image/svg+xml
Voces Recobradas
20
Voces Recobradas
20
L
a política desarrollada por el Partido Comunista
de Argentina (PCA) durante la última dictadura
militar aún no fue explorada en todas sus impli-
cancias por la investigación académica. A pesar
de haber sido objeto de temprano interés, en general,
los trabajos que posaron la atención sobre este partido
lo hicieron a partir de sus posiciones más generales, el
programa de “convergencia cívico militar”, y tendieron
a vincularlas y reducirlas a las posturas sostenidas por la
Unión Soviética. Como se sabe, esta última fue aliada de
la Junta Militar, tanto por sus vínculos comerciales como
por los apoyos políticos mutuos. Por lo tanto, la distin-
ción política que los comunistas argentinos hacían entre
militares “moderados” y “fascistas” afrmando que Videla
expresaba a los primeros, fue leída en términos de subor-
dinación a una “línea” elaborada en Moscú.
1
Sin embargo, la asunción de tal explicación no solo
implicaba negar toda independencia política a los co-
munistas nativos, considerados de este modo como un
apéndice del PCUS, si no que dejaba sin resolver, como
bien señalaron posteriores trabajos, por qué razón la po-
lítica de “convergencia cívico militar” fue defnida con
tres años de antelación a la frma de los convenios comer-
ciales entre ambos Estados.
2
Esa diferencia de tiempo ve-
nía a sugerir la desvinculación de la posición del partido
nativo con las supuestas directivas de Moscú.
Es incuestionable que el PCA venía refexionando
en torno a las divisiones al interior de las Fuerzas Ar-
Una aproximación
a la política del
Partido Comunista
de Argentina en el
exterior durante la
última dictadura militar
(1976-1983)
Natalia Casola
Programa de Historia
Oral de la Facultad de
Filosofía y Letras,
UBA / CONICET
image/svg+xml
21
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
21
De modo que lo que puede
constatarse es una confluencia
de intereses entre el comunismo
nativo y el soviético.
madas y las posibles perspectivas que cada una de ellas
planteaba si llegaban al poder. De modo que el manteni-
miento de la línea de “convergencia cívico militar” emer-
gía como una resultante de la caracterización según la
cual el pinochetismo no habría conseguido hacerse del
poder. El “posibilismo” como estrategia política era lle-
vado al extremo y de allí se derivaba la preferencia por
la continuidad de Videla en la cabeza del gobierno. En
consecuencia, parece lógico afrmar que inicialmente
no existió una imposición de la URSS al respecto, o al
menos, si hubo presiones, no plantea-
ban una ruptura con la política que
el PCA venía desarrollando desde la
muerte del general Perón en julio de
1974.
Por su parte, como ha sido se-
ñalado por la totalidad de los au-
tores, es incuestionable que la URSS
actuaba en función de sus propios intereses estatales y, al
igual que en otros periodos, mantenía relaciones con el
PCA pero también con otros actores políticos, incluidas
las Fuerzas Armadas en el gobierno.
De modo que lo que puede constatarse es una con-
fuencia de intereses entre el comunismo nativo y el so-
viético facilitada por la adhesión histórica del PC local
a la política internacional de la URSS en nombre de la
defensa del mundo socialista como interés supremo del
proletariado mundial.
Con el propósito de continuar indagando en el de-
bate, el presente artículo se preocupa por conocer la tra-
ducción práctica que la política del PCA tuvo en el plano
internacional, es decir, en el terreno privilegiado de la ac-
ción moscovita en relación con la Argentina. Se intenta,
al desplazarse del plano comercial de las relaciones bila-
terales, encontrar nuevos elementos que permitan echar
luz sobre los pliegues de esa relación triangular, que tiene
por vértices al PCA, la URSS y la Junta Militar. Para ello,
se abordan tres problemáticas entrelazadas pero distintas.
En primer lugar, reconsidera la relación entre la URSS y
la dictadura argentina a partir de su accionar conjunto
en los foros internacionales. Aunque se coincide con Gil-
bert en que la posición del PCA no debería interpretarse
como una derivación de las relaciones comerciales entre
ambos países, el artículo relativiza las pruebas ofrecidas
por el autor en cuanto afrma que los vínculos bilaterales
fueron tensos hasta 1978. Al contrario, el examen de la
actuación soviética en Naciones Unidas revela elementos
de cooperación desde 1976.
En segundo lugar, el artículo analiza las caracteriza-
ciones que el partido local hacía sobre la situación inter-
nacional y su traducción práctica. Se intenta determinar
la infuencia de la Unión Soviética considerando, al mis-
mo tiempo, las áreas de contradicción que suscitaba.
Finalmente, el análisis de la lógica interna de la
política partidaria en el plano internacional conduce al
examen de un tercer elemento: la relación con lo que se
conoce genéricamente como el movimiento de denun-
cia argentino en el exterior; es decir se consideran los
acuerdos y desacuerdos, las alianzas concretadas y las
rivalidades establecidas con otras fuerzas políticas en
el exilio, especialmente Montoneros y
PRT, pero también con las organiza-
ciones de exiliados y organismos de
derechos humanos cuya proyección
internacional fue cobrando impor-
tancia con el paso del tiempo.
Los aportes presentados en este
trabajo son parte de una investigación
mayor, aún en curso, sobre el accionar del PCA entre
1975 y 1983. Para su elaboración se consultaron fuen-
tes documentales y se apeló a los registros orales sin los
cuales no sería posible la reconstrucción de este capítulo
de la historia reciente. Las condiciones de clandestinidad
impuestas por la dictadura militar y el modo de organi-
image/svg+xml
Voces Recobradas
22
Voces Recobradas
22
zación partidaria en cuestión, cuya división vertical del
trabajo militante impedían el acceso horizontal a la in-
formación, transforman a los entrevistados en llaves que
abren puertas a conocimientos únicos. Cada militante,
en tanto portador de una tarea específca y muchas ve-
ces secreta, era una especie de “profesional” en su área
de intervención e ignorante con relación a la labor del
compañero de al lado. Esta manera de organizar la ac-
tividad llevada al extremo condujo a la construcción de
un fuerte imaginario alrededor de la potencia del “apara-
to”, al tiempo que desalentaba el debate interno en torno
al rumbo del partido. El desconocimiento fue un arma
potente que permitió reprimir los desacuerdos alimen-
tando la expectativa sobre las razones, ocultas a los ojos
pero seguramente inobjetables, tomadas por la dirección;
“si el partido dice que existe una corriente de militares
progresistas debe ser así” suelen evocar los viejos mili-
tantes al explicar por qué no hubo gran-
des cuestionamientos a la línea del
partido bajo la dictadura.
El entramado de las posiciones
del Partido Comunista en este perio-
do continúa siendo un misterio aún
para sus sinceros militantes. En cada
uno de ellos se guarda una parte de
esta historia que se presenta, frag-
mentariamente, a continuación.
a) La URSS y las Naciones Unidas
Con la asunción de Carter en enero de 1977 a la presi-
dencia de Estados Unidos se produce un giro en la po-
lítica exterior de ese país. El contexto de crisis desatada
luego de la derrota de Vietnam, los efectos del derrumbe
económico y los escándalos internos como el caso Water-
gate, favorecían el fn la política de “distensión” y “con-
tención” llevada adelante por los gobiernos de Nixon y
Ford.
3
La necesidad de recuperar legitimidad y credibili-
dad empujaron a Carter a asumir un cambio de dirección
sintetizado en el énfasis puesto en la lucha por la paz y los
derechos humanos. Hacia fnes de 1977 América Latina,
regada de dictaduras militares, se transformó en foco de
la atención norteamericana. Entre las herramientas uti-
lizadas se encontraba la diplomacia, bilateral o multila-
teral fundamentalmente a través de las Naciones Unidas
(ONU) y en la Organización de los Estados Americanos
(OEA). Simultáneamente, ejercía presión aplicando san-
ciones económicas.
4
De modo que el cariz que adoptaba
la política exterior norteamericana entraba en directa
contradicción con el programa de exterminio llevado
adelante por el Estado terrorista en la Argentina.
5
Este
principio de fricción fue explotado por la Unión Sovié-
tica que asumió la defensa del régimen argentino, con-
trastándolo con las aberraciones producidas en el Chile
de Pinochet y la complicidad de Estados Unidos en ese
golpe.
