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Voces Recobradas
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Movimiento
de Mujeres
en Lucha:
memoria, política
y género
Adriana Marcela
Bogado
1
Participantes del MML, de General Roca. Enero de 2007.
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Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
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Introducción
La década de 1990, en la Argentina, se caracte
-
rizó por la amplia adopción del modelo neoliberal
(Ayerbe, 1998; Seoane, 2002). El ajuste estructural
promovido por el Estado (en la forma de privatiza
-
ciones, eliminación de organismos reguladores y fis
-
calizadores de la producción, apertura al mercado
externo, etcétera) que afectó a diferentes sectores de
la población, provocó en general la pérdida de de
-
rechos sociales, culturales y económicos. En el inte
-
rior del país, comenzaron a surgir diferentes focos de
resistencia que, en poco tiempo, se
organizaron como movimientos a
nivel nacional; entre ellos destaca
-
mos el Movimiento de Mujeres en
Lucha (MML). Consideramos que
los movimientos sociales consti
-
tuyen espacios fundamentales de
la lucha política y, al mismo tiem
-
po, de construcción de alternati
-
vas culturales, sociales, políticas y
económicas al modelo neoliberal
predominante. Así, en este artículo
presentamos parte de la reconstrucción de las trayec
-
torias de participación política de dos mujeres líderes
del MML.
2
Con este propósito, utilizamos datos co
-
lectados con la metodología de la historia oral, ob
-
servación participante y registro fotográfico.
Inicialmente, describimos el contexto de surgi
-
miento del movimiento para, luego, reconstruir el
proceso de participación de las dos líderes, destacan
-
do la memoria de la lucha por la tierra como uno de
los factores principales que promovieron y promue
-
ven la participación política de estas mujeres.
Surgimiento del MML
Desde comienzos de la década de 1990, la políti
-
ca de gobierno priorizó el fortalecimiento del sector
de la gran agricultura de exportación, ligada al capital
financiero y tecnológico de las empresas multinacio
-
nales, mientras se anunciaba la desaparición inevi
-
table de 200.000 pequeños y medianos productores
considerados ineficientes. En una entrevista reciente,
el investigador Eduardo Azcuy Ameghino indicaba la
intensidad del proceso de concentración agraria en
esa década y afirmaba que entre 1988 y 2002 desapa
-
recieron 100.000 pequeños productores, conocidos
generalmente como “chacareros” (Álvarez, 2008).
En ese contexto adverso, los productores fueron
desarrollando diversas estrategias para adaptarse a
las nuevas condiciones de producción: pedir présta
-
mos hipotecarios, pluriactividad, nuevas formas de
cooperativas, arrendamiento de tierras etc., mientras
manifestaban su rechazo a los resultados de las nue
-
vas políticas. Giarracca (2003a:197) afirma: “Las nue
-
vas condiciones para la agricultura
deshabilitaban la integración de
la pequeña y mediana explotación
agraria que habían caracterizado
a la agricultura argentina duran
-
te todo el siglo XX. Desaparecían
los pequeños productores, los me
-
dianos se endeudaban y corrían
el riesgo de perder sus tierras, se
cambiaba el paisaje agrario dando
lugar a la producción de soja en
gran escala con la introducción de
las semillas transgénicas y la técnica de ‘siembra di
-
recta’.”
Según señalan las participantes del MML, cose
-
chas consecutivas perdidas por razones climáticas, la
falta de rentabilidad junto a intereses usureros acu
-
mulativos, provocaron un efecto de “bola de nieve”
e hicieron que muchos productores que habían con
-
traído deudas con los bancos nacionales y provincia
-
les para producir, no consiguieran cumplir con los
pagos (MML, 2005:3). La acumulación de las deudas
tuvo como consecuencia la llegada de las cédulas ju
-
diciales comunicando el remate de propiedades, he
-
rramientas, máquinas, etcétera. En muchos casos,
según relataron nuestras entrevistadas, el problema
avergonzaba a los hombres que ocultaban la gravedad
de la situación y terminaban perdiendo la propiedad
familiar. Sin embargo, en junio de 1995, surgió una
forma de resistencia a la expropiación cuando:
(…) una mujer de La Pampa en vísperas a su re
-
mate... que va a los medios y cuenta lo que le pasa, de
Consideramos que los mo
-
vimientos sociales constituyen
espacios fundamentales de la
lucha política y, al mismo tiempo,
de construcción de alternativas
culturales, sociales, políticas y
económicas al modelo neoliberal
predominante.
