image/svg+xmlVoces Recobradas8584Revista de Historia OralVoces RecobradasRevista de Historia Oral8584IntroducciónQuienes se reconocen como indígenas en la Argentina son una pequeña parte del total de la población. Según distin-tas fuentes alcanzarían el 1,5%, es decir 600 mil personas o, para otros, el 3,4% que es alrededor de 1.360.000.1Com-paradas con otros países de América Latina como Bolivia (62%), Guatemala (41%), Perú (25%), México (15%)2es-tas cifras nos parecen exiguas. Sin embargo, los estudios realizados hace ya más de una década por el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por el Dr. Daniel Corach, nos llaman a ser más cuidadosos con nuestras apreciaciones. El Dr. Corach pudo determinar que un 56% de la población argentina tiene al menos un antepasado amerindio.3Es casi una paradoja puesto que, para el sentido común de los argentinos, en el país no hay “indios” y los pocos re-conocidos como tales, son considerados extranjeros o es-tigmatizados, como los que viven arrinconados, en condi-ciones de extrema pobreza en zonas rurales. Claro está, en las grandes ciudades hemos ido convenciéndonos de que “los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos, de los barcos” y así, tal cual, ese dicho se transmitió como verdad inapelable.Para los que nos dedicamos al estudio de la historia, más allá de cifras y porcentajes, las memorias de las comunida-des indígenas y de los individuos que se consideran tales, interpelanel relato sobre el pasado común que circu-la en nuestro país. Estas interpelaciones forman parte del desagravio que la sociedad argentina le debe aún a los pueblos originarios y, al mismo tiempo, son un pedido de explicación en una serie de cuestiones que van desde la ausencia de los sujetos indígenas como agentes históricos hasta la forma de mirar, relatar e interpretar el pasado de esas comunidades que no es coincidente con el modo en que la cultura occidental mira, relata e interpreta. Este artículo se propone analizar algunos de esos asuntos primero, para avanzar luego, en los aportes que puede ha-cer la historia oral. Memorias indígenas e historia oralDora Eloísa Bordegaray Asociación de Historia Oral de la República ArgentinaRelato histórico y ausencia indígenaTradicionalmente la presencia de indígenas en los progra-mas de estudio de historia se circunscribía a tres grandes períodos: el poblamiento del continente americano, la conquista europea de América (quizás deberíamos de-cir la invasión europea al Abya-Yala) y la constitución de los Estados nacionales con la eliminación de las llamadas fronteras internas, esto es la llamada Campaña al Desier-to (wingka aucan, el gran malón de los blancos). Para la primera época se incluyen las diversas teorías que expli-can el poblamiento de América y las culturas llamadas precolombinas (toda una defnición y un “vaciamiento identitario” a través del uso del prefjo y del adjetivo), des-de las cazadoras recolectoras, hasta las culturas urbanas como la azteca, maya e inca. Aparecen entonces, como en un listado, las diversas culturas ubicadas en esos territorios y se describen esos pueblos con las características físicas y culturales tal como se los observaba en esa época, como si fuesen objetos iguales a sí mismos, inmutables a lo lar-go de los siglos. Luego, para la etapa colonial se incluyen fundamentalmente la ocupación de los territorios por españoles primero y otras naciones después, y allí vuel-ven a aparecer los pueblos originarios haciendo la guerra a sus conquistadores; las formas de trabajo compulsivo indígena; las reducciones o las idealizadas “misiones”, en especial las de los jesuitas. No hay mucho más; durante los siglos XVI al XIX hay una especie de silenciamiento indígena hasta que los indios vuelven a hacerse presentes como contraparte negativa, en clave de reactivación de los malones, cuando las elites criollas necesitan expandir la frontera agropecuaria. Más de 40.000 años de vida humana en el continente y más de 500 de resistencia al avance de los europeos y sus des-cendientes, son reducidos a una docena (con suerte) de temas acotados a la “subalternidad”. Una historia donde los indígenas solamente emergen en forma esporádica o casi espasmódica (si nos permitimos parafrasear a E. P. Tompson4) y se esfuman por completo después de la lla-mada Campaña del Desierto.