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Representaciones
en disputa.
Trabajadoras de la fábrica
de Alpargatas S.A.
Revista Panorama de Alpargatas, Argentina, 1942, p. 3.
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Las representaciones de las trabajadoras fabri-
les hasta las décadas de 1940 y 1950, se han
articulado en torno a la imagen de la “pobre
obrerita”. La literatura, la pintura y el cine se han
referido a estas mujeres como víctimas, dejando
de lado la posibilidad de considerarlas como suje-
tos protagonistas de sus propias vidas. En los años
posteriores esas representaciones de las obreras,
aunque debilitadas, han perdurado tanto entre los
trabajadores como en la historiografía referida a
ese campo de estudio.
En este trabajo nos interesa analizar las
tensiones generadas entre las representaciones
heredadas y aquellas que se evidencian en los
relatos de un grupo de obreras de la fábrica
Alpargatas.
La fábrica textil Alpargatas fue fundada en
1883 por el vasco Juan Echegaray, pionero de la
fabricación manual de un calzado de lona con
suela de yute, y por el escocés Robert Fraser,
miembro de una familia tradicionalmente
productora de máquinas y telas. Se asociaron
para producir industrialmente el primer
calzado popular de la Argentina, las alpargatas,
denominación que luego identicará a la empresa.
El producto se hizo rápidamente conocido, así
en 1890 Alpargatas se instala en Uruguay y en
1907 en San Pablo (Brasil). La planta para la
fabricación de tejidos se construyó en el barrio
de Barracas de la ciudad de Buenos Aires, donde
se instalaron las fábricas de la más temprana
industrialización. Para su crecimiento aprovechó
distintas ventajas impositivas y los regímenes de
promoción industrial. De ese modo se expande
a las provincias argentinas de Chaco, Formosa
y Catamarca, además de la planta de Barracas
(ciudad de Buenos Aires) y de la de Florencio
Varela en el primer cordón industrial que rodea
la ciudad. En la década del 80 sus capitales
fueron absorbidos por fondos de inversión
internacionales como Newbridge.
Hasta la década de 1970 empleó mujeres
en la mayoría de las funciones tanto de
producción como en los niveles más bajos de la
administración. Los salarios que percibían eran de
los más altos dentro de la rama textil. Los obreros
de las industrias líderes en ese momento como las
siderúrgicas, con mayor poder de negociación,
percibían mayores salarios.
Entrevistamos a una docena de obreras
que trabajaron en la planta de fabricación de
tejidos, en el barrio de Barracas. Para nuestro
análisis hemos seleccionado una muestra de cinco
trabajadoras que comparten ciertos rasgos. Anita,
Angelita, María Luisa, Beba y Hortensia proceden
de una situación socioeconómica y cultural
que describen como de muy escasos recursos.
Pertenecen a familias del interior del país o
inmigrantes recién llegadas, excepto Angelita
que vivía en un barrio periférico de la ciudad de
Buenos Aires. María Luisa vino de Italia a los 11
años:
(...) con mi mamá, ...mi papá nos abandonó,
...vine en el año 47, ...a los 12 años me fui a trabajar…
por hora, ...casa de familia. (...) y a los 16 años me
fui a Alpargatas, … entré el 3 de marzo de 1952. En
mi pueblo... Terrizi, provincia de Bari, ocuparon las
escuelas los soldados (alemanes)...Yo fui hasta 3º
grado allá... para poder comer algo… con un primo
que tengo en Italia... íbamos a la escuela... y ellos
nos pasaban pan lactal… pero todo verde, con bichos
adentro. Y sabés cómo lo comíamos, porque el hambre
que teníamos.1
Beba no tenía 19 años cuando empezó a
trabajar:
(...) era el (año) 62… en Alpargatas… fue mi
primer trabajo. Yo soy del interior... de Entre Ríos,
...Santa Elena... Me vine porque no tenía posibilidad,
había trabajo pero no había posibilidad para mí, así que
decidí venirme a Buenos Aires. (...) A buscar trabajo.
Un buen día una señora me dice, yo te acompaño, te
voy a presentar en mi trabajo. No era una señora...
nadie ¿eh? No era nadie, simplemente se ve que le caí
bien y me dijo “yo te acompaño” y me presentó en
Alpargatas, a la jefa de personal, que era muy estricta,
no entraba así cualquiera.(...) Me vieron muy gordita
y dijeron “esa gordita, la llevamos para guase”... Es
donde traman el algodón para el trapo de piso... se
trabaja con todos los desperdicios, los desperdicios de
algodón.2
Anita empezó a trabajar en Alpargatas el 6 de
abril de l959:
Yo me vine (a la ciudad de Buenos Aires)
de Balcarce (interior de la provincia de Buenos
Aires)… por mi hermana... y me hice amiga de unas
chicas e íbamos a bailar, a mí me gusta mucho el
baile. Y mi papá era muy estricto, no nos dejaba... yo
Autoras Lizel Tornay y María Damilakou
Archivo de Palabras e Imágenes de Mujeres, UBA
Representaciones en disputa. Trabajadoras de la fábrica ...
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decía “acá puedo salir, puedo trabajar” y… (le) pedí
permiso (a mi papá) “y bueno –dice– si querés”...
Porque mi papá, éramos 5 hermanos y siempre cuando
los domingos hablábamos, yo iba a ser doctora... mi
otra hermana quería ser maestra. Pero no tuvimos
oportunidad de estudiar, ninguna. Y cuando yo me
vine después para acá tenía que mandar dinero para
allá y después también. O sea no me fue fácil tampoco
estudiar a mí.3
Angelita empezó a trabajar en Alpargatas el
13 de marzo de 1953:
(...) mi papá estuvo operado dos veces seguidas.