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junio, cuenta lo que le pasa, se va a una FM de Santa
Rosa, no, de Winifreda y cuenta lo que le pasa, gran
-
de fue su sorpresa cuando sale de la radio y había un
montón de gente esperándola con idéntica situación.
Entonces, bueno, empiezan a reunirse con esta gente, a
los pocos días hacen una asamblea donde van setecien
-
tas personas, y ahí el movimiento, ahí surge (…).
Ema,
Rosario, 3 de febrero de 2007
.
La protagonista es Lucy de Cornelis, su situación
era semejante a la de miles de pequeños y medianos
productores endeudados, pero hacerla pública posi
-
bilitó que se aproximasen otras personas, la mayoría
mujeres, y que surgiera un movimiento totalmente
innovador en la protesta rural. En
la primera asamblea convocada en
Santa Rosa (La Pampa), fue funda
-
do el movimiento y Lucy de Cor
-
nelis nombrada presidenta.
3
Tam
-
bién elaboraron un documento que
contenía las principales reivindi
-
caciones: impedir las ejecuciones
y los remates de forma inmediata;
nuevo análisis de la legitimidad
de las deudas; refinanciamiento a
plazos no inferiores a diez años,
con tres de gracia e intereses que
no excediesen los internacionales,
evaluando cada caso en particular,
considerando el tipo de producción y
la capacidad de pago, e implementar ayudas financie
-
ras para promover la producción (Isla, 2004:23).
Las reivindicaciones fueron encaminadas a las
autoridades provinciales que prometieron encontrar
una solución para el problema, pero en poco tiempo
los remates comenzaron a sucederse. El primer re
-
mate que impidieron fue el de la propiedad de Lucy
de Cornelis, aunque las participantes del Movimiento
habían reunido el dinero para que ella pudiese com
-
prar su campo en la subasta:
No, yo dije que no. Que si algo habíamos dicho
que teníamos que parar los remates y no justamente el
mío donde iba a ser que de ahí en más, iban a parar
todos los remates (…) Les dije que no, que tenía que
ser igualito a todos los que venían. Que ése iba a ser,
digamos, el puntapié inicial para que las autoridades
supieran que nosotras íbamos a estar.
Lucy (
Los gritos
del silencio
).
Según Giarracca (2003b:264-265), el MML con
-
siguió parar aproximadamente quinientos remates y
expandirse por el país. La investigadora también des
-
taca que estas mujeres fueron las primeras en insta
-
lar el problema del sector financiero, al denunciar un
modelo económico que promovió el endeudamiento
con el discurso de la modernización productiva y que
estaba llevando a la desaparición de la producción
agraria familiar capitalizada. La autora afirma que
las participantes del movimiento “rompieron con un
sentido común –muy aceptado por algunos, inclui
-
dos varios maridos– que enuncia que las deudas son
responsabilidad de los individuos que las contraen”
(Giarracca, 2001:147).
Más de una década después
de su surgimiento, el MML ac
-
túa en varias provincias del país
y, aunque una ley de emergencia
económica, en principio, impida
los remates, las participantes con
-
tinúan atentas, mientras desarro
-
llan diferentes acciones orientadas
a mantener el modo de vida, de
producción y de cultura de las/os
chacareras/os. Durante el trabajo
de campo, realizado en enero y fe
-
brero de 2007, establecimos con
-
tacto con representantes del movi
-
miento de dos regiones diferentes:
Santa Fe y Río Negro; trabajamos en
la reconstrucción de la trayectoria de Ema, 54 años,
miembro fundadora del MML en Rosario, y Norma,
53 años, participante y persona de referencia del mo
-
vimiento en General Roca. La historia oral posibilitó
abordar diferentes vivencias de estas dos mujeres, los
recuerdos de los inicios del movimiento, sus motiva
-
ciones para participar, las dificultades enfrentadas y
los nuevos desafíos.
