image/svg+xmlVoces Recobradas20Voces Recobradas20L a política desarrollada por el Partido Comunista de Argentina (PCA) durante la última dictadura militar aún no fue explorada en todas sus impli-cancias por la investigación académica. A pesar de haber sido objeto de temprano interés, en general, los trabajos que posaron la atención sobre este partido lo hicieron a partir de sus posiciones más generales, el programa de “convergencia cívico militar”, y tendieron a vincularlas y reducirlas a las posturas sostenidas por la Unión Soviética. Como se sabe, esta última fue aliada de la Junta Militar, tanto por sus vínculos comerciales como por los apoyos políticos mutuos. Por lo tanto, la distin-ción política que los comunistas argentinos hacían entre militares “moderados” y “fascistas” afrmando que Videla expresaba a los primeros, fue leída en términos de subor-dinación a una “línea” elaborada en Moscú.1Sin embargo, la asunción de tal explicación no solo implicaba negar toda independencia política a los co-munistas nativos, considerados de este modo como un apéndice del PCUS, si no que dejaba sin resolver, como bien señalaron posteriores trabajos, por qué razón la po-lítica de “convergencia cívico militar” fue defnida con tres años de antelación a la frma de los convenios comer-ciales entre ambos Estados.2Esa diferencia de tiempo ve-nía a sugerir la desvinculación de la posición del partido nativo con las supuestas directivas de Moscú.Es incuestionable que el PCA venía refexionando en torno a las divisiones al interior de las Fuerzas Ar-Una aproximación a la política del Partido Comunista de Argentina en el exterior durante la última dictadura militar(1976-1983)Natalia CasolaPrograma de Historia Oral de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA / CONICET
image/svg+xml21Revista de Historia OralRevista de Historia Oral21De modo que lo que puede constatarse es una confluencia de intereses entre el comunismo nativo y el soviético.madas y las posibles perspectivas que cada una de ellas planteaba si llegaban al poder. De modo que el manteni-miento de la línea de “convergencia cívico militar” emer-gía como una resultante de la caracterización según la cual el pinochetismo no habría conseguido hacerse del poder. El “posibilismo” como estrategia política era lle-vado al extremo y de allí se derivaba la preferencia por la continuidad de Videla en la cabeza del gobierno. En consecuencia, parece lógico afrmar que inicialmente no existió una imposición de la URSS al respecto, o al menos, si hubo presiones, no plantea-ban una ruptura con la política que el PCA venía desarrollando desde la muerte del general Perón en julio de 1974.Por su parte, como ha sido se-ñalado por la totalidad de los au-tores, es incuestionable que la URSS actuaba en función de sus propios intereses estatales y, al igual que en otros periodos, mantenía relaciones con el PCA pero también con otros actores políticos, incluidas las Fuerzas Armadas en el gobierno.De modo que lo que puede constatarse es una con-fuencia de intereses entre el comunismo nativo y el so-viético facilitada por la adhesión histórica del PC local a la política internacional de la URSS en nombre de la defensa del mundo socialista como interés supremo del proletariado mundial.Con el propósito de continuar indagando en el de-bate, el presente artículo se preocupa por conocer la tra-ducción práctica que la política del PCA tuvo en el plano internacional, es decir, en el terreno privilegiado de la ac-ción moscovita en relación con la Argentina. Se intenta, al desplazarse del plano comercial de las relaciones bila-terales, encontrar nuevos elementos que permitan echar luz sobre los pliegues de esa relación triangular, que tiene por vértices al PCA, la URSS y la Junta Militar. Para ello, se abordan tres problemáticas entrelazadas pero distintas. En primer lugar, reconsidera la relación entre la URSS y la dictadura argentina a partir de su accionar conjunto en los foros internacionales. Aunque se coincide con Gil-bert en que la posición del PCA no debería interpretarse como una derivación de las relaciones comerciales entre ambos países, el artículo relativiza las pruebas ofrecidas por el autor en cuanto afrma que los vínculos bilaterales fueron tensos hasta 1978. Al contrario, el examen de la actuación soviética en Naciones Unidas revela elementos de cooperación desde 1976. En segundo lugar, el artículo analiza las caracteriza-ciones que el partido local hacía sobre la situación inter-nacional y su traducción práctica. Se intenta determinar la infuencia de la Unión Soviética considerando, al mis-mo tiempo, las áreas de contradicción que suscitaba.Finalmente, el análisis de la lógica interna de la política partidaria en el plano internacional conduce al examen de un tercer elemento: la relación con lo que se conoce genéricamente como el movimiento de denun-cia argentino en el exterior; es decir se consideran los acuerdos y desacuerdos, las alianzas concretadas y las rivalidades establecidas con otras fuerzas políticas en el exilio, especialmente Montoneros y PRT, pero también con las organiza-ciones de exiliados y organismos de derechos humanos cuya proyección internacional fue cobrando impor-tancia con el paso del tiempo.Los aportes presentados en este trabajo son parte de una investigación mayor, aún en curso, sobre el accionar del PCA entre 1975 y 1983. Para su elaboración se consultaron fuen-tes documentales y se apeló a los registros orales sin los cuales no sería posible la reconstrucción de este capítulo de la historia reciente. Las condiciones de clandestinidad impuestas por la dictadura militar y el modo de organi-
image/svg+xmlVoces Recobradas22Voces Recobradas22zación partidaria en cuestión, cuya división vertical del trabajo militante impedían el acceso horizontal a la in-formación, transforman a los entrevistados en llaves que abren puertas a conocimientos únicos. Cada militante, en tanto portador de una tarea específca y muchas ve-ces secreta, era una especie de “profesional” en su área de intervención e ignorante con relación a la labor del compañero de al lado. Esta manera de organizar la ac-tividad llevada al extremo condujo a la construcción de un fuerte imaginario alrededor de la potencia del “apara-to”, al tiempo que desalentaba el debate interno en torno al rumbo del partido. El desconocimiento fue un arma potente que permitió reprimir los desacuerdos alimen-tando la expectativa sobre las razones, ocultas a los ojos pero seguramente inobjetables, tomadas por la dirección; “si el partido dice que existe una corriente de militares progresistas debe ser así” suelen evocar los viejos mili-tantes al explicar por qué no hubo gran-des cuestionamientos a la línea del partido bajo la dictadura. El entramado de las posiciones del Partido Comunista en este perio-do continúa siendo un misterio aún para sus sinceros militantes. En cada uno de ellos se guarda una parte de esta historia que se presenta, frag-mentariamente, a continuación.a) La URSS y las Naciones UnidasCon la asunción de Carter en enero de 1977 a la presi-dencia de Estados Unidos se produce un giro en la po-lítica exterior de ese país. El contexto de crisis desatada luego de la derrota de Vietnam, los efectos del derrumbe económico y los escándalos internos como el caso Water-gate, favorecían el fn la política de “distensión” y “con-tención” llevada adelante por los gobiernos de Nixon y Ford.3La necesidad de recuperar legitimidad y credibili-dad empujaron a Carter a asumir un cambio de dirección sintetizado en el énfasis puesto en la lucha por la paz y los derechos humanos. Hacia fnes de 1977 América Latina, regada de dictaduras militares, se transformó en foco de la atención norteamericana. Entre las herramientas uti-lizadas se encontraba la diplomacia, bilateral o multila-teral fundamentalmente a través de las Naciones Unidas (ONU) y en la Organización de los Estados Americanos (OEA). Simultáneamente, ejercía presión aplicando san-ciones económicas.4De modo que el cariz que adoptaba la política exterior norteamericana entraba en directa contradicción con el programa de exterminio llevado adelante por el Estado terrorista en la Argentina.5Este principio de fricción fue explotado por la Unión Sovié-tica que asumió la defensa del régimen argentino, con-trastándolo con las aberraciones producidas en el Chile de Pinochet y la complicidad de Estados Unidos en ese golpe. La URSS perseguía, en su intervención internacio-nal, dos objetivos: con relación a la escena latinoame-ricana, buscaba debilitar el sistema de alianzas entre la potencia occidental y los gobiernos de la región, en un contexto donde su propia infuencia se había visto daña-da tras el golpe en Chile. De allí que uno de los aspectos distintivos de su política internacional haya sido la am-plitud de la solidaridad con Chile y simultáneamente la defensa del gobierno militar argentino, postulado desde el comienzo como variante democrática en el Cono Sur.Pero en segundo lugar, desde 1977, la Unión Sovié-tica se vería afectada directamente por la política esgri-mida por Carter. Dentro de ese esquema cerró flas con los países alcanzados por denuncias por violaciones a los derechos humanos, a excepción de Chile.En el caso de Chile, la URSS lle-gó a tomar la decisión de constituir durante noviembre de 1973, el Buró del Partido Comunista de Chile en Moscú, al que se asignó instalaciones, salarios y gastos de mantenimiento, además de la crea-ción del Comité de Solidaridad con los demócratas chi-lenos.En consecuencia, los partidos comunistas del mun-do –incluyendo el PCA– al mismo tiempo que se colo-caban a la cabeza de las denuncias internaciones sobre las violaciones a los derechos humanos en Chile, seguían los lineamientos de rechazo a las denuncias que recaían sobre la Argentina. Un ejemplo regional de ese compor-tamiento puede rastrearse en Luis Corvalán, entonces secretario general del PC chileno, quien al referirse en sus intervenciones a la situación latinoamericana, omi-tía deliberadamente la situación en el país hermano; en cambio valoraba como un aspecto positivo el alcance que había cobrado el comercio entre algunos países de Amé-rica Latina y la URSS y Cuba en la medida que asestaba un golpe a los intereses norteamericanos. En sí mismo, esto era interpretado como un signo de evolución políti-ca positiva por parte de esos gobiernos.6En términos globales, puede afrmarse que si la ac-ción norteamericana fue ejercida especialmente en la OEA de la que depende la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), cuya inspección en el El entramado de las posicio-nes del Partido Comunista en este periodo continúa siendo un misterio aún para sus sinceros militantes.