Y mi hermano... estaba haciendo el servicio militar.
Mi papá nunca quiso que yo saliera a trabajar y por
eso me hizo una sala en casa para que yo pusiera un
negocio, porque yo era una chica muy enferma y él
decía: “Si va a trabajar se me muere”. Sin embargo
fue todo al revés. (Tenía) 19 años. No
había tenido ningún empleo, tenía
hermanitos chiquitos y mi mamá
me utilizaba para cuidarlos. Y
bueno entré y me acompañaba mi
papá y un buen tiempo me venían
a buscar.4
Hortensia nació en Saladillo,
provincia de Buenos Aires:
Nací en el año 1944, soy de
una familia muy humilde donde he
ido progresando con un gran esfuerzo
y trabajando mucho. Tuve la desgracia de perder a
mi padre cuando yo tenía 3 meses de edad, así que
me crié en un hogar donde estuvo mi mamá, mis dos
hermanos varones y dos hermanas mujeres más... Mi
madre fue una mujer muy luchadora en aquella época,
…trabajó en el hospital de Saladillo como cocinera...
Empecé a trabajar muy jovencita, a los 14 años. No
tuve la suerte de poder estudiar, cosa que me hubiera
gustado, pero por ser de familia tan humilde tenía
necesidad de salir a trabajar para no verla trabajar
más a mi madre. Así que yo empecé a trabajar en la
empresa Bagley, …hice mis tres años de menor ahí,
entré a los 14, hasta que cumplí los 18... me fui a
Algodonera Temperley... y a los 19 años y medio yo ya
estaba trabajando en Alpargatas.5
El recuerdo de la fecha exacta del ingreso a la
empresa constituye un indicio de la importancia
de ese acontecimiento en sus vidas. Se trata de
un hito cargado de significados por eso lo evocan
con detalles pormenorizados.
En todos los casos se evidencian situaciones
familiares de muy escasos recursos económicos
y culturales que limitaban toda posibilidad
de desarrollo. La empresa Alpargatas era una
prestigiosa industria textil que a través de su
reconocimiento en el medio les ofrecía a este
tipo de trabajadoras un capital social.6 En sus
relatos estas situaciones están articuladas en una
explicación, donde el trabajo extradoméstico es
la consecuencia de la necesidad. Aún cuando
aparece el deseo de libertad, como en el relato
de Anita –…acá puedo salir…–, la necesidad
económica es la que legitima su decisión de
ingresar al mundo fabril. La representación de su
trabajo como necesidad les permitía amortiguar
los conflictos que se generaban alrededor de su
presencia en la fábrica, en medio de las nociones
que circulaban en torno a los lugares de hombres
y mujeres. Paralelamente, en una narración
conversacional las voces de las
entrevistadas están atravesadas
tanto por el momento histórico
en que se producen como
por las lentes con las que se
tamiza el pasado. Tiempo
histórico, personal, familiar
interactúan en sus relatos.7
En este caso, las obreras de
Alpargatas ingresaron al
mundo fabril entre 1952 y 1962.
Si bien durante los gobiernos
peronistas (1946-1955) se
produjo una ruptura significativa
en las formas de representar el trabajo femenino
y el discurso político promovía la participación
de las mujeres en los gremios y en el partido
peronista femenino, buena parte de ese mismo
discurso gubernamental promovía la importancia
de la mujer en el hogar. El diario El Laborista en
1947 organiza un concurso para elegir a “la más
hermosa obrerita” a fin de consagrar a la reina
del trabajo, en tanto la iconografía de las mujeres
difundidas durante el peronismo es profusa
en imágenes hogareñas, junto a la máquina
de coser, posando como madre y esposa.8 Esa
tensión, aunque debilitada, subsiste, por lo cual
la explicación basada en la necesidad les permite,
en el presente, legitimar sus recuerdos en los
que la experiencia laboral aparece asociada a
la alegría, al compañerismo, a la apertura a un
mundo con posibilidades.
Las tareas que realizaban son descriptas
con suma naturalidad. Este recuerdo atravesado
por el agrado que les produce la evocación de la
El recuerdo de la fecha
exacta del ingreso a la em-
presa constituye un indicio de la
importancia de ese acontecimiento
en sus vidas. Se trata de un hito
cargado de significados por eso lo
evocan con detalles
pormenorizados.
47
experiencia laboral en su conjunto, les permite
detallar las características de los ámbitos fabriles.
El lugar específico que ocupaban frente a las
máquinas, las estrategias personales para cumplir
con la cantidad de horas correspondientes al
turno laboral y las consecuencias físicas del tipo
de labores que desempeñaban son descriptas
con naturalidad. En algunos casos, incluso, se
culpabilizan a sí mismas por las afecciones que
los años trabajados en estas condiciones dejaron
en sus cuerpos.
P.: –¿Se esforzaban mucho para llegar a la
mínima producción... qué les exigían?
A.V.: Más vale, para mí, yo lo pude hacer, lo
hicimos todas, pero ahora pienso yo digo “yo no sé
cómo hacía”. Era un trabajo muy pesado.
A.B.: –No era una cosa liviana. (...) Era un
trabajo pesado. (...) costó adaptarse al trabajo... a las
horas, a muchas cosas. (...) Pero después hubo mucha
amistad, mucho compañerismo... nos ayudábamos
entre nosotras, si podíamos y teníamos las máquinas
en direcciones que podíamos, entonces una iba
corriendo al baño y la otra se cruzaba y le metía la
lanzadera. (...) Cuando nosotras empezamos no había
duchas... entonces nos lavábamos como podíamos...
A.V.: –Porque era un trabajo que por la pelusa
era muy sucio, vos salías blanca de adentro de la
sección.
