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Voces Recobradas
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Introducción
La negación sistemática del genocidio perpetrado por el
Estado turco para con el pueblo armenio es un tópico recu
-
rrente en el discurso reivindicatorio de las comunidades ar
-
menias en el mundo y en la de la Argentina. Desde nuestro
proyecto “El Genocidio Armenio. Memorias de la Diáspora”
realizamos entrevistas a sobrevivientes y sus descendientes con
el doble objetivo de rastrear sus memorias sociales y analizar la
construcción de las mismas.
Este trabajo da cuenta de la incidencia del
negacionismo
en la construcción de la identidad armenia en la Argentina, a
través del análisis del discurso de los sobrevivientes que hemos
entrevistado.
Un primer objetivo de este proyecto apunta a historizar
los usos y las diferencias del concepto
negacionismo.
A partir
de esta contextualización, rastreamos las huellas del negacio
-
nismo en el relato de los sobrevivientes.
Es así que abordamos la construcción discursiva de la
subjetividad de los entrevistados para dar cuenta de la inciden
-
cia que el discurso negacionista ha tenido en la memoria de las
víctimas. En esta dirección, un segundo objetivo es dar cuenta
de aquellos elementos de la construcción de la identidad ar
-
menia que se constituyen en oposición al discurso ofcial del
Estado turco, y cómo esto último confgura el sentido de
arme
-
nidad.
Este trabajo nos permite analizar cómo las marcas del
negacionismo
–en torno al prisma homogeneizador del Estado
turco– contribuyen en forma paradójica, constante y dinámica
a conformar la identidad de la comunidad armenia de la Ar
-
gentina.
Contexto histórico
La existencia de los armenios en la estratégica región de
los mares Caspio, Negro y Mediterráneo se menciona en fuen
-
tes griegas y persas desde el siglo VI antes de Cristo. Un mile
-
nio más tarde, la mayor parte de los territorios que ocupaban
fueron incorporados al Imperio Otomano, siendo incluidos en
una sociedad multiétnica y multirreligiosa, a través del deno
-
minado sistema
millet
. Por medio de este sistema se reconocía a
los no musulmanes la posibilidad de practicar su religión, usar
su lengua y preservar su cultura, pero como minoría cristiana
debían aceptar su posición de inferioridad en calidad de súbdi
-
tos de segunda categoría. Así, se les imponía levas e impuestos
especiales junto con la imposibilidad de prestar testimonio y la
prohibición de portar armas. En ese período, un número im
-
portante de armenios se instaló en diferentes ciudades costeras
como Constantinopla; sin embargo, la gran mayoría perma
-
neció en las tierras ancestrales cultivando los campos a través
de una situación social de inferioridad y bajo el dominio de los
turcos.
En el siglo XIX comenzaron a operar una serie de cam
-
bios en esa situación; por un lado, se produjo un mayor debi
-
litamiento del Imperio Otomano. Por otra parte, se originó un
renacimiento cultural armenio tanto en la lengua como en la
literatura, la educación y en su prensa. Pese a esto último, las
Los efectos del
negacionismo
en la construcción de la
identidad
armenia
a través de los relatos de
sus sobrevivientes
Andrea Melina
Alaghiozian, Maida
Lorena Diyarian,
Alexis Papazian,
Alejandro Schneider,
Miguel Artin
Tchilinguirian,
Lucila Tossounian*
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Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
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condiciones de la población armenia empeoraron. El campe
-
sinado se encontró en una situación de pauperización, fruto
tanto de la corrupción de los funcionarios locales como de los
fuertes tributos impositivos que pagaban. En este contexto se
crearon las primeras organizaciones políticas de la colectividad
abogando por la necesidad de protección ante la arbitrariedad
del régimen; así nacieron el Partido Social Demócrata (
Hen
-
chakian
) y la Federación Revolucionaria Armenia (
Tashnagt
-
zutiun
).
