Voces Recobradas
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l pasado próximo se ha impuesto como prota-
gónico, lo conquista en cierta forma por su per-
manente estatus de espacio referencial. Es para
América Latina un pasado plasmado en el ejer-
cicio del terror de Estado, maniesto en las dictaduras
de Seguridad Nacional, en el conicto centroamericano,
especialmente, en el genocidio guatemalteco.
1
La construcción del campo historiográco de la his-
toria reciente se identica con las hecatombes políticas
y sociales como las sucedidas durante el siglo XX y, en
particular, en nuestra región durante su segunda mitad.
Un punto medular de este campo está dado, como señala
el historiador francés François Bédarida (1998), por con-
siderar el tiempo presente como el tiempo de la experien-
cia vivida, la experiencia de la contemporaneidad. Y aquí
crece una tensión entre historia y memoria. La historia
entonces compite o coexiste al menos con una revolución
memorística y con múltiples discursos sobre el pasado.
2
“Hacer memoria” constituye hoy una forma privile-
giada de traer al presente momentos signicativos en lo
individual pero que a la vez están inltrados y repercuten
en lo colectivo. Ese acto de hacer memoria ha devenido
en lugar primordial relativizando la narración históri-
ca. Importante desafío, sin duda, para la comunidad de
historiadores pero también estas circunstancias brindan
la posibilidad del acceso a las subjetividades, al conoci-
miento de las distintas y encontradas representaciones de
lo social e individual sobre el pasado que no está en otras
fuentes.
3
Las transiciones en América Latina disparan el deba-
te sobre la memoria. Inaugurado en países del Cono Sur,
y mediante un eje articulador, se fue imponiendo de manera
zigzagueante, de impulsos y frenos, y hasta de pugna por
conquistar la aceptación en el espacio público. Aquí, uno
de los polos que sostienen el debate busca construir una
memoria del horror acontecido, de las diferentes formas
en que fueron violados los derechos humanos, determi-
nando la verdad sobre las víctimas. Al mismo tiempo que
se desarrolla este debate, se van construyendo relatos de
las distintas cotidianidades, de las multifacéticas expe-
riencias de aquellos años. El exilio es uno de ellos.
Al despuntar la cada de los setenta del siglo XX,
el autoritarismo dominaba la escena política uruguaya en
medio de crecientes luchas sociales y políticas, de con-
frontación armada, de represión, cárcel, tortura y muerte.
El 27 de junio de 1973 un golpe de Estado vino a totalizar
el proceso autoritario, ejecutado por el propio presidente
de la República, Juan María Bordaberry.
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La magnitud de la represión, la secuela de los dra-
mas individuales y colectivos vividos y el trauma social
Buenos Aires:
destierro,
resistencia,
encierro, huida
Reconstruyendo el mosaico
exiliar uruguayo
Silvia Dutrénit
Bielous*
Instituto Mora, México
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generado (y en ocasiones escondido en el silencio) hacen
que a más de tres décadas de los infaustos acontecimien-
tos, las generaciones más jóvenes no solo maniesten
desconocimiento sino también impacto emocional al sa-
berlos ciertos.
El exilio resultó un hecho social de grandes dimen-
siones. Si bien para los perseguidos políticos de aquellos
tiempos, dos países resultaron atractivos como tierra de
refugio o lugar de reorganización y resistencia: Chile y la
Argentina, en especial, sus capitales, el devenir histórico
impuso al nal que fuera la Argentina (y Buenos Aires),
con su tardía primavera en medio del invierno autorita-
rio, el territorio de conuencia del exilio político cono-
sureño y andino. Concentración que por cierto, lo con-
vertiría en coto de caza privilegiado para el accionar de la
coordinación represiva y, como consecuencia, en tierra
de primer exilio.
Lo sucedido signicó para muchos de los prota-
gonistas el enfrentamiento con una
situación en la que se multiplicaron
los riesgos, al repetirse la huida con
su carga emocional y práctica, para
unos cuantos, representó la tortura,
la desaparición y la muerte.
La Argentina, y Buenos Aires
en particular, resultó un destino de
refugio y resistencia por demás am-
bivalente y hasta engañoso, complejo
de conocer y de abarcar. Si el conjunto de las experiencias
exiliares uruguayas por su carácter masivo y su grado de
dispersión, lo mismo que otras conosureñas, han resulta-
do enmarañadas en un afán de rehistoriar, la ocurrida en
Buenos Aires comienza apenas a hilarse.
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El sello que la
singulariza es la diversidad de formas de vivir el refugio
como la resistencia hasta totalizar el otro elemento dis-
tintivo de unos cuantos lugares más de América Latina:
la acción represiva del Cóndor.
A sabiendas de que el testimonio oral tiene valor
más por las proximidades que ofrece a las subjetivi-
dades y las experiencias en el sentido dado por Ale-
ssandro Portelli (1991)
6
, en las siguientes páginas se
revisitan algunos episodios de aquel pasado, gracias
a la rememoración de protagonistas del exilio de los
años setenta en Buenos Aires. Desde un presente hete-
rogéneo se recuerdan esas circunstancias en gran me-
dida traumáticas por el horror y el dolor vividos pero
qui con una distancia que estrecha la intensidad del
momento pasado en la representacn que se formula.
Los testimonios orales seleccionados fueron recogidos
a más de tres décadas de los acontecimientos mediante
entrevistas semiestructuradas relativas a las experien-
cias de sus exilios.
Buenos Aires en la mira para la
reorganización y resistencia
Si bien América Latina no puede ser referida como
un todo ni el Cono Sur como una realidad uniforme, es
un hecho innegable que en los setenta era primero esce-
nario de alternativas gubernamentales, de nuevos rum-
bos para los regímenes políticos, movimientos políticos y
armados que pugnaban por transformaciones nacionales
hasta que, en un segundo momento, fue avasallado por
la violencia estatal y la coordinación represiva operada
principalmente por las fuerzas armadas de la región.