A.B.: –Mucha pelusa. (...) después nos dieron
los aparatos auditivos por el ruido, había mucho
ruido. Porque eran pedazos de lanzaderas grandes que
pasaban en el telar de un lado para el otro y con tacos
de madera, o sea... que la golpeaban, la lanzadera iba
al otro lado, ¡tac!, venía para este lado,¡tac!, y así
continuamente.
A.V.: –Y el telar era manuable porque si vos
no lo ponías a caminar no caminaba solo. Y era de
madera. Era pesado el trabajo.
A.B.: –Tenías que estar constantemente girando,
porque estaban los dos enfrentados y vos estabas
parada en el medio, atendías este, girabas y atendías el
otro. Estabas constantemente, todo el tiempo dándote
vuelta.
P.: –¿Y había gente que le hacía mal ese ruido?
A.V.: –Sí, sí.
P.: –¿Qué le hacía?
A.V.: –Que le zumbaban los oídos decían, a mí
nunca me hizo nada.
A.B.: –Yo tengo 69 (años) y hasta ahora... No te
Revista Panorama de Alpargatas, Argentina, 1942.
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voy a decir que escucho bien bien porque de un oído
no escucho bien, pero no sé si es producto de la edad
o de... En ese momento, viste, no me afectó. (...) sí
hubo gente que le afectó el ruido... Hay gente que
se fue por problemas auditivos, y sí, no, problemas,
viste, porque trabajábamos con algodón y había
ventiladores con humedad, que largaban como agua.
Y al ser ventiladores era una lluvia finita que caía
sobre el hilo para que no se secara. Y había gente
que por ahí le hacía mal eso, esa humedad.
P.: –¿Y les gustaba el trabajo a pesar de los
ruidos, de que era pesado?
A.V: –¡Ay, sí! A mí al menos...
P.: –¿Qué es lo que más les gustaba?
A.V.: –Era una organización tan linda... Yo
al menos tenía amor a mi trabajo. Mucha gente
me dice “vos estás loca, porque yo no escucho que
la gente le tenga...” ¡Ay! pero yo sí. Y ¡sufrí más
cuando dejé! 9
Anita llegó a un “arreglo”
con la fábrica cuando se
jubiló:
(...) Me jubilé por problemas
de columna, yo tenía hernia
de disco y por un poco de los
oídos también ¿viste? Entonces
llegué a un acuerdo, ellos me
pagaron para que no les hiciera
juicio porque si no yo podía hacerles juicio por mi
problema ¿no? Que yo siempre iba al médico y en
mi historia clínica está la dolencia esa que tengo,
que la dolencia esa es de la hernia, producida por
el esfuerzo, por un mal esfuerzo, un día yo hice
un esfuerzo en mala posición o levanté algo que
no tenía que levantar, porque para eso estaba el
hombre que traía el material, pero vos en el calor
de trabajar, y yo semejante grandota (...) Entonces
me levanté un cajón de material y yo sentí en la
columna.10
María Luisa trabajaba de pasadora de hilo
para el trapo de piso:
M.L.B.: –Después me enfermé de los oídos.
P.: –¿Por el ruido?
M.L.B.: –Sí, totalmente. Y me mandaron a
corderoy. En corderoy tenía 300 cuchillas el eje…
y por el reflejo de la luz yo me accidenté... Como
siete tajos... Bueno, después que salgo de ahí... el
jefe de personal me mandó a sanitarios, a cuidar
el cuartito. Estuve (después) siempre ahí. (...)
Era donde se cambiaba la gente. (...) Después (la
empresa) hizo una ducha y me puso de encargada...
P.: –¿Cómo era el ruido?
M.L.B.: –Mirá... 72 telares y nos hablábamos
todo así, por señas, porque era terrible el ruido que
había, era monstruoso.
P.: –Tapones no usaban,
¿no?
M.L.B.: –No, cuando yo me
fui (1987) recién empezaron a
dar los tapones.
P.: –¿Muchos sufrían el
ruido?
M.L.B.: –Sí, mucha gente
se fue... Dina... enferma de
los oídos, ella se fue. (...) venía
al cuartito y venía a llorar porque le largaba la
máquina de la tarima y le largaba y ella se asustaba.
Por eso le digo mucha gente se fue enferma de los
oídos. (...)11
Beba: –Hablábamos a los gritos... Pegábamos
un grito muy fuerte, un ruido que retumba bien
fuerte es el ¡Uhhhhh! retumba. Entonces sabíamos
de dónde venía, “viene de ese lado” o “de aquel
lado”, mirábamos y nos hacíamos seña.12
Las condiciones laborales descriptas
evidencian un sistema de trabajo fabril
que ha marcado sus cuerpos con diferentes
afecciones y ha perjudicado la salud de las
trabajadoras. La empresa, aunque paternalista,
no se ocupaba de las consecuencias físicas
que esas condiciones de trabajo producían
en las trabajadoras. Sin embargo, tanto la
encargada de seleccionar el personal como la
oficina médica de la empresa habían analizado
especialmente el cuerpo de las mujeres que
querían ingresar desde una mirada funcional
a la organización de las tareas fabriles. Así lo
aclara Celia, quien a partir de 1948 organizó y
dirigió la oficina de selección de personal. Dice
Las condiciones laborales
descriptas evidencian un
sistema de trabajo fabril que ha
marcado sus cuerpos con diferen-
tes afecciones y ha perjudicado la
salud de las trabajadoras.
La máquina de coser y el producto (tela de jean).
Archivo General de la Nación, 1969.
49
que a veces las solicitudes de ingreso venían
anuladas de clínica médica.
P.: –¿Por? ¿Por tuberculosis por ejemplo?