image/svg+xml23Revista de Historia OralRevista de Historia Oral23país durante 1979 permitió que las denuncias del movi-miento por los derechos humanos dentro y fuera del país cobrara una relevancia desconocida hasta el momento, la actividad de la URSS se concentró en Naciones Unidas.La ONU contaba con dos órganos fundamentales en materia de derechos humanos: la Comisión de Derechos Humanos, conformada por representantes mandatados por cada Estado y la Subcomisión de Derechos Humanos que agrupaba a “expertos independientes” de los Estados pero designados también por estos. En relación con la Argentina, pese a que las denuncias comenzaron a llegar desde fnes de 1974, el activismo no conseguía que la si-tuación del país fuese incluida en la agenda de discusión. Desde el punto de vista técnico, para que una situación determinada fuera considerada por la subcomisión, era necesario que reuniera los requisitos comprendidos en la Resolución 1503, es decir, que se demostrara que se trataba de violaciones masivas y persistentes.La situación argentina –aunque sin resultados positivos– es conside-rada por primera vez en agosto de 1976. La delegación de Estados Uni-dos estimaba que las denuncias con-fguraban un cuadro de violaciones sistemáticas a los derechos humanos por el gobierno argentino y que, por lo tanto, se ameritaba su inclusión.Rodolfo Mattarollo, abogado de la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU) desde 1975, es quien realiza la primera denuncia sobre las desapariciones forzadas en la Subcomisión de Dere-chos Humanos en el verano europeo de 1976.7Ese año y el siguiente, en virtud del espacio cedido por Comisión Internacional de Juristas, consigue exponer en una sesión pública de la Subcomisión, la descripción de la metodo-logía de las desapariciones. La mecánica por la que un particular podía hablar en las sesiones de esos organismos era ocupando el espacio de palabra concedido a organiza-ciones no gubernamentales con estatuto consultivo.8Sin embargo, la intervención de la Unión Soviética en defensa de la Junta Militar sería clave para que año tras año, el ac-tivismo argentino viera fraguadas sus expectativas.En la subcomisión realicé en agosto del 76 la primera denuncia formal sobre la metodología de las desaparicio-nes forzadas en el Cono Sur y refriéndome más especial-mente a la Argentina donde había ocurrido el golpe pocos meses antes. Luego, esta denuncia se repitió en la Comisión de Derechos Humanos al año siguiente en 1977 en donde, en esa oportunidad, hablamos dos personas para denun-ciar esta situación, el senador Carlos Alberto Erro del Uru-guay que había sido detenido en la Argentina a disposición del Poder Ejecutivo y que salió al exilio con la opción y yo mismo. El resultado de esto fue que la Unión Soviética tra-tó de cancelar el estatuto consultivo que tenían las organi-zaciones no gubernamentales que nos cedieron su tribuna para que nosotros habláramos en la sesión pública de estos organismos (…) En la sala estaba el embajador Gabriel Martinez, representante de la Junta militar, titular de la misión argentina ante los organismos de derechos huma-nos con sede en Ginebra. Y ahí comienza una guerra di-plomática que duró siete u ocho años, lo que duró la dicta-dura, entre la diplomacia militar y el exilio argentino, que se centra sobre algunas personalidades del exilio argentino y fundamentalmente en Naciones Unidas sobre mí mismo con el argumento que yo era un abogado de la guerrilla, un terrorista en Naciones Unidas (…)Entonces hubo una ofensiva con-junta con la Unión Soviética (…) hubo una gran irritación de la dirigencia soviética contra Amnistía Interna-cional y otras grandes ONG interna-cionales (…) Y realmente lograron bloquear el caso argentino, que como digo, no pasaba los fltros que existen en los sofsticados procedimientos de la Subcomisión de Derechos Huma-nos. Llegaban las denuncias pero las de-nuncias quedaban en los procedimientos confdenciales y no llegaban a la luz pública.9En las Naciones Unidas tres situaciones de violacio-nes a los derechos humanos en el mundo eran unánime-mente condenadas: la ocupación de Israel; el Apartheit Entonces hubo una ofensiva conjunta con la Unión Soviética (…) hubo una gran irritación de la dirigencia soviética contra Amnistía Internacional y otras grandes ONG internacionales (…)
image/svg+xmlVoces Recobradas24Voces Recobradas24en África del Sur y Chile. La Argentina invariablemente quedaba excluida de la agenda.10Durante 1977 la URSS votó tres veces en contra de la inclusión de la Argentina en la lista de países para ser investigados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Recién en 1980, pese a su voto negativo, se apro-bó que la Argentina fuese incluida en el procedimiento de la resolución 1503. Debido a la insistencia de Teo van Boven,11director de Derechos Humanos de la ONU, se había creado un grupo especial cuya función era ob-servar la cuestión de las desapariciones. Para que Nacio-nes Unidas hiciera lugar a la demanda debía demostrarse que los procedimientos internos habían sido agotados. Este requisito fue ampliamente demostrable tras el cono-cimiento del Informe elaborado por la CIDH en su visita durante 1979. En febrero de 1981, durante la sesión que decidiría la continuidad o no del grupo creado, los tres gobiernos que votaron en contra de su continuidad fueron Ru-mania, la URSS y Argentina. Según Graciela Fernández Meijide, el nivel de connivencia era tal que,[Desde el hemiciclo de obser-vadores de la ONU] “descubrimos que éramos observados (…) [por] un hombre de unos cincuenta y cin-co años, delgado, atildado, con barba, de quien se ocultó raudamente Juan Gasparini… que me dijo que el hombre se llamaba Cortés (…) creía que era un ofcial superior de la SIDE. Ese mismo hombre, en el recinto se instala-ba al lado de Gabriel Martinez, el embajador argentino y actuaba como lo haría un asesor. El día que tuvo lugar la discusión fnal sobre la continuidad o supresión del Gru-po de Trabajo sobre Desapariciones, desde el hemiciclo lo vimos ir y venir de un extremo a otro de la mesa con mensajes desde la delegación argentina hacia la Unión Soviética y viceversa. El embajador de ese país propuso dar por terminadas las tareas del grupo, con el argumen-to de que los 500.000 dólares que requería sostenerlo era una suma excesiva para la ONU.”12En consonancia obraron las sucesivas representa-ciones cubanas en Naciones Unidas En este plano es in-dubitable que la presión ejercida por la URSS prevaleció sobre la conducta de Cuba. La imposibilidad de acceder a los archivos cubanos impide un mayor conocimiento so-bre la trama política detrás de las votaciones en la ONU. Con todo, varios testimonios de militantes coinciden en señalar que el gobierno de Fidel Castro, al mismo tiempo que votaba de acuerdo con la posición soviética, mante-nía vínculos y reuniones con representantes de las orga-nizaciones políticas perseguidas.13Pero el bloque soviético también actuó como un bloqueo fuera del recinto de las Naciones Unidas. Los eu-ropeos fueron sensibles a lo que ocurría en América La-tina, pero el golpe militar en la Argentina fue percibido de manera diferente a lo que ocurría en Chile y eso daba credibilidad a la cerrada oposición de los soviéticos a de-sarrollar la solidaridad con los exiliados de Argentina. En conjunto, la actitud frente a las denuncias argentinas por parte de los gobiernos europeos fue de indiferencia o de crítica moderada al gobierno militar sin que estas se tradujesen en sanciones o presiones concretas para que cesaran las actividades terroristas.Pero en cuanto al amplio espectro partidario, inclu-yendo los partidos de centro izquierda y de izquierda, las actitudes hacia las denuncias formuladas por los exilia-dos argentinos fueron ambivalentes.Probablemente, a diferencia de la Argentina, la semejanza entre el sistema de partidos