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Voces Recobradas
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E
l conficto que tuvo lugar de 1939 a 1941 en la
fábrica de hilados y tejidos La Fama Montañesa
ubicada en Tlalpan, al sur del Distrito Federal,
muestra el enfrentamiento entre patrones y tra-
bajadores, así como la lucha entre los propios trabajadores
por el control del sindicato. Este acontecimiento forma
parte de la memoria colectiva de los habitantes del barrio
desde la década de 1940.
Para quien vivió la huelga, el hecho está consumado en
su memoria, mientras que para sus hijos ese recuerdo está
vivo y puede adaptarse según sus necesidades. En él está la
llave de todo cuanto sucedió antes y después de la misma.
1
Este trabajo tiene como objetivo analizar la forma en
que la huelga de 1939-1941 de La Fama Montañesa ha sido
elaborada, transformada e interpretada en los recuerdos
de las diferentes generaciones de los habitantes del barrio.
El acontecimiento es signifcativo no solo por la mane-
ra en que los obreros que la vivieron narran el enfrenta-
miento entre los patrones, los trabajadores y el sindicato,
sino por las expectativas que tenían del conficto.
La memoria de
dos generaciones:
la huelga de 1939
en el barrio La Fama
Monserrat Cabrera
Castillo
Mario Camarena
Ocampo
DEH-INAH*
México
La huelga es el acontecimiento sobre el que la memo-
ria colectiva de las diferentes generaciones construyeron
una serie de relatos y mitos que van desde la reconstruc-
ción de la dinámica del acontecimiento y los logros ob-
tenidos, hasta la traslación del mismo de un contexto a
otro. Es un recuerdo bien elaborado y difundido acerca
de un acontecimiento. Si bien podemos encontrar narra-
ciones que pretenden constituirse como “la verdad” des-
califcando otros relatos, lo cierto es que a nosotros como
historiadores no nos corresponde califcar de verdad o
mentira el relato de un narrador.
Los trabajadores de la fábrica La Fama Montañesa
construyeron su propia idea de la huelga que se expresa a
través del lenguaje en forma de recuerdo; la huelga de los
trabajadores no solo está constituida por los hechos ahí
ocurridos, sino por la manera en que la gente los recuerda
para contarlos y explicarlos. La memoria colectiva es la
construcción de un acontecimiento pasado por miembros
de un grupo social sobre la base de su experiencia, es decir,
sobre la base de lo que vivieron, sintieron, imaginaron, les
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Revista de Historia Oral
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contaron o leyeron, de los cuales se han apropiado hasta
convertirlo en su memoria. Se trata de una experiencia
compartida por un grupo social que vuelve a hacerse pre-
sente a través del discurso: el recuerdo convertido en pa-
labra. Así, la memoria colectiva es uno de los elementos
necesarios para la cohesión de los grupos sociales, tanto
para identifcarse como para diferenciarse del otro.
El uso que se le da al recuerdo y a su elaboración pue-
de tener diferentes intenciones, desde legitimar las prác-
ticas y luchas políticas de quien recuerda hasta justifcar
el uso de la violencia y la segregación contra
el otro
.
2
Los
recuerdos son dinámicos, pues se van adaptando a las di-
ferentes condiciones sociales y políticas que viven los gru-
pos sociales. Cada generación construyó el signifcado de
la memoria sobre la huelga de acuerdo con las caracterís-
ticas del sujeto y su momento histórico, lo que nos lleva a
plantear que lo que signifca el recuerdo de la huelga para
cada generación es diferente.
Comparar los recuerdos de di-
ferentes generaciones de trabajado-
res nos permite analizar diferentes
formas de narrar valores y códigos
diversos de cada momento histórico
y, sobre todo, se construyen diferen-
tes signifcados.
3
La manera en que el
entrevistado narra una experiencia
privilegia una intención deliberada
de transmitir un signifcado, al compa-
rar la narración con la de otra generación encontramos
otro punto de vista que nos permite observar diferentes
signifcados sobre un mismo acontecimiento.
En cierto sentido, la idea de huelga no ha cambiado
para los trabajadores porque se sigue viendo como un
paro de actividades para presionar a los patrones con
el fn de obtener sus demandas. Si bien la huelga es la
misma, el signifcado es diferente para cada generación.
Para los trabajadores que lo vivieron signifcaba el poder
continuar con el trabajo y poder tener una estabilidad
en sus expectativas de vida. Para las generaciones que
siguieron, la memoria de la huelga es lo que les permite
justifcar su permanencia en el barrio y luchar por tener
su casa.
Los que vivieron la huelga
Los trabajadores son Justa Hernández, su esposo Antonio
Espinoza y Mario Córdova, a quienes entrevisté en 1984
como parte de la investigación que hacía en ese entonces
acerca de la formación de la clase obrera en la industria
textil del Valle de México; veinte años después entrevisté
a Sofía Rojas en su casa de la calle de Camisetas en el mis-
mo barrio. La conversación se realizó en su casa, ubicada
en la calle de Ayuntamiento del barrio La Fama Monta-
ñesa. La señora Justa y el señor Antonio nacieron en la
demarcación de Tlalpan a principios del siglo XX; en el
momento en que realicé la entrevista ellos eran jubilados
de la fábrica.
Los entrevistados se sentían parte de un ámbito
obrero por haber trabajado toda su vida en la fábrica.
Justa reconstruyó el mundo obrero del que formaba par-
te a través del relato. Es a partir de la afrmación “noso-
tros somos obreros” que ella estructura su relato y expo-
ne sus valores. Su vida transcurría entre su jornada de
trabajo en la fábrica, con turnos extra, y las asambleas
sindicales; sus actividades sociales consistían en ir a la
pulquería, asistir a festas familiares, ir
a bailar a los salones del centro de la
ciudad de México, jugar béisbol, así
como sus actividades religiosas, las
cuales consistían, según el esposo de
Justa, en “una vez al año nos vamos a
San Juan de los Lagos en procesión,
también a la Basílica de Guadalupe”,
sin olvidar la cotidiana asistencia a
misa.
Estos trabajadores, que ya eran ve-
teranos de la vida fabril, habían interiorizado el sentido
industrial del tiempo; es decir, el chacuaco marcaba el
uso del tiempo dentro y fuera de la fábrica: entrar y sa-
lir de trabajar, cumplir con la jornada, pero también salir
a comer y descansar. No solo se habían disciplinado al
nuevo orden industrial, sino que incluso lo consideraban
natural. Don Antonio nos dice:
Siempre trabajamos en la
fábrica, así nos lo mandó Diosito.
Los obreros de La Fama Montañesa habían sido
campesinos durante el siglo XIX, pero ya para 1939 ese
aspecto se había perdido, los trabajadores dependían de
su salario, pues no poseían medios de producción ni tie-
rras; para cubrir sus necesidades trabajaban por una paga
a destajo y cuando había escasez de empleo o se perdía, se
presentaban verdaderas crisis familiares.
Los obreros y sus familias dependían del salario
para sobrevivir por lo que se aferraban a él. Los relatos
de los trabajadores nos hablan de la importancia de ese
ingreso:
El uso que se le da al recuerdo
y a su elaboración puede tener
diferentes intenciones, desde
legitimar las prácticas y luchas
políticas de quien recuerda hasta
justificar el uso de la violencia y la
segregación contra el otro.
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(…) cuando éramos chicos (...) éramos pobres, no había
para hacer grandes comelitones, era una pobreza tremen-
da, les pagaban (a mis padres) 15 pesos a la semana y mi
papá tomaba pulquito, pues ahí se iban los 15 pesos y lo
que quedaba era para la comida y todo eso, no nos alcan-
zaba y teníamos que trabajar todos.
4
En 1948 iba a ingresar a la secundaria, mi papá me dijo
que había muchas necesidades en la casa; éramos seis her-
manos y la fábrica iba a tener vacantes para empezar
[a
trabajar desde]
abajo, era una buena oportunidad para
trabajar (...) “hijo de mi vida yo te prometo que en cuanto
se enderece la situación aquí en la casa, yo te saco de la
fábrica y vuelves a reanudar tus estudios, te (lo) aseguro”,
pero me empezó a gustar el dinero y a gustar(me) las mu-
chachas.
