image/svg+xmlVoces Recobradas34Voces Recobradas34E l contexto histórico de las décadas del 60 y del 70 se caracterizó por un fuerte cuestionamiento al sistema social reinante en el orden nacional e in-ternacional. La aparición de proyectos alternativos que bregaban por un cambio en el sistema político y social por medio de la vía insurreccional comenzó a ser consi-derado normal en la Argentina a partir de 1960. Simultá-neamente, las mujeres atravesaron en esta época una doble transgresión. Desde lo social, un control de la reproduc-ción, que con la aparición de nuevos métodos anticoncep-tivos revolucionó las costumbres, “las formas de organizar la vida cotidiana y las relaciones familiares además de las expectativas personales y la moral sexual.”1En el plano po-lítico, las mujeres irrumpieron en este ámbito como nunca antes lo había hecho, desde la militancia en barrios, igle-sias, sindicatos, universidades y frentes armados.La presente elaboración tratará sobre las caracterís-ticas de esta nueva militancia femenina en los años 70, “Sueños de revolución (in)completos…”La militancia femenina de los años 70 en el PRT-ERP. Una visión desde el género y la historia oralPaola MartínezSecretaría de Ciencia y Tecnología, Universidad Nacional de Rosariofocalizándose en el PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo) en la provincia de Buenos Aires, de 1966 a 1976.Se partió de la premisa de que en un contexto de creciente radicalización de la violencia política en los años 70, cuando muchos jó-venes ingresaron a la guerrilla, muchos de ellos eran mu-jeres que se integraron como militantes revolucionarias. La vida cotidiana de las mujeres, su participación en la or-ganización político-militar y sus posibilidades de ascenso dentro de la misma, estuvieron limitadas por la persisten-cia de prácticas tradicionales de género en la relación entre varones y mujeres. Se indagó sobre las particularidades de esta militan-cia, la importancia de la construcción de una nueva moral revolucionaria previa a la toma del poder, la entrega a una causa política y las diferentes elecciones que se les podían plantear a las mujeres con relación a sus compañeros va-rones. Estas diferencias genéricas existían en la práctica
image/svg+xml35Revista de Historia OralRevista de Historia Oral35política de la organización, a pesar de que en lo teórico se bregaba por una mayor igualdad en las relaciones genéri-cas. A su vez, se analizó la raíz de dichas diferencias, para lo cual se buscaron antecedentes en las prácticas políticas de los primeros intentos revolucionarios de la década del 60. Desde este punto de vista, se indagó si la fuerte im-pronta guevarista que tenía el PRT-ERP –la cual impulsó a muchas mujeres a ingresar a esta organización– fue una de las causas de dichas diferencias genéricas que marcó la militancia y las prácticas políticas de mujeres y varones. En consecuencia, resulta relevante a los fnes del presente trabajo, ahondar sobre las estrategias de las militantes para sortear estas diferencias genéricas que frenaban su desa-rrollo político.Para realizar el presente artículo se recurrió a docu-mentos del partido, tales como Moral y Proletarización2periódicos del PRT y testimonios de militantes de la or-ganización en cuestión. A su vez, la historia oral consti-tuyó una herramienta fundamental para analizar los aspectos anteriormente enunciados, mostrándonos cuestio-nes relacionadas con la socialización y la cotidianeidad en estas prácticas revolucionarias. Conjuntamente el cruce con una categoría genérica permitió abrir nuevas problemáticas, además de visibilizar nuevos actores.El género como categoría de análisisEl análisis de los proyectos revolucionarios de los años 70 en la Argentina desde una perspectiva de género no solo permite rescatar a las mujeres como actores sociales sino estudiar a partir de la relación entre los sexos un aspecto de dichas relaciones.3De esta manera, podemos enten-der el lugar que se les había asignado a varones y mujeres dentro de la construcción de un determinado orden so-cial. Esto, a su vez, contribuye a comprender la naturaleza misma de la construcción del poder4en tanto que la ló-gica del género es un refejo de la “lógica del poder, de la dominación”.5De ahí que según Joan Scott “el género es una manera primaria de signifcar las relaciones de poder”.A partir de esta afrmación, Scott argumenta en su análisis que el género es un campo en el cual se articula el poder, ya que a partir del género se conforma toda una serie de representaciones simbólicas que estructuran la organiza-ción social y establecen una determinada distribución del poder entre los géneros. Al respecto podemos decir que el género está involucrado en la misma construcción del po-der. Por ende, el género se transformó en un vehículo para entender la organización sociopolítica revolucionaria y su construcción, y permitió ver “cómo la política construye el género y esté construye la política”.6Por lo tanto, el empleo del género como categoría analítica permite descubrir y analizar la lógica de poder revolucionario y si dichos proyectos representaban un ver-dadero cambio radical que cuestionara las confguracio-nes simbólicas basadas en la oposición binaria (hombre/mujer). Esta mirada permite entender cómo se constituía en aquel momento el poder en la práctica revolucionaria, las percepciones que tuvieron varones y mujeres de sí mis-mos y del otro sexo, y las limitaciones que pudieron ejercer esas representaciones en los logros de una transformación radical de la sociedad propuesta por la política revolucio-naria en los años 70.El análisis del origen de la lógica del poder y la domi-nación nos traslada a otra cuestión como es la dicotomía entro lo privado y lo público, la cual ocupa un papel cen-tral en la teoría y lucha política feminis-tas.7Dicha corriente teórica sostiene la existencia de dos esferas: una do-méstica o privada donde predomina la mujer y la otra pública o política donde se imponen las características masculinas. El argumento central de las críticas feministas es que detrás de la doctrina de “separados pero igua-les”, se constituye una estructura so-cial caracterizada por la desigualdad y la dominación sobre las mujeres por par-te de los hombres. Proponemos transformar la discusión –dentro del ámbito del feminismo– sobre la dicotomía en-tre lo público y lo privado, en una herramienta de análisis que permitiera comprobar si en la experiencia revolucio-naria dentro del PRT-ERP se presentaron divisiones ge-néricas que imposibilitaron el crecimiento de las mujeres dentro de la organización. Y a su vez, intentamos ver si la militancia se limitaba a un ámbito público o si invadía to-dos los aspectos de la vida de modo que fuera difícil trazar una diferencia entre lo público y lo personal. Una nueva moralPara el PRT-ERP la verdadera revolución residía en cam-biar las costumbres, los gustos, “desintegrar la personalidad individualista y volverla a integrar, hacerla de nuevo sobre ejes proletarios.”8La aparición de una nueva moral revo-lucionaria –producto de la superación de la moral burguesa–9era vista como prioritaria y necesaria, y que incluso debía ser previa a la conquista del poder político. Oberti –en su análisis del documento Moral y Proletariza-El análisis del origen de la lógica del poder y la dominación nos traslada a otra cuestión como es la dicotomía entro lo privado y lo público, la cual ocupa un papel central en la teoría y lucha política feministas.