La respuesta del sultán frente a estas reivindicaciones fue
la implementación de una feroz y sistemática política de terror:
se aniquilaron las poblaciones de Sasún (1894) y Zeitún (1895),
así como también se persiguió a los armenios en Constanti
-
nopla, Urfa, Erzerum y Sivas. El saldo de las víctimas de estos
sucesos se estimó entre cien mil y trescientas mil personas.
Según las investigaciones efectuadas, los numerosos
pogroms
presentaron un patrón similar: las tropas turcas irrumpían en
las ciudades asesinando a la población; luego, ingresaban los
batallones irregulares de kurdos saqueando
las propiedades.
Las medidas de exterminio del
sultán respondieron a una serie de ob
-
jetivos bien delimitados. En primer lu
-
gar, se buscó reprimir con extrema vio
-
lencia a todo aquel grupo que abrigara
esperanzas de algún tipo de cambio en
el Imperio Otomano. En segunda ins
-
tancia, se trató de atemorizar a todos
los armenios a fn de disuadirlos frente
a cualquier tentativa de emancipación.
En tercer término, se intentó disminuir
el número de éstos en sus provincias his
-
tóricas. Por último, los gobernantes pretendieron mostrar a las
potencias europeas el poderío de su régimen ante situaciones
internas confictivas.
En ese contexto, en la década de 1890, nació el Comité
para la Unión y el Progreso. Años más tarde, en 1908, este gru
-
po –también denominado como los “Jóvenes Turcos”– pro
-
dujo una revolución en la que se restableció la constitución
suspendida por el sultán, otorgándose a este último un papel
simbólico en el régimen parlamentario. El movimiento de los
Jóvenes Turcos adoptó rápidamente un claro sesgo nacionalis
-
ta. En este escenario se efectuaron las matanzas de armenios de
1909, en las que participaron tanto los sectores leales al sultán
como los integrantes de los Jóvenes Turcos.
Este panorama se completó en 1913, tras los desastrosos
sucesos de la guerra de los Balcanes, cuando el sector ultra
-
nacionalista de los Jóvenes Turcos desplazó por medio de un
golpe de Estado a los sectores liberales del movimiento. Los
derechos de la minoría armenia desaparecieron en la nueva
concepción de Estado, buscando crear una nación étnicamen
-
te uniforme, rechazando el sistema pluralista Otomano
millet
.
El “panturquismo” tuvo como objetivo crear un vasto imperio
homogéneo que uniese en un solo régimen a todos los habitan
-
tes del Imperio. Así, se sustituyó la devoción hacia el sultán y a
Dios por una nueva entidad colectiva superior: la nación turca.
La dictadura de los Jóvenes Turcos, frente al resultado ad
-
verso del conficto bélico iniciado en 1914, decidió reforzar su
posición doméstica efectuando el plan de homogeneización de
su población.
Las etapas y la metodología empleadas para llevar a cabo
el genocidio fueron efcazmente calculadas; en todo momen
-
to se buscó neutralizar cualquier intento de resistencia. En la
práctica se efectuó un sistemático terrorismo de Estado. El
primer objetivo de exterminio fue la población armenia mas
-
culina. Como se ha mencionado en reiteradas ocasiones, el
propósito de aniquilar a los varones era, por un lado, evitar el
nacimiento de una nueva generación de miembros de la colec
-
tividad; por el otro, facilitar la rápida matanza sobre el resto de
la comunidad.
En forma simultánea, el gobierno comenzó a arrestar a
los líderes de la comunidad: clérigos, profesores, activistas po
-
líticos e importantes comerciantes fueron
puestos en prisión. En la noche del 24 de
abril de 1915 se detuvo a un signifcativo
número de dirigentes armenios en Cons
-
tantinopla; se los deportó a Anatolia y se
los ultimó. En Estambul más de dos mil
dirigentes fueron capturados y encar
-
celados, la mayoría de ellos terminaron
siendo ejecutados. Ninguno fue acusado
de sabotaje, espionaje, ningún otro delito
ni juzgados apropiadamente. Se buscó
descabezar a la comunidad a fn de que
ésta no se movilice ni se defenda. Con
el asesinato de la población masculina y de
sus líderes, el plan genocida pudo seguir su curso contra el res
-
to de la colectividad en el Imperio.