C.: –No, por pie plano…, un problema de vista,
o muy delgado, que uno no se daba cuenta de esos
detalles,…pie plano o várices…¡Ah!, y si había
un problema de columna… (Yo) tenía una base…
bueno 50 kilos, 1,50 metros, porque cuando hice el
estudio de cada uno de los trabajos, a la vez trataba
de ver qué físico necesitaba. A un telar no iba a
mandar a una… –hace un gesto para indicar– de
brazos cortos.13
Frente a estas evidencias ¿Cómo explicar
la alegría que manifiestan las obreras que
entrevistamos frente al recuerdo de su trabajo
en Alpargatas?
El recuerdo de Alpargatas y de todos
mis compañeros es todo muy lindo y tengo
satisfacciones hasta la actualidad –y ya hace años
que no veo a muchos– a veces me tocan bocina y
miro: “Bebita, qué hacés, Bebita”. Y a mí eso… es
algo grande para mí, o sea que quiere decir que no
me fui todavía, esa es la satisfacción más grande
mía.14
(...) Éramos una gran familia... tanto en la
parte patronal, como en la parte compañerismo...
Íbamos con alegría al trabajo, recuerda Anita. Yo,
(el trabajo) era mi amor, agrega Angelita15; ¿En
Alpargatas?, (estaba) ¡Re bien, re re bien!, afirma
María Luisa.16
Estos comentarios en los relatos de las
obreras nos sorprendían en cada oportunidad
que los escuchábamos, resultaban disruptivos
respecto de las ideas previas con que
habíamos iniciado nuestras entrevistas.
Podría interpretarse que la importancia que
para ellas tuvo la decisión de trascender
los límites del ámbito familiar de origen ha
neutralizado, al menos en sus recuerdos, todo
otro inconveniente surgido en el desarrollo
mismo de su trabajo fabril. Más aún cuando
esa salida al trabajo extradoméstico se dio en el
marco de una empresa basada en vínculos de
tipo paternalista y acreedora de un difundido
prestigio en el mundo laboral.
Desde el inicio, a pesar de que era una
sociedad anónima, la empresa fue dirigida
directamente por la familia Fraser y adquirió
un carácter paternalista. Todas las operarias
que entrevistamos mencionan a don Roberto
y don Alberto Fraser, los cuales tenían
una relación directa con su personal y a
veces intervenían personalmente en temas
relacionados con la producción.
Y, don Roberto... Sí, era una persona muy
excelente, muy de mirar para el obrero, muchas
muchas mejoras para el obrero. Después cuando ya
se hizo…el directorio, que ya entró en el directorio
los accionistas y todo, entonces ahí no, ya no tenían
tanto para… tantas miras para el obrero.17
El cambio en este estilo de dirección
paternalista se produjo en los años 70 cuando
la dirección de la empresa pasó a un directorio
de accionistas. Hasta entonces todas las
obreras, hasta las administrativas, empezaban
su trayectoria laboral por el barrido del piso,
donde permanecían por unos meses, para
pasar después al puesto que ocupaban en la
producción. La empresa Alpargatas pertenecía
al modelo de las empresas de tipo paternalistas
que trataban de cultivar una relación directa
con los trabajadores. Para lograr la primacía de
las relaciones de cooperación entre trabajadores
y patrones, más que el enfrentamiento, era
necesario contar con personal honrado, sumiso,
fiel, y el mejor modo de reclutarlos fue sobre
la base de una cuidadosa selección, lo que
implicaba considerar la recomendación de los
más antiguos y luego tener en observación
a la ingresante, mientras ella realizaba una
actividad muy sencilla como el barrido del
piso. De este modo buscaban asegurarse
un personal confiable, poco proclive a la
protesta.18
La empresa instauró también distintos
planes de bienestar social y mejoró las
condiciones de servicios y seguridad de los
Manos dirigiendo la máquina de coser.
Archivo General de la Nación, 1969.
50
trabajadores instalando baños, comedores y
servicios médicos y organizando un servicio
de asistencia social personalizada a través
de visitadoras sociales. También la empresa
facilitó el disfrute del tiempo libre de sus
empleados a través de la creación de la banda
de la compañía, el cine o las fiestas de fin
de año. El recuerdo de una “organización
tan linda” que ofrecía facilidades a sus
trabajadores pero, al mismo imponía jerarquías
rígidas, fue evocado con frecuencia por las
obreras que entrevistamos, ellas se sentían
parte de la “gran familia alpargatera”.
Sin embargo para cumplir con el ritmo de
trabajo se buscaban pequeñas estrategias que
cada una desarrollaba con el tiempo: una buena
relación con el acarreo que elegía y repartía
el material, la posibilidad de escaparse hasta
el “cuartito” (el vestuario) para fumar un
cigarrillo o tomar unos mates,
la ayuda por parte de la
compañera mientras una iba
al baño. Telares, agujas, hilos,
nudos, constituían el laboral
cotidiano.
El recuerdo atravesado
por el agrado no puede
esconder tensiones
relacionadas con las
dificultades para cumplir el
ritmo del trabajo establecido.
Teníamos que tomar el té o el
mate cocido que venía en botellitas y comprábamos,
que venía la lecherita, el sanguche, y le dábamos un
mordisco al sanguche y poníamos a hacer caminar
el telar, nos dábamos vuelta, tomábamos un poco
de té y así. No había descanso. (…) Y teníamos que
dejar la máquina para ir a… ¡Ah!, y nos sacaron el
vestuario, al vestuario le echaron llave, podías ir al
baño. Y si necesitabas alguna cosa que te olvidabas
del vestuario iba el suplente con vos a ver.19
En la intersección de esas tensiones,
generadas entre la experiencia satisfactoria
que les produjo el hecho de haber trascendido
los límites impuestos por las condiciones
familiares de origen y las dificultades
derivadas de las exigencias fabriles, se dibuja
la representación que la empresa construye de
sí misma, a través de revistas y propagandas
institucionales en los noticiarios que se
exhibían en todas las salas de cine del país.