en Chile y los su-yos haya favorecido la identifcación de los partidos democráticos y de la izquierda con el gobierno de coali-ción que encabezaba Salvador Allen-de. Asimismo la importancia que los partidos comunistas aún detentaban en Europa transformó rápidamente la solidaridad con Chile en una campaña de envergadura internacional.Por el contrario, la situación política en la Argen-tina provocaba seria confusión. La incomprensión del fenómeno peronista y su comparación con el fascismo favorecía interpretaciones no necesariamente negativas con relación al golpe del 24 de marzo. De igual modo, y a diferencia de Chile donde la vía electoral suscitaba el interés tanto de la izquierda como de la derecha, las noti-cias en torno a las actividades guerrilleras tampoco eran recibidas de buen grado y en general no se llegaba a com-prender la naturaleza de los proyectos revolucionarios. El golpe era percibido como un desenlace inevitable. De allí que las comunidades de exiliados argentinos en Eu-ropa transitaran con difcultad la labor de construcción de alianzas con los actores locales.14(…) el mapa, la geografía de la solidaridad fue distin-ta al caso de Chile (…) Era una solidaridad de personali-dades, de premios Nobel, escritores, artistas, de iglesias, de organismos de derechos humanos, de juristas, de abogados. (…) lo que nos obligaba a nosotros a una actividad creati-va. Tuvimos que pagarle un almuerzo al representante del La incomprensión del fenó-meno peronista y su comparación con el fascismo favorecía inter-pretaciones no necesariamente negativas con relación al golpe del 24 de marzo.
image/svg+xml25Revista de Historia OralRevista de Historia Oral25gobierno de Carter, cosa que no pensamos que nos iba a ocurrir jamás (…) y bueno encontrábamos interlocutores en el gobierno norteamericano cuando los soviéticos nos ce-rraban las puertas. Bueno, esto nos obligaba a despabilarse y a pensar todas las energías de una manera muy creativa que creo que es lo que en defnitivamente se hizo.15En suma, la actividad de los soviéticos en el plano de la política internacional fue claramente favorable a los intereses de la diplomacia argentina y activamente opuesta al activismo afectado por el terrorismo estatal. Aunque su alianza con la Junta Militar fuese concretada en nombre de la lucha contra el imperialismo norteame-ricano, a la larga, favorecía los intereses de este último si se considera que el gobierno argentino, por encima de sus coyunturales desencuentros, revistaba en el área de in-fuencia de Estados Unidos.16Como consecuencia directa, la URSS trabajó insistentemente en el debilitamiento del movimiento de denuncia argentino entrando en contra-dicción, inclusive, con las necesidades del propio Partido Comunista Argentino.b) La política del PCA en el plano internacionalEn el terreno de la contienda internacional entre la dic-tadura y el bloque opositor, el Partido Comunista navegó en las aguas de la oscilación. En la proyección práctica de su política de “defensa táctica” de la tendencia enca-bezada por Videla, el PCA optó por omitir pronunciarse sobre las posiciones de los aliados internacionales de la dictadura en los foros internacionales. No denunció la política de connivencia con la Junta Militar por par-te de los países socialistas y defendió este acercamiento como la prueba de la progresividad del ala moderada de los militares, contra el peligro de la imposición del pi-nochetismo. Por eso, en el plano de los foros, el esfuerzo del PCA se concentró –especialmente en los primeros años– en delimitarse de quienes comparaban el Proceso argentino con la dictadura chilena.Sin embargo, el subrayado de esa distinción entre “moderados” y “duros”, aunque fcticia, debía servir a la preservación de un supuesto “espacio” desde cual se acu-mularían fuerzas en función de la apertura de un proceso de transición democrática. Con ese objetivo, las campa-ñas de solidaridad con los argentinos puestas en marcha por el partido en el exterior tenían por eje la necesidad de fortalecer la lucha dentro del país. Pero contradictoria-mente, esas actividades entraban en tensión con la polí-tica soviética. El compromiso moscovita con el gobierno militar era tal que operó en contra de la necesidad del PCA de construir un bloque de solidaridad con la Argen-tina que debía tener como aliados, en primer lugar, a los movimientos ligados a los países socialistas. Con todo, las tensiones nunca llegaron a transformarse en disputa, ni mucho menos a poner en cuestión la histórica defensa de la Unión Soviética por parte del partido argentino.Otra fuente de tensión se generó en la polémica sostenida con el movimiento de denuncia argentino. El acento colocado en la necesidad de mantener un efectivo militante dentro del país se daba de bruces con la acti-vidad de las organizaciones políticas más desarrolladas (especialmente Montoneros y PRT) y con las iniciativas impulsadas por varios organismos de derechos huma-nos que encontraron en la actividad internacional un eje efectivo desde donde dañar la imagen de la dictadura.Finalmente, la oposición de principios a Estados Unidos, como reverso de la defensa a ultranza de la Unión Soviética, los llevó a oponerse a las medidas to-madas por el gobierno de Carter a partir de 1977 con relación a los derechos humanos. En la concepción del PCA, apoyar a Estados Unidos en su campaña era igual a permitir la injerencia interna del imperialismo. Sobre este punto también polemizaron con amplios sectores del movimiento de denuncia que veían en las coyuntu-
image/svg+xmlVoces Recobradas26Voces Recobradas26rales contradicciones entre el gobierno militar y EE.UU. la oportunidad de hacer visibles los reclamos sobre las desapariciones. La caracterización sobre la situación internacional por parte del PCA partía de una premisa básica: en el conficto Este-Oeste se imponía la defensa de la Unión Soviética como reservorio del socialismo mundial y la denuncia de los Estados Unidos como principal poten-cia imperialista. A partir de ese eje las caracterizaciones particulares sobre cada gobierno se hacían a la luz de sus relaciones con los respectivos bloques. Aquello de que “los enemigos de mis enemigos, son mis amigos” podría, en cierto modo, aplicarse a la posición sobre la dictadura argentina, ya que se exageraban tanto las di-ferencias que coyunturalmente se sostenían con Estados Unidos como los acercamientos con la Unión Soviética. El revés de la fórmula, “los amigos de mis enemigos, son mis enemigos”, era también la forzada base a partir de la cual se explicaba que todos aquellos sectores que apo-yaran la política de Estados Unidos ayudaban, intencionalmente o no, a fortalecer los planes del imperialis-mo en la región.Hasta la asunción de Carter en 1977, las publicaciones partidarias se cuidaban en distinguir la connivencia proimperialista por parte de la mayoría de los países de la región, de la actitud asumida por la Junta Militar Argentina. Con posterioridad, el esfuerzo partidario se concentraría en contrarrestar las lecturas positivas y las expectativas que suscitaba el giro de la política exterior norteamericana. Un ejemplo de las lecturas que predominaban en la prensa partidaria durante 1976 lo ofrece una nota publi-cada en mayo de ese año, en el periódico Tribuna Popu-lar.En él se afrmaba:“La Argentina se mantuvo hasta ahora casi al margen de este ‘pool’ de países latinoamericanos que, temporal-mente, tienen una similitud esencial: su gobierno, el estilo de gobierno y su posición en los foros internacionales. Por sobre todo constituyen la línea delantera de la política yan-qui para Latinoamérica en la OEA y en la delicada trama de relaciones bilaterales que los abruptos cambios internos obligan a abordar a los países del área”.17Si como puede leerse, la Argentina estaba “al margen”por su “estilo”y por su “posición internacional”signifcaba