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Voces Recobradas
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Voces Recobradas
14
El Tucumanazo,
de la historia
al documental
Rubén Isidoro
Kotler
Miembro de la CD de
AHORA / Archivo
Histórico de la UNT
Diego Heluani
Director de cine /
Miembro de DOCA
(Documentalistas
Argentinos)
Barricada en una calle céntrica de Tucumán.
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15
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
15
Introducción
El presente trabajo nace después de la experien
-
cia de la realización del documental
El Tucumanazo
1
y su posterior proyección en variadas oportunidades
desde su estreno, el 13 de septiembre de 2007, y don
-
de la mayoría de las presentaciones han contado con
un importante número de espectadores y con un rico
e intenso debate entre realizadores y asistentes. La
preocupación nace entonces de la pregunta que ha
surgido después de estos acontecimientos acerca de
la validez del cine documental para la transmisión
y difusión de la historia. Las notas que siguen, en
-
tonces, discurren entre las posiciones teóricas sobre
la posibilidad de ver el cine documental como una
fuente más de la historia y la propia experiencia en
la realización y difusión del docu
-
mental
El Tucumanazo
.
¿Se puede plasmar la histo
-
ria en imágenes?, se pregunta el
historiador Robert Rosenstone.
2
Y ampliando la cuestión cabría
preguntarse si es posible compati
-
bilizar el discurso historiográfico
con el discurso audiovisual. Por lo
tanto, el presente trabajo procura
dar respuesta a esta preocupación
de la historiografía actual, arti
-
culando las experiencias entre la
investigación histórica del pasado
reciente que narra los sucesos co
-
nocidos como el Tucumanazo y su
plasmación en el documental que
lleva ese nombre.
Los pasos de la investigación
Desde una mirada interdisciplinaria, llevar una
historia a la pantalla implica comenzar como todo
proceso, por la investigación. Construir la historia de
lo que hoy se conoce como el Tucumanazo es reco
-
rrer el método científico en procura de dar respuestas
a las hipótesis que aparecen en el camino. No se trata
de sustituir, por lo tanto, una vía de investigación por
la simple transcripción de un documento o el simple
entrelazado de testimonios unos detrás de otros para
el armado de un guión simplificado. Reconstruir ese
pasado, objeto de estudio, requiere entonces buscar
documentos, ponerlos en cuestión, situarlos en un
contexto y someterlos a la crítica y el análisis. Ade
-
más, quienes creemos en el trabajo con fuentes orales,
rápidamente descubrimos que la labor con la historia
reciente adquiere una dimensión particular cuando
conseguimos entrevistar a los actores sociales que han
tenido una determinada actuación en un proceso so
-
ciohistórico. Por lo tanto, el camino transitado para
buscar las fuentes que permitieron reconstruir el dis
-
curso argumental del documental no fue muy distinto
al de cualquier otro trabajo historiográfico. Entre los
entrevistados se trató de encontrar un amplio espectro
de dirigentes obrero-estudiantiles, así como también
sacerdotes tercermundistas, trabajadores de los inge
-
nios azucareros e intelectuales, quienes dan sentido al
pasado a través de su propio relato. Uno de los puntos
en común entre la historia y el cine documental resi
-
de justamente en el testimonio de los actores sociales
entrevistados, quienes construyen con voz propia un
relato que no pretende ser neutral ni objetivo, y que
tampoco puede serlo. Nadie puede sostener hoy que el
relato histórico es objetivo y mucho menos neutral. Se
construye desde una posición, la del historiador y su
propio presente, añadiendo, en este
caso, la voz y la imagen de los en
-
trevistados, quienes revisan el pa
-
sado a partir de su propio presente
y de sus propias experiencias. De
-
bemos, entonces, indagar sobre la
cuestión de las fuentes, someterlas
a juicio, criticarlas y entrecruzarlas
para conseguir establecer un crite
-
rio de veracidad, pero debemos ser
conscientes
de
que estas jamás se
-
rán objetivas, no sólo porque estas
fuentes son un producto humano,
sino además, y sobre todo, por la
relectura que el historiador y/o el
director de un documental, como
el caso que nos ocupa, realiza.
Siguiendo a Josefina Cuesta es
posible afirmar entonces que “entre la realidad históri
-
ca, la vivida por los sujetos históricos, y su proyección
en perspectiva (…), hay una enorme distancia, hay
toda una enorme reflexión, un pensamiento del autor,
hay muchísimas otras fuentes que se han estudiado
(…) Cualquier película o cualquier documental es, en
efecto, una reescritura de la Historia. En este sentido
tiene el valor de cualquier libro de Historia”.
3
Cuesta establece cuatro nexos entre el cine y la
historia, puntos de encuentro que podrían sintetizar
-
se de la siguiente manera: el cine es una
fuente his
-
toriográfica
y como tal reviste de cierta “complejidad
del análisis de algunos lenguajes” en lo que permite
revelar realidades y mensajes a partir de una mirada
diferente de la habitual; tanto el cine como la historia
no reflejan la realidad tal y como es, sino que es una
“representación” de la misma. El cine tiene el valor
agregado de lo que testimonia y por lo tanto de lo que docu
-
menta. En la consideración de Cuesta, entonces, lo que aquí
importa es por lo tanto poner el acento “en lo que el
autor o director nos ha querido contar de otra manera,
Construir la historia de lo que
hoy se conoce como el Tucumana
-
zo es recorrer el método científico
en procura de dar respuestas a las
hipótesis que aparecen en el ca
-
mino. No se trata de sustituir, por
lo tanto, una vía de investigación
por la simple transcripción de un
documento o el simple entrelaza
-
do de testimonios uno detrás de
otros para el armado de un
guión simplificado.
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a través de lo visible”; el rol que puede jugar el cine
“entre la memoria y la Historia”, entre lo sucedido y
el recuerdo que se recoge, que es solo una parte de lo
real, se produce por lo tanto un proceso de selección
ya que la “realidad total es siempre inaprensible”. Hay
que tener en cuenta que ningún documental, por más
pretencioso que quiera ser, podrá reproducir una reali
-
dad que se contemple global, así como tampoco puede
hacerlo la historia; por último, el cine es una escritura
de la historia, sea del tipo que sea: ficción, documental
u otro. Desde esta perspectiva, el cine supone un de
-
safío para el historiador tradicional, que a partir de la
utilización de este tipo de documento, no podrá seguir
escribiendo la historia como hasta ahora.
4
Para Rosenstone, el documental es el género ci
-
nematográfico que plasma la historia en imágenes, y
que “al apoyarse sobre todo en los recuerdos de super
-
vivientes, y los análisis de los expertos,
los documentos históricos tienden a
centrarse en individuos heroicos
y a configurar la narración de
los acontecimientos en términos
de inicio-conflicto-resolución”.
5
Y concluye que “el documental
nunca es el reflejo directo de la
realidad, es un trabajo en el que
las imágenes –ya sean del pasado
o del presente– conforman un dis
-
curso narrativo con un significado
determinado”.