Solo como muestra del relato diseñado
en las revistas a través de imágenes y
pequeños textos, nos interesa seleccionar
algunos ejemplos para mostrar indicios de las
mencionadas tensiones. En la segunda página
de la Revista Panorama de Alpargatas de 1942
se ve un dibujo de la puerta de entrada de la
empresa, que a modo de fondo escenográfico
ocupa toda la ilustración. Frente a ella una
mujer joven, cuya altura es equivalente a
un tercio de la altura de dicha puerta, mira
hacia arriba, donde está el nombre Alpargatas
escrito con un tamaño de letras levemente
más bajo que la altura de la joven. Por si la
imagen no fuera suficiente, un pequeño texto
aclara el pensamiento de la joven: “¡Qué
pequeña me siento!”. En otras dos páginas
de la misma revista se muestran dibujos
de los trabajadores con los uniformes que
identifican según el color y diseño la planta a
la que pertenecen (son cuatro
fábricas) y las jerarquías
y funciones. Todos los
trabajadores dibujados hacen
la venia. Estos artefactos
culturales construyen una
representación de la empresa
que incluye cierto tipo
de trabajadores y en este
sentido cumplen una función
pedagógica.
En relación con los cortos
publicitarios diseñados para
los noticiarios cinematográficos
tomamos uno de ellos, también a modo de
muestra. Se trata de una presentación de la
empresa realizada para el noticiario Sucesos
Argentinos en 1969. Allí se ve: las trabajadoras
saliendo de la fábrica, luego la cámara enfoca
al producto (la prenda en confección), por lo
cual el cuerpo de las trabajadoras se ve solo
como instrumento que maneja la maquinaria
(su rostro mirando atentamente hacia la
prenda) y sus manos dirigiendo el proceso de
costura.
Podría decirse que los trabajadores tienen
el tratamiento de extras y si bien es cierto
que se trata de una publicidad “para mirar
cómo las imágenes de la clase trabajadora
son concebidas –en este caso como extras– es
necesario entender los factores materiales que
afectan a la clase dentro de la sociedad”.20 Por
lo tanto diremos que este corto cinematográfico
está atravesado por nociones que trascienden
los marcos de esta empresa, son propias
Las actividades laborales
de estas trabajadoras se
desarrollaron, en gran parte, entre
los años 1950 y 1976, período en
el que en la Argentina se daba un
proceso de crecimiento y mo-
dernización iniciado en décadas
anteriores.
51
del sistema fabril, al menos dentro del
mundo capitalista, y propias también de las
realizaciones cinematográficas circulantes.
Lo único de particular que tiene nuestro
objeto de análisis es que se apropia de estas
nociones, dándoles la identidad de la empresa
Alpargatas.
Atravesadas por los sentidos de estas
representaciones difundidas por la empresa,
por la experiencia personal de ruptura del
límite familiar y frente a las dificultades del
ritmo de trabajo diario, las entrevistadas
construyen un eje discursivo “esfuerzo
personal-rendimiento” sobre el que se
estructura el relato.
Las actividades laborales de estas
trabajadoras se desarrollaron, en gran parte,
entre los años 1950 y 1976, período en el
que en la Argentina se daba un proceso de
crecimiento y modernización iniciado en
décadas anteriores. Mientras el país continuaba
y profundizaba su industrialización la gran
mayoría de la población se concentraba en
las ciudades, tenía acceso a los servicios de
salud, educación y estaba integrada formal e
informalmente al circuito de producción de
bienes y servicios. El ascenso social, iniciado
también en décadas anteriores, continuó
verificándose en estos años. La distribución
del ingreso mostró una participación de los
asalariados relativamente estable en torno al
40%, aunque disminuyó respecto del período
peronista. Las bajas tasas de desempleo,
producto de la expansión económica y la
industrialización, generaron integración social
y capacidad de negociación gremial.21
Este contexto viabiliza el núcleo discursivo
“esfuerzo personal-rendimiento” mencionado.
A.B.: –Yo quedé viuda... tenía 40-41 años... Y
la fábrica tenía esa ventaja, trabajabas y te pagaban,
te pagaban bien. Yo trabajaba los domingos y a
lo mejor en una quincena, yo en ese tiempo me
estaba terminando la casa, y me acuerdo que en
una quincena que cobré pude comprar el piso de un
dormitorio, la puerta, la ventana... Sacando lo que
yo cobraba,... y yo lo triplicaba.22
P.: (a Beba) –¿Cómo hacías con la vivienda?
Beba: –Bueno, en una primera instancia sí
alquilaba, cuando me casé, después me sacrifiqué,
por eso vivía 16 horas adentro de la fábrica...
ahorré, ahorré, ahorré, ahorré hasta que me compré
la casa.
P:¿Te pudiste comprar una casa?
Beba:Sí, pero a los 20 años.
P.:¿Sacaste un crédito?
Beba:No, porque en esa época había planes
que se pagaba... los círculos (de ahorro) se hacían
en el banco. Ibas juntando, una vez que habías
juntado, compramos una casita muy vieja en la
provincia. Después en el círculo, junté la plata del
círculo y vendimos la casita allá, que teníamos un
terreno y así fui juntando de a poquito hasta poder
ir a comprarme la casa.23
Hortensia se casó... a los 22 años y no llegaba
a los 27 cuando me separé. Así que yo me quedé con
una criatura de 2 años y medio, mi hija mayor, y 1
año la más chiquita. Cuando yo me caso voy a vivir
a la misma casa que yo vivía de soltera, donde vivía
mi madre. (...) Ahí tengo que intensificar mi trabajo
porque mis dos hijas eran muy chiquitas.