La metodología para llevar a cabo el genocidio contra
la población civil fue la deportación. El régimen dictatorial
justifcaba la necesidad de las deportaciones masivas frente a
una supuesta deslealtad y al potencial peligro que signifcaba
la presencia de esta minoría durante el desarrollo de la guerra.
La supuesta peligrosidad de una minoría cuya población mas
-
culina en edad de portar armas fue aniquilada, cuyos líderes
intelectuales, religiosos y políticos fueron asesinados en masa,
deja poco espacio para sostener el argumento de una conspira
-
ción insurgente generalizada como mecanismo disparador del
genocidio; más bien, la deportación y la eliminación de la co
-
lectividad estuvieron planifcadas con anterioridad al confic
-
to bélico. La gran mayoría de la comunidad fue forzosamente
removida desde Armenia y Anatolia a Siria, una gran parte de
ella fue mandada al desierto para morir de hambre y sed. Las
mujeres y los niños fueron raptados y brutalmente abusados,
mientras que las propiedades y las riquezas fueron robadas por
los gobernantes.
El régimen deportó entre 1916 y 1918 alrededor de dos
millones de armenios hacia los desiertos del sur de la Mesopo
-
Este trabajo nos permite
analizar cómo las marcas del
negacionismo –en torno al prisma
homogeneizador del Estado turco–
contribuyen en forma paradójica,
constante y dinámica a conformar
la identidad de la comunidad
armenia de la Argentina.
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tamia, cientos de miles de ellos murieron por inanición y por
asesinatos en el camino. Tras la conclusión de la Primera Gue
-
rra Mundial, en Constantinopla, se efectuó un juicio donde se
sentenció a los líderes del partido de los Jóvenes Turcos que ha
-
bían huido a Alemania. En forma concomitante, en esos años,
comenzó a emerger un movimiento nacionalista liderado por
Mustafá Kemal.
A pesar del antecedente jurídico, el genocidio prosiguió.
El gobierno kemalista continuó con las atrocidades. El régimen
que nació tras los acuerdos y los armisticios se constituyó, en
gran medida, con ofciales militares y burócratas que pasaron
de la antigua administración a la nueva república. Desde sus
inicios, el grupo dirigente se empeñó en modernizar y confor
-
mar un sólido Estado; para eso no dudó en aplicar una fuerte
represión en su búsqueda del orden deseado. De manera para
-
lela, se propuso transformar el imperio multinacional en una
nación homogénea donde no tendrían lugar otras culturas ni
religiones. La adopción de medidas dictatoriales se constituía
en un requisito indispensable para llevar a
cabo la reconstrucción nacional del mo
-
derno Estado turco. En otras palabras,
los nacionalistas opositores a los aliados
y al gobierno del sultán compartieron
con los Jóvenes Turcos la ideología de la
exclusividad étnica y homogénea en el
territorio. Entre 1920 y 1922 el gobierno
kemalista aniquiló a las pocas pobla
-
ciones que aún sobrevivían en Marash,
Hadjin, Aintab, entre otros sitios; que
confaban en la protección por parte de
los aliados de sus vidas y propiedades.
En otros términos, el naciente Estado moderno turco se
erigió sobre el asesinato y la persecución de los pobladores de
Esmirna junto con el ataque a la república de Armenia y a otras
ciudades pobladas por la colectividad en la región de Anatolia.
Por último, por ley número 319 de la República Turca se
los declaró inocentes a todos aquellos que habían sido conde
-
nados como criminales de guerra por los tribunales o jueces
de cualquier tipo de fuero. Asimismo, en 1923, en el ámbito
internacional, con la frma del Tratado de Lausana, la cuestión
armenia dejó de ser mencionada. Ese mismo año, los nuevos
gobernantes prohibieron para siempre el retorno de los arme
-
nios a sus territorios. La suerte de los sobrevivientes quedó se
-
llada, dispersándose en diferentes puntos del globo.