image/svg+xmlVoces Recobradas36Voces Recobradas36ción– sostiene que dicha fuente refeja que el individua-lismo burgués se había arraigado en el pueblo, y de ahí que, no solamente debía combatirse al aparato represivo del Estado sino, que a su vez, la batalla debía ser librada contra la conducta moral burguesa naturalizada en cada sujeto. Ella especifca que el documento refeja tres tipos de batallas que debían librarse. Una, contra el aparato represivo del Estado. Otra sería ganar al pueblo para su programa e ideas. Por último, se difundiría una nueva moral revolucionaria antiindividualista.10Este individua-lismo sería superado “por medio de una práctica social de obrero,”11de ahí la importancia de la proletarización12en los sectores medios e integrar obreros a las flas de la or-ganización. Incluso la cuestión de la extracción de clases para el PRT-ERP sería de tanta importancia que para 1974 implementará un Frente de Mujeres, con la fnalidad de integrar obreras a sus flas, al reconocerse por parte de la dirección del partido que en su gran mayoría las mujeres de la organización procedían de la clase media.13Por lo tanto, los proletarios eran vistos como el sector que daría origen a una tendencia iguali-taria que superaría el individualismo burgués, debido a esta contradicción que vivían entre el carácter social del trabajo y la propiedad privada de las mercancías. Las nuevas virtudes que darían origen al “hombre nuevo” se-rían: humildad, sencillez, paciencia, espíritu de sacrifcio, amplitud de crite-rios, decisión, tenacidad, deseos de aprender, generosidad y amor al prójimo.14Sin embargo, esta caracterización ro-mántica de la clase obrera estaba más ligada a una imagen genérica masculina más que femenina. Esto nos llevaría a pensar si a las activistas mujeres les fue posible ejercer una militancia tan comprometida como la de sus compañeros varones, sin entrar en contradicción con los mandatos socialmente establecidos de madres y esposas, y a su vez, tener que hacer un mayor sacrifcio por el hecho de ser mujeres.El siguiente testimonio de Marisa –quien militó des-de 1965 en el PRT y cuyo marido fue uno de los funda-dores de la organización– manifesta lo complicado que era para una mujer militar en una organización armada, debido a que implicaba un gran sacrifcio. Esto se debía a que las mujeres militantes continuaban desarrollando de manera paralela sus actividades laborales y domésticas, además de sus actividades políticas. Marisa cuenta su vida de casada con su marido –que trabajaba en una fábrica ya que se había proletarizado– y cómo ella debía realizar una doble o triple jornada laboral:Cuando te cuento mis estudios, y que era buena alum-na, es para que entiendas que yo continuaba con mis voca-ciones aparte de la política (…) por lo cual yo seguía estu-diando y ejerciendo de maestra porque a partir de los 18 años no quería depender de nadie [padres]. Con mi mari-do la vida de casada, cotidiana, fue un descubrimiento funesto, tenía que cocinar, planchar, lavar, limpiar con una exigencia que no tenía lógica de militante.El Hombre Nuevo era cerrando la puerta para afuera y te digo que yo no entendía lo que estaba pasando, el seguía trabajando en Sudamtex y yo tratando que la raya del pantalón me que-de derecha, la camisa almidonada e impecable, la tarta de acelga deliciosa, el traje de Sudamtex sin pelotitas que se pegaban en las máquinas,etc... sino me cagaba a pedos, pero sin chiste. Yo sabía hacer todo, pero no a este nivel de perfección y exigencia.Como lo dice muy bien una compa-ñera “había que ser la mejor”.15Por lo tanto, testimonio muestra que las mujeres para llegar a ese ideal de Hombre Nuevo que proponía la organi-zación, debieron hacer un sacrifcio con relación a sus compañeros varones. Sin embargo, a partir de este testimo-nio también se puede interpretar que eran mujeres muy independientes, re-presentantes de estos nuevos modelos genéricos atravesados por los cambios que se vivían en esa época.Las influencias del guevarismoLa fuerte impronta guevarista del PRT-ERP tenía inci-dencia en esta construcción de una nueva moral y en este nuevo estilo de hacer política. Ernesto Guevara era visto como el máximo referente de la moral proletaria, incluso muchas militantes sostuvieron en sus testimonios que una de las causales en su ingreso a la militancia había sido la fuerte incidencia de este mítico personaje:P: ¿Reconocen referentes que las marcaron antes de su ingre-so a la militancia?R: Como primera cosa a mí se me aparece la fgura del Che, no solo una novela que se hizo sobre el Che, era una de las primeras que se hizo, como primera cosa; y después como que… inclinándome por el marxismo pero desde el estudio empecé a tener infuencia en la escuela…16P: ¿Qué cosas te deslumbraban del PRT?R: Por ejemplo, los hechos de propaganda armada en los ba-rrios eran cosas que calaban mucho en la gente(…) El tema del guevarismo, yo más que marxista era guevarista, o (...) la cuestión de la extrac-ción de clases para el PRT-ERP se-ría de tanta importancia que para 1974 implementará un Frente de Mujeres (...)
image/svg+xml37Revista de Historia OralRevista de Historia Oral37sea, del rescate muy fuerte de la fgura del Che, el tema de Vietnam (…) El día que mataron al Che mi casa estaba inundada, teníamos un metro de agua y todos llorábamos por la muerte del Che, estábamos bajo el agua, yo tenía 10 años, es como que estábamos en la miseria porque habíamos perdido casi todo, pero era un dolor terrible por la muerte del Che. Más allá que estábamos dolidos porque estábamos en una terraza pero era una cosa muy fuerte todo eso.17Ambos testimonios muestran la fuerte infuencia que tuvo sobre esta generación la fgura de Ernesto Gue-vara, pero en el segundo testimonio vemos como Karina –proveniente de una familia proletaria de la zona sur de la provincia de Buenos Aires, quien militaría en el PRT en el frente de propaganda con lugar de inserción en una universidad– rescata la fuerte impronta guevarista de la organización como una de las principales causales de su ingreso a la misma. Incluso ella se defnió como guevarista más que marxista. También, de la lec-tura de ambos testimonios, se puede observar que las mujeres recibieron a muy temprana edad la infuencia de estas nuevas ideas. Estas infuencias de índole político fueron adoptadas en los ámbitos privados (familiares en el caso del segundo testimonio) o ámbitos culturales (en el caso del pri-mer testimonio).18La principal infuencia que ejerció el guevarismo sobre la orga-nización “fue en la construcción del factor humano de la revolución”, es decir, un nuevo modelo de conducta y de ser revolucionario, “el guerrillero heroico, corporizado en la práctica del hombre nuevo”.19Si la fgura y el ideario de Ernesto Guevara tuvie-ron tanta infuencia en la elección de muchos militantes por el PRT-ERP, entonces es útil analizar la visión que él proponía de la mujer revolucionaria con la fnalidad de analizar el rol que se le adjudicaba a las mujeres en los pro-yectos revolucionarios y ver si existió una evolución entre estos primeros intentos revolucionarios de la década del 60 en relación con los de la década del 70.La visión de Ernesto Guevara sobre la participación femenina en los primeros intentos revolucionarios era, en parte, negativa. Para él, las mujeres constituían un fac-tor de dispersión y peligrosidad para la guerrilla. Había dos razones por las cuales debía evitarse la presencia de las mujeres en las flas guerrilleras. En primer lugar, las mujeres despertaban debilidad entre los hombres jóvenes que se encontraban alejados de sus medios habituales de vida y dado que esto era conocido por los dictadores, po-día ser utilizado como una ventaja para tratar de