5
En los relatos de los antiguos obreros de
la fábrica La Fama Montañesa, el con-
cepto de salario no es la percepción
individual, por ejemplo, la del jefe o
jefa, sino de la familia en su conjun-
to, pues el salario del hombre o de la
mujer no era sufciente para satisfacer
sus necesidades; más aún, los hijos
desde niños participaban activamente
en la consecución del sustento del grupo familiar.
Cuando ambos miembros de la pareja conyugal tra-
bajaban, a veces una o dos jornadas consecutivas (doblar
turno), los roles familiares se modifcaban, de tal manera
que la ausencia de la madre era cubierta por las hermanas
mayores. Al respecto, el testimonio de Gilberto Espinosa,
hijo de doña Justa, es muy elocuente:
Mientras mis papás se iban a trabajar, mi hermana la
grande era la que guisaba, y mi mamá ponía desde un día
antes el nixtamal para tres días; que había que llevar a
moler; y mi hermana Jovita, que tenía unos 14 años, le ha-
cía de mamá, y entonces ella nos guisaba y nos hacía la
comida, y después ya fue mi hermana Chela, porque mi
hermana (Jovita) murió.
6
De tal manera que las labores de ama de casa, las cuales
crean las condiciones necesarias para que los obreros pro-
duzcan, eran cubiertas por otra persona; es decir, las hijas
mayores contribuían a que sus padres pudieran trabajar
de manera adecuada. La organización doméstica asigna a
unos las importantísimas labores domésticas y a otros la
consecución del dinero necesario para sobrevivir, pero no
podrían sobrevivir en conjunto sin ambas labores.
En las entrevistas es frecuente escuchar y sentir el
orgullo por haber sido obreros de La Fama Montañesa, lo
cual heredaron a sus hijos:
(...) Mi padre trabajó aquí. Empezó a trabajar después de la
revolución fue un gran triunfo para él (...) tenía un salario
fjo que siempre llegaba, terreno para casa; mi padre tra-
bajó ahí toda la vida, hasta que se jubiló (...). Nos enseñó a
que le tuviéramos un gran respeto a nuestra profesión.
7
Los operarios nunca pusieron en entredicho las relaciones
de explotación obrero-patrón, es decir, no fueron cons-
cientes del hecho de ser explotados; lo que les interesaba
era tener un trabajo y un salario seguro. Un factor funda-
mental para la permanencia y la segu-
ridad en el trabajo eran el sindicato
y sus representantes. La relación que
tenían con esta entidad era de total
dependencia, de tal manera que poco
importaban sus habilidades en el tra-
bajo para mantener su puesto, lo que
era determinante era la buena rela-
ción con el sindicato. En los relatos está
presente la relación con el líder sindical en todas las eta-
pas de su vida laboral: cuando ingresan, cuando obtienen
la permanencia, en las promociones y en las jubilaciones.
Después de la lucha revolucionaria, los sindicatos y
las federaciones y confederaciones de trabajadores, entre
las cuales fguraba la Confederación Regional de Obre-
ros Mexicanos (CROM), tuvieron una época, de 1917 a
1929, de gran beligerancia, en la cual las negociaciones
se llevaban a cabo entre los representantes obreros y los
patrones. Sin embargo, surgió en esos años la idea de que
debía participar en las negociaciones laborales un tercer
negociador: el Supremo Gobierno. A esta forma de hacer
política se la llamaba
acción múltiple
, la cual sostenía que
las negociaciones con el gobierno era la forma más efcaz
para alcanzar su objetivo. En poco tiempo, los represen-
tantes sindicales buscaron puestos públicos, presionaban
para que se reglamentaran sus condiciones de trabajo y
buscaron mejores condiciones laborales con la mediación
del Estado. Este es el contexto en el cual se fundó la Unión
Sindicalista de Obreros y Campesinos de La Fama Mon-
tañesa en 1918 adherida a la CROM.
Los operarios nunca pusieron
en entredicho las relaciones de
explotación obrero-patrón; es
decir, no fueron conscientes del
hecho de ser explotados (...)
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Esta organización laboral cimentaba su poder en la
centralización de sus decisiones en el Comité Ejecutivo
Nacional (CEN). A tanto llegó esta centralización, que
los trabajadores miembros de ella no podían estallar una
huelga sin el consentimiento del CEN de la CROM, y si
la realizaban, no recibían apoyo o eran desconocidos por
ésta.
La estrategia de acción múltiple de la CROM se adap-
tó a la nueva coyuntura nacional que fomentaba la indus-
trialización. Paulatinamente, las agrupaciones obreras
asociadas a esta posición se convirtieron en agentes de
control y disciplina industrial, con lo cual se acabó con la
beligerancia de los obreros mexicanos.
En lo que se refere a la industria textil, entre 1925
y 1927 se llevó a cabo la Convención Textil de la Indus-
tria Algodonera, de la cual surgió un acuerdo que tuvo
el estatuto de contrato-ley que rigió la vida laboral de las
fábricas textiles en todo el territorio na-
cional. Por medio de éste, los trabaja-
dores ganaron el reconocimiento del
sindicato como mediador en los con-
fictos, la estabilidad y la antigüedad
laboral, y toda una reglamentación
acerca de las condiciones de traba-
jo. Asimismo, sentó las bases para la
centralización de la toma de decisio-
nes y de la cláusula de exclusión de los trabajadores, que
redundó en una acumulación del poder en las personas
que ocupaban los puestos sindicales.
A partir de entonces los Contratos Colectivos de
Trabajo (CCT) los frma el Comité Ejecutivo Nacional,
al margen de la voluntad de los trabajadores. Los inte-
grantes del Comité establecieron los criterios para la
contratación, promoción y permanencia laboral. Fijaron,
asimismo, las reglas para la admisión y el despido de los
obreros, creando, en muchos casos, instancias de apela-
ción. Con esto se redujo la inseguridad laboral en la cual
se desarrollaba el trabajo textil. Los CCT estructuraron
los criterios de ascenso y promoción laboral, abriendo las
expectativas para hacer carrera como obrero textil dentro
de la empresa, pero con el visto bueno del sindicato. Con
estos incentivos, la permanencia en el trabajo adquirió un
nuevo signifcado: a mayor antigüedad, mayores presta-
ciones, siempre y cuando se conservara la cercanía con
el sindicato.
Como consecuencia, los empresarios y el gobierno
buscaron el visto bueno del líder obrero y no necesaria-
mente el del conjunto de los agremiados. Bastaba obtener
la colaboración de la burocracia del sindicato para legi-
timar su criterio o imponer una línea de acción, que en
muchas ocasiones iba en contra de las necesidades de los
obreros. La dirección sindical podía contar con el respal-
do del gobierno y, en la mayoría de los casos, de la pro-
pia empresa; de esta manera muchos sindicatos dejaron
de ser centro de actividad social y laboral para los agre-
miados y se trasformaron en instancias de dominación,
en una parte fundamental de la estructura de poder y de
control de los obreros, materializada en la fgura del líder
sindical.
De esta manera, el líder sindical compartió su poder
con la empresa dentro del proceso productivo, es decir,
la empresa se encargó exclusivamente de la producción y
delegó al sindicato las contrataciones y los ascensos, re-
forzando su papel de mediador entre el patrón y los obre-
ros. Esta situación le dio al líder sindical
un gran poder, se convirtió en amo y
señor.
8
Las relaciones sociales de los
trabajadores que narraron su expe-
riencia estaban determinadas por la
relación que construyeron con sus
representantes sindicales, a quienes
ellos consideraban poderosos. Los tra-
bajadores veían al líder como a una persona que les daba
“protección” y “amparo” en sus problemas laborales, pero
lo que debía ser una labor de representación se convierte
en una relación de poder, pues el líder defende a los agre-
miados a cambio de su lealtad, con lo cual lo convierte en
su
cliente
. Así, los trabajadores se forman la percepción de
que deben “quedar bien” con su representante, es decir, se
crea y fomenta la
cultura de la infuencia.
