image/svg+xml
Voces Recobradas
12
Voces Recobradas
12
En guardia
La vida en la
clandestinidad
de los militantes
montoneros
E
ste trabajo aborda a través de testimonios orales la
vida cotidiana de los militantes montoneros duran-
te su clandestinidad. El origen de la organización
y su accionar ha sido ampliamente estudiado y debatido;
sin restarle importancia a esa línea de investigación, deci-
dimos acercarnos a un lugar poco conocido, el día a día del
militante y cómo lograba sortear los peligros del terrorismo
de Estado, sin embargo creemos necesario incluir un breve
contexto histórico sobre los convulsionados años 60 y sus
consecuencias. De esta manera, intentamos mostrar cuá-
les fueron las circunstancias que hicieron de la juventud un
factor de cambio y ruptura, que desencadenó, entre muchas
otras cosas, en la formación de organizaciones guerrilleras
en nuestro país, y la fundación de Montoneros en particular.
El trabajo surge de un cuestionamiento personal, tratar de
entender cómo fusionaban su trabajo, su familia, y sus parejas
con su militancia; y cómo unían dos mundos al parecer tan dis-
tintos. El desarrollo de la investigación y sobre todo el testimo-
nio de los protagonistas marcarán el error que conlleva tratar
de separar la vida privada del militante de su vida política.
Los cambios de paradigma en el mundo bipolar
Los años 60 representaron un cambio en la manera de pen-
sar la sociedad. Los estándares de vida que se tenían hasta
ese momento se vieron sacudidos por la aparición de diver-
Natalia Vázquez
ISP “Joaquín V. González”
image/svg+xml
13
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
13
Los jóvenes de los años 60 también se involucraron con
causas por las que creían justo luchar. En Estados Unidos se
levantaron contra el racismo que sufría la población negra,
con acciones violentas de grupos muy radicalizados como
los Panteras Negras o desde las manifestaciones pacífcas
comandadas por Martin Luther King. Además de buscar la
igualdad de derechos para las mujeres y para los grupos
minoritarios, también lucharon por defender la paz, con el
repudio a la guerra de Vietnam, como el más emblemático.
Si los protagonistas fueron jóvenes, estos cambios inde-
fectiblemente tuvieron impacto en las universidades, don-
de la juventud era mayoría. Por eso, las au-
las se vieron sacudidas por ideas reno-
vadas, que buscaban romper con años
de estabilidad en planes de estudios y
en claustros docentes arraigados a las
tradiciones. Si bien ese París de mayo
del 68 es el más recordado por la cultu-
ra popular, no fue el único lugar donde
se dieron protestas estudiantiles. La
novedad de París es que el reclamo
estudiantil se unió al reclamo obrero,
que había salido a las calles a reclamar por
mejores condiciones laborales. Esta conjunción demuestra
que los estudiantes salían de las aulas para observar las pro-
blemáticas sociales y comprometerse con ellas. En tanto en
Cuba un grupo de jóvenes, junto con al campesinado local,
es el que lidera “La Revolución Cubana”.
Argentina y las transformaciones
Todos estos cambios tuvieron su correlato en nuestro país.
Por un lado, estaban los jóvenes que seguían el modelo de
sus padres, y eran representados por el programa de tele-
visión
El Club del Clan
; por otro lado, aparecieron los que es-
cuchaban las críticas a esa sociedad burguesa, que llegaban
desde el exterior, y buscaron diferentes maneras de mostrar
su descontento, una de ellas fue la música. Aparecieron
músicos que se animaron a cantar rock en castellano y así
el rock nacional hizo su aparición en la escena pública para
quedarse. Desde las letras de sus canciones se podían mani-
festar las dudas, los sentimientos, los cuestionamientos de
una generación que se encontraba incómoda. Desde su as-
pecto, también se evidenciaban los cambios; se despidieron
del traje, la corbata, la pollera hasta las rodillas y comenza-
ron a usar jean, minifalda.
Las mujeres empezaron a ocupar el lugar de preponde-
rancia que se vislumbraba en el mundo. Cantantes como
(...) las aulas se vieron sacudidas
por ideas renovadas, que
buscaban romper con años
de estabilidad en planes de
estudios y en claustros docentes
arraigados a las tradiciones.
sos movimientos que cuestionaron el
statu quo
. Esos movi-
mientos fueron variados, pero la presencia de los jóvenes en
ellos fue una constante. Jóvenes que se propusieron romper
con los cánones establecidos.
