valor
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de las entrevistas y el papel que juega el/la historiador/a,
por tanto la relación que se construye entre ambos
está fuertemente mediada por la preocupación del/a
entrevistado/a por dejar sus huellas en su paso por la
historia y fjar el sentido de la interpretación.
Es claro que Herminia pertenece al segundo grupo;
al de los avezados. Sin embargo su relato no puede ser
cabalmente comprendido en algunos de los parámetros
antes planteados, se escapa a ellos. Su vida y su pensa-
miento se han asentado en un lugar que con frecuencia
no ha sido sencillo: el de la diferencia y la irreductibi-
lidad. Asimismo, mi anterior experiencia me indicaba
que algunas diferencias sustanciales se producían en
relatos de varones y mujeres y que ellas remitían más
que a cualquier otra causa directamente al género.
Herminia confrmó algunas de mis predicciones pero
también quebrantó otras. Si los varones mostraban ma-
yor proclividad al diálogo y en las mujeres encontraba
una resistencia inicial a hablar, acompañada en muchos
casos por cierta desvalorización de los elementos que
ellas mismas pudieran aportar, debo decir que con ella
nada de esto sucedió. Decidida a hablar, no escapando
a ningún tema y proponiendo otros; pero a su vez con-
frmando algo que yo ya había experimentado: que las
mujeres hablamos más en extenso de nuestras relaciones
con otras y otros, hacemos visibles a más personas y a
las relaciones que establecemos con ellas,
7
es decir que la
autorreferencialidad se presenta más diluida.
Es muy frecuente, sobre todo a la hora de abor-
dar temas ríspidos, que el uso de la primera persona
desaparezca y que el relato asuma la forma de la tercera
persona, como si se tratara de experiencias ajenas (aun-
que cercanas). Herminia por el contrario nunca eludió la
primera persona. Ello obedece, sin dudas, a algunas de
sus características personales, que no evaden la polémi-
ca, la palabra fuerte, la opinión sostenida y tampoco, y
esto sí es verdaderamente infrecuente, el abordar ciertos
temas de naturaleza “privada” aún cuando no mediaba
la pregunta directa. Señaladamente del conjunto de mu-
jeres de distintas edades que he entrevistado, Herminia
ha sido quien más libremente me ha hablado sobre su
sexualidad, sus gustos, deseos, sus cuidados.
Conozcamos a Herminia
8
Nadie podría suponer, viéndola, que tiene 81 años;
sin embargo, Herminia nació un 20 de marzo de 1926 en
el campo, cerca de la pequeña localidad santafesina de
Correa. Hija de madre y padre italianos que se conocie-
ron en la Argentina, fue la penúltima de 16 hijos; cuando
ella nació su hermano mayor tenía 24 años. La enorme
vitalidad que la anima la lleva a decir una y otra vez que
piensa vivir hasta los 110 años por lo menos; es que tiene
planifcadas intensas y desafantes tareas.
Sospecha, con el conocimiento adquirido muchos
años después, que su padre era anarquista. Su sospecha
es alimentada, entre otras cosas, por el hecho de que
siempre lo desveló el que todos los niños supieran leer y
escribir. Eso lo llevó, junto a otros vecinos, a construir una
escuela en el campo que impartía clases hasta sexto grado
y a traer un maestro hijo de españoles desde Tandil, a
quien primero hubo que enseñarle a hablar italiano para
que pudiera entenderse con las hijas e hijos de esa colo-
nia. Contradictoriamente, la madre de Herminia, como
la mayoría de las mujeres de su época, nunca aprendió
a leer y escribir aunque sí desarrolló una gran habilidad
para sumar y restar. Herminia misma fue obligada a dejar
la escuela cuando cursaba quinto grado para cuidar a
uno de sus hermanos mayores que enfermó gravemente.
El cuidado permanente de su hermano se prolongó por
el lapso de dos años, hasta que murió, y para entonces a
Herminia no le fue permitido volver a la escuela, ya sabía
leer y escribir; ahora debía continuar trabajando como
camarera en el comedor y surtidor de nafta, propiedad de
su familia, donde su madre era cocinera.
Es que apenas promediaba la década del 30 cuan
-
do su familia se había mudado a Cañada de Gómez
debido a una enfermedad de su padre y fue allí donde
sintió por primera vez eso que, según ella misma
afrma, hoy llamamos “discriminación”. Su hablar cru
-
zado generaba las burlas permanentes de sus compa-
ñeros. “Gringuita” fue el apelativo que le reservaron.
Primero lloró, luego comenzó a defenderse, a golpes,
como los varones lo hacían, a discutir con su maestra
por ejercer su derecho a defenderse.
Aquello que Herminia sintió como la primera
gran imposición en su vida fue la negativa familiar
(madre, padre y también hermanos mayores) que ma-
logró su sueño de ser partera. Poco más tarde y cuando
tenía 20 años se casó con un chofer de camiones con
quien reconoce no tenía grandes cosas en común:
no
nos conocíamos, nos casamos porque antes había que casarse,
había que ser madre, había que ser mujer. Y yo no entendía
mucho de esas obligaciones, yo quería ser otra cosa. Yo quería
ser algo más, a mí me quedaba…, me faltaba, a mí me faltaba
una parte, pero bueno, en esa época no se podía.
A su marido lo defne como un machista:
te imaginás:
todo un señor machista, (...) un colectivero, un muchacho que se
crió en la calle manejando, con todo el concepto de un macho.
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55
Su testimonio es profundamente revelador de los
límites a los que la existencia femenina se hallaba so-
metida. Su deseo de desarrollar una profesión implica-
ba romper los mandatos familiares/epocales para una
mujer, siguiéndolos luego se casó porque ser esposa y
madre era la forma de “ser mujer”.
Su traslado a Rosario, donde su marido trabajaba,
implicaría el fn de sus mudanzas territoriales, que la
habían llevado del campo a una población de apenas
un puñado de miles de habitantes y luego a una ciudad
que rápidamente estaba cambiando su fsonomía y
sus costumbres y continuaría haciéndolo durante los
años 60. Ya en la ciudad y mientras corrían los años del
peronismo se empeñó en obtener un crédito hipotecario
y construir una pequeña vivienda, en la periferia de Ro-
sario donde todavía vive. Herminia tuvo por entonces a
sus dos hijos; primero a Daniel y cuatro años más tarde,
en 1955, a Adriana. La maternidad es un tema particular
en su concepción: sus hijos fueron planifcados (por ella)
en el marco de su intenso deseo por tenerlos, en medio
de un matrimonio que desde sus comienzos no fue feliz:
En ese momento si yo no tenía hijos no sé que me iba a pasar,
tenía un mal matrimonio y sin hijos no sé que iba a ser, un
desastre de persona iba a ser, no iba a ser nada.