9
Las relaciones clientelares contribuyeron a media-
tizar y destruir la tradición y la cultura de militancia
sindical que hubo en la época posrevolucionaria, pues
las huelgas, demandas y negociaciones, a partir de los
años 30, se realizaron al margen de los trabajadores, sin
que estos participaran en la toma de decisiones, solo es-
peraban las resoluciones.
Los trabajadores desde fnes de los años 20 ya no
estaban dispuestos a tomar posiciones radicales y solo
esperaban que les dieran lo que sus líderes habían ne-
gociado. Así se sentaron las bases para crear una clase
obrera amiga de los patrones, sumisa, deportiva, alco-
hólica, amiga del orden y las parrandas, enemiga del
Las relaciones clientelares
contribuyeron a mediatizar y
destruir la tradición y la cultura de
militancia sindical que hubo en la
época posrevolucionaria (...)
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comunismo, devota del catolicismo y orgullosos de ser
sindicalistas.
10
Antes de la huelga
“Los Famosos se habían domesticado”.
11
Con esta frase se
resumen las características de falta de beligerancia en la
que estaban sumidos los obreros de La Fama Montañesa al
comenzar el conficto de 1939.
La huelga de 1939-1941 es un suceso que marcó la
vida de los trabajadores, rompió con la armonía que había
entre patrones y obreros en la fábrica. Doña Justa Hernán-
dez Farfán nos dice:
antes de la huelga, los patrones eran
bien buenas gentes
, y añade que les daban todo lo necesa-
rio para sobrevivir. Los obreros veían al empresario como
una persona generosa y preocupada por ellos; tanto que les
permitía tener un trabajo y una vivienda que representa-
ba una estabilidad en sus vidas, “pri-
vilegio” por el cual daban gracias al
patrón. Esta manera de percibir a los
empresarios provocaba la incondicio-
nalidad de los trabajadores hacia ellos,
y contribuían a la buena marcha de la
fábrica.
12
Doña Justa platica que
su mamá
tenía tal agradecimiento hacia el pa-
trón que había un altar en su casa con
una fotografía del dueño de la fábrica con veladoras y le
rezaba para que le fuera bien
.
13
Yo mismo tuve la oportuni-
dad de ver en 1984 otro altar semejante al descrito por doña
Justa en otra casa del barrio.
El patrón era visto por los trabajadores como un pa-
dre que proporcionaba trabajo y seguridad. Los obreros se
identifcaban con la fábrica, presumían de su estabilidad
en el trabajo; para ellos el conficto que comienza en 1939
no es entre obreros y patrón, sino entre los mismos traba-
jadores, lo cual provoca situaciones dramáticas que llega-
ron hasta las rupturas familiares y las riñas entre padres e
hijos.
14
Tanto infuyó esta concepción, que los trabajadores
no eran capaces de ver en el conficto de 1939 la mano del
patrón.
Las personas que entrevisté narraban la situación que
había antes de la huelga como un momento en que convi-
vían en armonía trabajadores y patrones. Doña Sofía Ro-
jas nos platica:
todos salíamos los sábados a la plazuela a
convivir, jugábamos, platicábamos, éramos muy felices
. Esa
armonía se rompió con la huelga. Ese tiempo feliz se na-
rra sin hacer ninguna precisión temporal, es decir, se trata
de un pasado idílico sin tiempo, es una añoranza a la que
quieren regresar y no pueden porque fue un mundo mejor.
Ese pasado se convierte en una época dorada perdida por
una huelga.
Remembranzas sobre la huelga
El conficto en el que se vieron involucrados los trabajado-
res de la fábrica La Fama Montañesa comenzó como un
paro patronal, al llegar a trabajar el día de raya sábado 27
de febrero de 1939, encontraron cerrada la fábrica. A partir
de ese día su vida cambió y entraron en una gran crisis,
pues los obreros y sus familias dependían de su salario, y
el no percibirlo los ponía al borde del hambre. Esta amarga
experiencia quedó grabada en su memoria.
La narración de los trabajadores está unida a su expe-
riencia, a una presencia real del sujeto en el acontecimien-
to. “No hay testimonio sin experiencia,
pero tampoco hay experiencia sin na-
rración: el lenguaje construye el mun-
do de la experiencia y lo convierte en
comunicable”.
15
Me acordé que era ¡día de raya!, nos
debían la paga de las tres semanas,
pensé, nomás unas horas en el telar y
después de rayar a tomar unos curados
con la comadre, de paso le doy el gasto a Josefna para el
mercado, no sea que los niños se queden sin comer.
Me apresuré para llegar a tiempo a la fábrica, pero
cuando llegué me encontré a otros trabajadores en la entra-
da. Estuvimos esperando y nunca abrieron la puerta, no nos
imaginábamos que ese 27 de febrero de 1939 era el primer
día de un conficto que ocasionaría que esa puerta no se
abriera en tres años ¡y nos fuimos sin raya!
16
Ante la pregunta acerca de la duración del conficto, yo
como investigador tengo la idea de obtener una fecha de
inicio y una de conclusión, pero los antiguos trabajado-
res, no pueden precisar ese dato con exactitud, pues ellos
se manejan en un plano temporal de
antes
y
después
, y la
fecha exacta del inicio del conficto queda subordinada a
otros recuerdos, que les ayudan a ubicar una fecha requeri-
da por el investigador. En lo que hay claridad es que a partir
de un momento de fecha incierta, sus vidas se modifcan de
manera radical.
Los testimonios, pues, construyen su propio concepto
del tiempo, antes y después, en función de los cambios que
Los obreros se identificaban
con la fábrica, presumían de su es-
tabilidad en el trabajo; para ellos
el conflicto que comienza en 1939
no es entre obreros y patrón, sino
entre los mismos trabajadores (...)
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se generaron en sus vidas. La señora Sofía Rojas dice que
el conficto empezó en 1938 y terminó en “mil novecientos
cuarenta y tantos”; don Charly dice que empezó en 1940 y
terminó a mediados de los 40; doña Justa marca el inicio
en 1939 y termina en 1943 cuando ella regresó a trabajar.
Pero todos los trabajadores coinciden en que fueron años
muy difíciles, de mucho sufrimiento y sacrifcio porque
no tenían un ingreso que les permitiera sobrevivir. Si yo
como historiador busco establecer una fecha sobre la base
de los testimonios de los entrevistados, solo puedo decir
que el conficto que marcó el inicio de una era en el ba-
rrio La Fama Montañesa comenzó a fnes de los años 30
y concluyó a principios de los 40. Solo se pudieron datar
las fechas exactas de este hecho a partir de la investigación
documental.
17
Los trabajadores de la fábrica de hilados y tejidos La
Fama Montañesa rememoran vívidamente el hambre, en
especial la muerte por hambre, la humillación, la frustra-
ción, la preocupación por las necesidades
inmediatas; en suma, en la entrevista
vuelven a vivir las sensaciones del su-
frimiento de esa época. El paro llevó
a situaciones muy difíciles en la vida
de los obreros y del barrio; se rompió
la estabilidad y la armonía de las fa-
milias: no tenían ingreso, al respecto
nos dicen:
¿Se imaginan la situación tan
penosa que se presentaba para el barrio?, pues ya no se con-
taba con el sustento y había que hacer algo
;
nuestros hijos se
morían de hambre
;
mi hermana más chica murió porque no
teníamos para comer
.
Este conficto devastador tuvo otro efecto: provocó
que las personas tuvieran que buscar el sustento fuera de
su ámbito y sus costumbres cotidianas. Los hombres iban
a trabajar a otras fábricas fuera del barrio, generando una
movilidad de los trabajadores por todo el valle de México;
las mujeres se empleaban, ya sea en otras fábricas o en el
trabajo doméstico en las colonias elegantes de los alrede-
dores; los jóvenes y los niños hacían trabajos ocasionales
después de la escuela, y hubo circunstancias en las que es-
tos buscaban objetos que pudieran vender en los tiraderos
de basura.