La variación en el tiempo de los golpes de Estado
facilitó la squeda de protección en los países vecinos
hasta que estos mutaron de zona de refugio a zona de
persecución, desaparición y muerte.
7
Aquí se ubica Buenos Aires como un
espacio privilegiado al tiempo que in-
augural del destierro uruguayo
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ade-
más de constituirse luego en el lugar
de encuentro para el retorno indivi-
dual o colectivo. No se debe olvidar
que al asumir Alfonsín en 1983 se ins-
tituyó como punto de encuentro.
Y claro, la pregunta que surge es
cómo resultó Buenos Aires, observa-
do desde el frente político y social interno, el punto de
encuentro para los militantes y las organizaciones perse-
guidas en los países vecinos. Pensado y denido antes de
asumir Cámpora y también luego de su fugaz primavera.
Es decir, antes de mayo 1973 en que concluía otro de los
ciclos militares argentinos. Lo cierto es que los derroteros
históricos y culturales comunes con la Argentina –que,
por contraste, imprimían distancia con Brasil, adonde
también llegaron pese a su régimen dictatorial– tenían en
aquel momento un plus. Este respondía a una situación
política prometedora de libertad en tanto se vislumbraba
el triunfo peronista que llevaría a Héctor Cámpora a la
presidencia. El testimonio de quien fuera dirigente polí-
tico y sindical, con activa participación por aquellos años
en Buenos Aires, lo dibuja nítidamente.
Recuerdo los tines de la Juventud Peronista, masi-
vos, entusiastas, juveniles, creativos. Las librerías, el
ambiente en la calle, el nuevo cine argentino mucho
más comprometido, la simpatía hacia la izquierda
uruguaya, la guerrilla y los tupas’. Buenos Aires no
era una ciudad acartonada, sino que era una sociedad
La Argentina, y Buenos Aires
en particular, resultó un destino
de refugio y resistencia por demás
ambivalente y hasta engañoso,
complejo de conocer y de abarcar.
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que se popularizaba, que se izquierdizaba en algunos
aspectos.
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Alconvivían cientos de sudamericanos pero, sin duda,
el recuerdo está enfocado en la percepción de aquella co-
munidad que se incrementaba a tal punto que:
Te encontrabas con los uruguayos en pensiones, en Co-
rrientes y Maipú... en esa época no se podía llamar de un
teléfono domiciliario a Montevideo, entonces había que ir
a las centrales. Y allí la cola era de una hora, una hora y
media, y siempre la mitad de la gente que estaba en la la
era uruguaya, y alguno siempre conocías.
10
El proceso político uruguayo, expresado de manera fuer-
te en el deterioro de la institucionalidad y de manera
dramática en la extensión de la represión, conllea la
multiplicación de militantes que atravesaron las fron-
teras, o sea, a esa emigración forzada entendida por su
origen y sentido político. Sin embargo,
desde que esta comienza en forma
tenue en 1970 hasta transformarse
en un hecho masivo, debieron pasar
cinco años.
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En tanto transcurría ese quin-
quenio, Buenos Aires se fue consti-
tuyendo en el lugar en el que cobraba
fuerza el repliegue y la organización
de la resistencia. La estrategia de algunas organizacio-
nes políticas era trasladar cuadros y militantes, su pro-
pósito: reagrupar para la acción en distintos frentes. La
fuerza del desplazamiento en ese sentido fue creciendo
luego del golpe de Estado de Bordaberry (junio de 1973)
aunque hay algunos registros anteriores. El dispositivo
militante, el proyecto político en marcha, es observado
desde el presente en el fragmento testimonial de uno de
los militantes:
[Una vez ilegalizada la Resistencia Obrero Estudiantil
(ROE) se observa que] En lo interno se habían tomado
disposiciones mínimas necesarias para ordenadamente ir
aligerando la carga sobre la estructura clandestina al pasar
cuadros de organización hacia Buenos Aires… si bien por
distintas causales la organización ya tenía integrantes en
la clandestinidad en 1970-71 [comperas y compañeros
fugados de las cárceles, por ejemplo], es a partir de 1972
cuando se acelera el proceso y el traslado hacia la vecina
orilla y se le puede poner hasta fecha [septiembre], a partir
del acto del cine-teatro Artigas por el 45 aniversario de los
asesinatos de Sacco y Vanzetti.
12
En otro testimonio, en ese caso de un militante de
la Juventud Comunista (UJC), está presente también esa
marca de nalidad organizativa:
En agosto de 1973, luego de aquella famosa reunión
del CC del Partido, que se hizo en casa, Jorge Mazzarovich
en nombre de la Dirección nos planteó la tarea –en realidad
iba más dirigida a Raúl [Feldman asesinado en diciembre
de 1974 en Buenos Aires], yo apenas tenía 16 años, pero
acompañaba– de comenzar a trabajar en la organización
de la UJC en el exterior. Ya estaban en Buenos Aires otros
dirigentes de la UJC que iban a salir de Buenos Aires hacia
Europa (...) Raúl [Feldman se instaló en la Argentina y]
estaba en Buenos Aires como uno de los coordinadores del
grupo de la UJC en el exterior. Nuestra base de operaciones
legales era el MAASLA [Movimiento Argentino Antiim-
perialista de Solidaridad Latinoamericana], que era un
movimiento muy amplio, integrado por argentinos de dife-
rentes sectores sociales y políticos. Ahí convivían exiliados
uruguayos, chilenos y bolivianos, y si no
me equivoco también peruanos, y era
un centro de denuncias importante.
