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Voces Recobradas
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l contexto histórico de las décadas del 60 y del 70
se caracterizó por un fuerte cuestionamiento al
sistema social reinante en el orden nacional e in-
ternacional. La aparición de proyectos alternativos
que bregaban por un cambio en el sistema político y social
por medio de la vía insurreccional comenzó a ser consi-
derado normal en la Argentina a partir de 1960. Simultá-
neamente, las mujeres atravesaron en esta época una doble
transgresión. Desde lo social, un control de la reproduc-
ción, que con la aparición de nuevos métodos anticoncep-
tivos revolucionó las costumbres, “las formas de organizar
la vida cotidiana y las relaciones familiares además de las
expectativas personales y la moral sexual.”
1
En el plano po-
lítico, las mujeres irrumpieron en este ámbito como nunca
antes lo había hecho, desde la militancia en barrios, igle-
sias, sindicatos, universidades y frentes armados.
La presente elaboración tratará sobre las caracterís-
ticas de esta nueva militancia femenina en los años 70,
“Sueños de
revolución
(in)completos…”
La militancia femenina
de los años 70 en el PRT-ERP.
Una visión desde el género
y la historia oral
Paola Martínez
Secretaría de Ciencia y
Tecnología, Universidad
Nacional de Rosario
focalizándose en el PRT-ERP (Partido Revolucionario de
los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo) en la
provincia de Buenos Aires, de 1966 a 1976.
Se partió de la
premisa de que en un contexto de creciente radicalización
de la violencia política en los años 70, cuando muchos jó-
venes ingresaron a la guerrilla, muchos de ellos eran mu-
jeres que se integraron como militantes revolucionarias.
La vida cotidiana de las mujeres, su participación en la or-
ganización político-militar y sus posibilidades de ascenso
dentro de la misma, estuvieron limitadas por la persisten-
cia de prácticas tradicionales de género en la relación entre
varones y mujeres.
Se indagó sobre las particularidades de esta militan-
cia, la importancia de la construcción de una nueva moral
revolucionaria previa a la toma del poder, la entrega a una
causa política y las diferentes elecciones que se les podían
plantear a las mujeres con relación a sus compañeros va-
rones. Estas diferencias genéricas existían en la práctica
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Revista de Historia Oral
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política de la organización, a pesar de que en lo teórico se
bregaba por una mayor igualdad en las relaciones genéri-
cas. A su vez, se analizó la raíz de dichas diferencias, para
lo cual se buscaron antecedentes en las prácticas políticas
de los primeros intentos revolucionarios de la década del
60. Desde este punto de vista, se indagó si la fuerte im-
pronta guevarista que tenía el PRT-ERP –la cual impulsó
a muchas mujeres a ingresar a esta organización– fue una
de las causas de dichas diferencias genéricas que marcó la
militancia y las prácticas políticas de mujeres y varones.
En consecuencia, resulta relevante a los fnes del presente
trabajo, ahondar sobre las estrategias de las militantes para
sortear estas diferencias genéricas que frenaban su desa-
rrollo político.
Para realizar el presente artículo se recurrió a docu-
mentos del partido, tales como
Moral y Proletarización
2
periódicos del PRT y testimonios de militantes de la or-
ganización en cuestión. A su vez, la historia oral consti-
tuyó una herramienta fundamental para
analizar los aspectos anteriormente
enunciados, mostrándonos cuestio-
nes relacionadas con la socialización
y la cotidianeidad en estas prácticas
revolucionarias. Conjuntamente el
cruce con una categoría genérica
permitió abrir nuevas problemáticas,
además de visibilizar nuevos actores.
El género como categoría
de análisis
El análisis de los proyectos revolucionarios de los años 70
en la Argentina desde una perspectiva de género no solo
permite rescatar a las mujeres como actores sociales sino
estudiar a partir de la relación entre los sexos un aspecto
de dichas relaciones.
3
De esta manera, podemos enten-
der el lugar que se les había asignado a varones y mujeres
dentro de la construcción de un determinado orden so-
cial. Esto, a su vez, contribuye a comprender la naturaleza
misma de la construcción del poder
4
en tanto que la ló-
gica del género es un refejo de la “lógica del poder, de la
dominación”.
5
De ahí que según Joan Scott “el género es
una manera primaria de signifcar las relaciones de poder”.
A partir de esta afrmación, Scott argumenta en su análisis
que el género es un campo en el cual se articula el poder,
ya que a partir del género se conforma toda una serie de
representaciones simbólicas que estructuran la organiza-
ción social y establecen una determinada distribución del
poder entre los géneros. Al respecto podemos decir que el
género está involucrado en la misma construcción del po-
der. Por ende, el género se transformó en un vehículo para
entender la organización sociopolítica revolucionaria y su
construcción, y permitió ver “cómo la política construye el
género y esté construye la política”.
6
Por lo tanto, el empleo del género como categoría
analítica permite descubrir y analizar la lógica de poder
revolucionario y si dichos proyectos representaban un ver-
dadero cambio radical que cuestionara las confguracio-
nes simbólicas basadas en la oposición binaria (hombre/
mujer). Esta mirada permite entender cómo se constituía
en aquel momento el poder en la práctica revolucionaria,
las percepciones que tuvieron varones y mujeres de sí mis-
mos y del otro sexo, y las limitaciones que pudieron ejercer
esas representaciones en los logros de una transformación
radical de la sociedad propuesta por la política revolucio-
naria en los años 70.
El análisis del origen de la lógica del poder y la domi-
nación nos traslada a otra cuestión como es la dicotomía
entro lo privado y lo público, la cual ocupa un papel cen-
tral en la teoría y lucha política feminis-
tas.
7
Dicha corriente teórica sostiene
la existencia de dos esferas: una do-
méstica o privada donde predomina
la mujer y la otra pública o política
donde se imponen las características
masculinas. El argumento central de
las críticas feministas es que detrás de
la doctrina de “separados pero igua-
les”, se constituye una estructura so-
cial caracterizada por la desigualdad y
la dominación sobre las mujeres por par-
te de los hombres. Proponemos transformar la discusión
–dentro del ámbito del feminismo– sobre la dicotomía en-
tre lo público y lo privado, en una herramienta de análisis
que permitiera comprobar si en la experiencia revolucio-
naria dentro del PRT-ERP se presentaron divisiones ge-
néricas que imposibilitaron el crecimiento de las mujeres
dentro de la organización. Y a su vez, intentamos ver si la
militancia se limitaba a un ámbito público o si invadía to-
dos los aspectos de la vida de modo que fuera difícil trazar
una diferencia entre lo público y lo personal.
Una nueva moral
Para el PRT-ERP la verdadera revolución residía en cam-
biar las costumbres, los gustos, “desintegrar la personalidad
individualista y volverla a integrar, hacerla de nuevo sobre
ejes proletarios.”
8
La aparición de una nueva moral revo-
lucionaria –producto de la superación de la moral
burguesa–
9
era vista como prioritaria y necesaria, y que
incluso debía ser previa a la conquista del poder político.
Oberti –en su análisis del documento
Moral y Proletariza-
El análisis del origen de la
lógica del poder y la dominación
nos traslada a otra cuestión como
es la dicotomía entro lo privado y
lo público, la cual ocupa un papel
central en la teoría y lucha política
feministas.