Un ejemplo de la movilidad de la que hablé en el pá-
rrafo anterior lo da don Antonio Espinosa, quien cuenta
que su padre, del mismo nombre, encontró un trabajo de
urdidor en una fábrica de articela en la Magdalena Mixhu-
ca, y debía viajar en tranvía hasta la parada Chabacano:
Pues resulta que una mañana mi papá se despertó sobresal-
tado y le dijo a mi mamá: ¡Justa, ya me dormí!, se levantó
rápido se vistió y salió corriendo para alcanzar el tren que
salía a las cuatro de la mañana en la estación de San Fer-
nando y Madero en el centro de Tlalpan; hacía hasta la pa-
rada de Chabacano más o menos una hora y de allí a la
fábrica caminando. Su entrada era a las seis.
18
El lugar de trabajo, tanto de hombres como de mujeres,
fuera de las fronteras del barrio, signifcó para ellos un sa-
crifcio, pues tenían un arraigo muy fuerte a su territorio,
al cual amaban y defendían de la “invasión” de quienes no
pertenecían a él. Estaban acostumbrados a los horarios de
la fábrica, a su sonido, a la dinámica fabril que hacía de la
plazuela un centro de reunión y de socialización. El territo-
rio del barrio representaba seguridad para los trabajadores
que lo habitaban, pues sabían cuál era la distribución del
espacio, dónde vivía cada familia, dónde estaba la pulque-
ría, etcétera. Fuera de su barrio, los obre-
ros eran extranjeros.
La pérdida del ingreso, el ham-
bre, el hecho de buscar desechos
aprovechables en la basura y el des-
arraigo de su territorio, causó mucho
sufrimiento a las personas, lo cual se
refeja en las entrevistas. Al tiempo de
narrar sus avatares, surge la pregunta:
¿quién causó tanto estrago? Don Antonio lo recuerda de la
siguiente manera:
En ese tiempo, en 1938, don José García era el dueño de la fá-
brica y la rentó a un señor gringo que se llamaba Guillermo
Gudbard
[posiblemente Woodward],
la capilla la llenó de
ropa, no la vendía, ahí la tenía arrumbada. Un día se puso
de acuerdo con los empleados que iba a mandar cerrar la
fábrica porque ya no le convenía atenderla, no les pagó a los
obreros durante tres semanas y mandó cerrar la fábrica.
19
Virginia Olvera recuerda este episodio diciendo:
(...) los comisionados
[sindicales],
al saber que nos corrieron
sin pagar, mandaron a sacar unas bancas de la capilla y las
pusieron de trincheras en la puerta, en medio estábamos
todas las mujeres enfrente de la puerta, los hombres de un
lado y de otro lado, y todos con pistola en mano, con cu-
chillos, con machetes, con piedras, bueno ¡parecía el día del
Juicio! Tocaban los postes para que toda la gente se reuniera a
Los testimonios, pues, constru-
yen su propio concepto del tiem-
po, antes y después, en función
de los cambios que se generaron
en sus vidas.
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ver qué pasaba, estaba todo aquello lleno de gente: mujeres,
hombres y niños; dijeron que no iban a dejar pasar cuan-
do llegara el aviso de que El Gringo iba a sacar todo (…),
llegaron los carros de mudanza, se querían llevar toda la
ropa, toda la maquinaria de la fábrica, entonces mandó 200
gendarmes, (…) todo el día ahí estuvimos desde las seis de la
mañana hasta las cinco o seis de la tarde (...)
20
Los trabajadores estaban convencidos de que El Gringo ac-
tuó de mala fe y por ello lograron convencer a los policías
para que se retiraran, ya que ellos, según sus relatos, tenían
la razón.
21
Los trabajadores percibían el cierre de la fá-
brica como algo personal, pues ignoraban la crisis de la
industria.
Los obreros interpretaban la situación de crisis de la
fábrica como fruto de una maquinación perversa, resultado
de la mala voluntad de los propietarios,
que atesoraban dinero, mientras ellos
y sus familias morían de hambre, ori-
llando a las mujeres a la prostitución y
a los hijos a la vagancia. Ante los ojos
de los trabajadores, el mal estaba en las
personas que controlaban las fábricas,
ya que no eran caritativos, pero tam-
bién pensaban que los patrones por
un acto de voluntad podrían cambiar
de opinión y volver a abrir la fábrica.
22
Los
trabajadores defendían su situación laboral desde un sen-
tido moral.
Partes en conflicto: chaqueteros y leales
Desde la década de 1920, la Confederación Regional de
Obreros Mexicanos (CROM) había realizado una labor de
mediatización de los trabajadores destruyendo la tradición
y la cultura de militancia sindical, pues las huelgas, deman-
das y negociaciones se habían realizado al margen de los
trabajadores, es decir, se burocratizó.
Ante el apremio de ver cerrada su fuente de trabajo,
los trabajadores, sin experiencia y sin conocimiento de sus
derechos, actuaron en forma desesperada y violenta pues
era la única que conocían. Después de tres semanas, se
vino abajo la esperanza de un pronto retorno al trabajo: no
aforó la buena voluntad que esperaban de los empresarios
y su capacidad de resistencia se vio mermada por carecer
de fondo de resistencia, debido a que la CROM no estaba
de acuerdo con las acciones de los trabajadores.
Ante esta situación, los obreros presionaron a la
CROM para que los apoyara legal y económicamente. Así,
25 días después del inicio del paro patronal, la CROM deci-
dió presionar a los empresarios para abrir la fábrica a través
de las gestiones legales,
23
pero los trabajadores forzaron al
comité ejecutivo de la CROM para que emplazara a huelga
ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, solici-
tando el pago del trabajo realizado, la reanudación de las
labores y el pago de vacaciones, indicando que su situación
se debía ante todo “a la paralización de la empresa sin justi-
fcación alguna” y a “una mala conducta del administrador
que es Gringo”. Así, el conficto se trasformó de un paro
patronal a una huelga. A partir del mes de abril de 1939, los
trabajadores se declararon en huelga.
Poco después, la Junta Federal de Conciliación y Ar-
bitraje emitió una solución a las demandas laborales de los
trabajadores, por lo que sancionó a la
empresa y le ordenó “(…) el pago de
casi todas las prestaciones que le fue-
ron demandadas, las cuales, arrojaron
la suma de 446 mil 140 pesos y 80 cen-
tavos moneda nacional.”
24
Si bien la Junta de Conciliación
había dado la razón a los trabajadores,
la empresa no estaba en condiciones
de pagar el adeudo. En realidad, la
huelga que tenía el objetivo de lograr la re-
cuperación de una fuente de trabajo, terminó respondien-
do a los intereses de los empresarios, pues, de cualquier
forma, la producción se detuvo. Ni los empresarios ni el
gobierno tenían prisa alguna para resolver la huelga, por
lo que se alargó durante dos años más, ocasionando una
crítica situación para los obreros.
Para enfrentar la huelga, surgieron dos posiciones en-
tre los trabajadores de La Fama. Unos eran los que tenían
una lealtad hacia el líder Dionisio Sánchez, adherido a la
CROM, a quien percibían como la persona que les había
dado trabajo; los otros eran un grupo de personas adheri-
das a José de la Luz Corona, Juan Gutiérrez, Pedro Tovar y
Manuel Rojas, partidarios de la Confederación de Trabaja-
dores de México (CTM), quienes buscaban que se benef-
ciara a los trabajadores, y al no ser leales al líder se les llamó
“chaqueteros”.
Hacia afuera del barrio, la huelga se veía como un con-
ficto intersindical entre “los chaqueteros” que buscaron el
apoyo de la CTM y “los leales” que eran parte de la Confe-
deración Regional de Obreros Mexicanos (CROM), ambas
Ante el apremio de ver
cerrada su fuente de trabajo, los
trabajadores, sin experiencia y sin
conocimiento de sus derechos,
actuaron en forma desesperada
y violenta pues era la única que
conocían.
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Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
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partes peleaban por la titularidad del contrato colectivo.
Pero entre los propios trabajadores que estaban en huelga
la división fue entre las familias. Doña Justa recuerda:
La huelga generó que se dividieran todos, siendo tan amigos
y parientes (...) hubo hasta muertos. Se acabó con la unión y
armonía en la que vivíamos (...) se apasionaban por el ban-
do que tenían y surgieron dos posiciones en el seno de los
trabajadores
[los leales y los chaqueteros].