La URSS perseguía, en su intervención internacio-
nal, dos objetivos: con relación a la escena latinoame-
ricana, buscaba debilitar el sistema de alianzas entre la
potencia occidental y los gobiernos de la región, en un
contexto donde su propia infuencia se había visto daña-
da tras el golpe en Chile. De allí que uno de los aspectos
distintivos de su política internacional haya sido la am-
plitud de la solidaridad con Chile y simultáneamente la
defensa del gobierno militar argentino, postulado desde
el comienzo como variante democrática en el Cono Sur.
Pero en segundo lugar, desde 1977, la Unión Sovié-
tica se vería afectada directamente por la política esgri-
mida por Carter. Dentro de ese esquema
cerró flas con los países alcanzados
por denuncias por violaciones a los
derechos humanos, a excepción de
Chile.
En el caso de Chile, la URSS lle-
gó a tomar la decisión de constituir
durante noviembre de 1973, el Buró
del Partido Comunista de Chile en
Moscú, al que se asignó instalaciones,
salarios y gastos de mantenimiento, además de la crea-
ción del Comité de Solidaridad con los demócratas chi-
lenos.
En consecuencia, los partidos comunistas del mun-
do –incluyendo el PCA– al mismo tiempo que se colo-
caban a la cabeza de las denuncias internaciones sobre
las violaciones a los derechos humanos en Chile, seguían
los lineamientos de rechazo a las denuncias que recaían
sobre la Argentina. Un ejemplo regional de ese compor-
tamiento puede rastrearse en Luis Corvalán, entonces
secretario general del PC chileno, quien al referirse en
sus intervenciones a la situación latinoamericana, omi-
tía deliberadamente la situación en el país hermano; en
cambio valoraba como un aspecto positivo el alcance que
había cobrado el comercio entre algunos países de Amé-
rica Latina y la URSS y Cuba en la medida que asestaba
un golpe a los intereses norteamericanos. En sí mismo,
esto era interpretado como un signo de evolución políti-
ca positiva por parte de esos gobiernos.
6
En términos globales, puede afrmarse que si la ac-
ción norteamericana fue ejercida especialmente en la
OEA de la que depende la Comisión Interamericana de
los Derechos Humanos (CIDH), cuya inspección en el
El entramado de las posicio-
nes del Partido Comunista en
este periodo continúa siendo un
misterio aún para sus sinceros
militantes.
image/svg+xml
23
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
23
país durante 1979 permitió que las denuncias del movi-
miento por los derechos humanos dentro y fuera del país
cobrara una relevancia desconocida hasta el momento, la
actividad de la URSS se concentró en Naciones Unidas.
La ONU contaba con dos órganos fundamentales en
materia de derechos humanos: la Comisión de Derechos
Humanos, conformada por representantes mandatados
por cada Estado y la Subcomisión de Derechos Humanos
que agrupaba a “expertos independientes” de los Estados
pero designados también por estos. En relación con la
Argentina, pese a que las denuncias comenzaron a llegar
desde fnes de 1974, el activismo no conseguía que la si-
tuación del país fuese incluida en la agenda de discusión.
Desde el punto de vista técnico, para que una situación
determinada fuera considerada por la subcomisión, era
necesario que reuniera los requisitos comprendidos en la
Resolución 1503, es decir, que se demostrara que se trataba
de violaciones masivas y persistentes.
La situación argentina –aunque
sin resultados positivos– es conside-
rada por primera vez en agosto de
1976. La delegación de Estados Uni-
dos estimaba que las denuncias con-
fguraban un cuadro de violaciones
sistemáticas a los derechos humanos
por el gobierno argentino y que, por
lo tanto, se ameritaba su inclusión.
Rodolfo Mattarollo, abogado de la
Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU)
desde 1975, es quien realiza la primera denuncia sobre
las desapariciones forzadas en la Subcomisión de Dere-
chos Humanos en el verano europeo de 1976.
7
Ese año y
el siguiente, en virtud del espacio cedido por Comisión
Internacional de Juristas, consigue exponer en una sesión
pública de la Subcomisión, la descripción de la metodo-
logía de las desapariciones. La mecánica por la que un
particular podía hablar en las sesiones de esos organismos
era ocupando el espacio de palabra concedido a organiza-
ciones no gubernamentales con estatuto consultivo.
8
Sin
embargo, la intervención de la Unión Soviética en defensa
de la Junta Militar sería clave para que año tras año, el ac-
tivismo argentino viera fraguadas sus expectativas.
En la subcomisión realicé en agosto del 76 la primera
denuncia formal sobre la metodología de las desaparicio-
nes forzadas en el Cono Sur y refriéndome más especial-
mente a la Argentina donde había ocurrido el golpe pocos
meses antes. Luego, esta denuncia se repitió en la Comisión
de Derechos Humanos al año siguiente en 1977 en donde,
en esa oportunidad, hablamos dos personas para denun-
ciar esta situación, el senador Carlos Alberto Erro del Uru-
guay que había sido detenido en la Argentina a disposición
del Poder Ejecutivo y que salió al exilio con la opción y yo
mismo. El resultado de esto fue que la Unión Soviética tra-
tó de cancelar el estatuto consultivo que tenían las organi-
zaciones no gubernamentales que nos cedieron su tribuna
para que nosotros habláramos en la sesión pública de estos
organismos (…) En la sala estaba el embajador Gabriel
Martinez, representante de la Junta militar, titular de la
misión argentina ante los organismos de derechos huma-
nos con sede en Ginebra. Y ahí comienza una guerra di-
plomática que duró siete u ocho años, lo que duró la dicta-
dura, entre la diplomacia militar y el exilio argentino, que
se centra sobre algunas personalidades del exilio argentino
y fundamentalmente en Naciones Unidas sobre mí mismo
con el argumento que yo era un abogado de la guerrilla, un
terrorista en Naciones Unidas (…)
Entonces hubo una ofensiva con-
junta con la Unión Soviética (…) hubo
una gran irritación de la dirigencia
soviética contra Amnistía Interna-
cional y otras grandes ONG interna-
cionales (…) Y realmente lograron
bloquear el caso argentino, que como
digo, no pasaba los fltros que existen
en los sofsticados procedimientos de
la Subcomisión de Derechos Huma-
nos. Llegaban las denuncias pero las de-
nuncias quedaban en los procedimientos confdenciales y
no llegaban a la luz pública
.
9
En las Naciones Unidas tres situaciones de violacio-
nes a los derechos humanos en el mundo eran unánime-
mente condenadas: la ocupación de Israel; el Apartheit
Entonces hubo una ofensiva
conjunta con la Unión Soviética
(…) hubo una gran irritación de
la dirigencia soviética contra
Amnistía Internacional y otras
grandes ONG internacionales (…)
image/svg+xml
Voces Recobradas
24
Voces Recobradas
24
en África del Sur y Chile. La Argentina invariablemente
quedaba excluida de la agenda.
10
Durante 1977 la URSS votó tres veces en contra de
la inclusión de la Argentina en la lista de países para ser
investigados por la Comisión de Derechos Humanos de
la ONU. Recién en 1980, pese a su voto negativo, se apro-
bó que la Argentina fuese incluida en el procedimiento
de la resolución 1503. Debido a la insistencia de Teo
van Boven,
11
director de Derechos Humanos de la ONU,
se había creado un grupo especial cuya función era ob-
servar la cuestión de las desapariciones. Para que Nacio-
nes Unidas hiciera lugar a la demanda debía demostrarse
que los procedimientos internos habían sido agotados.
Este requisito fue ampliamente demostrable tras el cono-
cimiento del Informe elaborado por la CIDH en su visita
durante 1979.
En febrero de 1981, durante la sesión que decidiría
la continuidad o no del grupo creado,
los tres gobiernos que votaron en
contra de su continuidad fueron Ru-
mania, la URSS y Argentina. Según
Graciela Fernández Meijide, el nivel
de connivencia era tal que,
[Desde el hemiciclo de obser-
vadores de la ONU] “descubrimos
que éramos observados (…) [por]
un hombre de unos cincuenta y cin-
co años, delgado, atildado, con barba, de quien se ocultó
raudamente Juan Gasparini… que me dijo que el hombre
se llamaba Cortés (…) creía que era un ofcial superior
de la SIDE. Ese mismo hombre, en el recinto se instala-
ba al lado de Gabriel Martinez, el embajador argentino y
actuaba como lo haría un asesor. El día que tuvo lugar la
discusión fnal sobre la continuidad o supresión del Gru-
po de Trabajo sobre Desapariciones, desde el hemiciclo
lo vimos ir y venir de un extremo a otro de la mesa con
mensajes desde la delegación argentina hacia la Unión
Soviética y viceversa. El embajador de ese país propuso
dar por terminadas las tareas del grupo, con el argumen-
to de que los 500.000 dólares que requería sostenerlo era
una suma excesiva para la ONU.”