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ción
– sostiene que dicha fuente refeja que el individua-
lismo burgués se había arraigado en el pueblo, y de ahí
que, no solamente debía combatirse al aparato represivo
del Estado sino, que a su vez, la batalla debía ser librada
contra la conducta moral burguesa naturalizada en cada
sujeto. Ella especifca que el documento refeja tres tipos
de batallas que debían librarse. Una, contra el aparato
represivo del Estado. Otra sería ganar al pueblo para su
programa e ideas. Por último, se difundiría una nueva
moral revolucionaria antiindividualista.
10
Este individua-
lismo sería superado “por medio de una práctica social de
obrero,”
11
de ahí la importancia de la proletarización
12
en
los sectores medios e integrar obreros a las flas de la or-
ganización. Incluso la cuestión de la extracción de clases
para el PRT-ERP sería de tanta importancia que para 1974
implementará un Frente de Mujeres, con la fnalidad de
integrar obreras a sus flas, al reconocerse por parte de la
dirección del partido que en su gran mayoría las mujeres
de la organización procedían de la clase media.
13
Por lo tanto, los proletarios eran vistos como el sector
que daría origen a una tendencia iguali-
taria que superaría el individualismo
burgués, debido a esta contradicción
que vivían entre el carácter social del
trabajo y la propiedad privada de las
mercancías. Las nuevas virtudes que
darían origen al “hombre nuevo” se-
rían: humildad, sencillez, paciencia,
espíritu de sacrifcio, amplitud de crite-
rios, decisión, tenacidad, deseos de aprender, generosidad
y amor al prójimo.
14
Sin embargo, esta caracterización ro-
mántica de la clase obrera estaba más ligada a una imagen
genérica masculina más que femenina. Esto nos llevaría a
pensar si a las activistas mujeres les fue posible ejercer una
militancia tan comprometida como la de sus compañeros
varones, sin entrar en contradicción con los mandatos
socialmente establecidos de madres y esposas, y a su vez,
tener que hacer un mayor sacrifcio por el hecho de ser
mujeres.
El siguiente testimonio de Marisa –quien militó des-
de 1965 en el PRT y cuyo marido fue uno de los funda-
dores de la organización– manifesta lo complicado que
era para una mujer militar en una organización armada,
debido a que implicaba un gran sacrifcio. Esto se debía a
que las mujeres militantes continuaban desarrollando de
manera paralela sus actividades laborales y domésticas,
además de sus actividades políticas. Marisa cuenta su vida
de casada con su marido –que trabajaba en una fábrica ya
que se había proletarizado– y cómo ella debía realizar una
doble o triple jornada laboral:
Cuando te cuento mis estudios, y que era buena alum-
na, es para que entiendas que yo continuaba con mis voca-
ciones aparte de la política (…) por lo cual yo seguía estu-
diando y ejerciendo de maestra porque a partir de los 18
años no quería depender de nadie [padres].
Con mi mari-
do la vida de casada, cotidiana, fue un descubrimiento
funesto, tenía que cocinar, planchar, lavar, limpiar con
una exigencia que no tenía lógica de militante.
El Hombre
Nuevo era cerrando la puerta para afuera y te digo que yo
no entendía lo que estaba pasando, el seguía trabajando en
Sudamtex y
yo tratando que la raya del pantalón me que-
de derecha, la camisa almidonada e impecable, la tarta
de acelga deliciosa, el traje de Sudamtex sin pelotitas que
se pegaban en las máquinas,
etc... sino me cagaba a pedos,
pero sin chiste.
Yo sabía hacer todo, pero no a este nivel de
perfección y exigencia.
Como lo dice muy bien una compa-
ñera “había que ser la mejor”.
15
Por lo tanto, testimonio muestra que las mujeres para
llegar a ese ideal de Hombre Nuevo que proponía la organi-
zación, debieron hacer un sacrifcio con
relación a sus compañeros varones.
Sin embargo, a partir de este testimo-
nio también se puede interpretar que
eran mujeres muy independientes, re-
presentantes de estos nuevos modelos
genéricos atravesados por los cambios
que se vivían en esa época.
Las influencias del guevarismo
La fuerte impronta guevarista del PRT-ERP tenía inci-
dencia en esta construcción de una nueva moral y en este
nuevo estilo de hacer política. Ernesto Guevara era visto
como el máximo referente de la moral proletaria, incluso
muchas militantes sostuvieron en sus testimonios que una
de las causales en su ingreso a la militancia había sido la
fuerte incidencia de este mítico personaje:
P: ¿Reconocen referentes que las marcaron antes de su ingre-
so a la militancia?
R:
Como primera cosa a mí se me aparece la fgura del
Che
, no solo una novela que se hizo sobre el Che, era una de
las primeras que se hizo, como primera cosa; y después como
que… inclinándome por el marxismo pero desde el estudio
empecé a tener infuencia en la escuela…
16
P: ¿Qué cosas te deslumbraban del PRT?
R: Por ejemplo, los hechos de propaganda armada en los ba-
rrios eran cosas que calaban mucho en la gente(…)
El tema
del guevarismo, yo más que marxista era guevarista, o
(...) la cuestión de la extrac-
ción de clases para el PRT-ERP se-
ría de tanta importancia que para
1974 implementará un Frente de
Mujeres (...)
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Revista de Historia Oral
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sea, del rescate muy fuerte de la fgura del Che
, el tema
de Vietnam (…) El día que mataron al Che mi casa estaba
inundada, teníamos un metro de agua y todos llorábamos
por la muerte del Che, estábamos bajo el agua, yo tenía 10
años, es como que estábamos en la miseria porque habíamos
perdido casi todo, pero era un dolor terrible por la muerte
del Che. Más allá que estábamos dolidos porque estábamos en
una terraza pero era una cosa muy fuerte todo eso.
17
Ambos testimonios muestran la fuerte infuencia
que tuvo sobre esta generación la fgura de Ernesto Gue-
vara, pero en el segundo testimonio vemos como Karina
–proveniente de una familia proletaria de la zona sur de
la provincia de Buenos Aires, quien militaría en el PRT
en el frente de propaganda con lugar de inserción en una
universidad– rescata la fuerte impronta guevarista de la
organización como una de las principales causales de su
ingreso a la misma. Incluso ella se defnió como guevarista
más que marxista. También, de la lec-
tura de ambos testimonios, se puede
observar que las mujeres recibieron a
muy temprana edad la infuencia de
estas nuevas ideas. Estas infuencias
de índole político fueron adoptadas
en los ámbitos privados (familiares
en el caso del segundo testimonio) o
ámbitos culturales (en el caso del pri-
mer testimonio).
18
La principal infuencia que
ejerció el guevarismo sobre la orga-
nización “fue en la construcción del
factor humano de la revolución”, es decir,
un nuevo modelo de conducta y de ser revolucionario, “el
guerrillero heroico, corporizado en la práctica del hombre
nuevo”.
19
Si la fgura y el ideario de Ernesto Guevara tuvie-
ron tanta infuencia en la elección de muchos militantes
por el PRT-ERP, entonces es útil analizar la visión que él
proponía de la mujer revolucionaria con la fnalidad de
analizar el rol que se le adjudicaba a las mujeres en los pro-
yectos revolucionarios y ver si existió una evolución entre
estos primeros intentos revolucionarios de la década del
60 en relación con los de la década del 70.
La visión de Ernesto Guevara sobre la participación
femenina en los primeros intentos revolucionarios era,
en parte, negativa. Para él, las mujeres constituían un fac-
tor de dispersión y peligrosidad para la guerrilla. Había
dos razones por las cuales debía evitarse la presencia de
las mujeres en las flas guerrilleras. En primer lugar, las
mujeres despertaban debilidad entre los hombres jóvenes
que se encontraban alejados de sus medios habituales de
vida y dado que esto era conocido por los dictadores, po-
día ser utilizado como una ventaja para tratar de infltrar
a sus espías. Por otra parte, la vida del guerrillero se debía
caracterizar por un ascetismo completo, esto implicaba la
anulación de la vida sexual del grupo, de allí el hecho de
que se prohibiese incorporar mujeres.
