image/svg+xml52El 30 de abril de 2007 se cumplieron 30 años del mo-mento en que un grupo de catorce mujeres realizara su primer recorrido por la Plaza de Mayo reclaman-do por sus hijas e hijos desaparecidos por la dictadura militar que se había instalado en el poder en marzo de 1976 en la Argentina. Llegarían a ser conocidas y recono-cidas mucho más allá de la geografía social que las obligó a irrumpir en el escenario público. Desde el momento en que el Movimiento de Madres se puso en marcha, en la Plaza, jamás ha detenido su andar; sin embargo, esos caminos inaugurales se han diversifcado, expandido y también bifurcado a lo largo de los cambiantes escena-rios políticos y sociales por los que han debido atravesar. Paralelamente una memoria social que las cuenta no sólo como las más revulsivas contradictoras del orden dictato-rial, sino también por sus incansables intentos de expan-dir los límites de lo posible trazado por el orden democrá-tico posterior ha forjado ciertas imágenes predominantes sobre las Madres, en gran parte alimentadas por algunas voces muy potentes y signifcativas del movimiento.Este trabajo explora al Movimiento de Madres desde un ángulo particular; el de una historia de vida “Soy una Madre sin partido ni organismo.” Herminia Severini en el movimiento social1que rebasa ese marco pero que, al mismo tiempo, no puede ser pensada fuera de él. Se trata de la voz de una mujer que contradice muchos de los supuestos habi-tuales sobre Madres, al mismo tiempo que nos invita a recorrer otras posiciones y perspectivas que marcan tanto la complejidad como los innumerables territorios de desplazamiento del movimiento “en movimiento”. Herminia Severini es su nombre.Su historia de vida entrelaza múltiples identidades; como trabajadora, como militante política y sindical, y como militante del movimiento de derechos humanos. Su rostro envuelto en un pañuelo blanco, su voz y su presencia forman parte insoslayable del escenario de la protesta social rosarina actual, desbordando ampliamente el campo de la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, aunque su presencia sea familiar en el ámbito local, su historia de participación social no comenzó cuan-do su hija Adriana desapareció. Esa, que es la historia de muchas Madres no es la historia de Herminia. Nos encontramos con una trayectoria que fue conjugando distintas rebeldías: frente a las imposiciones familiares primero, a las conyugales después, y más tarde a las laborales y político-sociales. Los derroteros de Hermi-nia se han desplegado con paciencia e impaciencia por toda la segunda mitad del siglo que dejamos atrás; se ha involucrado voluntariamente en signifcativos procesos y experiencias pero también se ha visto arrastrada a una militancia por la que nunca hubiera deseado tener que transitar. Pero hagamos un paréntesis ahora. Pequeños apuntes sobre las historias de vida y sobre esta historia de vida en particularPara las/os historiadoras/es orales es un hecho
image/svg+xml53Autora Cristina Viano Centro de Estudios de Historia Obrera, Escuela de Historia, Universidad Nacional de Rosario“Soy una Madre sin partido ni organismo.”...cotidiano de nuestra tarea investigativa el construir nuestras propias “fuentes”. Este proceso encuentra su punto de origen en un acto donde se despliega una voluntad que debe conjugarse con otra/s: la/s de quien/es queremos entrevistar. Por ello es frecuente la observación acerca de que la calidad de las entrevistas depende en gran medida de la relación que se esta-blece con las/os entrevistadas/os. Sobre esta relación, intensamente explorada por historiadores orales, so-ciólogos y antropólogos sociales, mucho se ha insistido en términos tales como posiciones de sujeto, jerarquía, desigualdad, luchas por el sentido, empatía o diferen-cias varias (de género, de edad, de capital cultural, de ideología, etc.) entre otros tópicos; no obstante lo cual cada situación requiere de especifcaciones particulares, ya que en algún sentido se trata de una situación única, que condensa el valor de lo particular y lo general. Señalo entonces que me acerqué a Herminia con la intención de recoger un relato amplio de su vida; y destaco que no escogí prestar atención a los acon-tecimientos relacionados con las cuestiones que me preocupaban a mí, sino que en todo momento intenté generar condiciones para que ella desplazara su relato desde la primera infancia, donde desplegara libre-mente su historia, en cuyo interior las digresiones, los detalles y las anécdotas me ofrecían invalorables seña-les. Fue ella quien dio sentido a su vida y a su propia historia a partir de sus recuerdos, que si bien ilumina-ban algunos momentos y eventos especiales, principal-mente nos informaban sobre signifcados y sentidos.La práctica de la historia oral comporta una dimen-sión personal, subjetiva, afectiva, que se despliega en el trabajo de campo y que puede suponer un intercambio constante y un constante movimiento de roles entre las/os sujetos involucrados en él, que lo diferencian cualitati-vamente del trabajo de archivo.2Ello se ha hecho mani-festo en esta experiencia; veamos por qué. A Herminia la conocía desde largo tiempo atrás, aunque en realidad sería más justo decir que la conocía no desde una relación interpersonal sino por las propias características de ciertos ámbitos de circulación locales y principalmente por su propia visibilidad en él. Cuando la llamé por teléfono para proponerle una serie de entrevistas donde me con-tara sobre su vida aceptó gustosamente, aunque las refe-rencias de amigas y amigos en común facilitaron mi tarea. Luego vendría el momento donde requirió más preci-siones sobre lo que yo quería hacer, aunque de hecho nuestras conversaciones desbordaron el propósito inicial, aún incumplido.3Nuestros encuentros comenzaron en el 2004, luego nos hemos seguido viendo y llamando en distintas circunstancias (cumpleaños, conmemoraciones o para saber la una de la otra simplemente). En esos encuentros, la presencia del grabador no fue constante ya que compartimos bastante más tiempo juntas conversan-do, con la peculiaridad de que en esos momentos los roles se invertían ya que era Herminia quien me interpelaba.4En el 2007 retomamos nuestros encuentros.5Hay un lap-so de tres años en el medio que fueron confgurando una relación de confanza y amistad, entendimiento y diálogo. Debo señalar que las entrevistas sufrieron desplaza-mientos en la medida en que advertí que Herminia se predisponía a contarme ciertos eventos y retornaba con insistencia a otros tópicos de su vida y de su pensamien-to. Esto me llevó a considerar algunas cuestiones. Herminia ha sido entrevistada con distintos propó-sitos en repetidas