¿A qué se debe la total ausencia o desaparición de los in-dígenas de nuestra historia? Múltiples son las razones que coadyuvaron a producir este ocultamiento; examinaremos solamente algunas. Desde el punto de vista ideológico, la elite criolla que con-solidó la organización estatal del país, compartía la mirada que la cultura occidental difundía e imponía en todo el mundo: civilizar aún a fuerza de exterminar a los “bárba-ros”. En Estados Unidos lo decía, sin tapujos, el presidente Teodoro Roosevelt (1901-1909): “Habla suavemente pero lleva un gran garrote, así irás adelante”, cuando se refería a su política tanto externa como interior, que le servía para doblegar a esquimales, pieles rojas, bosquimanos, etcétera. No eran distintas las ideas y prácticas de otros países de Europa para repartirse África, Asia y Oceanía en lo que fue llamado el Gran Imperialismo. En la Argentina, el ideario del progreso y de la cruzada civilizatoria era compartido por pensadores, políticos, terratenientes y comerciantes. Juan Bautista Alberdi escribía5: “(…) Nosotros, los que nos decimos americanos, no somos otra cosa que euro-peos nacidos en América (…) No conozco persona distin-guida de nuestras sociedades que lleve apellido pehuenche o araucano (…) ¿Quién conoce caballero entre nosotros que haga alarde de ser indio neto?; ¿Quién casaría a su hermana o a su hija con un infanzón de la Araucanía y no mil veces con un zapatero inglés?” Sarmiento, a su vez, opinaba: “No hay amalgama posible entre el pueblo salva-je y uno civilizado. Donde este ponga el pie, deliberada o Pacta Sunt Servanda.Interesante compilación de fuentes cuyas auto-ras son dos importantes antropólogas.
image/svg+xmlVoces Recobradas8786Revista de Historia OralVoces RecobradasRevista de Historia Oral8786indeliberadamente, el otro tiene que abandonar el terreno y la existencia; porque tarde o temprano ha de desaparecer de la superfcie de la tierra”.6Esta necesidad de eliminar los vestigios de la barbarie hizo que el presidente Julio Argentino Roca dijese ante el Con-greso Nacional: “Estamos como nación empeñados en una contienda de razas en que el indígena lleva sobre sí el tre-mendo anatema de su desaparición, escrito en nombre de la civilización. Destruyamos, pues, moralmente esa raza, aniquilemos sus resortes y organización política, desapa-rezca su orden de tribus y si es necesario divídase la fami-lia. Esta raza quebrada y dispersa, acabará por abrazar la causa de la civilización”.7Estas ideas para ser efectivas debían convertirse en hege-mónicas y para ello se necesitaba con-vencer a los sectores populares de las supuestas bondades que el exterminio de la barbarie traía aparejadas. Dicho convencimiento fue obra de diversos dispositivos, quizás uno de los más ef-caces fue el sistema educativo; la escue-la, como órgano central del desarrollo del Estado, tuvo un rol muy importante en la consolidación de ese sentido común que nos hizo creer que éramos radicalmente diferentes a toda Latinoamérica. A través de las escuelas se impuso la homoge-neidad como un valor primordial y se difundió el desprecio a los grupos indígenas. Fue en la escuela donde se prohibió el uso de las lenguas vernáculas, colaborando de ese modo en su extinción y se vedó la manifestación de rasgos culturales diferentes a los supuestamente “nacionales”. Pero además, in-trodujo el estudio de la historia con el objetivo fundamental de cohesionar a las masas confriéndoles un pasado común que ofciara de mito identifcatorio;8en dicha historia los gru-pos indígenas constituían la otredad que se había superado.Como si todo esto fuese poco, debemos agregar otras dos cuestiones más. En primer lugar, la ausencia de la cate-goría “indígena” en censos, los mismos que incluían otras condiciones identitarias; según Benedict Anderson esto ha sido un verdadero “genocidio