Herencia de la tierra, herencia de la lucha
Cuando Ema comienza el relato de su llegada al
movimiento, retoma la historia de Lucy de Corne
-
lis y el surgimiento del MML en La Pampa. Cuenta
que conoció la historia de Lucy leyendo el diario
La
Capital
y quedó muy impactada, pues su madre era
oriunda de la provincia de La Pampa y acostumbraba
contarle las vicisitudes de ser arrendatario en los lati
-
fundios. Al saber de Lucy, los vivos relatos de su ma
-
dre volvieron a la memoria, rememoró la situación
de explotación que sufrían los arrendatarios, afirma:
Más de una década después
de su surgimiento, el MML actúa
en varias provincias del país y,
aunque una ley de emergencia
económica, en principio, impida
los remates, las participantes con
-
tinúan atentas, mientras desarro
-
llan diferentes acciones orientadas
a mantener el modo de vida, de
producción y de cultura de las/os
chacareras/os.
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“cómo se despojaba, cómo se expoliaba a la gente”.
Relacionando ese pasado con la principal problemá
-
tica enfrentada por el movimiento, ella aclara que en
la época de su madre no existía la subasta, los arren
-
datarios con su familia eran echados de los campos
cuando el dueño del latifundio quería.
(…) Cuando al dueño del campo se le ocurría sa
-
carte del campo, te sacaba, venía con la policía y te
sacaba. Entonces mi mamá contaba que cargaban en
un carro ruso, le decían ellos, carro tirado por caba
-
llos, cargaban sus muebles, los hijos, las gallinas. Y mi
abuela tuvo nueve hijos, murió después del último par
-
to, mi mamá quedó con nueve años huérfana (…).
Como hija y nieta de arren
-
datarios sus recuerdos interpelan:
(...) Vos habrás escuchado ha
-
blar de eso, cómo en los latifundios
el arrendatario tenía la obligación
de vender su cereal o su gallina y
todo en el almacén de ramos gene
-
rales que generalmente era de uno
de los latifundistas. Vos lo habrás
escuchado eso (...).
Según Pollak (1992:201), los
elementos que constituyen la me
-
moria tanto individual cuanto co
-
lectiva son: acontecimientos, personas/personajes y
lugares. Estos elementos pueden ser vividos o cono
-
cidos personalmente; por el grupo o colectividad a
la cual la persona que recuerda pertenece o se siente
pertenecer, o adquiridos a través de la socialización
como
memorias heredadas
. Así, en el relato de Ema
identificamos que, entrelazada a los recuerdos de la
explotación, hay una memoria de la lucha por la tie
-
rra. Ella se refiere especialmente a un acontecimiento
emblemático de esa lucha: el Grito de Alcorta, una
gran huelga agraria de 1912, en Alcorta (Santa Fe).
Los protagonistas de esa huelga, que se extendió por
meses, fueron 120.000 trabajadores de las provincias
de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. Ema relata:
(…) nuestros abuelos o bisabuelos lucharon por
tener la tierra, la posesión de la tierra porque el Grito
de Alcorta surge de una gran lucha porque la gente
era trabajadora pero no era estúpida, entonces llegó el
momento en que se gestó esa gran huelga agraria que
dio origen a la Federación Agraria que fue en 1912,
donde van todos los chacareros, que en esa película que
tiene Federación Agraria se ve, todos los chacareros a
Buenos Aires con una gran bandera, es emocionante
ver eso, todos unidos con una gran bandera argentina
que van al Congreso a manifestarse en contra del lati
-
fundio (...).
El recuerdo de esa huelga de agricultores es re
-
sultado de un trabajo de encuadre de la memoria,
materializado en un documental que narra el surgi
-
miento de una de las primeras organizaciones gre
-
miales del sector agropecuario, la Federación Agraria
Argentina (FAA).
4
La entrevistada comenta que esa
institución es muy significativa para
ella, pues también está vinculada a
sus recuerdos de la infancia:
(…) Yo me recuerdo, mi padre
era arrendatario y venía siempre
a Federación Agraria y yo tengo
la imagen no sé de qué, de cinco
años, el recuerdo de la primera vez,
el recuerdo más chiquito, de cuan
-
do vos sos más chiquito de ver, de
entrar a una gran ciudad, de venir
del campo y un edificio grande es
el recuerdo de la Federación Agra
-
ria, de la sede que tenían acá en la
calle Mitre que la fundieron (…). Es
el recuerdo que vivo de mi llegada a la ciudad, que
no sé cuántos años habré tenido, con mi papá que me
llevaba a todas partes y él también tenía un relato que
vos cerrabas los ojos y veías lo que te contaba y bueno,
entonces uno tiene un sentimiento a todo lo que es el
gremialismo y a todo lo que es el lugar (…).