Del discurso negacionista y sus usos
A partir de la contextualización histórica descripta en el
apartado anterior, pretendemos profundizar nuestro análisis
en un concepto que ha sido (y es) funcional al discurso estatal
turco, a la par que reconfgura y alimenta al discurso generado
desde los sobrevivientes del genocidio armenio (tanto al dis
-
curso institucional como a la memoria personal). Nos referi
-
mos al
negacionismo.
El negacionismo
nace como una línea pseudohistoriográ
-
fca que revisa los hechos sucedidos en torno al Holocausto en
relación con la actuación nazi. Esta corriente reinterpreta y re
-
lativiza el asesinato en masa generado por el Tercer Reich para
con la minoría judía (entre otras) durante la Segunda Guerra
Mundial. Los ejes centrales de esta corriente, básicamente, bus
-
can refutar la idea de sistematicidad planifcada en el accionar
asesino contra los grupos minoritarios y pretenden poner en
duda los aspectos cuantitativos en torno a la cantidad de víc
-
timas del régimen alemán. Los defensores de esta perspectiva
tienden a incluir, dentro de un abanico de explicaciones funcio
-
nales a sus objetivos, los “benefcios” que obtuvieron los judíos
a partir de la “propaganda” sobre el Holocausto y la conspira
-
ción proaliada, prosoviética o prosionista en detrimento de los
intereses alemanes una vez fnalizada la guerra. Los orígenes de
esta corriente son algo imprecisos, pero se señala a Paul Rassi
-
nier, quien publicó en 1964
Te Drama of the European Jews
,
como el iniciador de esta corriente. Claro está que el negacio
-
nismo no se circunscribe al genocidio perpetrado por los nazis
contra el pueblo judío. De hecho, las postu
-
ras negacionistas podrían rastrearse en
una gran variedad de crímenes de lesa
humanidad llevados adelante por dife
-
rentes Estados en diferentes momentos
y lugares de nuestra historia contempo
-
ránea. Los ejemplos se multiplican con
cada acto criminal sobre el que se inda
-
gue. Negar la existencia de
desaparecidos
es, en el ámbito local, tan sólo la punta
del iceberg de un discurso netamente
negacionista.
Nuestro análisis apunta a pensar las
consecuencias del discurso negacionista desde el Estado turco
para con el genocidio armenio. Pero antes de iniciar el mismo,
creemos necesario explicitar la diferencia entre algunos ne
-
gacionismos
más negacionistas
que otros. Nos referimos a la
diferencia cualitativa en torno al lugar de enunciación desde
el cual se niega un acto. Mientras que el negacionismo del ge
-
nocidio judío surge desde diferentes grupos políticos o sectores
académicos que se identifcan con un fuerte sentimiento an
-
tisemita y que tienden a quedar aislados en pequeñas esferas
de infuencia, el genocidio armenio (como otros) es enunciado
desde el mismo Estado perpetrador. El poder discursivo de la
institución estatal es cualitativamente diferencial al de otras
instituciones y, más aún, de la opinión personal de algún
inves
-
tigador
aislado. El Estado actúa como una metainstitución ca
-
paz de penetrar a todas las instituciones al interior del espacio
que controla (Deleuze y Guattari, 1987), a la par que se repro
-
duce en ámbitos internacionales con mayor fuerza y efcacia
en torno a las relaciones diplomáticas entre pares. Este punto
mencionado es sustancial para comprender el poder político
que el negacionismo turco tiene en la actualidad.
Las evidencias a partir de las cuales Turquía niega el ge
-
nocidio armenio son vastas y disímiles, en mayor o menor
medida apuntan al
sentimiento
de nacionalidad proturca en
El régimen deportó entre 1916
y 1918 alrededor de dos millones
de armenios hacia los desiertos
del sur de la Mesopotamia, cien
-
tos de miles de ellos murieron por
inanición y por asesinatos
en el camino.