20
Se puede decir entonces que “el placer, el goce y el
deseo” eran vistos como la antítesis de las cualidades que
debía tener un verdadero revolucionario (el sacrifcio, el
voluntarismo, la entrega absoluta por la causa y cierto
dogmatismo),
21
donde “la justicia, la libertad y la verdad”
22
ocupaban un lugar primordial. El ideario guevarista tam-
bién retrataba a las mujeres como débiles. De hecho pa-
reciera que la única función serían aquellas puramente
femeninas como coser uniformes o preparar la comida.
23
Sin embargo, se les daría un rol más activo en las zonas
liberadas por la guerrilla donde se encargarían de la alfa-
betización, del desarrollo cultural y de tareas sanitarias,
24
aunque se puede ver que todas estas
tareas estaban siempre vinculadas con
funciones derivadas de la maternidad,
tales como la docencia, el cuidado de
niños y ancianos, sin que esto signif-
case la adopción de un rol protagónico
en el frente de lucha o bien en la toma
de decisiones. Por lo tanto, se puede
observar que en la militancia de la dé-
cada del 60 existía una división sexual
de las funciones que se sostenía en
una estructura social tradicional,
aunque se bregaba por un cambio en
el orden político, social y económico, pero
sin cuestionarse los roles genéricos establecidos.
Las mujeres en el PRT-ERP
A pesar del perfl guevarista del PRT-ERP, podría decirse
que la organización tuvo una visión diferente con respecto
a la integración femenina en la militancia. Lo evidencia
la cantidad de mujeres en sus flas, esta fue mucho mayor
que en aquellos primeros intentos guerrilleros. Se habla
de que un 30% o un 40%
25
de los militantes del PRT-ERP
eran mujeres.
26
Pero lo más importante, tal vez sea, que
son las propias entrevistadas las que reconocieron que la
organización tenía una mentalidad
de avanzada
en cuanto
al tema de las relaciones genéricas, en comparación con
el resto de la sociedad. Alejandra recordó que a uno de
sus compañeros lo hacían limpiar el baño y que a él le
desagradaba tanto la tarea que lo hacía vomitando, pero
igualmente cumplía porque debían compartirse las tareas
hogareñas. Mabel, quien militó en Santiago del Estero,
(...) se puede observar que en
la militancia de la década del 60
existía una división sexual de las
funciones que se sostenía en una
estructura social tradicional, aun-
que se bregaba por un cambio en
el orden político, social y económi-
co, pero sin cuestionarse los roles
genéricos establecidos.
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Voces Recobradas
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hizo referencia a que ella comenzó a militar en el PRT-ERP
porque sentía que planteaba otra manera de ver a las mu-
jeres:
con todas las problemáticas femeninas y teniendo en
cuenta sus particularidades de género
.
27
Ambas explicaron
en su testimonio por qué la organización estaba
un paso
adelante
en cuanto a la igualdad entre varones y mujeres
con respecto al resto de la sociedad:
Alejandra:
Además vos capaz estabas desarmando a
un cana y tenías a dos compañeros bajo tus órdenes y esta-
bas desarmando un cana, en relación con la situación de las
minas en el resto de la sociedad estábamos… muy de avan-
zada para la época, vos te sentías igual que al varón.
28
Mabel:
O vos le enseñabas a un compañero que recién in-
gresaba como se desarmaba un arma, lo iniciabas. Eso era una
cosa que para la época era…
[de avanzada], s
i vos lo comparás
con el resto de la sociedad…
29
Sin embargo, este avance no fue
sufciente para lograr una total igual-
dad, pues algunas reconocieron que
de hecho sí se les presentaban deter-
minadas difcultades o elecciones a
las mujeres para poder militar; como
por ejemplo abandonar la casa de sus
padres. Muchas de las entrevistadas
plantearon el tema de la juventud y la
corta edad que tenían en el momento
que comenzaban a militar y se iban
de sus hogares paternos. Mónica contó
la historia de su hermana menor quien tenía una entrega
absoluta por la militancia y cómo ella le decía que no debía
dejar actividades de lado, como bailar, estudiar y hacer co-
sas relacionadas con la juventud, que la militancia no era
todo:
Mi hermana empieza a militar a los 14 y desapareció
a los 18.
30
La cuestión de la seguridad se entrelazaba con esta te-
mática. La clandestinidad que se veían obligadas a adoptar,
por la intensa persecución política de la que eran víctimas,
las llevaba a perder el contacto con la familia por temor a
que ellos sufrieran algún tipo de represalia por parte de las
fuerzas de seguridad contrarias al proceso revolucionario.
Natalia recordó lo que el padre de un compañero le había
dicho a éste cuando había caído preso:
sabés una cosa, es-
toy contento, porque por lo menos ahora te veo.
Ella misma
manifestó que en su militancia se vio obligada abandonar
a sus padres, porque no coincidían con sus ideas:
Los obs-
táculos, que también se le presentaban a los hombres, eran
que nosotros éramos jóvenes y bueno… La familia (hablo
de familia paterna) si estaba de acuerdo con nosotros, OK;
pero si no estaba de acuerdo con nosotros rompíamos los
lazos. Los viejos no sabían ni dónde estábamos, cómo está-
bamos.
31
Este distanciamiento de la familia podía producirse
en el caso de los varones sin generar demasiada contra-
dicción. Sin embargo, se entiende que para las mujeres la
situación debe haber sido mucho más confictiva, debido
a que estaban más ligadas al núcleo familiar, y que solo
se separaban cuando formaban su propio hogar. Este dis-
tanciamiento signifcaba una postura que rompía absolu-
tamente con los moldes tradicionales y era una importante
decisión a tomar. Incluso muchas de ellas hablaron acerca
de lo difícil que les resultó –desde la clandestinidad– vivir
sin el contacto con sus familiares, la necesidad que sen-
tían de tomar contacto con los círculos íntimos y cómo
vivían la desesperación de sus padres por saber dónde se
encontraban ellas. Esta situación las lle-
vó muchas veces a romper con nor-
mas de seguridad y realizar llamadas
telefónicas a sus padres o encontrarse
con ellos en algún lugar público para
darles tranquilidad.
También para las mujeres la mi-
litancia infuía en la decisión de se-
guir o no con el compañero que no
militara. Mónica contó cómo al in-
gresar al PRT-ERP se le planteó esa
disyuntiva:
Yo dejé una pareja por entrar al
PRT (…) pero era una pareja importante. (…) Él tenía ideas
socialistas y todo lo demás, pero en la práctica
[era]
muy po-
larizante. Muy decantadora era la práctica; no era “no im-
porta yo voy a tirar unos volantes, total”. Así fueras a tirar
unos volantes estabas ligado a una organización clandestina
a nivel nacional, enemigos número uno de
[el gobierno]
…
por lo tanto, era muy complejo mantenerlo. (…) Él no acor-
daba con el tema de la lucha armada, menos que menos
que estuviese yo con ellos. Sí
[acordaba]
con todas las ideas
transformadoras
[pero]
bueno, así
[fue]
que se cayó.
32
De esta manera Mónica manifestó cómo a una mujer
se le podían presentar aquel tipo de elecciones personales.