Una señal de que los deseos familiares continua-
ban imponiéndose, más no los propios, estaba anun-
ciada por el hecho de que su matrimonio empeoraba
paso a paso y su creciente necesidad de separarse no
podía consumarse sin romper con su familia. Ello fue
posible ocho meses después de que sus padres murie-
ron. Entonces Daniel tenía 8 años, Adriana 20 meses y
Herminia, apenas 31 años.
Una militante indisciplinada
El comienzo de una nueva vida
, así describe Herminia
este momento de su vida, que implicaba dejar atrás a to-
dos quienes estaban en su contra, sentirse libre y volver a
soñar sus postergados sueños. Como mujer separada que
debía mantener a sus hijos, salió a buscar trabajo y parale-
lamente se fortaleció su decisión de estudiar enfermería.
Ello se topó con el obstáculo de no haber terminado la
escuela primaria: debía rendir quinto y sexto grados, cosa
que logró gracias a su empeño y a solidaridades varias.
Hizo un año de enfermería en la Cruz Roja, luego conti-
nuó en la Escuela de Enfermería del Hospital Centenario,
donde hacía las prácticas, mientras trabajaba duramente
como mucama en un sanatorio, cuidaba y mantenía a sus
hijos y las necesidades materiales arreciaban. Para poder
estudiar debió quebrar los modelos de vida cotidiana
familiar establecidos y poner pupila por un tiempo a su
hija Adriana en el Hogar del Huérfano.
9
La política apenas había asomado en su vida a través
de los relatos antifascistas de su padre, luego prolongados
en la oposición al peronismo a quien veía como un fenó-
meno profundamente autoritario. Herminia había asimi-
lado la prédica antifascista y antiperonista de su padre,
10
sin embargo fueron sus propias condiciones de trabajo y
las de sus compañeras quienes la llevaron directamente
al terreno de la militancia: desde su ámbito de trabajo se
involucró en la lucha sindical y desde la lucha sindical se
convirtió en una militante del Partido Comunista. Es muy
llamativo el relato de Herminia en relación con su pasaje
a la militancia y la asunción de una identidad político-
partidaria: en su elección fue defnitoria la presencia de
otra mujer, una compañera de trabajo. Su decisión cobró
forma en el marco de una huelga y no parece haber sido
producto de una larga meditación sobre qué signifcaba
hacerse comunista; más bien medió otro elemento de
signifcación: su profundo antiperonismo.
Mientras trabajaba como enfermera en un sanatorio
se declaró una huelga y allí conoció a la gente del sindi-
cato. Durante su desarrollo, Herminia adquirió protago-
nismo entre sus compañeras:
a mí me parecía que el sueldo
no alcanzaba, me parecía que era justo salir a la huelga y saqué
a toda la gente, la gente me siguió... Y entonces el sindicato
que era peronista rabioso, yo antiperonista... yo preguntaba
cosas, preguntaba... y ellos creyeron que yo era peronista...
En la asamblea general donde se decidía la conti-
nuidad del paro la gente del sindicato le ordenó votar
en contra de la moción de una compañera, a quien ella
no conocía pero con quien se encontró compartiendo
posiciones. Y votó en contra de la posición del sindica-
to, lo que le valió una pequeña golpiza y la acusación
de comunista.
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56
Yo no sabía qué era (ser) comunista, qué era (ser) radi-
cal, no sabía nada, porque nunca había tenido militancia. Las
costillas, me clavaron los codos en las costillas, patadas en
los tobillos, era algo que yo no entendía. ... Entonces fui
y la hablé a la muchacha que es Lidia C. que todavía está
viva. Entonces le digo: –Yo estoy de acuerdo con lo que vos
dijiste. –Sí yo vi que vos votaste... me llamó la atención que
vos estabas en el grupo de ellos y votaste a favor y ¿qué te
hicieron? –Y me pegaron –le digo. –¿Y vos por qué votaste a
favor mío? –Y, porque me interesa lo que vos dijiste, porque
yo estoy de acuerdo con vos.– Y pero yo soy del Partido Co-
munista. –Bueno, yo me quiero afliar al Partido Comunista.
Y me aflié al Partido.
Era el año 1959. El relato de su vida partidaria es
el relato de las relaciones con los varones del Partido:
dirigentes, referentes, contactos. Su formación transitó
los carriles de las conversaciones informales con los
dirigentes del Partido Comunista local y principalmente
con algunos abogados. En ese marco aprendió las leyes
laborales al dedillo y se inició en la lectura de la
Historia
del movimiento obrero
de Rubens Íscaro.
11
Herminia se
convirtió en una dirigente sindical aunque nunca aceptó
ser delegada ya que consideraba que ello la separaría de
sus compañeras. Siete sanatorios se constituyeron en sus
sucesivos lugares de trabajo.
12
Trabajos que perdía cada vez
que me metía en problemas
, señala. Eufemismo cierta-
mente encubridor del desarrollo de trabajo sindical.
Herminia se consideraba una muy buena trabajadora,
muy efciente en lo suyo pero díscola. La inestabili
-
dad laboral la acompañó prácticamente toda su vida.
Sus trabajos como enfermera eran en negro, no eran
efectivos, y cuando era despedida exigía un telegrama,
al presentarse a un nuevo trabajo decía que venía del
campo. El activismo sindical la llevó a conocer, aunque
brevemente, la cárcel cuando se implementó el repre-
sivo Plan Conintes durante la presidencia del desarro-
llista Arturo Frondizi.
Atrapada en una doble pelea, por una parte sentía
la persecución de la conducción del sindicato al punto
del hostigamiento y también de sus patrones. Los
principales logros de su participación los describe en
los siguientes términos:
Todo el mundo me conocía, yo tenía mucha ascendencia
en el gremio porque todo el mundo me conocía y me conocía
por luchadora, por decente. Y bueno conseguimos un montón
de cosas, conseguimos que nos pagaran horas extras, conse-
guimos que nos sentáramos para tomar la leche, conseguimos
los francos, conseguimos, un día y medio francos, que nos
daban medio día franco, el día entero de franco. Aprendí los
convenios colectivos de trabajo y me los estudié y entonces
ahí peleábamos, peleábamos sin el sindicato...
Su vida como militante del Partido Comunista no
parece haber sido un ejemplo de disciplina y obediencia
sino que tempranamente mostró una vocación que la
llevó en distintos momentos a tener importantes discu-
siones por su intolerancia frente a “los que mandan” o a
“las decisiones que se toman y se bajan sin participación”.