infltrar a sus espías. Por otra parte, la vida del guerrillero se debía caracterizar por un ascetismo completo, esto implicaba la anulación de la vida sexual del grupo, de allí el hecho de que se prohibiese incorporar mujeres.20Se puede decir entonces que “el placer, el goce y el deseo” eran vistos como la antítesis de las cualidades que debía tener un verdadero revolucionario (el sacrifcio, el voluntarismo, la entrega absoluta por la causa y cierto dogmatismo),21donde “la justicia, la libertad y la verdad”22ocupaban un lugar primordial. El ideario guevarista tam-bién retrataba a las mujeres como débiles. De hecho pa-reciera que la única función serían aquellas puramente femeninas como coser uniformes o preparar la comida.23Sin embargo, se les daría un rol más activo en las zonas liberadas por la guerrilla donde se encargarían de la alfa-betización, del desarrollo cultural y de tareas sanitarias,24aunque se puede ver que todas estas tareas estaban siempre vinculadas con funciones derivadas de la maternidad, tales como la docencia, el cuidado de niños y ancianos, sin que esto signif-case la adopción de un rol protagónico en el frente de lucha o bien en la toma de decisiones. Por lo tanto, se puede observar que en la militancia de la dé-cada del 60 existía una división sexual de las funciones que se sostenía en una estructura social tradicional, aunque se bregaba por un cambio en el orden político, social y económico, pero sin cuestionarse los roles genéricos establecidos.Las mujeres en el PRT-ERPA pesar del perfl guevarista del PRT-ERP, podría decirse que la organización tuvo una visión diferente con respecto a la integración femenina en la militancia. Lo evidencia la cantidad de mujeres en sus flas, esta fue mucho mayor que en aquellos primeros intentos guerrilleros. Se habla de que un 30% o un 40%25de los militantes del PRT-ERP eran mujeres.26Pero lo más importante, tal vez sea, que son las propias entrevistadas las que reconocieron que la organización tenía una mentalidad de avanzada en cuanto al tema de las relaciones genéricas, en comparación con el resto de la sociedad. Alejandra recordó que a uno de sus compañeros lo hacían limpiar el baño y que a él le desagradaba tanto la tarea que lo hacía vomitando, pero igualmente cumplía porque debían compartirse las tareas hogareñas. Mabel, quien militó en Santiago del Estero, (...) se puede observar que en la militancia de la década del 60 existía una división sexual de las funciones que se sostenía en una estructura social tradicional, aun-que se bregaba por un cambio en el orden político, social y económi-co, pero sin cuestionarse los roles genéricos establecidos.
image/svg+xmlVoces Recobradas38Voces Recobradas38hizo referencia a que ella comenzó a militar en el PRT-ERP porque sentía que planteaba otra manera de ver a las mu-jeres: con todas las problemáticas femeninas y teniendo en cuenta sus particularidades de género.27Ambas explicaron en su testimonio por qué la organización estaba un paso adelanteen cuanto a la igualdad entre varones y mujeres con respecto al resto de la sociedad:Alejandra: Además vos capaz estabas desarmando a un cana y tenías a dos compañeros bajo tus órdenes y esta-bas desarmando un cana, en relación con la situación de las minas en el resto de la sociedad estábamos… muy de avan-zada para la época, vos te sentías igual que al varón.28Mabel: O vos le enseñabas a un compañero que recién in-gresaba como se desarmaba un arma, lo iniciabas. Eso era una cosa que para la época era…[de avanzada], si vos lo comparás con el resto de la sociedad…29Sin embargo, este avance no fue sufciente para lograr una total igual-dad, pues algunas reconocieron que de hecho sí se les presentaban deter-minadas difcultades o elecciones a las mujeres para poder militar; como por ejemplo abandonar la casa de sus padres. Muchas de las entrevistadas plantearon el tema de la juventud y la corta edad que tenían en el momento que comenzaban a militar y se iban de sus hogares paternos. Mónica contó la historia de su hermana menor quien tenía una entrega absoluta por la militancia y cómo ella le decía que no debía dejar actividades de lado, como bailar, estudiar y hacer co-sas relacionadas con la juventud, que la militancia no era todo: Mi hermana empieza a militar a los 14 y desapareció a los 18.30 La cuestión de la seguridad se entrelazaba con esta te-mática. La clandestinidad que se veían obligadas a adoptar, por la intensa persecución política de la que eran víctimas, las llevaba a perder el contacto con la familia por temor a que ellos sufrieran algún tipo de represalia por parte de las fuerzas de seguridad contrarias al proceso revolucionario. Natalia recordó lo que el padre de un compañero le había dicho a éste cuando había caído preso: sabés una cosa, es-toy contento, porque por lo menos ahora te veo. Ella misma manifestó que en su militancia se vio obligada abandonar a sus padres, porque no coincidían con sus ideas: Los obs-táculos, que también se le presentaban a los hombres, eran que nosotros éramos jóvenes y bueno… La familia (hablo de familia paterna) si estaba de acuerdo con nosotros, OK; pero si no estaba de acuerdo con nosotros rompíamos los lazos. Los viejos no sabían ni dónde estábamos, cómo está-bamos.31Este distanciamiento de la familia podía producirse en el caso de los varones sin generar demasiada contra-dicción. Sin embargo, se entiende que para las mujeres la situación debe haber sido mucho más confictiva, debido a que estaban más ligadas al núcleo familiar, y que solo se separaban cuando formaban su propio hogar. Este dis-tanciamiento signifcaba una postura que rompía absolu-tamente con los moldes tradicionales y era una importante decisión a tomar. Incluso muchas de ellas hablaron acerca de lo difícil que les resultó –desde la clandestinidad– vivir sin el contacto con sus familiares, la necesidad que sen-tían de tomar contacto con los círculos íntimos y cómo vivían la desesperación de sus padres por saber dónde se encontraban ellas. Esta situación las lle-vó muchas veces a romper con nor-mas de seguridad y realizar llamadas telefónicas a sus padres o encontrarse con ellos en algún lugar público para darles tranquilidad.También para las mujeres la mi-litancia infuía en la decisión de se-guir o no con el compañero que no militara. Mónica contó cómo al in-gresar al PRT-ERP se le planteó esa disyuntiva:Yo dejé una pareja por entrar al PRT (…) pero era una pareja importante. (…) Él tenía ideas socialistas y todo lo demás, pero en la práctica [era]muy po-larizante. Muy decantadora era la práctica; no era “no im-porta yo voy a tirar unos volantes, total”. Así fueras a tirar unos volantes estabas ligado a una organización clandestina a nivel nacional, enemigos número uno de [el gobierno]por lo tanto, era muy complejo mantenerlo. (…) Él no acor-daba con el tema de la lucha armada, menos que menos que estuviese yo con ellos. Sí [acordaba]con todas las ideas transformadoras [pero]bueno, así [fue] que se cayó.32De esta manera Mónica manifestó cómo a una mujer se le podían presentar aquel tipo de elecciones personales. Sin embargo, entendemos que el militante varón no solía tener este tipo de difcultades, es decir, incluso si su mujer no era de la organización y solo acompañaba a su pareja no se le generaban cuestionamientos tan profundos como para abandonar su actividad política. Esto remitiría a una diferencia genérica, el varón se volcaba a la militancia y La clandestinidad que se veían obligadas a adoptar, por la intensa persecución política de la que eran víctimas, las llevaba a perder el contacto con la familia por temor a que ellos sufrieran algún tipo de represalia por parte de las fuerzas de seguridad contrarias al proceso revolucionario.