(...) Y tengo la suerte de que la tengo a mi
madre que es la que me cría a las nenas y de esa
forma yo puedo trabajar con tanta libertad, es decir,
puedo llevar el sustento a mi hogar, ...yo llevaba
todo lo que ganaba y bueno, y se administraba
de tal forma como para que luego yo, que había
entrado en el Banco Hipotecario, en un plan de
viviendas, pudiera acceder a tener mi casa y a seguir
progresando. Se criaron mis hijas, estudiaron, son
muy buenas personas y bueno, ahora se casaron y
tiene cada una su hogar.24
María Luisa se jubiló... en el año 87 me fui
de Alpargatas, el 15 de julio, yo lloraba un montón
porque no me quería ir.
P.: –¿Y por qué te fuiste?
M.L.B.: –Porque tenía que comprarme mi
techo, con lo que Alpargatas me había indemnizado.
Porque en aquel entonces indemnizaban a la gente,
entonces yo tenía que tener mi techo, si no ¿cómo
hacía?25
Obreras saliendo de la fábrica.
Archivo General de la Nación, 1969.
52
En estos recuerdos los logros están
relacionados no solo con su ingreso al mundo
laboral extradoméstico, sino también a su
pertenencia a la fábrica Alpargatas.
P.: (a Beba) –¿Y notabas alguna diferencia
entre Alpargatas... y otras... fábricas textiles?
Beba: –¡Siii!
P.: –¿Qué estaba mejor Alpargatas?
Beba: –Mejor Alpargatas.
P.: –¿Qué pagaban mejor?
Beba: –Si nosotros íbamos a cualquier lado
y tomaban siempre como ejemplo los salarios de
Alpargatas. Nosotros estábamos re bien, re bien. No
bien, re bien.
P.: –¿Tenían buen sueldo? ¿Las vacaciones?
Beba: –Todo.26
A estas tensiones propias de esta empresa
paternalista se agregan otras
que “formaban parte de
una extendida estructura
del pensar que cruzaba las
fronteras de las empresas”.27
El cuerpo también fue
receptor de las nociones
circulantes. Durante los
primeros tiempos la empresa
exigía que las chicas que
se presentaran, fueran con
sombrero y bien vestidas. Era
una prueba de que el trabajo
en una fábrica como Alpargatas
no degeneraba a la mujer, no transformaba
su condición femenina, al contrario, las
reglas impuestas por la empresa protegían su
dignidad y su higiene.
Así se delimitaban espacios y horarios.
Y a la mañana no podíamos entrar nosotras
hasta que no salían ellos [los hombres], o sea
que hasta las 6 menos 10… Pero igual nos las
ingeniábamos ¿viste? Porque yo me puse de novia
ahí, así que igual me las ingeniaba para… viste en
los pasillos o cuando uno salía y el otro entraba…
te bicheabas, como en todos los tiempos, siempre fue
igual y va a seguir, aunque nosotras éramos más…
no éramos tan tan como las chicas de ahora que son
más, digamos, se animan más con los hombres.28
Otra de las nociones que atravesaban
las distintas empresas está directamente
relacionada con construcciones de género. El
modo de trabajar refleja estereotipos sociales
más amplios, relacionados con los roles
considerados como naturales para hombres y
mujeres.
Éramos muy… para trabajar era muy… era
una competencia porque nosotras las mujeres somos
muy competitivas ¿Es así o no es así?... No, yo digo
competencia pero es una forma de decir. Porque
sabíamos, yo termino la producción póngale a las
8, por decir, yo tuve horario a las 8, tuve a las 9 y
tuve a las 10 de la noche. Es decir, yo ya terminé
la producción, y ayudo, ayudaba. Eso es lo que te
decía, la competencia… Hasta cuando estábamos
todas mujeres. Después cuando ya vinieron, que
nos mezclaron con los hombres…Y… que ahí ya
era de otra forma, porque el hombre no es como
nosotras las mujeres. El hombre tiene una forma de
trabajar y de ahí no se mueve, la mujer no. Por eso
es que yo digo “competitiva”, yo hago esto y voy a
seguir. El hombre, no, va a trabajar
siempre a un ritmo. Va a hacer,
capaz, lo mismo que yo. Pero
no se va a matar como me estoy
matando yo. Porque nosotras nos
exigíamos ¿eh? Nos exigíamos.29
En la visión de estas
mujeres, la mujer hace mayor
esfuerzo que el hombre
para realizar su trabajo; este
esfuerzo no se debe a su
menor fuerza y capacidad
física sino a la naturaleza de la
mujer que la convierte en una trabajadora más
abnegada, más sacrificada que el hombre y
más dispuesta a exigirse mucho. Esta visión
de la actitud femenina hacia el trabajo podría
encubrir una sensación más general acerca del
“sacrificio” de la mujer y una convicción de
que la mujer tiene que esforzarse mucho más
para conseguir lo que el hombre consigue con
relativa facilidad.
Son tranquis [los hombres] para trabajar,
son tranquis. Por ahí hacen lo mismo que hago
yo pero tienen un temple para trabajar que es
completamente distinto, yo los felicito porque ellos
capaz que no tienen el desgaste físico que tenemos
nosotras.30
Ese “temple” atribuido a los hombres
parece hacer referencia a cualidades ligadas a
cierta seguridad personal, hablan de la actitud
de alguien que no necesita sacrificarse para
Durante los primeros tiempos
la empresa exigía que las
chicas que se presentaran, fueran
con sombrero y bien vestidas. Era
una prueba de que el trabajo en una
fábrica como Alpargatas no degene-
raba a la mujer, no transformaba su
condición femenina (...)