6
Se plantea aquí una de las mayores controversias
en el mundo historiográfico como es la de la veraci
-
dad del cine, la objetividad de la historia, debates que
se renuevan ante cada desafío, como el presente, en el
que la posibilidad de introducir el documental como
fuente para la historia no queda al margen de la dis
-
cusión. Como afirma Miguel Mirra “desde el punto de
vista de la teoría de la realización, las fronteras entre
el documental y la ficción son muy delgadas. Con re
-
lación a esas fronteras se ha dicho que son estéticas,
por un lado, o se las hace pasar por la existencia o no
de una puesta en escena, por el otro. Sin embargo, esto
es al menos ambiguo. Lo que hay que decir es que en
el cine, y en el video, hay una puesta en escena cual
-
quiera sea su género, imposible que no la haya; en la
medida que se recorte una parte de lo que está frente
a la cámara con un encuadre ya tenemos una pues
-
ta en escena; cuando uno encuadra hace una puesta
en escena”.
7
Y lo mismo podemos afirmar de la his
-
toria. El historiador recorta la realidad en estudio ya
que nunca puede abarcar esa realidad en su totalidad,
poniendo, claro está, toda su subjetividad, al igual que
el documentalista. Por lo tanto, hablar de objetividad
tanto en la historiografía como en el cine, y aún en
el cine documental, es un imposible que da por tierra
cualquier acusación contra ambas prácticas y mucho
más en la posibilidad de conjugar ambas para impulsar
todas las ventajas que puede ofrecernos el plasmar la
historia en imágenes.
Por otra parte, Pérez Millán manifiesta tener la
“convicción de que hoy no se puede hacer Historia del
siglo XX sin el cine, ya sea como trasunto de determi
-
nados acontecimientos o como provocador o al menos
condicionador genérico de muchos de ellos. Pero, so
-
bre todo, porque el destinatario al que se dirigen hoy
tanto el historiador como el cineasta tiene los meca
-
nismos de la percepción sensorial e incluso el funcio
-
namiento del cerebro más directamente conformado
por las imágenes y su lenguaje específico que por las
palabras y su metodología tradicional”.
8
En esta complejidad entre el manejo de fuentes,
la escritura de una narración coherente
y la plasmación ya sea en un papel
o sobre una cinta fílmica, el docu
-
mental
El Tucumanazo
se presen
-
taba como un desafío, aún desde
antes de su realización misma. Sin
embargo, se partía de la premisa de
que si el documental habría de ser
una reescritura de la historia, ese
desafío debía ser llevado a cabo, sa
-
biendo además que el examen por
el que habría de transitar el resul
-
tado final del trabajo, emanaría de la
academia, de los espectadores con algún conocimiento
de la historia allí narrada (muchos de los cuales ade
-
más habían vivido la época en cuestión y, por lo tanto,
miraban el documental desde una posición distinta e
incluso más crítica, por cuanto buscaban verse refleja
-
dos en el largometraje) y de espectadores no especia
-
lizados, para quienes la historia del Tucumanazo era
apenas un cartel publicitario del estreno.
Transformar la historia en documental
Tuvimos una premisa al comenzar a trabajar en el
guión del documental, y esta se resumía en la frase de
uno de nuestros entrevistados: “Ya ni los tucumanos
recuerdan qué fue el Tucumanazo”.
9
Volvemos nueva
-
mente a las ideas de Cuesta sobre el vínculo entre la
memoria y la historia y el rol que puede jugar un do
-
cumental en el intento de rescatar del olvido un mo
-
mento determinado del pasado reciente. Y estas im
-
presiones se confirmaron con una serie de entrevistas
realizadas en las puertas de lo que había sido el come
-
dor universitario, uno de los epicentros de las revuel
-
tas obrero-estudiantiles de los años 70. Las preguntas
estuvieron destinadas a circunstanciales transeúntes,
de variada edad y extracción social. La mayoría no
Tuvimos una premisa al
comenzar a trabajar en el guión
del documental, y esta se resumía
en la frase de uno de nuestros en
-
trevistados: “Ya ni los tucumanos
recuerdan qué fue el
Tucumanazo”.
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Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
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supo responder a las dos cuestiones que creímos era
necesario formular. La primera sobre el conocimiento
de los episodios conocidos como el Tucumanazo, y la
segunda sobre el conocimiento acerca del sitio donde
alguna vez había funcionado el comedor universitario.
Ambas preguntas fueron entonces contestadas desde la
ignorancia de los entrevistados que no sabían qué ha
-
bían sido aquellas rebeliones de los años 70 y tampoco
tenían conocimiento de la existencia del comedor uni
-
versitario en las puertas donde este había funcionado.
Entonces reflexionamos acerca del valor efectivo que
podía tener la realización de un documental que se
pudiera difundir de manera masiva. Ante la existen
-
cia de alguna bibliografía, esta solo circulaba, y con
escasa capacidad difusiva, en los círculos académicos.
En este caso, el trabajo del sociólogo Emilio Crenzel
10
podía ser un buen punto de partida para todo aquel
que quisiera conocer la historia reciente de la provin
-
cia de Tucumán, pero dicho conocimiento solo estaba
al alcance de pocos.
Por otra parte, se trataba de poner en un lengua
-
je fácil, directo y accesible a cualquier espectador una
historia que, como tal, estaba envuelta en una vasta
complejidad de procesos sociales, políticos, cultura
-
les y económicos de casi diez años, entre el golpe de
Juan Carlos Onganía en junio de 1966 y la dictadura
instaurada el 24 de marzo de 1976 que derrocara a la
presidenta María Estela Martínez de Perón. Sintetizar
en una cinta audiovisual de 75 minutos una compleja
historia de más de diez años suponía el principal reto,
sabiendo que una vez logrado el objetivo debía pasar
por los ojos examinadores de quienes ya hemos hecho
referencia. El resultado final, por lo tanto, ha sido un
producto alejado de las exigencias del cine comercial
(tanto de ficción como documental), en el que se entre
-
lazan el relato de una voz en
off
que resulta ser el hilo
conductor del documental, la voz de los entrevistados
que dan sentido al pasado que se pretende recrear y las
imágenes de archivo, tanto fotográfico como audiovi
-
sual, que consiguen generar el clima preciso y acom
-
pañar la narración tanto de la voz en
off
como la de los
entrevistados.
Multiplicar las salas de proyección:
los 70 vistos desde el 2000
Como afirma Pablo Boido, “la mayoría de los
realizadores y grupos del nuevo cine documental han
acudido a la década del 70 para reencontrarse con la
experiencia de ‘cine militante’ y el documental social y
político. Las referencias son claras, los 70 produjeron
no sólo cine sino también teoría y apuntes para poder
pensarlo”.
11
Y en este sentido
El Tucumanazo
hereda
esta tradición o intenta buscar en ella los basamentos
teóricos y estéticos para su concreción.