Sin embargo, entendemos que el militante varón no solía
tener este tipo de difcultades, es decir, incluso si su mujer
no era de la organización y solo acompañaba a su pareja
no se le generaban cuestionamientos tan profundos como
para abandonar su actividad política. Esto remitiría a una
diferencia genérica, el varón se volcaba a la militancia y
La clandestinidad que se veían
obligadas a adoptar, por la intensa
persecución política de la que eran
víctimas, las llevaba a perder el
contacto con la familia por temor
a que ellos sufrieran algún tipo de
represalia por parte de las fuerzas
de seguridad contrarias al proceso
revolucionario.
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Revista de Historia Oral
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poco participaba de las tareas domésticas, de hecho en
el ámbito obrero era bien visto si la mujer no se compro-
metía y se dedicaba al cuidado de los hijos. En cambio, la
falta de apoyo del compañero o el núcleo familiar en la
actividad militante de las mujeres les imposibilitaba seguir
creciendo en el ámbito político, puesto que necesitaban de
su ayuda para poder realizar las tareas del ámbito privado
y así contar con tiempo para insertarse en actividades pro-
pias de la esfera pública.
A su vez, el testimonio de Mónica muestra que la
militancia era una práctica
muy polarizante, comprome-
tida,
lo cual requería un total compromiso con la orga-
nización. De esta manera, se puede ver que en la consti-
tución de la pareja, lo ideológico jugaba un papel fuerte.
El testimonio de Marta, simpatizante de la organización,
quien estuvo en pareja con un militante del ERP confr-
ma esta visión:
Uno se casaba con el proyecto, vos no te casabas con un tipo,
te casabas con el proyecto, cuando te junta-
bas con alguien y más allá que tuvieras
diferencias de táctica y estrategia era un
proyecto, era un mundo diferente
.
33
El testimonio de Marta mani-
festa que las nuevas formas de mili-
tar en política revolucionaria le die-
ron trascendencia a la vida privada de
una forma nunca antes vista. Todas las
entrevistadas mencionaron la importancia que tenía el he-
cho de que el compañero o compañera estuviera a su lado
en la actividad militante. Ellas sostuvieron que el eje de la
pareja era la actividad revolucionaria y hablaron de la sen-
sación de plenitud que les producía compartir la práctica
militante con un compañero.
También se les planteaba a las mujeres la contradic-
ción entre la práctica militante y el hecho de si debían o
no continuar estudiando en la universidad. Muchas de las
entrevistadas, sostuvieron que el compromiso con la mili-
tancia era tan fuerte que se transformaba en la actividad
principal y se vieron obligadas a abandonar sus carreras.
Andrea venía de una familia de clase media y a diferencia
de su madre tuvo la posibilidad de acceder a la universi-
dad, pero luego se vio obligada a abandonarla:
Totalmente, sí, sentía como un condicionante para el
estudio. Porque cuando yo empecé a militar en casa ope-
rativa con pareja, no pude mantener la carrera, no pude
mantener el trabajo, la militancia y mi carrera, Sociología,
la tuve que dejar.
34
Lo paradójico de esta afrmación reside en que en
una época donde existía una revolución a nivel cultural
y se produjo un ingreso masivo de mujeres en el ámbito
universitario,
35
estas mujeres se veían en la situación de te-
ner que dejar sus estudios.
Otra elección que se les planteaba a las mujeres que
militaban desde los inicios de la organización y eran espo-
sas de integrantes de la dirección del partido era el cuidado
de los hijos. Si bien ellas exponen que existían reglamen-
taciones acerca de compartir la crianza de los hijos,
36
esto
no era de ayuda para aquellas que tenían una militancia
más extensa y que ya tenían hijos. Claudia, esposa de un
integrante del Buró Político –organismo de dirección del
PRT-ERP–, recordó cuando su esposo se fue a Cuba a reci-
bir entrenamiento y ella se quedó sola y crió a sus dos hijos
(una niña y un varón) de menos de 3 años. Ella, además
de trabajar fuera del hogar, militar en una villa y desarro-
llar su trabajo profesional como asistente social en estos
barrios humildes, debió cuidar de sus dos hijos. Claudia
manifestó lo difícil que era desarrollar la
militancia para las mujeres con hijos,
porque no contaban con el apoyo de
los maridos. Por lo tanto, las mujeres
se veían obligadas a buscar nuevas es-
trategias –como ayuda de amigas, una
niñera o familiares– para sortear esas
difcultades:
Del nuevo hombre ta, ta, ta. Sí,
una cosa es el discurso. (…)
Moral y Proletarización
servía para esos que no tenían hijos, cuando tenías hi-
jos cargabas con los hijos (…) Bueno, sí además como
las incuestionables, si tenían una reunión del CC qué le
ibas a decir “¡No vayas!” (…) En realidad, el esfuerzo era
bastante más. Primero que había que hacer muchas cosas
con los chicos. (…) Como cargar armas, hasta chequear;
y lo hacías con los chicos, si no yo buscaba amigas mías
personales o la familia para que me cuidaran los chicos.
Pero bueno, mi compañero no estuvo acá dos años, estaba
en el exterior y esos dos años milité, milité con los chicos
viviendo sola además. Entonces, rompí con ciertas nor-
mas, normas que estaban pautadas por costumbres en el
partido que tenían que ver con proletarización y todo lo
demás. A mí me importó un moño, porque fue un tema
que se discutió siempre, nunca lo acepté demasiado, y yo
trabajaba entonces... pagaba una señora que cuidaba a
los chicos así resolví todo definitivamente”.
37
El testimonio de Claudia da cuenta de una contradic-
ción importante entre lo que era el discurso de la organi-
Todas las entrevistadas men-
cionaron la importancia que tenía
el hecho de que el compañero o
compañera estuviera a su lado en
la actividad militante.
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zación y la puesta en práctica del mismo. Además esto da
cuenta de cómo Claudia –para continuar con su desarrollo
político– tuvo que delegar parte de las funciones domés-
ticas en otra persona. Por lo tanto, se puede entender que
de no haber buscado ayuda para compartir la crianza de
sus hijos, ella no hubiese podido ascender y ocupar cargos
de gran responsabilidad. Sin embargo, en estos círculos de
poder las mujeres habían comenzado a tomar conciencia
de que la experiencia militante femenina tenía sus límites
y buscaron estrategias para poder superarlos, como por
ejemplo “la maternidad socializada”:
Bueno, de entrada nos llamábamos célula feminista.
(…) Y había ciertas actitudes de los compañeros de sobre-
protección, en general, te diría que en alguna forma y en
otras de machismo y una va emparentada con la otra, por
ejemplo, yo tengo una reunión: “Y voy yo y vos hacete cargo
de los chicos”. Yo trabajaba afuera, traba-
jaba en la villa, mi trabajo profesional
era en la villa, crié a mi primera hija y
al año nació mi segundo hijo y enton-
ces yo hacía planteos reivindicativos
en términos de distribución de tiempo
para la militancia, no era la única, con
el resto de las compañeras pasaba lo
mismo. Por último, terminamos ha-
ciendo una especie de cofradía, porque
lo que hacíamos era ayudarnos entre noso-
tras. (…) Claro, porque con los hombres muy poco se podía
contar, con la historia esta que además eran compañeros de
la dirección (…)
38
Como se puede observar a partir de estos testimo-
nios, la división de roles genéricos tradicionales no solo
se encontraba en los círculos obreros, sino que también
en los círculos de dirección; a las mujeres les era muy
difícil –una vez que tenían hijos– poder crecer en el
ámbito de la militancia. Si bien todas destacan haber-
se sentido bien tratadas en la organización, la mayoría
sostienen que debido a que esta práctica de incorporar
a las mujeres a la actividad militante era nueva, existían
en algunas actitudes
resabios de machismo
. Por ejem-
plo, Patricia, militante que se desarrolló en los ámbitos
obreros afirmó que:
A lo mejor por ahí se daba, por ejemplo en un análi-
sis político de una realidad determinada o concreta de
que si
provenía de una mujer no era tomado con tanta seriedad
por el hecho de provenir de una mujer
, a lo mejor, tal vez era
más contundente cuando venía de un militante hombre.