12
En consonancia obraron las sucesivas representa-
ciones cubanas en Naciones Unidas En este plano es in-
dubitable que la presión ejercida por la URSS prevaleció
sobre la conducta de Cuba. La imposibilidad de acceder a
los archivos cubanos impide un mayor conocimiento so-
bre la trama política detrás de las votaciones en la ONU.
Con todo, varios testimonios de militantes coinciden en
señalar que el gobierno de Fidel Castro, al mismo tiempo
que votaba de acuerdo con la posición soviética, mante-
nía vínculos y reuniones con representantes de las orga-
nizaciones políticas perseguidas.
13
Pero el bloque soviético también actuó como un
bloqueo fuera del recinto de las Naciones Unidas. Los eu-
ropeos fueron sensibles a lo que ocurría en América La-
tina, pero el golpe militar en la Argentina fue percibido
de manera diferente a lo que ocurría en Chile y eso daba
credibilidad a la cerrada oposición de los soviéticos a de-
sarrollar la solidaridad con los exiliados de Argentina.
En conjunto, la actitud frente a las denuncias argentinas
por parte de los gobiernos europeos fue de indiferencia
o de crítica moderada al gobierno militar sin que estas se
tradujesen en sanciones o presiones concretas para que
cesaran las actividades terroristas.
Pero en cuanto al amplio espectro partidario, inclu-
yendo los partidos de centro izquierda y de izquierda, las
actitudes hacia las denuncias formuladas por los exilia-
dos argentinos fueron ambivalentes.
Probablemente, a diferencia de
la Argentina, la semejanza entre el
sistema de partidos en Chile y los su-
yos haya favorecido la identifcación
de los partidos democráticos y de la
izquierda con el gobierno de coali-
ción que encabezaba Salvador Allen-
de. Asimismo la importancia que los
partidos comunistas aún detentaban
en Europa transformó rápidamente la solidaridad con
Chile en una campaña de envergadura internacional.
Por el contrario, la situación política en la Argen-
tina provocaba seria confusión. La incomprensión del
fenómeno peronista y su comparación con el fascismo
favorecía interpretaciones no necesariamente negativas
con relación al golpe del 24 de marzo. De igual modo, y
a diferencia de Chile donde la vía electoral suscitaba el
interés tanto de la izquierda como de la derecha, las noti-
cias en torno a las actividades guerrilleras tampoco eran
recibidas de buen grado y en general no se llegaba a com-
prender la naturaleza de los proyectos revolucionarios.
El golpe era percibido como un desenlace inevitable. De
allí que las comunidades de exiliados argentinos en Eu-
ropa transitaran con difcultad la labor de construcción
de alianzas con los actores locales.
14
(…) el mapa, la geografía de la solidaridad fue distin-
ta al caso de Chile (…) Era una solidaridad de personali-
dades, de premios Nobel, escritores, artistas, de iglesias, de
organismos de derechos humanos, de juristas, de abogados.
(…) lo que nos obligaba a nosotros a una actividad creati-
va. Tuvimos que pagarle un almuerzo al representante del
La incomprensión del fenó-
meno peronista y su comparación
con el fascismo favorecía inter-
pretaciones no necesariamente
negativas con relación al golpe del
24 de marzo.
image/svg+xml
25
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
25
gobierno de Carter, cosa que no pensamos que nos iba a
ocurrir jamás (…) y bueno encontrábamos interlocutores
en el gobierno norteamericano cuando los soviéticos nos ce-
rraban las puertas. Bueno, esto nos obligaba a despabilarse
y a pensar todas las energías de una manera muy creativa
que creo que es lo que en defnitivamente se hizo.
15
En suma, la actividad de los soviéticos en el plano
de la política internacional fue claramente favorable a
los intereses de la diplomacia argentina y activamente
opuesta al activismo afectado por el terrorismo estatal.
Aunque su alianza con la Junta Militar fuese concretada
en nombre de la lucha contra el imperialismo norteame-
ricano, a la larga, favorecía los intereses de este último si
se considera que el gobierno argentino, por encima de sus
coyunturales desencuentros, revistaba en el área de in-
fuencia de Estados Unidos.
16
Como consecuencia directa,
la URSS trabajó insistentemente en el debilitamiento del
movimiento de denuncia argentino entrando en contra-
dicción, inclusive, con las necesidades del propio Partido
Comunista Argentino.
b) La política del PCA en el plano internacional
En el terreno de la contienda internacional entre la dic-
tadura y el bloque opositor, el Partido Comunista navegó
en las aguas de la oscilación. En la proyección práctica
de su política de “defensa táctica” de la tendencia enca-
bezada por Videla, el PCA optó por omitir pronunciarse
sobre las posiciones de los aliados internacionales de la
dictadura en los foros internacionales. No denunció
la política de connivencia con la Junta Militar por par-
te de los países socialistas y defendió este acercamiento
como la prueba de la progresividad del ala moderada de
los militares, contra el peligro de la imposición del pi-
nochetismo. Por eso, en el plano de los foros, el esfuerzo
del PCA se concentró –especialmente en los primeros
años– en delimitarse de quienes comparaban el Proceso
argentino con la dictadura chilena.
Sin embargo, el subrayado de esa distinción entre
“moderados” y “duros”, aunque fcticia, debía servir a la
preservación de un supuesto “espacio” desde cual se acu-
mularían fuerzas en función de la apertura de un proceso
de transición democrática. Con ese objetivo, las campa-
ñas de solidaridad con los argentinos puestas en marcha
por el partido en el exterior tenían por eje la necesidad de
fortalecer la lucha dentro del país. Pero contradictoria-
mente, esas actividades entraban en tensión con la polí-
tica soviética. El compromiso moscovita con el gobierno
militar era tal que operó en contra de la necesidad del
PCA de construir un bloque de solidaridad con la Argen-
tina que debía tener como aliados, en primer lugar, a los
movimientos ligados a los países socialistas. Con todo,
las tensiones nunca llegaron a transformarse en disputa,
ni mucho menos a poner en cuestión la histórica defensa
de la Unión Soviética por parte del partido argentino.
Otra fuente de tensión se generó en la polémica
sostenida con el movimiento de denuncia argentino. El
acento colocado en la necesidad de mantener un efectivo
militante dentro del país se daba de bruces con la acti-
vidad de las organizaciones políticas más desarrolladas
(especialmente Montoneros y PRT) y con las iniciativas
impulsadas por varios organismos de derechos huma-
nos que encontraron en la actividad internacional un eje
efectivo desde donde dañar la imagen de la dictadura.
Finalmente, la oposición de principios a Estados
Unidos, como reverso de la defensa a ultranza de la
Unión Soviética, los llevó a oponerse a las medidas to-
madas por el gobierno de Carter a partir de 1977 con
relación a los derechos humanos. En la concepción del
PCA, apoyar a Estados Unidos en su campaña era igual
a permitir la injerencia interna del imperialismo. Sobre
este punto también polemizaron con amplios sectores
del movimiento de denuncia que veían en las coyuntu-
image/svg+xml
Voces Recobradas
26
Voces Recobradas
26
rales contradicciones entre el gobierno militar y EE.UU.
la oportunidad de hacer visibles los reclamos sobre las
desapariciones.
La caracterización sobre la situación internacional
por parte del PCA partía de una premisa básica: en el
conficto Este-Oeste se imponía la defensa de la Unión
Soviética como reservorio del socialismo mundial y la
denuncia de los Estados Unidos como principal poten-
cia imperialista. A partir de ese eje las caracterizaciones
particulares sobre cada gobierno se hacían a la luz de
sus relaciones con los respectivos bloques. Aquello de
que “los enemigos de mis enemigos, son mis amigos”
podría, en cierto modo, aplicarse a la posición sobre la
dictadura argentina, ya que se exageraban tanto las di-
ferencias que coyunturalmente se sostenían con Estados
Unidos como los acercamientos con la Unión Soviética.