En la década de 1950 apareció en Estados Unidos la Ge-
neración Beat, escritores que cuestionaron la sociedad y
abrieron el camino para la llegada de un movimiento que
revolucionó el mundo: los hippies. Los hippies, que irrum-
pieron en la escena en la década de 1960, decidieron correr-
se de esa sociedad a la que consideraban esquematizada y
asfxiante. Se convirtieron en auto-expulsados del sistema
de trabajo, de la familia y del consumismo
que los norteamericanos se esforza-
ban en mostrar como el sumun del
“sueño americano”. Cambiaron la vida
en familia por la comuna, donde no
existía ninguna autoridad, ni propie-
dad privada y donde vivían la sexua-
lidad y el amor de manera libre, rom-
piendo con la monogamia extendida
en la sociedad occidental por miles de
años.
Esta libertad sexual va de la mano de
otro hito que cambió la posición de la mujer socialmente, la
píldora anticonceptiva. Esta se comenzó a comercializar en
Estados Unidos en 1968, y le permitió a la mujer controlar su
natalidad, en un momento donde las mujeres comenzaban
a luchar por la equiparación de derechos con los hombres.
Esto también se traduce en su forma de vestir, impone la mi-
nifalda para liberarse de ataduras caducas.
Los hippies alababan el conocimiento interior, y para
lograrlo muchos se relacionaron con la meditación y las
religiones orientales, pero la mayoría lo lograría a través
de las drogas alucinógenas como el LSD. Luego de experi-
mentar con drogas, sentían que podían trasmitir su “viaje”
al interior de manera más vívida y lo hacían a través del
arte. Esta expresión se vio claramente en la música, y el
rock se transformó en la banda de sonido del movimiento.
Esta música rupturista llegaba a los jóvenes interpretada
por otros como ellos, con sus mismas inquietudes y dudas.
Janis Joplin, Jimi Hendrixs, entre otros, se convirtieron en
ídolos, y los festivales de rock, donde por varios días se re-
unían miles de jóvenes, fueron la muestra más acabada de
los cambios de la nueva generación. El festival de Woods-
tock, que se desarrolló en una granja del pueblo de Bethel,
es recordado hasta el día de hoy como un ícono del movi-
miento hippie.
image/svg+xml
Voces Recobradas
14
Voces Recobradas
14
María Elena Walsh, Mercedes Sosa, incluso Mafalda, la niña
creada por Quino, cuestionaban la sociedad existente. Tam-
bién lo hacía Marta Minujín, que desde el Instituto Di Tella,
montaba sus
happenings
donde la gente podía participar de
sus obras.
Las universidades fueron foco de discusiones y contro-
versias, y esto se encuadró dentro de una apertura para nue-
vas carreras, como psicología y sociología. Hubo cuestiona-
mientos y compromiso, como quedó demostrado durante
La Noche de los Bastones Largos, cuando autoridades, do-
centes y estudiantes, que habían tomado las distintas fa-
cultades para oponerse a la intervención decretada por el
presidente de facto Juan Carlos Onga-
nía, fueron desalojados, reprimidos y
detenidos por la Policía Federal.
Ese compromiso estudiantil tam-
bién queda cabalmente demostrado
en el Cordobazo. El 29 de mayo de
1969, los obreros cordobeses con los
sindicatos de SMATA y Luz y Fuerza a la
cabeza, y los estudiantes, con universi-
dades intervenidas y compañeros muertos durante diferen-
tes protestas, salieron juntos a la calle para protestar contra
el gobierno opresor de Onganía. Marchaban al centro de la
ciudad de Córdoba cuando el asesinato del obrero Máximo
Mena desbandó la situación. Se sumaron los vecinos y la ciu-
dad fue tomada. La policía se retiró al no poder mantener
sus posiciones y la situación solo pudo ser controlada cuan-
do llegó el Ejército. Pero el Cordobazo no pudo ser ignorado
y le causó una herida de muerte a la dictadura.
La radicalización de la juventud
En las dictaduras no hay camino democrático posible y los
jóvenes decidieron que debían llevar a cabo sus ideales, aun
cuando el único camino posible fuera la violencia. Así co-
menzaron a nacer agrupaciones de diferente tinte político.
De las diferentes organizaciones que surgieron, nuestro tra-
bajo se centrará en Montoneros.