ocasiones, aunque en forma sistemá-tica sólo en este caso, el resto ha sido para un formato periodístico. En esta dirección nos hemos preguntado si podemos establecer algunos patrones entre quienes habitualmente conceden entrevistas y quienes son entre-vistados por primera vez, es decir entre entrevistadas/os primerizos o avezados.6Hemos encontrado que algunos militantes que han ocupado lugares de gran visibilidad poseen una mayor tendencia a reproducir visiones ritua-lizadas; que resultan en una historia que se torna repeti-tiva. Apuntábamos que con frecuencia esos relatos están absorbidos por la totalidad de las líneas de los aconteci-mientos de los cuales se “sienten parte” o formaron parte y asumen las cadencias y las formulaciones de una épica. La narración de sus experiencias no puede escindirse de la construcción de un mito sobre sí mismos, mito alimen-tado fuertemente a su vez en su(s) grupo(s) de referencia. Es muy difícil que estas fguras “mitológicas” salgan del relato circunscripto, convirtiéndose las entrevistas en extensas y detalladas descripciones que evidencian el intento de ejercer un monopolio sobre ciertos hechos del pasado a los que vuelven reiteradamente. Esta asunción de un rol de actores centrales abona en la construcción de una especie de “historia ofcial” que repiten monolítica-mente sin dejar espacio para las fsuras o las fltraciones; es que se trata no de entrevistados desprevenidos, sino de militantes con experiencia, que comprenden el valor
image/svg+xml54de las entrevistas y el papel que juega el/la historiador/a, por tanto la relación que se construye entre ambos está fuertemente mediada por la preocupación del/a entrevistado/a por dejar sus huellas en su paso por la historia y fjar el sentido de la interpretación. Es claro que Herminia pertenece al segundo grupo; al de los avezados. Sin embargo su relato no puede ser cabalmente comprendido en algunos de los parámetros antes planteados, se escapa a ellos. Su vida y su pensa-miento se han asentado en un lugar que con frecuencia no ha sido sencillo: el de la diferencia y la irreductibi-lidad. Asimismo, mi anterior experiencia me indicaba que algunas diferencias sustanciales se producían en relatos de varones y mujeres y que ellas remitían más que a cualquier otra causa directamente al género. Herminia confrmó algunas de mis predicciones pero también quebrantó otras. Si los varones mostraban ma-yor proclividad al diálogo y en las mujeres encontraba una resistencia inicial a hablar, acompañada en muchos casos por cierta desvalorización de los elementos que ellas mismas pudieran aportar, debo decir que con ella nada de esto sucedió. Decidida a hablar, no escapando a ningún tema y proponiendo otros; pero a su vez con-frmando algo que yo ya había experimentado: que las mujeres hablamos más en extenso de nuestras relaciones con otras y otros, hacemos visibles a más personas y a las relaciones que establecemos con ellas,7es decir que la autorreferencialidad se presenta más diluida.Es muy frecuente, sobre todo a la hora de abor-dar temas ríspidos, que el uso de la primera persona desaparezca y que el relato asuma la forma de la tercera persona, como si se tratara de experiencias ajenas (aun-que cercanas). Herminia por el contrario nunca eludió la primera persona. Ello obedece, sin dudas, a algunas de sus características personales, que no evaden la polémi-ca, la palabra fuerte, la opinión sostenida y tampoco, y esto sí es verdaderamente infrecuente, el abordar ciertos temas de naturaleza “privada” aún cuando no mediaba la pregunta directa. Señaladamente del conjunto de mu-jeres de distintas edades que he entrevistado, Herminia ha sido quien más libremente me ha hablado sobre su sexualidad, sus gustos, deseos, sus cuidados. Conozcamos a Herminia8Nadie podría suponer, viéndola, que tiene 81 años; sin embargo, Herminia nació un 20 de marzo de 1926 en el campo, cerca de la pequeña localidad santafesina de Correa. Hija de madre y padre italianos que se conocie-ron en la Argentina, fue la penúltima de 16 hijos; cuando ella nació su hermano mayor tenía 24 años. La enorme vitalidad que la anima la lleva a decir una y otra vez que piensa vivir hasta los 110 años por lo menos; es que tiene planifcadas intensas y desafantes tareas. Sospecha, con el conocimiento adquirido muchos años después, que su padre era anarquista. Su sospecha es alimentada, entre otras cosas, por el hecho de que siempre lo desveló el que todos los niños supieran leer y escribir. Eso lo llevó, junto a otros vecinos, a construir una escuela en el campo que impartía clases hasta sexto grado y a traer un maestro hijo de españoles desde Tandil, a quien primero hubo que enseñarle a hablar italiano para que pudiera entenderse con las hijas e hijos de esa colo-nia. Contradictoriamente, la madre de Herminia, como la mayoría de las mujeres de su época, nunca aprendió a leer y escribir aunque sí desarrolló una gran habilidad para sumar y restar. Herminia misma fue obligada a dejar la escuela cuando cursaba quinto grado para cuidar a uno de sus hermanos mayores que enfermó gravemente. El cuidado permanente de su hermano se prolongó por el lapso de dos años, hasta que murió, y para entonces a Herminia no le fue permitido volver a la escuela, ya sabía leer y escribir; ahora debía continuar trabajando como camarera en el comedor y surtidor de nafta, propiedad de su familia, donde su madre era cocinera. Es que apenas promediaba la década del 30 cuan-do su familia se había mudado a Cañada de Gómez debido a una enfermedad de su padre y fue allí donde sintió por primera vez eso que, según ella misma afrma, hoy llamamos “discriminación”. Su hablar cru-zado generaba las burlas permanentes de sus compa-ñeros. “Gringuita” fue el apelativo que le reservaron. Primero lloró, luego comenzó a defenderse, a golpes, como los varones lo hacían, a discutir con su maestra por ejercer su derecho a defenderse.Aquello que Herminia sintió como la primera gran imposición en su vida fue la negativa familiar (madre, padre y también hermanos mayores) que ma-logró su sueño de ser partera. Poco más tarde y cuando tenía 20 años se casó con un chofer de camiones con quien reconoce no tenía grandes cosas en común: no nos conocíamos, nos casamos porque antes había que casarse, había que ser madre, había que ser mujer. Y yo no entendía mucho de esas obligaciones, yo quería ser otra cosa. Yo quería ser algo más, a mí me quedaba…, me faltaba, a mí me faltaba una parte, pero bueno, en esa época no se podía. A su marido lo defne como un machista: te imaginás: todo un señor machista, (...) un colectivero, un muchacho que se crió en la calle manejando, con todo el concepto de un macho.