13
Se vuelven recurrentes en la rememo-
ración de muchos militantes aquellas
primeras acciones de (re) construc-
ción pero también comienzan a uir
desde lo vivencial un trasiego de expe-
riencias organizativas con un carácter convergente, unita-
rio. Algo así como un frente político mayoritariamente de
izquierda pero con representantes de sectores progresis-
tas” de los partidos tradicionales. Desde la subjetividad de
un protagonista se observa lo siguiente:
(...) pudimos trabajar en lo que por lo menos, lo que yo
conozco, es la primera organización en el exilio, fue el
Comique armamos ya en el o 74 en Buenos Aires, al
que nalmente después se incorporaron también en tra-
bajos comunes, este, los blancos, especialmente Gutiérrez
Ruiz [legislador]. Ese comidel Frente tuvo como gran
gura al Ingeniero Maggiolo [rector de la Universidad],
este, trabajamos muy activamente, con mucho respaldo y
solidaridades de sindicatos Peronistas, fuerzas políticas,
diversas, sectores del Radicalismo, Partido Intransigente,
distintos sectores de izquierda...
(...) desplegamos, bueno ya te digo una relación a
nivel diplomático, atendíamos embajada por embajada,
esteee, obviamente las organizaciones, nos especializamos,
uno atender el frente con los peronistas, otro con los radi-
cales, otros con intransigentes, en fin, un trabajo intensi-
Se vuelven recurrentes en la
rememoración de muchos militan-
tes aquellas primeras acciones de
(re) construcción (...)
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vo de gran presencia, en los medios, utilizábamos toda la,
la línea frentista era utilizar todos los resortes legales de
la Argentina y no complicarnos en el relacionamiento con
resortes ilegales, porque si estabas en un país extraño, so-
lidario, tenías que mantenerte en arreglos legales, no ibas
a hacer actividades clandestinas, para hacer actividades
clandestinas nos quedábamos en Uruguay, no íbamos a
hacer acá, habían algunos que iban con esa manía, ¿eh?,
de acá y se iban con vínculos de ese tenor y bueno, queda-
ban, digamos, vinculados, de alguna manera, escrachados
ante la inteligencia argentina, la inteligencia policial y mi-
litar como parte de lo que allí se perseguía, Montoneros,
ERP, nosotros los del Frente [se reere al Frente Amplio]
dijimos no, nosotros somos una fuerza aquí legal, para ser
ilegal nos quedamos en Uruguay, y así actuamos...
14
A este ujo constante de uruguayos que iban llegando
de su país al vecino y se concentraban principalmente en
Buenos Aires, se sumaron los que se
fueron de Chile, luego del golpe de
Estado de Pinochet. Sus peripecias
eran distintas y hasta muy particula-
res las de quienes fueron protegidos
en la embajada argentina en Santia-
go. Para muchos se repetirán tiempo
después en territorio argentino. Un
recuerdo se ja en esta vivencia tes-
timonial que engloba lo colectivo y
lo personal además de que ubica la
marea” hacia Buenos Aires:
El lío vino cuando el golpe en Chile, primer lío. Ahí, había
una cantidad enorme de gente en Chile, indocumentada o
mal documentada. Hubo persecución a uruguayos, argen-
tinos y brasileros, además de a los chilenos. Tuvimos que
darle una mano, ahí, a mucha gente, ayudándolos a entrar
en la embajada argentina, en la embajada peruana con
muchas dicultades, y en la embajada panameña que en-
tró una enorme cantidad de gente. Algunos después salieron
para Panamá, salieron para Cuba, la mayoría salieron para
Argentina y muchos se tuvieron que ir después para Europa
o para otro lado… Y salimos para Buenos Aires, con nuestro
hijo más grande que es nacido en Chile. Llegamos a Buenos
Aires, pensábamos en la eventualidad de volver para el Uru-
guay. Pero cruzó la familia… a avisarme bastantes más de-
talles… me explicaban que había un cierto riesgo, bastante
alto… y me dijeron que no, que no volviera.
15
Por un camino o por otro, como opción individual la
Argentina fue para muchos militantes y dirigentes tierra
de refugio y reorganización. En este sentido, la presen-
cia de los legisladores Zelmar Michelini, Héctor Gutié-
rrez Ruiz y Enrique Erro contribuyó a que Buenos Aires
se conformara como espacio privilegiado para el exilio
organizado. Un despliegue de redes políticas y sociales
posibilitaron el trabajo hacia Uruguay y el mundo y muy
especialmente hacia los organismos internacionales y los
foros decisivos como el Congreso de EUA.
16
En un mar de distintas y complicadas acciones estu-
vo presente el trabajo sistemático de denuncia y solida-
ridad. Cada actividad cobraba un enorme signicado en
aquellas circunstancias.
“El 25 de septiembre, Peñarol enfrentó a Huracán
en el estadio de Parque Patricios. En la tribuna dece-
nas de compañeros alzaron unas enormes pancartas
donde se leía Abajo la dictadura uruguaya, “Libertad”,
Arriba los que luchany un gran números de banderas
uruguayas.
17
Pero en el refugio porteño tam-
bién la resistencia era preparada y
ejercida en la clandestinidad por to-
das las organizaciones políticas y ar-
madas, por supuesto.
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Al hacerlo se
retroalimentaron divergencias y no
siempre se aggiornaron o calibraron
las actividades para el nuevo contex-
to. Aoraron entonces subjetividades
que hoy, al ser rememoradas, exhi-
ben las divergencias de las experien-
cias vivenciales. El fragmento testimonial
ilustra esta valoración:
Nos pasábamos discutiendo documentos, a mi me pare-
ció en ese momento más correcto lo que salaban los
renunciantes [refiere a un sector escindido en el exilio
del Movimiento de Liberación-Tupamaros MLN-T].