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Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
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detrimento del “accionar traicionero, artero y conspirativo”
atribuido al pueblo armenio. Vahakn Dadrian (2006) analiza
diversas fuentes del Imperio Otomano y sus aliados en busca
de factores comunes que expliciten la sistematicidad del ge
-
nocidio armenio; si a esta labor sumamos un trabajo anterior
(Dadrian: 1999) en el que el autor mencionado refuta, uno a
uno, los argumentos negacionistas turcos, podemos repensar
el negacionismo como una construcción historiográfca que
opera al interior de la comunidad imaginada y creada por el
aparato estatal turco (Anderson: 1993). Se homogeiniza a los
habitantes bajo un único cuerpo donde antes había coexisti
-
do un sistema multiétnico. Esta “homogeneidad” creada a
partir de la negación es parte constitutiva del genocidio. Da
-
niel Feierstein (2007) analiza los genocidios como relaciones
sociales que atraviesan diversos “momentos” de realización.
Para este investigador, el proceso de realización simbólica de
un genocidio es aquel en el cual se elimina,
invisibiliza o margina cualquier
residuo
histórico-cultural del grupo eliminado,
acallando y falseando los registros que
se opongan al discurso hegemónico.
Podemos afrmar que la memoria of
-
cial sobre lo acontecido en 1915 está
fuertemente vinculada con la fundación
de la actual República. Es por esto que
aún hoy en día –y a través de diversos
instrumentos y teorías sostenidas por el
Estado– hablar o emitir opinión sobre el
genocidio contra el pueblo armenio im
-
plica poner en duda la legitimidad y el
sustento del actual orden establecido.
Claro está que este proceso, en tanto
hegemónico, es incompleto, dinámico y lleno de fsuras que
nos permiten repensarlo bajo dinámicas donde la resistencia
(la memoria) cobra un peso propio. Podemos afrmar que de
forma paralela al discurso ofcial de Turquía surge un discurso
legitimado desde los sobrevivientes. Sobre este último haremos
hincapié en las siguientes páginas.
Durante las primeras décadas posteriores a la masacre, la
memoria se encontraba circunscripta al ámbito privado dentro
del círculo familiar. Progresivamente, a lo largo del siglo XX,
fue adquiriendo un carácter público y constitutivo de la identi
-
dad de las comunidades armenias de la Diáspora. No sólo son
las marcas del genocidio a través del trauma, sino también la
negación de los hechos y de quienes los evocan, lo que refuerza
y recrea la identidad diaspórica.
La confrontación de las distintas memorias en el cam
-
po de batalla de las interpretaciones y visiones que se dicen
“la verdad histórica”, supone la puja entre los distintos grupos
que conservan esa memoria y tratan de establecer los olvidos
y recuerdos de lo acontecido en los últimos años del Imperio
Otomano y los inicios de la República turca.
Como hemos mencionado, si bien el negacionismo se
presenta en tanto conjunto de distorsiones y falsedades de las
que se vale el gobierno turco para negar el genocidio armenio
(Dadrian, 1999), también se constituye como uno de los facto
-
res que confgura los modos de recordar el genocidio por parte
de estos sobrevivientes. El hecho de que Turquía aún no haya
reconocido el genocidio fomenta –tal como se puede observar
en las palabras de los entrevistados– la persistencia de la iden
-
tifcación de los turcos con la maldad, lo irracional, etcétera;
en detrimento de una mirada tendiente a reconstruir el anclaje
histórico y político de las prácticas sociales genocidas. En este
sentido, el genocidio se transforma para los sobrevivientes en
la causa del exilio, del éxodo, de la migración forzada, sin poder
explicarlo más que en términos de formas de ser, formas del
espíritu. Paralelamente, el no reconocimiento implica también
la construcción de un Nosotros en tanto
víctimas
que aún no
han sido reconocidas como tales.
El proceso de negación del pueblo armenio comenzó des
-
de el mismo momento de la implantación de
la masacre. A la par que se les destruían
sus hogares y se los deportaba en las lar
-
gas caravanas, el Estado turco buscaba
destruir todo vestigio de cultura:
Un día a la mañana nuestro pue
-
blo, el barrio, rodeado por la gendarme
-
ría turca. Interrumpieron, entraron a la
casa, empezaron a destrozar todo lo que
había, las fotos tiraban al suelo, pisotea
-
ban, algunos libros quemaban, insultaban
y nosotros éramos gabur, es decir, sin dios.
