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Voces Recobradas
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Revista de Historia Oral
Voces Recobradas
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Introducción
El objetivo de este trabajo es ofrecer una nueva mirada
acerca de las limitaciones y potencialidades que cruzan
la participación femenina en la organización político-mi-
litar denominada Partido Revolucionario de los Trabaja-
dores-Ejército Revolucionario del Pueblo
1
(PRT-ERP).
En los años 70, en un contexto de creciente radicali-
zación de la violencia, muchos jóvenes, hombres y mujeres
ingresaron a la guerrilla y se integraron como militantes
revolucionarios.
A través de una serie de entrevistas a mujeres ex mili-
tantes del ERP, nos proponemos indagar acerca de la vida
cotidiana de las mujeres que formaron parte de la organi-
zación, su participación en la lucha armada y sus posibili-
dades de ascenso dentro de su estructura. La bibliografía
relacionada con este tema refere que el ERP mantenía un
orden en el que las jerarquías eran sumamente respeta-
das, lo que contribuía a mantener determinados roles y
espacios de género tradicionales que operaban para las
mujeres como una suerte de suerte de “techo” en su tra-
yectoria militante.
Así, el patrón de división del trabajo (que asigna res-
ponsabilidades y tareas), afectó su capacidad de partici-
pación en los ámbitos estructurales en los que se tomaban
las decisiones y se decidía la estrategia política de la orga-
nización. Aunque militaban a la par de los hombres (pro-
tagonizando incluso operaciones y acciones armadas), las
mujeres veían esos espacios casi monopolizados por los
hombres de la organización.
Los años 70
El contexto histórico de la década de 1970 se caracterizó
por su complejidad y por un profundo enfrentamiento
entre distintos sectores de la sociedad: Estado, Fuerzas
Armadas, Iglesia, sindicatos, universidades, etcétera.
Fue a su vez el período donde más estuvo en juego
el tema del poder, porque ante la exclusión vivida por los
sectores populares, surgieron proyectos alternativos que
Movimientos
revolucionarios
de los años 70
Mujeres y militancia en el PRT-ERP.
Una aproximación desde
la historia oral
Graciela
Fernández y
Mónica Villa*
Instituto Superior del
Profesorado “Dr. Joaquín
V. González”
Las mujeres acompañaron
este proceso, insertándose en to-
dos los niveles de la lucha, partici-
pando tanto en los barrios, villas y
sindicatos como en la propia lucha
armada, integrándose, incluso, a
operativos de tipo militar.
cuestionaron y amenazaron el sistema hegemónico. Sin
embargo fue también un momento donde los deseos de
cambio social, el idealismo y el compromiso con una cau-
sa impregnaron la política y marcaron a toda una gene-
ración.
A nivel internacional, la infuencia de acontecimien-
tos como el Mayo Francés, la descolonización del Tercer
Mundo, la Guerra de Argelia, la Guerra de Vietnam, la
Revolución Cubana y la extensión del proceso revolucio-
nario en América Latina, la Revolución China y el movi-
miento de liberación femenina, hicieron creer que se esta-
ba viviendo un momento histórico único y que el triunfo
por medio de la revolución era posible.
En el plano nacional, estos fue-
ron años de intensa confictividad
social a raíz de los intentos de los
sectores dominantes de cambiar el
modelo social, combinado con un
ciclo de permanente crisis de legiti-
midad e inestabilidad política, mar-
cado por la proscripción electoral del
peronismo y el tenso clima de repre-
sión y violencia vivido por la sociedad
de esa década.
En este contexto, las mujeres protagonizaron una
doble trasgresión. En primer lugar ocurrió una liberación
en el orden social y personal ya que pudieron controlar la
reproducción, gracias a la aparición de nuevos métodos
anticonceptivos. La “píldora” se vuelve un símbolo para el
cambio social y sexual en el mundo occidental. Principal-
mente luchan por la igualdad de derechos, lo que implica
una revolución en las costumbres. En segundo lugar, las
mujeres también fueron transgresoras en el orden políti-
co, porque aparecieron como sujetos activos en la escena
política revolucionaria, militando en barrios, escuelas,
universidades, fábricas e incluso en frentes armados.
2
Asimismo, la del 70 fue una década de intensa poli-
tización. Estudiantes, trabajadores, empleados, operarios
y obreros protagonizaron una amplia gama de luchas que
se sintetizaron en el mes de mayo de 1969 en el movi-
miento de protesta llamado “Cordobazo” ocurrido en la
ciudad de Córdoba, una de las capitales industriales más
importantes del país. Su consecuencia más inmediata fue
la caída del gobierno de Juan Carlos Onganía y, cuatro
años después, el regreso del peronismo al poder.
No solo se trataba de reclamos salariales, sino que te-
nía que ver, entre otras cosas, con las condiciones de tra-
bajo en general y con una disconformidad frente al poder
autoritario que había cerrado los canales tradicionales de
expresión. Las mujeres acompañaron este proceso, in-
sertándose en todos los niveles de la lucha, participando
tanto en los barrios, villas y sindicatos como en la propia
lucha armada, integrándose, incluso, a operativos de tipo
militar.
A partir del Cordobazo, las luchas populares fueron
acompañadas por una creciente actividad de organiza-
ciones de izquierda que hasta ese momento habían sido
marginales de la política nacional, algunas de las cuales
derivaron en organizaciones políticas armadas , entre las
más importantes se encuentran el Ejér-
cito Revolucionario del Pueblo, los
Montoneros y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias.
La aparición de la guerrilla con
sus operativos se acentuó a partir de
1970 y fueron en aumento hasta 1973.
El crecimiento de la violencia, la con-
fictividad social y la consolidación
de las organizaciones guerrilleras y
combativas, mezcladas con el pueblo
sublevado, provocaron divergencias militares acerca de
Anagrama del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
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cómo reprimir a estos focos insubordinados. Hacia 1973
la situación de inestabilidad e inseguridad social y una
situación económica incontrolable, liderada por el enton-
ces presidente de facto general Lanusse, fueron creciendo
e hizo que aumentara la actividad guerrillera.
Ante la necesidad de encontrar una salida a la cri-
sis política, Lanusse decide restablecer la actividad de los
partidos políticos y convocar a un Gran Acuerdo Nacio-
nal (GAN), para llamar a elecciones.