estadístico”. En segundo lugar el ocultamiento de la identidad indígena bajo ape-lativos como “mestizos” o “criollos” o “puesteros” o “ca-becitas” o “villeros”, haciendo especial referencia a que el mestizaje no es garantía de equilibrio entre partes sino que todo mestizaje es “blanqueador”.9Por su parte, los medios de prensa que forman la opinión pública compartían (y todavía comparten) esa mirada ra-cista de los primeros años del siglo XX. En algunos casos, esas posturas intolerantes fueron ocultándose bajo discur-sos paternalistas y en otros, volvieron a aparecer mostran-do sus facetas más discriminatorias como cuando son ho-mologados los indígenas con la idea de abandono y mise-ria o los pobres urbanos con delincuencia. Es importante aclarar que la mayor parte de los indígenas de la Argentina viven, al día de hoy, en los grandes conglomerados urba-nos pero su marcación étnica queda velada por la pobreza. Sea por estas o por otras razones la prensa eliminó casi por completo toda mención a grupos indígenas que fuese más allá de los límites de lo folclórico o de las noticias policia-les y/o sensacionalistas. Pueblos indígenas e historiadoresLos estudiosos del pasado tampoco se preocuparon por esta temática. Cierto es que, hasta bien avanzado el siglo XX, se sostenía que la historia debía ocupar-se de hechos lejanos en el tiempo como garantía exclusiva de objetividad. Por otra parte, los fundadores de la “histo-ria nacional” que se proponían realizar un trabajo académico10formaban parte de aquellas elites intere-sadas en ocultar un pasado que pudiese ser considerado “bár-baro”. Muchos de sus discípulos compartieron el paradigma de civilización/barbarie, de lo contrario sería imposible que en la actualidad algunos sigan sosteniendo que los mapuches son extranjeros con el argumento siguiente: invadieron nues-tro territorio a partir de fnes del siglo XVIII.11Ahora bien, ya hace más de medio siglo que sostenemos que ocuparse del pasado inmediato también es tarea del historia-dor y no tiene por qué ser desechado. A pesar de ello, han sido pocos los historiadores atraídos por investigar estas te-máticas; “el estudio de las sociedades originarias no fue, ni es todavía, un terreno que, en general, interese a los histo-riadores”, dice Raúl Mandrini12. Excepciones que confrman la regla y no podemos dejar de mencionar son los trabajos (magnífcos si se me permite la adjetivación) de Enrique Tán-deter13o de Luis Vitale14, por señalar solo a dos historiadores y de David Viñas desde la crítica cultural15. El problema es que esas obras no han alcanzado la difusión necesaria para constituirse en parte de la “historia compartida” por el común de los ciudadanos y circulan en espacios académicos y/o uni-versitarios que son acotados. Por otra parte, los escasos historiadores abocados al pasado indígena, por lo general, no avanzan más allá de la Conquista del Desierto (se puede nominar ese hecho como elwingka aucan–el gran malón de los blancos–) de modo que gran parte del siglo XX forma parte de esa ausencia indígena en el pasado común. Fueron y son profesionales de otros campos quienes se ocu-paron y se ocupan de esta temática y en los últimos años ha aparecido un renovado interés de cineastas documentalis-tas16preocupados por recoger los testimonios de las comu-nidades. Los antropólogos y/o investigadores dedicados a la antropología,17vienen produciendo una gran cantidad de trabajos que se proponen relevar las memorias que versan so-bre las comunidades indígenas tanto del pasado lejano como del reciente y es gracias a varias de esas obras que contamos con la publicación de documentos e investigaciones que de otra forma no tendríamos. Desafío para historiadoresUn refrán popular que repetía una de mis testimoniantes, dice así: “El que no sabe es como el que no ve”.18Este axio-ma en constante presencia es el único modo de hallar a los indígenas y sus devenires cuando intentamos acercarnos a esta temática en cualquier repositorio documental. Segu-ramente habrá que volver a las fuentes escritas con nuevos ojos para poder trabajar a través de los