image/svg+xml39Revista de Historia OralRevista de Historia Oral39poco participaba de las tareas domésticas, de hecho en el ámbito obrero era bien visto si la mujer no se compro-metía y se dedicaba al cuidado de los hijos. En cambio, la falta de apoyo del compañero o el núcleo familiar en la actividad militante de las mujeres les imposibilitaba seguir creciendo en el ámbito político, puesto que necesitaban de su ayuda para poder realizar las tareas del ámbito privado y así contar con tiempo para insertarse en actividades pro-pias de la esfera pública.A su vez, el testimonio de Mónica muestra que la militancia era una práctica muy polarizante, comprome-tida,lo cual requería un total compromiso con la orga-nización. De esta manera, se puede ver que en la consti-tución de la pareja, lo ideológico jugaba un papel fuerte. El testimonio de Marta, simpatizante de la organización, quien estuvo en pareja con un militante del ERP confr-ma esta visión:Uno se casaba con el proyecto, vos no te casabas con un tipo, te casabas con el proyecto, cuando te junta-bas con alguien y más allá que tuvieras diferencias de táctica y estrategia era un proyecto, era un mundo diferente.33El testimonio de Marta mani-festa que las nuevas formas de mili-tar en política revolucionaria le die-ron trascendencia a la vida privada de una forma nunca antes vista. Todas las entrevistadas mencionaron la importancia que tenía el he-cho de que el compañero o compañera estuviera a su lado en la actividad militante. Ellas sostuvieron que el eje de la pareja era la actividad revolucionaria y hablaron de la sen-sación de plenitud que les producía compartir la práctica militante con un compañero.También se les planteaba a las mujeres la contradic-ción entre la práctica militante y el hecho de si debían o no continuar estudiando en la universidad. Muchas de las entrevistadas, sostuvieron que el compromiso con la mili-tancia era tan fuerte que se transformaba en la actividad principal y se vieron obligadas a abandonar sus carreras. Andrea venía de una familia de clase media y a diferencia de su madre tuvo la posibilidad de acceder a la universi-dad, pero luego se vio obligada a abandonarla:Totalmente, sí, sentía como un condicionante para el estudio. Porque cuando yo empecé a militar en casa ope-rativa con pareja, no pude mantener la carrera, no pude mantener el trabajo, la militancia y mi carrera, Sociología, la tuve que dejar.34Lo paradójico de esta afrmación reside en que en una época donde existía una revolución a nivel cultural y se produjo un ingreso masivo de mujeres en el ámbito universitario,35estas mujeres se veían en la situación de te-ner que dejar sus estudios.Otra elección que se les planteaba a las mujeres que militaban desde los inicios de la organización y eran espo-sas de integrantes de la dirección del partido era el cuidado de los hijos. Si bien ellas exponen que existían reglamen-taciones acerca de compartir la crianza de los hijos,36esto no era de ayuda para aquellas que tenían una militancia más extensa y que ya tenían hijos. Claudia, esposa de un integrante del Buró Político –organismo de dirección del PRT-ERP–, recordó cuando su esposo se fue a Cuba a reci-bir entrenamiento y ella se quedó sola y crió a sus dos hijos (una niña y un varón) de menos de 3 años. Ella, además de trabajar fuera del hogar, militar en una villa y desarro-llar su trabajo profesional como asistente social en estos barrios humildes, debió cuidar de sus dos hijos. Claudia manifestó lo difícil que era desarrollar la militancia para las mujeres con hijos, porque no contaban con el apoyo de los maridos. Por lo tanto, las mujeres se veían obligadas a buscar nuevas es-trategias –como ayuda de amigas, una niñera o familiares– para sortear esas difcultades:Del nuevo hombre ta, ta, ta. Sí, una cosa es el discurso. (…) Moral y Proletarizaciónservía para esos que no tenían hijos, cuando tenías hi-jos cargabas con los hijos (…) Bueno, sí además como las incuestionables, si tenían una reunión del CC qué le ibas a decir “¡No vayas!” (…) En realidad, el esfuerzo era bastante más. Primero que había que hacer muchas cosas con los chicos. (…) Como cargar armas, hasta chequear; y lo hacías con los chicos, si no yo buscaba amigas mías personales o la familia para que me cuidaran los chicos. Pero bueno, mi compañero no estuvo acá dos años, estaba en el exterior y esos dos años milité, milité con los chicos viviendo sola además. Entonces, rompí con ciertas nor-mas, normas que estaban pautadas por costumbres en el partido que tenían que ver con proletarización y todo lo demás. A mí me importó un moño, porque fue un tema que se discutió siempre, nunca lo acepté demasiado, y yo trabajaba entonces... pagaba una señora que cuidaba a los chicos así resolví todo definitivamente”.37El testimonio de Claudia da cuenta de una contradic-ción importante entre lo que era el discurso de la organi-Todas las entrevistadas men-cionaron la importancia que tenía el hecho de que el compañero o compañera estuviera a su lado en la actividad militante.