Si bien el peronismo estaba autorizado a participar,
no así el general Perón, bajo el pretexto de la cláusula de
residencia por la cual todo candidato debía tener domici-
lio en el país antes del 25 de agosto de 1972.
Desde Madrid, Perón seguía manteniendo una pre-
sencia decisiva en los vaivenes de la política nacional, ya
fuera a través de sus delegados o de sus comunicados.
En estas circunstancias y bajo el lema
“Cámpora al gobierno, Perón al po-
der” se presenta el Frente Justicialista
de Liberación Nacional (FREJULI)
que propone la fórmula presidencial
Cámpora-Solano Lima, que triunfa
con el 50% de los votos.
Pronto, la tendencia revolucio-
naria empieza a ocupar espacios de
poder en universidades y ministerios,
se comienza a construir la patria socialista. Pero la dere-
cha del movimiento peronista y el sindicalismo pugnan
por la patria peronista.
El 20 de junio de 1973 una multitud esperaba en
Ezeiza el regreso defnitivo de Perón al país cuando las
dos tendencias se enfrentaron y la festa del retorno ter-
minó en una masacre, provocando la renuncia de Cám-
pora. Tras un breve interinato de Raúl Lastriri, una nueva
convocatoria a elecciones dio ganadora a la fórmula Pe-
rón-Perón con el 62% de los votos.
Durante la presidencia del general Juan Domingo
Perón, el PRT-ERP y Montoneros habían iniciado un pro-
ceso de aislamiento con respecto al resto de la población
a causa de su creciente militarización. En consecuencia,
se produjo un retraimiento y desmovilización de la po-
blación, que dejó a los guerrilleros plenamente expuestos
frente a las fuerzas de seguridad.
Las chicas del ERP
El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fue la
estructura militar del Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT), liderado por Mario Roberto San-
tucho.
Los objetivos declarados por el ERP eran lograr, me-
diante la lucha armada, la toma del poder para hacer la re-
volución socialista en el país y extenderla al resto de Amé-
rica Latina. Una de las diferencias más importantes entre
Santucho (ERP) y Montoneros se refería a Perón. Santu-
cho sostenía que la revolución socialista debía hacerse con
las armas sin importar si en el poder de turno había una
democracia elegida por el voto popular. Montoneros sos-
tenía que podía hacer la revolución de la mano de Perón,
quien mostraba simpatía con la clase obrera y distancia
con el capitalismo, en tanto para Santucho, Perón era un
impostor a quien se debía desenmascarar. Luego del paso
a la clandestinidad de muchos de sus miembros y su pos-
terior desarticulación, a principios de 1977, la organiza-
ción ERP deja de existir. Muchos de los
cuadros de militantes y guerrilleros
del PRT-ERP integraron las extensas
listas de muertos y desaparecidos en
la Argentina de la década de 1970, es-
timándose la cantidad en unos 5.000,
aunque voces ofciales del partido in-
dican que fueron más de 10.000.
Conocidos estos hechos e inda-
gando en el componente de esta orga-
nización, surge esta pregunta: ¿quiénes fueron las chicas
del ERP? Debido al escaso material historiográfco y do-
cumental sobre el tema, hemos basado el presente trabajo
en las entrevistas a cuatro mujeres ex militantes del PRT-
ERP, realizadas entre mayo y noviembre de 2012. Las cua-
tro actuaron como militantes en la provincia de Buenos
Aires, lo que nos permite tener una visión de lo que fue
dicha militancia en esta provincia. Para realizar las en-
trevistas utilizamos un sistema de cuestionario abierto,
dentro de un contexto de diálogo. Solo Viviana (nombre
real) aceptó ser entrevistada a solas dos veces. Las demás
entrevistas se hicieron en grupo, en la casa de Viviana en
la localidad bonaerense de Lanús. Tres de las informantes
prefrieron mantenerse en el anonimato y nos dieron sus
nombres de “guerra”: Mabel, Beatriz y Julia. Las cuatro
entrevistadas son de clase media, dos de ellas estudiantes
universitarias.
Esta aclaración nos llevó a preguntar sobre la distin-
ción entre universitarias y obreras con relación al núme-
ro de militantes. Nos aclaran que las parejas de mujeres
obreras (también obreros) eran machistas y les impedían
a sus mujeres participar en política, en tanto los militan-
tes hombres de clase media incentivaban a sus parejas a
participar de la vida política del movimiento. Por lo tanto,
ya sea por machismo o por decisión personal, había poca
participación de mujeres de extracción obrera en relación
con las activistas de clase media. Mabel lo confrma con
estas palabras:
Había casos de mucho machismo dentro de la clase
obrera. Eso de: “a mi mujer no la metan” se daba mucho
entre ellos. Nosotras nos dábamos cuenta enseguida. Te
decían que teniendo tres hijos las mujeres se tiene que que-
dar en la casa. Discutíamos mucho entre nosotras por ese
tema.
3
Al interrogarlas si esto sería por
una cuestión de protección más que
de machismo, las cuatro entrevista-
das aseguraron categóricamente que
solo se trató de un tema de machis-
mo y hombría. Beatriz lo asegura
con estas palabras:
A las mujeres obreras se les per-
mitía hacer pintadas y repartir vo-
lantes (desde ya en una época en que
hacer esto era muy peligroso) pero era el
compañero el que iba armado.
4
Cuando preguntamos sobre cuál era el tema de con-
versación de ellas con las militantes de clase obrera, nos
comentaron que hablaban de lo que se puede hablar con
cualquier otra mujer: de los hijos, de los precios, de rece-
tas de cocina, de peluquería, de moda, de los compañeros
y novios, y por supuesto del movimiento y la organiza-
ción.
Las entrevistadas aseguran que si bien las militantes
obreras querían un cambio social, una sociedad más jus-
ta, eran mujeres que tenían prejuicios, celaban a sus com-
pañeros y querían cuidar a sus hijos en casa, no quisieron
compartir los hijos con el resto.
De las cuatro entrevistadas, solo una venía de un ho-
gar politizado, donde era común hablar de política y mili-
tancia, de peronismo y antiperonismo. Su madre ayudaba
en comedores escolares y tenía una fuerte conciencia de
ayuda social. Ella asegura que fueron estas actividades
desarrolladas por su madre las que incidieron en su pos-
terior decisión de ingresar a la militancia.