Era una locura que la gente viniera a matarse a, por
la situación que había en el país, porque además tenía-
mos información permanentemente de lo que sucedía en
Uruguay.
19
Esa percepción de riesgo, de peligro quizá no estuvo pre-
sente en todo el periodo del refugio en Buenos Aires. Las
acciones represivas fueron creciendo en la medida en
que la institucionalidad del gobierno peronista se des-
moronaba. Hubo entonces distintos momentos en la per-
cepción y concreción de peligros represivos. Es probable
que elo 1974 pueda registrarse como inaugural en tal
sentido. Uno de esos hechos está presente en la narración
de un protagonista:
Las acciones represivas fueron
creciendo en la medida en que
la institucionalidad del gobierno
peronista se desmoronaba. Hubo
entonces distintos momentos
en la percepción y concreción de
peligros represivos.
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Raúl fue asesinado el 24 de diciembre de 1974 en el pro-
pio local del MAASLA, que fue copado cuando llegaron 4
autos Ford Falcon, que eran los que usaban los grupos pa-
ramilitares en ese momento. Él estaba solo en el local. Por
esos días se estaba procesando la información que había
recabado una delegación argentina que había estado en
Montevideo una semana antes para interiorizarse en las
condiciones de los presos políticos y habría sido atendida
por el Capitán [sic] ctor Amodio Pérez. Unos días an-
tes, el 19, habían matado al Coronel Ramón Trabal. Nun-
ca quedó claro si el asesinato de Raúl fue cometido por la
Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) o si fue un
operativo coordinado con fuerzas uruguayas. Algunos sos-
tienen la hipótesis que así como la aparición de los cuer-
pos de 5 integrantes del MLN en Soca dos días antes, lo de
Raúl formó parte de una suerte de “venganzapor lo de
Trabal, más allá de que se sostiene por otro lado que a Tra-
bal lo mataron los propios militares. Yo
no tengo certeza, ni mucho menos de
que lo de Raúl haya estado vinculado,
más bien me inclino que fue obra de la
Triple A dirigida al MAASLA, tal vez
con alguna exhortación desde aquí
[Uruguay] pero dirigida al MAASLA
por el barullo que estaba haciendo en
ese momento.
20
Las voces que emergen de los testi-
monios indican que el destierro en la Argentina oscila
entre dos imágenes. Una es aquella de los impulsos y
concreción de estructuras de las organizaciones en el
exilio y otra es la que muestra a las víctimas del accionar
del Cóndor, entre las que se encuentran los legisladores
Michelini y Gutiérrez Ruiz además del dirigente sindical
y político Gerardo Gatti y el médico, militante político,
Manuel Libero, entre muchísimos más. Al mismo tiem-
po comprende a los integrantes de los distintos vuelos
clandestinos que trasladaban a los secuestrados urugua-
yos (adultos y niños) de la Argentina a Uruguay, por solo
mencionar algunos ejemplos.
21
Buenos Aires, un refugio aún con la represión
instalada
El exilio se constituyó en una experiencia social, no
obstante los primeros pasos de sus protagonistas hayan
sido individuales y dispersos. Esto último procura su-
brayar que las decisiones y las formas de escape de la
persecución y por tanto del Uruguay, no respondieron
por lo general a un movimiento migratorio organizado,
estructurado.
Así, los protagonistas del destierro se identicaron
por el propósito de preservar la libertad. Las formas de
huida tuvieron como característica principal un fuerte
componente de peligro. Este llegó en muchos casos al ex-
tremo de la pérdida de lo que se estaba procurando sal-
var. De esta forma puede entenderse que el propósito de
preservar la libertad tenía al menos una valoración poco
acertada del riesgo cuando se buscaba a alcanzar tierra
argentina, y luego Buenos Aires, en 1976. Quizá en esta
búsqueda lo que se daba era aquella máxima del destino
inmediato, del destino posible y con ello, probablemente,
de lo menos riesgoso en condiciones de huida.
Instalados en las afueras de Paysandú [Uruguay], el pro-
pósito era cruzar por el puente Paysandú-Colón, lo antes
posible. El secretario del Partido [Partido Comunista del
Uruguay, PCU] en el Departamento se mostraba escéptico
sobre las posibilidades de éxito de este
cruce. Sin embargo, el 2 de enero en
la mañana [1976], el secretario de
organización vino por nosotros. Nos
dijo que acababa de cruzar el puente
de ida y vuelta y estaba seguro que los
controles eran nimos y que no ha-
bía listas de requeridos. A la tensión
de esos momentos se sumaba un pro-
blema muy grave, nuestra bebita de 3
meses estaba indocumentada. Roberto,
así se llamaba este ángel de la guardia que nos salvó la
vida era un hombre decidido. Arregló todo de forma tal
que un tío nos cruzó la frontera, al día siguiente, al tiempo
que Roberto y su esposa con una lancha, cruzaron el Uru-
guay con Laurita como si estuvieran paseando. Él nos ha-
bía indicado en qué lugar de la orilla debíamos situarnos
para entregárnosla. Nos colocamos en un lugar fangoso de
la costa. La lancha, manejada por Roberto se acercó a baja
velocidad y, sin detenerse, la esposa nos entregó a la bebita
que casi voló hacia nuestros brazos.
Era pleno verano y le quedó toda la carita roja de
ese viaje uvial que hizo a tan temprana edad para entrar
ilegalmente a Argentina. Hay muchos roes que no han
recibido el reconocimiento que merecen. Roberto es uno de
ellos… horas después esbamos en Buenos Aires.
22
En todo caso, el huir no era lo anhelado, menos lo pro-
gramado, de ahí que para muchos de los perseguidos ri-
gió un sentimiento de resistencia a abandonar lo propio.