El revés de la fórmula, “los amigos de mis enemigos, son
mis enemigos”, era también la forzada
base a partir de la cual se explicaba
que todos aquellos sectores que apo-
yaran la política de Estados Unidos
ayudaban, intencionalmente o no, a
fortalecer los planes del imperialis-
mo en la región.
Hasta la asunción de Carter en
1977, las publicaciones partidarias se
cuidaban en distinguir la connivencia
proimperialista por parte de la mayoría de los países de la
región, de la actitud asumida por la Junta Militar Argentina.
Con posterioridad, el esfuerzo partidario se concentraría
en contrarrestar las lecturas positivas y las expectativas que
suscitaba el giro de la política exterior norteamericana.
Un ejemplo de las lecturas que predominaban en la
prensa partidaria durante 1976 lo ofrece una nota publi-
cada en mayo de ese año, en el periódico
Tribuna Popu-
lar.
En él se afrmaba:
“La Argentina se mantuvo hasta ahora casi al margen
de este ‘pool’ de países latinoamericanos que, temporal-
mente, tienen una similitud esencial: su gobierno, el estilo
de gobierno y su posición en los foros internacionales. Por
sobre todo constituyen la línea delantera de la política yan-
qui para Latinoamérica en la OEA y en la delicada trama
de relaciones bilaterales que los abruptos cambios internos
obligan a abordar a los países del área”.
17
Si como puede leerse, la Argentina estaba
“al margen”
por su
“estilo”
y por su
“posición internacional”
signifcaba
no solo que allí no había triunfado una “dictadura” (término
que no aparece sino hasta 1982 en los periódicos y docu-
mentos del partido) sino que su gobierno se mantenía por
fuera de la línea delantera del imperialismo en la OEA.
Por esa razón, aunque se peticionaba por la situa-
ción de los presos sin proceso, preocupaban los alcances
que empezaba a tomar la campaña de los argentinos en el
exterior y las consecuencias que pudieran tener sobre la
interna de las Fuerzas Armadas. Una vez más se insistía
que la crítica al gobierno argentino desplegada por la “ul-
traizquierda” solo podía fortalecer a la “ultraderecha”.
En ocasión de la 61ª Asamblea Anual de la OIT, la
prensa comunista
Movimiento Obrero
, sintetiza la opi-
nión del partido de la siguiente manera:
“Como era de esperarse, en el movimiento obrero
internacional se había creado después del 24 de marzo
explicables inquietudes con respecto a la situación argen-
tina. Los sectores de ultraderecha y de ultraizquierda, que
en lo interno despliegan un terrorismo caótico, en el or-
den externo trabajan para desautorizar
al gobierno argentino indentifcán-
dolo con las dictaduras sangrientas
de los países limítrofes, con el fn de
producir su sanción en los organis-
mos internacionales, como mereci-
damente ha ocurrido con Chile. Por
tal motivo, los sectores sindicales
más conscientes, vinculados a la Fe-
deración Sindical Mundial
18
han hecho
conocer a ésta y a las centrales obreras de varios países la
verdadera situación política que atraviesa la Argentina,
así como las contradicciones que se plantean entre los
sectores militares y civiles democráticos y los que buscan
imponer el modelo represivo recomendado por la CIA.
Situación ante la cual aconsejaban el reconocimiento de
la delegación argentina en la OIT y el apoyo a los recla-
mos de normalización sindical, libertad de los presos a
disposición del Poder Ejecutivo y respeto de los derechos
humanos, actitudes que no niegan sino afrman la lucha
contra el terrorismo”.
19
El extracto recortado es ilustrativo de la opinión
sostenida por el partido inicialmente. La alusión a la
“verdadera situación Argentina” dejaba entrever que las
denuncias que asociaban el terrorismo con el gobierno
eran una exageración que se imponía desmentir para fra-
guar las posibilidades del “modelo represivo recomen-
dado por la CIA”. Por esa razón mientras las sanciones
internacionales a Chile eran “merecidas”, el trato hacia su
par argentino debía ser distinto. En consecuencia, el re-
conocimiento de la delegación argentina en la OIT debía
ser un vehículo desde el cual presionar para la concre-
ción de los reclamos.
Una vez más se insistía que
la crítica al gobierno argentino
desplegada por la “ultraizquier-
da” solo podía fortalecer a la
“ultraderecha”.
image/svg+xml
27
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
27
Con la asunción de Carter a la presidencia en enero
de 1977 el PCA toma inmediata posición:
“A juzgar por los reportajes que diversos diarios y
revistas han publicado, la medida del gobierno de los Es-
tados Unidos de reducir el crédito militar a la Argentina
como represalia por la supuesta violación a los derechos
humanos en nuestro país ha sido recibida con absolu-
ta reprobación por todos los sectores de la ciudadanía
(…) al condenar una medida que todos han considerado
como una repudiable intromisión”.
20
Sin discutir la veracidad de las denuncias sobre las
violaciones a los derechos humanos en la Argentina ni
las razones por las cuales dos históricos aliados podían
encontrar zonas de tensión, se imponía repudiar la me-
dida norteamericana por
“intromisión”. La referencia al
“todos” no solo señalaba su propia in-
clusión en esa corriente de repudios,
sino que marcaba la imposibilidad
de sostener una opinión contraria
sin quedar al margen de un supues-
to sentir de la “ciudadanía”. Esta
opinión inicial, como se verá más
adelante, fue fundante de un debate
sostenido con numerosos sectores
del movimiento de denuncia den-
tro y fuera del país, incluyendo los
organismos de derechos humanos
en los que el partido intervenía con
funcionarios propios.
Un año más tarde se ratifcaba esa lectura. Desde las
páginas de
Coincidencia
, en una nota titulada “Derechos
humanos, la paja y el trigo” y en otra publicada un mes
después, “Pat Derian y los derechos humanos”, se decía:
“Estados Unidos jugó la carta fuerte de los derechos
humanos para ahogar otras discusiones candentes en el
seno del organismo interamericano. Pero además confr-
mó una línea de directa presión e injerencia en asuntos
internos, so pretexto de la defensa de las libertades esen-
ciales del hombre”.
21
“Por los medios que emplea y sobre todo por sus
fnes, la campaña de Carter que invoca la defensa de los
derechos humanos en América Latina es una bandera del
intervencionismo norteamericano. Así, la Argentina vio
bloqueado ahora en el Eximbank un crédito que tenía
por destino la compra de turbinas para Yaciretá, proce-
dimiento similar al que la banca yanqui utilizó en Méjico
para obtener una rebaja en el precio del gas natural o al
chantaje del Fondo Monetario Internacional en el Perú
con el fn de revertir las reformas socio-económicas y po-
líticas iniciadas en 1968 por Velasco Alvarado”.
22
Sin embargo, el componente polémico de la ca-
racterización del PC no estribaba en la denuncia de los
“verdaderos” intereses norteamericanos en la región. Las
presiones económicas eran tan reales como constitutivas
de la política de Estados Unidos. El debate, entonces,
se generaba a partir de la supuesta incompatibilidad de
principios entre la denuncia del imperialismo y el apro-
vechamiento de la ocasional tribuna que proporcionaban
los desencuentros entre ambos países.
En ese sentido, la cancelación de la OEA como terre-
no apto para la difusión propagandística del movimiento
de derechos humanos entroncaba con algunos argumen-
tos de la propaganda militar con relación al supuesto
“boicot al país” o campaña “antiargentina”.
Pero en los planes del PCA las intenciones eran otras.
La campaña por la “no injerencia” debía
cooperar en el proceso de acumulación
de fuerzas a favor de un bloque políti-
co antiimperialista. La expectativa en
la evolución progresista de las Fuerzas
Armadas seguía operando como el
espejismo que justifcaba el andar por
un camino pedregoso y desierto.
“El gobierno, a través del canciller,
vicealmirante Oscar Antonio Montes,
condenó en la Octava Asamblea Ge-
neral de la Organización de los Estados
Americanos (OEA) ‘la actitud de aque-
llos miembros de la comunidad continental
que se arrogan prerrogativas sobre problemas ajenos’. Al
reiterar esta legítima actitud del país, Montes invitó a la Co-
misión Interamericana de Derechos Humanos a investigar
la situación de tales derechos en la Argentina.