Solo una de las entrevistadas refrió que sus dos her-
manos varones militaban en Montoneros, y que tenían
serias discusiones acerca de los objetivos de las dos orga-
nizaciones (ERP y Montoneros):
(…) Con mis hermanos discutíamos en los aspectos
fundamentales en torno a las dos organizaciones, pero es-
tábamos de acuerdo en algo, que el objetivo era el mismo:
la instauración del socialismo en el país. También coinci-
díamos en cuanto a la estrategia: la toma del poder con
una guerra revolucionaria.
5
Pero las cuatro mujeres quieren
dejar en claro su compromiso con la
realidad social del país y sus deseos
de cambiarlo y por eso militaban,
porque, se sintieron protagonistas de
un momento histórico al que podían
transformar en algo mejor:
Vos te levantás todos los días, te
bañás, desayunás y hacés las cosas
cotidianas. Los jóvenes de los años
setenta éramos diferentes, si no mi-
litabas eras un tarado, una persona
poco sensible y nada comprometida con
la realidad social del país. Para nuestras mentes eras un
ser despreciable. Había que hacer algo. Nosotros teníamos
la sensación de que el tiempo se acababa y la oportunidad
histórica era ahora y que era nuestra obligación era hacer
historia, de que estábamos arriba de la historia y podía-
mos transformarla.
6
Bandera del ERP.
Solo Viviana (nombre real)
aceptó ser entrevistada a solas
dos veces. Las demás entrevis-
tas se hicieron en grupo, en la
casa de Viviana en la localidad
bonaerense de Lanús.
Había casos de mucho
machismo dentro de la clase
obrera. Eso de: “a mi mujer no
la metan” se daba mucho entre
ellos. Nosotras nos dábamos
cuenta enseguida. Te decían que
teniendo tres hijos las mujeres
se tiene que quedar en la casa.
Discutíamos mucho entre noso
-
tras por ese tema.
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Cuando les preguntamos por qué ingresaron al
PTR-ERP, las cuatro manifestan que fue por una razón
ideológica: eran marxista-trotskistas, no peronistas. Las
cuatro consideran que el ERP era una organización más
desarrollada políticamente con una estrategia de lucha
más interesante que las demás. Coinciden en que el ERP
tenía un perfl diferente de militante que las otras organi-
zaciones, muy político, inteligente y con un nuevo modo
y estilo de hacer política. Dentro de este nuevo estilo el
tema de las tareas era lo que más las impactaba y las hizo
decidir integrar la organización. Por ejemplo:
Compartir la práctica social de la clase obrera, estar
ligados a las masas y adquirir sus características y puntos
de vista.
7
Otro aspecto fue la fuerte im-
pronta guevarista que sostenía la or-
ganización, sobre todo en el modelo
de militante que se deseaba cons-
truir, y agregan que se decidieron por
este movimiento porque estaban de
acuerdo con la lucha armada y com-
bativa.
En otras palabras, adoptaron el
compromiso por una vocación pro-
pia de cambio social y de necesidad de
transformar la realidad que vivían. Mabel lo cuenta con
estas palabras:
Yo quería la revolución, pero la revolución con todas
las letras. Pensaba que todos íbamos a ser más buenos,
más justos, que el mundo iba a cambiar para bien y que
íbamos a caminar por la calle y nos íbamos abrazar todos
juntos y que el sol iba a salir siempre, eso era. La felicidad
total. Esa felicidad y esa revolución se conseguían militan-
do en el ERP.
8
También hablaron de la sensación de pertenencia a
un colectivo social y de sentirse parte de un proyecto que
las representaba y las hacia sentir diferentes y que optaron
por el PTR-ERP luego de una búsqueda que les permitiera
canalizar sus deseos de cambio y justicia. Estaban seguras
que esa decisión cambiaria sus vidas y las de aquellos que
las rodeaban: familia, amigos, novios, esposos, etc. Vivia-
na lo expresa de esta forma:
A mí me parecía hermoso el socialismo (…) Me leí
todo el libro:
En Cuba [de Ernesto Cardenal]
allí cuenta
cómo es la vida en Cuba gracias al Che y a Fidel. Tengo el
recuerdo de haber usado el libro como libro de cabecera.
Lo leía con mucha emoción y a mí me ilusionaba porque
en esa época había muchas injusticias sociales que me do-
lían. Era más una actitud romántica que compartía con
los compañeros y teníamos esa sensación que entre todos
podíamos cambiar la injusticia y la desigualdad.
[risas]
¡Unos románticos! Estaba segura, que era el ERP el movi-
miento en donde podía canalizar todas mis ganas de cam-
biar al mundo.
9
Las entrevistadas nos contaron que ingresaron al
movimiento entre 1970 y 1972, y que
este fue un período de crecimiento de
todas las organizaciones revoluciona-
rias; en lo personal fue el inicio de otra
etapa de su vida y de su familia.
Luis Mattini afrma en su libro
que la militancia femenina era de un
30 a 40 % entre los años 1972 y 1975 y
que ninguna tuvo un cargo alto o for-
mó parte del vértice de la estructura
organizativa del movimiento, salvo
algunas (pocas) esposas de dirigen-
tes, como Ana María Villareal, la mujer
de Santucho.
10
Las entrevistadas confrman esto pero ase-
guran que no lo sintieron como una discriminación y que
jamás se lo plantearon como una cuestión de género.
La problemática de género seguro existía, pero noso-
tras jamás nos lo planteamos (…) Nos parecía que así debía
ser y así fue. Era natural que los cargos altos lo ostentaran
los hombres. Jamás nos planteamos ese tema (…)
11
Una de las chicas explica:
Era la dirección junto con los responsables de cada
cuadro, los que evaluaban y determinaban nuestras tareas
y nuestra evolución dentro de la organización. Era un ho-
nor cuando nos decían que pasábamos a tal equipo y cam-
biaban nuestra función o nuestras órdenes. Yo sentía como
un reconocimiento (…) Pero también la dirección decidía
las sanciones a las compañeras y compañeros y enviarlos a
otro lado o cambiarlos de base. Eso también existió.
12
Tanto los testimonios como la bibliografía coinciden
en que a las mujeres les era difícil acceder a estos cargos
de dirección y de mando y que, si bien fueron conscientes
de este tema, nunca se lo plantearon en ese momento y lo
que sentían en ese entonces era que estaban conformes
con el lugar que se les había asignado,
13
pero Beatriz agre-
ga al respecto “si bien no me sentí discriminada, sí me
sentí subestimada en algunas ocasiones”.