indicios19y debido a que las comunidades y sus miembros han sido siempre sub-alternizados, habrá que buscarlos especialmente en fuentes policiales y/o judiciales. Pero no solamente en ellas, dado que muchas veces la presencia indígena se halla subsumida en los grupospobres de población tanto rural como urbana, en es-pecial con los colectivos de migrantes recientes. Ocultas para algunos académicos, estas muchedumbres son mencionadas en las producciones literarias (cuentos, novelas, dramas) de cada región y no solo en las fuentes primarias. Novelas como Fuego en Casabindode Héctor Tizón, escrita más de un siglo después de los acontecimientos, pueden movernos a delinear búsquedas impensadas de otro modo.¿Y si de historia oral se trata?Una vez enfrentados a nuestro “Eureka” seguramente se nos hará necesario consultar testimonios y muchos de ellos nos colocarán ante nuevos desafíos. En primer lugar, porque al ir a entrevistar nos hallaremos con formas de narrar diferentes, que tienen las comunidades y sus miembros, en particular aquellas que no están totalmente transculturadas. Esos relatos indígenas poseen una estructu-ra gramatical y una variedad dialectal distintas a las estándar y además, un estilo narrativo que no siempre coincide con la estructura tripartita del cuento occidental, pero que es igual-mente expresión de confictos.20Por otra parte, esos relatos nos resultan imprecisos cronológicamente y con una mane-ra particular de referenciar el paso del tiempo, dando cuenta de una cotidianeidad que se repite y homologando el pasado cercano con el pasado lejano. En algunos casos hasta inclu-yen la presencia de personajes fabulosos junto a las personas comunes o relatos míticos dentro de una trama que, hasta ese momento, nos resultaba real. En segundo término, una vez creadas nuestras fuentes estare-mos dando el primer paso para comenzar a desbrozar cuánto dey cómo estas memorias “traumáticas”, de “los vencidos”, o “negadas”21pueden formar parte de un relato histórico com-partido. Nos veremos urgidos por abordar la lectura de textos que nos explican la colonialidad22en la que hemos sido for-mados y a partir de allí podremos preguntarnos con nuevos Por su parte, los medios de prensa que forman la opinión pública compartían (y todavía comparten) esa mirada racista de los primeros años del siglo XX. Nuestros paisanos los indios. El autor es antropólogo y ha escrito una de las pocas síntesis completas de la historia indígena desde el poblamiento de América hasta fnes del siglo XX.
image/svg+xmlVoces Recobradas8988Revista de Historia OralVoces RecobradasRevista de Historia Oral8988criterios si estas memorias de grupos “subalternos” pueden decir su palabra.23Con estos dos pasos, podríamos decir que hemos comenza-do el trabajo del historiador que nos comprometerá a reali-zar todas las tareas que constantemente llevamos adelante en nuestras investigaciones: analizar, contextualizar, repreguntar al texto, contrastar con otras fuentes orales y escritas, estudiar la bibliografía disponible, replantear hipótesis, volver al en-trevistado, recabar información y opiniones de profesionales que pueden complementar nuestra mirada, etcétera, etcétera. Sin olvidar que los maestros nos enseñaron que la historia expande los límites de la memoria.24La Asociación de Historia Oral de la República Argentina y las memorias indígenas El tema indígena ha estado presente en los Encuentros de Historia Oral realizados desde 1993 en la Ciudad de Buenos Aires, pero en la mayoría de los casos estaba velado por cate-gorías como las de nacionalidad y clase.25Recién después de 2001 comenzaron a presentarse ponencias con testimonios de individuos que se autoidentifcan como pertenecientes a pueblos originarios que versaban sobre problemáticas de identidad y de educación, en particular el abordaje de las clases de historia en escuelas con presencia indígena. Dado que no había en esos Encuentros una mesa temática específca, dichas ponencias se presentaban en las mesas dedicadas a “Historias Locales”, “Cultura”, “Migracio-nes”, etcétera. Fue recién en 2012, en ocasión