Variadas contradicciones aforan en sus recuerdos:
Y me aflié al Partido, ahí conocí la gloria porque lo
conocí al doctor Kehoe… a los dirigentes, esos dirigentes
dioses, esos dirigentes de hierro, esos comunistas que
realmente me hicieron una militante comunista con la
transparencia, con la fuerza, con el orgullo, con el enfren-
tamiento tan grande que no te imaginás. Pero de todo eso
lo que me costó fue aferrarme, aprender las leyes sindica-
les que me enseñaron los dirigentes sindicales comunistas,
mis camaradas me enseñaron todo y me hice una luchado-
ra, me hice una dirigente...
El ser indisciplinada parece ser algo que ella porta
actualmente con orgullo, aunque también era un seña-
lamiento de mala conducta que el Partido le reserva-
ba. Le disgustaba el funcionamiento orgánico, el que
resolvieran y luego bajaran las decisiones:
Si yo no estaba en la discusión, yo no aceptaba, era todo
un tire y afoje… Y me decían que yo no tenía nivel político,
que yo no sabía hablar, que yo no... pero yo vendía material
del Partido, yo no tenía nivel político pero como vendedora
era muy buena vendedora, que era que juntaba plata. Al
Partido le convenía esa parte.
Y también la presencia de lo que denomina la
burguesía en el Partido (comunistas burgueses en
otros pasajes); claramente para ella el Partido debía
ser patrimonio de los obreros.
Cuando le pregunté por el momento en que dejó
de estar orgánicamente vinculada al Partido no pudo
señalarlo con precisión, intenté acercarme desde otro
lugar para que me diera su opinión sobre el apoyo
del PC a la dictadura del 76. Usó una palabra muy
frecuente en su vocabulario, la palabra “traidores”,
y descargó la responsabilidad de tamaña decisión en
los dirigentes del Partido:
13
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57
Esos dirigentes, muchos se murieron, en buena hora
que están muertos, esos eran los que apoyaron, y para mí no
eran... no era el Partido Comunista que yo había mamado…
no podía estar, ni tenía militancia...
La asunción identitaria actual de Herminia es la
de una comunista sin partido; nunca dejó de conside-
rarse comunista más allá de su alejamiento partidario
precisamente por lo que para ella signifca eso en su
sentido más profundo:
Yo aprendí y me educaron en el Partido que ser comu-
nista era ser el mejor trabajador, el más solidario, el que más
defendía al compañero.
Es interesante señalar que no hay una sola men-
ción en su vida partidaria a su condición de mujer, ni
en términos positivos ni negativos. Cuando se aban-
donó el plano de la vida familiar en el relato, donde
se visualizaba clara conciencia de las limitaciones que
imponía a sus deseos el hecho de ser mujer, aunque
no con muchas posibilidades de superar esa situación
sino desde el alejamiento y la ruptura, ella no pareció
percibir condicionamientos similares en su vida como
militante política y sindical. Las pocas alusiones a su
condición femenina estuvieron referidas exclusiva-
mente a las difcultades de criar a sus hijos como mujer
sola, sin apoyo.
Herminia y su hija Adriana
Si bien la hija y el hijo de Herminia crecieron en
un ambiente común donde las reuniones sindicales y
las movilizaciones que jalonaron la historia nacional
y local en los convulsionados años 60 no les fueron
ajenas, y su madre hablaba de política con ellos, los
llevaba a reuniones, al sindicato y a las marchas, Da-
niel, a diferencia de Adriana, no mostró una vocación
militante aunque Herminia señala que
aprendió de
mi la lucha legal, la lucha sindical, el compañerismo, no
romper una huelga, el trabajar para los compañeros, el unir
a los compañeros. Es chofer de camiones.
La corta vida de Adriana estaría signada por una in-
quietud permanente que la llevó a transitar experiencias
diversas tanto en lo personal como en lo político. Hermi-
nia recuerda a su hija una y otra vez como una persona
inquieta, interesada en su formación: como maestra de in-
glés, que escribía y traducía del italiano, practicaba danza
acuática y estudiaba análisis de sistemas. Desarrollando
búsquedas políticas que en primer lugar, y siguiendo la
tradición política de su madre, la llevaron a la Federación
Juvenil Comunista, pero luego como a muchos otros jó-
venes de los primeros años 70 a transitar de unos espacios
a otros: de la Federación Juvenil Comunista, a un breve
interregno en el Partido Socialista Popular para fnalmen
-
te recalar a principios del 76 en la mayor organización de
la nueva izquierda peronista de los 70: Montoneros.
Cuando esto ocurrió, la derechización del peronismo
en el gobierno era una realidad plena y también los gru-
pos paraestatales que actuaban bajo su cobijo; de hecho la
Triple A había sido ya responsable de cientos de muertes
sin que uno sólo de sus integrantes fuera detenido u
obstaculizado por alguna instancia policial o judicial. Her-
minia polemizó sistemáticamente con Adriana, que ya se
había independizado, trabajaba, estudiaba y vivía en una
pensión. Decididamente no compartía la militancia en
Montoneros de su hija. Le señalaba sobre todo su discre-
pancia con los métodos de la guerrilla. Ello nos habilita a
realizar una refexión; es sabido que la Asociación Madres
de Plaza de Mayo provocó un desplazamiento desde el
originario hijo-desaparecido, motor primero del movi-
miento de derechos humanos, a la recuperación posterior
del hijo-
militante revolucionario
-desaparecido. Esas siluetas
que se llenaron de vida y de contenido introdujeron como
un elemento central la dimensión política del desapa-
recido que se operó bajo la forma de una identifcación
imaginaria muy fuerte con la generación de los 70.
14
La
muerte y la desaparición pasaron a ser la consecuencia de
una
determinada vida a la que se compone desde un fuer-
te imaginario heroico. Herminia pudo plantear en tiempo
real las diferencias con su hija y también puede sostener
en el presente esa diferencia; su trabajo de memoria
le permite, al propio tiempo de recuperarla como una
militante, realizar una crítica intensa de lo que consideró
y considera un camino inapropiado.
Apenas habían pasado unos pocos meses del
golpe militar del 24 de marzo de 1976 cuando los peores
temores de Herminia comenzaron a cumplirse. Alguien
le avisó que su hija estaba presa en la Policía Federal.