14
Frente a la falta de acceso por parte de las mujeres
a los cargos de mayor jerarquía y responsabilidad, in-
tentamos descubrir, junto con las entrevistadas, las po-
sibles causas de las limitaciones que se les presentaban a
las mujeres para acceder a los órganos directivos y ellas
concluyen que las causas estaban relacionadas con varia-
das cuestiones, entre ellas la formación y la experiencia.
A las mujeres les faltaba formación teórica, a pesar de que
muchas asistieron a la universidad, terminaban abando-
nándola para militar y formar una familia; y en cuanto
a la experiencia, los varones tenían una mayor práctica
política, con varios años de ventaja en la militancia, y eso
colocaba a las mujeres en una posición de desventaja. Vi-
viana lo expresa de este modo:
(…) Yo era una nena buena, una
pequebu
[pequeña
burguesa]
y aceptaba tranquila el estilo tradicional del rol
femenino, la casa, la familia, los hijos, así que cuando em-
pecé a militar en la facultad, los varones ya tenían algunos
años de experiencia en estas cosas.
15
Claro que había mujeres con experiencia, pero eran
muy pocas y en general eran mayores.
Otra de las causas por las que no ingresaron a los
órganos de dirección y de cargo podría haber sido la poca
cantidad de mujeres dentro del movimiento, ya que ha-
brían sido criadas con ciertos prejuicios.
(…) Es un problema cultural, las mujeres nacieron
para usar minifalda y ponerse lindas y cuando tiene un
cargo de poder se mandan muchas macanas. (…) Fíjense
que cuando una mujer tiene un cargo de poder se masculi-
niza, porque el poder parece ser cosa de hombres.
16
Y porque solo se ascendía por ser pariente de alguien
importante dentro de la organización.
La maternidad fue otra de las causas ya que era muy difí-
cil seguir desarrollándose en el ámbito político una vez que te-
nían hijos, debido a los riesgos a los que estos eran expuestos.
Estar en pareja con un militante y compañero y tener
hijos, hacía que recayeran en ellas el cuidado y la educa-
ción de los niños. A su vez, tener hijos, trabajar y estudiar,
les imposibilitaba dedicarse de pleno a la militancia. Ellas
eran las encargadas de la formación de las futuras gene-
raciones. Los varones acompañaban a las mujeres en la
maternidad, sin embargo, las entrevistadas sostienen que,
cuanto más responsabilidades tenían en la organización,
más priorizaban las tareas del ámbito político, ante las
problemáticas domésticas.
El PRT-ERP, como otras fuerzas de la llamada nue-
va izquierda, consideró que la vía pacífca al socialismo
era imposible, ya que el cambio social solo podría llegar
a través de una guerra revolucionaria.
17
La opción de una
lucha armada generó posturas contradictorias dentro del
PRT-ERP. Nuestras entrevistadas dijeron estar a favor de
las armas, en cambio argumentan que no todas las mi-
litantes opinaban y estaban de acuerdo con ellas. Algu-
nas compañeras les manifestaron que les desagradaba o
simplemente no se sentían cómodas con dicha actividad
y por esa razón dudaban en permanecer en la organiza-
ción. Las mujeres tenían algunas desventajas con respec-
to a los hombres con relación al manejo de las armas. La
existencia del servicio militar obligatorio generaba que
los hombres tuvieran algunas nociones militares de las
que las mujeres carecían. Por tal motivo había dentro de
la organización rutinas básicas de entrenamiento para las
mujeres. Esas rutinas eran: prácticas de tiro, limpieza de
las armas y entrenamiento físico. Las chicas coinciden en
que había que saber manejar y usar todo tipo de armas,
porque de eso dependía su vida y la de sus compañeros:
Bandera del ERP.
Yo quería la revolución, pero
la revolución con todas las letras.
Pensaba que todos íbamos a ser
más buenos, más justos, que el
mundo iba a cambiar para bien
y que íbamos a caminar por la
calle y nos íbamos abrazar todos
juntos y que el sol iba a salir
siempre (...)
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(…) había que hacer un poquito más de gimnasia
para soportar el arma pesada, nada del otro mundo, miren
las minas de la policía y del ejército sino (…)
18
La actividad militar era muy importante en la orga-
nización general, pero el frente militar era un terreno de
fuerte predominio masculino, por lo tanto su actividad
encontraba un límite en ese ámbito. Sin embargo había
trabajos o tareas que solo podían hacer las mujeres, como
apropiarse de un vehículo o distraer a las fuerzas de se-
guridad, porque ellas eran menos sospechosas que los
varones. Muchas veces las mujeres servían de señuelo o
distracción, gracias a sus atributos de género. Viviana lo
recuerda de esta forma:
(…) Yo era una rubia alta de
piernas bien formadas que usaba
minifaldas y botas todo el día, ¡una
belleza!
[risas].
Siempre me engan-
chaban para distraer a la “cana”. Y yo
me dejaba enganchar, no lo ponía en
juicio. Jamás protesté por eso. Eso es
lo que yo tenía que hacer (…)
19
Estas situaciones ponen en evi-
dencia la utilización de la mujer del
ERP de acuerdo con los prototipos femeninos, es decir
ser mujer, madre o esposa generaba menos sospecha que
la participación del varón en un operativo militar. Mabel
nos cuenta:
(…) Era necesario tener mujeres para ciertas tareas
de dispersión y distracción, porque por lógica no la podían
hacer los varones. Por eso era necesario tener mujeres en
los equipos. Había compañeras que realmente eran muy
aguerridas y muy lanzadas (…)
20
Con respecto a la vida cotidiana dentro del movi-
miento, las entrevistadas coinciden en lo importante que
signifcaba que el compañero estuviera y compartiera la
actividad militante, ya que el eje de la pareja debía ser la
actividad revolucionaria y nos hablaron de la sensación
de plenitud que les producía compartir la práctica mili-
tante con un compañero. En estos casos, el compromiso
mayor era con la revolución, el movimiento y partido. Vi-
viana, que formó pareja con un militante del PRT-ERP
con quien convivió hasta que cayó preso, nos contó:
Mi compañero me decía siempre que primero estaba
la revolución socialista, después del PRT, luego el ERP y si
le quedaba tiempo, estaba ella. Yo estaba fascinada con
esa idea (…) Uno se casaba con el proyecto, no te casabas
con un tipo, te casabas con el proyecto, cuando te juntabas
con alguien y más allá que tuvieras diferencia de táctica
y estrategia, era un proyecto (…) Pero siempre el partido
estaba primero.