Al cierre de esta edición, el organismo había condi-
cionado su visita a las atribuciones que el gobierno fjase
para desempeñar efcazmente su labor. El hecho no resta
importancia a la actitud asumida por el canciller, que en
los dos carriles por los que transcurrió –condena a la in-
jerencia, invitación a un examen
in situ
– constituyó una
respuesta a la intervención de James Carter”.
Sistemáticamente, el PCA renunciaba a la posibili-
dad de mantenerse en una posición independiente para
tomar partido por uno de los dos bandos; en este caso
la condena a la política de EE.UU. por parte del canci-
ller Montes era transformada en un acto de dignidad y
defensa de la soberanía ocultando el encubrimiento del
andamiaje terrorista puesto a funcionar por el gobierno
de las Fuerzas Armadas.
No obstante lo anterior, debe aclararse que todos
los testimonios coinciden en señalar que la negativa del
Sin discutir la veracidad de
las denuncias sobre las viola-
ciones a los derechos humanos
en la Argentina ni las razones
por las cuales dos históricos
aliados podían encontrar zonas
de tensión, se imponía repudiar
la medida norteamericana por
“intromisión”.
image/svg+xml
Voces Recobradas
28
Voces Recobradas
28
PCA a aprovechar las posibilidades que ofrecía la política
de Carter, no impidió que frente a la consumación de la
visita de la CIDH en 1979 militaran enérgicamente en la
compilación y clasifcación de las denuncias acumuladas
a lo largo de tres años.
Un elemento más completaba la caracterización so-
bre las posibilidades que la situación política abría. En la
misma nota citada recientemente se decía:
“En la anterior edición de
Coincidencia
se señaló ya
que el rechazo a cualquier boicot al país que exhiba como
bandera los derechos humanos, tiene su razón de ser en
las condiciones en que se desenvuelve aquí la batalla por
la democracia”.
23
Esta última evaluación que hacía el Partido Co-
munista, “el rechazo al boicot… tiene su razón en las
condiciones en que se desenvuelve aquí la batalla por la
democracia”, no debe pasarse por alto en la medida que
se consideraba que siempre que en la
Argentina el pinochetismo no con-
siguiese hacerse del poder, existían
posibilidades de librar una batalla
política por la democracia. Dicho
de otro modo, el debate con quienes
tomaban el camino del exilio se fun-
damentaba en la creencia de que la
salida del país no estaba plenamente jus-
tifcada y que restaba fuerzas a los sectores democráticos
dentro del país. Esta apreciación permitía homogeneizar
a la militancia ofreciendo argumentos que ayudaban a
construir un imaginario de “heroísmo” sobre el partido
que estoicamente decidía quedarse fuesen cuales fuesen
las adversidades por venir.
En consecuencia, en el terreno práctico de la con-
tienda política internacional, el PCA se veía obligado a
terciar entre la denuncia a EE.UU., la política de los exi-
liados argentinos que alimentaban las denuncias norte-
americanas y la Junta militar. El principal obstáculo que
presentaba la denuncia a la política norteamericana era
que los enfrentaba objetivamente con el trabajo de los
activistas que, dentro y fuera del país, intentaban incidir
en los resquicios de la coyuntura capitalizando la presión
que la principal potencia mundial podía ejercer sobre la
dictadura. Un ejemplo de ello es dado por Graciela Fer-
nández Meijide, quien relata cómo hasta el momento en
que la CIDH decide realizar la visita
in loco
a la Argen-
tina, los miembros del Partido Comunista más activos
dentro de la APDH se oponían a las gestiones de los or-
ganismos ante la OEA. Solo cuando la realidad se impuso
con su propia fuerza los militantes cejaron en su oposi-
ción y comenzaron a militar a favor de la campaña.
24
De manera que lo que ocurría en la arena inter-
nacional no resultaba indiferente a la estrategia del co-
munismo. Desde comienzos de 1977, esta preocupación
comenzó a traducirse en reuniones con el Movimiento
Comunista Internacional y los países socialistas con el
propósito de hacer circular su propia versión sobre lo que
ocurría en la Argentina y preparar las condiciones para la
organización de un equipo del partido en Europa.
Los efectos de esa actividad no tardaron en hacerse
sentir. La diferenciación sistemática respecto de las lectu-
ras de los Montoneros y el PRT sobre la situación argen-
tina, no dejó de alarmar a los países europeos del Este y
del Oeste. Un ejemplo de esa reacción lo ofrece la actitud
resuelta por el gobierno de Berlín Oriental, que emite un
memorando el 8 de abril de 1977 en el que decía:
“No podemos excluir que van a venir solicitudes
de asilo individuales a nuestra Embajada. Algunos com-
pañeros dirigentes del PC Argentino
pueden ser aceptados cuando se los
conozca personalmente. En otros
casos, otras personas tienen que ser
tratados con la máxima cautela”.
25
Resulta notable que se distin-
guiera entre el asilo a militantes co-
munistas de los de otra procedencia
política, dejando en claro que la RDA
también se hacía eco del supuesto “ultraizquierdismo” de
las organizaciones políticas perseguidas por el régimen
militar. Efectivamente, en ningún caso se abrió la emba-
jada de Alemania del Este a los refugiados. Al contrario,
frente a la exigencia de solidaridad de los exiliados ar-
gentinos, el SED (el partido de gobierno en la RDA), solo
aceptaba colaborar de manera exclusiva con el PCA.
“El Partido Comunista de la Argentina pide que los
bienes de la solidaridad sean mandados directamente al
PC, de modo que los benefcios se destinarán específca-
mente al Partido Comunista”.
26
Este último aspecto revela hasta qué punto las rela-
ciones entre los partidos hermanos podía transformarse
en un factor de bloqueo para la organización del exilio
en el exterior.
Sin embargo, en Europa occidental el cuadro presen-
taba matices. Aunque la situación de la Argentina fuese
difícil de asir para el progresismo europeo, incluyendo al
comunismo, no todos los PC se mantuvieron indiferen-
tes frente a los reclamos de la militancia argentina aún
cuando aquello implicaba desplazarse de las posiciones
prosoviéticas. Indudablemente, el debate con relación al
eurocomunismo también se expresaba en el terreno de la
solidaridad con los argentinos que podían aprovechar en
Resulta notable que se dis-
tinguiera entre el asilo a mili-
tantes comunistas de los de otra
procedencia política (...)
image/svg+xml
29
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
29
su favor las diferencias suscitadas. Así habría ocurrido
con el Partido Comunista italiano y el español, en paí-
ses que se habían transformado en los mayores centros
de denuncia y sede de residencia de las direcciones de
las principales organizaciones político militares: ERP y
Montoneros. Un informe elaborado por la STASI, fecha-
do el 16 de febrero de 1977, da cuenta de este comporta-
miento disímil de los partidos europeos y la repercusión
generada en la jefatura del PCA. En él informan que dos
dirigentes veteranos del PCA (presumiblemente Ores-
te Ghioldi y Oscar Arévalo) habrían expuesto sus pla-
nes para establecerse en Europa al tiempo que elevaban
una queja sobre el trato que el PCI otorgaba a militantes
Montoneros contra la política de los comunistas argen-
tinos. Al parecer, el PCA esperaba que la RDA llamara
la atención a los italianos sobre la con-
veniencia de atender al reclamo ar-
gentino.
“(…) A este grupo de la ultra
izquierda operante en Italia, perte-
necen también representantes Mon-
toneros. Su líder sería un supuesto
Hellman [Juan Gelman], el cual fue
expulsado del PCA. Hellman man-
tiene estrechos contactos con el PCI
[Partido Comunista Italiano], y es
apoyado por ellos así como por la em-
bajada cubana en Roma. La aguda protesta pronunciada
por el PCA, ha quedado por el PCI largamente sin res-
ponder. Repetidas interpelaciones del PCA le fueron ya
comunicadas, se va a respetar la opinión del PCA. En este
asunto planea el PCA también charlas con el compañero
cubano en la Habana. Esto es para asegurar que Cuba
deje de apoyar a los Montoneros en la Argentina y en el
extranjero”.
La preocupación que suscitaba en el PCA las rela-
ciones entre los comunistas europeos y las organizaciones
argentinas los llevó a planifcar el envío de un equipo a
Europa. El mismo documento revela que en esa reunión,
“(…) se hizo conocer, quiere formar el PCA un pequeño
y efectivo grupo de trabajo en Italia, que tenga la tarea de
establecer un punto de apoyo con la ultra izquierda Argen-
tina en Italia. (…) [y la preparación de una] conferencia
[para] la coordinación de medidas contra los efectos de las
fuerzas argentinas de ultra izquierda en Europa occiden-
tal, así como el ensanchamiento y conducción de una cam-
paña de solidaridad y la edición de un periódico boletín
sobre los acontecimientos y desarrollos en Argentina”.