Armándose de todas sus fuerzas se encaminó a buscarla
logrando que Adriana fuera liberada poco después. Presa
del miedo que ya dominaba a amplios sectores de la so-
ciedad, Adriana se quedó unos días con su madre y luego
intentó seguir con su vida, en tanto la empresa John Dee-
re, donde trabajaba, la despidió; pero, eso sí, enviándole la
liquidación correspondiente. Adriana se mudó entonces a
la ciudad de Santa Fe a pesar de la oposición de su madre,
quien intentó infructuosamente que se fuera a Brasil por
un tiempo. Adriana sostenía con empecinamiento que no
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iba a marcharse del país. Herminia la recuerda diciéndo-
le:
Yo te he visto pelear con la policía, yo te he visto hacer tantas
cosas a vos que te desconozco, mamá, y tenés miedo.
Los meses siguientes fueron muy difíciles para
ambas, el sentimiento del peligro inminente hacía que
sus encuentros fueran clandestinos; el último domingo
de cada mes en una iglesia, sobre todo después de que
a Adriana le pusieron una bomba que redujo su casa de
Santa Fe a escombros.
Herminia estaba en Villa Eloísa cuando el 4 de enero
de 1977 un sobrino le avisó que en el diario había salido
la noticia que Adriana Bianchi, su hija, y tres personas
más habían sido “abatidas en un enfrentamiento” por las
fuerzas de seguridad. Herminia se encaminó a Santa Fe,
sola por propia decisión para no poner en riesgo la vida
de nadie, con la mente en blanco. Allí buscó a su hija en
el Hospital Iturraspe, en la morgue y en el cementerio, en
medio de militares fuertemente armados que le dedica-
ban gruesos insultos y otras medidas amedrentadoras.
A fuerza de mucho discutir le mostraron cuerpos en la
morgue; cuerpos que se encontraban en avanzado estado
de descomposición y luego hasta una fosa común.
Cuando yo lo empecé a contar, las otras madres me decían
que no contara eso... porque no era cierto, que yo no podría haber
visto los cadáveres, que yo no. La que no dudó fue Marta H. (…)
se conmovía mucho y no lo conté más, cuando lo empecé a con-
tar fue mejor... cuando volví me quedé en la cama, sin pensar, le
hablé a Trumper,
15
que había vuelto y que no había reconocido
ningún cadáver y que después iba a ir al estudio. Entonces me
quedé en la cama, me quedé en la cama...
Le ofrecieron un certifcado de defunción mientras
Herminia reclamaba a gritos que quería ver a su hija,
que no iba a tomar el certifcado sin ver el cadáver de su
hija, sin ver dónde estaba. Pero se volvió con las manos
vacías.
16
Herminia en el movimiento
de derechos humanos
Mientras el dictador Videla afrmaba que “... el
desaparecido en tanto esté como tal, es una incógnita (...)
mientras sea desaparecido no puede tener tratamiento
especial, porque no tiene entidad; no está muerto ni
vivo”, y desde el poder estatal se torturaba, asesinaba y
desaparecía a miles de mujeres y varones, el movimiento
de derechos humanos se conformaba trabajosamente en
Rosario. Herminia participó primero en Familiares de
Desaparecidos, incorporándose luego a Madres de Plaza
25 de Mayo, cuando otras madres rosarinas ya se habían
organizado en el ámbito local. Recuerda las rondas, la
emoción incontenible que se adueñó de ella la primera
vez que se puso el pañuelo blanco en la cabeza un 24 de
diciembre, las madres que venían de distintos lados de la
provincia, de Casilda, de Totoras, porque “en todos lados
hay madres”. Que las mujeres “aguantaron” más que los
hombres, que casi todos sucumbieron al peso del horror y
se murieron antes de “muerte natural”.
17
El repaso por su toma de contacto e incorporación
en la vida de los organismos de derechos humanos y su
posterior militancia constituye uno de los tramos más
complejos de su relato, uno de los más difíciles de desen-
trañar. Mi fuerte insistencia en la obtención de datos que
aportaran a una tarea de orden más reconstructivo no
pudo quebrar sus resistencias, olvidos y negativas; sólo
pude obtener fragmentos de recuerdos que no pueden
inscribirse en el hilo de la continuidad. Herminia prefere
sin dudas explayarse sobre sus actividades militantes más
actuales. Llenar esos vacíos implicaría sin dudas la necesi-
dad de escuchar otras voces que me ayuden a completar
lo incompleto, aunque en la misma dirección que la sos-
tenida por Alessandro Portelli,
18
para quien acudir a otras
entrevistas no constituiría un modo de verifcación sino
de mejor interpretación. Y tal vez sea este un momento
oportuno para plantear con Daniel James que la relación
entre narraciones personales e historia, como también
entre la autobiografía en general y la historia, es compleja
y problemática, que los relatos de vida son constructos
culturales que recurren a un discurso público estructura-
do por convenciones de clase y género, y que se valen de
una amplia gama de roles, autorrepresentaciones y tienen
un carácter profundamente ideológico.
19
Del relato de Herminia emergen algunos nudos de
problemas que intentaré examinar cuidadosamente. La
cautela al abordar algunas situaciones se pierde y aforan
sentimientos, imágenes y perspectivas diversas sobre su
derrotero al interior de Madres. Los momentos iniciales
fueron caracterizados por la igualdad, donde no importa-
ba qué fuera cada una, de dónde venía, qué pensaba o si
tenía una ideología política; sólo la búsqueda desesperada
de hijas e hijos las unía:
Todas teníamos un origen, en un primer momento no se
supo quién era ofcinista, quién era mucama, quién era ama
de casa, éramos todos ideales porque ahí no se habló de política
... ni política ni partidaria, ahí, en el primer momento no, pero
después empezaron a surgir esas cosas, empezaron a surgir...
Los años transcurrieron y el período de militancia
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59
sostenida frente a la dictadura dejó paso con la recupe-
ración democrática a un paisaje más complejo donde el
camino de unidad y entendimiento se derrumbó,
20
las di-
ferencias aforaron y ellas fueron de distintos tenores. Esta
situación fue vivida con mucho dolor por Herminia. Sus
cuestionamientos apuntaron a las relaciones de poder, al
autoritarismo que percibía y a la centralización en la toma
de algunas decisiones. Es justo mencionar que reconoció
que quienes “mandaban” eran también quienes más
militaban.
