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La voz
recobrada...
E
l reciente acercamiento a la historia de
nuestra América Central, a través de varios
estudios recogidos en revistas especializadas
en ciencias sociales, y muy específcamente el
intercambio de ideas a que dio lugar el Segundo
Encuentro Internacional y el Primer Encuentro de
Historia Oral, que se llevó a cabo en Panamá en los
primeros meses del año en curso, han dejado un saldo
enriquecido y hasta desbordante por momentos,
de novedades que reconsideran los alcances que la
Historia Oral otorga a nuestro pasado americano y
a la vivencia actual sobre esa identidad tantas veces
convocada como mal conocida, y al papel hasta
aquí apenas bosquejado que desempeña ese pasado
compartido.
La presencia de la directora general de Patrimonio
e Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires,
licenciada Liliana Barela, en el Encuentro citado,
sumado al intercambio de noticias a lo largo de esas
jornadas, adquiere una gravitación notable para
quienes desde hace mucho tiempo venimos bregando
por la instalación de la Historia Oral en la comprensión
cabal de nuestro pasado americano.
Y por cierto, la publicación que pudimos leer es
la
Revista de Historia y Ciencias Sociales
, publicada por
el Departamento de Historia de la UNAN-Managua.
Nicaragua nos devuelve un relato inquietante y
una serie de notas develadoras de esa realidad
centroamericana que vamos conociendo, aunque
áreas y cuestiones netamente propias pasan a un
segundo o tercer lugar, turbando una visión de nuestro
continente, conformado por naciones auténticamente
latinoamericanas... Por otra parte, lo que sabemos es
por demás escaso –de todos modos– por un cúmulo
de razones, por distancias y diferencias concretas
y/o historiográfcas o constitutivas. Y precisamente,
el borramiento de esas cualidades centroamericanas
expresamente distintivas, sumadas a reclamos
seculares ante la expansión estadounidense o intentos
ingleses, sobre costas o puertos o canales estratégicos,
conforman en su conjunto una vigencia ajena en
cantidad de circunstancias y áreas estratégicas.
Admitido esto, nos queda por conocer su destino,
sus aspiraciones, sus producciones, su vital realidad.
La historia legitima aspiraciones, producciones,
realidades... y logra conformar una ruta necesaria,
unitiva, hacia un destino americano común y
compartido, como una suerte de brújula que orienta
hacia lo propio.
Para esa historia clara, no hay nada más unitivo
que la lengua y el pasado primero, como brújula
efectiva para sobrellevar los desafíos de la historia,
renovando accesos a testimonios válidos preservados o
rescatados, excluidos de la memoria o subordinados a
una fronda de circunstancias ajenas.
Repitamos aquí nuestro legítimo entusiasmo por
la Historia Oral para contribuir a la producción de una
historia diferente de nuestra América, que habrá de
permitirnos surcar los desafíos de esa historia todavía
confusa y como cuadriculada entre poderes rivales
o ideologías no propias, sino ajenas, que derivan
virtualmente mezcladas a sucesos posteriores y a la
inclusión de toda Centroamérica.
En síntesis, no hay enfoque que nos resulte
familiar en las revistas mencionadas, y lo tomamos
lícitamente como un territorio casi desconocido, y en el
mejor de los casos, mal conocido.
Lo que más conocemos en verdad, está mucho
más ligado a la política expansionista del área norteña
(Norteamérica), que en líneas generales sigue en su
período nacional la política inglesa en relación con la
América Central… y para decirlo en pocas palabras,
mucho de lo que sabemos o nos hemos ocupado
en saber, nos ha llegado vía libros y artículos de
historiografía y/o política estadounidense, que llevada
al plano que estamos analizando resulta excluyente del
enfoque histórico prolijo, y deriva en una obstrucción
del enfoque histórico específco en tanto que las
historias omnicomprensivas continentales, se empeñan
en ser átonas y similares a las enciclopedias genéricas.