27
Efectivamente, a partir de marzo de 1977 el Comité
Central del PCA decide enviar a Italia a Enrique Gigena,
veterano dirigente rosarino del gremio ferroviario, cesan-
teado desde 1976 y miembro del Comité Central (CC).
Durante todo ese año, Gigena se dedica a prepararse y
familiarizarse con el trabajo de sus compañeros en los
organismos de derechos humanos, especialmente la Liga
Argentina por los Derechos del Hombre. En diciembre
de ese año, parte a Italia con el propósito de organizar
allí y en España un equipo de trabajo que respondiese a
la línea partidaria. La elección de Gigena como cuadro
principal del comunismo argentino en Europa estaba li-
gada tanto a su experiencia como organizador del par-
tido como por su pertenencia al CC, rol que le permitía
debatir en paridad con las direcciones del resto de las
organizaciones argentinas y con los partidos comunistas
europeos.
El debate con el exilio europeo deri-
vaba de las profundas diferencias po-
líticas sobre la situación en la Argen-
tina. Para el PCA, en la medida que
el pinochetismo no había conseguido
imponerse, el devenir del “Proceso”
se encontraba abierto y las chances
de una salida democrática encabeza-
da por el sector liderado por Videla
y Viola no podían ser descartadas.
Más aún, que se fortalecieran depen-
día de la acumulación de fuerzas de las
que fuesen capaces los sectores progresistas dentro del
país. Por lo tanto, el exilio en masa provocaba desprotec-
ción entre quienes quedaban, y en consecuencia, el de-
bilitamiento de cualquier reclamo democrático. Pero no
era el único motivo de polémica con las organizaciones
en el exilio. Los comunistas evaluaban que la denuncia
que Montoneros y el PRT ejecutaban contra el gobierno
de Videla, califcando al régimen militar de “dictadura”,
“fascista” y “terrorista”, provocaba el debilitamiento del
sector moderado al tiempo que fortalecía las ambiciones
de la derecha fascista. Finalmente, y como derivación ló-
gica de los puntos anteriores, el PCA afrmaba que era
posible vivifcar la militancia dentro del país y por esa
razón, la búsqueda de solidaridad con los exiliados no
podía transformarse en un fn en sí mismo. Al contrario,
la solidaridad debía consistir en conseguir pronuncia-
mientos políticos, visitas de personalidades a la Argen-
tina y aportes económicos para quienes luchaban dentro
del país. Sobre este punto, el comunismo no admitía la
posibilidad de que los exiliados transformasen su resi-
dencia en el exterior en permanente, y mucho menos que
el eje de su actividad fuese la construcción de organis-
mos políticos en el país de acogida.
Indudablemente, el debate
con relación al eurocomunismo
también se expresaba en el
terreno de la solidaridad con los
argentinos que podían aprove-
char en su favor las diferencias
suscitadas.
image/svg+xml
Voces Recobradas
30
Voces Recobradas
30
Cuando Gigena llega a Italia a fnes de 1977 y al
poco tiempo se traslada a Madrid. Molecularmente, con-
tactando y reagrupando a los militantes que habían sali-
do al exterior a pesar de la posición partidaria, comienza
a estructurarse una corriente de solidaridad en varios
países de Europa. Aunque nunca fueron demasiado nu-
merosos, la existencia de militantes en distintos países
permitió que la posición del partido circulara por todo el
continente e infuyera en varias organizaciones políticas.
(…) Estamos hablando (…) primero dos, mi primer
contacto fue la Negra Sara y Raúl, los dos artistas, uno
había sido inclusive de la comisión directiva del gremio
de actores, acá en Argentina, esos fueron los primeros y
comienzo con ellos a tender las redes, después se incorpo-
ra uno más y su señora, este compañero era economista,
y otro y otro.
[luego]
una cantidad de
amigos del sector de artistas, Lautaro
Murúa, la hermana de Norma Alean-
dro… y se fue armando un grupo. Y
armamos un grupo bastante numero-
so y activo dentro de Madrid. De Ma-
drid me trasladé a Barcelona; tenía
la vinculación con un par de amigos;
trabajaban allá y con ellos organiza-
mos un grupo en Barcelona. Ya había
estado en Italia, había ubicado a uno
que me ayudó, un argentino que vivía
allá, y con él, nos vinculamos con un matrimonio y sus dos
hijos en Florencia y armamos un grupo, un grupo también
en Roma. Teníamos un compañero abogado en Francia,
en Paris, un cordobés, David Neistaf (…) y con él orga-
nizamos un grupo en París y una relación con una com-
pañera de la Liga por los Derechos del Hombre francesa
que además era internacional y que además tenía estatus
de organismo consultivo en Naciones Unidas. Por lo tanto
con ellos, todos los años íbamos a Ginebra a plantear las
cosas. Y, teníamos muy buenas relaciones con Comisiones
Obreras, Partido Comunista, con el Partido Socialista de
España, con la UGT, la central de trabajadores socialistas
y con el Unión de Centro Democrática, estaba Suárez en el
gobierno, teníamos llegada con dirigentes de primer nivel
(…) Después organizamos un grupo de apoyo en Bruselas
y uno en Ámsterdam, muy poquito, pero con la ayuda del
partido pudimos organizarlo; un grupo de trabajo en In-
glaterra, cerca de Londres, y un grupo de trabajo bastante
importante en Estocolmo que a su vez tenía relación con
Noruega y con Finlandia. Nosotros hacíamos, Comisiones
Obreras nos editaba el periódico y nos hacía más o menos,
1200, 1400 ejemplares e iba a organizaciones de 16 países,
y bueno, algunas con idioma inglés pero de alguna manera
se enteraban.
28
Como puede apreciarse, sin llegar a ser masiva, la
presencia comunista logró una infuencia territorial con-
siderable ayudándola a cobrar una fsonomía defnida.
Al poco tiempo, comienzan a denominarse como Movi-
miento de Solidaridad con los Argentinos y a editar un
periódico mensual que resumía las principales noveda-
des políticas de acuerdo con la línea editorial del partido.
Pero, aunque los contactos proporcionados por el Movi-
miento Comunista Internacional fueron de gran ayuda,
la discusión con el eurocomunismo era un motivo de
tensión. Al ser preguntado por la relación con los parti-
dos comunistas europeos, Enrique Gigena cuenta:
En el Comité Central debatimos todo
esto… vos vas a organizar la solidari-
dad hacia Argentina (…) Si hay deba-
tes, debatís, aunque no públicamente.
Si tenés respuesta para todo las das,
sino no, decís que tenés que consultar
con el Comité Central; pero relaciones
fraternales y amistosas con todos. No
vamos a sacar nada a nadie, y la polí-
tica de partido a partido la discute la
dirección nacional de cada partido y
los miembros del comité central que cada
dirección determine. Eurocomunismo no existe para vos.
Por supuesto, yo me siento con los compañeros del Comi-
té Central español y te dicen “porque nosotros…” Cuando
toman aire para respirar vos le decís “compañero, conozco
las posiciones que tenemos cada uno, no vengo a discutir
eso, vine a esto, esto y esto y vengo a pedir la solidaridad,
lo demás, por la vía que corresponde, cada uno sabe dónde
debatir. De modo que nosotros soslayábamos eso. (…)
¿Entonces la reacción del PCE y el PCI fue buena?
En general ellos tenían algunas críticas, pero una vi-
sión coincidente en cuanto a que había que estar adentro.
Eso era básico para ellos. “Nosotros vivimos la experiencia
de la guerra civil con todos afuera, y los demás, italianos,
franceses vivimos la experiencia de la ocupación y nece-
sitamos organizar una batalla adentro, para hoy y para
mañana”.