Insistentemente se ha señalado el valor de las
anécdotas. A continuación analizo una de las que ha sido
un importante jalón en la vida de Herminia, me la ha
relatado una y otra vez y nos ofrece importantes seña-
les, ya que a través de ella anuda la explicación sobre su
alejamiento del movimiento. Me cuenta que con motivo
de una nota que le realizaran en el principal diario local,
La Capital
, había repasado algunos momentos altamente
signifcativos; su vida como trabajadora, su experiencia
como enfermera, que fue echada de distintos sanatorios,
que se sumó a las flas del Partido Comunista. Ello desató
duras objeciones por parte de Madres: las Madres no tie-
nen política, recuerda Herminia que se le señaló. Ese fue
el momento que selló la ruptura. Nuevamente no sopor-
taba ciertas imposiciones, un deber ser que intentaba im-
ponerse desde adentro y que marcaba los exactos límites
de la corrección para una Madre que se deslizaba desde
el cuestionamiento a develar o sostener una identidad
política, a qué cosas decir y cuáles no, hasta a un modo
de vestirse.
21
Abandonó el pañuelo que decía Madres de
Plaza 25 de Mayo y lo cambió por uno completamente
blanco que le regaló la agrupación H.I.J.O.S.
22
Cuando se
produjo su alejamiento de Madres de Plaza 25 de Mayo
decidió no vincularse orgánicamente a ninguna de las
dos líneas en que Madres estaba dividida a nivel nacional
y permanecer como una Madre sin “organismo”.
Herminia, que vive como la mayoría de los jubila-
dos argentinos de principios del milenio, con una muy
modesta jubilación que apenas cubre algunas de sus
necesidades vitales, no aceptó la “reparación económica”
que el Estado implementó por los años 90. Esa posibili-
dad le generó no pocas contradicciones, por una parte
razonó que el hecho de que el Estado “pagara” implicaba
el reconocimiento de que los militares habían cometido
un delito, desde lo más personal la arreciaba el sentimien-
to de que la plata la compraba, y que Adriana no iba a
perdonarla aunque entendía que muchas madres tan
atravesadas por una situación económica difícil la acepta-
ran ya que “sólo vendía la sangre de nuestros hijos aquel
que dejó la lucha” y ésa no era su perspectiva. Nunca
asumió una posición de condena frente a las Madres que
sí la aceptaron.
23
El tema de los jóvenes es casi obsesivo en su rela-
to, hasta el punto de que el grueso de sus expectativas
de cambio social están centradas en ellos. Cuando a
mediados de la década del 90, más precisamente cuan-
do se acercaban los 25 años del golpe militar de 1976 y
asomaba en el horizonte nacional y también en Rosario
la agrupación H.I.J.O.S., a Herminia le pareció que al
fn algo auspicioso estaba sucediendo y comenzó a
participar activamente. La justicia no había llegado a
los responsables de los crímenes de la dictadura, y con
H.I.J.O.S. llegaron los escraches:
¡
Yo me puse a la altura de los jóvenes, porque pelear
por la vida es los jóvenes! No puedo estar con los viejos
si peleo la vida de los jóvenes. Es una contradicción que
tienen las madres y los viejos. Los viejos quieren que los jó-
venes vayan a los viejos, y es al revés. Los viejos tienen que
ir a los jóvenes. Nunca nos vamos a entender, esa, esa valla
generacional, que no rompemos. No la rompemos porque
nos pasamos criticando a los jóvenes.
Quiero señalar que si bien las historias de vida nos
arrastran irremisiblemente hacia el pasado de las perso-
nas, Herminia una y otra vez escoge presente y futuro.
Ha minimizado al extremo los momentos de dolor en
aras de privilegiar otros pasajes de su vida: más que
los de una mujer sufriente, los de una mujer que lucha
y enfrenta las distintas vicisitudes con que la vida la
fue desafando, de hecho Herminia realiza un enorme
despliegue vital a través de múltiples actividades. Hace
ya unos cuantos años, aunque ya no recuerda cuándo
fue la primera vez, comenzó a concurrir a las escuelas a
conversar, a contar su historia. Niñas y niños, pequeños
y adolescentes se convirtieron en interlocutores, nunca
en pasivos escuchas, de sus relatos. Piquetes, huelgas,
villas y barrios, bibliotecas populares, centros culturales
gestionados por trabajadores son algunos de sus ámbi-
tos más frecuentes de circulación, como una militante
sin partido ni organismo. El fragmento que sigue es pro-
bablemente uno de los más signifcativos y reveladores
de su testimonio, el que ofrece una perspectiva acabada
y minuciosa sobre todo de sus autopercepciones.
24
Yo soy una Madre... lucho por todos, yo no lucho sola-
mente por mi hija, nunca luché para mí sola, siempre luché para
todos, y hoy la lucha no es de mi hija, es de todos, y el que
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60
no lucha para todos, es un cobarde, es un mezquino... no me
hace falta encuadrarme bajo ningún cuadrado político, el
pañuelo es el partido más fuerte del mundo. Entonces con el
pañuelo yo puedo militar en donde quiera, no me puede echar
nadie. No me puede echar nadie porque soy una madre suelta
que va donde está la lucha, sin organismo. A eso llegué, fja
-
te, mi rebeldía de chiquita me lleva a ser rebelde de grande.
Porque hoy soy ésto, soy una luchadora, lucho en el barrio,
lucho donde sea y lucho en cualquier lugar… al pañuelo es
algo a lo que le tienen ese respeto... que la madre puede, es
una cosa muy fuerte. Entonces por ahí un poco de miedo me
da, viste, sabés que me da un poco de miedo ser eso.
La etapa que se abrió con la asunción de una nueva
gestión peronista, encabezada por Néstor Kirchner en
2003 afectó tanto a las Madres en su conjunto como al
movimiento de derechos humanos en general en su
histórico y muy confictivo relacionamiento con los
distintos gobiernos democráticos. Ese horizonte se ha
conmovido hasta el punto de que ya no es posible sos-
tener que Madres “se pone a distancia de toda política
del estado”,
25
de hecho los más heterogéneos sectores
del movimiento de derechos humanos coinciden en una
cerrada defensa y apoyo activo a la política de derechos
humanos que lleva adelante el kirchnerismo.
26
Sólo vo-
ces aisladas del movimiento han expresado algún tipo
de crítica. Herminia es una de ellas. Le molesta profun-
damente que Kirchner declare que se considera hijo de
las Madres de la Plaza de Mayo y afrma:
No quiero que sea mi hijo, porque él está sirviendo al
imperio, él esta pagando la deuda externa, él está teniendo en
la calle muertos de hambre, nosotros los jubilados no tenemos
una jubilación digna, nosotros los jubilados no tenemos
asistencia médica. ¿Él es el revolucionario del 70?