(Assadourian, 1985).
De Turquía vienen gentes sin patas,
sin piernas, sin... ni armenio hablan. (...) El señor mucho arme
-
nio no sabe, es víctima de los turcos, orfanatos. ¿Es así?
(Ángela,
2005).
(...) generalmente la mayoría de los armenios nacidos en Tur
-
quía, hablan en turco, pero nosotros hablábamos en turco y en
armenio porque así lo exigían nuestros padres.
(Hermes, 2004).
Estos relatos, además de explicitar las formas y los me
-
canismos brutales que empleó el ejército durante las depor
-
taciones, resultan signifcativos porque muestran un elemen
-
to presente en la ideología de los genocidas: la xenofobia y el
odio contra la minoría armenia (“destrozaban”, “insultaban”).
De este modo se identifcaba al otro como “sin dios”, negan
-
do su existencia cultural e imposibilitando cualquier tipo de
legado con la prohibición de su idioma. Este fenómeno que
puede conceptualizarse bajo el rótulo de deshumanización es
uno de los elementos clave para poder dar cuenta del accionar
genocida. Esta ideología, que es propagada por el Estado y sus
aparatos de difusión masivos, trata a las víctimas como objetos
similares a alimañas o enfermedades que deben ser aniquiladas
para el bien de la nación (Schneider, Artinian: 2006).
Claro está que este proceso,
en tanto hegemónico, es incom
-
pleto, dinámico y lleno de fisuras
que nos permiten repensarlo bajo
dinámicas donde la resistencia (la
memoria) cobra un peso propio.
Podemos afirmar que de forma
paralela al discurso oficial de Tur
-
quía surge un discurso legitimado
desde los sobrevivientes.
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En los relatos de los sobrevivientes entrevistados se enfa
-
tiza el carácter
salvaje
y
bárbaro
de los turcos como el causante
del genocidio:
–¿Por qué cree que los turcos, eh, mataron o hicieron que las
familias se fueran de donde eran, de los pueblos?
–Y los turcos porque, ¿a dónde?
[cambia el tono y acelera el
ritmo]
ellos son los, los sinvergüenza, los porquería, ¿a los grie
-
gos no le hicieron lo mismo? La isla de Chipre todo, ¡ah, fueron
agarrando, matando gente, sacando, saqueando, se adueñaron
de todo, de las casas de todo! Los armenios... eran intelectuales,
eran gente muy culta a comparación de los turcos. Los turcos
eran, eh, qué sé yo, eran, eran brutos, no tenían, esteee, eran
carniceros cosas así, no, no había gente culta entre los turcos.
Y ellos habrán pensado que los armenios,
que son tan cultos, pueden otra vez pe
-
dir los terrenos que nosotros usurpamos,
qué sé yo, pienso no sé. Y los saquearon.
Aprovecharon que estaba la guerra del
catorce, y en el quince hicieron esa ma
-
sacre. Mataron a todos, los saquearon. Y
todos los armenios estaban bien, quien
tenía, eh, viñedos, tenían, este, negocios,
tenían... eran, los armenios eran muy in
-
teligentes siempre...
(Zoliné, 2006).
Al tiempo que al turco se lo cons
-
truye como un Otro relegado al ámbito
de lo irracional, el Nosotros se constituye
como su opuesto. De esta forma, los ar
-
menios son los
civilizados
, los
cultos
…
–Y usted ¿qué piensa? ¿Por qué fue el ge
-
nocidio armenio? ¿Por qué los turcos?
–
[Suspira]
Porque los armenios eran muy inteligentes, estaban
ocupando todos los lugares mayores del gobierno turco; los ale
-
manes enseñaron... lo, looo pincharon
[golpea la mesa]...
us
-
tedes si los tienen en el gobierno a los turcos, a los armenios
[se corrige]
Turquía va a ser esclavo de armenios. Tienen que
matar a los armenios para que los turcos sean turcos. Por eso.
Los alemanes in... instigaron la matanza de nosotros...
(Aza
-
duhí, 2006).