Evidentemente las tensiones entre los partidos no
podían dejar de incidir en el plano de la relación que los
comunistas europeos establecían con el activismo argen-
Aunque nunca fueron dema-
siado numerosos, la existencia
de militantes en distintos países
permitió que la posición del
partido circulara por todo el
continente e influyera en varias
organizaciones políticas.
image/svg+xml
31
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
31
tino. Sin embargo, la apelación a la tradición antifascista
del comunismo internacional parece haber tendido el
puente para acercar posiciones; este aspecto, no obstan-
te, no dejaría de ser paradójico toda vez que el PCA se
esforzaba por clarifcar el carácter no fascista del gobier-
no militar. De modo que, contradictoriamente, cuando
radicalizaba sus posiciones podía encontrar mayor re-
cepción de los reclamos solidarios. En la misma direc-
ción Enrique recuerda en términos de “muy efectiva” una
actividad realizada junto a Montoneros para la televisión
española en la que aparecían ofreciendo testimonio so-
brevivientes montoneras de los campos de concentra-
ción. Una vez más, cuando el comunismo se apartaba de
su posición moderada y aparecía en franca oposición a la
dictadura, conseguía mejores resultados.
Las mismas reacciones aparecían entre los propios
militantes del PCA en el exterior. Habiendo salido del
país contra la orden del partido que
instaba a sus militantes a quedar-
se, elegían sumarse a la militancia
siempre que pudieran ubicar en el
partido espacios de franca oposi-
ción al régimen que los había ex-
pulsado. En general, cuando los
militantes comunistas partían al
exilio lo hacían habiendo dejado
atrás alguna situación concreta de
represión sobre ellos o sobre sus familiares. De manera
que la lectura que transformaba a Videla en la versión
moderada de los uniformados causaba una incomodi-
dad aún mayor a la que se registraba, aunque subte-
rráneamente, entre algunos sectores minoritarios de la
militancia en el país.
El imperativo del partido sobreimprimía en los mili-
tantes la sensación de heroísmo estoico cuando decidían
quedarse, o de culpa o rechazo entre quienes marchaban.
Para José Shulman, por ejemplo, a pesar que había su-
frido varios atentados en su domicilio de Rosario desde
fnes de 1975 hasta su detención, irse del país,
(…) sencillamente no era una opción. No la consi-
derábamos como opción, aunque hubo algunos militantes
comunistas que pidieron la opción de la cárcel y se fueron
(…) Pero bueno, nosotros, debería decir para serte since-
ro, que nosotros, en aquellos años, nos guiábamos en las
cuestiones que tenían que ver con la seguridad por lo que
decidía nuestra organización, por lo tanto, no la discutía-
mos como opción, no estaba… sí éramos conscientes, está
planteado en el libro,
29
éramos conscientes de que corría-
mos peligro, no es que no imaginábamos que había peligro,
pero sencillamente considerábamos la idea de estar acá sin
mucho pensarlo.
30
De manera que, la decisión de marchar al exilio era
necesariamente difícil en los militantes del PCA. Aunque
el tema resulte difícil de abordar, el propio Enrique Gi-
gena desliza las difcultades que tuvo en el reclutamiento
de los militantes en Europa, a quienes debía citar “más
de una vez a tomar un café” para intentar “convencerlos”,
que lo que importaba era defender a los compañeros que
habían quedado dentro del país trabajando por la solida-
ridad desde dónde estuviesen. El sentido de pertenencia
partidaria, la disciplina política y la adhesión afectiva
construida hacían el resto del trabajo.
Un último elemento debe ser considerado: el impac-
to que las posiciones de la URSS en las Naciones Uni-
das tenían sobre la política del partido argentino. Aun-
que sobre este punto aún no es posible
realizar afrmaciones concluyentes,
las fuentes analizadas indican que el
Partido Comunista Argentino aceptó
sin oposición el accionar de la Unión
Soviética asumiendo que el conficto
con Estados Unidos se encontraba
por encima de las particularidades de
cada país. De modo que si la URSS
actuaba en función de sus intereses
estatales, interferir en ellos sería igual a trabajar contra
el reservorio del socialismo mundial. Fernández Meijide,
por ejemplo, cuenta en la entrevista que en ocasión del
viaje realizado por la delegación de la APDH a Europa
para participar de un coloquio en París y luego asistir a
las Sesiones de Naciones Unidas en Ginebra, Alberto Pe-
droncini, abogado comunista e integrante de la comitiva,
evitó acompañarlos a las entrevistas que habitualmente
pedían a los delegados que participaban representando a
los distintos países. Invariablemente los soviéticos se ne-
gaban a recibir las denuncias que llevaban los argentinos.
En este sentido, Enrique Gigena deja entrever la existen-
cia de tensiones al relatar las difcultades que encontró al
solicitar a los países socialistas que pusieran a disposición
de la campaña del partido argentino la solidaridad de los
movimientos internacionales. Como puede verse, los
compromisos políticos asumidos por los soviéticos con
la Junta Militar eran sufcientemente profundos como
para que limitaran el trabajo del propio comunismo ar-
gentino, que al contrario, al calor de la represión caída
sobre sus propias flas, era obligado a radicalizar sus po-
siciones y redefnir la amplitud de sus alianzas hacia un
sector abiertamente opositor al régimen militar.
El imperativo del partido
sobreimprimía en los militantes
la sensación de heroísmo estoico
cuando decidían quedarse, o de
culpa o rechazo entre quienes
marchaban.
image/svg+xml
Voces Recobradas
32
Voces Recobradas
32
Notas
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
1
Véase Carlos Echagüe,
El socialimperialismo ruso en la Ar-
gentina,
Buenos Aires, Ágora, 2ª ed., 1986; Jorge Brega,
El
Maoísmo en la Argentina. Conversaciones con Otto Varga,
Buenos Aires, Ágora, 1990.
2
Isidoro Gilbert,
El Oro de Moscú
, Buenos Aires, Planeta,
1994; Daniel Campione, “El Partido Comunista de la Argen-
tina. Apuntes sobre su trayectoria.” Méjico DF
Coloquio inter-
nacional: El comunismo: otras miradas desde América Latina
y, del mismo autor, “Los comunistas argentinos. Bases para
la reconstrucción de su historia” en
Periferias
, Año 1, Nº
1,
segundo semestre 1996.
3
La política de “distensión” consistía en la concreción de
acuerdos que provocaran una relajación de las tensiones con
la Unión Soviética, mientras que la “contención” implicaba el
apoyo a los gobiernos anticomunistas allí donde podían. Este
apoyo desconsideraba la naturaleza de su régimen político así
como la existencia o no de prácticas que violaban los derechos
fundamentales.
4
En este sentido, es notable que las tratativas bilaterales cre-
cieran en forma inversamente proporcional al empeoramiento
de las relaciones argentino-norteamericanas. Como veremos,
Estados Unidos bajo la administración de Carter ejerció una
fuerte presión internacional que afectaba la “imagen” de mo-
deración que quería construir el gobierno de la Junta Militar.
Estas denuncias se tradujeron en sanciones que incluyeron, en
febrero de 1977, la reducción de ayuda militar, y en octubre
de 1978, la aplicación de la enmienda Humphey-Kennedy a
la “Ley de Asistencia a la Seguridad” que prohibía el otorga-
miento de créditos y la participación en programas de entre-
namiento militar hasta que no cesaran las violaciones a los
derechos humanos en la Argentina. En este contexto desfavo-
rable resulta lógico que el gobierno argentino asumiera una
actitud de apertura respecto de las propuestas soviéticas.
5
La profundidad de las fricciones eran, sin embargo, limitadas,
no afectando el alineamiento común detrás de la defensa del or-
den occidental y capitalista. Desde el punto de vista de la política
económica de la dictadura, debe recordarse que el programa de
Martinez de Hoz fue bien recibido por los centros económicos
estadounidenses.
6
“… En verdad, la consolidación de la Revolución Cubana marca
un punto de viraje en la historia de América Latina (…) Las ex-
portaciones de América Latina a los Estados Unidos representa-
ban en 1950 el 50% del total. En 1974 habían descendido al 32%
(…) Las tendencias a la integración y la cooperación económica,
el restablecimiento por doce países del área [latinoamericana] de
relaciones con Cuba, el establecimiento de relaciones de la Unión
Soviética y de la RDA con numerosas naciones de nuestro con-
tinente, la forma en que varios países latinoamericanos votan en
los organismos internacionales, a menudo en contra del crite-
rio norteamericano, son algunas de las tantas pruebas de esos
nuevos fenómenos”
.
Luis Corvalán,
Informe al pleno de agosto de
1977, del Comité Central del Partido Comunista de Chile.
1977.