Uno de los propósitos al concluir la edición del
documental era su difusión. Al no ser un producto
comercial, las limitaciones para proyectarlo se hacen
evidentes y las salas tradicionales o los canales mediá
-
ticos masivos de difusión se cierran a una película que
pretende no transigir en el mensaje final. Es aquí don
-
de
El Tucumanazo
como documental histórico pre
-
tende heredar entonces los mecanismos de difusión
pretendidos en los años 60 y 70, por el llamado
Cine
de la Base
del cineasta Raymundo Gleyzer.
12
Según el
testimonio de Nerio Barberis, el “
Cine de la Base
nace
como una necesidad de Raymundo, que es un realiza
-
dor con un objetivo político, y que debe mostrar lo que
ha hecho. El problema de la distribución era el mismo
que hay ahora. Tenés una película, pero después no se
la podés mostrar a nadie. Entonces Raymundo, que ya
había sufrido eso con
México, la revolución congelada
,
concibió un grupo que distribuyera.
Cine de la Base
nace como un grupo cuya función era distribuir los
materiales que se producían, básicamente para que
Los
traidores
se pudiera ver. La película estaba hecha, él
no tenía ningún interés en que la película se diera en
una sala: tenía que ir a la base y la base no iba al cine.
Al cine iba la clase media. Peor si la película la ponían
en una sala de arte. Él quería que la película se viera en
las villas, en los sindicatos, que la vieran los sectores po
-
pulares. Desde ese punto, entonces, se concibe al
Cine
de la Base
como un grupo de distribución, que ade
-
más se plantea luego producir. Según yo lo recuerdo,
él concibió
Cine de la Base
así. Luego se prioriza la
producción, porque el grupo se va sintetizando, se va
transformando con la historia del país, que va a una
velocidad extraordinaria”.
13
Si
El Tucumanazo
se presenta como un documen
-
tal político en el cual su discurso no difiere de otros
textos historiográficos de índole política, entonces es
lógico pensar que las alternativas de difusión que le
quedan son las planteadas por Gleyzer, procurando
multiplicar las salas de cine y llevarlo allí donde fuera
posible, lejos de las salas de proyección comerciales,
que no dan cabida a este tipo de productos. Heredan
-
do entonces la tradición de cineastas como Fernando
Birri, Gerardo Vallejo, Leonardo Favio, el propio Rai
-
mundo Gleyzer, Octavio Getino y Fernando “Pino”
Solanas, entre otros, se buscó en estos referentes del
llamado
cine político argentino
retomar el camino ini
-
ciado por el cine nacional en las décadas del 60 y el
70, un cine que, por otra parte, heredaba al mismo
tiempo la tradición del neorrealismo italiano, con el
recordado manifiesto sobre
El Tercer Cine,
en el marco
de la Guerra Fría y las conferencias de los Países No
Alineados.
Hasta el momento, el objetivo del documental, es
decir su difusión, parece cumplirse, ya que desde su
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18
Voces Recobradas
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estreno, el 13 de septiembre de 2007, hasta el momen
-
to de escribirse el presente trabajo,
El Tucumanazo
ha
sido exhibido en más de cuarenta salas, en los más va
-
riados contextos, que van desde la proyección en salas
alternativas, facultades, congresos científicos, escue
-
las, bibliotecas populares, incluyendo una proyección
internacional en la Universidad de Salamanca, en Es
-
paña, entre otras. En la mayoría de las oportunidades,
la proyección fue acompañada de un debate en el que
realizadores y espectadores pudieron intercambiar
ideas, opiniones, visiones de la historia contada por el
largometraje, un intenso intercambio que ha servido
para enriquecer la propia experiencia narrada por los
testimoniantes, los autores del documental y el públi
-
co, que como ya se ha expresado, abarca desde jóvenes
con un total desconocimiento de la historia tucumana,
hasta una gran cantidad de militan
-
tes setentistas que no dejaron de
aportar sus propias experiencias,
sumando nuevos relatos y nuevas
voces a las ya trasmitidas en el do
-
cumental.
Algunos de los debates gene
-
rados después de proyectarse el
documental sugieren ciertas cues
-
tiones que merecen un estudio más
amplio. Una de esas cuestiones es
la mirada que se tiene sobre los
años 70, una visión desde nuestro
presente que emana de la historia
de los últimos treinta años del país.
Si
El Tucumanazo
buscaba generar
esos debates, el objetivo ha sido
cumplido. Discusiones tales como la
actuación de la militancia setentista, la
relectura del pasado reciente del país, la búsqueda por
comprender el presente a partir de ese pasado, la auto
-
crítica, los discursos acerca de la validez de la violencia
como arma política, entre otros, fueron los temas que
puso al descubierto la proyección de un largometraje
histórico, en el que la lectura de sus autores no siempre
es compartida por los espectadores.
En este sentido, una de las proyecciones más im
-
portantes tuvo lugar el 14 de noviembre de 2007 en el
Centro Cultural de la Universidad Nacional de Tucu
-
mán. Lo sugestivo de la exhibición tenía que ver con
que ese día se cumplían 37 años del Tucumanazo, que
el evento se había organizado en las instalaciones uni
-
versitarias en pleno centro tucumano, a pocos metros
de lo que había sido el comedor, fuente de las rebelio
-
nes, y con la presencia de algunos de los entrevistados,
quienes salían del celuloide para hacerse carne viva y
compartir con el público y los realizadores el debate
posterior a la proyección. Una sumatoria de simbolo
-
gías que expresaban, sin lugar a dudas, que el vínculo
entre historia y cine es posible. Al finalizar el even
-
to, una ex militante setentista expresó: “Consiguie
-
ron convertir el Centro Cultural en La Cosechera”. La
Cosechera
había sido un bar tradicional de Tucumán,
que junto con El Buen Gusto
,
se habían convertido en
los años 70 en el punto de encuentro de la militan
-
cia, sobre todo de izquierda, donde se llevaban a cabo
intensas tertulias políticas, costumbre desaparecida
tras la última dictadura militar. La expresión reflejaba
entonces claramente la necesidad de volver a generar
debates no solamente en los que se discutiera el pasa
-
do reciente del país, sino donde fuera posible debatir
también el propio presente, producto de ese pasado.