39
Por último, los deseos contrapuestos entre lo que se
quería y lo que se debía hacer marcaron una lucha interna
dentro de las propias entrevistadas, entre mandatos tra-
dicionales –como ser madre, ama de casa y esposa– y el
compromiso con una causa revolucionaria, que demanda-
ba un fuerte sacrifcio de los antiguos roles femeninos y la
inserción en un ámbito nuevo, el de la militancia. Algunas
lo vivieron como algo natural y otras con contradiccio-
nes.
Ángela, simpatizante del PRT-ERP, vivió por momen-
tos de una manera confictiva su militancia, sobre todo
cuando estaba en la clandestinidad, es decir, ella se vio in-
vadida por una sensación de inseguridad que se acrecen-
taba por el hecho de estar desempleada y desvinculada de
su familia. Ella sostuvo:
Yo tengo el recuerdo de ir caminando por una calle y
mirar casas con cortinas y pensar “¡cómo
me gustaría tener una casa con corti-
nas y tener hijos!”. Tengo el recuerdo
de desear, por ejemplo, al pasar por
un barrio con casas, chicos y familias;
pero… no se me ocurría en ese mo-
mento que podía dejar
[la militancia]
la idea era que había que seguir con
eso.
40
Todos estos testimonios muestran
cómo vivieron la militancia las mujeres dentro del PRT-
ERP. Allí aparecen fuertes contradicciones entre lo que
querían y lo que se suponía debían hacer, los deseos re-
volucionarios o los mandatos tradicionales –ser madres y
esposas–, el acceso a ámbitos vedados para la mujer hasta
ese momento –como el universitario– o un compromiso
revolucionario y los resabios de machismo que muchas ve-
ces las condicionaba. A su vez, estos testimonios manifes-
tan cómo la militancia de los años 70 simbolizó un punto
de infexión y de cambio con relación a la integración de
las mujeres a la actividad revolucionaria. Sin embargo, los
testimonios confrman que la experiencia de las protago-
nistas tuvo límites ocasionados por una cuestión cultural
de índole genérica que traspasaba la organización en sí.
Las estrategias femeninas: “maternidad socializada”
En
Moral y Proletarización
se reconoce que las mujeres vi-
vían un determinado tipo de limitaciones biológicas que
derivaban de su papel de madres, tales como el embarazo,
la lactancia y la maternidad. Por lo tanto, durante ese pe-
ríodo las mujeres tenían limitaciones para ejercer su vida
militante.
41
Sin embargo, esto se encontraba dentro del
(...) estos testimonios mani-
fiestan cómo la militancia de los
años 70 simbolizó un punto de
inflexión y de cambio con relación
a la integración de las mujeres a
la actividad revolucionaria.
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41
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
41
marco revolucionario de formar a las futuras generaciones
de revolucionarios y debía ser compensado por otro tipo de
tareas. A su vez, la organización reconocía otro tipo de li-
mitaciones, que derivaban de la hegemonía burguesa, en la
cual la mujer –en especial la proletaria– era víctima de una
doble explotación. En primer lugar, el PRT-ERP con respec-
to a la subordinación femenina sostenía diferencias de clase,
que derivaban de su “condición de obreras y campesinas.”
42
En segundo lugar, había diferencias de género ocasionadas
por la opresión en el hogar al desarrollar las “embrutece-
doras” tareas domésticas bajo el dominio del marido.
43
En
consecuencia, si bien se reconocía que las tareas del hogar
generaban retraso en la conciencia política de las mujeres y
se bregaba por una ayuda del varón en las tareas domésti-
cas, se pudo observar que en la práctica estas funciones, muchas
veces, continuaban recayendo en las activistas mujeres. Por
lo tanto, ellas se vieron obligadas a buscar estrategias para
poder sortear las difcultades que sur-
gían de la crianza y el cuidado de los
hijos sin la compañía del varón, como
la “maternidad socializada”. Es decir,
ellas compartían con otras mujeres
el cuidado de los hijos, como afrmó
Claudia:
terminamos haciendo una es-
pecie de cofradía, porque lo que hacía-
mos era ayudarnos entre nosotras.
44
En
Moral y Proletarización
se
sostenía la importancia de la crianza
comunitaria de los hijos en la vida militante. Los hijos de
todos los compañeros debían criarse en una familia revo-
lucionaria. De acuerdo con las entrevistadas que habían es-
tado presas antes de 1973, esta metodología ya era común
en la cárcel:
Sí, eso existió y existió mucho en el penal, o sea,
las compañeras que tenían chicos dentro del penal en el pa-
bellón 49
y eso se llevó un poco hacia fuera
.
45
Parecería que
la maternidad socializada fue una práctica concreta de las
mujeres encarceladas y que luego fue tomada por el PRT.
Además no se debe olvidar que la persona que escribió este
documento, Julio Parra, era un preso político de Rawson
perteneciente al PRT y que este documento fue escrito en
ese penal entre 1971-1972. Se puede afrmar entonces, que
una práctica concreta surgida de la experiencia femenina en
la militancia fue de hecho tomada por el PRT para elaborar
su propia teoría política, o al menos intentarlo.
La mayoría de las entrevistadas sostuvieron que en la
crianza y en el cuidado de los chicos participaban todos los
militantes que estaban en contacto con ellos:
el hijo de tu
compañera era un hijo tuyo… eso seguro,
46
y que hasta en
las peores épocas de represión se continuó con esta moda-
lidad. Sin embargo, esta práctica de avanzada en la política
–que surgió como parte de una “nueva sociedad”– parecería
que fue adoptada por las mujeres como una estrategia para
equilibrar las diferencias genéricas que les implicaba a ellas
mayores responsabilidades por el hecho de que eran madres.
Esta práctica de la “maternidad socializada” parecería que
fue implementada, sobre todo, en los estratos superiores de
la organización, donde había muchas activistas mujeres que
tenían una extensa militancia y ya tenían hijos. El reclamo
por un reparto de tareas más equitativo para militar apare-
ció en ese momento como una toma de conciencia de que
existían problemáticas de género dentro del PRT. Recorde-
mos el testimonio de Claudia, quien en esa época militaba
en la villa y era madre de dos hijos pequeños; ella explicó
la necesidad que tuvieron las mujeres de reivindicaciones
propias en el seno del PRT. Sin embargo, está necesidad de
colaboración también fue sostenida por Marisa, casada con
un integrante de la dirección del partido y que por cuestio-
nes militantes se vio obligado a ausentar-
se por un año de su domicilio:
Todo el año 69 estoy sola en un
departamento adonde nos habíamos
ido a vivir, era del Hogar Obrero, tra-
bajo en una escuela diferencial y en el
instituto de niñas sordas. El guardián
de esos bloques de departamentos es
una familia de La Pampa y viene una
hermana de la señora que quería estudiar,
yo le propongo que se venga a vivir conmigo; María Luisa y yo
vivíamos juntas nos turnábamos para cuidar los chicos y ella
estudiaba de noche cuando yo volvía.