image/svg+xml55Su testimonio es profundamente revelador de los límites a los que la existencia femenina se hallaba so-metida. Su deseo de desarrollar una profesión implica-ba romper los mandatos familiares/epocales para una mujer, siguiéndolos luego se casó porque ser esposa y madre era la forma de “ser mujer”. Su traslado a Rosario, donde su marido trabajaba, implicaría el fn de sus mudanzas territoriales, que la habían llevado del campo a una población de apenas un puñado de miles de habitantes y luego a una ciudad que rápidamente estaba cambiando su fsonomía y sus costumbres y continuaría haciéndolo durante los años 60. Ya en la ciudad y mientras corrían los años del peronismo se empeñó en obtener un crédito hipotecario y construir una pequeña vivienda, en la periferia de Ro-sario donde todavía vive. Herminia tuvo por entonces a sus dos hijos; primero a Daniel y cuatro años más tarde, en 1955, a Adriana. La maternidad es un tema particular en su concepción: sus hijos fueron planifcados (por ella) en el marco de su intenso deseo por tenerlos, en medio de un matrimonio que desde sus comienzos no fue feliz: En ese momento si yo no tenía hijos no sé que me iba a pasar, tenía un mal matrimonio y sin hijos no sé que iba a ser, un desastre de persona iba a ser, no iba a ser nada.Una señal de que los deseos familiares continua-ban imponiéndose, más no los propios, estaba anun-ciada por el hecho de que su matrimonio empeoraba paso a paso y su creciente necesidad de separarse no podía consumarse sin romper con su familia. Ello fue posible ocho meses después de que sus padres murie-ron. Entonces Daniel tenía 8 años, Adriana 20 meses y Herminia, apenas 31 años. Una militante indisciplinada El comienzo de una nueva vida, así describe Herminia este momento de su vida, que implicaba dejar atrás a to-dos quienes estaban en su contra, sentirse libre y volver a soñar sus postergados sueños. Como mujer separada que debía mantener a sus hijos, salió a buscar trabajo y parale-lamente se fortaleció su decisión de estudiar enfermería. Ello se topó con el obstáculo de no haber terminado la escuela primaria: debía rendir quinto y sexto grados, cosa que logró gracias a su empeño y a solidaridades varias. Hizo un año de enfermería en la Cruz Roja, luego conti-nuó en la Escuela de Enfermería del Hospital Centenario, donde hacía las prácticas, mientras trabajaba duramente como mucama en un sanatorio, cuidaba y mantenía a sus hijos y las necesidades materiales arreciaban. Para poder estudiar debió quebrar los modelos de vida cotidiana familiar establecidos y poner pupila por un tiempo a su hija Adriana en el Hogar del Huérfano.9La política apenas había asomado en su vida a través de los relatos antifascistas de su padre, luego prolongados en la oposición al peronismo a quien veía como un fenó-meno profundamente autoritario. Herminia había asimi-lado la prédica antifascista y antiperonista de su padre,10sin embargo fueron sus propias condiciones de trabajo y las de sus compañeras quienes la llevaron directamente al terreno de la militancia: desde su ámbito de trabajo se involucró en la lucha sindical y desde la lucha sindical se convirtió en una militante del Partido Comunista. Es muy llamativo el relato de Herminia en relación con su pasaje a la militancia y la asunción de una identidad político-partidaria: en su elección fue defnitoria la presencia de otra mujer, una compañera de trabajo. Su decisión cobró forma en el marco de una huelga y no parece haber sido producto de una larga meditación sobre qué signifcaba hacerse comunista; más bien medió otro elemento de signifcación: su profundo antiperonismo. Mientras trabajaba como enfermera en un sanatorio se declaró una huelga y allí conoció a la gente del sindi-cato. Durante su desarrollo, Herminia adquirió protago-nismo entre sus compañeras: a mí me parecía que el sueldo no alcanzaba, me parecía que era justo salir a la huelga y saqué a toda la gente, la gente me siguió... Y entonces el sindicato que era peronista rabioso, yo antiperonista... yo preguntaba cosas, preguntaba... y ellos creyeron que yo era peronista...En la asamblea general donde se decidía la conti-nuidad del paro la gente del sindicato le ordenó votar en contra de la moción de una compañera, a quien ella no conocía pero con quien se encontró compartiendo posiciones. Y votó en contra de la posición del sindica-to, lo que le valió una pequeña golpiza y la acusación de comunista.
image/svg+xml56Yo no sabía qué era (ser) comunista, qué era (ser) radi-cal, no sabía nada, porque nunca había tenido militancia. Las costillas, me clavaron los codos en las costillas, patadas en los tobillos, era algo que yo no entendía. ... Entonces fui y la hablé a la muchacha que es Lidia C. que todavía está viva. Entonces le digo: –Yo estoy de acuerdo con lo que vos dijiste. –Sí yo vi que vos votaste... me llamó la atención que vos estabas en el grupo de ellos y votaste a favor y ¿qué te hicieron? –Y me pegaron –le digo. –¿Y vos por qué votaste a favor mío? –Y, porque me interesa lo que vos dijiste, porque yo estoy de acuerdo con vos.– Y pero yo soy del Partido Co-munista. –Bueno, yo me quiero afliar al Partido Comunista. Y me aflié al Partido.Era el año 1959. El relato de su vida partidaria es el relato de las relaciones con los varones del Partido: dirigentes, referentes, contactos. Su formación transitó los carriles de las conversaciones informales con los dirigentes del Partido Comunista local y principalmente con algunos abogados. En ese marco aprendió las leyes laborales al dedillo y se inició en la lectura de la Historia del movimiento obrerode Rubens Íscaro.11Herminia se convirtió en una dirigente sindical aunque nunca aceptó ser delegada ya que consideraba que ello la separaría de sus compañeras. Siete sanatorios se constituyeron en sus sucesivos lugares de trabajo.12Trabajos que perdía cada vez que me metía en problemas, señala. Eufemismo cierta-mente encubridor del desarrollo de trabajo sindical. Herminia se consideraba una muy buena trabajadora, muy efciente en lo suyo pero díscola. La inestabili-dad laboral la acompañó prácticamente toda su vida. Sus trabajos como enfermera eran en negro, no eran efectivos, y cuando era despedida exigía un telegrama, al presentarse a un nuevo trabajo decía que venía del campo. El activismo sindical la llevó a conocer, aunque brevemente, la cárcel cuando se implementó el repre-sivo Plan Conintes durante la presidencia del desarro-llista Arturo Frondizi.Atrapada en una doble pelea, por una parte sentía la persecución de la conducción del sindicato al punto del hostigamiento y también de sus patrones. Los principales logros de su participación los describe en los siguientes términos: Todo el mundo me conocía, yo tenía mucha ascendencia en el gremio porque todo el mundo me conocía y me conocía por luchadora, por decente. Y bueno conseguimos un montón de cosas, conseguimos que nos pagaran horas extras, conse-guimos que nos sentáramos para tomar la leche, conseguimos los francos, conseguimos, un día y medio francos, que nos daban medio día franco, el día entero de franco. Aprendí los convenios colectivos de trabajo y me los estudié y entonces ahí peleábamos, peleábamos sin