no solo que allí no había triunfado una “dictadura” (término que no aparece sino hasta 1982 en los periódicos y docu-mentos del partido) sino que su gobierno se mantenía por fuera de la línea delantera del imperialismo en la OEA. Por esa razón, aunque se peticionaba por la situa-ción de los presos sin proceso, preocupaban los alcances que empezaba a tomar la campaña de los argentinos en el exterior y las consecuencias que pudieran tener sobre la interna de las Fuerzas Armadas. Una vez más se insistía que la crítica al gobierno argentino desplegada por la “ul-traizquierda” solo podía fortalecer a la “ultraderecha”.En ocasión de la 61ª Asamblea Anual de la OIT, la prensa comunista Movimiento Obrero, sintetiza la opi-nión del partido de la siguiente manera: “Como era de esperarse, en el movimiento obrero internacional se había creado después del 24 de marzo explicables inquietudes con respecto a la situación argen-tina. Los sectores de ultraderecha y de ultraizquierda, que en lo interno despliegan un terrorismo caótico, en el or-den externo trabajan para desautorizar al gobierno argentino indentifcán-dolo con las dictaduras sangrientas de los países limítrofes, con el fn de producir su sanción en los organis-mos internacionales, como mereci-damente ha ocurrido con Chile. Por tal motivo, los sectores sindicales más conscientes, vinculados a la Fe-deración Sindical Mundial18han hecho conocer a ésta y a las centrales obreras de varios países la verdadera situación política que atraviesa la Argentina, así como las contradicciones que se plantean entre los sectores militares y civiles democráticos y los que buscan imponer el modelo represivo recomendado por la CIA. Situación ante la cual aconsejaban el reconocimiento de la delegación argentina en la OIT y el apoyo a los recla-mos de normalización sindical, libertad de los presos a disposición del Poder Ejecutivo y respeto de los derechos humanos, actitudes que no niegan sino afrman la lucha contra el terrorismo”.19El extracto recortado es ilustrativo de la opinión sostenida por el partido inicialmente. La alusión a la “verdadera situación Argentina” dejaba entrever que las denuncias que asociaban el terrorismo con el gobierno eran una exageración que se imponía desmentir para fra-guar las posibilidades del “modelo represivo recomen-dado por la CIA”. Por esa razón mientras las sanciones internacionales a Chile eran “merecidas”, el trato hacia su par argentino debía ser distinto. En consecuencia, el re-conocimiento de la delegación argentina en la OIT debía ser un vehículo desde el cual presionar para la concre-ción de los reclamos.Una vez más se insistía que la crítica al gobierno argentino desplegada por la “ultraizquier-da” solo podía fortalecer a la “ultraderecha”.
image/svg+xml27Revista de Historia OralRevista de Historia Oral27Con la asunción de Carter a la presidencia en enero de 1977 el PCA toma inmediata posición:“A juzgar por los reportajes que diversos diarios y revistas han publicado, la medida del gobierno de los Es-tados Unidos de reducir el crédito militar a la Argentina como represalia por la supuesta violación a los derechos humanos en nuestro país ha sido recibida con absolu-ta reprobación por todos los sectores de la ciudadanía (…) al condenar una medida que todos han considerado como una repudiable intromisión”.20Sin discutir la veracidad de las denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos en la Argentina ni las razones por las cuales dos históricos aliados podían encontrar zonas de tensión, se imponía repudiar la me-dida norteamericana por“intromisión”. La referencia al “todos” no solo señalaba su propia in-clusión en esa corriente de repudios, sino que marcaba la imposibilidad de sostener una opinión contraria sin quedar al margen de un supues-to sentir de la “ciudadanía”. Esta opinión inicial, como se verá más adelante, fue fundante de un debate sostenido con numerosos sectores del movimiento de denuncia den-tro y fuera del país, incluyendo los organismos de derechos humanos en los que el partido intervenía con funcionarios propios.Un año más tarde se ratifcaba esa lectura. Desde las páginas de Coincidencia, en una nota titulada “Derechos humanos, la paja y el trigo” y en otra publicada un mes después, “Pat Derian y los derechos humanos”, se decía:“Estados Unidos jugó la carta fuerte de los derechos humanos para ahogar otras discusiones candentes en el seno del organismo interamericano. Pero además confr-mó una línea de directa presión e injerencia en asuntos internos, so pretexto de la defensa de las libertades esen-ciales del hombre”.21“Por los medios que emplea y sobre todo por sus fnes, la campaña de Carter que invoca la defensa de los derechos humanos en América Latina es una bandera del intervencionismo norteamericano. Así, la Argentina vio bloqueado ahora en el Eximbank un crédito que tenía por destino la compra de turbinas para Yaciretá, proce-dimiento similar al que la banca yanqui utilizó en Méjico para obtener una rebaja en el precio del gas natural o al chantaje del Fondo Monetario Internacional en el Perú con el fn de revertir las reformas socio-económicas y po-líticas iniciadas en 1968 por Velasco Alvarado”.22Sin embargo, el componente polémico de la ca-racterización del PC no estribaba en la denuncia de los “verdaderos” intereses norteamericanos en la región. Las presiones económicas eran tan reales como constitutivas de la política de Estados Unidos. El debate, entonces, se generaba a partir de la supuesta incompatibilidad de principios entre la denuncia del imperialismo y el apro-vechamiento de la ocasional tribuna que proporcionaban los desencuentros entre ambos países.En ese sentido, la cancelación de la OEA como terre-no apto para la difusión propagandística del movimiento de derechos humanos entroncaba con algunos argumen-tos de la propaganda militar con relación al supuesto “boicot al país” o campaña “antiargentina”. Pero en los planes del PCA las intenciones eran otras. La campaña por la “no injerencia” debía cooperar en el proceso de acumulación de fuerzas a favor de un bloque políti-co antiimperialista. La expectativa en la evolución progresista de las Fuerzas Armadas seguía operando como el espejismo que justifcaba el andar por un camino pedregoso y desierto. “El gobierno, a través del canciller, vicealmirante Oscar Antonio Montes, condenó en la Octava Asamblea Ge-neral de la Organización de los Estados Americanos (OEA) ‘la actitud de aque-llos miembros de la comunidad continental que se arrogan prerrogativas sobre problemas ajenos’. Al reiterar esta legítima actitud del país, Montes invitó a la Co-misión Interamericana de Derechos Humanos a investigar la situación de tales derechos en la Argentina.Al cierre de esta edición, el organismo había condi-cionado su visita a las atribuciones que el gobierno fjase para desempeñar efcazmente su labor. El hecho no resta importancia a la actitud asumida por el canciller, que en los dos carriles por los que transcurrió –condena a la in-jerencia, invitación a un examen in situ– constituyó una respuesta a la intervención de James Carter”. Sistemáticamente, el PCA renunciaba a la posibili-dad de mantenerse en una posición independiente para tomar partido por uno de los dos bandos; en este caso la condena a la política de EE.UU. por parte del canci-ller Montes era transformada en un acto de dignidad y defensa de la soberanía ocultando el encubrimiento del andamiaje terrorista puesto a funcionar por el gobierno de las Fuerzas Armadas. No obstante lo anterior, debe aclararse que todos los testimonios coinciden en señalar que la negativa del Sin discutir la veracidad de las denuncias sobre las viola-ciones a los derechos humanos en la Argentina ni las razones por las cuales dos históricos aliados podían encontrar zonas de tensión, se imponía repudiar la medida norteamericana por “intromisión”.