image/svg+xmlVoces Recobradas40Voces Recobradas40zación y la puesta en práctica del mismo. Además esto da cuenta de cómo Claudia –para continuar con su desarrollo político– tuvo que delegar parte de las funciones domés-ticas en otra persona. Por lo tanto, se puede entender que de no haber buscado ayuda para compartir la crianza de sus hijos, ella no hubiese podido ascender y ocupar cargos de gran responsabilidad. Sin embargo, en estos círculos de poder las mujeres habían comenzado a tomar conciencia de que la experiencia militante femenina tenía sus límites y buscaron estrategias para poder superarlos, como por ejemplo “la maternidad socializada”:Bueno, de entrada nos llamábamos célula feminista. (…) Y había ciertas actitudes de los compañeros de sobre-protección, en general, te diría que en alguna forma y en otras de machismo y una va emparentada con la otra, por ejemplo, yo tengo una reunión: “Y voy yo y vos hacete cargo de los chicos”. Yo trabajaba afuera, traba-jaba en la villa, mi trabajo profesional era en la villa, crié a mi primera hija y al año nació mi segundo hijo y enton-ces yo hacía planteos reivindicativos en términos de distribución de tiempo para la militancia, no era la única, con el resto de las compañeras pasaba lo mismo. Por último, terminamos ha-ciendo una especie de cofradía, porque lo que hacíamos era ayudarnos entre noso-tras. (…) Claro, porque con los hombres muy poco se podía contar, con la historia esta que además eran compañeros de la dirección (…)38Como se puede observar a partir de estos testimo-nios, la división de roles genéricos tradicionales no solo se encontraba en los círculos obreros, sino que también en los círculos de dirección; a las mujeres les era muy difícil –una vez que tenían hijos– poder crecer en el ámbito de la militancia. Si bien todas destacan haber-se sentido bien tratadas en la organización, la mayoría sostienen que debido a que esta práctica de incorporar a las mujeres a la actividad militante era nueva, existían en algunas actitudes resabios de machismo. Por ejem-plo, Patricia, militante que se desarrolló en los ámbitos obreros afirmó que: A lo mejor por ahí se daba, por ejemplo en un análi-sis político de una realidad determinada o concreta de que si provenía de una mujer no era tomado con tanta seriedad por el hecho de provenir de una mujer, a lo mejor, tal vez era más contundente cuando venía de un militante hombre.39Por último, los deseos contrapuestos entre lo que se quería y lo que se debía hacer marcaron una lucha interna dentro de las propias entrevistadas, entre mandatos tra-dicionales –como ser madre, ama de casa y esposa– y el compromiso con una causa revolucionaria, que demanda-ba un fuerte sacrifcio de los antiguos roles femeninos y la inserción en un ámbito nuevo, el de la militancia. Algunas lo vivieron como algo natural y otras con contradiccio-nes.Ángela, simpatizante del PRT-ERP, vivió por momen-tos de una manera confictiva su militancia, sobre todo cuando estaba en la clandestinidad, es decir, ella se vio in-vadida por una sensación de inseguridad que se acrecen-taba por el hecho de estar desempleada y desvinculada de su familia. Ella sostuvo:Yo tengo el recuerdo de ir caminando por una calle y mirar casas con cortinas y pensar “¡cómo me gustaría tener una casa con corti-nas y tener hijos!”. Tengo el recuerdo de desear, por ejemplo, al pasar por un barrio con casas, chicos y familias; pero… no se me ocurría en ese mo-mento que podía dejar [la militancia]la idea era que había que seguir con eso.40Todos estos testimonios muestran cómo vivieron la militancia las mujeres dentro del PRT-ERP. Allí aparecen fuertes contradicciones entre lo que querían y lo que se suponía debían hacer, los deseos re-volucionarios o los mandatos tradicionales –ser madres y esposas–, el acceso a ámbitos vedados para la mujer hasta ese momento –como el universitario– o un compromiso revolucionario y los resabios de machismo que muchas ve-ces las condicionaba. A su vez, estos testimonios manifes-tan cómo la militancia de los años 70 simbolizó un punto de infexión y de cambio con relación a la integración de las mujeres a la actividad revolucionaria. Sin embargo, los testimonios confrman que la experiencia de las protago-nistas tuvo límites ocasionados por una cuestión cultural de índole genérica que traspasaba la organización en sí.Las estrategias femeninas: “maternidad socializada”En Moral y Proletarizaciónse reconoce que las mujeres vi-vían un determinado tipo de limitaciones biológicas que derivaban de su papel de madres, tales como el embarazo, la lactancia y la maternidad. Por lo tanto, durante ese pe-ríodo las mujeres tenían limitaciones para ejercer su vida militante.41Sin embargo, esto se encontraba dentro del (...) estos testimonios mani-fiestan cómo la militancia de los años 70 simbolizó un punto de inflexión y de cambio con relación a la integración de las mujeres a la actividad revolucionaria.
image/svg+xml41Revista de Historia OralRevista de Historia Oral41marco revolucionario de formar a las futuras generaciones de revolucionarios y debía ser compensado por otro tipo de tareas. A su vez, la organización reconocía otro tipo de li-mitaciones, que derivaban de la hegemonía burguesa, en la cual la mujer –en especial la proletaria– era víctima de una doble explotación. En primer lugar, el PRT-ERP con respec-to a la subordinación femenina sostenía diferencias de clase, que derivaban de su “condición de obreras y campesinas.”42En segundo lugar, había diferencias de género ocasionadas por la opresión en el hogar al desarrollar las “embrutece-doras” tareas domésticas bajo el dominio del marido.43En consecuencia, si bien se reconocía que las tareas del hogar generaban retraso en la conciencia política de las mujeres y se bregaba por una ayuda del varón en las tareas domésti-cas, se pudo observar que en la práctica estas funciones, muchas veces, continuaban recayendo en las activistas mujeres. Por lo tanto, ellas se vieron obligadas a buscar estrategias para poder sortear las difcultades que sur-gían de la crianza y el cuidado de los hijos sin la compañía del varón, como la “maternidad socializada”. Es decir, ellas compartían con otras mujeres el cuidado de los hijos, como afrmó Claudia: terminamos haciendo una es-pecie de cofradía, porque lo que hacía-mos era ayudarnos entre nosotras.44En Moral y Proletarizaciónse sostenía la importancia de la crianza comunitaria de los hijos en la vida militante. Los hijos de todos los compañeros debían criarse en una familia revo-lucionaria. De acuerdo con las entrevistadas que habían es-tado presas antes de 1973, esta metodología ya era común en la cárcel: Sí, eso existió y existió mucho en el penal, o sea, las compañeras que tenían chicos dentro del penal en el pa-bellón 49 y eso se llevó un poco hacia fuera.45Parecería que la maternidad socializada fue una práctica concreta de las mujeres encarceladas y que luego fue tomada por el PRT. Además no se debe olvidar que la persona que escribió este documento, Julio Parra, era un preso político de Rawson perteneciente al PRT y que este documento fue escrito en ese penal entre 1971-1972. Se puede afrmar entonces, que una práctica concreta surgida de la experiencia femenina en la militancia fue de hecho tomada por el PRT para elaborar su propia teoría política, o al menos intentarlo.La mayoría de las entrevistadas sostuvieron que en la crianza y en el cuidado de los chicos participaban todos los militantes que estaban en contacto con ellos: el hijo de tu compañera era un hijo tuyo… eso seguro,46y que hasta en las peores épocas de represión se continuó con esta moda-lidad. Sin embargo, esta práctica de avanzada en la política –que surgió como parte de una “nueva sociedad”– parecería que fue adoptada por las mujeres como una estrategia para equilibrar las diferencias genéricas que les implicaba a ellas mayores responsabilidades por el hecho de que eran madres. Esta práctica de la “maternidad socializada” parecería que fue implementada, sobre todo, en los estratos superiores de la organización, donde había muchas activistas mujeres que tenían una extensa militancia y ya tenían hijos. El reclamo por un reparto de tareas más equitativo para militar apare-ció en ese momento como una toma de conciencia de que existían problemáticas de género dentro del PRT. Recorde-mos el testimonio de Claudia, quien en esa época militaba en la villa y era madre de dos hijos pequeños; ella explicó la necesidad que tuvieron las mujeres de reivindicaciones propias en el seno del PRT. Sin embargo, está necesidad de colaboración también fue sostenida por Marisa, casada con un integrante de la dirección del partido y que por cuestio-nes militantes se vio obligado a ausentar-se por un año de su domicilio:Todo el año 69 estoy sola en un departamento adonde nos habíamos ido a vivir, era del Hogar Obrero, tra-bajo en una escuela diferencial y en el instituto de niñas sordas. El guardián de esos bloques de departamentos es una familia de La Pampa y viene una hermana de la señora que quería estudiar, yo le propongo que se venga a vivir conmigo; María Luisa y yo vivíamos juntas nos turnábamos para cuidar los chicos y ella estudiaba de noche cuando yo volvía.47Si bien el testimonio de Marisa no enmarca su actuar en un tono reivindicativo como sí lo hace Claudia, muestra la necesidad de estas mujeres de delegar parte de sus funcio-nes domésticas en otros (familiares, amigas, niñeras, com-pañeras de militancia) para continuar desarrollando sus ta-reas laborales y militantes, sin cuya colaboración les hubiese sido imposible sostener ese ritmo de vida. Esta situación no se le plantearía a sus compañeros varones, que se ausenta-ban de sus hogares por cuestiones militantes sin preocupa-ciones por sus obligaciones domésticas, que recaían sobre sus compañeras.¿Cómo eran vistas estas mujeres por los represores?Por último, nos parece relevante indagar cómo fueron vistas estas mujeres por lo represores, ya que hay otro aspecto de la vida militante de las mujeres que surgió de las entrevistas: su experiencia carcelaria. Dos cuestiones se desprenden de los testimonios. Por una parte, cómo vivieron las militantes (...) ellas se vieron obligadas a buscar estrategias para poder sortear las dificultades que surgían de la crianza y el cuidado de los hijos sin la compañía del varón, como la “maternidad socializada”.