el sindicato...Su vida como militante del Partido Comunista no parece haber sido un ejemplo de disciplina y obediencia sino que tempranamente mostró una vocación que la llevó en distintos momentos a tener importantes discu-siones por su intolerancia frente a “los que mandan” o a “las decisiones que se toman y se bajan sin participación”. Variadas contradicciones aforan en sus recuerdos:Y me aflié al Partido, ahí conocí la gloria porque lo conocí al doctor Kehoe… a los dirigentes, esos dirigentes dioses, esos dirigentes de hierro, esos comunistas que realmente me hicieron una militante comunista con la transparencia, con la fuerza, con el orgullo, con el enfren-tamiento tan grande que no te imaginás. Pero de todo eso lo que me costó fue aferrarme, aprender las leyes sindica-les que me enseñaron los dirigentes sindicales comunistas, mis camaradas me enseñaron todo y me hice una luchado-ra, me hice una dirigente...El ser indisciplinada parece ser algo que ella porta actualmente con orgullo, aunque también era un seña-lamiento de mala conducta que el Partido le reserva-ba. Le disgustaba el funcionamiento orgánico, el que resolvieran y luego bajaran las decisiones:Si yo no estaba en la discusión, yo no aceptaba, era todo un tire y afoje… Y me decían que yo no tenía nivel político, que yo no sabía hablar, que yo no... pero yo vendía material del Partido, yo no tenía nivel político pero como vendedora era muy buena vendedora, que era que juntaba plata. Al Partido le convenía esa parte. Y también la presencia de lo que denomina la burguesía en el Partido (comunistas burgueses en otros pasajes); claramente para ella el Partido debía ser patrimonio de los obreros.Cuando le pregunté por el momento en que dejó de estar orgánicamente vinculada al Partido no pudo señalarlo con precisión, intenté acercarme desde otro lugar para que me diera su opinión sobre el apoyo del PC a la dictadura del 76. Usó una palabra muy frecuente en su vocabulario, la palabra “traidores”, y descargó la responsabilidad de tamaña decisión en los dirigentes del Partido:13
image/svg+xml57Esos dirigentes, muchos se murieron, en buena hora que están muertos, esos eran los que apoyaron, y para mí no eran... no era el Partido Comunista que yo había mamado… no podía estar, ni tenía militancia...La asunción identitaria actual de Herminia es la de una comunista sin partido; nunca dejó de conside-rarse comunista más allá de su alejamiento partidario precisamente por lo que para ella signifca eso en su sentido más profundo: Yo aprendí y me educaron en el Partido que ser comu-nista era ser el mejor trabajador, el más solidario, el que más defendía al compañero. Es interesante señalar que no hay una sola men-ción en su vida partidaria a su condición de mujer, ni en términos positivos ni negativos. Cuando se aban-donó el plano de la vida familiar en el relato, donde se visualizaba clara conciencia de las limitaciones que imponía a sus deseos el hecho de ser mujer, aunque no con muchas posibilidades de superar esa situación sino desde el alejamiento y la ruptura, ella no pareció percibir condicionamientos similares en su vida como militante política y sindical. Las pocas alusiones a su condición femenina estuvieron referidas exclusiva-mente a las difcultades de criar a sus hijos como mujer sola, sin apoyo.Herminia y su hija AdrianaSi bien la hija y el hijo de Herminia crecieron en un ambiente común donde las reuniones sindicales y las movilizaciones que jalonaron la historia nacional y local en los convulsionados años 60 no les fueron ajenas, y su madre hablaba de política con ellos, los llevaba a reuniones, al sindicato y a las marchas, Da-niel, a diferencia de Adriana, no mostró una vocación militante aunque Herminia señala que aprendió de mi la lucha legal, la lucha sindical, el compañerismo, no romper una huelga, el trabajar para los compañeros, el unir a los compañeros. Es chofer de camiones. La corta vida de Adriana estaría signada por una in-quietud permanente que la llevó a transitar experiencias diversas tanto en lo personal como en lo político. Hermi-nia recuerda a su hija una y otra vez como una persona inquieta, interesada en su formación: como maestra de in-glés, que escribía y traducía del italiano, practicaba danza acuática y estudiaba análisis de sistemas. Desarrollando búsquedas políticas que en primer lugar, y siguiendo la tradición política de su madre, la llevaron a la Federación Juvenil Comunista, pero luego como a muchos otros jó-venes de los primeros años 70 a transitar de unos espacios a otros: de la Federación Juvenil Comunista, a un breve interregno en el Partido Socialista Popular para fnalmen-te recalar a principios del 76 en la mayor organización de la nueva izquierda peronista de los 70: Montoneros. Cuando esto ocurrió, la derechización del peronismo en el gobierno era una realidad plena y también los gru-pos paraestatales que actuaban bajo su cobijo; de hecho la Triple A había sido ya responsable de cientos de muertes sin que uno sólo de sus integrantes fuera detenido u obstaculizado por alguna instancia policial o judicial. Her-minia polemizó sistemáticamente con Adriana, que ya se había independizado, trabajaba, estudiaba y vivía en una pensión. Decididamente no compartía la militancia en Montoneros de su hija. Le señalaba sobre todo su discre-pancia con los métodos de la guerrilla. Ello nos habilita a realizar una refexión; es sabido que la Asociación Madres de Plaza de Mayo provocó un desplazamiento desde el originario hijo-desaparecido, motor primero del movi-miento de derechos humanos, a la recuperación posterior del hijo-militante revolucionario-desaparecido. Esas siluetas que se llenaron de vida y de contenido introdujeron como un elemento central la dimensión política del desapa-recido que se operó bajo la forma de una identifcación imaginaria muy fuerte con la generación de los 70.14La muerte y la desaparición pasaron a ser la consecuencia de unadeterminada vida a la que se compone desde un fuer-te imaginario heroico. Herminia pudo plantear en tiempo real las diferencias con su hija y también puede sostener en el presente esa diferencia; su trabajo de memoria le permite, al propio tiempo de recuperarla como una militante, realizar una crítica intensa de lo que consideró y considera un camino inapropiado. Apenas habían pasado unos pocos meses del golpe militar del 24 de marzo de 1976 cuando los peores temores de Herminia comenzaron a cumplirse. Alguien le avisó que su hija estaba presa en la Policía Federal. Armándose de todas sus fuerzas se encaminó a buscarla logrando que Adriana fuera liberada poco después. Presa del miedo que ya dominaba a amplios sectores de la so-ciedad, Adriana se quedó unos días con su madre y luego intentó seguir con su vida, en tanto la empresa John Dee-re, donde trabajaba, la despidió; pero, eso sí, enviándole la liquidación correspondiente. Adriana se mudó entonces a la ciudad de Santa Fe a pesar de la oposición de su madre, quien intentó infructuosamente que se fuera a Brasil por un tiempo. Adriana sostenía con empecinamiento que no