47
Si bien el testimonio de Marisa no enmarca su actuar
en un tono reivindicativo como sí lo hace Claudia, muestra
la necesidad de estas mujeres de delegar parte de sus funcio-
nes domésticas en otros (familiares, amigas, niñeras, com-
pañeras de militancia) para continuar desarrollando sus ta-
reas laborales y militantes, sin cuya colaboración les hubiese
sido imposible sostener ese ritmo de vida. Esta situación no
se le plantearía a sus compañeros varones, que se ausenta-
ban de sus hogares por cuestiones militantes sin preocupa-
ciones por sus obligaciones domésticas, que recaían sobre
sus compañeras.
¿Cómo eran vistas estas mujeres por los represores?
Por último, nos parece relevante indagar cómo fueron vistas
estas mujeres por lo represores, ya que hay otro aspecto de
la vida militante de las mujeres que surgió de las entrevistas:
su experiencia carcelaria. Dos cuestiones se desprenden de
los testimonios. Por una parte, cómo vivieron las militantes
(...) ellas se vieron obligadas
a buscar estrategias para poder
sortear las dificultades que surgían
de la crianza y el cuidado de los
hijos sin la compañía del varón,
como la “maternidad socializada”.
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Voces Recobradas
42
Voces Recobradas
42
la violencia ejercida por la policía y las fuerzas armadas, y
cómo fueron vistas por los varones que no estaban de acuer-
do con sus ideas. En ambos aspectos los testimonios permi-
ten observar que hubo diferencias de género.
Todas las testimoniantes hacen referencia en sus rela-
tos a la desesperación, incertidumbre, miedo y angustia que
les provocó vivir esos años en los que se incrementaba la
represión. Los cambios permanentes de domicilio, donde
solo se aferraban a lo “puesto” y la practicidad con la que
resolvían esta situación de tanta inestabilidad cuando te-
nían hijos, hace que lo recuerden impresionadas desde el
“hoy”. Marisa relata su salida del país con sus dos hijos y su
pareja, allí refeja el temor, la incertidumbre y la practicidad
para afrontar una situación tan difícil como la que estaban
viviendo:
Éramos de los últimos compañeros que quedaban orga-
nizados en la Argentina ya que los que es-
taban vivos y militando estaban salien-
do todos del país después de un tiempo.
(…) El 7 de julio nos fuimos a Misiones
en avión.
Cuando salimos de la casa
no sabíamos si íbamos a llegar al
aeropuerto, ya que había pinzas por
todas partes, teníamos documentos
falsos y tampoco sabíamos que iba a
pasar a cada paso que avanzábamos,
lo que sí estaba claro es que no teníamos
donde quedarnos, no podíamos mirar para atrás. Así llega-
mos a la frontera como si fuéramos turistas que íbamos a ver
las Cataratas del Iguazú.
A los chicos los vestí con varios
pantalones y remeras y pullovers, lo mismo que nosotros
,
les dije que nos íbamos por un tiempo y que no volveríamos
enseguida, lo que provoco que mi hija se pusiera a llorar por-
que no había traído la valija con el cuaderno y los deberes que
le había dado la maestra.
48
Las testimoniantes hacen referencia a la angustia per-
manente ante la noticia de compañeros que eran apresados
por las fuerzas de seguridad y el temor por la propia vida y
la de los seres queridos. En este sentido, suelen encontrar-
se con frecuencia en los relatos las alusiones a este tipo de
sensaciones en la experiencia vivida pos 1976. Sin embargo,
la mayoría sostiene que eso no era causal para abandonar la
militancia ni los ideales que los habían llevado a integrarse
al PRT-ERP.
El tema de los hijos se transformó en una cuestión pro-
blemática, al aumentar la represión esto generó verdaderas
contradicciones en las mujeres al ver que ponían en riesgo a
sus hijos. Se habrían debatido entre no exponerse y proteger
a sus hijos, o comprometerse absolutamente con la causa
revolucionaria. La entrega a la revolución implicaba riesgos
extremos, donde el sacrifcio de la propia vida era previsi-
ble ya que se “privilegiaba la revolución como horizonte y
dimensión central de la vida”.
49
Sin embargo, a medida que
se extremaba la represión, el hecho de poner en riesgo a sus
propios hijos debe haber generado verdaderos confictos en
las propias militantes mujeres. Aquí empezaría a entrar en
contradicción, privilegiar la maternidad o bien continuar
con la causa revolucionaria.
Por otra parte, la mayoría de las entrevistadas expusie-
ron que antes de 1976
50
o posteriormente a esa fecha habían
sufrido la experiencia de estar presas en la cárcel. Del relato
de las entrevistadas se desprende que el trato que recibían
de los represores se caracterizó por una brutalidad mayor
dirigida a su condición como mujeres. Esto pudo haber res-
pondido a que ellas representaban un modelo de mujer que
no se ajustaba a las normas tradicionales
(ser madres y esposas), cuyo compor-
tamiento era diferente al tradicional, el
cual se caracterizaba por la sumisión,
pasividad y docilidad, además que estas
nuevas mujeres estaban involucradas
en actividades relacionadas con prácti-
cas masculinas más que femeninas.
La mentalidad tradicional y pa-
triarcal de las fuerzas armadas hizo que
se las desprecie aún más que a los varones.
Eran consideradas malas madres por no dedicarse exclusi-
vamente a sus hijos y no otorgarles una educación tradicio-
nal fuera de los valores revolucionarios. Sin embargo, los
hechos posteriores mostrarán que serán las fuerzas represi-
vas quienes las alejarán o se apropiarán de sus hijos para que
ellas no ejerzan la maternidad. Vassallo –al trabajar sobre el
tema– utiliza la revista
Somos
de esos años. Allí estas nuevas
mujeres fueron defnidas por las fuerzas represivas como
una amenaza y se utilizaban los siguientes califcativos: ac-
tivas, ideólogas, que utilizan sus atributos femeninos para
desempeñar sus responsabilidades políticas, promiscuas,
con intenciones de superar al hombre.
51
La autora sostie-
ne que hay una demonización de estas mujeres vistas como
“peores que los hombres”. Vasallo habla de que estas muje-
res generaban en los militares un sentimiento ambiguo de
demonización y fascinación.
Marcela estuvo presa previamente a 1976, fue deteni-
da por las fuerzas de seguridad y luego de ser torturada fue
trasladada a la Brigada de Investigaciones de Avellaneda
donde convivían hombres y mujeres (presos políticos) en
una misma celda. Ella contó del desprecio con el que eran
tratadas por los militares en las cárceles por el hecho de ser
El tema de los hijos se trans-
formó en una cuestión problemá-
tica, al aumentar la represión esto
generó verdaderas contradicciones
en las mujeres al ver que ponían
en riesgo a sus hijos.
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43
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
43
mujeres. Incluso la entrevistada describe que los guardia-
cárceles manifestaban un “sentimiento ambiguo” en su re-
lato, por un lado “rechazo”; por el otro “competencia” y a la
vez “admiración” por estas mujeres que manejaban armas al
igual que ellos:
Nos odiaban, nos odiaban, o sea, ellos odiaban a los va-
rones también, pero yo creo que nos odiaban más a nosotras
porque nos despreciaban. No sé, era una cosa... no sé, era
como la competencia de ellos, ¿entendés?, y ¡éramos minas!