21
Julia explica acerca de lo que denomina pareja revo-
lucionaria:
Desde el cine que veíamos, los libros que leíamos, has-
ta las cosas que nos hacían reír y llorar, todo pasaba por
lo político. Así que amarnos y pensar en
un mundo mejor era exactamente lo
mismo. No hubiéramos podido seguir
amándonos si no hubiéramos seguido
creciendo en lo político.
22
Así, desde este punto, si la pa-
reja revolucionaria tenía como eje la
cuestión política, el fracaso del pro-
yecto revolucionario explicaría por
qué una vez en el exilio, muchas pa-
rejas rompieron el vínculo, dado que no
existía el proyecto político que los unía y le daba sentido a
esa ideología revolucionaria. Beatriz nos confrmó cómo
ese proyecto era la base de la unión de su pareja, formada
durante su militancia:
(…) Mi pareja tuvo que ver con un proyecto, con un
sueño, con cosas que trascendían absolutamente la rela-
ción de pareja. Me casé con un proyecto político. Cuando
fracasó el proyecto político, fracasó mi matrimonio.
23
Les preguntamos a las chicas qué hubiera sucedido
si las parejas estaban fuera de la organización, y ellas nos
cuentan que si bien no estaba prohibido salir con alguien
que no pertenecía al PRT-ERP, la misma actividad las lle-
vaba a enamorarse de las personas que frecuentaban todos
los días. Además infuían razones de seguridad, es decir,
no poner en riesgo a personas que no militaran en la or-
ganización. Por otra parte, todas las relaciones de pareja
debían darse a conocer en los equipos y a las personas res-
ponsables de los mismos. Si se iniciaba una relación por
fuera de la organización, el objetivo debía ser integrarlo
para no sufrir la constante presión desde el movimiento
hacia el compañero o pareja para hacerlo ingresar.
Fue común, en tiempos de militancia, que convivie-
ran un grupo de militantes (hombres y mujeres) en ca-
sas operativas, en las cuales se compartía todo. El grupo
conformaba una gran familia, en la cual los hermanaba el
proyecto político, el despego por los bienes materiales, la
renuncia a las carreras profesionales y al dinero.
Con respecto a la vida cotidiana y a la colaboración
de los compañeros varones, se plantearon dos situaciones
diferentes no relacionadas con el origen de clase sino con
el lugar que ambos sexos ocupaban dentro de la organiza-
ción. Las entrevistadas recordaron que había casas donde
los compañeros tenían que lavar la ropa, cocinar, barrer
y planchar como todo el mundo. En las
casas donde los compañeros tenían
un cargo mayor dentro del partido,
las tareas hogareñas les correspon-
dían a las mujeres. En esas casas, las
compañeras mujeres tenían la doble
tarea de llevar adelante la militancia
y asumir el cuidado de la casa y la
alimentación.
Se desprende de este hecho que
si bien la organización tenía un dis-
curso renovador y se proponía un cambio
en las relaciones de género, en la práctica esto no se trans-
formó en regla general y en muchos sectores vinculados
con el poder partidario, persistía una división de roles
genéricos tradicionales. Las mujeres militantes cumplían
dichos roles con un gran esfuerzo debido a que padecían
de una triple jornada laboral: tenían que trabajar, ocu-
parse de la casa, los hijos y militar. Todo esto, aseguran,
limitó sus posibilidades de crecimiento, debido a que en
el momento de los ascensos eran los varones, sus pare-
jas, quienes crecían, mientras ellas quedaban relegadas,
porque no disponían de tiempo para desarrollar su cre-
cimiento dentro del partido. Lo cierto es que en las casas
operativas donde habitaba algún dirigente, las compañe-
ras se quejaban de la falta de equidad en el reparto de las
tareas hogareñas, aunque recién en la actualidad perci-
ben esa diferencia.
Por otra parte, durante la entrevista
no cuentan que eran ellas quienes seguían a sus maridos
en los traslados y no al revés. A ellas nadie les consul-
taba nada sobre los cambios, tendiendo que seguir a sus
compañeros a un nuevo destino, abandonando las tareas
que desempeñaban; esto interrumpía su trabajo político
sin que a la organización le preocupara demasiado esta
situación.
Un punto vital dentro de la organización era la cues-
tión de la moral. Luis Mattini asegura que para el PRT-
ERP el tema de la moral revolucionaria fue muy impor-
tante, una cuestión sobre la cual el partido hizo mucho
hincapié al momento de formar sus militantes.
24
La moral
revolucionaria no se circunscribía a la vida cotidiana o
únicamente a la moral sexual, sino que teñía todos los as-
pectos de la vida del revolucionario. Pero se consideraba
que esa moral pública debía estar en concordancia con la
moral privada, para dar origen al Hombre Nuevo.
25
Las ex militantes del ERP nos cuentan que exis-
tían normas morales muy rígidas en todo lo referente a
la sexualidad y que el adulterio y los “le-
vantes” eran duramente criticados y
castigados. Sin embargo Mattini sos-
tiene que lo que se sancionaba era la
mentira y el engaño, no el acto sexual
en si mismo.
26
En este sentido, de las
entrevistas resulta que si bien para los
compañeros se sancionaban estas ac-
titudes (la mentira y el engaño) para
las mujeres la fuerza de la sanción
recaía sobre el acto en sí mismo. Esto
se debía a que estas actitudes no eran un
comportamiento propio de un verdadero revolucionario
y se les pedía que tuvieran coherencia tanto en su vida
pública como en su vida privada.
(…) Mi pareja tuvo que ver
con un proyecto, con un sueño,
con cosas que trascendían abso-
lutamente la relación de pareja.
Me casé con un proyecto políti-
co. Cuando fracaso el proyecto
político, fracaso mi
matrimonio.
Las ex militantes del ERP nos
cuentan que existían normas
morales muy rígidas en todo lo
referente a la sexualidad y que
el adulterio y los “levantes” eran
duramente criticados
y castigados.
Banderas de movimientos revolucionarios.