Esos recuerdos cobran sentido a través del pris
-
ma del presente, en que Ema participa de un mo
-
vimiento que defiende a los pequeños y medianos
productores/as y resalta la relación entre memoria y
sentimiento de identidad. Trabajamos nuestra memo
-
ria dando sentido a las elecciones actuales y, en ese
proceso, afirmamos nuestra identidad. Como explica
Pollak (1992:204): “(…) la memoria es un elemen
-
to constituyente del sentimiento de identidad, tanto
individual como colectiva, en la medida en que ella
es también un factor extremadamente importante del
sentimiento de continuidad y de coherencia de una
persona o de un grupo en su reconstrucción de sí.”
(…) Aunque le dejes un
pequeño patrimonio a tus hijos y
a tus nietos no le dejaste lo otro,
que es la lucha por el patrimonio,
por mantenerlo, por cuidarlo, por
tenerlo, por mantener tu exis
-
tencia, porque acá no estamos
luchando por cinco mil hectáreas
en la pampa húmeda, estamos
luchando por el pan de todos los
días, por el trabajo (…).
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El sentimiento de continuidad está dado, tam
-
bién, por el lugar. Ese lugar es el campo. La tierra
que fue conseguida por medio de la lucha de los an
-
tepasados, donde la narradora nació, fue criada y,
cuando se casó, eligió para vivir y criar los hijos. Así,
es colocado otro aspecto a ser considerado cuando
estudiamos la movilización de actores y sus procesos
de resistencia y lucha para conservar y/o recuperar
la tierra. Como afirma Silva (2006:42), es importante
analizar qué concepción tienen esas personas de la tierra,
pues esta “no es vista apenas como factor de produc
-
ción, como precio de mercado, como valor de cam
-
bio”.
Norma Giarracca (2003a:204), analizando las
reivindicaciones por la tierra que atravesaron toda la
década de 1990, expone que, en la Argentina, la tierra
tiene un sentido polisémico, sus significados varían
de un grupo a otro. Para las mujeres del MML que
accedieron a ella por herencia de sus padres o abue
-
los (principalmente, colonos europeos, pero también
identificamos la presencia de mujeres de ascendencia
mapuche), sus campos significan patrimonios fami
-
liares y luchan para no perderlos.
La memoria amalgama los tiempos y el pasado
es recuperado como proyecto. Así, con su participa
-
ción en el MML, Ema manifiesta el deseo de dejar a
sus descendientes no sólo la herencia de la tierra sino
también su defensa:
(…) Aunque le dejes un pequeño patrimonio a tus
hijos y a tus nietos no le dejaste lo otro, que es la lu
-
cha por el patrimonio, por mantenerlo, por cuidarlo,
por tenerlo, por mantener tu existencia, porque acá no
estamos luchando por cinco mil hectáreas en la pam
-
pa húmeda, estamos luchando por el pan de todos los
días, por el trabajo (…).
Reconoce que con su ingreso al Movimiento co
-
menzó a tener una doble batalla “una adentro para
poder irnos y otra afuera contra el sistema” (Monje,
1999:2). Considera que todas las mujeres tienen una
lucha fuerte con sus maridos para poder salir de la
casa y que “si vas a parar un remate, ese día tenés que
portarte como una mujer 10 para que te reprochen
un poco menos” (
ibid
.). Ema explica que impedir un
remate, a veces en una ciudad vecina, implicaba or
-
ganizar todas las tareas domésticas, negociar algunas
de ellas y hasta cocinar a las 5 de la madrugada para
dejar el almuerzo preparado. A la oposición del ma
-
rido, muchas veces se sumaba también la reprobación
moral de los vecinos. Según Silva (1999), esas prohi
-
biciones son fruto de la dominación de género. De
esta manera, conquistar un espacio de participación
enfrenta a las mujeres con los hombres que ejercen
su dominio en ese espacio, pero también con compa
-
ñeros, padres, maridos, hijos y hasta con otras mu
-
jeres del entorno próximo. Silva (1999:299) afirma:
“La conciencia de género e identidad de género fe
-
meninas son procesos históricos, producidos por las
prácticas sociales de hombres y mujeres de una de
-
terminada realidad social. Tratándose de un proceso,
es algo que ocurre en el centro de contradicciones y
ambigüedades colectivas e individuales.”