Los fundadores de la organización montoneros, eran
mayoritariamente militantes de la Acción Católica Argenti-
na. La fundación tuvo lugar en momentos en donde, desde
el Vaticano, soplaban vientos de cambio con el Concilio Va-
ticano II que cuestionaba la pobreza y la injusticia. Del Con-
cilio surgió un grupo denominado sacerdotes para el Tercer
Mundo, que trabajaban en lugares humildes y entendían
que el sistema capitalista era cada vez más excluyente. El
debate se dio en torno a sí bastaba el trabajo social o si se
necesitaba una acción más directa. Con el contexto propicio,
la avanzada de la lucha armada no pudo detenerse, y mien-
tras hubo sacerdotes que la rechazaban, hubo otros que la
aceptaron como la manera de lograr sus objetivos, a lo que
se sumaron los jóvenes católicos. Los fundadores de Mon-
toneros, Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus,
iniciaron su vida política en el grupo nacionalista, católico
y ultraderechista Tacuara. Dentro del Tacuara, se gestó una
facción izquierdista denominada Movimiento Nacionalista
Revolucionario Tacuara (MNRT). Este grupo empezó a te-
ner en cuenta la influencia del movimiento peronista en la
sociedad y comenzó a relacionarse con
grupos de izquierda y sindicatos. Los
primeros montoneros fueron influen-
ciados por dos personas que tenían
ideas opuestas sobre la lucha armada.
Carlos Mugica, sacerdote peronista,
que rechazaba la violencia y Juan Gar-
cía Elorrio, seminarista católico, que
la apoyaba. Con Mugica comenzaron a
militar cuando estudiaban en el Colegio Nacional Buenos
Aires, pero se apartaron cuando decidieron pasar a la lucha
armada, rechazada por el sacerdote. Con Elorrio se vincula-
ron un año antes de la fundación de Montoneros, en el co-
mando Camilo Torres, un comando peronista, como muchos
otros que se fundaron en esa época, sin que ninguno llegara
a consolidarse. En el comando Camilo Torres también mili-
taban, Emilio Maza, Mario Firmenich y Norma Arrostito, to-
dos fundadores de la organización.
Los primeros montoneros se separaron del Tacuara para
escuchar lo que el pueblo tenía para decir del peronismo,
que no parecía ser poco. La clase trabajadora seguía fel al
líder exiliado en España, mientras la “resistencia peronis-
ta” se llevaba a cabo tanto a nivel político como doméstico.
Buscando su propio camino militante, lograron aglutinar a
personas de diferentes posturas políticas. Se puede inferir
que la elección del nombre del grupo responde a valores na-
cionalistas. Las montoneras fueron grupos de gauchos que
pelearon por la libertad de un país en formación siguiendo
a un caudillo. Haciendo un paralelismo, los montoneros le-
vantaban la bandera de Perón y peleaban por sus ideales.
Creyeron que con el retorno del General se lograría esa “pa-
tria socialista” a la que aspiraban, alentados por el apoyo que
Perón les hacía llegar desde España. Tomaron a Evita, como
baluarte de lucha, de ahí el nombre de su publicación más
La clase trabajadora seguía fel al
líder exiliado en España, mientras
la “resistencia peronista” se llevaba
a cabo tanto a nivel político como
doméstico.
image/svg+xml
15
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
15
importante, Evita Montonera. Ella había batallado contra la
oligarquía y había muerto joven, una mártir que ensalzaron.
La organización decidió que la lucha armada resultaba
indispensable. Abraham Guillén aportó una teoría revolu-
cionaria basada en la idea de una jefatura político-militar y
Carl Von Clausewitz dio el basamento militar.
Aramburu, el principio del camino
Montoneros decidió que el secuestro y posterior ajusticia-
miento, luego de un juicio revolucionario al ex presidente de
facto Pedro Eugenio Aramburu, era el hecho propicio para
presentarse en sociedad. Se lo habían llevado de su casa,
Emilio Maza y Fernando Abal Medina
vestidos como militares. Aramburu
signifcaba para Montoneros un ba-
luarte del antiperonismo, su mandato
había sido el más feroz de la “Revo-
lución Libertadora”. Con diferentes
comunicados fueron informando sus
acciones. El acusado estaba recluido
en una casa de campo perteneciente
a la familia Ramus, en la localidad de
Timote, Carlos Tejedor.