En su memoria, el pasado y el presente se mezclan
inevitablemente y evidencias aportadas por procesos
posteriores la llevan a recordar tanto las advertencias
que le hacía a su hija Adriana como a manifestar una
visceral desconfanza hacia los dirigentes y en líneas
más generales a la “política”. Sintomáticamente todos
los dirigentes que desflan por sus recuerdos son de
origen peronista, principalmente ex montoneros que
hoy ocupan altos cargos políticos. Manifesta sus con
-
tradicciones con la entrega de la ESMA que propició
Kirchner en 2004, le parece que en el fondo como dice
el refrán “es estar bien con dios y con el diablo” ya
que se tranquiliza
a la gente luchadora que exige derechos
humanos, entonces toda esta gente va a estar bien, bárbaro y
por allá la gran burguesía, la burguesía enojada. Pero no im-
porta a ustedes también les voy a dar, les voy a dar cosas....
Un poco se puso en el medio Kirchner, y eso de marchar en el
medio es como la tercera posición que no lleva a ningún lado.
Algunas reflexiones (no sistemáticas)
Asumiendo que las distintas experiencias de vida,
desde las más personales hasta las políticas, tienen
implicancias de género, es sugerente interponer la
interrogación sobre hasta dónde Herminia es consciente
de cómo el ser mujer ha modelado su existencia.
27
De su
relato se desprenden perspectivas atravesadas, teñidas y
narradas principalmente en términos de clase. Se refere
a sí misma en su condición de proletaria, de luchadora,
pero también de mujer y de Madre, no necesariamente
en ese orden y sin establecer una jerarquía al respecto.
Su historia nos ofrece múltiples ángulos desde los cuales
podemos adentrarnos en ciertas pautas de familia, en las
costumbres reservadas y deseables para las mujeres, pero
también en los pequeños y a veces poco visibles mecanis-
mos de resistencia o gérmenes de ruptura en la frontera
de su vida cotidiana, que tuvieron que esperar la ocasión
para saltar y desplegarse. Señalo que en algunos aspectos
no ha sido fácil visualizar cuáles de sus ideas son más
actuales y cuáles ha arrastrado por largos años, aunque
es indudable que más allá de sus muchas intuiciones,
nuevos ámbitos de relaciones han contribuido de manera
creciente en la explicitación de un conjunto de referencias
y apreciaciones sobre la condición de las mujeres.
Insistentemente se ha planteado que las mujeres
narran sus recuerdos en una clave muy tradicional, la
de vivir para otros, aspecto desde el cual se proyectan
fuertes elementos identitarios. Si bien una interpreta-
ción lineal podría conducirnos en ese camino, ya que
su vida se centró tempranamente en el cuidado de
otros; en primer lugar de su hermano enfermo en la
infancia, para luego traspasar las fronteras de su vida
privada y prolongarse en su trabajo (el cuidado de
enfermos), este aspecto no puede leerse solitariamente
sino que debe ponerse en diálogo con otros aspectos y
momentos de su vida. Para su trabajo independiente
elige hacer una de las cosas que sabe: cuidar enfermos
y paralelamente estudiar para mejorar su condición, lo
que aparece más como una estrategia racional de supe-
ración personal que como la aceptación de un estereo-
tipo. Sus afnidades electivas la llevan por caminos no
muy frecuentes para una mujer de su época: separarse,
enfrentar una vida nueva con hijos pequeños en con-
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61
NOTAS
1
Este trabajo es producto del proyecto de investigación “Culturas
militantes narradas y pensadas desde historias de vida. Una intro-
misión al pasado reciente”. CEHO/2006/2007/2008.
2
Algunos de estos problemas han sido recorridos en Gabriela
Águila y Cristina Viano “Las voces del conficto: en defensa de la
historia oral” en
Historiografía y memoria colectiva. Tiempos y territo-
rios
, Cristina Godoy (editora), Buenos Aires, Miño y Dávila, 2002.
3
Me refero al proyecto editorial que da cuenta de militantes
políticos y sociales de Rosario en el siglo XX al que fui convocada
con el propósito de hacer un recorrido biográfco de una Madre.
Pensé inmediatamente en Herminia. En la obra, aún sin editar,
se releva la presencia de sólo dos mujeres, Virginia Bolten (una
militante anarquista de principios del siglo XX) y Herminia.
4
Daniel Bertaux ha señalado que el método compromete a la
persona que hará la investigación a una determinada relación de
campo, a ciertas prácticas existenciales que contienen en fligrana
unas ciertas formas de pensamiento y excluyen necesariamente
otras. Véase del autor “Los relatos de vida en el análisis social”,
en Jorge Aceves Lozano (comp.),
La historia oral
, México, UAM,
1993.
5
Nuestra diferencia de edad no fue un obstáculo en la posibilidad
de comunicarnos, tal vez ello fue favorecido ampliamente por la
disposición y el acostumbramiento de Herminia a tratar con per-
sonas más jóvenes que por mis propias capacidades como histo-
riadora oral. De todos modos aclaro que no imagino posibilidad
de aprendizaje y comunicación signifcativa más importante de
aquella que transcurre en el seno del camino abierto por la narra-
ción testimonial y no tengo dudas de que esta posibilidad se halla
potenciada por el vínculo que puede establecerse entre mujeres.
6
Hemos desarrollado este tópico en G. Ríos Pasquali y C. Viano;
“Culturas militantes. Desafíos y problemas planteados desde un
abordaje de historia oral” en
Taller. Revista de Sociedad, Cultura y
Política
, Nº 23, Buenos Aires, Asociación de Estudios de Cultura y
Sociedad, marzo de 2006.
7
Esto ha sido planteado sostenidamente por distintas investiga-
doras, entre otras por Isabelle Bertaux-Wiame en “The life history
approach to the study of internal migration” en
Biography and
society, the life history approach in the social sciences
, Sage Publ.,
Beverley Hills, 1981.
8
Si bien en este trabajo me he concentrado en la vida adulta de
Herminia, los datos previos no pueden ser soslayados; no se
puede prescindir de su historia de vida anterior.
9
Destaco que Herminia usó la palabra “internar”.
10
...
En la política éramos antiperonistas y nada más… de la guerra,
sí. Y, antimussolini, mi papá, antifascista. La que más hablaba era yo
con mi papá. Y que me explicara de la guerra, era la que más curiosidad
tenía. Mis hermanas jamás...
11
La militancia la hacía en el Partido pero adentro del trabajo, en el lugar
de trabajo, en mi propio lugar, hacía trabajo sindical… Yo no hacía
una vida partidaria, de célula, pero sí tenía la relación de partido con
los dirigentes del Partido directamente, me entendés. Entonces ellos me
enseñaron las leyes laborales, leí los cursos de Rubén Íscaro, leí todo, me
prepararon ellos para ser una dirigente sindical, entonces más que tener
una vida política partidaria, era una vida partidaria sindical.