image/svg+xmlVoces Recobradas42Voces Recobradas42la violencia ejercida por la policía y las fuerzas armadas, y cómo fueron vistas por los varones que no estaban de acuer-do con sus ideas. En ambos aspectos los testimonios permi-ten observar que hubo diferencias de género.Todas las testimoniantes hacen referencia en sus rela-tos a la desesperación, incertidumbre, miedo y angustia que les provocó vivir esos años en los que se incrementaba la represión. Los cambios permanentes de domicilio, donde solo se aferraban a lo “puesto” y la practicidad con la que resolvían esta situación de tanta inestabilidad cuando te-nían hijos, hace que lo recuerden impresionadas desde el “hoy”. Marisa relata su salida del país con sus dos hijos y su pareja, allí refeja el temor, la incertidumbre y la practicidad para afrontar una situación tan difícil como la que estaban viviendo:Éramos de los últimos compañeros que quedaban orga-nizados en la Argentina ya que los que es-taban vivos y militando estaban salien-do todos del país después de un tiempo. (…) El 7 de julio nos fuimos a Misiones en avión. Cuando salimos de la casa no sabíamos si íbamos a llegar al aeropuerto, ya que había pinzas por todas partes, teníamos documentos falsos y tampoco sabíamos que iba a pasar a cada paso que avanzábamos, lo que sí estaba claro es que no teníamos donde quedarnos, no podíamos mirar para atrás. Así llega-mos a la frontera como si fuéramos turistas que íbamos a ver las Cataratas del Iguazú. A los chicos los vestí con varios pantalones y remeras y pullovers, lo mismo que nosotros, les dije que nos íbamos por un tiempo y que no volveríamos enseguida, lo que provoco que mi hija se pusiera a llorar por-que no había traído la valija con el cuaderno y los deberes que le había dado la maestra.48Las testimoniantes hacen referencia a la angustia per-manente ante la noticia de compañeros que eran apresados por las fuerzas de seguridad y el temor por la propia vida y la de los seres queridos. En este sentido, suelen encontrar-se con frecuencia en los relatos las alusiones a este tipo de sensaciones en la experiencia vivida pos 1976. Sin embargo, la mayoría sostiene que eso no era causal para abandonar la militancia ni los ideales que los habían llevado a integrarse al PRT-ERP. El tema de los hijos se transformó en una cuestión pro-blemática, al aumentar la represión esto generó verdaderas contradicciones en las mujeres al ver que ponían en riesgo a sus hijos. Se habrían debatido entre no exponerse y proteger a sus hijos, o comprometerse absolutamente con la causa revolucionaria. La entrega a la revolución implicaba riesgos extremos, donde el sacrifcio de la propia vida era previsi-ble ya que se “privilegiaba la revolución como horizonte y dimensión central de la vida”.49Sin embargo, a medida que se extremaba la represión, el hecho de poner en riesgo a sus propios hijos debe haber generado verdaderos confictos en las propias militantes mujeres. Aquí empezaría a entrar en contradicción, privilegiar la maternidad o bien continuar con la causa revolucionaria.Por otra parte, la mayoría de las entrevistadas expusie-ron que antes de 197650o posteriormente a esa fecha habían sufrido la experiencia de estar presas en la cárcel. Del relato de las entrevistadas se desprende que el trato que recibían de los represores se caracterizó por una brutalidad mayor dirigida a su condición como mujeres. Esto pudo haber res-pondido a que ellas representaban un modelo de mujer que no se ajustaba a las normas tradicionales (ser madres y esposas), cuyo compor-tamiento era diferente al tradicional, el cual se caracterizaba por la sumisión, pasividad y docilidad, además que estas nuevas mujeres estaban involucradas en actividades relacionadas con prácti-cas masculinas más que femeninas.La mentalidad tradicional y pa-triarcal de las fuerzas armadas hizo que se las desprecie aún más que a los varones. Eran consideradas malas madres por no dedicarse exclusi-vamente a sus hijos y no otorgarles una educación tradicio-nal fuera de los valores revolucionarios. Sin embargo, los hechos posteriores mostrarán que serán las fuerzas represi-vas quienes las alejarán o se apropiarán de sus hijos para que ellas no ejerzan la maternidad. Vassallo –al trabajar sobre el tema– utiliza la revista Somosde esos años. Allí estas nuevas mujeres fueron defnidas por las fuerzas represivas como una amenaza y se utilizaban los siguientes califcativos: ac-tivas, ideólogas, que utilizan sus atributos femeninos para desempeñar sus responsabilidades políticas, promiscuas, con intenciones de superar al hombre.51La autora sostie-ne que hay una demonización de estas mujeres vistas como “peores que los hombres”. Vasallo habla de que estas muje-res generaban en los militares un sentimiento ambiguo de demonización y fascinación.Marcela estuvo presa previamente a 1976, fue deteni-da por las fuerzas de seguridad y luego de ser torturada fue trasladada a la Brigada de Investigaciones de Avellaneda donde convivían hombres y mujeres (presos políticos) en una misma celda. Ella contó del desprecio con el que eran tratadas por los militares en las cárceles por el hecho de ser El tema de los hijos se trans-formó en una cuestión problemá-tica, al aumentar la represión esto generó verdaderas contradicciones en las mujeres al ver que ponían en riesgo a sus hijos.