Y en la búsqueda de un obligado refugio, Buenos Aires
aparec como aquel al que se quea llegar pese a que
la primavera había quedado atrás y ocupaban la escena la
De esta forma puede enten-
derse que el propósito de pre-
servar la libertad tenía al menos
una valoración poco acertada
del riesgo cuando se buscaba a
alcanzar tierra argentina, y luego
Buenos Aires, en 1976.
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descomposición del régimen peronista junto a la acción
de los grupos paramilitares. Se impone pues apreciar la
textura de las siguientes representaciones vivenciales:
Para irme de Uruguay me tuvieron que echar, sacar casi a
las patadas. Y fui con el convencimiento de que a los dos o
tres meses iba a estar de nuevo en Uruguay. Y después sentí
en la Argentina que no iba a ser tan fácil regresar, porque
la situación cada vez se complicaba más acá, y a empecé a
asumir que tenía que afrontar eso y tenía que empezar
a hacer algo.
23
La mentalidad nuestra era no me voy, ni me asi-
lo. Hubo algunos casos que fueron muy cuestionados,
muy criticados por haberse ido. En el 76 ya estaba muy
complicado el asunto. Al final era tan claro que no se
podía seguir
24
que hubo una instancia en donde la or-
ganizacn abrió la posibilidad de que la gente se fuera
y siguiera manteniendo relaciones en un nivel de cola-
boración. Se levanla sanción moral que podía haber
sobre el que dijera: yo no aguanto, me quiero ir. Pero
muy pocos se fueron entonces (…) Vos traes cierta for-
ma de ver el mundo, de ver la lucha de clases, la in-
transigencia. Hay situaciones de excepción que exacer-
ban todas esas tendencias, incluso como mecanismo de
autodefensa, vos no te podés permitir dudar, no podés
dudar mucho porque te pars. Comparaba el tema con
los bichitos que van a la luz y mueren. Deseaba que me
llevaran para poder enterarme de q era lo que estaba
pasando, inconscientemente. Era una especie dertigo,
de atraccn fatal, ¿no? Algo que con el tiempo te das
cuenta que te afecta y te hace un daño prolongadoRecuer-
do que Pablo Terra man decir que nos fuéramos todos,
que nos iban a buscar hasta debajo de las piedras por-
que sabían que haa habido una operación ecomica
muy grande y que había mucha plata. A cierta altura
traba para sacar a la gente, para evacuar, porque me
daba cuenta de que la cosa venía de que nos iban a gol-
pear a todos.
25
Y en esa resistencia, en ese no querer pero deber, aquel
deber meditado o percibido por el terror, está la búsque-
da reiterada de un lugar geográca al tiempo que cultu-
ralmente cercano. Los recuerdos están presentes:
No tenía la posibilidad de irme más lejos, mi madre
se fue después con mi hermano para Argentina, primero se
fue mi hermano menor, después se fue mi hermana con mi
madre y mi señora tenía a los padres en Uruguay, y ella
viajaba regularmente a verlos. Sus padres eran bastante
mayores y era muy difícil desprenderlos de todo.
26
Buenos Aires constituía la proximidad y por tanto, con
cierta resignación, se percibía el alejamiento temporal
sin que signicara denitivo y radical respecto a Uru-
guay. Un exiliado rememora el tránsito y la “trampadel
refugio porteño.
Fue realmente una experiencia muy dura la salida, cuando
ya me di cuenta que no podía seguir en el Uruguay, que fue
a raíz, de los golpes, del 9 de febrero y 27 de junio, sino de
la disolución de los partidos a nes de noviembre, donde se
hace una razia de dirigentes políticos de izquierda y bueno,
a mí me meten en la Escuela de Armas y Servicios, ahí en
Camino Maldonado, ahí había una cantidad de compañe-
ros del movimiento sindical, y del Frente y allí fui avizo-
rando que mi destino si se podía, si no me procesaban, este,
era irme del Uruguay, ya no tenía lugar...
27
[Buenos Aires] nos permitía por la mañana escuchar
informativos, que aunque fueran todos echados, escuchar el
informativo de El Espectador, ahí lo escuchábamos perfec-
tamente y en la mañana temprano, a veces las interferencias
no lo permitían, pero bueno, sacábamos, seguíamos el fútbol,
seguíamos las cosas de aquí con mucho más cercanías....
28
Y había que empezar a hacer algo como quedó registrado
en uno de los fragmentos testimoniales anteriores. Se tra-
taba seguramente para los más de una necesidad urgente,
y esa sensación o convicción tuvo distintas aristas en la
experiencia de los militantes que iban llegando a Buenos
Aires. El recuerdo de ellos se expresa así:
Se puede decir que en Argentina fue lisa y llanamente
diferente. Primero llegamos muy jóvenes, llegamos con
20 años, con una experiencia de unos cuantos años de
militancia, pero con aquellas cosas de la adolescencia que
uno vio las cosas de una manera distinta a como la vemos
ahora, distinta, que no diferente. Llegamos a Argentina, no
teníamos una organización política a la cual vincularnos,
pero los compañeros, aquello de –Dios los cría y ellos se
juntan– nos fuimos reconociendo sobre la marcha y lo que
fue una actividad de solidaridad con Uruguay no la desa-
rrollamos, no hicimos más allá en ese período, de lo que
puede ser la denuncia personal, pero nada con coherencia
política, ni siquiera con militancia política. Nos acercamos
algunos compañeros míos [del PCU] y algunos compañe-
ros que venían de la ROE de aquella época, un grupo de
Troskistas que era de la Liga Comunista, pero tampoco tu-
vimos una clara actividad (…)
29
El papel que cumplió Buenos Aires como tierra de ac-
ciones políticas se vuelve recurrente en las narraciones
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testimoniales pero, y a la vez, la representación de lugar
engañoso nalmente para proteger la libertad y la vida
está presente en las tramas testimoniales.