53
ganar el reconocimiento de otros.
Esta misma noción respecto de los atributos
genéricos se evidencia en las dificultades de
las mujeres para “sobrevivir” en el ambiente
laboral, poder imponerse y ganar el respeto
de los compañeros y los subalternos. Está
también detrás de la imagen que se construye
acerca de las supervisoras. Todas las obreras
que entrevistamos preferían tener como
supervisores a hombres y no mujeres.
Tenían otra forma de ser, la supervisora no
te perdonaba una, el hombre es distinto, no es que
perdonaba sino que entendía, entendía más que la
mujer. La mujer no, a veces ni nos escuchaban, no
nos escuchaban, “andá a trabajar –nos decían-
¿cómo que no terminás con eso?, hoy no tenés
ganas de laburar, por eso me estás diciendo que
está feo el material”. A mí me tocó luchar con dos
supervisoras.31
La mujer supervisora se presenta a los ojos
de las obreras como dura e implacable mientras
que el hombre, más seguro de sí mismo y sin
necesidad de demostrar su valor, podía ser
flexible y comprensivo. En esta imagen de las
supervisoras, la tarea de supervisar o controlar
a otros endurece a la mujer porque no la
experimenta como propia; el barrido del piso,
el trabajo en el sector del trapo de piso o los
telares permitía la preservación de la naturaleza
femenina expresada a través del esfuerzo
constante, la docilidad y el compañerismo,
mientras que un cargo más alto en la
jerarquía laboral, como el de la supervisora,
transformaba su naturaleza y la hacía parecer
dura y autoritaria. En otras palabras el “poder”
parecía alienar a la mujer, mientras que a los
hombres les resultaba natural y acorde con sus
características de género.
El recuerdo de estas obreras cuestiona la
representación de “la pobre obrerita”. Ellas
no están atravesadas por ese entramado de
significados. Su experiencia y/o el recuerdo
de la misma son parte de otros sentidos que
hoy se manifiestan en yo amaba ese trabajo.
Aquella construcción de “la pobre obrerita”,
aunque debilitada por la ruptura que los
gobiernos peronistas produjeron respecto de
la representación de la mujer trabajadora,
perdura como un elemento residual según el
concepto utilizado por Raymond Williams.
O sea “ha sido formado efectivamente en el
pasado, pero todavía se halla en actividad
dentro del proceso cultural: no solo –y
a menudo ni eso– como un elemento del
pasado, sino como un efectivo elemento del
presente”.32 “Presente” en tanto contemporáneo
a las experiencias de las entrevistadas y
“presente” aún en algunas concepciones
historiográficas que estudian el mundo del
trabajo. Apropiándonos de las categorías
de Antonio Gramsci y de las formulaciones
de Raymond Williams podríamos hablar de
memorias en conflicto: memorias hegemónicas
y modos de la rememoración alternativos
o contrahegemónicos.33 Las referencias al
pasado que ponen en cuestión los lugares
y roles sociales de las identidades y de los
sujetos se han designado como memorias
críticas. Ellas se refieren a una experiencia
pasada pero paralelamente socavan en el
presente las representaciones cristalizadas.
En este punto las voces de las trabajadoras
pueden considerarse como evidencias de
memorias críticas en tanto atraviesan el velo
de ocultación en el que han quedado, no como
conspiración masculina, sino como resultado
de preguntas y modos de hacer historia poco
atentos a la presencia de las mujeres en ella.
Moderna maquinaria manejada por una obrera.
Archivo General de la Nación, 1969.
54
NOTAS
1 Entrevista a María Luisa Brícoli, 28 de agosto de 2006.
2 Entrevista a Beba Martínez, 28 de agosto de 2006.
3 Entrevista a Ana Bulesi y Ángela R. Venturini, 30 de agosto de
2006.
4 Ídem.
5 Entrevista a Hortensia Martí de Frutos realizada en la ciudad de
Buenos Aires, por Lizel Tornay y María Damilakou y lmada por
Fernando Álvarez, 11 de septiembre de 2006.
6 Pierre Bourdieu y J. Wacquant, Respuesta por una antropología
reexiva, México D. F., Grijalbo, 1995, pp.81-82.
7 Véase Mirta Zaida Lobato, Historia de las trabajadoras en la
Argentina (1869-1960), Buenos Aires, Edhasa, 2007, pp. 339-343.
8 M. Lobato, M. Damilakou y L. Tornay, “Las reinas del trabajo
bajo el peronismo” en Mirta Z. Lobato (comp.), Cuando las mujeres
reinaban. Belleza, poder y virtud en la Argentina del siglo XX, Buenos
Aires, Biblos, 2005, pp. 82-86.
9 Entrevista a Ana Bulesi y Ángela R. Venturini, 30 de agosto de
2006.
10 Ídem.
11 Entrevista a María Luisa Brícoli, 28 de agosto de 2006.
12 Entrevista a Beba Martínez, 28 de agosto de 2006.
13 Entrevista a Celia, jefa de personal de Alpargatas entre 1948
y 1981, realizada por Lizel Tornay y María Damilakou, Buenos
Aires, septiembre de 2005.
14 Entrevista a Beba Martínez realizada en la ciudad de Buenos
Aires, por Lizel Tornay y María Damilakou y lmada por
Fernando Álvarez, 28 de agosto de 2006.