image/svg+xml58iba a marcharse del país. Herminia la recuerda diciéndo-le: Yo te he visto pelear con la policía, yo te he visto hacer tantas cosas a vos que te desconozco, mamá, y tenés miedo.Los meses siguientes fueron muy difíciles para ambas, el sentimiento del peligro inminente hacía que sus encuentros fueran clandestinos; el último domingo de cada mes en una iglesia, sobre todo después de que a Adriana le pusieron una bomba que redujo su casa de Santa Fe a escombros. Herminia estaba en Villa Eloísa cuando el 4 de enero de 1977 un sobrino le avisó que en el diario había salido la noticia que Adriana Bianchi, su hija, y tres personas más habían sido “abatidas en un enfrentamiento” por las fuerzas de seguridad. Herminia se encaminó a Santa Fe, sola por propia decisión para no poner en riesgo la vida de nadie, con la mente en blanco. Allí buscó a su hija en el Hospital Iturraspe, en la morgue y en el cementerio, en medio de militares fuertemente armados que le dedica-ban gruesos insultos y otras medidas amedrentadoras. A fuerza de mucho discutir le mostraron cuerpos en la morgue; cuerpos que se encontraban en avanzado estado de descomposición y luego hasta una fosa común. Cuando yo lo empecé a contar, las otras madres me decían que no contara eso... porque no era cierto, que yo no podría haber visto los cadáveres, que yo no. La que no dudó fue Marta H. (…) se conmovía mucho y no lo conté más, cuando lo empecé a con-tar fue mejor... cuando volví me quedé en la cama, sin pensar, le hablé a Trumper,15que había vuelto y que no había reconocido ningún cadáver y que después iba a ir al estudio. Entonces me quedé en la cama, me quedé en la cama... Le ofrecieron un certifcado de defunción mientras Herminia reclamaba a gritos que quería ver a su hija, que no iba a tomar el certifcado sin ver el cadáver de su hija, sin ver dónde estaba. Pero se volvió con las manos vacías.16Herminia en el movimiento de derechos humanosMientras el dictador Videla afrmaba que “... el desaparecido en tanto esté como tal, es una incógnita (...) mientras sea desaparecido no puede tener tratamiento especial, porque no tiene entidad; no está muerto ni vivo”, y desde el poder estatal se torturaba, asesinaba y desaparecía a miles de mujeres y varones, el movimiento de derechos humanos se conformaba trabajosamente en Rosario. Herminia participó primero en Familiares de Desaparecidos, incorporándose luego a Madres de Plaza 25 de Mayo, cuando otras madres rosarinas ya se habían organizado en el ámbito local. Recuerda las rondas, la emoción incontenible que se adueñó de ella la primera vez que se puso el pañuelo blanco en la cabeza un 24 de diciembre, las madres que venían de distintos lados de la provincia, de Casilda, de Totoras, porque “en todos lados hay madres”. Que las mujeres “aguantaron” más que los hombres, que casi todos sucumbieron al peso del horror y se murieron antes de “muerte natural”.17 El repaso por su toma de contacto e incorporación en la vida de los organismos de derechos humanos y su posterior militancia constituye uno de los tramos más complejos de su relato, uno de los más difíciles de desen-trañar. Mi fuerte insistencia en la obtención de datos que aportaran a una tarea de orden más reconstructivo no pudo quebrar sus resistencias, olvidos y negativas; sólo pude obtener fragmentos de recuerdos que no pueden inscribirse en el hilo de la continuidad. Herminia prefere sin dudas explayarse sobre sus actividades militantes más actuales. Llenar esos vacíos implicaría sin dudas la necesi-dad de escuchar otras voces que me ayuden a completar lo incompleto, aunque en la misma dirección que la sos-tenida por Alessandro Portelli,18para quien acudir a otras entrevistas no constituiría un modo de verifcación sino de mejor interpretación. Y tal vez sea este un momento oportuno para plantear con Daniel James que la relación entre narraciones personales e historia, como también entre la autobiografía en general y la historia, es compleja y problemática, que los relatos de vida son constructos culturales que recurren a un discurso público estructura-do por convenciones de clase y género, y que se valen de una amplia gama de roles, autorrepresentaciones y tienen un carácter profundamente ideológico.19Del relato de Herminia emergen algunos nudos de problemas que intentaré examinar cuidadosamente. La cautela al abordar algunas situaciones se pierde y aforan sentimientos, imágenes y perspectivas diversas sobre su derrotero al interior de Madres. Los momentos iniciales fueron caracterizados por la igualdad, donde no importa-ba qué fuera cada una, de dónde venía, qué pensaba o si tenía una ideología política; sólo la búsqueda desesperada de hijas e hijos las unía:Todas teníamos un origen, en un primer momento no se supo quién era ofcinista, quién era mucama, quién era ama de casa, éramos todos ideales porque ahí no se habló de política ... ni política ni partidaria, ahí, en el primer momento no, pero después empezaron a surgir esas cosas, empezaron a surgir...Los años transcurrieron y el período de militancia
image/svg+xml59sostenida frente a la dictadura dejó paso con la recupe-ración democrática a un paisaje más complejo donde el camino de unidad y entendimiento se derrumbó,20las di-ferencias aforaron y ellas fueron de distintos tenores. Esta situación fue vivida con mucho dolor por Herminia. Sus cuestionamientos apuntaron a las relaciones de poder, al autoritarismo que percibía y a la centralización en la toma de algunas decisiones. Es justo mencionar que reconoció que quienes “mandaban” eran también quienes más militaban. Insistentemente se ha señalado el valor de las anécdotas. A continuación analizo una de las que ha sido un importante jalón en la vida de Herminia, me la ha relatado una y otra vez y nos ofrece importantes seña-les, ya que a través de ella anuda la explicación sobre su alejamiento del movimiento. Me cuenta que con motivo de una nota que le realizaran en el principal diario local, La Capital, había repasado algunos momentos altamente signifcativos; su vida como trabajadora, su experiencia como enfermera, que fue echada de distintos sanatorios, que se sumó a las flas del Partido Comunista. Ello desató duras objeciones por parte de Madres: las Madres no tie-nen política, recuerda Herminia que se le señaló. Ese fue el momento que selló la ruptura. Nuevamente no sopor-taba ciertas imposiciones, un deber ser que intentaba im-ponerse desde adentro y que marcaba los exactos límites de la corrección para una Madre que se deslizaba desde el cuestionamiento a develar o sostener una identidad política, a qué cosas decir y cuáles no, hasta a un modo de vestirse.21Abandonó el pañuelo que decía Madres de Plaza 25 de Mayo y lo cambió por uno completamente blanco que le regaló la agrupación H.I.J.O.S.22Cuando se produjo su alejamiento de Madres de Plaza 25 de Mayo decidió no vincularse orgánicamente a ninguna de las dos líneas en que Madres estaba dividida a nivel nacional y permanecer como una Madre sin “organismo”. Herminia, que vive como la mayoría de los jubila-dos argentinos de principios del milenio, con una muy modesta jubilación que apenas cubre algunas de sus necesidades vitales, no aceptó la “reparación económica” que el Estado implementó por los años 90. Esa posibili-dad le generó no pocas contradicciones, por una parte razonó que el