(...) instalarse en Buenos Aires fue difícil, pero bueno, uno
tampoco nunca pensaba lo que luego pa, al año s o
menos, ahí teníamos actividad, una actividad de propa-
ganda hacia adentro, reuniones con gente que venía, había
una valoración probablemente equivocada de la situación,
seguramente equivocada de lo que iba a durar aquello y de
la situación real que había ahí, de la gente, pero esto hizo
que... y se preparaba una cosa terrible que era una persecu-
ción de cerco y derribo de todo, de todas las dictaduras del
Cono Sur a todos los resistentes de las distintas dictaduras,
claro que la Argentina era una democracia, todavía, eeeeh,
y era la única que había en la zona, había recogido a mu-
chísima gente y entonces comenzaban a actuar.
30
(…) tuve dos experiencias de exilio,
una corta ybuenootra más lar-
ga… En la época de la dictadura yo
militaba en la ROE, la Resistencia
Obrero Estudiantil. En el 75 viajé a
Buenos Aires, que era un lugar to-
davía de refugio, de exilio, si bien ya
sabíamos que estaba muy complicado
para los exiliados en general. Viajé
para una reunión… de gente de la
resistencia a la dictadura. A la sema-
na de estar en Buenos Aires… llamo para
mi casa y me entero de que había venido supongo yo que
de Inteligencia y Enlace, algo de eso, por las descripciones
que me dieron mi familia, me estaban buscando, coincidía
esto con una razia que estaban habiendo a militantes de
la ROE en esa época… participé después de todo lo que
fue… la conformación del PVP y una cantidad de acti-
vidades públicas que todavía se desarrollaban en Buenos
Aires en… relación a la dictadura en Uruguay si bien el
clima en la Argentina era aceleradamente complicado
ya estaba en marcha el Plan CóndorEn Julio del 76 soy
secuestrado con otra cantidad de uruguayos, lo que aho-
ra se conoce como el “primer vuelo”... estuve detenido en
Orletti y después trasladado acá [Uruguay] en un proceso
de unos cinco meses que estuvimos desaparecidos… nos
procesan después por la justicia militar, un proceso total-
mente trucho diríamos… y en el año 78 un grupo somos
liberados...
31
Buenos Aires, represión, terror, desconcierto
El golpe de Estado en la Argentina del 24 de marzo
completó y reforzó la presencia de dictaduras de seguri-
dad nacional y transformó aquel espacio del refugio lati-
noamericano en lugar de desaparición y muerte. La con-
solidación del terror por el accionar de la coordinación
represiva obligó a que esos primeros exilios dispararan
nuevos movimientos migratorios.
Y en lo inmediato muchas decenas y aún cientos de
exiliados en la Argentina, en particular en Buenos Ai-
res, fueron víctimas de la Operación Cóndor y, hasta el
momento, integran en su mayoría la lista de detenidos
desaparecidos. Por ello, la condición de detenidos des-
aparecidos como la de asesinados, lo mismo que la de
algunos niños secuestrados en el contexto de esa repre-
sión, se sobrepone con fuerza a la pertenencia al universo
de exiliados.
Así, aquellas dos imágenes del refugio porteño se
resumen de otra forma en el recuerdo de uno de los pro-
tagonistas del convulsionado y dra-
tico exilio: refugio y persecución.
No pensaba irme de la Argentina, pero
cuando empecé a sentirme cómoda
vino la debacle y entonces me fui. Me
acuerdo que cayó una gente y después
aparecieron Willy y Rosario muertos.
Y dije: acá se terminó todo.
32
Para los más, se trató de un dilema
ante un nuevo golpe de Estado: en-
frentar la represión –que se percibía
como lo que se comprobó no mucho después, el operar
coordinado de los servicios de inteligencia– o huir nue-
vamente. Otros retos y otras culpas nuevamente invadían
a los exiliados en Buenos Aires.
(…) cuando vimos que la situación se complicaba, algu-
nos, que estábamos más metidos en la lucha contra la dic-
tadura, éramos los más chados, los más conocidos, empe-
zamos a decir, bueno no, nos tenemos que ir de Argentina,
y ase produjo un nuevo exilio para nosotros, porque cla-
ro, salir de Argentina también nos fue doloroso, porque te-
níamos, un trabajo, un modo de vida (…) cuando hacemos
la opción de irnos de Argentina, fue también una opción
traumática, aparte de que los que bueno, los que no tenía-
mos recursos, ni el partido te podía proporcionar, ninguna
renta, o sueldo, eh, volver a otro país, volver a rehacer todo
era una cosa realmente complicada...
33
.
Nosotros teníamos nuestra seguridad, nuestros criterios
de seguridad, pero a la luz de lo que pasó, eran comple-
Para loss, se trató de un
dilema ante un nuevo golpe de
Estado: enfrentar la represión
–que se percibía como lo que se
comprobó no mucho después, el
operar coordinado de los servicios
de inteligencia– o huir
nuevamente.
45
Revista de Historia OralRevista de Historia Oral
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tamente previsible y hasta rutinario, no pensamos que
pudiera pasar una cosa a, y en Argentina fue una
redada tremenda en el año 76, empezó en junio o en
mayo, a principios de junio con la detención de Gerar-
do Gatti [militante de la FAU-ROE], a finales de julio
con la detención de... Enrique Rodríguez Larreta, y el
13 de julio ya detuvieron a veinte, veinticuatro, veinti-
cinco personas en la misma noche ... varios compañe-
ros, León Duarte, muchos compañeros que estaban en
actividad, y sobrevivieron, de ese grupo sobrevivieron
muchos, salvando a Gerardo Gatti, a León Duarte, los
des sobrevivieron de un grupo de veintipico pero no
pararon a, y en septiembre hubo otra redada, que
al final son como setenta, no lo sé bien, pero una bar-
baridad enorme de desaparecidos comperos directos
de militancia con lo que podrás imaginar lo que fue
aquello. Entonces fue plantearse salir de ahí, de aque-
lla ratonera...