[habla de un guardiacárcel Aníbal]
Entonces, nos decía: “Sí,
yo te abro, yo te abro, yo te abro... ¡No! Yo no te abro”, decía
después,
“porque yo te abriría si vos fueras una mujer co-
mún, pero vos no sos una mujer común.
Vos me encontrás
en la calle y vos me matás, ¿sí o no?”. “Y, depende”, le decía-
mos nosotras. “Pero si yo estoy con un ferro y te vengo a dete-
ner, ¿vos qué hacés?” “Y... depende”, no le contestábamos, por-
que tampoco...
[Risas].
¡El odio que le daba!,
le daba el doble
de odio porque es como que ellos a la mujer la tienen que
tener ahí atrás, inactiva, dócil, y en nosotras encontraban
todo lo contrario,
por más que nosotras tratábamos de bajar
el perfl, estábamos en manos del enemigo, pero bueno...
52
Por lo tanto, vemos cómo los militares notaron en estas
mujeres un prototipo femenino diferente al tradicional, que
no eran solo madres y esposas y por ello las despreciaban.
Sin embargo, se puede decir que el origen de ese desprecio
estaba movilizado por un sentimiento de temor. Ese temor
produjo en ellos atracción hacia ese modelo de mujer con
el que podían seguramente compartir vivencias más rela-
cionadas con sus roles en el ámbito público. Pero por otra
parte también les produjo miedo porque este nuevo tipo de
mujer –más contestaria– podía tornarse en una competen-
cia al cuestionar la división de roles tradicionales de género,
es decir, al negarse a desempeñar solamente las funciones
en el ámbito privado como la de madres y esposas, y pelear
espacios en el ámbito público. En consonancia con lo que
sostiene Vasallo se puede decir que estas mujeres nuevas
generaron una multiplicidad de sentimientos en las fuerzas
represivas: temor-demonización-fascinación. Esto radicaba
no solo en el hecho que las fuerzas represivas fueran “defen-
soras de la sacralidad familiar y la maternidad,”
53
sino que
estas mujeres militantes estaban manifestando un “nuevo
modelo de mujer” que comenzaba a cristalizarse socialmen-
te en la década del 70.
A modo de cierre
Estos testimonios llevan a pensar que dentro del PRT-ERP
existieron signos de cambio, en tanto que las mujeres pu-
dieron ingresar en la militancia revolucionaria como pocas
veces lo hicieron. Sin embargo, en la práctica la experiencia
femenina estuvo atravesada por limitaciones genéricas, que
persistieron a pesar de los intentos por combatirlas desde el
discurso. Estas contradicciones entre actividad militante y
ser mujeres se plantean desde el hoy. En muy pocos casos
las entrevistadas resaltaron haber vivido en ese momento
diferencias de índole genérica, incluso la mayoría sostuvo
haberse sentido valoradas y respetadas dentro de la organi-
zación. Aunque parecería que dentro del PRT, en los altos
estratos de la organización, las mujeres habían empezado a
tomar conciencia de las limitaciones que se le presentaban
por su condición genérica, y ante sus deseos de continuar
y crecer en su militancia muchas recurrieron a estrategias
comunitarias para el cuidado y crianza de sus hijos, con el
fn de lograr desarrollarse políticamente al igual que sus
compañeros.
A esta experiencia le sumamos las percepciones de ac-
tores externos a la militancia, tales como las fuerzas represi-
vas. Dicho análisis permitió confrmar y ampliar la militan-
cia femenina sobre los años 70. Se pudo notar que pese a las
limitaciones genéricas que vivieron estas entrevistadas, sus
prácticas implicaron un cambio con respecto a los modelos
genéricos establecidos socialmente.
Por lo tanto, el presente trabajo intentó recobrar esas
voces ausentes a través de una resignifcación de ese pasa-
do desde el presente. Esto pudo ser posible por medio de
un análisis de la cotidianeidad y la socialización dentro de
una organización armada, en el cual el género y la historia
oral pudieron hacernos llegar los confictos y contradiccio-
nes más íntimas de las protagonistas. Aquellas que viven las
mujeres como parte de una sociedad sexista.
Notas
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
1
Isabella Cosse, “Los nuevos prototipos femeninos en los años
60 y 70: de la mujer doméstica a la joven ‘liberada’”, en Andrea
Andújar
et al
. (comp.),
De minifaldas, militancias y revoluciones.
Exploraciones sobre los setenta en la Argentina,
Buenos Aires,
Luxemburgo, 2009, p. 171.
2
Documento interno de la organización en cuestión, que regla-
menta la vida cotidiana y las relaciones de pareja dentro de la
organización, data de 1971-1972.
3
Joan Scott, “El género: una categoría útil para el análisis histó-
rico”, en María Cecilia Cangiano y Lindsay Dubois (comp.),
De
mujer a género. Teoría, interpretación y práctica feminista en las
ciencias sociales,
Buenos Aires, Centro Editor de América Latina,
1980, pp. 17-50.
4
Joan Scott,
op. cit.
, pp. 37-38.
5
Marta Lamas,
Usos, difcultades y posibilidades de la categoría
género
, México, Pueg / Porrúa, 1996, p. 344.
6
Joan Scott,
op. cit
., p. 38.
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Voces Recobradas
44
Voces Recobradas
44
Guevara,
Escritos y discursos.
La Habana, Ediciones de Ciencias
Sociales. Instituto Cubano del Libro, 1972. Tomo I, p. 166. El
resaltado me pertenece. Véase también sobre este tema: Marta
Vassallo, “Militancia y Transgresión”, en Andrea Andújar,
et al.
(comp.),
De minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones
sobre los setenta en la Argentina
,
Buenos Aires,
Luxemburg, 2009,
pp.19-32.
21
Gabriel Rot,
op. cit.,
p. 108.
22
Son valores señalados por Ollier como propios de esta gene-
ración, que luego son resignifcados a partir de la radicalización
política. María Matilde Ollier,
La creencia y la pasión (privado,
público y político en la izquierda revolucionaria),
Buenos Aires,
Ariel, 1998, pp. 72-83.
23
Gabriel Rot,
op. cit.,
p. 107.
24
Ibídem, p. 107.
25
Estos datos surgieron a partir del testimonio de las/ los entre-
vistadas/dos.
26
Incluso Pablo Pozzi llega a sostener que para 1975 un 50% de
los miembros del PRT eran mujeres. Pablo Pozzi, “Los Perros.
La cultura guerrillera del PRT-ERP”.
Taller. Revista de
Sociedad,
Cultura y Política
, vol. 1, Nº 2, noviembre 1996, p.111.
27
Entrevista a Mabel, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, rea-
lizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06).
28
Entrevista a Alejandra, aprox. 60 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06).
29
Entrevista a Mabel, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, rea-
lizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06).
30
Entrevista a Mónica, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (09/09/06).
31
Entrevista a Natalia, aprox. 60 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (15/01/07).
32
Entrevista a Mónica, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (09/09/06).
33
Entrevista a Marta, aprox. 60 años, simpatizante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (27/10/06).
34
Entrevista a Andrea, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (21/10/06).
35
Véanse los siguientes artículos sobre el ingreso de muje-
res a los ámbitos universitarios: Alicia Palermo, “La educa-
ción universitaria de la mujer. Entre las reivindicaciones y
las realizaciones”, en Alternativas, Año III, Nº 3, octubre de
2000; “El acceso de las mujeres a la universidad”, en Flecha
García(directora), Mujeres y educación: saberes, prácticas y
discursos en la historia, Sevilla, Asociación Española de In-
vestigación de Historia de las Mujeres, 2005; “Mujeres profe-
sionales que ejercieron en Argentina en el siglo XIX”, en Con-
vergencia, Revista de Ciencias Sociales, Año 12, Nº 38, Facul-
tad de Ciencias Políticas y Administración Pública, UAEM,
México, en coedición con Revista Argentina de Sociología,
CPS, 2005; El ingreso de las mujeres a los estudios universita-
rios”, en Revista Argentina de Sociología, año 4, Nº 7, Miño y
Dávila, CPS, 2006.