image/svg+xml43Revista de Historia OralRevista de Historia Oral43mujeres. Incluso la entrevistada describe que los guardia-cárceles manifestaban un “sentimiento ambiguo” en su re-lato, por un lado “rechazo”; por el otro “competencia” y a la vez “admiración” por estas mujeres que manejaban armas al igual que ellos:Nos odiaban, nos odiaban, o sea, ellos odiaban a los va-rones también, pero yo creo que nos odiaban más a nosotras porque nos despreciaban. No sé, era una cosa... no sé, era como la competencia de ellos, ¿entendés?, y ¡éramos minas![habla de un guardiacárcel Aníbal] Entonces, nos decía: “Sí, yo te abro, yo te abro, yo te abro... ¡No! Yo no te abro”, decía después, “porque yo te abriría si vos fueras una mujer co-mún, pero vos no sos una mujer común. Vos me encontrás en la calle y vos me matás, ¿sí o no?”. “Y, depende”, le decía-mos nosotras. “Pero si yo estoy con un ferro y te vengo a dete-ner, ¿vos qué hacés?” “Y... depende”, no le contestábamos, por-que tampoco... [Risas].¡El odio que le daba!, le daba el doble de odio porque es como que ellos a la mujer la tienen que tener ahí atrás, inactiva, dócil, y en nosotras encontraban todo lo contrario, por más que nosotras tratábamos de bajar el perfl, estábamos en manos del enemigo, pero bueno...52Por lo tanto, vemos cómo los militares notaron en estas mujeres un prototipo femenino diferente al tradicional, que no eran solo madres y esposas y por ello las despreciaban. Sin embargo, se puede decir que el origen de ese desprecio estaba movilizado por un sentimiento de temor. Ese temor produjo en ellos atracción hacia ese modelo de mujer con el que podían seguramente compartir vivencias más rela-cionadas con sus roles en el ámbito público. Pero por otra parte también les produjo miedo porque este nuevo tipo de mujer –más contestaria– podía tornarse en una competen-cia al cuestionar la división de roles tradicionales de género, es decir, al negarse a desempeñar solamente las funciones en el ámbito privado como la de madres y esposas, y pelear espacios en el ámbito público. En consonancia con lo que sostiene Vasallo se puede decir que estas mujeres nuevas generaron una multiplicidad de sentimientos en las fuerzas represivas: temor-demonización-fascinación. Esto radicaba no solo en el hecho que las fuerzas represivas fueran “defen-soras de la sacralidad familiar y la maternidad,”53sino que estas mujeres militantes estaban manifestando un “nuevo modelo de mujer” que comenzaba a cristalizarse socialmen-te en la década del 70.A modo de cierreEstos testimonios llevan a pensar que dentro del PRT-ERP existieron signos de cambio, en tanto que las mujeres pu-dieron ingresar en la militancia revolucionaria como pocas veces lo hicieron. Sin embargo, en la práctica la experiencia femenina estuvo atravesada por limitaciones genéricas, que persistieron a pesar de los intentos por combatirlas desde el discurso. Estas contradicciones entre actividad militante y ser mujeres se plantean desde el hoy. En muy pocos casos las entrevistadas resaltaron haber vivido en ese momento diferencias de índole genérica, incluso la mayoría sostuvo haberse sentido valoradas y respetadas dentro de la organi-zación. Aunque parecería que dentro del PRT, en los altos estratos de la organización, las mujeres habían empezado a tomar conciencia de las limitaciones que se le presentaban por su condición genérica, y ante sus deseos de continuar y crecer en su militancia muchas recurrieron a estrategias comunitarias para el cuidado y crianza de sus hijos, con el fn de lograr desarrollarse políticamente al igual que sus compañeros.A esta experiencia le sumamos las percepciones de ac-tores externos a la militancia, tales como las fuerzas represi-vas. Dicho análisis permitió confrmar y ampliar la militan-cia femenina sobre los años 70. Se pudo notar que pese a las limitaciones genéricas que vivieron estas entrevistadas, sus prácticas implicaron un cambio con respecto a los modelos genéricos establecidos socialmente.Por lo tanto, el presente trabajo intentó recobrar esas voces ausentes a través de una resignifcación de ese pasa-do desde el presente. Esto pudo ser posible por medio de un análisis de la cotidianeidad y la socialización dentro de una organización armada, en el cual el género y la historia oral pudieron hacernos llegar los confictos y contradiccio-nes más íntimas de las protagonistas. Aquellas que viven las mujeres como parte de una sociedad sexista.Notas————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———1Isabella Cosse, “Los nuevos prototipos femeninos en los años 60 y 70: de la mujer doméstica a la joven ‘liberada’”, en Andrea Andújar et al. (comp.), De minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones sobre los setenta en la Argentina, Buenos Aires,Luxemburgo, 2009, p. 171.2Documento interno de la organización en cuestión, que regla-menta la vida cotidiana y las relaciones de pareja dentro de la organización, data de 1971-1972.3 Joan Scott, “El género: una categoría útil para el análisis histó-rico”, en María Cecilia Cangiano y Lindsay Dubois (comp.), De mujer a género. Teoría, interpretación y práctica feminista en las ciencias sociales,Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1980, pp. 17-50.4 Joan Scott, op. cit., pp. 37-38.5 Marta Lamas, Usos, difcultades y posibilidades de la categoría género, México, Pueg / Porrúa, 1996, p. 344.6 Joan Scott, op. cit., p. 38.
image/svg+xmlVoces Recobradas44Voces Recobradas44Guevara, Escritos y discursos. La Habana, Ediciones de Ciencias Sociales. Instituto Cubano del Libro, 1972. Tomo I, p. 166. El resaltado me pertenece. Véase también sobre este tema: Marta Vassallo, “Militancia y Transgresión”, en Andrea Andújar, et al.(comp.), De minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones sobre los setenta en la Argentina, Buenos Aires,Luxemburg, 2009, pp.19-32. 21Gabriel Rot, op. cit., p. 108.22Son valores señalados por Ollier como propios de esta gene-ración, que luego son resignifcados a partir de la radicalización política. María Matilde Ollier, La creencia y la pasión (privado, público y político en la izquierda revolucionaria),Buenos Aires, Ariel, 1998, pp. 72-83.23 Gabriel Rot, op. cit., p. 107.24Ibídem, p. 107.25Estos datos surgieron a partir del testimonio de las/ los entre-vistadas/dos.26Incluso Pablo Pozzi llega a sostener que para 1975 un 50% de los miembros del PRT eran mujeres. Pablo Pozzi, “Los Perros. La cultura guerrillera del PRT-ERP”. Taller. Revista deSociedad, Cultura y Política, vol. 1, Nº 2, noviembre 1996, p.111.27Entrevista a Mabel, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, rea-lizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06).28Entrevista a Alejandra, aprox. 60 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06).29Entrevista a Mabel, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, rea-lizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06).30 Entrevista a Mónica, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (09/09/06).31Entrevista a Natalia, aprox. 60 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (15/01/07).32Entrevista a Mónica, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (09/09/06).33Entrevista a Marta, aprox. 