image/svg+xmlVoces Recobradas28Voces Recobradas28PCA a aprovechar las posibilidades que ofrecía la política de Carter, no impidió que frente a la consumación de la visita de la CIDH en 1979 militaran enérgicamente en la compilación y clasifcación de las denuncias acumuladas a lo largo de tres años. Un elemento más completaba la caracterización so-bre las posibilidades que la situación política abría. En la misma nota citada recientemente se decía:“En la anterior edición deCoincidenciase señaló ya que el rechazo a cualquier boicot al país que exhiba como bandera los derechos humanos, tiene su razón de ser en las condiciones en que se desenvuelve aquí la batalla por la democracia”.23Esta última evaluación que hacía el Partido Co-munista, “el rechazo al boicot… tiene su razón en las condiciones en que se desenvuelve aquí la batalla por la democracia”, no debe pasarse por alto en la medida que se consideraba que siempre que en la Argentina el pinochetismo no con-siguiese hacerse del poder, existían posibilidades de librar una batalla política por la democracia. Dicho de otro modo, el debate con quienes tomaban el camino del exilio se fun-damentaba en la creencia de que la salida del país no estaba plenamente jus-tifcada y que restaba fuerzas a los sectores democráticos dentro del país. Esta apreciación permitía homogeneizar a la militancia ofreciendo argumentos que ayudaban a construir un imaginario de “heroísmo” sobre el partido que estoicamente decidía quedarse fuesen cuales fuesen las adversidades por venir. En consecuencia, en el terreno práctico de la con-tienda política internacional, el PCA se veía obligado a terciar entre la denuncia a EE.UU., la política de los exi-liados argentinos que alimentaban las denuncias norte-americanas y la Junta militar. El principal obstáculo que presentaba la denuncia a la política norteamericana era que los enfrentaba objetivamente con el trabajo de los activistas que, dentro y fuera del país, intentaban incidir en los resquicios de la coyuntura capitalizando la presión que la principal potencia mundial podía ejercer sobre la dictadura. Un ejemplo de ello es dado por Graciela Fer-nández Meijide, quien relata cómo hasta el momento en que la CIDH decide realizar la visita in locoa la Argen-tina, los miembros del Partido Comunista más activos dentro de la APDH se oponían a las gestiones de los or-ganismos ante la OEA. Solo cuando la realidad se impuso con su propia fuerza los militantes cejaron en su oposi-ción y comenzaron a militar a favor de la campaña.24De manera que lo que ocurría en la arena inter-nacional no resultaba indiferente a la estrategia del co-munismo. Desde comienzos de 1977, esta preocupación comenzó a traducirse en reuniones con el Movimiento Comunista Internacional y los países socialistas con el propósito de hacer circular su propia versión sobre lo que ocurría en la Argentina y preparar las condiciones para la organización de un equipo del partido en Europa.Los efectos de esa actividad no tardaron en hacerse sentir. La diferenciación sistemática respecto de las lectu-ras de los Montoneros y el PRT sobre la situación argen-tina, no dejó de alarmar a los países europeos del Este y del Oeste. Un ejemplo de esa reacción lo ofrece la actitud resuelta por el gobierno de Berlín Oriental, que emite un memorando el 8 de abril de 1977 en el que decía:“No podemos excluir que van a venir solicitudes de asilo individuales a nuestra Embajada. Algunos com-pañeros dirigentes del PC Argentino pueden ser aceptados cuando se los conozca personalmente. En otros casos, otras personas tienen que ser tratados con la máxima cautela”.25Resulta notable que se distin-guiera entre el asilo a militantes co-munistas de los de otra procedencia política, dejando en claro que la RDA también se hacía eco del supuesto “ultraizquierdismo” de las organizaciones políticas perseguidas por el régimen militar. Efectivamente, en ningún caso se abrió la emba-jada de Alemania del Este a los refugiados. Al contrario, frente a la exigencia de solidaridad de los exiliados ar-gentinos, el SED (el partido de gobierno en la RDA), solo aceptaba colaborar de manera exclusiva con el PCA. “El Partido Comunista de la Argentina pide que los bienes de la solidaridad sean mandados directamente al PC, de modo que los benefcios se destinarán específca-mente al Partido Comunista”.26Este último aspecto revela hasta qué punto las rela-ciones entre los partidos hermanos podía transformarse en un factor de bloqueo para la organización del exilio en el exterior.Sin embargo, en Europa occidental el cuadro presen-taba matices. Aunque la situación de la Argentina fuese difícil de asir para el progresismo europeo, incluyendo al comunismo, no todos los PC se mantuvieron indiferen-tes frente a los reclamos de la militancia argentina aún cuando aquello implicaba desplazarse de las posiciones prosoviéticas. Indudablemente, el debate con relación al eurocomunismo también se expresaba en el terreno de la solidaridad con los argentinos que podían aprovechar en Resulta notable que se dis-tinguiera entre el asilo a mili-tantes comunistas de los de otra procedencia política (...)