Identidad de género, memoria y política se ar
-
ticularon cuando el 8 de marzo de 1996, con motivo
del Día Internacional de la Mujer, participantes del
MML llegaron a Buenos Aires, marcharon y ocupa
-
ron la Plaza de Mayo. Así como en el recuerdo emo
-
cionado de Ema, los chacareros de 1912 llegaban a la
Plaza, esta vez eran ellas que protagonizaron la lucha
y dejaron su huella en una Historia que casi siempre
las ignoró.
Nos unía la injusticia
La trayectoria siguiente nos lleva al sur del país,
a la región del Alto Valle del Río Negro, más preci
-
samente, a una chacra en donde Norma vive con dos
de sus hijos y su madre. Su abuelo español, Celestino
del Hierro, y uno de sus hermanos llegaron al país
en 1905. Entre 1924 y 1925, Celestino solicitó tierras
para cultivar al Ministerio de Agricultura, las que le
fueron cedidas en 1928.
5
En ese año comenzaron los
trabajos de desmonte de la propiedad, iniciaron la
producción de viñas y frutales, y construyeron la casa
que actualmente ocupa la familia. Norma cuenta:
(…) Mi abuelo cuando vino acá puso la chacra
en plena producción, había cuarenta hectáreas en pro
-
ducción, de todo tenía, porque él tenía desde manza
-
nas y peras a ciruelas, duraznos, uvas. Él tenía bode
-
ga, hacían orejones porque en aquel tiempo no existían
las jugueras así que encontró una buena alternativa
en hacer orejones. Los orejones, conforme mi mamá te
puede decir, ellos los exportaban, los vendían en Esta
-
dos Unidos. Ellos vendían el vino a Buenos Aires, a la
Provincia de Buenos Aires, y bueno anduvieron muy
bien, no quiero decir que no han trabajado, habrán
trabajado como, como locos. Mi abuelo sacó un crédito
en el Nación y lo pagó. Lo que pasa que por aquí en
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los años 50 tuvieron problemas con la época de Perón,
con los empleados y todas esas cosas, así empezaron
a trabajar a menos con el secadero, la bodega. Viste
tuvieron algunos inconvenientes (…).
Stefanelli, 17 de
enero de 2007.
Norma se crió y crió a sus tres hijos en la propie
-
dad familiar; explica que aunque quería trabajar en la
chacra tuvo que buscar empleo en la ciudad para conse
-
guir mantenerlos. En 1979 pasó un concurso y comenzó
a trabajar en la Policía de la Provincia. Al fallecer su
abuelo, ella asumió la administración de la chacra. Tra
-
bajaba afuera como policía y en casa como productora
agropecuaria. En el siguiente testimonio, su hija mayor
rememora ese momento de la trayectoria familiar:
(…) al fallecer mi abuelo y quedar todas mujeres
solas. Te digo, mi hermano con catorce, quince años,
no te queda otra que agarrar las riendas, si no querés
perder lo que es tuyo agarrás las riendas y como pue
-
das seguir adelante (…) yo a mi mamá pasé a verla,
en un momento vestida de policía, a verla manejando
un tractor y con la máscara antigás para curar, ella
manejando el tractor y mi hermano curando. Y a veces
yo también manejaba y mi hermano curaba. (…)
Y bueno, de verla vestida de policía pasé a verla, bueno
es tu mamá, porque ella sigue siendo madre, atiende
a sus hijos, los que viven en la chacra, atendiendo a
su madre que está anciana y seguía trabajando (…).
Rocío, General Roca, 16 de enero de 2007.