60 años, simpatizante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (27/10/06).34Entrevista a Andrea, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (21/10/06).35Véanse los siguientes artículos sobre el ingreso de muje-res a los ámbitos universitarios: Alicia Palermo, “La educa-ción universitaria de la mujer. Entre las reivindicaciones y las realizaciones”, en Alternativas, Año III, Nº 3, octubre de 2000; “El acceso de las mujeres a la universidad”, en Flecha García(directora), Mujeres y educación: saberes, prácticas y discursos en la historia, Sevilla, Asociación Española de In-vestigación de Historia de las Mujeres, 2005; “Mujeres profe-sionales que ejercieron en Argentina en el siglo XIX”, en Con-vergencia, Revista de Ciencias Sociales, Año 12, Nº 38, Facul-tad de Ciencias Políticas y Administración Pública, UAEM, México, en coedición con Revista Argentina de Sociología, CPS, 2005; El ingreso de las mujeres a los estudios universita-rios”, en Revista Argentina de Sociología, año 4, Nº 7, Miño y Dávila, CPS, 2006.36 Moral y Proletarización.37Entrevista a Claudia, aprox. 60 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (18/ 01/07).38Ibídem, Claudia.39Entrevista a Patricia, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, 7 Carole Pateman realiza un análisis de este tema poniendo en tela de juicio la separación y la oposición entre lo público y lo pri-vado. Carole Pateman, Críticas feministas a la dicotomía públi-co y privado”, en Carme Castells (comp.), Perspectivas feministas en teoría política, Buenos Aires,Paidós, 1996, pp. 31-53.8 Documento interno de la organización en cuestión, que regla-menta la vida cotidiana y las relaciones de pareja dentro de la organización, data de 1971-1972.9Basada en el dinero –principal mercancía– y cuya caracterís-tica fundamental era el individualismo. Fragmento de “Moral y proletarización”, Daniel De Santis, A vencer o morir. Historia del PRT-ERP, documentos, Buenos Aires, Nuestra América, 2006, Tomo 1, Volumen 2., pp. 95-96.10Alejandra Oberti, “La moral según los revolucionarios”, en Po-líticas de la Memoria, Buenos Aires, 2004, Nº 5, p 78.11Ibídem, p. 78.12“El término proletarización remite “a la estrategia por la cual los militantes entraban a trabajar a una fábrica para imbuirse de los pro-blemas de los trabajadores y, en un sentido general, de la pobreza. Como estrategia política ello permitía la captación de simpatizan-tes con la lucha revolucionaria y el desarrollo de mayores grados de concientización entre los militantes.” Ana Gucliemuchi, “Moral y política en la praxis militantes”, en Revista Lucha Armada en la Argentina, Buenos Aires, 2006, Nº 5, p.81.13“La estadística de los presos indicaba que mientras en total el por-centaje de obreros pasaba el 30%, entre las mujeres no llegaba al 1%”. Boletín interno número 57, segunda quincena abril de 1974, p.4.14Daniel De Santis, op. cit., p. 99. En este contexto las caracterís-ticas que debía reunir un militante del pueblo –según las virtu-des así llamadas proletarias– eran: la humildad, el sufrimiento, la sensibilidad frente a la injusticia social y una actitud estoica frente a la desventura. Sergio Bufano, “La vida plena”, en Revista Lucha Armada en la Argentina, Nº 1,Buenos Aires, diciembre de 2004, p. 29.15Entrevista a Marisa, aprox. 65 años, militante del PRT-ERP, realizada vía Internet por la autora (21/09/09) El resaltado me pertenece.16Entrevista a Vanesa, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06). El resaltado me pertenece.17Entrevista a Karina, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (24/11/06). El resaltado me pertenece.18Véanse trabajos de María Matilde Ollier sobre este tipo de te-máticas: La creencia y la pasión (privado, público y político en la izquierda revolucionaria), Buenos Aires,Ariel, 1998 y De la revo-lución a la democracia, cambios privados, públicos y políticos de la izquierda argentina, Buenos Aires,Siglo XXI, 2009.19Pablo Pozzi, “Por las sendas argentinas”. El PRT-ERP. La guerri-lla marxista”,Buenos Aires, Eudeba, 2001, pp. 180-181.20Rot, Gabriel, Los orígenes perdidos de la guerrilla en la Argen-tina,El cielo por asalto, Buenos Aires, 2000, p.107. Al respecto el Che puntualiza: “el revolucionario que está en situación clan-destina, debe ser un perfecto asceta, y además vive para probar una de sus cualidades…como es la disciplina. Si un individuo reiteradas veces burla las órdenes de sus superiores y hace con-tactos con mujeres… debe separársele inmediatamente. Ernesto
image/svg+xml45Revista de Historia OralRevista de Historia Oral45realizada en Buenos Aires por la autora (19/10/ 06). El resaltado me pertenece.40Entrevista a Ángela, aprox. 55 años, simpatizante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (24/10/06).41Véase sobre este tema: Alejandra Ciriza y Eva Agüero Rodrí-guez, “Militancia, política y subjetividad. La moral del PRT-ERP”, en Políticas de la Memoria,Buenos Aires, 2004, Nº 5, pp.9-14; Paola Martínez, Género, política y revolución en los años 70. Las mujeres del PRT-ERP,Buenos Aires, Imago Mundi, 2009;Alejan-dra Oberti, op. cit. pp.77-84, Marta Vassallo, Militancia y Trans-gresión”, op. cit.42 “La desigualdad impuesta por la clase dominante entre el hom-bre y la mujer se evidencia en el trabajo: salarios más bajos, rele-gadas a fábricas más pequeñas o las tareas más embrutecedoras, distintas posibilidades de capacitarse o especializarse en deter-minados ofcios, difcultades para encontrar trabajo.” “El papel de la mujer en la revolución”, en El Combatiente. Año VIII, Nº 157, 3 de marzo de 1975, pp. 16-17.43Son consideradas embrutecedoras, porque “las mujeres desa-rrollarían una tarea individualista, aislada de las relaciones de producción, lo cual les impide organizarse colectivamente para luchar por sus ideales como lo hace su compañero.” El Comba-tiente, op. cit., pp. 8-9.44 Entrevista a Claudia, aprox. 60 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (18/01/07).45Entrevista a Ana aprox. 60 años, militante del PRT-ERP, reali-zada en Buenos Aires por la autora (30/11/06). El resaltado me pertenece.46Entrevista a Vanesa, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (11/11/06). El resaltado me pertenece.47Entrevista a Marisa, aprox. 65 años, militante del PRT-ERP, realizada vía Internet por la autora (21/09/09) 48Ibídem, Marisa. El resaltado me pertenece.49Alejandra Ciriza, y Eva Agüero Rodríguez, op. cit.,p. 88.50Es tomado como referente por las propias entrevistadas el trato previo o posterior a 1976. Debido a que la represión se profundizó por el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y esto quedó de manifiesto también en el trato violento e in-humano que se les daba a los presos políticos en las cárceles. Véase sobre la experiencia carcelaria de las presas políticas: AA.VV., Nosotras, presas políticas, Buenos Aires, Nuestra América, 2006.51 Andújar, Andrea et al. (comp.), De minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones sobre los setenta en la Argentina.Luxemburg, Buenos Aires, 2009, pp.28-29.52Entrevista a Marcela, aprox. 55 años, militante del PRT-ERP, realizada en Buenos Aires por la autora (04/12/06).53 Andújar, Andrea et al.(comp.), op. cit., p. 30.Bibliografía————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———Andújar, Andrea et al.(comp.), De minifaldas, militancias y revo-luciones. Exploraciones sobre los setenta en la Argentina, Buenos Aires, Luxemburg, 2009 Bufano, Sergio, “La vida plena”, en Lucha Armada en la Argenti-na, dic. 2004, Tomo 1, pp. 22-31.Ciriza, Alejandra y Eva Agüero Rodríguez, “Militancia, política y subjetividad. La moral del PRT-ERP”, en Políticas de la Memoria, Buenos Aires, 2004, Nº 5, pp.9-14.De Santis, Daniel, A vencer o morir. Historia del PRT-ERP, documen-tos, Buenos Aires, Nuestra América, 2006, Tomo 1, Volumen 2.Gucliemucchi, Ana, “Moral y política en la praxis militantes”, en Revista Lucha Armada en la Argentina,Buenos Aires, 2006, Nº 5.Lamas, Marta, Usos, difcultades y posibilidades de la categoría gé-nero, México, Pueg / Porrúa, 1996.Martínez, Paola, Género, política y revolución en los años 70. Las mujeres del PRT-ERP, Buenos Aires, Imago Mundi, 2009.Mattini, Luis,Hombres y mujeres del PRT-ERP, Buenos Aires, Contrapunto, 1990. 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