El Tucumanazo
comenzaba a posibilitar este encuen
-
tro generacional, el diálogo sobre el pasado y las dis
-
cusiones sobre el presente. ¿Es este el
objetivo de la historia, generar estas
discusiones hacia fuera del mundo
académico? Claramente, el cine do
-
cumental tiene este objetivo, y pen
-
samos que la historia también debe
tenerlo, para que podamos afirmar
sin temor que la historia sirve a la
sociedad. Alguna vez alguien se
preguntó si la filosofía servía de
algo, y la respuesta
a priori
parece
ser negativa. Desde una mirada uti
-
litarista, ni la filosofía ni la histo
-
ria sirven de mucho, pero si por el
contrario, lo que se busca es gene
-
rar una conciencia distinta a partir
del conocimiento del pasado, histo
-
ria y cine se unen en el intento de
parte de la sociedad de traer a la memo
-
ria sucesos como el narrado en el documental en cues
-
tión, y procurar que incluso los propios tucumanos
comiencen por recordar o al menos conocer qué fue
el Tucumanazo. Como concluye Cuesta “exponerse al
medio audiovisual, especialmente en sus formas inno
-
vadoras, puede tener un efecto subversivo para el his
-
toriador, pero también para cualquier ciudadano que
se siente en la butaca. Se tiene la tentación de utilizar
esas numerosas técnicas, pero hay que tener en cuenta
que esas técnicas y todos los lenguajes y mecanismos
del cine son también herramientas para recrear el pa
-
sado, bajo otro lenguaje u otro historiador. Podemos
recordar (…) el papel del cine como instrumento de
búsqueda de la verdad: responde a la exigencia de co
-
nocimiento de una verdad más profunda”.
14
Cuatro testimonios, cuatro imágenes
Si los testimonios orales se convierten en una
fuente válida para la historia a partir del afianzamien
-
Algunos de los debates gene
-
rados después de proyectarse el
documental sugieren ciertas cues
-
tiones que merecen un estudio
más amplio. Una de esas cuestio
-
nes es la mirada que se tiene so
-
bre los años 70, una visión desde
nuestro presente que emana de la
historia de los últimos treinta años
del país. Si El Tucumanazo buscaba
generar esos debates, el objetivo
ha sido cumplido.
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Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
19
to en la disciplina historiográfica en lo que se conoce
como la Historia Oral, las imágenes audiovisuales son
otras de las fuentes por medio de las cuales el historia
-
dor puede comprobar la veracidad de los testimonios.
El nexo más preciso entre la historia y el cine lo apor
-
tan, como ya se dijo, las fuentes para la construcción
de una narración, sean estas el resultado de las entre
-
vistas o de los archivos audiovisuales. Aunque convie
-
ne decir que no siempre contamos con la posibilidad
de triangular las fuentes, de entrecruzarlas y some
-
terlas a un criterio de veracidad. Esto sucede cuando
nos adentramos en el estudio de procesos históricos
de un pasado dictatorial como el argentino, en el cual
además se ha intentado, en la llamada transición de la
democracia, borrar toda huella de aquel pasado. Por
lo tanto, conseguir esos documentos, esos archivos
audiovisuales, o conseguir el testimonio de quien se
supone ha sido sobreviviente de un genocidio como el
perpetrado en la Argentina, se convierte en una tarea
mucho más ardua.
Cuando pretendemos llevar la historia al cine,
las imágenes audiovisuales de archivo se vuelven im
-
prescindibles y salir en su búsqueda supone un desafío
añadido, que de llegar a buen puerto, consigue com
-
pensar tanto al historiador como al director del docu
-
mental, en un esfuerzo por representar en imágenes
los testimonios recogidos después en entrevistas. De
las entrevistas realizadas al momento de concretar la
investigación surgieron testimonios de un valor incal
-
culable, valor que fue creciendo en la medida en que
solo se contaba en un comienzo con dichos relatos y
ningún otro material que soportase lo narrado por los
testigos. Sin embargo, conseguir material audiovisual
que reflejara lo que los testimonios estaban narrando
se convirtió no solo en un importante hallazgo, sino
que también permitió imprimirle fuerza y mayor ve
-
racidad al relato de los testigos y, en definitiva, a la
narración propia del documental. En este apartado se
analizarán entonces cuatro fragmentos visuales a par
-
tir del relato de los entrevistados. El primero de ellos
está referido a la participación popular en los distintos
momentos que componen el Tucumanazo a partir del
argumento de Marcos Taire, periodista y ex militante
del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS); el
segundo se refiere al desarrollo de las barricadas como
táctica estudiantil para enfrentar a las fuerzas del régi
-
men en las palabras de Carlos Zamorano, ex dirigente
estudiantil del Partido Comunista (PC); el tercero tie
-
ne que ver con la negociación entre los manifestantes
y el entonces gobernador de Tucumán, Carlos Imbaud,
en noviembre de 1970, para permitir la liberación de
los estudiantes detenidos después de las protestas ca
-
llejeras, las cuales habían tenido lugar durante más de
cuatro días, en lo que se conoce como el segundo Tu
-
cumanazo. Esta vez el testimonio corresponde a un ex
sacerdote tercermundista, Juan Ferrante, quien tuvo
una intensa participación en aquellos años; el último
relato pertenece al ex miembro del Partido Revolucio
-
nario de los Trabajadores, en su vertiente La Verdad
(PRT), Carlos “el Chino” Moya, activo dirigente en las
rebeliones tucumanas, quien expresa sus sensaciones
de lo que han sido aquellas revueltas 35 años después.
Una digresión se hace necesaria aquí para expli
-
car brevemente qué ha sido el Tucumanazo en cuanto
movimiento de protesta. El complejo proceso social y
político que conmovió a la provincia de Tucumán en
-
tre 1966 y 1976 tuvo sus puntos conflictivos más ele
-
vados con el cierre de once ingenios azucareros y la
intervención en la Universidad Nacional tras el golpe
de Estado encabezado por el general Juan Carlos On
-
ganía. Hasta ese momento, trabajadores del azúcar y
estudiantes universitarios, sobre todo de clase media,
no se habían manifestado contrarios al golpe militar,
pero estas dos medidas, sin lugar a dudas, provocarían
reacciones contrarias, ya que estas políticas afectaban
directamente a dos sectores que a lo largo de los años
60 se habrían de conjugar en una alianza de clases
para enfrentar al régimen por sus derechos. Si bien el
Tucumanazo conoce picos en la lucha, el movimiento
de mayor protesta y rebeldía ocurrió a mediados de
noviembre de 1970, después de la instalación de una
olla popular en las inmediaciones del comedor univer
-
sitario ubicado en el corazón de la ciudad, en la calle
Muñecas al 200. La policía provincial por orden del
Poder Ejecutivo de Tucumán, en colaboración con el
Ejército, decidió la evacuación de la protesta por me
-
dio de la represión. Los estudiantes se manifestaban
contra el cierre del comedor y otras medidas atenta
-
torias contra la democracia en la vida universitaria,
la cual se veía ya no solo cada vez más restringida,
sino directamente clausurada. Es así como se llegó
al enfrentamiento de los estudiantes y de importan
-
tes sectores de la población, contra las fuerzas del
orden, enfrentamientos que llegaron a comprometer
casi ochenta manzanas de la ciudad con barricadas
durante más de cuatro días entre el 10 y el 14 de
noviembre.