34
Este alejamiento masivo y obligado
de los exiliados por la consolidación
de dictaduras en la región sureña no
impidió, por un lado, mantener allí
estructuras clandestinas para arti-
cular los contactos con las respecti-
vas organizaciones en el interior del
país, pese a las condiciones de riesgo
extremo y, por el otro, preservarlas
con el objetivo del reingreso con miras a reforzar la resis-
tencia dentro del país.
Para quienes vivieron la cotidianidad del destierro
en los países limítrofes o próximos y emprendieron la
búsqueda de otra tierra de exilio, fue recurrente la apela-
ción al refugio que el Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados (ACNUR) concedió cuando
las circunstancias lo requirieron. A diferencia de Chile,
en donde el asilo diplomático brindado por numerosas
embajadas así como la gestión del ACNUR fueron esen-
ciales para proteger la libertad y la vida de miles de chi-
lenos y latinoamericanos, entre los que se encontraban
varios cientos de uruguayos del destierro, en la Argenti-
na el trabajo principal para protección y reasentamiento
estuvo a cargo del ACNUR. Para ello, ACNUR se bene-
ció del apoyo que otorgó el Comité Intergubernamental
para las Migraciones Europeas (CIME).
35
Poseer documentos legales facilitaba los trámites
que el ACNUR pudiera realizar. Ello no fue siempre con-
dición para solicitar refugio. Se dieron situaciones en las
que aún habiendo obtenido documentación, se evitaba el
amparo que el organismo brindaba. Así se recuerda:
No éramos solamente nosotros. Tampoco lo hacían los
bolivianos ni los chilenos. No había refugiados políticos.
Tenías que pedirlo... Era desmerecer tu calidad de revolu-
cionario. La desconanza a los organismos internaciona-
les era importante, creo que ahí incidían nuestros orígenes
anarquistas. Había muchos recursos a los que apelar pero
nos parecía que no debíamos hacerlo.
36
Recapitulando
Estas narrativas testimoniales evidencian subje-
tividades coincidentes en cuanto a Buenos Aires como
espacio de refugio y (re) creación de estructuras de las
organizaciones políticas y armadas. Permiten, asimismo,
una lectura de las representaciones individual y colecti-
va en cuanto a las permanencias transitorias en aquella
ciudad de cotidianidades distintas dentro del manto cul-
tural común de ambas sociedades, en las que se dio un
estiramiento del compromiso militante.
Al rememorar aquellas experiencias,
no se advierte que los protagonistas
tuviesen entonces una percepción de
ellos como exiliados, por sobre todo
se conciben inmersos en circunstan-
cias militantes.
Esto último admitiría entender
un corte entre lo que se vive en la in-
mediatez de la huida –provocada por
la decisión estratégica de la organiza-
ción o como escape apresurado para proteger la liber-
tad– junto con el reasentamiento en el refugio vecino y
el momento en que se desata la represión sistemática en
la Argentina, alcanzando por igual a todos los sudame-
ricanos que allí se protegían y resistían. Desde entonces,
el exilio fue una condición incorporada, ya sea por una
nueva huida, ya sea por un desdibujamiento de la vida
cotidiana en la propia capital porteña o en otros lugares
del territorio argentino.
No está en la representación que estas voces dejan
una cierta valoración de aquel trasiego y de los que vi-
nieron luego como resultados de una derrota. Más allá de
que se reproducen apenas fragmentos, no hacen posible
avizorar esa sensación en los primeros tiempos.
Habría que preguntarse si el el y exitoso cumpli-
miento de la Doctrina de Seguridad Nacional apoyado
en el accionar de Cóndor no hizo posible solo la extirpa-
ción del cuerpo enfermo” mediante ejecuciones, desapa-
riciones, cárcel y tortura sistemáticas sino que también
logró la dispersión y el alejamiento del conjunto militan-
te y peligroso –subversivo para su visión– de las áreas de
competencia de las dictaduras establecidas.
Estas narrativas testimoniales
evidencian subjetividades coinci-
dentes en cuanto a Buenos Aires
como espacio de refugio y (re)
creación de estructuras de las or-
ganizaciones políticas y armadas.
Voces Recobradas
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Voces Recobradas
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Y ello dicho al valorar que un importante volumen
de militantes y estructuras organizativas s fuertes se
fueron distanciando de la cotidianidad del terror, del
miedo, del peligro ya no solo focalizado en Uruguay,
sino también instalado en los países cercanos. Decir
que un importante volumen se fue distanciando es afir-
mar al mismo tiempo que quedaron muchos desterra-
dos inmersos en la Argentina y Buenos Aires, algunos
diluyendo su identidad, camuflando las razones de su
destierro, entre ellos, quienes estaban dedicados de lle-
no al trabajo militante mientras otros se alejaban de la
política.
En todo caso, dentro del área conosureña o en
América Latina más en general, el exilio uruguayo
muestra un mosaico de situaciones antes y después de
la arremetida feroz del Cóndor. Su conocimiento tanto
individual como colectivo sigue siendo campo rtil de
trabajo y reto para quienes desde distintas disciplinas y
pasiones se dejen acompar de la historia oral como
campo de conocimiento y como ofertante de una meto-
dología. Esta permite obtener esas narraciones testimo-
niales que pueden, en su socialización, despertar mu-
chas s. La experiencia porta del exilio uruguayo
así lo requiere.