Esta representación se refuerza a partir de la negación
de los hechos por parte del Estado turco:
Los turcos nunca van a reconocer nuestro genocidio, porque
son... ¿Cómo quiere que le diga? Son gentes insensibles y egoís
-
tas…
(Azaduhí, 2006).
–Y el armenio sufrió mucho, todos los, mirá si todas las familias
contaran todo lo que pasaron, dentro de los que se salvaron,
¿no? la mayoría de la gente sufrió mucho. ¿Quién no tiene his
-
toria? Son novelas...
–Bueno, pero como mensaje… ¿qué les podés decir a los jóve
-
nes?
–Y como mensaje espero que algún día reconozca el genocidio
el degenerado este, que no quiere reconocer, que mató, dice que
no, murieron los turcos también...
[risa irónica]
¿Qué? ¿Cuán
-
tos turcos murieron cuando él mató...? Y eso empieza de mil
ochocientos, de mil ochocientos...
(Zoliné, 2006).
Por otra parte, la victimización de los armenios es otra
de las representaciones recurrentes en las palabras de los
entrevistados. Creemos que el mecanismo de la fgura de
la víctima va de la mano de la despolitización de los sujetos
involucrados. Por un lado, las víctimas se aglutinan tras una
identifcación común y homogénea de “inocencia”, pero en
este mismo acto aparece relegada la di
-
mensión política de los actores y de los
sucesos, operando así cierta desvin
-
culación de los hechos de las relacio
-
nes sociales en que se enmarcaron. La
identidad de las víctimas se simplifca
con la imagen de inocencia (Feierstein,
2007). El negacionismo ha reforzado
estas representaciones: los turcos aún
no se han declarado como culpables, de
modo que debe defenderse la inocencia
de las víctimas como primer paso para
afrmar que el genocidio tuvo lugar:
–¿Usted recuerda si los armenios pudie
-
ron defenderse o no pudieron defenderse
cuando vinieron los turcos?
–Defenderse. Si defendían, encontraban
facilidades, porque Rusia un modo habla
-
ba, otro modo hablaba, el otro, así... no era algo... todos hacían
política, los armenios no sabían hacer política.
(Ángela, 2005).
–(...) Y los armenios, eran, me parece ¿no?, que eran muy religio
-
sos, porque vos vas a Armenia ¡encontrás iglesias por todos lados!
En vez de juntar armamentos para defenderse, tenían iglesia,
iglesia, capillas, iglesias... muchas iglesias han hecho. Ahí donde
está el Lago Seván, ustedes no fueron, ¿no?
(Zoliné, 2006).
Como podemos observar en los relatos de los entrevis
-
tados, el negacionismo por parte del Estado turco contribuye
a reforzar ciertas representaciones que asocian las causas del
genocidio con formas “naturales” del ser turco vinculadas a
la barbarie y a la irracionalidad y fomenta, de este modo, la
construcción de una memoria basada en la repetición ritua
-
lizada del pasado (Jelin, 2002). Creemos que es aquí donde
opera la efcacia simbólica de la política negacionista, al refor
-
zar la persistencia de aquellas imágenes que difcultan el aná
-
lisis y la refexión en torno a la dinámica histórica y política
que dieron marco a las prácticas genocidas. En este sentido,
coincidimos con Feierstein en cuanto a los diferentes factores
Creemos que el mecanismo
de la figura de la víctima va de la
mano de la despolitización de los
sujetos involucrados. Por un lado,
las víctimas se aglutinan tras una
identificación común y homogé
-
nea de “inocencia”, pero en este
mismo acto aparece relegada la
dimensión política de los actores y
de los sucesos, operando así cierta
desvinculación de los hechos de
las relaciones sociales en que se
enmarcaron.
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que evidencian de qué manera se realiza, se efectiviza sim
-
bólicamente el genocidio, siendo el negacionismo una de las
tantas improntas en la identidad de las víctimas de ese pro
-
ceso histórico.