12
Sus trabajos serían invariablemente en “negro” y es sorprenden-
te que pudiera jubilarse hace unos pocos años. De hecho pudo
hacerlo hace poco más de una década porque conservó por 35
años los numerosos telegramas de despido.
13
No pude profundizar en esto para saber si se refería a la diri-
gencia nacional, qué nivel de responsabilidad le adjudicaba a la
dirigencia local con la cual ella se relacionaba, porque evidente-
mente los dirigentes eran los mismos a los cuales se había referido
“como dirigentes dioses”.
diciones de insufciencias materiales muy marcadas, y
también a militar en un partido de izquierda.
La historiografía argentina está dando importantes
pasos en la exploración de algunos momentos de nuestro
pasado reciente y en esa dirección han emergido proble-
mas y temas que, como el mundo de la militancia, ya ha
sido intensamente transitado desde perspectivas diver-
sas y hasta antagónicas; la memoria social ha trazado
también sus propios itinerarios aunque en una dirección
no necesariamente confuyente. En este contexto no
resulta extraño que la inconmensurabilidad del proceso
de desaparición de personas durante la última dictadura
militar implicara que en la fgura de las y los desapare
-
cidos se resumiera la forma predominante del recuerdo
que quedó en boca de las Madres de Plaza de Mayo y
de los organismos de derechos humanos y también de
los militantes para nombrar esa historia de la segunda
mitad de los años 70. Tampoco que bajo esa fgura, la del
desaparecido, se borrara toda identidad previa, hecho
de magnitud sobre todo si consideramos que se trataba
de mujeres y varones que habían sustentado identidades
políticas y sociales fuertes y precisas, y que la asunción
de esas identidades de alguna manera había opacado a
otras que convivían subordinadamente. Con las madres
ha ocurrido algo similar: se ha borrado toda identidad
anterior, son mujeres que han cobrado protagonismo sólo
y desde una desgracia personal y colectiva.
28
Una imagen
ha predominado con relación a Madres; la de un grupo
de mujeres, en general amas de casa, que nada sabían de
política, que salen de sus mundos privados por necesi-
dad, a buscar a sus hijas e hijos desaparecidos.
Las historias de vida y la historia oral contribuyen
a pluralizar distintas dimensiones de la vida social, a
disolver homogeneidades y fáciles generalizaciones o
a cuestionarlas y relativizarlas. La historia de vida de
Herminia muy bien puede inscribirse en esa dirección;
la de mujeres que tenían una vida anterior que desbor-
daba los límites estrechos del ámbito privado y que
quedó invisibilizada bajo un gigantesco peso simbóli-
co, que contribuyó a borrar o desdibujar sus identida-
des anteriores. Tal vez no sería aventurado plantear
que aquel modelo, más allá de responder a la realidad
sea paralelamente más aceptable o asimilable para
pensar a unas mujeres que de algún modo producen
algunas astillas en los estereotipos. Herminia es una
de esas mujeres: una Madre en el movimiento social, y
como ella repite una y otra vez “una Madre sin partido
ni organismo”.
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62
Observo en este fragmento de su relato la sugerente diferencia
que establece entre “señora” y “mujer”.
22
H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y
el Silencio) en Rosario se constituyó en el año 1995 (con puntitos)
y realizó su presentación pública en la Plaza San Martín el 24 de
marzo de 1996. La agrupación local se caracterizó desde sus orí-
genes por reunir tanto a afectados directos como a quienes no lo
fueron.
23
El sector liderado por Hebe de Bonafni planteó una dura con
-
dena ya que “aceptar las dádivas del Estado sería prostituirse”.
Madres Línea Fundadora sostendría, por el contrario, que la repa-
ración económica por parte del Estado implicaba que éste asumie-
ra algún tipo de responsabilidad en lo sucedido.
24
Destaco aquí que una de las más valiosas aportaciones que
ha hecho la historia de las mujeres es reubicar la presencia y la
participación de las mujeres en el estudio de movimientos so-
ciales y políticos no como mero apéndice y accesorio y tratando
además de no caer en la tentación de relevar la presencia de las
mujeres desde una concepción bipolar que las coloca como eter-
nas víctimas o incansables luchadoras. He intentado sumarme a
este propósito. Al respecto puede verse el trabajo de Mary Nash;
“Nuevas dimensiones de la historia de la mujer”, en
Presencia y
protagonismo. Aspectos de la historia de la mujer
. Madrid, Ediciones
del Subal, 1984.
25
Tal como una década atrás sostenía Raúl Cerdeiras en “Veinte
tesis acerca de Madres de Plazo de Mayo y algo más”.
Aconteci-
miento. Revista para pensar la política
. Buenos Aires, Nº 13, 1997,
pág. 116.
26
Las declaraciones de Hebe de Bonafni a pocos días del 30
aniversario de Madres que cito a continuación son una muy
buena síntesis de las posiciones del grueso del movimiento: “La
lucha de mis hijos no fue en vano, sino no tendríamos el Presi-
dente que tenemos que dice que somos sus madres, que es here-
dero de las luchas de nuestros hijos” (FM Universidad Rosario,
27/04/07).
27
Recojo la observación realizada por Elizabeth Jelin en el senti-
do de que debemos realizar un esfuerzo consciente y focalizado
para plantear preguntas analíticas desde una perspectiva de
género, ya que de lo contrario el género se torna invisible y de-
saparece. En similar dirección Alejandra Massolo sostiene que si
bien la historia oral y las historias de vida constituyen un recur-
so excepcional para acercarnos al conocimiento de las mujeres
dentro de contextos culturales e históricos específcos, no hay
nada inherentemente feminista en ello (ni aún en las hechas por
mujeres) que solamente se convierte en una metodología femi-
nista si se las utiliza sistemáticamente para objetivos feministas.
Véase “Testimonio autobiográfco femenino: un camino de cono
-
cimiento de las mujeres y los movimientos urbanos en México”
en
Los usos de la historia de vida en las ciencias sociales II
, España,
Anthropos, 1998 y Elizabeth Jelin “El género en las memorias”
en
Los trabajos de la memoria
, Madrid, Siglo XXl de España, 2002.