hecho de que el Estado “pagara” implicaba el reconocimiento de que los militares habían cometido un delito, desde lo más personal la arreciaba el sentimien-to de que la plata la compraba, y que Adriana no iba a perdonarla aunque entendía que muchas madres tan atravesadas por una situación económica difícil la acepta-ran ya que “sólo vendía la sangre de nuestros hijos aquel que dejó la lucha” y ésa no era su perspectiva. Nunca asumió una posición de condena frente a las Madres que sí la aceptaron.23El tema de los jóvenes es casi obsesivo en su rela-to, hasta el punto de que el grueso de sus expectativas de cambio social están centradas en ellos. Cuando a mediados de la década del 90, más precisamente cuan-do se acercaban los 25 años del golpe militar de 1976 y asomaba en el horizonte nacional y también en Rosario la agrupación H.I.J.O.S., a Herminia le pareció que al fn algo auspicioso estaba sucediendo y comenzó a participar activamente. La justicia no había llegado a los responsables de los crímenes de la dictadura, y con H.I.J.O.S. llegaron los escraches:¡Yo me puse a la altura de los jóvenes, porque pelear por la vida es los jóvenes! No puedo estar con los viejos si peleo la vida de los jóvenes. Es una contradicción que tienen las madres y los viejos. Los viejos quieren que los jó-venes vayan a los viejos, y es al revés. Los viejos tienen que ir a los jóvenes. Nunca nos vamos a entender, esa, esa valla generacional, que no rompemos. No la rompemos porque nos pasamos criticando a los jóvenes. Quiero señalar que si bien las historias de vida nos arrastran irremisiblemente hacia el pasado de las perso-nas, Herminia una y otra vez escoge presente y futuro. Ha minimizado al extremo los momentos de dolor en aras de privilegiar otros pasajes de su vida: más que los de una mujer sufriente, los de una mujer que lucha y enfrenta las distintas vicisitudes con que la vida la fue desafando, de hecho Herminia realiza un enorme despliegue vital a través de múltiples actividades. Hace ya unos cuantos años, aunque ya no recuerda cuándo fue la primera vez, comenzó a concurrir a las escuelas a conversar, a contar su historia. Niñas y niños, pequeños y adolescentes se convirtieron en interlocutores, nunca en pasivos escuchas, de sus relatos. Piquetes, huelgas, villas y barrios, bibliotecas populares, centros culturales gestionados por trabajadores son algunos de sus ámbi-tos más frecuentes de circulación, como una militante sin partido ni organismo. El fragmento que sigue es pro-bablemente uno de los más signifcativos y reveladores de su testimonio, el que ofrece una perspectiva acabada y minuciosa sobre todo de sus autopercepciones.24Yo soy una Madre... lucho por todos, yo no lucho sola-mente por mi hija, nunca luché para mí sola, siempre luché para todos, y hoy la lucha no es de mi hija, es de todos, y el que
image/svg+xml60no lucha para todos, es un cobarde, es un mezquino... no me hace falta encuadrarme bajo ningún cuadrado político, el pañuelo es el partido más fuerte del mundo. Entonces con el pañuelo yo puedo militar en donde quiera, no me puede echar nadie. No me puede echar nadie porque soy una madre suelta que va donde está la lucha, sin organismo. A eso llegué, fja-te, mi rebeldía de chiquita me lleva a ser rebelde de grande. Porque hoy soy ésto, soy una luchadora, lucho en el barrio, lucho donde sea y lucho en cualquier lugar… al pañuelo es algo a lo que le tienen ese respeto... que la madre puede, es una cosa muy fuerte. Entonces por ahí un poco de miedo me da, viste, sabés que me da un poco de miedo ser eso.La etapa que se abrió con la asunción de una nueva gestión peronista, encabezada por Néstor Kirchner en 2003 afectó tanto a las Madres en su conjunto como al movimiento de derechos humanos en general en su histórico y muy confictivo relacionamiento con los distintos gobiernos democráticos. Ese horizonte se ha conmovido hasta el punto de que ya no es posible sos-tener que Madres “se pone a distancia de toda política del estado”,25de hecho los más heterogéneos sectores del movimiento de derechos humanos coinciden en una cerrada defensa y apoyo activo a la política de derechos humanos que lleva adelante el kirchnerismo.26Sólo vo-ces aisladas del movimiento han expresado algún tipo de crítica. Herminia es una de ellas. Le molesta profun-damente que Kirchner declare que se considera hijo de las Madres de la Plaza de Mayo y afrma: No quiero que sea mi hijo, porque él está sirviendo al imperio, él esta pagando la deuda externa, él está teniendo en la calle muertos de hambre, nosotros los jubilados no tenemos una jubilación digna, nosotros los jubilados no tenemos asistencia médica. ¿Él es el revolucionario del 70?En su memoria, el pasado y el presente se mezclan inevitablemente y evidencias aportadas por procesos posteriores la llevan a recordar tanto las advertencias que le hacía a su hija Adriana como a manifestar una visceral desconfanza hacia los dirigentes y en líneas más generales a la “política”. Sintomáticamente todos los dirigentes que desflan por sus recuerdos son de origen peronista, principalmente ex montoneros que hoy ocupan altos cargos políticos. Manifesta sus con-tradicciones con la entrega de la ESMA que propició Kirchner en 2004, le parece que en el fondo como dice el refrán “es estar bien con dios y con el diablo” ya que se tranquiliza a la gente luchadora que exige derechos humanos, entonces toda esta gente va a estar bien, bárbaro y por allá la gran burguesía, la burguesía enojada. Pero no im-porta a ustedes también les voy a dar, les voy a dar cosas.... Un poco se puso en el medio Kirchner, y eso de marchar en el medio es como la tercera posición que no lleva a ningún lado.Algunas reflexiones (no sistemáticas)Asumiendo que las distintas experiencias de vida, desde las más personales hasta las políticas, tienen implicancias de género, es sugerente interponer la interrogación sobre hasta dónde Herminia es consciente de cómo el ser mujer ha modelado su existencia.27De su relato se desprenden perspectivas atravesadas, teñidas y narradas principalmente en términos de clase. Se refere a sí misma en su condición de proletaria, de luchadora, pero también de mujer y de Madre, no necesariamente en ese orden y sin establecer una jerarquía al respecto. Su historia nos ofrece múltiples ángulos desde los cuales podemos adentrarnos en ciertas pautas de familia, en las costumbres reservadas y deseables para las mujeres, pero también en los pequeños y a veces poco visibles mecanis-mos de resistencia o gérmenes de ruptura en la frontera de su vida cotidiana, que tuvieron que esperar la ocasión para saltar y desplegarse. Señalo que en algunos aspectos no ha sido fácil visualizar cuáles de sus ideas son más actuales y cuáles ha arrastrado por largos años, aunque es indudable que más allá de sus muchas intuiciones, nuevos ámbitos de relaciones han contribuido de manera creciente en la explicitación de un conjunto de referencias y apreciaciones sobre la condición de las mujeres. Insistentemente se ha planteado que las mujeres narran sus recuerdos en una clave muy tradicional, la de vivir para otros, aspecto desde el cual se proyectan fuertes elementos identitarios. Si bien una interpreta-ción lineal podría conducirnos en ese camino, ya que su vida se centró tempranamente en el cuidado de otros; en primer lugar de su hermano enfermo en la infancia, para luego traspasar las fronteras de su vida privada y prolongarse en su trabajo (el cuidado de enfermos), este aspecto no puede leerse solitariamente sino que debe ponerse en diálogo con otros aspectos y momentos de su vida. Para su trabajo independiente elige hacer una de las cosas que sabe: cuidar enfermos y paralelamente estudiar para mejorar su condición, lo que aparece más como una estrategia racional de supe-ración personal que como la aceptación de un estereo-tipo. Sus afnidades electivas la llevan por caminos no muy frecuentes para una mujer de su época: separarse, enfrentar una vida nueva con hijos pequeños en con-