En 1998, Norma escuchó en la radio local que
un grupo de mujeres preocupadas con la cuestión de
las deudas en el campo se reunía y decidió partici
-
par. Ella aclara que aunque no tenían deudas con el
banco, las cosas en la chacra no estaban yendo bien.
Hacía siete años que la producción se perdía casi to
-
talmente como consecuencia de factores climáticos
(principalmente granizo y heladas). De esa manera,
debían algunos servicios e impuestos. Norma recuer
-
da que, al principio, el grupo de mujeres no aceptó de
buen grado su presencia por el hecho de ser policía
y, como tal, no poder participar de la principal acti
-
vidad del movimiento: parar remates. En esa época,
la situación de la organización era muy difícil, las su
-
bastas se sucedían semana tras semana y los produc
-
tores perdían sus propiedades. Afirma:
(…) creo que nos unía la injusticia, el ver de qué
manera se entregaban las chacras, se vendía, y los re
-
mates seguían, venían una semana, otra semana los
remates. Y vos veías la problemática de la gente y
bueno y uno se compromete y es como que te va gus
-
tando (…).
Durante el tiempo que permaneció vinculada a
la institución policial, se valió de diferentes estrate
-
gias y de la solidaridad de sus compañeras del MML
para no ser sancionada por su actuación “fuera del
orden”. Ella considera que consiguió manejar bien la
situación, pero aclara que nunca fue enviada, como
policía, a reprimir una protesta del Movimiento. Esa
hubiese sido una situación límite:
si me hubieran
mandado a reprimir obviamente que no iba a estar
más, no iba a ir. Así que, pero no, no me pasó nunca
.
Antes de retirarse de la fuerza policial, presentó una
denuncia al Instituto Nacional contra la Discrimina
-
ción, la Xenofobia y el Racismo (INADI) contra la
Policía Provincial de Río Negro por discriminación
de género, pues las condiciones exigidas para ingre
-
sar a la fuerza policial eran diferentes según se trata
-
se de hombres o de mujeres. Estas tenían que haber
concluido los estudios secundarios, mientras que en
el caso de los hombres apenas se exigían los estudios
primarios.
Norma es referente del MML de General Roca,
que consiguió impedir más de cuarenta remates. Re
-
flexionando al respecto, comenta:
(…) Yo te decía que al principio vos vas con
miedo a los remates pero después, es como que por
ahí, yo digo “Ay, mirá ese loco, se tira del avión”,
y otros me dicen: “No pero vos sabés que son los
juegos así de riesgo, te dan adrenalina’. Yo digo,
yo tengo un miedo terrorífico a las alturas no, no
me tiraría jamás. Pero capaz que al que se tira en
paracaídas jamás se le hubiera ocurrido ir a parar
un remate y poner en juego su libertad por otro, me
entendés. Es un juego peligroso ¿no?, porque vos
podés pasar a un calabozo sin, de venir de coci
-
narle a tu familia y de hacer las camas y barrer la
casa, para la comisaría más próxima a entrar a un
calabozo (…)
Cuando realizamos el trabajo de campo eran los
primeros tiempos de la cosecha. Muchos productores
y productoras estaban siendo intimados por falta de
pago del servicio de riego. La medida implementada
por el Consorcio era, en muchos casos, la suspensión
del servicio y traía aparejada la pérdida de las cose
-
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chas. Así, las participantes del Movimiento estaban
dedicadas a acompañar la presentación de recursos
de amparo de productores/as que enfrentaban ese
problema. También el Movimiento había presentado
el “Proyecto de Ley de Suspensión de la exigibilidad
de las deudas de canon de riego y drenaje” a la Legis
-
latura provincial.
Después del trabajo de campo tomamos cono
-
cimiento de la candidatura de Norma a legisladora
por el partido Afirmación para una República Igua
-
litaria (ARI), en las elecciones regionales de mayo de
2007. Su candidatura confrontaba la postura del Mo
-
vimiento que no apoya la política de partidos. Según
Isla (2004:36), esta decisión de la mesa nacional del
MML responde a la diversidad de posturas político-
partidarias de las participantes. En el lanzamiento de
su candidatura, Norma aclaró que la misma era a títu
-
lo personal y no como representante del Movimiento,
sin embargo su plataforma política estaba focalizada
en la defensa de los pequeños productores y el desa
-
rrollo de alternativas al modelo agroexportador.