Notas
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
* Historiadora uruguaya residente en México, DF. Doctora en Estudios
Latinoamericanos, profesora investigadora titular en el Instituto Mora,
México, DF. Investigadora Nacional y Miembro Regular de la Academia
Mexicana de Ciencias. Coordinadora de proyectos regionales sobre
historia del comportamiento político latinoamericano. Autora de
numerosos textos sobre los temas de su especialidad. Correo electrónico:
sdutrenit@mora.edu.mx
1
La autora agradece especialmente a Ana Buriano, Araceli Leal y Enrique
Coraza, y a Diego Sempol por su generosa y diversa colaboración para
este texto. Asimismo da cuenta de que este trabajo fue presentado
en una primera versión en el IX Encuentro Nacional y III Congreso
Internacional de Historia Oral de la República Argentina, “Los usos
de la memoria y la historia oral, Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
octubre de 2009.
2
Marcado por esta efervescencia, dista mucho nuestro tiempo de aquel
de las primeras décadas del siglo XX, cuando el sociólogo francés
Maurice Halbwachs, víctima de la represión nazi, acuñó la categoría de
memoria colectiva. Se aparta también, resultando lejano, del momento
de la publicación póstuma de su estudio en 1950, La memoria colectiva.
3
Véase Franco y Levín, 2007.
4
Desde hace unos pocos años procesado y con prisión domiciliaria.
5
Cuatro trabajos contribuyen desde distintos enfoques, y de manera
particular, al conocimiento de esa experiencia exiliar. Se trata de los
textos de Graciela Sáez (2005), de Cristina Porta y Diego Sempol (2006),
de Vania Markarian (2005) y de Enrique Coraza de los Santos (2007).
6
Quien pone énfasis en que la relevancia puede residir no en su adherencia
al hecho, sino más bien en su alejamiento del hecho mismo al promover
la imaginación, los simbolismos y el deseo. Es más, el historiador italiano
arma que subjetividad es asunto de la historia tanto como lo son los
hechos más visibles. Confróntese Portelli, 1991, pp. 41 y ss.
7
Consúltense para las condiciones de la violencia política y la coordinación
represiva los textos de Blixen (1998) y Dinges (2005) y para conocer la
información estadística de la migración CELADE-CEPAL (2001).
8
La emigración a la Argentina se dio por razones políticas de igual forma
que económicas; la cercanía geográca y cultural ha sido históricamente
un atractivo para quienes se ven obligados a salir del país, y en especial lo
fue entre 1964 y 1981 –aproximadamente el 14 por ciento de la población
abandonó el Uruguay y prácticamente el 65 por ciento de los que se
fueron eligió irse a la Argentina–. Véase Aguiar (1982). Otros estudios
reeren que, hacia 1970, más de 60 mil uruguayos residían en el país
vecino. Wonsewer (1983, p. 102).
9
HC, fallecido, profesor, dirigente político, exiliado y preso en la
Argentina, cuando fue liberado se trasladó a Francia, Montevideo, 31 de
julio de 2003, entrevistado por Diego Sempol.
10
Ibídem.
11
El libro (Dutrénit, coord., 2006) ubica, recrea y analiza detenidamente
esas circunstancias históricas.
12
Informante anónimo, más de 60 años, periodista, exiliado, México, DF,
15 de julio de 2006.
13
DF, más de 50 años, periodista, militante, residió en Buenos Aires,
Montevideo, 1º de octubre de 2006.
47
Revista de Historia OralRevista de Historia Oral
47
14
JD, más de 80 años, dirigente político, exiliado en España, Montevideo,
agosto de 2001, entrevistado por Enrique Coraza de los Santos.
15
GRG, más de 60 años, profesional, funcionario internacional, exiliado
en distintos países de AL, Montevideo, 7 de enero de 2003, entrevistado
por Álvaro Coronel.
16
Véase Markarian, 2005.
17
Cores, 2002, pp. 145-146.
18
Véanse ibíd.; Aldrighi, 2001.
19
S, más de 50 años, exiliada en la Argentina y Holanda, Montevideo,
20 de diciembre de 2005, entrevistada por Diego Sempol.
20
Entrevista DF.
21
Un listado aún incompleto se encuentra en Presidencia de la República,
2007.
22
MAT, más de 50 años, profesional, exiliada en la Argentina y México,
México, DF, 10 de julio de 2006.
23
Entrevista S.
24
Reere a los secuestros y ejecuciones de abril de 1976 y a la detención de
un grupo que intentaba ingresar material propagandístico por Colonia-
Uruguay.
25
RP, más de 60 años, dirigente político, exiliado en la Argentina, Perú
y Suecia, Montevideo, 16 de octubre de 2003, entrevistado por Diego
Sempol.
26
AC, más de 70 años, exiliado en la Argentina y España, Montevideo,
13 de agosto de 2003, entrevistado por Diego Sempol.
27
Entrevista JD.
28
Ibíd.
29
JG, más de 50 años, exiliado en la Argentina y España, Madrid, junio de
2007, entrevistado por Enrique Coraza de los Santos.
30
MR, más de 50 os, exiliado en la Argentina y España, Madrid, enero
de 2005, entrevistado por Enrique Coraza de los Santos.
31
AS, más de 50 años, secuestrado en Buenos Aires, trasladado a
Montevideo y preso, exiliado en Suecia, Montevideo, 6 de diciembre de
2005, entrevistado por Magdalena Broquetas.
32
Entrevista S.
33
EL, más de 70 años, dirigente de Organización de Mujeres del Exilio
en Barcelona, Montevideo, octubre de 2001, entrevistada por Enrique
Coraza de los Santos.
34
Entrevista MR.
35
Véanse Fernández Huidobro y Jorge (1993), Buriano, Dutrénit y
Rodríguez de Ita (2000) y Dutrénit (2003, 2006).
36
Entrevista RP.
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