image/svg+xmlEDITORIALCuando asumí la responsabilidad de la Dirección Nacional de Patrimonio, Museos y Artes de la Nación publiqué el primer libro sobre patri-monio de los argentinos: La memoria como patrimonio. Ya hacía largo tiempo que la relación entre memoria y patrimonio era parte de mis preocupaciones, y lo sigue siendo hoy.La historia oral es una herramienta que permite conocer qué cosas consideran de valor patrimonial las personas, y ese conocimiento debería servir de base a las políticas públicas. También –y sin restar importancia a la investi-gación sustentada en fuentes tradicionales– la oralidad otorga nuevos sentidos y revitaliza los elementos patrimo-niales consagrados.Dan cuenta de esta creciente interrelación entre historia, oralidad y patrimonio, experiencias como “Patrimonio e historia oral en Bell Ville”, cuya reseña fue publicada en el número anterior, o la actividad realizada en Arrecifes el 30 de octubre pasado que resumimos en esta edición.Como en otras oportunidades, este número está dedica-do a voces marginadas que revisan, enriquecen o cuestio-nan la historia. Tratan temas tales como el exilio, en los testimonios de republicanos españoles y de uruguayos, el mundo del trabajo, a través de la militancia sindical de los años setenta en la Argentina y la situación de los actuales marroquíes en España, y sobre las mujeres, encarnadas en inmigrantes de principios de siglo en la frontera fueguina.Memoria o memorias que se contradicen o se cruzan, teo-rías y fundamentos, usos de las memorias, su activación y desactivación, son todas problemáticas que sirven de marco y constituyen el contenido de los trabajos que se presentan en esta Voces Recobradas.Las propuestas que estos trabajos ofrecen no son lineales y refuerzan la idea de que historia, memoria y patrimonio son construcciones generacionales y políticas que mantie-nen múltiples y complejos vínculos entre sí.L.B.