image/svg+xml29Revista de Historia OralRevista de Historia Oral29su favor las diferencias suscitadas. Así habría ocurrido con el Partido Comunista italiano y el español, en paí-ses que se habían transformado en los mayores centros de denuncia y sede de residencia de las direcciones de las principales organizaciones político militares: ERP y Montoneros. Un informe elaborado por la STASI, fecha-do el 16 de febrero de 1977, da cuenta de este comporta-miento disímil de los partidos europeos y la repercusión generada en la jefatura del PCA. En él informan que dos dirigentes veteranos del PCA (presumiblemente Ores-te Ghioldi y Oscar Arévalo) habrían expuesto sus pla-nes para establecerse en Europa al tiempo que elevaban una queja sobre el trato que el PCI otorgaba a militantes Montoneros contra la política de los comunistas argen-tinos. Al parecer, el PCA esperaba que la RDA llamara la atención a los italianos sobre la con-veniencia de atender al reclamo ar-gentino. “(…) A este grupo de la ultra izquierda operante en Italia, perte-necen también representantes Mon-toneros. Su líder sería un supuesto Hellman [Juan Gelman], el cual fue expulsado del PCA. Hellman man-tiene estrechos contactos con el PCI [Partido Comunista Italiano], y es apoyado por ellos así como por la em-bajada cubana en Roma. La aguda protesta pronunciada por el PCA, ha quedado por el PCI largamente sin res-ponder. Repetidas interpelaciones del PCA le fueron ya comunicadas, se va a respetar la opinión del PCA. En este asunto planea el PCA también charlas con el compañero cubano en la Habana. Esto es para asegurar que Cuba deje de apoyar a los Montoneros en la Argentina y en el extranjero”.La preocupación que suscitaba en el PCA las rela-ciones entre los comunistas europeos y las organizaciones argentinas los llevó a planifcar el envío de un equipo a Europa. El mismo documento revela que en esa reunión, “(…) se hizo conocer, quiere formar el PCA un pequeño y efectivo grupo de trabajo en Italia, que tenga la tarea de establecer un punto de apoyo con la ultra izquierda Argen-tina en Italia. (…) [y la preparación de una] conferencia [para] la coordinación de medidas contra los efectos de las fuerzas argentinas de ultra izquierda en Europa occiden-tal, así como el ensanchamiento y conducción de una cam-paña de solidaridad y la edición de un periódico boletín sobre los acontecimientos y desarrollos en Argentina”.27Efectivamente, a partir de marzo de 1977 el Comité Central del PCA decide enviar a Italia a Enrique Gigena, veterano dirigente rosarino del gremio ferroviario, cesan-teado desde 1976 y miembro del Comité Central (CC). Durante todo ese año, Gigena se dedica a prepararse y familiarizarse con el trabajo de sus compañeros en los organismos de derechos humanos, especialmente la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. En diciembre de ese año, parte a Italia con el propósito de organizar allí y en España un equipo de trabajo que respondiese a la línea partidaria. La elección de Gigena como cuadro principal del comunismo argentino en Europa estaba li-gada tanto a su experiencia como organizador del par-tido como por su pertenencia al CC, rol que le permitía debatir en paridad con las direcciones del resto de las organizaciones argentinas y con los partidos comunistas europeos.El debate con el exilio europeo deri-vaba de las profundas diferencias po-líticas sobre la situación en la Argen-tina. Para el PCA, en la medida que el pinochetismo no había conseguido imponerse, el devenir del “Proceso” se encontraba abierto y las chances de una salida democrática encabeza-da por el sector liderado por Videla y Viola no podían ser descartadas. Más aún, que se fortalecieran depen-día de la acumulación de fuerzas de las que fuesen capaces los sectores progresistas dentro del país. Por lo tanto, el exilio en masa provocaba desprotec-ción entre quienes quedaban, y en consecuencia, el de-bilitamiento de cualquier reclamo democrático. Pero no era el único motivo de polémica con las organizaciones en el exilio. Los comunistas evaluaban que la denuncia que Montoneros y el PRT ejecutaban contra el gobierno de Videla, califcando al régimen militar de “dictadura”, “fascista” y “terrorista”, provocaba el debilitamiento del sector moderado al tiempo que fortalecía las ambiciones de la derecha fascista. Finalmente, y como derivación ló-gica de los puntos anteriores, el PCA afrmaba que era posible vivifcar la militancia dentro del país y por esa razón, la búsqueda de solidaridad con los exiliados no podía transformarse en un fn en sí mismo. Al contrario, la solidaridad debía consistir en conseguir pronuncia-mientos políticos, visitas de personalidades a la Argen-tina y aportes económicos para quienes luchaban dentro del país. Sobre este punto, el comunismo no admitía la posibilidad de que los exiliados transformasen su resi-dencia en el exterior en permanente, y mucho menos que el eje de su actividad fuese la construcción de organis-mos políticos en el país de acogida.Indudablemente, el debate con relación al eurocomunismo también se expresaba en el terreno de la solidaridad con los argentinos que podían aprove-char en su favor las diferencias suscitadas.
image/svg+xmlVoces Recobradas30Voces Recobradas30Cuando Gigena llega a Italia a fnes de 1977 y al poco tiempo se traslada a Madrid. Molecularmente, con-tactando y reagrupando a los militantes que habían sali-do al exterior a pesar de la posición partidaria, comienza a estructurarse una corriente de solidaridad en varios países de Europa. Aunque nunca fueron demasiado nu-merosos, la existencia de militantes en distintos países permitió que la posición del partido circulara por todo el continente e infuyera en varias organizaciones políticas. (…) Estamos hablando (…) primero dos, mi primer contacto fue la Negra Sara y Raúl, los dos artistas, uno había sido inclusive de la comisión directiva del gremio de actores, acá en Argentina, esos fueron los primeros y comienzo con ellos a tender las redes, después se incorpo-ra uno más y su señora, este compañero era economista, y otro y otro. [luego]una cantidad de amigos del sector de artistas, Lautaro Murúa, la hermana de Norma Alean-dro… y se fue armando un grupo. Y armamos un grupo bastante numero-so y activo dentro de Madrid. De Ma-drid me trasladé a Barcelona; tenía la vinculación con un par de amigos; trabajaban allá y con ellos organiza-mos un grupo en Barcelona. Ya había estado en Italia, había ubicado a uno que me ayudó, un argentino que vivía allá, y con él, nos vinculamos con un matrimonio y sus dos hijos en Florencia y armamos un grupo, un grupo también en Roma. Teníamos un compañero abogado en Francia, en Paris, un cordobés, David Neistaf (…) y con él orga-nizamos un grupo en París y una relación con una com-pañera de la Liga por los Derechos del Hombre francesa que además era internacional y que además tenía estatus de organismo consultivo en Naciones Unidas. Por lo tanto con ellos, todos los años íbamos a Ginebra a plantear las cosas. Y, teníamos muy buenas relaciones con Comisiones Obreras, Partido Comunista, con el Partido Socialista de España, con la UGT, la central de trabajadores socialistas y con el Unión de Centro Democrática, estaba Suárez en el gobierno, teníamos llegada con dirigentes de primer nivel (…) Después organizamos un grupo de apoyo en Bruselas y uno en Ámsterdam, muy poquito, pero con la ayuda del partido pudimos organizarlo; un grupo de trabajo en In-glaterra, cerca de Londres, y un grupo de trabajo bastante importante en Estocolmo que a su vez tenía relación con Noruega y con Finlandia. Nosotros hacíamos, Comisiones Obreras nos editaba el periódico y nos hacía más o menos, 1200, 1400 ejemplares e iba a organizaciones de 16 países, y bueno, algunas con idioma inglés pero de alguna manera se enteraban.28Como puede apreciarse, sin llegar a ser masiva, la presencia comunista logró una infuencia territorial con-siderable ayudándola a cobrar una fsonomía defnida. Al poco tiempo, comienzan a denominarse como Movi-miento de Solidaridad con los Argentinos y a editar un periódico mensual que resumía las principales noveda-des políticas de acuerdo con la línea editorial del partido. Pero, aunque los contactos proporcionados por el Movi-miento Comunista Internacional fueron de gran ayuda, la discusión con el eurocomunismo era un motivo de tensión. Al ser preguntado por la relación con los parti-dos comunistas europeos, Enrique Gigena cuenta:En el Comité Central debatimos todo esto… vos vas a organizar la solidari-dad hacia Argentina (…) Si hay deba-tes, debatís, aunque no públicamente. Si tenés respuesta para todo las das, sino no, decís que tenés que consultar con el Comité Central; pero relaciones fraternales y amistosas con todos. No vamos a sacar nada a nadie, y la polí-tica de partido a partido la discute la dirección nacional de cada partido y los miembros del comité central que cada dirección determine. Eurocomunismo no existe para vos. Por supuesto, yo me siento con los compañeros del Comi-té Central español y te dicen “porque nosotros…” Cuando toman aire para respirar vos le decís “compañero, conozco las posiciones que tenemos cada uno, no vengo a discutir eso, vine a esto, esto y esto y vengo a pedir la solidaridad, lo demás, por la vía que corresponde, cada uno sabe dónde debatir. De modo que nosotros soslayábamos eso. (…)¿Entonces la reacción del PCE y el PCI fue buena? En general ellos tenían algunas críticas, pero una vi-sión coincidente en cuanto a que había que estar adentro. Eso era básico para ellos. “Nosotros vivimos la experiencia de la guerra civil con todos afuera, y los demás, italianos, franceses vivimos la experiencia de la ocupación y nece-sitamos organizar una batalla adentro, para hoy y para mañana”. Evidentemente las tensiones entre los partidos no podían dejar de incidir en el plano de la relación que los comunistas europeos establecían con el activismo argen-Aunque nunca fueron dema-siado numerosos, la existencia de militantes en distintos países permitió que la posición del partido circulara por todo el continente e influyera en varias organizaciones políticas.