15 Entrevista a Ana Bulesi (Anita) y Ángela René Venturini
(Angelita) realizada en la ciudad de Buenos Aires, por Lizel
Tornay y María Damilakou y lmada por Fernando Álvarez, 30
de agosto de 2006.
16 Entrevista a María Luisa Brícoli realizada en la ciudad de
Buenos Aires, por Lizel Tornay y María Damilakou y lmada por
Fernando Álvarez, 28 de agosto de 2006.
17 Entrevista a Ana Bulesi y Ángela R. Venturini, 30 de agosto de
2006.
18 Véase Mirta Zaida Lobato, Historia de las trabajadoras, op.cit.,
pp.84-87.
19 Entrevista a María Luisa Brícoli, 28 de agosto de 2006.
20 Sheila Rowbotham and Huw Beynon, Looking al Class, London,
River Oram Press, 2001, p. 6.
21 Véase Ricardo Aroskind, “El país del desarrollo posible”, en
Daniel James (dir.), Nueva Historia Argentina, Violencia, proscripción
y autoritarismo (1955-1976), T.IX, Buenos Aires, Sudamericana,
2003.
22 Entrevista a Ana Belusi y Ángela R. Venturini, 30 de agosto de
2006.
23 Entrevista a Beba Martínez, 28 de agosto de 2006.
24 Entrevista a Hortensia Martí de Frutos, 11 de septiembre de
2006.
25 Entrevista a María Luisa Brócoli, 28 de agosto de 2006.
26 Entrevista a Beba Martínez, 28 de agosto de 2006.
27 Mirta Z. Lobato, Historia de las trabajadoras, op.cit., p.86.
28 Entrevista a Ana Bulesi y Ángela R. Venturini, 30 de agosto de
2006.
29 Entrevista a Beba Martínez, 28 de agosto de 2006.
30 Ídem.
31 Ídem.
32 Raymond Williams, Marxismo y literatura, Barcelona, Península,
1980, p. 144.
33 Véase Alejandra Oberti y Roberto Pittaluga, Memorias en
montaje. Escrituras sobre la militancia y pensamientos sobre la historia,
Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2006, p. 32.
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Península, 1980.
55
Representações em
disputa.
Trabalhadoras da Fábrica
de Alpargatas S.A.
Lizel Tornay
María Damilakou
As representações das trabalhadoras fabris
nas décadas de 1940, 1950 e 1960 eram
articuladas em torno da imagem da coitada
trabalhadora. A literatura, a pintura e o
cinema se referiram a estas mulheres
como vítimas e não como sujeitos protago-
nistas de suas próprias vidas.
Entrevistamos a uma dúzia de trabalhado-
ras da Fábrica Argentina de Alpargatas,
emblemática indústria têxtil que, desde
sua fundação em 1883 até a década de
1970, empregou em sua maioria mão de
obra feminina para as tarefas fabris e para
os níveis mais baixos da administração.
Suas lembranças evidenciam sentidos que
transcendem as representações herdadas
em relação às mulheres condenadas ao
trabalho extra doméstico.
Neste trabalho nos interessa analisar as
tensões geradas entre as representações
difundidas e quão significados a experiên-
cia trabalhista teve nas vidas das entrevis-
tadas. O que é que sensações são provoca-
das na estruturação de suas lembranças?
Que representações da empresa eram
difundidas através dos noticiários
cinematográficos? Que tensões eram
demonstradas entre os relatos das distin-
tas entrevistadas?
Représentations en
conflit. Travailleuses
de l’Usine
d’Alpargatas S.A.
Lizel Tornay
María Damilakou
Les représentations des travailleuses manu-
facturières dans les décennies 1940, 1950,
1960 ont été articulées autour de l’image de
la « pauvre petite ouvrière ». La littérature,
la peinture et le cinéma ont fait référence
à ces femmes comme si elles étaient des
victimes et pas comme des sujets protago-
nistes de leurs propres vies.
Nous avons interviewé une douzaine de tra-
vailleuses de l’Usine Argentine d’Alpargatas,
usine textile emblématique que, depuis sa
fondation à 1883 jusqu’aux années 70, elle
a majoritairement employé main d’oeuvre
féminine pour les tâches manufacturières
et pour les niveaux administratifs les plus
bas. Ses souvenirs mettent en évidence des
sens qui vont au delà des représentations
héritées en ce qui concerne les femmes
condamnées au travail extra- domestique.
Dans ce travail, ce qui nous intéresse c’est
d’analyser les tensions produites entre les
représentations diffusées et les significa-
tions que l’expérience du travail a eues dans
les vies des interviewées.
Quels sens se font évidents dans la struc-
turation de leurs souvenirs?
Quelles sont les représentations de l’usine
qui ont été diffusées par le biais des jour-
naux cinématographiques ?
Quelles sont les tensions qui se font
évidentes dans les récits des différentes
interviewées ?
Representations in
dispute. Alpargatas
Argentina Factory’s
female workers
Lizel Tornay
María Damilakou
The representations of manufacturing female
workers during 1940, 1950 and 1960 de-
cades have been articulated surrounding the
image of poor little worker.
In literature, painting and cinema they have
been mentioned like victims, not like persons
in charge of their own lives.
We have interviewed a dozen of these
workers that belonged to the Alpargatas
Argentine Factory. It was an emblematic
textile industry which employed female work-
forces to industrial tasks –since its founda-
tion in 1883 to 1970 decade– and also to
lowest levels of administration. Their memo-
ries show meanings that go beyond of heredi-
tary representations of women condemned to
the extra domestic work. We are interested to
make an analysis about the tensions between
the spread representations and the meaning
of work experiences had in their lives.
What meanings get proven in their memories
structure? What images of this enterprise
were showed in the cinema news? What
tensions are evident in the relates of those
interviewed women?
55