36
Moral y Proletarización.
37
Entrevista a Claudia, aprox. 60 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (18/ 01/07).
38
Ibídem
,
Claudia.
39
Entrevista a Patricia, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP,
7
Carole Pateman realiza un análisis de este tema poniendo en
tela de juicio la separación y la oposición entre lo público y lo pri-
vado. Carole Pateman,
“
Críticas feministas a la dicotomía públi-
co y privado”, en Carme Castells (comp.),
Perspectivas feministas
en teoría política, Buenos Aires,
Paidós, 1996, pp. 31-53.
8
Documento interno de la organización en cuestión, que regla-
menta la vida cotidiana y las relaciones de pareja dentro de la
organización, data de 1971-1972.
9
Basada en el dinero –principal mercancía– y cuya caracterís-
tica fundamental era el individualismo. Fragmento de “Moral
y proletarización”, Daniel De Santis,
A vencer o morir. Historia
del PRT-ERP, documentos
, Buenos Aires, Nuestra América, 2006,
Tomo 1, Volumen 2.
,
pp. 95-96.
10
Alejandra Oberti, “La moral según los revolucionarios”, en
Po-
líticas de la Memoria
,
Buenos Aires, 2004, Nº 5, p 78.
11
Ibídem
, p. 78.
12
“El término proletarización remite “a la estrategia por la cual los
militantes entraban a trabajar a una fábrica para imbuirse de los pro-
blemas de los trabajadores y, en un sentido general, de la pobreza.
Como estrategia política ello permitía la captación de simpatizan-
tes con la lucha revolucionaria y el desarrollo de mayores grados
de concientización entre los militantes.” Ana Gucliemuchi, “Moral
y política en la praxis militantes”, en
Revista Lucha Armada en la
Argentina
,
Buenos Aires, 2006, Nº 5, p.81.
13
“La estadística de los presos indicaba que mientras en total el por-
centaje de obreros pasaba el 30%, entre las mujeres no llegaba al 1%”.
Boletín interno número 57,
segunda quincena abril de 1974, p.4.
14
Daniel De Santis,
op. cit.,
p. 99. En este contexto las caracterís-
ticas que debía reunir un militante del pueblo –según las virtu-
des así llamadas proletarias– eran: la humildad, el sufrimiento,
la sensibilidad frente a la injusticia social y una actitud estoica
frente a la desventura. Sergio Bufano, “La vida plena”, en
Revista
Lucha Armada en la Argentina,
Nº 1,
Buenos Aires, diciembre
de 2004, p. 29.
15
Entrevista a Marisa, aprox. 65 años, militante del PRT-ERP,
realizada vía Internet por la autora (21/09/09) El resaltado me
pertenece.
16
Entrevista a Vanesa, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06). El resaltado
me pertenece.
17
Entrevista a Karina, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (24/11/06). El resaltado
me pertenece.
18
Véanse trabajos de María Matilde Ollier sobre este tipo de te-
máticas:
La creencia y la pasión (privado, público y político en la
izquierda revolucionaria),
Buenos Aires,
Ariel, 1998 y
De la revo-
lución a la democracia, cambios privados, públicos y políticos de la
izquierda argentina
,
Buenos Aires,
Siglo XXI, 2009.
19
Pablo Pozzi,
“Por las sendas argentinas”. El PRT-ERP. La guerri-
lla marxista”,
Buenos Aires, Eudeba, 2001, pp. 180-181.
20
Rot, Gabriel,
Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argen-
tina,
El cielo por asalto, Buenos Aires, 2000, p.107. Al respecto
el Che puntualiza: “el revolucionario que está en situación clan-
destina, debe ser un perfecto asceta, y además vive para probar
una de sus cualidades…como es la disciplina. Si un individuo
reiteradas veces burla las órdenes de sus superiores y hace con-
tactos con mujeres… debe separársele inmediatamente. Ernesto
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Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
45
realizada en Buenos Aires por la autora (19/10/ 06). El resaltado
me pertenece.
40
Entrevista a Ángela, aprox. 55 años, simpatizante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (24/10/06).
41
Véase sobre este tema: Alejandra Ciriza y Eva Agüero Rodrí-
guez, “Militancia, política y subjetividad. La moral del PRT-ERP”,
en
Políticas de la Memoria
,
Buenos Aires, 2004, Nº 5, pp.9-14;
Paola Martínez,
Género, política y revolución en los años 70. Las
mujeres del PRT-ERP
,
Buenos Aires, Imago Mundi, 2009;
Alejan-
dra Oberti,
op. cit
. pp.77-84, Marta Vassallo, Militancia y Trans-
gresión”,
op. cit.
42
“La desigualdad impuesta por la clase dominante entre el hom-
bre y la mujer se evidencia en el trabajo: salarios más bajos, rele-
gadas a fábricas más pequeñas o las tareas más embrutecedoras,
distintas posibilidades de capacitarse o especializarse en deter-
minados ofcios, difcultades para encontrar trabajo.” “El papel
de la mujer en la revolución”, en
El Combatiente.
Año VIII, Nº
157, 3 de marzo de 1975, pp. 16-17.
43
Son consideradas embrutecedoras, porque “las mujeres desa-
rrollarían una tarea individualista, aislada de las relaciones de
producción, lo cual les impide organizarse colectivamente para
luchar por sus ideales como lo hace su compañero
.” El Comba-
tiente, op. cit.,
pp. 8-9
.
44
Entrevista a Claudia, aprox. 60 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (18/01/07).
45
Entrevista a Ana aprox. 60 años, militante del PRT-ERP, reali-
zada en Buenos Aires por la autora (30/11/06). El resaltado me
pertenece.
46
Entrevista a Vanesa, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06). El resaltado
me pertenece.
47
Entrevista a Marisa, aprox. 65 años, militante del PRT-ERP,
realizada vía Internet por la autora (21/09/09)
48
Ibídem, Marisa. El resaltado me pertenece.
49
Alejandra Ciriza, y Eva Agüero Rodríguez,
op. cit.,
p. 88.
50
Es tomado como referente por las propias entrevistadas el
trato previo o posterior a 1976. Debido a que la represión se
profundizó por el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976
y esto quedó de manifiesto también en el trato violento e in-
humano que se les daba a los presos políticos en las cárceles.
Véase sobre la experiencia carcelaria de las presas políticas:
AA.VV.,
Nosotras, presas políticas,
Buenos Aires, Nuestra
América, 2006.
51
Andújar, Andrea
et al.
(comp.),
De minifaldas, militancias y
revoluciones. Exploraciones sobre los setenta en la Argentina.
Luxemburg, Buenos Aires, 2009, pp.28-29.
52
Entrevista a Marcela, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP,
realizada en Buenos Aires por la autora (04/12/06).
53
Andújar, Andrea
et al
.(comp.),
op. cit.
, p. 30.
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Documentos
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Boletín interno número 57,
segunda quincena abril de 1974.
El Combatiente
(Periódico del PRT) “El papel de la mujer en la
revolución”,
Año VIII, Nº 157, 3 de marzo de 1975.