A las barricadas
Marcos Taire había sido un activo militante de los
tucumanazos. Su actividad política se manifestaba en
el Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), y
parte de su recuerdo tenía que ver con su actividad
como periodista. Uno de los testimonios de Taire que
se conjugan con las imágenes audiovisuales mostradas
en el documental, sugiere la participación de prácti
-
camente toda la población en las barricadas desde las
que se enfrentaba a las fuerzas represivas. En el re
-
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cuerdo de muchos tucumanos estos enfrentamientos
se producían en las calles más céntricas de la ciudad.
Sin embargo, el testimonio de Taire resulta revelador,
por cuanto refleja la importancia de la lucha de los es
-
tudiantes y trabajadores que se había extendido a toda
la ciudad, incluidos los barrios periféricos. Taire narra
entonces que:
Yo recuerdo, en una esquina ahí cercana al centro,
este, que se empezó a armar una barricada y de golpe
empezó a confluir la gente de las inmediaciones trayen
-
do cosas para que se enriqueciera la barricada, es decir,
gomas viejas para prender fuego, maderas, etc. Y des
-
pués, no me acuerdo si en el segundo o tercer día, pero
ya hacía un par de días que se estaba peleando contra
las fuerzas de la represión, la participación popular en
la zona de Plazoleta Dorrego, San Cayetano, fue enor
-
me, enorme realmente. Y bueno, y en cada uno de los
lugares en donde se podían armar estas barricadas, el
pueblo expresaba adhesión, apoyo a la lucha estudian
-
til, sin ninguna duda.
15
El testimonio de Taire se entrelaza con las imá
-
genes que se observan en el documental mientras su
relato explica la participación de los vecinos. En las
imágenes se observa la zona de la Plazoleta Dorrego,
uno de los accesos a la capital tucumana con los restos
de lo que había sido una de las barricadas. Como en la
mayoría de las imágenes que se consiguieron para el
largometraje, no es posible ver a la población, sino que
se observa a las fuerzas del régimen en plena acción
represiva desmantelando lo que quedaba de esos pa
-
rapetos. Es importante destacar que las imágenes con
-
seguidas pertenecen a medios de prensa nacionales
que llegaron a la provincia de Tucumán para cubrir las
manifestaciones y que por la cercanía ideológica con
el régimen, los cronistas corren detrás de la policía, es
decir, que llegan al escenario de la contienda cuando
la barricada ha sido desmantelada. Por otra parte, no
deja de ser sugestivo el comentario de los periodistas
mientras se sucede la escena. En la acción narrada por
Taire, casi 35 años después, se contrapone el discur
-
so del militante con la crónica en vivo del periodista,
para quien en la zona donde actúa la policía se sospe
-
cha la presencia de “francotiradores”. El discurso de
los medios contra este tipo de manifestaciones expresa
claramente el guiño que esos medios hacían al gobier
-
no militar imperante, ya como soporte ideológico o
bien como un difusor de las ideas de la dictadura a la
sociedad.
Uno de los aspectos que más llama la atención de
la lucha de los años 70 es, sin duda, la organización
del movimiento de protesta, organización que ha per
-
mitido nuclear en cada momento o pico de la lucha
a sectores muy diversos de la izquierda argentina en
general, y de la izquierda tucumana para el caso que
nos ocupa. De la organización de todo tipo de mani
-
festaciones, la que más sorprende es la táctica de la
barricada, una forma defensiva que no ha sido exclu
-
siva de la Argentina, pero que ha puesto en jaque en
más de una oportunidad a las fuerzas del orden en el
llamado ciclo de los “Azos” que se desató a lo largo de
todo el país. Carlos Zamorano, dirigente del Partido
Comunista argentino, ha sido uno de los actores so
-
ciales que ha tenido una importante participación en
estas luchas callejeras y los detalles de su testimonio
permiten retrotraernos a los 70 e imaginarnos la for
-
ma que adoptaron cada una de estas barricadas:
(…) las puebladas se sostenían mucho tiempo por
las barricadas… a tal o cual distancia de cuadra se
establecía una barricada, no se puede establecer una
barricada sin la ayuda del pueblo, si el pueblo está en
desacuerdo con el movimiento no va a tener elementos
físicos: maderas, tablas, botellas etc., etc., cubiertas de
automotor, lo que fuera necesario para establecer una
El gobernador Carlos Imbaud dialoga con la prensa.
Barricada ardiendo en la noche en el casco céntrico.
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21
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
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barricada que obligara a las fuerzas represivas por más
que viniera con carros lo que fuese, demorar menos de
5 minutos en superar esa barricada, y en 5 minutos uno
se va a otro barrio, no hay ningún problema, entonces
el avance de la columna es cada 100 metros con una
honda alguien que sea tirador derriba la bomba gigan
-
te del alumbrado de la esquina con un disparo y se va
avanzando, como la superficie de la calle es, no sé si
cabe la expresión “comba” entonces se va rompiendo en
el camino con un palo el sistema del tránsito del agua de
tal manera que queda determinado un chorro de 4 me
-
tros de altura permanente y la calle está mojada sobre
todo en las canaletas lindantes con ambas veredas, de
tal manera que cuando arrojan la granada de gas basta
empujarla con el pie y se ahoga a la izquierda o a la de
-
recha mientras avanza la manifestación a veces llevando
bolsas de recortes de metal para cargar la honda, a veces
arrojando piedras simplemente con la mano y también
con la honda boleadora u honda torde
-
ra que hasta admite poner una bote
-
lla de litro para arrojar.
16
El testimonio de Zamorano es
acompañado por las imágenes de
las barricadas, las que demuestran
la precisión del relato de este ex di
-
rigente estudiantil. Desde los ele
-
mentos materiales necesarios para
sostener estas protestas, hasta las
tácticas y estrategias utilizadas por los
estudiantes, se confirman a partir de las imágenes res
-
catadas. Claramente se puede observar en una de las
imágenes a un grupo de jóvenes sosteniendo la barri
-
cada en el momento en que llega la policía a reprimir.
Los estudiantes activos en el intento de resistir los em
-
bates se muestran organizados en la estrategia narrada
por el propio Zamorano, desde lo más elemental como
romper una bomba de salida de agua para ahogar la
granada de gas, hasta la colocación de objetos que sir
-
ven de parapeto defensivo.
Ciertamente, el testimonio de Zamorano comple
-
menta el testimonio de Taire en el sentido de que sin
apoyo popular estas barricadas no podían sostenerse
durante casi una semana, como han sido mantenidas
en Tucumán, ni tampoco hubiera sido posible que se
extendieran por toda la geografía de la ciudad capital,
tal y como ocurrió tanto en mayo de 1969, en noviem
-
bre de 1970 como en junio de 1972, durante los tres
momentos culminantes de este proceso. Este dato es
importante ya que en la mayoría de los testimonios se
destaca la masiva participación no sólo de estudiantes,
sino también de vecinos que colaboran con el movi
-
miento. Sin embargo, no se han podido encontrar sufi
-
cientes imágenes en las que tal fenómeno pueda verse
reflejado. Ya se explicó que los cronistas iban detrás
de la policía cuando esta ya había cargado contra los
núcleos de protesta y por esta razón no es posible ver
imágenes de multitudes, como sí es posible ver, por
ejemplo, en otros movimientos de protestas similares,
como el Cordobazo, del que existen mayor cantidad
de imágenes que reflejan lo masivo de las manifesta
-
ciones.