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En las casas operativas había una necesidad de un
orden que reglamentara el estilo de vida, ya que en estos
espacios convivían varias parejas, mujeres y hombres sol-
teros, que dormían juntos, se bañaban juntos y compar-
tían el mismo baño. Esta reglamentación existía para evi-
tar desbordes y mantener una conducta de respeto entre
mujeres y hombres en su privacidad. Viviana nos cuenta
que en una casa operativa:
(...) Éramos dos parejas y una compañera soltera los
que vivíamos (…) Ya hacía dos años que habíamos dejado
nuestra propia casa para vivir todos juntos en una casa
operativa. (…) Tenía 23 años y estaba embarazada de mi
primera hija, me casé a los 21 imagínense, y la compañera
soltera, que era una faca preciosa, era bastante libre y sin
ningún tipo de prejuicios sexuales. Ella se bañaba y salía
del baño desnuda. No solo eso, cuando hacía calor andaba
por la casa como Dios la trajo al mun-
do. Nosotras, las casadas, no sabía-
mos qué hacer, pero nos dimos cuenta
que a nuestros compañeros se les iban
los ojos atrás de su desnudez, así que
un día la agarramos entre las dos y le
dijimos que acá no se podía andar en
bolas, que tuviera recato porque ha-
bía hombres y estaban casados. Ha-
bía que refrenar cualquier conducta
rara, ¿me entienden, no?
27
Los casos de infdelidad siempre eran sancionados,
pero la rigidez de la sanción dependía del cargo que ocu-
para el infel, que podía ser desde el traslado a otra pro-
vincia hasta la quita de tareas. Ellas recuerdan que los
hombres le adjudicaban la responsabilidad de las infdeli-
dades a la mujer y las acusaban en público de ser genera-
doras del episodio y al hombre como alguien que se veía
obligado a mostrar su hombría accediendo a su acoso.
Con respecto a la maternidad, Daniel De Santis afr-
ma que el PRT-ERP planteaba la necesidad de tener hijos
y de integrarlos al proceso revolucionario que se vivía.
Para el movimiento, el interés superior de la revolución
no debía contraponerse con la tarea de ser padres, a tal
punto que los hijos debían compartir todos los aspectos
de la vida de sus padres, incluso sus riesgos.
28
El mismo
De Santis afrma que el ejemplo de la madre vietnamita
que amamanta a su hijo con el fusil en la mano fue el íco-
no emblemático de la época. Las entrevistadas afrman,
sin embargo, que la decisión de tener hijos era individual
o en todo caso asunto de la pareja. Por lo tanto, hubo mu-
jeres que decidieron no tener hijos debido a los riesgos
que implicaba la vida militante. Otras consideraban que
la maternidad les impedía estar cien por ciento activas y
por lo tanto con más posibilidades de tener mayores res-
ponsabilidades dentro del movimiento, por lo que deci-
dieron no tener hijos. Nuestras fuentes coinciden en que
las mujeres tomaban decisiones independientemente del
partido cuando se trataba de su cuerpo y que el método
anticonceptivo más utilizado fue la píldora anticoncep-
tiva.
Con todo, la vida militante estaba completa cuando
venían los hijos, por ello no se podía esperar a terminar la
revolución para tenerlos, traer hijos al mundo era vivido
como un acto de salvar la vida en medio de la muerte,
porque ellos eran los destinatarios de ese mundo nuevo
que se pensaba construir, además de-
seaban transmitirles la experiencia
para que la próxima generación pro-
siguiera la lucha.
Dentro de las prácticas del PRT,
cuando una compañera quedaba em-
barazada se le daba un mínimo de
tareas para no ponerla en riesgo, se
la protegía mucho,“como una joyita
que hay que cuidar para que no se
lastime”
29
. Pero no todas las compañeras
embarazadas adoptaron una actitud de pasividad en la
militancia a partir del embarazo. Por el contrario, algu-
nas iban al frente pensando que por estar embarazadas se
jugaría algo en el represor y no la reprimiría. Lógicamen-
te era muy difícil estar embarazada y vivir en la clandesti-
nidad, por un lado por estar lejos de la familia y amigos, y
por otro era muy complicado llevar adelante los controles
médicos de rutina. La solución más común era no hacer-
los o recurrir a un ginecólogo de mucha confanza para
pedir ayuda. El PRT no elaboró ni planifcó una estrategia
política sobre cómo resguardar la maternidad en tiempo
de combate y revolución.
Las noticias de los embarazos eran muy bien recibi-
das por todos; eran hijos queridos, buscados, deseados y
amados, lo que explica por qué hubo tantos nacimientos
en esa etapa dentro del movimiento. De las cuatro entre-
vistadas, tres tuvieron hijos en libertad, la cuarta por de-
cisión propia no los tuvo. En el momento del parto ellas
debían soportar el dolor, es decir, no tenían que aceptar la
anestesia, pedir anestesia era lo peor que les podía pasar,
puesto que era tomado como un símbolo de debilidad.
Viviana nos cuenta:
(…) Nos preparaban para parir, algunas de las chi-
cas hablaban que había sido terrible el dolor. Pero bueno,
había que afrontarlo, las aborígenes parían sus hijos en la
ribera del río y seguían caminando y no les pasaba nada.
Nos decían que todo este tema del dolor era un invento del
imperialismo y de los laboratorios multinacionales.
30
A lo largo de las entrevistas recordaron lo importan-
te que era amamantar y cantar a sus hijos canciones de
cuna revolucionarias, y cómo las compañeras que estaban
en prisión en el momento de parir, tuvieron que soportar
la tortura y el parto en el mismo cuarto
y en condiciones infrahumanas. En
ese contexto la lactancia era muy sa-
crifcada, porque en prisión no había
leche en polvo ni de ninguna especie,
había que tener leche sí o sí. Ellas
creían que se estaba construyendo un
nuevo modelo de mujer relacionado
con el ideal de militante revoluciona-
ria que se caracterizaba por la valen-
tía, el sacrifcio y la austeridad. Por
eso había que soportar, ser valientes,
abnegadas y ver el sufrimiento como
algo que había que sortear en el momen-
to de parir o amamantar, pese al dolor. También aparece
la idea de ser ejemplo y ser una buena madre en la mili-
tancia pese a la adversidad. Ellas sostienen que siempre
estaba la importancia de la revolución ante todo. Coinci-
den en que los hijos estaban incorporados a la revolución
e iban con ellas a todas partes, a las marchas y a las acti-
vidades y que se veían refejadas con el estereotipo de la
mujer vietnamita, fusil en una mano y el niño en la otra.
El fusil como símbolo militante y el hijo como función
tradicionalmente femenina.