Estas refexiones vale repensarlas en relación
con el efecto que logra el enfoque de la oralidad en la
percepción más clara del pasado. Lo que ha llegado
a nosotros desde la programación especializada, es
A P U N T E S T E Ó R I C O S
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Autora
Hebe Clementi
La voz recobrada...
lo que deriva de una visión ligada al expansionismo
norteamericano en el área, lo que de a poco va
pasando a un segundo lugar lo auténticamente
centroamericano, acentuado por el lapso de la
expansión revolucionaria de los americanos del sur,
que alejada de los esfuerzos centroamericanos por
sus respectivas independencias, ratifca los vínculos
con los centros coloniales sudamericanos en busca de
independencia del sometimiento a España. Al mismo
tiempo, ratifcan nuestra ignorancia del resto de la
América hispana, a pesar de algunas alternativas que
no prosperan. Podría afrmarse que a lo largo del siglo
XIX prevalece esa mirada hispanizante que otorga
una identidad válida de estrategias que omiten o
desconocen en buena medida los eventuales amagos
revolucionarios de la América Central.
De hecho, prácticamente, hasta aquí hemos
estudiado muy poco esa historiografía, y por tanto
desconocemos sus luchas eventuales, sus realidades,
sus aspiraciones, con lo cual perdemos una brújula
válida para orientarnos en nuestro destino común
americano, de fliación hispánica y de población
americana indígena o mestiza, que ratifca la
recuperación del pasado a partir de fuentes que
incluyen las fuentes orales, con sus testimonios
expresivos y legítimos.
Una historia clara es la brújula más segura y
efectiva para equilibrar los desafíos de la historia
y, como expresa Marieta de Moraes Ferreira: “la
hallaremos recuperando el pasado y adhiriendo al
conocimiento objetivo de las fuentes –incluyendo las
fuentes orales–, que renovarán accesos a testimonios
válidos, hasta ahora excluidos o subordinados a otras
explicaciones…”
Estas líneas intentan ser positivas y
esperanzadoras, en cuanto remiten al valor intrínseco
de la historia, y el clima de verdades de siempre, que
aporta el conocimiento integral, que para llegar a serlo
no puede en modo alguno rechazar las fuentes que se
le acerquen. De ahí nuestro entusiasmo legítimo por
la historia oral, que en este tema específco, contribuye
con creces a la profundidad de la búsqueda histórica
del pasado, añadida a la validez de una historiografía
que no se nutre de relatos exclusivamente “ofciales”,
sino de actores activos o pasivos y de determinadas
circunstancias que suelen evadir el registro ofcial
de cualquiera de las fuerzas en pugna. El área
centroamericana, puntualmente, sobrevive en los
relatos de las guerras piratas, en las ocupaciones de
puertos y costas estratégicas que sobreviven a cruzadas
piratas o compiten con las pocas páginas de la historia
aprendida.
La Historia Oral y sus memorias todavía
alcanzables siguen siendo un valioso testimonio para el
conocimiento concreto de los sucesos interamericanos,
y más allá de tratados, fechas y nombres, opera la
evidencia de la táctica y del espacio reconocible, la
historia que muchos recuerdan de abuelos y padres,
antecedentes de testimonios orales esclarecedores de
aquel pasado que –limpio de afanes y desmedros–
registra historia verdadera.
He ahí una enorme producción, valiosa,
respondedora, abierta, cuya lectura crítica puede
confgurar ese horizonte que por tradición y por
práctica cotidiana, ha quedado impreso en relatos
esclarecedores, que merecen todo el respeto como
fuentes de reserva de vidas pasadas y realidades
presentes.
Esta afrmación es concreta y adicta a la
verdad. Necesitamos de la oralidad explícita para
no perdernos en informes escuetos y cronológicos
sobre invasiones y posesiones, sin respaldo histórico
sino meramente enunciativa de imposiciones. Para
los latinoamericanos, para nosotros en el Sur, las
ocupaciones extranjeras son meramente enunciados,
y nos faltan refexiones propias al respecto. Es por
eso que insistimos en los bienes de la comunicación
explícita de los informes históricos que luego
ubicamos en claves omnicomprensivas. Pero en esa
área, precisamente, ganan la partida esas memorias
heredadas, despojadas de refexión o abrumadas
por textos abusivos. Con lo cual terminamos
manejándonos con expresiones remanidas, que
secuestran a los verdaderos actores de nuestra
América.
Volvamos pues a la oralidad expresiva, y
podremos cubrir esos espacios vacíos de información
histórica.
Y otra advertencia también cabal: lo que sabemos
sobre Centroamérica hasta ahora, ha sido mejor
nutrido por la literatura que por la historia. Es un vacío
que hay que cubrir, y para ello, nada será mejor que
la activación industriosa de las fuentes que podamos
intercambiar y reconocer.