17
Cuéntame cómo fue
La protesta de noviembre de 1970 llega a su fin
después de cuatro días de intensa lucha entre los
manifestantes y las fuerzas del régimen. Decenas de
alumnos universitarios son detenidos y se entabla in
-
mediatamente una negociación entre los estudiantes
y el gobernador. Se exigía para levantar las barrica
-
das, la liberación de todos los detenidos y parte de este
proceso de negociación es explicado por uno de los
protagonistas del entuerto, el ex cura
dominico Juan Ferrante:
(…) en la delegación de la Fe
-
deral fue cuando me conocen, me re
-
conocen y este, eso le provoca mayor,
como podría decir, mayor tensión a
la cosa y quieren de alguna mane
-
ra intimidarme con una cantidad
de cosas, pero después a la noche se
negocia, digamos, la ciudad de Tu
-
cumán estaba, en el 68, estaba bastante
rodeada por toda una hilera de, bah, la ciudad, el centro
de Tucumán, con una hilera de calles cortadas, por ba
-
rricadas, por cosas, y negocian nuestra salida para que
levantemos las barricadas y nos llevan a la gobernación
donde estaba Imbaud, que era el gobernador; Imbaud se
me acerca a saludar y yo le digo que realmente primero
Entre el olvido oficial y la me
-
moria colectiva, los documentales
han aparecido en los últimos años
como una de las vías de llevar al
resto de la sociedad una relectura
del pasado reciente del país.
El “Trosco” Salvatierra lee la lista de liberados en noviembre de 1970.
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Voces Recobradas
22
Voces Recobradas
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nos echaba los federales y después venía a saludarnos,
no tenían mucho sentido. Y, ahí después nos dejan li
-
bres, a partir de esa negociación con la federal.
18
El testimonio de Ferrante se entrecruza con las
imágenes del gobernador de Tucumán, Carlos Imbaud,
dialogando con los medios de prensa, en las escalina
-
tas de la Casa de Gobierno, acerca de la negociación
mantenida con Ferrante. A partir del testimonio del
ex cura tercermundista al archivo audiovisual con la
imagen del gobernador es posible reconstruir la his
-
toria desde la mirada de unos y otros. El documen
-
tal permite, por lo tanto, rescatar el testimonio de las
autoridades provinciales
19
como así también mostrar
al espectador lo que podríamos denominar “la fisono
-
mía” de la protesta. En términos de Rosenstone se está
plasmando la historia en imágenes.
Y estas imágenes en algunos casos
llegan a generar un clima surrea
-
lista, y es esto lo que Carlos Moya,
ex dirigente del PRT La Verdad,
recuerda:
¿Qué acontecimientos me im
-
pactan más y me quedan en la me
-
moria?, es ver las luces apagadas en
todo el casco céntrico, posiblemen
-
te 80 manzanas, los manifestantes
dueños de las calles, que salga el gober
-
nador Imbaud a dialogar directamente con la casa de
gobierno rodeada por barricadas en este clima surrea
-
lista, de oscuridad, de algunas barricadas ardiendo, que
se liberarán presos que estaban ahí en el subsuelo; una
representación del poder estudiantil y popular en las ca
-
lles como yo nunca he visto.
20
Uno y otro relato reflejan el impacto que aún hoy
persiste en la memoria de quienes han vivido aque
-
llos sucesos. El documental consigue enlazar relato e
imagen, lo que permite al espectador tener una noción
más amplia del recuerdo de los testigos al tiempo que
confirma la veracidad de los relatos. El “yo he estado
allí” se combina con “esto que cuento es verdad”, no
solo porque el protagonista ha estado presente, sino
también, porque es posible verlo reflejado en imáge
-
nes. La historia en el documental adquiere entonces
una nueva dimensión.
Dos generaciones que dialogan
Según afirma Francisco Erice “estamos asistiendo,
desde hace no mucho tiempo, a una fiebre rememora
-
tiva que ha adquirido difusión geográfica tan amplia
como variados son los usos políticos
de la memoria, que abarcan desde
la movilización de pasados míti
-
cos para dar un agresivo sustento
a las políticas chauvinistas o fun
-
damentalistas”, hasta los intentos
en diversos lugares de crear esfe
-
ras públicas para la memoria real
“que contrarresten la política de
los regímenes posdictatoriales que
persiguen el olvido tanto a través
de la reconciliación y de las amnis
-
tías oficiales como del silenciamien
-
to represivo”.
21
Sin lugar a dudas, uno de los ámbitos
donde más se ha expresado esta confrontación ha sido
en la academia y dentro de ésta, las disputas en la his
-
toriografía no han estado ausentes. Al mismo tiempo
la batalla por lo que Elizabeth Jelín ha dado en llamar
las “memorias en conflicto”,
22
se libra también fuera
del mundo académico, en las fronteras de una socie
-
dad que se debate permanentemente entre el discurso
oficial y la contramemoria colectiva de actores tan di
-
versos como pueden ser los organismos de derechos
humanos o los partidos de izquierda en todas sus ver
-
tientes. Entre el olvido oficial y la memoria colectiva,
los documentales han aparecido en los últimos años
como una de las vías de llevar al resto de la sociedad
una relectura del pasado reciente del país. De aquí la
importancia de obras cinematográficas, que aunque
quedan lejos de los circuitos comerciales, consiguen
hacerse lugar en las proyecciones alternativas como las
planteadas por el
Cine de la Base
, como ya se expresó.
El Tucumanazo
no ha quedado al margen de esta dis
-
puta desde los comienzos mismos del proyecto hasta
las últimas proyecciones. En ese devenir de las memo
-
rias en conflicto, el fenómeno que produce la realiza
-
ción de documentales que retratan el pasado reciente
de una región conflictiva como Tucumán, no se agota
Concluyendo, podemos
afirmar que el cine documental es
una vía válida para la transmisión
de la historia; una historia que,
como la Argentina, aún hoy se de
-
bate entre la memoria y el olvido
de su pasado dictatorial.
Barricada en una calle céntrica de Tucumán.
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23
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
23
en las críticas hacia las miradas que el documental tie
-
ne sobre ese pasado, sino que va más allá.
Una de las situaciones que hemos podido enton
-
ces percibir es el diálogo de dos generaciones que se
han encontrado en alguna de las exhibiciones del lar
-
gometraje. Por una parte, la que podríamos denominar
la generación setentista, protagonista de las rebeliones
obrero-estudiantiles. Miles de jóvenes de aquella ge
-
neración están hoy desaparecidos lue
-
go de la última dictadura militar
instaurada el 24 de marzo de 1976
y miles se han recluido lejos de la
militancia que los mantuvo activos
durante los años 70. Por otra parte,
sale a su encuentro la generación
joven, aquella hija de los represa
-
liados. Es la generación de hijos e
hijas de desaparecidos, muchos de
los cuales a mediados de los no
-
venta conformaron la agrupación
HIJOS.