En estos dos grupos había diferentes ideas acerca de la
manera de operar la empresa: “los chaqueteros” pugna-
ban porque esta pasara a manos de los trabajadores como
indemnización por el adeudo de salarios que con ellos se
tenía. Doña Sofía Rojas, hija de Manuel Rojas, recuerda
que su padre decía: “debemos de trabajar fuerte para que
después de un tiempo podamos tener
ganancias”. De alguna manera, esta
facción de obreros pensaba en asumir
el control de la fábrica y lograr bene-
fcios.
El grupo de “los leales” buscaba
simplemente que la empresa reabriera
sus puertas en las condiciones usuales
y los trabajadores recibieran su sala-
rio, “sufciente para sus necesidades de
trabajo durante los siete días de la semana” y participación
en las utilidades de la empresa.
En 1940 se realiza el recuento en la Secretaría del Tra-
bajo para determinar cuál de las dos organizaciones sindi-
cales tiene la titularidad del contrato colectivo.
Cuando se hizo el recuento, nosotros, Antonio y yo, decidi-
mos unirnos al grupo de José de la Luz Corona, pero desgra-
ciadamente éste nos traicionó, se fue de Tlalpan y perdimos.
Desde ese día nos dicen ‘los chaqueteros’ (...) él
[Dionisio
Sánchez]
ganó (como quien dice a la mala, a la mala, por-
que) él acarreaba mucha gente –de Puebla, de San Martín
Texmelucan– que no eran obreros de la fábrica y luego lle-
vaban hijos de obreros de otros lugares, eran chiquillos, ga-
naron como quien dice a la mala.
25
Dionisio Sánchez ganó el recuento con gente de fuera de la
fábrica y comprando al líder opositor. Al ganar la titulari-
dad este grupo, empezó a negociar con la parte patronal la
forma de resolver la huelga, siempre buscando conservarse
como mediador en la relación obrero-patronal.
Si bien los trabajadores explicaban el conficto en
función de sus percepciones personales y cotidianas de la
fábrica que la reducían a un conficto entre familias, veci-
nos y parientes, las centrales obreras estaban inmersas en
un contexto político más amplio: buscaban incrementar la
producción sacrifcando a los trabajadores.
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial era
el interés del gobierno mexicano impulsar el Acuerdo de
Unidad Nacional, que consistía en impulsar el desarrollo
industrial, para lo cual hacía falta evitar los confictos labo-
rales, deprimiendo la beligerancia de los obreros.
El periódico
Germinal,
órgano informativo de la
CROM, nos dice que esta central había pactado con el go-
bierno para resolver los confictos laborales e impedir que
se suspendiera la producción por las huelgas. En un edito-
rial de este periódico se lee: “Hemos prestado la coopera-
ción que ha sido necesaria para resolver
todos los confictos laborales y evitar-
le problemas al gobierno, (…) hemos
puesto interés en resolver las pugnas
intergremiales que nuestros enemigos
provocan con motivo de las revisiones
del contrato colectivo de trabajo de la
industria textil.”
26
Para poder impulsar el desarro-
llo industrial, era necesario controlar los
confictos intersindicales con el fn de generar un ambiente
de armonía y estabilidad dentro de las empresas. Este pac-
to, mencionado arriba, establecía dejar a un lado las pugnas
de poder entre las centrales sindicales en las fábricas. Para
ello, las centrales sindicales establecieron que cesarían los
confictos, y en aquellas donde los hubiese se resolverían
a favor de la central que tuviera más tiempo como titular
del contrato colectivo de trabajo, dando por terminadas las
pugnas intergremiales y evitando que se fomentara el divi-
sionismo de los trabajadores.
En la fábrica de hilados y tejidos La Fama Montañesa,
la CTM había retirado su apoyo a los trabajadores que esta-
ban afliados a esa central y los dejó a merced de la CROM;
los obreros no sabían, y nunca supieron, que habían sido
sacrifcados por “el bien de la Nación”.
Otro de los acuerdos que se establecieron para me-
diatizar a los obreros en sus relaciones con los patrones y
con el gobierno mexicano fue el de establecer que en los
confictos obrero-patronales se prescindiera de la interven-
ción de la Junta de Conciliación y Arbitraje para recurrir
a convenios consensuados entre las partes involucradas,
Si bien los trabajadores
explicaban el conflicto en función
de sus percepciones personales
y cotidianas de la fábrica que la
reducían a un conflicto entre fami-
lias, vecinos y parientes (...)
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Voces Recobradas
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Voces Recobradas
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con lo cual prácticamente se anuló uno de los logros más
importantes de los trabajadores en lo que se refere a con-
diciones de negociación, es decir, el Gobierno renuncia a
su obligación constitucional de salvaguardar los derechos
sindicales.
27
Los acuerdos entre la empresa
y el sindicato
En el relato de los trabajadores el punto central son los
acuerdos entre la empresa y el sindicato, lo platican como
un recuerdo vívido; aunque ellos no estuvieron presentes
en las negociaciones sino sus representantes sindicales, lo
narran como si fuese un logro personal. Así, cuando el na-
rrador dice “nosotros”, es la manera de apropiarse del resul-
tado obtenido y, al mismo tiempo, se identifca y construye
su grupo social. No todo lo platicado es lo vivido pero sí es
lo sentido y forma parte de lo que marcó
la vida de las personas y del grupo del
que forman parte. Beatriz Sarlo nos
dice al respecto: “Esos hechos solo se
recuerdan porque forman parte de un
canon de memorias colectivas que les
permiten construir una identidad”.
Don Charly es un antiguo tra-
bajador de la fábrica que nunca tuvo un
cargo sindical, por lo tanto, no estuvo en la negociación,
pero cuenta con mucha pasión que en abril de 1941 se rea-
lizaron una serie de acuerdos entre empresarios y sindicato
por medio de un notario sin la intervención de la Junta de
Conciliación y Arbitraje, que incidieron en el destino de
la fábrica y del barrio: la Unión Sindicalista de Obreros y
Campesinos de La Fama Montañesa se comprometieron a
levantar la huelga y a liberar de toda responsabilidad a la
empresa La Fama Montañesa y a no afectar, en caso de que
así se decidiera, el procedimiento de remate del patrimo-
nio de la empresa, relato muy parecido a lo que aparece en
el acta notarial: “(…) para vender la maquinaria, edifcios,
terrenos y derechos sobre concesión de aguas a distintos
interesados, pudiendo la testamentaría por lo tanto sacar
la maquinaria del local en que está instalada, llevar a cabo
el fraccionamiento de terrenos y vender sus derechos de
concesión para el uso de las aguas, para todo lo cual presta
desde luego su consentimiento la Unión Sindicalista.”
28
El sindicato se comprometió a ayudar a abrir la em-
presa con un nuevo patrón. Los trabajadores de La Fama
tuvieron la opción de convertirse en propietarios de la fá-
brica (con sus terrenos y concesiones) por el adeudo de más
de cuatrocientos mil pesos que la empresa tenía con ellos,
pero decidieron buscar un nuevo patrón. Esta situación
queda clara en el acuerdo que acepta la Unión Sindicalista,
donde los obreros “(…) se comprometen a encaminar sus
esfuerzos para llevar a efecto las negociaciones que sean
oportunas para que la fábrica de La Montañesa vuelva a ser
explotada como unidad industrial, por un nuevo patrón,
(…) de manera que los trabajadores reciban el benefcio de
la reanudación de las labores.”
29
Esta posición sindical buscó por todos los medios que
la empresa reabriera sus puertas para que los trabajadores
“reanuden su trabajo”; la empresa acuerda reconocer los
derechos de posesión de los trabajadores sobre los terrenos
donde tienen sus viviendas para otorgárselos y extender
escrituras de propiedad a los trabajadores miembros de la
Unión Sindicalista.
30
Pero lo que los obreros “benefciados”
no sabían es que los terrenos otorgados
se encontraban dentro de los límites
del Parque Nacional Fuentes Brotan-
tes, es decir, les “dieron” terrenos que
no eran de la fábrica sino del Estado.