A modo de conclusión
En el presente trabajo se presentaron algunos resultados
de la exploración realizada sobre un aspecto de la historia
reciente del Partido Comunista Argentino: la traducción
práctica de la política sostenida durante la dictadura en
terreno internacional. En la sistematización de ese esfuer-
zo se intentó poner en evidencia cómo, con independen-
cia del papel de la Unión Soviética, la política del PCA en
este periodo fue un resultado genuino de su estrategia y
de su programa político. La búsqueda de un frente con
los sectores progresistas operaba como guía de una cons-
trucción que en la práctica tenía límites sufcientemente
fexibles como para justifcar acuerdos con elementos de
dudosa vocación democrática, pero que vistos a la luz del
acecho de la extrema derecha, eran presentados como va-
riantes aceptables.
De igual manera, la defensa indiscutible de la URSS
obligaba al PCA a sostener o defender acciones que en-
traban en directa contradicción con los intereses demo-
cráticos de los sectores a los que decía representar. Como
quedó expuesto en el desarrollo del trabajo, la URSS ac-
tuó en los foros internacionales en común con el gobier-
no militar para frenar las denuncias sobre violaciones a
los derechos humanos.
En consecuencia, en el terreno de la actividad parti-
daria el conjunto de esas caracterizaciones se traducía en
el desarrollo de una política de moderación que al mismo
tiempo que hacía silencio sobre el accionar soviético en
los foros, entorpecía las acciones de denuncia puestas en
pie por los argentinos en el exilio que buscaban que la
dictadura argentina fuese tratada en los mismo términos
que la chilena.
Sin embargo, las contradicciones y los espacios de
tensión abrían fsuras por donde se retomaba un trabajo
consecuentemente opositor. En efecto, era en los cruces
con la realidad, cruel refutadora de los altares al pragma-
tismo, donde los militantes más honestos podían encon-
trar la manera de reconocer ese descolorido hilo rojo.
image/svg+xml
33
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
33
Archivo del Cedinci. CPI. p. 35.
7
La Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU)
estaba formada fundamentalmente por abogados y militantes
vinculados a distintas organizaciones revolucionarias, aunque
con predominio de Montoneros y del PRT-ERP.
8
Debe recordarse la importancia que tuvo para el exilio la pre-
sión internacional de organizaciones no gubernamentales como
Amnistía Internacional, Cruz Roja, Justicia y Paz, entre otras.
9
Memoria Abierta,
Testimonio de Rodolfo Mattarollo,
Buenos
Aires, 2003.
10
Pueden consultarse
on line
las resoluciones anuales de Nacio-
nes Unidas desde 1946 en adelante. En la documentación a partir
de 1976 estos países siempre ocupan gran parte de los debates y
los esfuerzos comunes. La Argentina no aparece en ningún caso.
<http://www.un.org/documents/resga.htm, consultado el 1º de
noviembre de 2010>.
11
Graciela Fernández Meijide,
La historia íntima de los derechos
humanos en la Argentina,
Buenos Aires, Sudamericana, 2009,
p.173.
12
Ídem
, p.176.
13
Ídem
, p. 27.
14
Para un mayor desarrollo sobre las difcultades de los exilados
argentinos en Europa véase el trabajo de Marina Franco,
El exilio.
Argentinos en Francia durante la dictadura,
Buenos Aires, Siglo
XXI, 2008 y Silvina Jensen,
Los exiliados. La lucha por los dere-
chos humanos durante la dictadura,
Buenos Aires, Sudamericana,
2010.
15
Memoria Abierta,
Testimonio de Rodolfo Mattarollo,
Buenos
Aires, 2003.
16
Por su parte, la Junta Militar procuraba evitar el aislamien-
to internacional y, como su contraparte, precisaba de aliados
para oponerse a las denuncias internacionales por violaciones
a los derechos humanos. En este sentido, el crecimiento del vo-
lumen del comercio con la Unión Soviética –en tanto favore-
cía las cuentas argentinas– no solo fue un motivo que por sí
solo justifcaba el acercamiento con la nación comunista, sino
que permitió al gobierno de la Junta Militar mantener un gra-
do de independencia política que favoreció las negociaciones
con Estados Unidos. No casualmente la actitud del gobierno
estadounidense hacia la Argentina con relación a las denun-
cias internacionales solo comenzaría a modifcarse cuando esta
se opone a participar del boicot cerealero a la URSS, es decir
cuando el favor del país sureño resultaba vital para los planes
norteamericanos.
17
Tribuna Popular
, Año I, N° 7, 19 de mayo de 1976, p. 13.
18
La Federación Sindical Mundial (FSM) es una federación in-
ternacional de sindicatos de tendencia comunista fundada el 3
de octubre de 1945 en París.
19
Movimiento Obrero
, Año I, N° 2, 1º de julio de 1976, p. 2.
20
Movimiento Obrero
, Año I, N° 20, 30 de marzo de 1977, p. 2.
21
Coincidencia
, Año I, N° 16, 11 de julio de 1978, p. 4.
22
Coincidencia
, Año I, N° 19, 15 de agosto de 1978, p. 3.
23
Coincidencia
, Año I, N° 15, martes 27 de junio de 1978, p. 4.
24
Graciela Fernández Meijide, 80 años aprox., dirigente polí-
tica y entonces dirigente de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos, Ciudad de Buenos Aires, 11 de febrero de
2010.
25
Telegrama N° 79/6 con fecha 25 de marzo de 1976 enviado
desde Buenos Aires al Departamento Latinoamericano frmado
por el Dr. Naumann, DY 30/13820/51. Archivo Nacional Berlín.
Consulta realizada por Gaby Weber.
26
M
emorándum con fecha 6 septiembre de 1978, frmado por
Krause. DZ 8/94/40/17/107 Archivo Nacional Berlín. Consulta
realizada por Gaby Weber.
27
Memorándum 90/77, 16 de febrero de 1977, Ministerio de Re-
laciones Exteriores de la RDA, archivo personal de Gaby Weber.
28
Enrique Gigena, 83 años, dirigente del Partido Comunista, Ro-
sario, 7 de febrero de 2011.
29
Se refere al libro de su autoría,
Los laberintos de la memoria
,
Buenos Aires, El Folleto, 2008.
30
José Ernesto Schulman, 60 aprox., dirigente del Partido Co-
munista y preso político durante la dictadura militar, Ciudad de
Buenos Aires, 28 de octubre de 2010.
Bibliografía
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
Brega, Jorge,
El Maoísmo en la Argentina. Conversaciones con
Otto Vargas.
Buenos Aires, Ágora, 1990.
Campione, Daniel, “El Partido Comunista de la Argentina.
Apuntes sobre su trayectoria.” Méjico DF
Coloquio internacional:
El comunismo: otras miradas desde América Latina
Campione, Daniel, “Los comunistas argentinos. Bases para la re-
construcción de su historia” en
Periferias
, Año 1, Nº
1, segundo
semestre 1996.
Cernadas, Jorge y Horacio Tarcus, “Las izquierdas argentinas y
el golpe del 24 de marzo de 1976. Una selección documental”,
Políticas de la Memoria
, verano 2006/2007 Nº 6/7.
Corvalán, Luis,
De lo vivido y lo peleado. Memorias.
Santiago de
Chile, LOM, 1997.
Echagüe, Carlos,
El socialimperialismo ruso en la Argentina,
Bue-
nos Aires, Ágora, 2ª ed., 1986.
Fernández Meijide, Graciela,
La historia íntima de los derechos
humanos en la Argentina.
Buenos Aires, Sudamericana, 2009.
Franco, Marina,
El exilio, argentinos en Francia durante la dicta-
dura
. Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
Gilbert, Isidoro,
El Oro de Moscú
. Buenos Aires, Sudamericana,
2007.
Jensen, Silvina,
Los exiliados, la lucha por los derechos humanos
durante la dictadura
. Buenos Aires, Sudamericana, 2010.
Leis, Héctor,
El Movimiento por los Derechos Humanos y la Políti-
ca Argentina
. Buenos Aires, CEAL, 1989.
Schulman, José Ernesto,
Los laberintos de la memoria
. Buenos
Aires, El Folleto, 2008.
Vacs, Aldo César,
Los socios discretos
. Buenos Aires, Sudameri-
cana, 1984.
Varas, Augusto,
De la Komintern a la Perestroika. América Latina
y la URSS.
Santiago de Chile, FLACSO, 1991.