image/svg+xml31Revista de Historia OralRevista de Historia Oral31tino. Sin embargo, la apelación a la tradición antifascista del comunismo internacional parece haber tendido el puente para acercar posiciones; este aspecto, no obstan-te, no dejaría de ser paradójico toda vez que el PCA se esforzaba por clarifcar el carácter no fascista del gobier-no militar. De modo que, contradictoriamente, cuando radicalizaba sus posiciones podía encontrar mayor re-cepción de los reclamos solidarios. En la misma direc-ción Enrique recuerda en términos de “muy efectiva” una actividad realizada junto a Montoneros para la televisión española en la que aparecían ofreciendo testimonio so-brevivientes montoneras de los campos de concentra-ción. Una vez más, cuando el comunismo se apartaba de su posición moderada y aparecía en franca oposición a la dictadura, conseguía mejores resultados. Las mismas reacciones aparecían entre los propios militantes del PCA en el exterior. Habiendo salido del país contra la orden del partido que instaba a sus militantes a quedar-se, elegían sumarse a la militancia siempre que pudieran ubicar en el partido espacios de franca oposi-ción al régimen que los había ex-pulsado. En general, cuando los militantes comunistas partían al exilio lo hacían habiendo dejado atrás alguna situación concreta de represión sobre ellos o sobre sus familiares. De manera que la lectura que transformaba a Videla en la versión moderada de los uniformados causaba una incomodi-dad aún mayor a la que se registraba, aunque subte-rráneamente, entre algunos sectores minoritarios de la militancia en el país.El imperativo del partido sobreimprimía en los mili-tantes la sensación de heroísmo estoico cuando decidían quedarse, o de culpa o rechazo entre quienes marchaban. Para José Shulman, por ejemplo, a pesar que había su-frido varios atentados en su domicilio de Rosario desde fnes de 1975 hasta su detención, irse del país,(…) sencillamente no era una opción. No la consi-derábamos como opción, aunque hubo algunos militantes comunistas que pidieron la opción de la cárcel y se fueron (…) Pero bueno, nosotros, debería decir para serte since-ro, que nosotros, en aquellos años, nos guiábamos en las cuestiones que tenían que ver con la seguridad por lo que decidía nuestra organización, por lo tanto, no la discutía-mos como opción, no estaba… sí éramos conscientes, está planteado en el libro,29éramos conscientes de que corría-mos peligro, no es que no imaginábamos que había peligro, pero sencillamente considerábamos la idea de estar acá sin mucho pensarlo.30De manera que, la decisión de marchar al exilio era necesariamente difícil en los militantes del PCA. Aunque el tema resulte difícil de abordar, el propio Enrique Gi-gena desliza las difcultades que tuvo en el reclutamiento de los militantes en Europa, a quienes debía citar “más de una vez a tomar un café” para intentar “convencerlos”, que lo que importaba era defender a los compañeros que habían quedado dentro del país trabajando por la solida-ridad desde dónde estuviesen. El sentido de pertenencia partidaria, la disciplina política y la adhesión afectiva construida hacían el resto del trabajo.Un último elemento debe ser considerado: el impac-to que las posiciones de la URSS en las Naciones Uni-das tenían sobre la política del partido argentino. Aun-que sobre este punto aún no es posible realizar afrmaciones concluyentes, las fuentes analizadas indican que el Partido Comunista Argentino aceptó sin oposición el accionar de la Unión Soviética asumiendo que el conficto con Estados Unidos se encontraba por encima de las particularidades de cada país. De modo que si la URSS actuaba en función de sus intereses estatales, interferir en ellos sería igual a trabajar contra el reservorio del socialismo mundial. Fernández Meijide, por ejemplo, cuenta en la entrevista que en ocasión del viaje realizado por la delegación de la APDH a Europa para participar de un coloquio en París y luego asistir a las Sesiones de Naciones Unidas en Ginebra, Alberto Pe-droncini, abogado comunista e integrante de la comitiva, evitó acompañarlos a las entrevistas que habitualmente pedían a los delegados que participaban representando a los distintos países. Invariablemente los soviéticos se ne-gaban a recibir las denuncias que llevaban los argentinos. En este sentido, Enrique Gigena deja entrever la existen-cia de tensiones al relatar las difcultades que encontró al solicitar a los países socialistas que pusieran a disposición de la campaña del partido argentino la solidaridad de los movimientos internacionales. Como puede verse, los compromisos políticos asumidos por los soviéticos con la Junta Militar eran sufcientemente profundos como para que limitaran el trabajo del propio comunismo ar-gentino, que al contrario, al calor de la represión caída sobre sus propias flas, era obligado a radicalizar sus po-siciones y redefnir la amplitud de sus alianzas hacia un sector abiertamente opositor al régimen militar.El imperativo del partido sobreimprimía en los militantes la sensación de heroísmo estoico cuando decidían quedarse, o de culpa o rechazo entre quienes marchaban.
image/svg+xmlVoces Recobradas32Voces Recobradas32Notas————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———1Véase Carlos Echagüe, El socialimperialismo ruso en la Ar-gentina, Buenos Aires, Ágora, 2ª ed., 1986; Jorge Brega, El Maoísmo en la Argentina. Conversaciones con Otto Varga,Buenos Aires, Ágora, 1990. 2Isidoro Gilbert, El Oro de Moscú, Buenos Aires, Planeta, 1994; Daniel Campione, “El Partido Comunista de la Argen-tina. Apuntes sobre su trayectoria.” Méjico DF Coloquio inter-nacional: El comunismo: otras miradas desde América Latinay, del mismo autor, “Los comunistas argentinos. Bases para la reconstrucción de su historia” en Periferias, Año 1, Nº1, segundo semestre 1996.3La política de “distensión” consistía en la concreción de acuerdos que provocaran una relajación de las tensiones con la Unión Soviética, mientras que la “contención” implicaba el apoyo a los gobiernos anticomunistas allí donde podían. Este apoyo desconsideraba la naturaleza de su régimen político así como la existencia o no de prácticas que violaban los derechos fundamentales. 4En este sentido, es notable que las tratativas bilaterales cre-cieran en forma inversamente proporcional al empeoramiento de las relaciones argentino-norteamericanas. Como veremos, Estados Unidos bajo la administración de Carter ejerció una fuerte presión internacional que afectaba la “imagen” de mo-deración que quería construir el gobierno de la Junta Militar. Estas denuncias se tradujeron en sanciones que incluyeron, en febrero de 1977, la reducción de ayuda militar, y en octubre de 1978, la aplicación de la enmienda Humphey-Kennedy a la “Ley de Asistencia a la Seguridad” que prohibía el otorga-miento de créditos y la participación en programas de entre-namiento militar hasta que no cesaran las violaciones a los derechos humanos en la Argentina. En este contexto desfavo-rable resulta lógico que el gobierno argentino asumiera una actitud de apertura respecto de las propuestas soviéticas. 5La profundidad de las fricciones eran, sin embargo, limitadas, no afectando el alineamiento común detrás de la defensa del or-den occidental y capitalista. Desde el punto de vista de la política económica de la dictadura, debe recordarse que el programa de Martinez de Hoz fue bien recibido por los centros económicos estadounidenses. 