Es importante resaltar el hecho
de que los trabajadores no veían como
un derecho, como el pago de sus sala-
rios caídos haber obtenido su tierra, sino
como una dádiva del poderoso, es decir, del líder sindical.
El recuerdo tan vivo de que ganaron la huelga con-
trasta con la poca información que tuvieron en el momen-
to en que se estaban realizando las negociaciones para la
terminación del paro. El líder sindical no informaba a sus
representados acerca de estas, pero los propios trabajadores
nunca solicitaron tal información, sino que aceptaron en
forma pasiva lo que decidieran sus negociadores. No hubo
ningún comunicado pegado en las paredes, ningún intento
serio de informar lo que realmente estaba pasando, pero
esta situación fue aceptada por los trabajadores sin más co-
mentarios. Así, se creó un discurso en el que el sindicato
aparecía como benefactor de los obreros, lo cual se repitió
por más de 50 años hasta hacerlo entrar en las venas y en
los huesos, contribuyendo a la selección de los recuerdos de
la memoria.
Los relatos de la memoria colectiva son una selec-
ción de recuerdos que hacen referencia a un
nosotros
. Las
memorias colectivas son construcciones pero no arbitra-
rias, sino producto de las situaciones específcas que vive
un grupo humano, y en una situación de conficto social
justifcan la posición del grupo vencedor. Así, la memoria
En el relato de los trabaja-
dores el punto central son los
acuerdos entre la empresa y el
sindicato, lo platican como un
recuerdo vívido (...)
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Revista de Historia Oral
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colectiva legitima al grupo que tiene el poder mediante la
memoria selectiva que verbaliza en una narración, pues le
da orden y sentido de tal manera que se perciba para to-
dos los grupos sociales como “la verdad de los hechos”, es
decir, se crea una colectividad de signifcados.
31
En la me-
moria de los habitantes del barrio, el trabajo, la casa y ser
del sindicato son tres elementos que forman la identidad,
lo cual deviene en un fuerte sentido de colectividad que se
expresa verbalmente cuando se habla de
nosotros
. ¿Quién
es
nosotros
en los trabajadores de la fábrica La Fama Mon-
tañesa?, son los “leales” que defendieron al líder sindical en
oposición a los “chaqueteros” que querían transformar las
relaciones de poder dentro de la fábrica: los chaqueteros se
convirtieron en
ellos
. Entonces la identidad o el nosotros
lo dan los elementos descritos, sin olvidar que también se
defne por lo que no son, es decir, por
no ser “chaqueteros”, a quienes se ve
como traidores y perdedores.
Así, La Fama se convirtió en una
empresa donde trabajaban solo obreros
sindicalizados, y aquéllos que no eran
parte de este grupo, eran excluidos.
“(…) Poco a poco los fueron sa-
cando de la fábrica y de sus casas; él
[Dionisio Sánchez] trajo mucha gente
de Puebla a trabajar y les dio trabajo.”
32
De los 350 obreros que participaron en la huelga, solo
75 obtuvieron un lote para construir su casa, es decir, 275
trabajadores fueron excluidos del reparto de terrenos, de
volver al trabajo y del barrio. El sindicato actuó silenciando
y expulsando a los derrotados y quitándoles los derechos
que habían adquirido por ser obreros.
Sin embargo, es de notar que el tener los obreros y sus
familias una casa y un trabajo lo perciben como algo
otor-
gado
por el sindicato; no lo ven como un derecho o como
una conquista, sino como una dádiva del poderoso, es de-
cir, del líder sindical. Doña Justa nos platica que la relación
personal con un líder es lo que les permite tener y conservar
la casa. Ella afrma:
las casas nos las dio El General
[apodo
de Dionisio Sánchez]
, era un buen hombre. Fue un pago al
adeudo que tenían hacia nosotros
.
33
Esta afrmación hace
referencia al líder como un personaje que tenía el poder de
resolver las necesidades de los trabajadores a título indi-
vidual, mientras que los obreros se perciben como entes
pasivos esperando que sea el poderoso el que resuelva sus
problemas. Así, el clientelismo hacia el poderoso es lo que
marca quién es
nosotros
y quiénes son
ellos
.
Los recuerdos de los habitantes del barrio no son aza-
rosos ni distorsionados sino que se estructuran en térmi-
nos de legitimar su pertenencia a la fábrica y al sindicato,
son dos elementos sobre lo que se construye la identidad:
La construcción viene de una toma de decisiones del no-
sotros, cuidadosamente seleccionada, en la que se apartan
contenidos que producen miedos y se privilegia aquellos que
signifcan goce, para ese nosotros.
Resulta sorprendente que en la memoria y en el discurso
de los obreros no aparece el patrón. Durante el conficto,
la controversia es entre “leales” (CROM) y “chaqueteros”
(CTM), pero nunca ven como un contrario al empresa-
rio que obtenía ganancias de su trabajo, lo cual nos da
la medida de la mediatización a la que
estaban sometidos, propiciada por
la falta de educación y por la política
gubernamental del Acuerdo de Uni-
dad Nacional.
La transmisión oral del
recuerdo
El relato de la huelga ha prevalecido
por más de 60 años, se ha trasmitido
de una generación a otra como parte
de una herencia familiar, y todavía se platica como una
gran actualidad. La memoria de la huelga para los hijos
de los protagonistas es la construcción de un momento
épico sobre la base de lo platicado, a las imágenes que
les trasmitieron mediante el recurso de la oralidad y del
sentimiento, pero acuden también a lo consignado en
libros y artículos académicos. Todos estos recuerdos se
ponen en palabras mediante el recurso de la conversa-
ción.
Las narraciones que hacen los hijos de los trabajado-
res de La Fama nos ofrecen una abundante evidencia de
la huelga de 1939-1941, pero también nos expone cómo
los recuerdos fueron conservados y recreados a partir
de lo platicado por sus padres. El relato existe porque las
personas lo vivieron, se lo contaron a sus hijos y amigos,
también algunos escribieron sus experiencias, es evidente
que se ha contado la historia antes. Además, el relato en su
forma original fue conformado por la conversación entre
las personas que lo vivieron, complementados con infor-
mación extraída de documentos, historias y académicos.
Lo importante de este recuerdo es que incorpora otras ex-
Las memorias colectivas son
construcciones pero no arbitrarias,
sino producto de las situaciones
específicas que vive un grupo
humano, y en una situación de
conflicto social justifican la posi-
ción del grupo vencedor.
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Voces Recobradas
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Voces Recobradas
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periencias pero siempre desde el mismo punto de vista
del “el nosotros”.
Si bien los relatos de padres e hijos hablan sobre la
huelga, cada generación tiene su propio matiz por los
diferentes contextos que está viviendo: los padres van
a poner el acento en el asunto laboral y los hijos en el
problema de la vivienda, pero la importancia del relato
no solo reside en los detalles sino en la expresión de los
valores, ideas e intenciones que son la esencia de las na-
rraciones y que han perdurado desde la terminación del
conficto hasta nuestros días.
La huelga es recordada por los hijos de los trabaja-
dores como un momento épico de sus padres en el que
ganaron terrenos y casas, fue un pago por los salarios
caídos generados por la huelga. Así, bajo la premisa de
que los trabajadores ganaron el derecho a la vivienda
construyen el origen del barrio obre-
ro como “un mito fundacional”. El
origen del barrio no es un cúmulo
de recuerdos, sino una selección de
ellos, sobre el cual se justifca la po-
sesión que tienen sobre sus vivien-
das a lo largo de más cincuenta años
de existencia del barrio obrero. El
suceso es transmitido por los sujetos
en forma oral. El origen del barrio así se actualiza, es
la “expresión repetidor de un suceso poderoso”
34
que en
cada momento se convierte en presente. El relato les da
un sentido de identidad, pertenencia y adscripción a un
espacio con una fuerte carga simbólica que les permite
convertirse en un arma de lucha por la defensa de sus
propiedades que se ven amenazadas por los fracciona-
dores en la actualidad. Este relato sobre el origen del
barrio es capaz de guiar las demandas, la lucha de sus
habitantes en la defensa de sus terrenos y viviendas. El
mito genera una forma de participación política e iden-
tidad de los trabajadores.