Consideraciones finales
El peligro de perder injustamente la tierra por
la cual sus familiares lucharon constituye, como afir
-
ma Giarracca (2001), una motivación para la acción
colectiva del MML. En el discurso general del mo
-
vimiento, la defensa de la tierra se manifiesta como
la defensa de la soberanía (Bidaseca; Mariotti, 2001),
frente a un proceso de concentración de tierras mo
-
nopolizado por empresas multinacionales. Sin em
-
bargo, en los testimonios de las entrevistadas pode
-
mos identificar un vínculo afectivo e identitario con
la tierra y la fuerza de la memoria individual y colec
-
tiva operando como nexo entre las luchas del pasado
y las del presente, y recuperándose como proyecto
político en la defensa de la tierra.
Las trayectorias de Ema y Norma revelan dife
-
rentes articulaciones entre memoria, política y gé
-
nero. Son trayectorias marcadas por la condición de
mujeres de sus protagonistas y, por lo tanto, proble
-
matizan cuestiones vinculadas al género. Comien
-
zan a participar en el MML porque consideran que
la situación que vivenciaban muchos productores y
productoras era injusta, y que la solidaridad era una
alternativa de acción válida. El compromiso con el
movimiento define nuevos itinerarios en sus trayec
-
torias de vida, implicando superposición de tareas,
resistencias de los miembros de la familia, conflictos
a nivel profesional, entre otros. Sin embargo, es un
compromiso que consiguen mantener, pues son más
de diez años participando del MML. Es por medio de
esa experiencia de participación que las mujeres, his
-
tóricamente excluidas en los procesos de transmisión
de la tierra, dejan la herencia de la lucha por la tierra
y deben ser registradas en la Historia.
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Página 12
, Rosario, 30 de marzo. Disponible en:
<http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/10-12938-
2008-03-30.html>, [consulta en línea: 20/03/2009].
Notas
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1
La autora es alumna del doctorado en Sociología del “Programa de Pós-
Graduação em Sociologia” de la “Universidade Federal de São Carlos”
en el Estado de São Paulo (Brasil), becaria de la “Fundação de Amparo
à Pesquisa do Estado de São Paulo” (FAPESP). Miembro del grupo de
investigación “Terra, Trabalho, Memória e Migrações”, coordinado por
la profesora doctora Maria Aparecida de Moraes Silva y registrado en el
Directorio del Consejo Nacional de Desarrollo Científco y Tecnológico
(CNPq).
2
Cabe señalar que estas dos trayectorias son parte de un estudio de
doctorado en curso, con respecto a la participación política de mujeres en
movimientos sociales de la Argentina contemporánea. Esta investigación
está tutorada por la profesora doctora María Aparecida de Moraes Silva
y se desenvuelve con el apoyo de la “Fundação de Amparo à Pesquisa do
Estado de São Paulo” (FAPESP).
3
Actualmente, Ana Galmarini, miembro fundadora del MML en Santa
Fe, preside el Movimiento.
4
En una entrevista publicada en
Página 12
, Ana Galmarini mencionaba
esa herencia del Grito de Alcorta, reafrmando las posiciones del
Movimiento, pero disociando la política del Movimiento con la
adoptada por la Federación Agraria, decía: “Somos antiterratenientes,
antilatifundistas, no tenemos nada que ver con los pools de siembras,
no hicimos un acuerdo con la Sociedad Rural ni vamos a la cola de lo
que disponga. Somos un movimiento independiente y autónomo, aún
de la Federación Agraria Argentina. Queremos que se nos escuche y
que, en este caso, la Presidenta entienda que debe haber retenciones, o
imposiciones diferenciadas para quienes somos de verdad las personas
herederas de El Grito de Alcorta y trabajamos de sol a sol” (Simeoni,
2008).
5
Cabe recordar que la ciudad de General Roca fue fundada a partir
del establecimiento de un fuerte militar creado durante la Campaña
del Desierto (1879), cuyo objetivo era exterminar a los mapuches o
araucanos que habitaban la Patagonia. Cinco años después de esa primera
ocupación, se inició la explotación agrícola en la región, con la llegada de
los primeros inmigrantes europeos.
Bibliografía
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