23
Durante el estreno del docu
-
mental
El Tucumanazo
, el 13 de
septiembre de 2007, la hija de un
militante desaparecido durante la
última dictadura militar acudió a la
proyección del largometraje. Susa
-
na Salvatierra era hija de un activo
militante que había participado en
las rebeliones obrero-estudiantiles.
En el film, el “Trosco” Salvatierra, como era apodado el
joven activista por pertenecer a una agrupación políti
-
ca de lineamientos trotskistas, aparece leyendo la lista
de presos liberados tras los enfrentamientos entre ma
-
nifestantes y la policía en noviembre de 1970. Susana
no sólo era la primera vez que veía una imagen fílmica
del padre, sino que lo veía militando. Ella también ha
-
bía tenido una militancia en un partido de extracción
trotskista, tal vez heredando, consciente o inconscien
-
temente, la tradición de su progenitor. Susana había
sido también una de las fundadoras de la agrupación
HIJOS en Tucumán y una de las más activas militan
-
tes del movimiento. Después de la proyección, Susana
accede a ser entrevistada y narra sus experiencias de
militancia dentro de HIJOS,
24
y no puede evitar hacer
un comentario sobre el documental y sobre el impacto
de haber visto al padre. En la proyección dos generacio
-
nes se estaban enfrentando. La de los desaparecidos por
la última dictadura, algunos de los cuales lograron sobre
-
vivir y cuentan sus experiencias de la militancia en el
celuloide, y la de los hijos, nucleados en un organismo
de derechos humanos nuevo, espectadores del docu
-
mental, buscando tal vez alguna imagen de la época en
la que habían militado sus padres y por la que la repre
-
sión posterior había decidido su “aniquilamiento”.
25
Susana Salvatierra explica el impacto que le pro
-
dujo ver por primera vez al padre, al tiempo que relata
cómo de alguna manera ella misma hereda la militan
-
cia paterna al participar en un partido de izquierda
primero y en un organismo de derechos humanos des
-
pués:
Yo había pasado ya por la militancia, pero en esa
militancia había conocido a gente que
lo había conocido a mi papá. La
historia de mi papá la fui conocien
-
do de a poco. Después de 1983 me
empezaron a llamar la atención las
marchas, empecé a ir, sabía más o
menos la historia de mi papá, pero
no era todavía demasiado abierto el
contar en dónde estaba, en qué orga
-
nización, y nada de eso, ni hablarlo
tan abiertamente, no era muy habi
-
tual. Después lo fui conociendo (a
mi papá) a partir de mi militancia
política. Yo militaba en el MAS
26
y
ahí estuve militando un buen tiem
-
po, hasta 1989, creo. A partir de ahí
fui conociendo a algunos de los que
lo conocían a mi papá que tampo
-
co sé en qué términos lo conocían,
como que la parte esta de la recons
-
trucción de la historia estaba medio
tapada, pero no era lo que me movía
básicamente a militar (en el MAS). Incluso el tema de
enterarme después que a mi papá le decían el “Trosco”
por ejemplo y que yo estaba en un partido trotskista era
como raro. Había toda una recreación en mi cabeza de
lo que supuestamente él podría haber sido y que se ha
ido completando con mi militancia en HIJOS. Muchos
Barricada en la zona de Plazoleta Dorrego.
En la proyección dos genera
-
ciones se estaban enfrentando. La
de los desaparecidos por la última
dictadura, algunos de los cuales
lograron sobrevivir y cuentan sus
experiencias de la militancia en el
celuloide, y la de los hijos, nuclea
-
dos en un organismo de derechos
humanos nuevo, espectadores
del documental, buscando tal vez
alguna imagen de la época en la
que habían militado sus padres y
por la que la represión
posterior había decidido su
“aniquilamiento”.
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Voces Recobradas
24
Voces Recobradas
24
de los padres que estaban en HIJOS lo conocían a mi
viejo, entonces cada uno me ha ido aportando distintas
cosas como para poder ir haciéndome una imagen de él.
Hay una parte en donde más allá de que los hayas cono
-
cido o no, dependiendo de la edad, de tu viejo o tu vieja
desaparecidos son un cuento… un cuento que te cuen
-
tan, y cada vez que te encontrás con alguien te recrean
ese cuento. Por eso fue muy fuerte para mí haberlo visto
en la película. Hay recuerdos de mi infancia que no sé si
son sueños que yo tuve cuando era chica o si realmente
había pasado (…)
Susana habla desde su propio presente. Ya no mili
-
ta en ninguna agrupación ni partido político. Aún ale
-
jada de esa militancia, no deja de buscar aquella “ima
-
gen” del padre del que tantos relatos “como un cuento”
le han llegado. Es posible que el propio documental en
el que aparece el “Trosco” en una imagen difusa y pa
-
sajera, se convierta en Susana en un cuento más. Pero
no caben dudas de que en la proyección a la que ella ha
asistido, se han enfrentado las dos generaciones. La de
su padre y la de ella, la de los desaparecidos y la de los
HIJOS, esta vez la del organismo que busca conformar
una identidad como organización más allá de las indi
-
vidualidades que la conforman. Así como el “Trosco”
Salvatierra militó en un movimiento muy amplio que
reunió a diferentes grupos de la izquierda tucumana,
la experiencia de Susana en HIJOS repite alguna de
las experiencias del “Trosco” y excede su propia bús
-
queda por conocer quién y qué había sido su padre
desaparecido. Esto les ha ocurrido a muchos asistentes
de algunas de las tantas proyecciones realizadas hasta
el momento.
Consideraciones finales
A lo largo del presente trabajo hemos procurado
analizar los vínculos entre la historia y el cine docu
-
mental a partir de la experiencia de la realización y
difusión del largometraje
El Tucumanazo,
desde una
perspectiva tanto teórica como pragmática. Se ha in
-
tentado demostrar la validez de mirar al documental
como una fuente de la historia, en toda su compleji
-
dad. Desde los últimos años se plantea que es posible
plasmar la historia en imágenes, y que el cine es una
fuente más para la historia. La realización y proyección
del documental
El Tucumanazo
ha demostrado cómo
el cine y la historia pueden caminar cada vez más cer
-
canos, usando elementos comunes como el método de
la investigación, las fuentes documentales, siendo las
fuentes orales uno de los nexos más fuertes entre uno y
otro, para conseguir un equilibrio cuyo resultado final
es la posible plasmación de la historia en la pantalla,
por medio de imágenes y de una narración con estilo
propio. Desde el punto de vista de la veracidad, el ca
-
mino para la conjunción del cine y la historia en tanto
narración es similar, en ambas se trata de someter las
distintas fuentes a un entrecruzamiento entre sí para
dar cuenta que aquello que se está narrando es cierto.