28
De modo muy sugerente Débora D’Antonio ha subrayado que
algunas Madres hoy se cuestionan un protagonismo originado
exclusivamente en la vivencia de sus propios hijos e hijas y co-
mienzan a pensarse centradas en su propia experiencia política
y en su propia subjetividad; de modo que sus itinerarios como
mujeres se legitiman en un reconocimiento que va más allá de
ser portadoras de una memoria de la represión estatal hacia
sus seres queridos. Véase “Las Madres de Plaza de Mayo y la
maternidad como potencialidad para el ejercicio de la política”,
ponencia presentada en las II Jornadas de Trabajo sobre Historia
Reciente, UBA, Buenos Aires, 2004.
14
Véase al respecto Ezequiel Gatto “Figuraciones: las memo
-
rias y sus condiciones”, Ponencia presentada en el I Congreso
Argentino-Latinoamericano de Derechos Humanos. Una mirada
desde la Universidad. Rosario, 2007.
15
Se refere a un abogado del Partido Comunista.
16
Pequeñas pero inmensas solidaridades jalonan esta etapa de
su historia personal; como la del taxista santafesino, de quien
Herminia primero desconfó, y que la acompañó por todo su pe
-
riplo:
En ese maremoto de gente que te denunciaba, que tenía miedo,
este hombre se jugó toda la tarde, casi todo el día, detrás de mí.
O como la del portero del edifcio donde vivía por entonces que
le dejaba comida en la puerta de su departamento.
17
Si bien es cierto que las Madres movilizaron una energía que
arraigaba en sus roles familiares tradicionales (sentimientos y
cuidado de los otros) de una manera no deliberada resquebra-
jan algunos estereotipos. El de la debilidad de las mujeres es
uno de ellos. Queda claro que más allá de los motivos iniciales
que llevaron a las mujeres (y no a los varones a salir a la escena
pública), las mujeres mostraron una mayor fortaleza subjetiva y
también física, y decididamente eso no es lo esperable para las
mujeres.
18
Véase al respecto “El uso de la entrevista en la historia oral”
en
ANUARIO Escuela de Historia
, Nº 20,
Historia, memoria y pasa-
do reciente
, Rosario, Universidad Nacional de Rosario y Homo
Sapiens Ediciones, 2005.
19
Véase del autor
Doña María. Historia de vida, memoria e identidad
política
. Buenos Aires, Manantial, 2004, p.128.
20
En el año 1986 Madres a nivel nacional se dividió originando
dos líneas políticas diferenciadas: Madres de Plaza de Mayo,
Línea fundadora y Asociación de Madres de Plaza de Mayo.
Madres de Rosario continuó su vínculo con ambas líneas. Dis-
tintos trabajos señalan tanto el dolor de muchas Madres como el
“olvido” de los motivos.
21
Herminia se acerca y se aleja de su propia condición de Madre;
es como si ella por momentos no formara parte de ese colectivo:
A mí me parece que también se las veneró tanto, se las endiosó, para mí
las endiosó, se les dio un lugar tan fuerte, tan fuerte, que se creyeron
que eran de porcelana, que no eran de carne y hueso. Entonces había
que tomar una fgura, había que usar traje y chaqueta, zapatos… que
se peinaba, se maquillaba, y... bueno, yo no estoy en desacuerdo, cada
uno que lo haga, pero no que era una norma que todas las madres te-
nían que entrar en esa postura de señora, yo soy mujer, no me interesa
a mí esa forma de ser, mi persona, mi personalidad no es para eso.
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63
“Sou uma Mãe sem partido
nem organismo”. Herminia
Severini no movimento
social
Cristina Viano
O rosto da Herminia Severini envolto em
um lenço branco, sua voz e sua presença
formam parte inescapável do cenário do
protesto social rosarina atual, transbor-
dando amplamente o campo da defesa dos
direitos humanos. Entretanto, embora sua
presença seja familiar no âmbito local, sua
história de participação social não come-
çou quando sua filha Adriana desapareceu.
Essa, que é a história de muitas mães, não
é a história da Herminia. Encontramo-nos
com uma trajetória que foi conjugando
distintas rebeldias: frente às imposições
familiares primeiro, às conjugais depois,
e mais tarde às trabalhistas e político-
sociais.
As histórias de vida formam parte da gama
de procedimentos de investigação a respei-
to das mulheres. É desde esta perspectiva
que a presente proposta tentará explorar a
experiência de vida de uma mulher para-
digmática: trabalhadora, militante política
e sindical e logo militante do movimento
de direitos humanos; estabelecendo um
diálogo com outro trabalho anterior do
qual retoma algumas preocupações e
aspectos já insinuados ao mesmo tempo
em que encontra outros territórios de
deslocamento.
“Je suis un Mère sans parti
ni orgnization”. Herminia
Severini au movemente
social
Cristina Viano
Le visage de H.S. encerclé par un mouchoir
blanc, sa voix et sa présence font partie
indéclinable de la scène de la contestation
de Rosario actuelle, débordant largement le
cadre de la défense des Droits Humains.
Bien que sa présence soit familière au
milieu local, son histoire de participation
sociale ne commença pas quand sa fille
Adriana disparut. Cette histoire, qui est
l’histoire de maintes mères, nèst pas
l`histoire de H. Nous nous trouvons
devant une trajectoire qui conjuga plusieurs
rebellions; fase aux impositions familiales
d’abord, aux conjugales après, et plus tard
aux laborales et político-sociales.
Les histories de vie font partie d’un spectre
de procedés de recherche sur les femmes.
C’est sa réclamant de cette perspective
que la présente étude tentera d’explorer
l’experience de vie d’une femme exemplaire:
travallieuse, militant politique et syndical et
puis militant des mouvements des droits
humaines, en établissant un dialogue avec
un autre texte antérieur auquel il emprunte
certaines preoccupations et aspects deja
esquissés, en mème temps qu’il trouve
d’autres territoires pour se déployer.
“I am a Mother without a
party or an organism”.
Herminia Severini in the
social movement
Cristina Viano
The face of Herminia Severini wrapped in a
white handkerchief, her voice and her
presence are part inevitable of the stage of
the social protest current in Rosario, exceed-
ing widely the field of the defense of human
rights. Nevertheless, though her presence is
familiar in the local area, her history of social
participation did not begin when her daughter
Adriana disappeared. That one, which is the
history of many mothers, is not Herminia’s
history. We find a path: it was showing our
different rebelliousness facing first her family
commands, to those of her husband’s family
later and latest to labor and social-political
life.
The histories of life form part of the range
of procedures of research about the women.
From this perspective, the proposal will try
to explore the experience of life of a paradig-
matic woman: hard-worker, political active
militant, and active member of the movement
for human rights, establishing a dialog with
another previous work of which she takes
some worries and already insinuated aspects
at the same time it finds other territories of
displacement.
63