image/svg+xml61NOTAS1Este trabajo es producto del proyecto de investigación “Culturas militantes narradas y pensadas desde historias de vida. Una intro-misión al pasado reciente”. CEHO/2006/2007/2008.2Algunos de estos problemas han sido recorridos en Gabriela Águila y Cristina Viano “Las voces del conficto: en defensa de la historia oral” en Historiografía y memoria colectiva. Tiempos y territo-rios, Cristina Godoy (editora), Buenos Aires, Miño y Dávila, 2002.3 Me refero al proyecto editorial que da cuenta de militantes políticos y sociales de Rosario en el siglo XX al que fui convocada con el propósito de hacer un recorrido biográfco de una Madre. Pensé inmediatamente en Herminia. En la obra, aún sin editar, se releva la presencia de sólo dos mujeres, Virginia Bolten (una militante anarquista de principios del siglo XX) y Herminia. 4 Daniel Bertaux ha señalado que el método compromete a la persona que hará la investigación a una determinada relación de campo, a ciertas prácticas existenciales que contienen en fligrana unas ciertas formas de pensamiento y excluyen necesariamente otras. Véase del autor “Los relatos de vida en el análisis social”, en Jorge Aceves Lozano (comp.), La historia oral, México, UAM, 1993. 5 Nuestra diferencia de edad no fue un obstáculo en la posibilidad de comunicarnos, tal vez ello fue favorecido ampliamente por la disposición y el acostumbramiento de Herminia a tratar con per-sonas más jóvenes que por mis propias capacidades como histo-riadora oral. De todos modos aclaro que no imagino posibilidad de aprendizaje y comunicación signifcativa más importante de aquella que transcurre en el seno del camino abierto por la narra-ción testimonial y no tengo dudas de que esta posibilidad se halla potenciada por el vínculo que puede establecerse entre mujeres.6 Hemos desarrollado este tópico en G. Ríos Pasquali y C. Viano; “Culturas militantes. Desafíos y problemas planteados desde un abordaje de historia oral” en Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política, Nº 23, Buenos Aires, Asociación de Estudios de Cultura y Sociedad, marzo de 2006. 7 Esto ha sido planteado sostenidamente por distintas investiga-doras, entre otras por Isabelle Bertaux-Wiame en “The life history approach to the study of internal migration” en Biography and society, the life history approach in the social sciences, Sage Publ., Beverley Hills, 1981. 8 Si bien en este trabajo me he concentrado en la vida adulta de Herminia, los datos previos no pueden ser soslayados; no se puede prescindir de su historia de vida anterior.9 Destaco que Herminia usó la palabra “internar”.10 ... En la política éramos antiperonistas y nada más… de la guerra, sí. Y, antimussolini, mi papá, antifascista. La que más hablaba era yo con mi papá. Y que me explicara de la guerra, era la que más curiosidad tenía. Mis hermanas jamás...11 La militancia la hacía en el Partido pero adentro del trabajo, en el lugar de trabajo, en mi propio lugar, hacía trabajo sindical… Yo no hacía una vida partidaria, de célula, pero sí tenía la relación de partido con los dirigentes del Partido directamente, me entendés. Entonces ellos me enseñaron las leyes laborales, leí los cursos de Rubén Íscaro, leí todo, me prepararon ellos para ser una dirigente sindical, entonces más que tener una vida política partidaria, era una vida partidaria sindical.12 Sus trabajos serían invariablemente en “negro” y es sorprenden-te que pudiera jubilarse hace unos pocos años. De hecho pudo hacerlo hace poco más de una década porque conservó por 35 años los numerosos telegramas de despido.13 No pude profundizar en esto para saber si se refería a la diri-gencia nacional, qué nivel de responsabilidad le adjudicaba a la dirigencia local con la cual ella se relacionaba, porque evidente-mente los dirigentes eran los mismos a los cuales se había referido “como dirigentes dioses”. diciones de insufciencias materiales muy marcadas, y también a militar en un partido de izquierda. La historiografía argentina está dando importantes pasos en la exploración de algunos momentos de nuestro pasado reciente y en esa dirección han emergido proble-mas y temas que, como el mundo de la militancia, ya ha sido intensamente transitado desde perspectivas diver-sas y hasta antagónicas; la memoria social ha trazado también sus propios itinerarios aunque en una dirección no necesariamente confuyente. En este contexto no resulta extraño que la inconmensurabilidad del proceso de desaparición de personas durante la última dictadura militar implicara que en la fgura de las y los desapare-cidos se resumiera la forma predominante del recuerdo que quedó en boca de las Madres de Plaza de Mayo y de los organismos de derechos humanos y también de los militantes para nombrar esa historia de la segunda mitad de los años 70. Tampoco que bajo esa fgura, la del desaparecido, se borrara toda identidad previa, hecho de magnitud sobre todo si consideramos que se trataba de mujeres y varones que habían sustentado identidades políticas y sociales fuertes y precisas, y que la asunción de esas identidades de alguna manera había opacado a otras que convivían subordinadamente. Con las madres ha ocurrido algo similar: se ha borrado toda identidad anterior, son mujeres que han cobrado protagonismo sólo y desde una desgracia personal y colectiva.28Una imagen ha predominado con relación a Madres; la de un grupo de mujeres, en general amas de casa, que nada sabían de política, que salen de sus mundos privados por necesi-dad, a buscar a sus hijas e hijos desaparecidos. Las historias de vida y la historia oral contribuyen a pluralizar distintas dimensiones de la vida social, a disolver homogeneidades y fáciles generalizaciones o a cuestionarlas y relativizarlas. La historia de vida de Herminia muy bien puede inscribirse en esa dirección; la de mujeres que tenían una vida anterior que desbor-daba los límites estrechos del ámbito privado y que quedó invisibilizada bajo un gigantesco peso simbóli-co, que contribuyó a borrar o desdibujar sus identida-des anteriores. Tal vez no sería aventurado plantear que aquel modelo, más allá de responder a la realidad sea paralelamente más aceptable o asimilable para pensar a unas mujeres que de algún modo producen algunas astillas en los estereotipos. Herminia es una de esas mujeres: una Madre en el movimiento social, y como ella repite una y otra vez “una Madre sin partido ni organismo”.