31
Dentro del partido, se proponía que los varones
acompañen en la crianza de los hijos, y ellos lo aceptaban
ya que cambiaban pañales y se levantaban de noche igual
que las mujeres. De todos modos, coinciden que la llegada
de un hijo le afectaba más a la madre que al padre, por
ello las mujeres militantes buscaron soluciones y estrate-
gias para poder seguir desarrollando su actividad políti-
ca como por ejemplo compartir con otras compañeras el
cuidado de los hijos en lo que llamaban una maternidad
socializada. Se ayudaban entre todas, en el partido se sos-
tenía la importancia de la crianza comunitaria de los hijos
en la vida militante, ya que los hijos de los compañeros y
las compañeras debían criarse en una familia revolucio-
naria.
Algunas consideraciones finales
A lo largo de este trabajo intentamos reconstruir algunas
características de la política revolucionaria de los años
70. Para eso nos centramos en el rol de las mujeres en
la organización político militar PRT-ERP. Es un trabajo
que, a partir del análisis de aspectos relacionados con la
cotidianeidad de las mujeres dentro de la organización,
nos permitió conocer las relaciones entre varones y mu-
jeres. Por medio del relato de algunas
protagonistas pudimos realizar una
lectura de los episodios de la vida
cotidiana de estas mujeres y conocer
determinados aspectos de esta expe-
riencia “setentista”.
El análisis de la historia familiar
de nuestras entrevistadas nos permi-
tió descubrir que tenían una fuerte
vocación social y un deseo de cam-
bio. Algunas coinciden en que este
deseo proviene de sus familias. Po-
demos decir que fueron hijas de una
generación que ya manifestaba algunos
cuestionamientos a las viejas costumbres y a los hábitos
tradicionales. Ellas ingresaron al PRT-ERP convencidas
de sus ideas, como resultados de haber incursionado en
otras experiencias políticas previas en universidades,
en la militancia gremial o sindical, también en organi-
zaciones y partidos de la nueva izquierda. Todo esto las
infuenció y les permitió tener una mayor conciencia
política e ingresaron al PRT-ERP convencidas de que re-
presentaba la mejor opción para luchar por sus ideales.
Podemos asumir que la escasa participación de mujeres
de procedencia y extracción obrera en relación con las
militantes de clase media se debía a un acuerdo tácito en
la pareja, donde las mujeres se dedicaban a las actividades
domésticas y los varones a las actividades militantes, lo
cual llevó a la persistencia de los roles tradicionales en los
círculos obreros.
También notamos que el discurso de la organización
(que tomaba en cuenta otras experiencias internaciona-
Las noticias de los emba-
razos eran muy bien recibidas
por todos; eran hijos queridos,
buscados, deseados y amados, lo
que explica por qué hubo tantos
nacimientos en esa etapa dentro
del movimiento.
A lo largo de las entrevistas
recordaron lo importante que
era amamantar y cantar a sus
hijos canciones de cuna revolu-
cionarias, y cómo las compañe-
ras que estaban en prisión en el
momento de parir, tuvieron que
soportar la tortura y el parto en
el mismo cuarto y en condicio-
nes infrahumanas.
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les) se caracterizó por proponer un cambio en las rela-
ciones genéricas donde se bregaba por la participación
de los varones en las responsabilidades domésticas, tales
como las tareas hogareñas y el cuidado y la crianza de
los hijos. Sin embargo en la práctica cotidiana, pudimos
ver que existieron supuestos de género tradicionales, y la
problemática entre los sexos nunca fue analizada como
una temática de género. En otras palabras, las entrevista-
das reconocían la situación de subordinación en la que se
encontraban las mujeres con respecto a los varones, pero
nunca lo plantearon dentro de la organización. Si bien las
mujeres lograron ver el problema, en la práctica no se lle-
gó a cuestionar la manera en la que se trazaba la estruc-
tura del poder dentro de la organización armada, lo cual,
a nuestro parecer, perpetuó la división de roles de género
tradicionales en el interior del movimiento armado. Los
varones estaban ocupados con su experiencia militante y
se comprometían poco con las funciones domésticas. Por
su parte, las mujeres debían repartir su tiempo entre las
funciones tradicionales del hogar y su desarrollo político-
militante. Este hecho generó que les fuera más difícil po-
der crecer en el ámbito público y también tener problemas
en el acceso al poder y a los puestos de decisión política.
La permanencia de una mentalidad tradicional tam-
bién quedó de manifesto en la práctica de la moralidad
revolucionaria. Esta moralidad se constituyó sobre prác-
ticas tradicionales, por las cuales a los hombres se les daba
algunos permisos para transgredir algunas normas de
conducta establecidas, mientras que con las mujeres era
mucho más estricto todo aquello que tuviera que ver con
conductas relacionadas con la moralidad cotidiana.
La práctica política de las militantes estuvo atravesada
por experiencias del ámbito privado como la maternidad;
la madre militaba con sus hijos, pese a los riesgos. Sin em-
bargo, las decisiones privadas como tener o no tener hijos,
exponerlos o no al riesgo, quedaba ligada a una decisión
personal o de la pareja más que a la decisión del grupo.
El tema de los hijos fue un aspecto controvertido.
Las entrevistadas admitieron lo sacrifcado de militar
“con los hijos a cuestas”. Contaron como ellas los tenían
incorporados en su actividad militante y no así sus com-
pañeros. Sin embargo notamos que esta situación parece
no haber sido percibida por las propias mujeres en aquel
entonces, sino que tomaron conciencia después con el ad-
venimiento de la democracia. A pesar de esto, se impuso
la maternidad socializada y la creencia y convicción de
que los hijos debían ser criados en un ambiente militan-
te. Ellas aseguran que esto surgió de una iniciativa de los
propios círculos femeninos.
A través de los testimonios vimos como la participa-
ción femenina se concentró solo hasta los niveles medios
dentro de la estructura partidaria, a pesar de que existe
evidencia como para sostener que esto no era producto
de la poca participación femenina, sino de una limitación
de género.
Desde su experiencia de vida, sintieron que el PRT-
ERP las había colocado en un lugar diferente, las reco-
nocía como actores políticos y sintieron que aportaban
a la revolución desde su rol femenino, una nueva forma
de hacer política militante. Por eso, en su momento, no
se plantearon la existencia de diferencias genéricas y sí lo
pudieron ver con posterioridad, por medio del contacto
con otras experiencias de vida, la edad, la vuelta a la de-
mocracia o la vinculación con el feminismo. En conse-
cuencia, esto nos permite concluir que la práctica de las
militantes setentistas estuvo marcada por la presencia de
las relaciones genéricas, lo cual les impidió un acceso a
los ámbitos de poder y decisión. Sin embargo, si bien esta
práctica política mostró sus límites, fue una actitud de
avanzada comparada con el resto de la sociedad.