Los hijos de los trabajadores de La Fama Montañesa
estructuran sus relatos en función del momento en que
viven, un contexto actualmente de inseguridad e incer-
tidumbre. Hoy día los habitantes del barrio de La Fama
tienen una gran preocupación debido a la posibilidad
que existe de perder la casa y quedarse en la “calle” al
no contar con los títulos de propiedad que les permitan
tener el derecho a ser parte del barrio.
El barrio ha sido absorbido por la ciudad. En sus
orígenes las calles no estaban pensadas para el tránsi-
to de autos y fue casi hasta la década de 1950 cuando
comenzaron a circular algunos vehículos. Sus caminos,
veredas, calles y plazas eran espacios de socialización
que empiezan a ser transformados. La vorágine urba-
na es incontenible en la actualidad; ante la apertura y
ampliación de vialidades que privilegian al automóvil
frente al peatón; el crecimiento de la oferta comercial
de la tierra que transforma rápidamente el entorno; el
crecimiento desmedido de fraccionamientos y unidades
habitacionales y la presión que ejercen las inmobiliarias,
acompañado de las invasiones continuas los han ido
transformando.
El barrio es un espacio que les ha dado seguridad y
la posibilidad de poder vivir desde siempre, se ven ahora
seriamente amenazados por los grandes cambios de la
ciudad. Toda esta incertidumbre repercute en los refe-
rentes identitarios de dichas colectivi-
dades; los lleva a refugiarse en el re-
cuerdo como asidero fundamental,
donde sus relaciones sociales son el
centro de su discurso que les permi-
te defender sus propiedades.
Esto ha generado el temor cre-
ciente de que pueden ser desalojados
por no contar con una documentación
que los acredite como propietarios, a la vez, las empre-
sas privadas ven en la zona un ámbito de inversión –ya
sea para vivienda o para locales comerciales–, además el
propio gobierno ve al barrio como una posible zona de
conservación y de pulmón para la ciudad. Todo lo ante-
rior los llevó a valorizar el “ser originarios” para poder
así justifcar su presencia dentro del barrio y luchar por
el reconocimiento de la propiedad.
En el barrio de La Fama los habitantes dejaron de
ser obreros para convertirse en comerciantes, empleados
y profesionistas. Los hijos de obreros que se convirtieron
en profesionistas se ven en la necesidad de justifcar su
presencia dentro del barrio por medio del rescate de la
memoria de sus padres y abuelos. Así, les queda claro
que su presente –el derecho a la vivienda– se justifca
en los recuerdos heredados. De esta manera la memoria
se convierte en un poderoso instrumento que justifca y
argumenta su presencia en el barrio.
Así, este tipo de recuerdos está lleno de certezas y
de afrmaciones contundentes. Cada evocación mues-
tra una visión del barrio perfectamente organizada; los
entrevistados tienen respuesta para todo sin titubeo y
Si bien los relatos de padres e
hijos hablan sobre la huelga, cada
generación tiene su propio matiz
por los diferentes contextos que
está viviendo (...)
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Revista de Historia Oral
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no permiten alteraciones, es un recuerdo perfectamen-
te elaborado. Cuando entrevistamos a estas personas y
prendemos la grabadora, comienzan a recitar un discur-
so sin sorpresas, lineal, en el que buscan la autenticidad
de su alocución en la comparación con una serie de do-
cumentos o textos escritos. Tal parece que se buscara la
anuencia de lo dicho en los textos. En otros casos los
entrevistados buscaban el visto bueno de las personas
que los estaban entrevistando. Como si buscaran una
complicidad y apoyo de su interlocutor.
Son relatos ofciales, aceptados por todo un grupo
en sintonía con el espíritu político de la época, las expe-
riencias personales desaparecen o son escasas, mientras
predominan las referencias escritas, a menudo tomadas
de textos académicos, documentos legales readaptados
para justifcar el momento en el que ellos viven.
35
A la vez, manifestan un gran te-
mor a perder lo que tienen. La me-
moria se convierte en un potente
instrumento de participación política
cuando se ven afectados los intereses
de los grupos, a la vez que funciona
como mecanismo de exclusión hacia
las personas que no comparten este
mismo recuerdo colectivo.
La intención del relato es de-
mostrar que ellos son hijos de obre-
ros y tienen derecho a tener la propiedad
o casa en la que habitan. Por su parte, el ser descendien-
tes de obreros se convierte en el elemento central del
derecho a tener una casa en el barrio, ya que una buena
cantidad de sus moradores fueron obreros u obreras, es-
posas de obreros o hijos de obreros; al mismo tiempo
son conscientes del origen del barrio como barrio obre-
ro, fundado junto con la primera fábrica del país en 1831.
En todas las entrevistas realizadas los habitantes del ba-
rrio hacen referencia al lugar donde nacieron ellos, sus
padres, sus abuelos y sus bisabuelos, de esta manera nos
narran su relación con el mundo pasado, en el que dan
actualidad a ese pasado.
Destacaremos algunas ideas que se transmiten; el
conficto es una huelga que fue combativa, heroica, soli-
daridad (contra los que no son igual a ellos) y que gana-
ron su derecho a estar en el barrio.
Las narraciones nos hablan de “la huelga”, un mo-
mento que marcó la vida de todos los trabajadores y ha-
bitantes del barrio; la fábrica dejó de laborar por varios
años, donde le atribuyen las causas de la huelga al con-
ficto entre los obreros: los chaqueteros y los leales por
el control del sindicato. En los relatos se olvida el origen
del conficto que fue un paro patronal por sobreproduc-
ción que desencadenó en una huelga, despareciendo de
los recuerdos la contradicción obrero-capital y trasla-
dando el conficto al mundo de los obreros. Se trasmite
un recuerdo donde desaparece la contradicción capital-
trabajo, pero se fomenta el sentir de que las causas de los
problemas laborales son generadas por avaricia de los
mismos obreros.
Esta trasmisión es tan poderosa que se convierte en
un hecho objetivo y real. Tantas veces se ha platicado que
es incuestionable e inmutable. En el año 2006, en una re-
unión con habitantes del barrio en los que platicábamos
sobre la huelga, llevamos el acta notarial en la que se
registraban los acuerdos a los que ha-
bían llegado el sindicato, los empre-
sarios y el Estado donde se hacía un
recuento de lo sucedido durante el
conficto, en el momento en que es-
cucharon que el origen del conficto
había sido por un paro patronal, una
versión diferente de lo que habían
escuchado por generaciones, argu-
mentaban que era falsa. Los hijos de
los trabajadores no creían lo que se
leía porque echaba por tierra todos los
valores con los que habían sido educados.
Las narraciones destacan la importancia del acon-
tecimiento y del lugar. Evidentemente, los recuerdos so-
bre la huelga de La Fama Montañesa de 1939-1941 se re-
lacionan con los grandes sucesos del movimiento obrero
–Río Blanco y Cananea–. El relato adopta el estilo de
las grandes historias ofciales del movimiento obrero
donde las evocaciones individuales se suman a una me-
moria colectiva. Son remembranzas que construyen un
momento épico donde se enfrenta a los enemigos –los
chaqueteros– para poder regresar a trabajar.
Los relatos son platicados desde la vivencia colecti-
va –el nosotros– y animados por la visión del líder sin-
dical: Dionisio Sánchez. Hay un sentido de solidaridad
por compartir un mismo momento combativo que se
extiende a los descendientes de obreros, con haber naci-
do y vivido en el barrio, y con tener como valor la belico-
sidad, de tal manera que todo lo que se encuentre fuera
de estos elementos constituye “el otro” o “lo externo”,
Cuando entrevistamos a estas
personas y prendemos la gra-
badora, comienzan a recitar un
discurso sin sorpresas, lineal, en el
que buscan la autenticidad de su
alocución en la comparación con
una serie de documentos o textos
escritos.
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Voces Recobradas
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vistos ambos como elementos extraños, amenazantes y
fuente de confictos.