de la 17ª Conferencia Inter-nacional de Historia Oral que la IOHA (International Oral History Asociation) organizó conjuntamente con AHORA (Asociación de Historia Oral de la República Argentina), cuando por primera vez se dispuso el armado de una mesa específca para las cuestiones indígenas con 25 ponencias de distintos países: Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México y Panamá. El poder de convocatoria que tuvo esa primera mesa fue moti-vo sufciente para volver a reunir una mesa específca en el XI Encuentro Nacional y V Congreso Internacional de Historia Oral de la Argentina celebrado en la ciudad de Córdoba entre el 25 y 27 de septiembre de 2014. En dicha mesa se presen-taron ponencias y comunicaciones referidas a las memorias sobre indígenas vinculados a bandidos rurales, los problemas de la identidad y quiénes necesitan afrmarla, la permanen-cia de relatos tradicionales en contextos de migración, las características de las narrativas populares jujeñas que siguen transmitiéndose en las comunidades y los procesos educa-tivos de contextos de interculturalidad. En este último ítem se encuentra concentrado el interés tanto de los autores de las ponencias como del auditorio, especialmente compuesto por docentes. Es que ellos, maestros y profesores, son quie-nes viven los procesos discriminatorios en el cotidiano esco-lar y sienten la preocupación por enseñar una historia más cercana a los alumnos al tiempo que sea herramienta para el desarrollo cognitivo. De allí que buscan renovar el relato his-tórico que pueda servir a la autoafrmación identitaria pero, también, que cumpla con los objetivos más racionales que la historia tiene como asignatura escolar: coadyuvar a la forma-ción del pensamiento crítico de los sujetos en formación. Por tal razón es que se hace indispensable trabajar en varios niveles: conseguir que las casas de estudio se interesen y fnan-cien investigaciones que aporten nuevos conocimientos sobre los avatares indígenas de nuestro pasado reciente; difundir esos conocimientos e incluirlos en las transposiciones didácticas y, además, capacitar a los docentes de las escuelas para que pue-dan dirigir a sus alumnos en proyectos de historia, específca-mente de historia oral, que a los jóvenes puede entusiasmarlos Notas————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———1. INDEC, Encuesta Complementaria de Población Indígena 2004.2. Disponible en: http://www.cepal.org/celade/indigenas/3. Disponible en: http://www.tecnopolis.mincyt.gob.ar/?p=8264. E. P. Tompson, “Economía moral de la multitud”, en Costum-bres en común, Barcelona, Crítica, 1995.5. Juan B. Alberdi, Bases y puntos de partida para la Organización Nacional, Buenos Aires, Eudeba, 1963.6. Domingo F. Sarmiento, “Artículos críticos y literarios, 1842-1853”en Obras Completas, Tomo II, Buenos Aires, Luz del Día, 1948.7. Diario La Prensa, Buenos Aires, 1º de marzo de 1878.8. Mario Carretero, Documentos de Identidad. La construcción de la memoria histórica en un mundo global, Buenos Aires, Paidós, 2007. M. Carretero y J. A. Castorina, La construcción del conoci-miento histórico. Enseñanza, narración e identidades, Buenos Ai-res, Paidós, 2010.9. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clac-so/index/assoc/D8642.dir/Gonzalo_Portocarrero.pdf10. ¿Es necesario recordar aquí que Bartolomé Mitre fundó la Jun-ta de Historia y Numismática, antecedente directo de la Academia Nacional de la Historia? Para ampliar consultar: www.an-historia.org.ar/historia.php11. Sabemos que es imposible hablar de territorio nacional en la Patagonia dado que la frontera no existía en esa fecha.12. Raúl Mandrini, La historiografía argentina, los pueblos ori-ginarios y la incomodidad de los historiadores. Disponible en: http://ojs.fchst.unlpam.edu.ar/ojs/index.php/quintosol/article/viewFile/718/64613. Enrique Tándeter, Coacción y mercado. La minería de la pla-ta en el Potosí colonial (1692-1826),Buenos Aires, Sudamericana, 1992.14. L. Vitale, Introducción a una teoría de la historia para América Latina, Buenos Aires, Planeta, 1992.15. David Viñas, Indios, ejército y frontera, Buenos Aires, Galerna, 2013 ( A 30 años de la primera edición de este libro).16. Entre otros: Myriam Angueira, Inacayal. La negación de la identidad; Valeria Mapelman, Octubre Pilagá; Marina Rubinos, Tunteyh o el rumor de las piedras.17. Tal es el caso de Marcelo Valko, psicólogo. Ha publicado varias obras referidas a esta temática, quizás la más difundida Los indios invisibles del Malón de la Paz, Buenos Aires, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2008.18. Dora Mesorio Balbín, 90 años, 28 de agosto de 2012.19. Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e Histo-ria, Barcelona, Gedisa, 1999.20. María Luisa Rubinelli, Los relatos populares andinos: expresión de confictos, Río Cuarto,Ediciones del ICALA, 2011.21. Para estos temas puede consultarse: Academia Universal de las Culturas, ¿Por qué recordar?. Foro Internacional Memoria e Histo-ria. Unesco/La Sorbonne, 1998, Barcelona, Granica, 2002.22. Consultar: www.ugr.es/~pwlac/G25_52Pablo_Quintero-Ivan-na_Petz.html o http://www.culturayrs.org.mx/revista/num10/Paz.pdf o http://www.udesa.edu.ar/Unidades-Academicas/departa-mentos-y-escuelas/Humanidades/eventos?eid=287923. Gayatri Chakravorty Spivak, ¿Puede hablar el subalterno?, Bue-nos Aires,El Cuenco de Plata, 2011.24. Jacques Le Gof, El orden de la memoria: el tiempo como imagi-nario,Barcelona, Paidós, 1991.25. Para todo este acápite véase “Pueblos originarios, memoria, política e historia oral”, en Revista Voces RecobradasN° 33, Buenos Aires, agosto de 2013.Bibliografía————— ————— ————— ————— ————— ————— ————— ———Alberdi, Juan Bautista, Bases y puntos de partida para la Orga-nización Nacional,Buenos Aires,Eudeba, 1963.Carretero, Mario, Documentos de Identidad. La construcción de la memoria histórica en un mundo global, Buenos Aires, Paidós, 2007. Carretero, M y Castorina, J.A., La construcción del conocimiento histórico. Enseñanza, narración e identidades, Buenos Aires, Pai-dós, 2010.Ginzburg, Carlo, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e Historia, Barcelona, Gedisa, 1999.Le Gof, Jacques, El orden de la memoria: el tiempo como imagina-rio,Barcelona, Paidós, 1991.Mandrini, Raúl, La historiografía argentina, los pueblos originarios y la incomodidad de los historiadores. Disponible en: http://ojs.fchst.unlpam.edu.ar/ojs/index.php/quintosol/article/viewFile/718/646Rubinelli, María Luisa, Los relatos populares andinos: expresión de confictos, Río Cuarto, Ediciones del ICALA, 2011. Sarmiento, Domingo, “Artículos críticos y literarios, 1842-1853” en Obras Completas, Tomo II, Buenos Aires, Luz del Día, 1948.Spivak, Gayatri Chakravorty, Puede hablar el subalterno? Buenos Aires, El cuenco de plata, 2011.Tándeter, Enrique, Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí colonial (1692-1826),Buenos Aires, Sudamericana, 1992.Tompson, E. P., “Economía moral de la multitud”, en Costumbres en Común, Barcelona, Crítica, 1995.Viñas, David, Indios, ejército y frontera, Buenos Aires, Galerna, 2013. Vitale, L., Introducción a una teoría de la historia para América La-tina, Buenos Aires, Planeta, 1992.FuentesDiario La Prensa, Buenos Aires, 1 de marzo de 1878.Encuesta Complementaria de Población Indígena, 2004. INDEC, Censo 2010.Entrevista con Dora Mesorio Balbín, 90 años, 28 de agosto de 2012. “Pueblos originarios, memoria, política e historia oral”, en Revis-ta Voces Recobradas, revista de historia oral, N° 33, Buenos Aires, DGPEIH, agosto de 2013.Páginas Webhttp://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D8642.dir/Gonzalo_Portocarrero.pdfhttp://www.cepal.org/celade/indigenas/http://www.tecnopolis.mincyt.gob.ar/?p=826Acontecimientos casi olvidados, sacados a la luz por un psicólogo dedicado a la investigación histórica.más (al tiempo que los introduce en el ofcio del investigador) y luego reconociéndoles económicamente la tarea. De ser po-sible, en próximos artículos tomaremos algunos testimonios indígenas para contextualizarlos y analizarlos como así tam-bién intentaremos abordar proyectos escolares que utilicen la historia oral en escuelas con diversidad étnica.