En palabras del autor: “Imposibilidad de plantearse la
funcionalidad del genocidio, remisión a la patología de la
perversión o la locura, negación de la identidad de las víc
-
timas en la fgura del ‘inocente’, transferencia de la culpa a
través de la lógica de la ‘responsabilidad colectiva’, escisión de
las representaciones del genocidio de los procesos históricos
que motivaron a los Estados-nación a desencadenarlos, equi
-
paración de la construcción de la memoria a la morbosa re
-
creación reiterativa del horror. La articulación de estos y otros
procesos constituyen las formas de realización simbólica de
las prácticas genocidas, aquel momento que clausura la posi
-
bilidad de intentar otra modalidad en las formas de relacio
-
narse de los hombres” (Feierstein, 2005).
Sin embargo, a la vez que la negación sistemática de los
hechos obtura las posibilidades de elaborar lo traumático,
contribuye asimismo a conformar la identidad de la comu
-
nidad armenia de la Argentina, operando como el elemento
aglutinador a partir del cual se confgura un Nosotros en tan
-
to “víctimas” aún no reconocidas como tales.
Conclusión
El negacionismo del genocidio armenio es hoy un tópi
-
co relevante en el discurso de las comunidades armenias y en
la memoria de los sobrevivientes.
Esta herramienta discursiva generada y utilizada por
el Estado turco para el silenciamiento de su nefasto pasado
ha generado paradójicos ecos en las personas y comunida
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des que fueron víctimas directas o indirectas del mismo. Es
la historia oral (como herramienta metodológica) la que nos
abre un nuevo campo de análisis en la relación entre genoci
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das y sobrevivientes.
A partir de este trabajo hemos podido iniciar un proceso
de investigación que nos permite reconfgurar la conforma
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ción identitaria de los armenios en la Argentina. Su forma de
confgurar el registro oral es, a su vez, una de las formas en la
que se confgura la identidad Armenia en la Diáspora. Como
ya explicitamos, la oposición entre la imagen del turco y la
imagen del armenio en las diferentes entrevistas mencionadas
es de extrema riqueza pues nos permiten vincular el presen
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te a partir de la repetición de un discurso “naturalizado” por
un pasado traumático: la
victimización
del armenio versus la
barbarie insensible
de los turcos; la
racionalidad y laboriosidad
del armenio opuesta a la
irracionalidad y el egoísmo
turco; la
cultura
armenia contra la
brutalidad
turca, estos pares opuestos
(por solo mencionar algunos) están íntimamente relacionados
con la política negacionista del Estado turco.
Por último, creemos de vital importancia seguir traba
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jando en el análisis de entrevistas a sobrevivientes y genera
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ciones posteriores, ya que la conservación y transmisión de la
memoria oral es una forma de construcción identitaria que
permite una cohesión de las comunidades diaspóricas, a la
vez que
naturaliza
la imagen percibida de esos
otros opuestos
que en su oposición conforman parte de la identidad armenia.
Confamos ampliar las hipótesis aquí planteadas a partir
de trabajos futuros. Lo cierto es que esta tarea investigativa
recién comienza y esperamos que se multiplique con el fn de
comprender la lógica genocida (en todos los momentos
de la misma) en el contexto de la memoria y del trauma de
los sobrevivientes y de las generaciones posteriores. Creemos
que esta tarea es necesaria por su valor de análisis y por el
compromiso que implica en términos que van más allá de lo
estrictamente académico.
*Miembros de los equipos de investigación: “Exilio Político Armenio
en la Argentina” (UBACyT F.105), Facultad de Filosofía y Letras
(FFyL), Universidad de Buenos Aires (UBA); “El Genocidio Armenio.
Memorias de la Diáspora” (Programa de Reconocimiento Institucional
de Equipos de Investigación), FFyL, UBA.
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Entrevistas
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Ángela
Der Stepanian, 91 años, sobreviviente del genocidio armenio,
2005.
Assadourian, sobreviviente del genocidio armenio, 1985.
Azaduhí, 92 años, sobreviviente del genocidio armenio, 2006.
Nicolás Hermes, hijo de un sobreviviente del genocidio armenio, 2004.
Zoliné, 82 años, hija de sobrevivientes del genocidio armenio, 2006.