36
El valor de heroísmo es trasmitido en la imagen de
cómo enfrentaron a la policía para que no se llevaran
las máquinas o al momento de narrar el cómo vencen a
los chaqueteros. No son los únicos momentos pero sí los
más poderosos. Esta imagen la equiparan con los sucesos
de Río Blanco unas décadas antes cuando una multitud de
trabajadores toma la fábrica para exigir sus derechos, su-
giriendo que fue entonces cuando ellos se convirtieron en
barrio bravo.
La solidaridad como valor es trasmitida en los rela-
tos de los trabajadores como el momento de compartir
un tiempo de muchos sufrimientos y haber resistido por
más de tres años el conficto en torno al sindicato. Si bien
narran los momentos de sufrimientos en primera perso-
na no dejan de reconocer que sin el colectivo que estaba
representado por el sindicato no hubieran sostenido la
huelga.
El acto de solidaridad es solo entre los que conside-
ran iguales. No es porque sean trabajadores u obreros de
la fábrica sino por ser parte del sindicato. Es una solida-
ridad dada por el nosotros, a los que no son iguales a no-
sotros no se les da apoyo. Esto no hace referencia a una
solidaridad de clase por ser trabajadores sino por ser sin-
dicalistas que se ven fortalecidas por las festas religiosas
y cívicas que se hacen en el barrio y la fábrica en la que se
buscaba la unidad.
Este acto de solidaridad se ve materializado en las
personas que tuvieron acceso a casas. Se solidarizan entre
ellos en el acto de la regularización de sus propiedades que
no fueron debidamente escrituradas. Solo es entre ellos,
cualquier otra persona no es vista con buenos ojos y hasta
es posible que sea agredida porque se sienten amenazados
en su propiedad.
En este ensayo analizamos los recuerdos de obreros
y ex obreros de la fábrica de hilados y tejidos La Fama
Montañesa acerca de la huelga sucedida en los años de
1939-1941 y los confrontamos entre ellos. Son diferen-
tes puntos de vista que implican diferentes formas de
entender y de estructurar la memoria por los diferentes
contextos históricos en lo que viven las generaciones.
37
En las entrevistas, el entrevistado expone un punto de
vista en relación con el entrevistador pero también con
el momento en el que se vive: el presente. La manera en
que el entrevistado narra una experiencia privilegia una
intención deliberada de transmitir un signifcado, al
compararla con otra entrevista nos habla de otro punto
de vista que nos permite observar diferentes concepcio-
nes sobre un mismo acontecimiento, a partir de esta re-
fexión surge una pregunta: ¿Cómo se expresa el confic-
to entre los relatos de las diferentes generaciones?
* DEH: Dirección de Estudios Históricos, México.
INAH: Instituto Nacional de Antropología e Historia, México.
Notas
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
1
Alessandro Portelli, “Historia y memoria, la muerte de Luigi
Trastulli”,
Historia y Fuente Oral
, núm. 1, 1987.
2
Mario Camarena Ocampo. “Los confictos de la memoria.
Las memorias colectivas en el barrio de La Fama”, en
La cons-
trucción de la memoria colectiva
, de Mario Camarena Ocampo
(coord.), 202, México, Escuela Nacional de Antropología e His-
toria, INAH, 2010, pp. 7-8.
3
Gerardo Necoechea, “Mi mamá me platicó: un punto de vista,
clase y género en los relatos de mujeres”, en
Taller. Revista de
sociedad, cultura y política
, 2006, pp. 27-60.
4
Entrevista realizada a Charly por el Colectivo Fuentes Brotan-
tes y Mario Camarena Ocampo el 11 de noviembre de 2001 en
el barrio de La Fama.
5
Entrevista realizada a Charly por el Colectivo Fuentes Bro-
tantes y Mario Camarena Ocampo el 8 de octubre de 2001 en el
barrio de La Fama.
6
Entrevista realizada a Gilberto Espinosa Hernández por el Co-
lectivo de Fuentes Brotantes y Mario Camarena Ocampo el 6 de
enero de 2001.
7
Entrevista realizada a Eduardo Correa por Mario Camarena y
Alejandra Rosas, agosto 2004.
8
Antonio Espinosa, “Plazuela de La Fama”, manuscrito inédito
proporcionado gentilmente por el autor como material de tra-
bajo.
9
Por
cultura de la infuencia
entendemos la tendencia general
de las personas a buscar o aceptar la intervención de un sujeto
percibido como poderoso para lograr la obtención de un bien o
el acceso a una posición en situación ventajosa, sin utilizar los
cauces legítimos o institucionales, lo cual crea lazos de lealtad
entre el supuesto poderoso y el favorecido.
10
Carlos Monsiváis, “Sociedad y cultura”, en Rafael Loyola
(coord.),
Entre la guerra y la estabilidad política. El México de
los 40
, 365, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Ar-
tes, Grijalbo, 1986, pp.263.
11
Los obreros de la fábrica La Fama Montañesa se hacían llamar
“Los Famosos”.
12
Antonio Espinosa,
op. cit
.
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47
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
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1995, p.123.
13
Entrevista realizada por Mario Camarena a Justa Hernández
Farfán, junio de 1984.
14
Michel Perrot, “El punto de vista del otro: los patrones france-
ses vistos por los obreros (1880-1914)”. Manuscrito.
15
Sarlo, Beatriz,
Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro
subjetivo. Una discusión
, México, Siglo XXI, 2005, pp. 29.
16
Alejandra Rosas Olvera, Mario Camarena Ocampo y Lourdes
Villafuerte García,
Manantial de Historias,
México, Conaculta-
Fonca, Ceapac, Colectivo Cultural Fuentes Brotantes, 2005.
17
Ídem.
18
Antonio Espinosa,
op. cit.
19
Alejandra Rosas Olvera, Mario Camarena Ocampo y Lourdes
Villafuerte García,
op. cit.
20
Entrevista realizada por Alejandra Rosas a Virginia Olvera,
junio de 2004 y entrevista realizada por Saúl Reynoso García a
Saúl Reynoso Velásquez, febrero de 2005.
21
Ibídem.
22
Ibídem.
23
Periódico
El Germinal,
15 de marzo de 1939, pp. 1-4.
24
Ibídem, Foja 6.
25
Justa Hernández Farfán, “Mi vida como obrera” en
Relatos
obreros mexicanos
,
Consejo Nacional de Fomento Educativo,
SEP, México, 1984, p. 17.
26
Editorial del periódico
El Germinal
.
27
Objetivo es el de evitar el paro de la producción en estos mo-
mentos de crisis.
a) Se dan por terminadas las pugnas intergremiales y evitando
que se fomente el divisionismo de los trabajadores y se compro-
meten a no admitir bajas ni altas dentro del sindicato.
b) Las organizaciones obreras que estén en conficto se compro-
meten a pactar.
c) Todas las organizaciones obreras se comprometen a unifcar
los criterios para resolver los problemas.
d) Los sindicatos se comprometen establecer disciplina sindical
y que no tengan ningún obstáculo para resolver los problemas
de la producción. 2 de octubre de 1942.
El Germinal.
28
Acta notarial, Escritura núm. 25 399, 4 abril 1941, Notario
núm. 49 Lic. Manuel Andrade, Foja 11.
29
Ibídem, Foja 9.
30
Ibídem, Foja 10.
31
Roger Chartier,
El mundo como representación,
Barcelona,
Gedisa, 1992, pp.45-62.
32
Acta notarial
,
op. cit.
33
Justa Hernández Farfán,
op. cit
., p. 20.
34
Alfredo López Austin,
Los mitos del Tlacuache,
México, Uni-
versidad Autónoma de México, Instituto de Investigaciones
Antropológicas, 2006, p. 47.
35
Philippe Joutard, 2007. “Memoria e historia” en
Historia, An-
tropología y fuentes Orales
año 3 época núm. 38, Asociación In-
ternacional de Historia Oral, Barcelona, 2007, pp. 117-119.
36
Signorelli, Amalia, “El valor del trabajo en la experiencia
biográfca: confrontación de dos historias de vida compa-
radas”,
Cuicuilco
, Nueva Época, Vol. 2 núm. 4 mayo/agosto
1995, p.123.
37
Necoechea, Gerardo,
op. cit,
pp. 27-60.