image/svg+xml62Observo en este fragmento de su relato la sugerente diferencia que establece entre “señora” y “mujer”. 22H.I.J.O.S. (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) en Rosario se constituyó en el año 1995 (con puntitos) y realizó su presentación pública en la Plaza San Martín el 24 de marzo de 1996. La agrupación local se caracterizó desde sus orí-genes por reunir tanto a afectados directos como a quienes no lo fueron. 23El sector liderado por Hebe de Bonafni planteó una dura con-dena ya que “aceptar las dádivas del Estado sería prostituirse”. Madres Línea Fundadora sostendría, por el contrario, que la repa-ración económica por parte del Estado implicaba que éste asumie-ra algún tipo de responsabilidad en lo sucedido.24Destaco aquí que una de las más valiosas aportaciones que ha hecho la historia de las mujeres es reubicar la presencia y la participación de las mujeres en el estudio de movimientos so-ciales y políticos no como mero apéndice y accesorio y tratando además de no caer en la tentación de relevar la presencia de las mujeres desde una concepción bipolar que las coloca como eter-nas víctimas o incansables luchadoras. He intentado sumarme a este propósito. Al respecto puede verse el trabajo de Mary Nash; “Nuevas dimensiones de la historia de la mujer”, en Presencia y protagonismo. Aspectos de la historia de la mujer. Madrid, Ediciones del Subal, 1984.25Tal como una década atrás sostenía Raúl Cerdeiras en “Veinte tesis acerca de Madres de Plazo de Mayo y algo más”. Aconteci-miento. Revista para pensar la política. Buenos Aires, Nº 13, 1997, pág. 116.26Las declaraciones de Hebe de Bonafni a pocos días del 30 aniversario de Madres que cito a continuación son una muy buena síntesis de las posiciones del grueso del movimiento: “La lucha de mis hijos no fue en vano, sino no tendríamos el Presi-dente que tenemos que dice que somos sus madres, que es here-dero de las luchas de nuestros hijos” (FM Universidad Rosario, 27/04/07).27Recojo la observación realizada por Elizabeth Jelin en el senti-do de que debemos realizar un esfuerzo consciente y focalizado para plantear preguntas analíticas desde una perspectiva de género, ya que de lo contrario el género se torna invisible y de-saparece. En similar dirección Alejandra Massolo sostiene que si bien la historia oral y las historias de vida constituyen un recur-so excepcional para acercarnos al conocimiento de las mujeres dentro de contextos culturales e históricos específcos, no hay nada inherentemente feminista en ello (ni aún en las hechas por mujeres) que solamente se convierte en una metodología femi-nista si se las utiliza sistemáticamente para objetivos feministas. Véase “Testimonio autobiográfco femenino: un camino de cono-cimiento de las mujeres y los movimientos urbanos en México” en Los usos de la historia de vida en las ciencias sociales II, España, Anthropos, 1998 y Elizabeth Jelin “El género en las memorias” en Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXl de España, 2002. 28De modo muy sugerente Débora D’Antonio ha subrayado que algunas Madres hoy se cuestionan un protagonismo originado exclusivamente en la vivencia de sus propios hijos e hijas y co-mienzan a pensarse centradas en su propia experiencia política y en su propia subjetividad; de modo que sus itinerarios como mujeres se legitiman en un reconocimiento que va más allá de ser portadoras de una memoria de la represión estatal hacia sus seres queridos. Véase “Las Madres de Plaza de Mayo y la maternidad como potencialidad para el ejercicio de la política”, ponencia presentada en las II Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente, UBA, Buenos Aires, 2004.14 Véase al respecto Ezequiel Gatto “Figuraciones: las memo-rias y sus condiciones”, Ponencia presentada en el I Congreso Argentino-Latinoamericano de Derechos Humanos. Una mirada desde la Universidad. Rosario, 2007.15Se refere a un abogado del Partido Comunista.16 Pequeñas pero inmensas solidaridades jalonan esta etapa de su historia personal; como la del taxista santafesino, de quien Herminia primero desconfó, y que la acompañó por todo su pe-riplo: En ese maremoto de gente que te denunciaba, que tenía miedo, este hombre se jugó toda la tarde, casi todo el día, detrás de mí. O como la del portero del edifcio donde vivía por entonces que le dejaba comida en la puerta de su departamento.17 Si bien es cierto que las Madres movilizaron una energía que arraigaba en sus roles familiares tradicionales (sentimientos y cuidado de los otros) de una manera no deliberada resquebra-jan algunos estereotipos. El de la debilidad de las mujeres es uno de ellos. Queda claro que más allá de los motivos iniciales que llevaron a las mujeres (y no a los varones a salir a la escena pública), las mujeres mostraron una mayor fortaleza subjetiva y también física, y decididamente eso no es lo esperable para las mujeres.18 Véase al respecto “El uso de la entrevista en la historia oral” en ANUARIO Escuela de Historia, Nº 20, Historia, memoria y pasa-do reciente, Rosario, Universidad Nacional de Rosario y Homo Sapiens Ediciones, 2005.19 Véase del autor Doña María. Historia de vida, memoria e identidad política. Buenos Aires, Manantial, 2004, p.128.20 En el año 1986 Madres a nivel nacional se dividió originando dos líneas políticas diferenciadas: Madres de Plaza de Mayo, Línea fundadora y Asociación de Madres de Plaza de Mayo. Madres de Rosario continuó su vínculo con ambas líneas. Dis-tintos trabajos señalan tanto el dolor de muchas Madres como el “olvido” de los motivos. 21Herminia se acerca y se aleja de su propia condición de Madre; es como si ella por momentos no formara parte de ese colectivo:A mí me parece que también se las veneró tanto, se las endiosó, para mí las endiosó, se les dio un lugar tan fuerte, tan fuerte, que se creyeron que eran de porcelana, que no eran de carne y hueso. Entonces había que tomar una fgura, había que usar traje y chaqueta, zapatos… que se peinaba, se maquillaba, y... bueno, yo no estoy en desacuerdo, cada uno que lo haga, pero no que era una norma que todas las madres te-nían que entrar en esa postura de señora, yo soy mujer, no me interesa a mí esa forma de ser, mi persona, mi personalidad no es para eso.
image/svg+xml63“Sou uma Mãe sem partido nem organismo”. Herminia Severini no movimento socialCristina VianoO rosto da Herminia Severini envolto em um lenço branco, sua voz e sua presença formam parte inescapável do cenário do protesto social rosarina atual, transbor-dando amplamente o campo da defesa dos direitos humanos. Entretanto, embora sua presença seja familiar no âmbito local, sua história de participação social não come-çou quando sua filha Adriana desapareceu. Essa, que é a história de muitas mães, não é a história da Herminia. Encontramo-nos com uma trajetória que foi conjugando distintas rebeldias: frente às imposições familiares primeiro, às conjugais depois, e mais tarde às trabalhistas e político-sociais. As histórias de vida formam parte da gama de procedimentos de investigação a respei-to das mulheres. É desde esta perspectiva que a presente proposta tentará explorar a experiência de vida de uma mulher para-digmática: trabalhadora, militante política e sindical e logo militante do movimento de direitos humanos; estabelecendo um diálogo com outro trabalho anterior do qual retoma algumas preocupações e aspectos já insinuados ao mesmo tempo em que encontra outros territórios de deslocamento. “Je suis un Mère sans parti ni orgnization”. Herminia Severini au movemente socialCristina VianoLe visage de H.S. encerclé par un mouchoir blanc, sa voix et sa présence font partie indéclinable de la scène de la contestation de Rosario actuelle, débordant largement le cadre de la défense des Droits Humains.Bien que sa présence soit familière au milieu local, son histoire de participation sociale ne commença pas quand sa fille Adriana disparut. Cette histoire, qui est l’histoire de maintes mères, nèst pas l`histoire de H. Nous nous trouvons devant une trajectoire qui conjuga plusieurs rebellions; fase aux impositions familiales d’abord, aux conjugales après, et plus tard aux laborales et político-sociales.Les histories de vie font partie d’un spectre de procedés de recherche sur les femmes. C’est sa réclamant de cette perspective que la présente étude tentera d’explorer l’experience de vie d’une femme exemplaire: travallieuse, militant politique et syndical et puis militant des mouvements des droits humaines, en établissant un dialogue avec un autre texte antérieur auquel il emprunte certaines preoccupations et aspects deja esquissés, en mème temps qu’il trouve d’autres territoires pour se déployer.“I am a Mother without a party or an organism”. Herminia Severini in the social movementCristina VianoThe face of Herminia Severini wrapped in a white handkerchief, her voice and her presence are part inevitable of the stage of the social protest current in Rosario, exceed-ing widely the field of the defense of human rights. Nevertheless, though her presence is familiar in the local area, her history of social participation did not begin when her daughter Adriana disappeared. That one, which is the history of many mothers, is not Herminia’s history. We find a path: it was showing our different rebelliousness facing first her family commands, to those of her husband’s family later and latest to labor and social-political life.The histories of life form part of the range of procedures of research about the women. From this perspective, the proposal will try to explore the experience of life of a paradig-matic woman: hard-worker, political active militant, and active member of the movement for human rights, establishing a dialog with another previous work of which she takes some worries and already insinuated aspects at the same time it finds other territories of displacement.63