Hemos podido observar con ejemplos la conjunción
entre historia e imagen por medio del análisis de cua
-
tro testimonios que dan sustento a las imágenes que
se muestran en el documental. Se ha examinado, por
otra parte, la forma de difusión del documental, que
siguiendo la idea del
Cine de la Base
de Raymundo
Gleyzer, ha sido proyectado en diversas salas y diver
-
sos contextos, generándose en todos los casos impor
-
tantes debates que dieron origen a una discusión sobre
el pasado reciente de Tucumán en perspectiva con el
presente. Concluyendo, podemos afirmar que el cine
documental es una vía válida para la transmisión de la
historia; una historia que, como la Argentina, aún hoy
se debate entre la memoria y el olvido de su pasado
dictatorial. El cine documental tiene entonces una im
-
portante perspectiva de futuro. Dependerá de la nue
-
va generación de historiadores e historiadoras como
así también de los noveles documentalistas procurar
afianzar esos vínculos tanto desde la práctica como
desde la teoría.
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25
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
25
Notas
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
1
Véase el sitio web oficial del documental
El Tucumanazo
:
www.eltucumanazo.net. Sobre el Tucumanazo, léase Emilio Crenzel,
El
Tucumanazo,
Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 1997; Rubén
Kotler,
El Tucumanazo, los Tucumanazos (1969-1972),
en Memoria de
las XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, Universidad
Nacional de Tucumán, Tucumán, 2007.
2
Robert Rosenstone,
El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra
idea de la historia,
Ariel, Barcelona, 1997, p. 30.
3
Josefna B. Cuesta, “Del cine como fuente histórica”
,
en
Apuntes sobre las
relaciones entre el cine y la historia
, Junta de Castilla y León, 2003, p. 23.
4
Josefna Cuesta,
op. cit
., pp. 12-15.
5
Robert Rosenstone,
op. cit.
, p. 35.
6
Ibídem.
7
Miguel Mirra,
Introducción a la teoría, metodología y práctica del
documental
. [Consulta en línea en: www.documentalistas.org.ar, abril de
2008.]
8
Juan Antonio Pérez Millán, “Realidad y representación en el cine
documental”, en
Apuntes sobre las relaciones entre el cine y la historia
(el
caso español), Junta de Castilla y León, 2003, p. 139.
9
Entrevista a Carlos “el Chino” Moya, ex dirigente del PRT La Verdad.
[Entrevista realizada en 2004.]
10
Emilio
Crenzel,
op. cit.
11
Pablo Boido,
Una Introducción para el nuevo cine documental argentino
.
[Consulta en línea: www.boedoflms.com.ar/debates/boido.htm, abril
2008.]
12
El 27 de mayo de 1976 el cineasta Raymundo Gleyzer fue secuestrado
por un grupo de tareas. Gleyzer militaba en el Partido Revolucionario
de los Trabajadores y fue visto por última vez junto al escritor Haroldo
Conti en el campo de concentración El Vesubio. De esta forma la última
dictadura militar en la Argentina procuró acallar el mensaje de uno de
los referentes más importantes del documental social de denuncia que
tenía en aquel entonces el país.
13
Fernando Martín Peña y Carlos Vallina,
El cine quema,
Buenos Aires,
Ediciones de La Flor, 2000, pp. 137-140.
14
Josefna Cuesta,
op. cit
., p. 24.
15
Testimonio de Marcos Taire. [Entrevista realizada en 2004.]
16
Testimonio de Carlos Zamorano. [Entrevista realizada en 2004.]
17
Véase para el Cordobazo el documental de Federico Urioste
La Rebelión
.
Allí se observa claramente la multitud de manifestantes en variadas
ocasiones durante el devenir de la protesta en mayo de 1969.
18
Testimonio de Juan Ferrante. [Entrevista realizada en 2004.]
19
No es la única escena en la que aparece una autoridad dialogando con
los medios de prensa. Otros de los rescates que se han podido realizar
en el documental objeto del presente estudio son las palabras, entre
otros, del ex jefe de la policía de Tucumán, George, quien comandara la
represión en las protestas de 1970.
20
Testimonio de Carlos Moya. [Entrevista realizada en 2004.]
21
Francisco Erice, citando a A. Huyssen,
En busca del futuro perdido.
Cultura y memoria en tiempos de globalización
. México, Fondo de Cultura
Económica, 2002
,
pp. 20-21. En
Hispania Nova
Nº 6, 2006.
22
Véase Elizabeth Jelin,
Los trabajos de la memoria
, Buenos Aires, Siglo
XXI, 2001.
23
HIJOS: Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y
el Silencio.
24
La entrevista a Susana Salvatierra se realizó en el marco de la
investigación sobre la historia de los organismos de derechos humanos
de Tucumán.
25
La represión desatada, aún antes del golpe, buscó “aniquilar la
subversión”, cuando el Poder Ejecutivo Nacional decide en febrero de
1975, desatar el Operativo Independencia.
26
MAS: Movimiento Al Socialismo. Partido político de izquierda de
extracción trotskista.
Bibliografía
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
Boido, Pablo,
Una introducción para el nuevo cine documental argentino
.
[Consulta en línea: www.boedoflms.com.ar/debates/boido.htm].
Crenzel, Emilio,
El Tucumanazo,
Tucumán, Universidad Nacional de
Tucumán, 1997.
Cuesta B., Josefna, “Del cine como fuente histórica”, en
Apuntes sobre las
relaciones entre el cine y la historia
, Junta de Castilla y León, 2003.
Erice, Francisco, “En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en
tiempos de globalización”, en
Hispania Nova
Nº 6, 2006.
Jelín, Elizabeth,
Los trabajos de la memoria,
Buenos Aires,
Siglo XXI,
2001.
Kotler, Rubén,
El Tucumanazo, los Tucumanazos (1969-1972),
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Memoria de las XI Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia,
Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2007.
Mirra, Miguel,
Introducción a la teoría, metodología y práctica del
documental.
[Consulta en línea: en www.documentalistas.org.ar]
Peña, Fernando Martín y Carlos Vallina,
El cine quema,
Buenos Aires,
Ediciones de La Flor, 2000.
Rosenstone, Robert
, El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra
idea de la historia
, Barcelona, Ariel, 1997.
Fuentes
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
Documental
El Tucumanazo
dirigido por Diego Heluani (2007).
Documental
El Cordobazo
dirigido por Federico Urioste.
Entrevistas
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
Marcos Taire (periodista, ex militante del Frente Antiimperialista por el
Socialismo).
Juan Ferrante (ex sacerdote tercermundista, ex militante del Peronismo
de Base).
Carlos Moya (ex militante del PRT-La Verdad).
Carlos Zamorano (militante del Partido Comunista).
Susana Salvatierra (ex militante del MAS, ex militante de HIJOS
Tucumán).