La militancia en el ERP dejó una huella defnitiva
en las mujeres que lo integraron y abrió las puertas a un
proceso de cuestionamiento que no había tenido lugar en
el contexto de la lucha revolucionaria de los 70, Julia lo
expresa así:
Veo que también a nosotras nos marcó la época, nos
marcó la práctica, esa característica de mucha frmeza, de
mucha determinación, como muy contundente a la hora
de actuar y que en la convivencia, se nota. (…) A veces, re-
acciono y trato de reacomodarme en la realidad, porque de
pronto yo hoy tengo una pareja que nunca fue militante y a
veces no me entiende. (…) Pero me doy cuenta que somos…
que tenemos características diferentes, que hay momentos
en que quiero tomar las riendas de todo poniéndome por
encima de él, y a veces bajo, porque digo que él tiene razón,
porque me estoy pasando de rosca, como si todavía estu-
viera dentro de la organización y tuviera un grupo a cargo.
Pero no es así (…) Pero bueno, tiene que ver con lo que te
marcó en la vida y en la práctica.
32
Notas
————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———
*Este trabajo es parte de la tesis fnal de las autoras presentada
en la materia Seminario de Metodología de la Historia Argen-
tina y Americana del Instituto del Profesorado Dr. Joaquín V.
González, cátedra a cargo de la profesora Lidia González.
1
El PRT nace como partido político el 25 de mayo de 1965, día
en que se lleva a cabo el Primer Congreso del Frente Único con-
formado por el Frente Revolucionario Indoamericano Popular
(liderado por Mario Roberto Santucho) y Palabra Obrera (lide-
rado por Nahuel Moreno). En 1970, se reúne el V Congreso del
PRT en el que se decide crear su brazo armado, el ERP, confor-
mándose el PRT-ERP.
2
Paola Martínez,
Género, política y revolución en los años seten-
ta
. Buenos Aires, Imago Mundi, 2009, p. 32.
3
Entrevista a Mabel, realizada en Lanús, 29/9/2012.
4
Entrevista a Beatriz, realizada en Lanús, 29/8/2012.
5
Entrevista a Beatriz, realizada en Lanús, 29/9/2012.
6
Entrevista a Julia, realizada en Lanús, 6/10/2012.
7
Entrevista a Viviana, realizada en Lanús, 6/10/2012.
8
Entrevista a Mabel, realizada en Lánus, 6/10/2012.
9
Entrevista a Viviana, realizada en Lanús, 29/9/2012.
10
Luis Mattini,
Hombres y mujeres del PRT-ERP
. Buenos Aires,
Contrapunto, 1990, p. 62.
11
Entrevista a Beatriz, realizada en Lanús, 6/10/2012.
12
Entrevista a Julia, realizada en Lanús, 13/10/2012.
13
Pablo Pozzi menciona que solo dos mujeres llegaron a formar
parte del órgano directivo del Comité Central (Liliana Delfno,
segunda mujer de Mario Santucho, y Susana Gaggero, viuda de
un cuadro histórico del PRT-ERP, Luis Pujals) a pesar de haber
una importante cantidad de mujeres dentro de la organización
para el año 1975, y Daniel De Santis al hablar de los principales
cuadros del PRT, no menciona a ninguna mujer.
14
Entrevista a Beatriz, realizada en Lanús, 13/10/2012.
15
Entrevista a Viviana, realizada en Lanús, 29/9/2012.
16
Entrevista a Viviana, realizada en Lanús, 6/10/2012.
17
Pablo Pozzi,
op. cit
., p. 272.
18
Entrevista a Mabel, realizada en Lanús, 29/9/2012.
19
Entrevista a Viviana, realizada en Lanús, 3/11/2912.
20
Entrevista a Mabel, realizada en Lanús, 3/11/2012.
21
Entrevista a Viviana, realizada en Lanús, 6/10/2012.
22
Entrevista a Julia, realizada en Lanús, 6/10/2012.
23
Entrevista a Beatriz, realizada en Lanús, 6/10/2012.
24
Luis Mattini,
op. cit
., p. 216.
25
Ibídem, p. 217.
26
Ibídem, p. 220.
27
Entrevista a Viviana, realizada en el bar de la Facultad de Fi-
losofía de la UBA, 19/9/2012.
28
Daniel De Santis,
A vencer o morir. Historia del PRT-ERP, do-
cumentos.
Vol.2. Buenos Aires, Nuestra América, 2006, p.112.
29
Entrevista a Julia, realizada en Lanús, 6/10/2012.
30
Entrevista a Viviana, realizada en Lanús, 6/10/2012.
31
Daniel
De Santis,
Entre tupas y perros
, Buenos aires, Nuestra
América, 2006, p. 82.
32
Entrevista a Julia, realizada en Lanús, 6/10/2012.
Bibliografía
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Breve historia contemporánea de la Ar-
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. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1994.
Entrevistas
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Entrevista con “Beatríz”, 62 años, empleada, realizada por
Graciela Fernández y Mónica Villa en Lanús, provincia de
Buenos Aires, 29 de setiembre de 2012, 6 y 13 de octubre de
2012 y 3 de noviembre de 2012.
Entrevista con “Julia”, 62 años, empleada, realizada por Gra-
ciela Fernández y Mónica Villa en Lanús, provincia de Buenos
Aires, 29 de setiembre de 2012, 6 y 13 de octubre de 2012 y 3 de
noviembre de 2012.
Entrevista con “Mabel”, 61años, empleada, realizada por Gra-
ciela Fernández y Mónica Villa en Lanús, provincia de Buenos
Aires, 29 de setiembre de 2012, 6 y 13 de octubre de 2012 y 3 de
noviembre de 2012.
Entrevista con Viviana Vallejo, 60 años, empleada, realizada
por Graciela Fernández y Mónica Villa en el Bar de la Facul-
tad de Filosofía y Letras de la UBA, CABA 19 de setiembre de
2012 y en Lanús provincia de Buenos Aires, 29 de setiembre de
2012, 6 y 13 de octubre de 2012 y 3 de noviembre de 2012.