6“… En verdad, la consolidación de la Revolución Cubana marca un punto de viraje en la historia de América Latina (…) Las ex-portaciones de América Latina a los Estados Unidos representa-ban en 1950 el 50% del total. En 1974 habían descendido al 32% (…) Las tendencias a la integración y la cooperación económica, el restablecimiento por doce países del área [latinoamericana] de relaciones con Cuba, el establecimiento de relaciones de la Unión Soviética y de la RDA con numerosas naciones de nuestro con-tinente, la forma en que varios países latinoamericanos votan en los organismos internacionales, a menudo en contra del crite-rio norteamericano, son algunas de las tantas pruebas de esos nuevos fenómenos”. Luis Corvalán, Informe al pleno de agosto de 1977, del Comité Central del Partido Comunista de Chile.1977. A modo de conclusiónEn el presente trabajo se presentaron algunos resultados de la exploración realizada sobre un aspecto de la historia reciente del Partido Comunista Argentino: la traducción práctica de la política sostenida durante la dictadura en terreno internacional. En la sistematización de ese esfuer-zo se intentó poner en evidencia cómo, con independen-cia del papel de la Unión Soviética, la política del PCA en este periodo fue un resultado genuino de su estrategia y de su programa político. La búsqueda de un frente con los sectores progresistas operaba como guía de una cons-trucción que en la práctica tenía límites sufcientemente fexibles como para justifcar acuerdos con elementos de dudosa vocación democrática, pero que vistos a la luz del acecho de la extrema derecha, eran presentados como va-riantes aceptables.De igual manera, la defensa indiscutible de la URSS obligaba al PCA a sostener o defender acciones que en-traban en directa contradicción con los intereses demo-cráticos de los sectores a los que decía representar. Como quedó expuesto en el desarrollo del trabajo, la URSS ac-tuó en los foros internacionales en común con el gobier-no militar para frenar las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos. En consecuencia, en el terreno de la actividad parti-daria el conjunto de esas caracterizaciones se traducía en el desarrollo de una política de moderación que al mismo tiempo que hacía silencio sobre el accionar soviético en los foros, entorpecía las acciones de denuncia puestas en pie por los argentinos en el exilio que buscaban que la dictadura argentina fuese tratada en los mismo términos que la chilena. Sin embargo, las contradicciones y los espacios de tensión abrían fsuras por donde se retomaba un trabajo consecuentemente opositor. En efecto, era en los cruces con la realidad, cruel refutadora de los altares al pragma-tismo, donde los militantes más honestos podían encon-trar la manera de reconocer ese descolorido hilo rojo.
image/svg+xml33Revista de Historia OralRevista de Historia Oral33Archivo del Cedinci. CPI. p. 35.7La Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU) estaba formada fundamentalmente por abogados y militantes vinculados a distintas organizaciones revolucionarias, aunque con predominio de Montoneros y del PRT-ERP.8Debe recordarse la importancia que tuvo para el exilio la pre-sión internacional de organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional, Cruz Roja, Justicia y Paz, entre otras.9Memoria Abierta, Testimonio de Rodolfo Mattarollo, Buenos Aires, 2003.10Pueden consultarse on linelas resoluciones anuales de Nacio-nes Unidas desde 1946 en adelante. En la documentación a partir de 1976 estos países siempre ocupan gran parte de los debates y los esfuerzos comunes. La Argentina no aparece en ningún caso. <http://www.un.org/documents/resga.htm, consultado el 1º de noviembre de 2010>. 11Graciela Fernández Meijide, La historia íntima de los derechos humanos en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, p.173.12Ídem, p.176.13Ídem, p. 27.14Para un mayor desarrollo sobre las difcultades de los exilados argentinos en Europa véase el trabajo de Marina Franco, El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura,Buenos Aires, Siglo XXI, 2008 y Silvina Jensen, Los exiliados. La lucha por los dere-chos humanos durante la dictadura,Buenos Aires, Sudamericana, 2010.15Memoria Abierta, Testimonio de Rodolfo Mattarollo, Buenos Aires, 2003.16Por su parte, la Junta Militar procuraba evitar el aislamien-to internacional y, como su contraparte, precisaba de aliados para oponerse a las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos. En este sentido, el crecimiento del vo-lumen del comercio con la Unión Soviética –en tanto favore-cía las cuentas argentinas– no solo fue un motivo que por sí solo justifcaba el acercamiento con la nación comunista, sino que permitió al gobierno de la Junta Militar mantener un gra-do de independencia política que favoreció las negociaciones con Estados Unidos. No casualmente la actitud del gobierno estadounidense hacia la Argentina con relación a las denun-cias internacionales solo comenzaría a modifcarse cuando esta se opone a participar del boicot cerealero a la URSS, es decir cuando el favor del país sureño resultaba vital para los planes norteamericanos.17Tribuna Popular, Año I, N° 7, 19 de mayo de 1976, p. 13.18La Federación Sindical Mundial (FSM) es una federación in-ternacional de sindicatos de tendencia comunista fundada el 3 de octubre de 1945 en París.19Movimiento Obrero, Año I, N° 2, 1º de julio de 1976, p. 2.20Movimiento Obrero, Año I, N° 20, 30 de marzo de 1977, p. 2.21Coincidencia, Año I, N° 16, 11 de julio de 1978, p. 4. 22Coincidencia, Año I, N° 19, 15 de agosto de 1978, p. 3.23Coincidencia, Año I, N° 15, martes 27 de junio de 1978, p. 4.24Graciela Fernández Meijide, 80 años aprox., dirigente polí-tica y entonces dirigente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Ciudad de Buenos Aires, 11 de febrero de 2010.25Telegrama N° 79/6 con fecha 25 de marzo de 1976 enviado desde Buenos Aires al Departamento Latinoamericano frmado por el Dr. Naumann, DY 30/13820/51. Archivo Nacional Berlín. Consulta realizada por Gaby Weber. 26Memorándum con fecha 6 septiembre de 1978, frmado por Krause. DZ 8/94/40/17/107 Archivo Nacional Berlín. Consulta realizada por Gaby Weber.27Memorándum 90/77, 16 de febrero de 1977, Ministerio de Re-laciones Exteriores de la RDA, archivo personal de Gaby Weber. 28Enrique Gigena, 83 años, dirigente del Partido Comunista, Ro-sario, 7 de febrero de 2011.29Se refere al libro de su autoría, Los laberintos de la memoria, Buenos Aires, El Folleto, 2008. 30José Ernesto Schulman, 60 aprox., dirigente del Partido Co-munista y preso político durante la dictadura militar, Ciudad de Buenos Aires, 28 de octubre de 2010.Bibliografía————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———Brega, Jorge, El Maoísmo en la Argentina. Conversaciones con Otto Vargas.Buenos Aires, Ágora, 1990. Campione, Daniel, “El Partido Comunista de la Argentina. Apuntes sobre su trayectoria.” Méjico DF Coloquio internacional: El comunismo: otras miradas desde América LatinaCampione, Daniel, “Los comunistas argentinos. Bases para la re-construcción de su historia” en Periferias, Año 1, Nº1, segundo semestre 1996.Cernadas, Jorge y Horacio Tarcus, “Las izquierdas argentinas y el golpe del 24 de marzo de 1976. Una selección documental”, Políticas de la Memoria, verano 2006/2007 Nº 6/7.Corvalán, Luis, De lo vivido y lo peleado. Memorias.Santiago de Chile, LOM, 1997. Echagüe, Carlos, El socialimperialismo ruso en la Argentina, Bue-nos Aires, Ágora, 2ª ed., 1986.Fernández Meijide, Graciela, La historia íntima de los derechos humanos en la Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2009.Franco, Marina, El exilio, argentinos en Francia durante la dicta-dura. Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.Gilbert, Isidoro, El Oro de Moscú. Buenos Aires, Sudamericana, 2007. Jensen, Silvina,Los exiliados, la lucha por los derechos humanos durante la dictadura. 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