Concluido el operativo de la ejecución de Aramburu, la
célula de Córdoba de la organización se dispuso a llevar ade-
lante un segundo operativo. Ocuparon La Calera, en Córdo-
ba, pero en la retirada, dos guerrilleros fueron arrestados,
por lo que la policía descubrió la casa operativa de la organi-
zación. Emilio Maza fue muerto, varios quedaron detenidos,
salieron a la luz datos muy importantes y se identifcaron los
responsables del asesinato de Aramburu; sus caras estaban
en los diarios y en la televisión y comenzaron a ser persegui-
dos. Durante dos meses decidieron esconderse y retomar la
actividad con el asalto a un banco en Ramos Mejía. Seis días
más tardes los líderes más importantes de la organización
se reunieron en una pizzería de William Morrris. Hasta allí
llegó la policía y desató un tiroteo en el que murieron dos
fundadores, Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ra-
mus. A partir de allí, el 7 de septiembre pasó a ser recordado
como el día del montonero.
En 1971 se comenzó a preparar la transición democrá-
tica, pero con una claúsula que exigía que los candidatos a
presidentes residieran en el país desde 1972, por eso Perón
quedó fuera de juego. Pero el líder decidió encomendar en
Héctor Cámpora la tarea de la campaña presidencial; el slo-
gan “Cámpora al gobierno, Perón al poder” aseguraba lo que
sucedería después. El “tío”, como apodaban a Cámpora tenía
muy buena relación con los jóvenes peronistas y Montone-
ros crecía a pasos agigantados. La Tendencia Revolucionaria
del peronismo, compuesta por jóvenes que pugnaban por la
vuelta de Perón, la Juventud Peronista, la Juventud Trabaja-
dora Peronista, la Juventud Universitaria Peronista masif-
caron a Montoneros, porque si bien la mayoría no pertene-
cía al brazo armado, eran todos un baluarte necesario para
la vuelta del líder. Además, en 1972 Montoneros se une con
las FAR, Fuerzas Armadas Revolucionarias. La Tendencia fue
primordial en la campaña de Cámpora y obtuvo cargos en su
gobierno luego de la victoria. Cada vez estaba más enfrenta-
da al peronismo ortodoxo, la burocracia
sindical. Este enfrentamiento quedó
de manifesto en la Masacre de Ezeiza,
cuando desde el palco que esperaba
recibir a Perón, luego de años de exilio,
jefes del sindicalismo peronista ataca-
ron con armas de fuego la columna de
la Tendencia, encabezada por Monto-
neros.
En 1973, Perón fue elegido por ter-
cera vez presidente de los argentinos,
luego de que Cámpora renunciara. A partir de allí comenzó
una crisis del presidente con la Tendencia, que no se adapta-
ba a las necesidades del líder. La rápida muerte del general
evitó que las críticas hacia él se radicalizaran
. Asumió la presidencia su esposa y vicepresidenta, Ma-
ría Estela Martínez de Perón, y con ella se fortaleció el ala
derecha del peronismo, comandada por el ministro de Bien-
estar Social, José López Rega. Este personaje con amplia
influencia sobre la presidenta, se encargó de hacer funcio-
nar un grupo paramilitar conocido como la Triple A (Alian-
za Anticomunista Argentina). Este grupo comenzó con el
siniestro camino de persecución, desaparición, tortura y ex-
terminio, que más tarde, con el golpe de Estado, ocurrido el
24 de marzo de 1976, se perfeccionaría hasta convertirse en
un mecanismo estatal para la persecución de cualquier per-
sona que pensara distinto al régimen. Con el accionar de la
Triple A, las organizaciones guerrilleras comenzaron a sufrir
muchas bajas, por lo que Montoneros, decidió su pase a la
clandestinidad.
Vivir alerta. El día a día de los militantes
Antes de pasar a la clandestinidad, los militantes de Monto-
neros realizaban un trabajo social muy fuerte, con presen-
Con el accionar de la Triple A,
las organizaciones guerrilleras
comenzaron a sufrir muchas bajas,
por lo que Montoneros, decidió su
pase a la clandestinidad.
image/svg+xml
Voces Recobradas
16
Voces Recobradas
16
cia en los barrios, en las fábricas, una etapa de militancia
plena, por lo que eran caras conocidas en su entorno, esta-
ban expuestos completamente. Así lo reconoce Berta, mi-
litante del frente barrial, secuestrada en 1975, que tras un
fugaz paso por el Pozo de Banfeld (centro clandestino de
detención) pasó a disponibilidad del PEN (Poder Ejecutivo
Nacional).
[…] empiezo a tener trabajo barrial […] Ahí, a través de los barrios
[…] Había un reconocimiento, eras un referente, te veían trabajando […].
Pero a pesar de esta situación de trabajo cotidiano, donde
se compartían muchas situaciones,
dentro de la Organización, los militan-
tes debían usar nombres falsos (nom-
bres de guerra) lo que para Cristina era
una contradicción; Cristina, militante
de base de la JP (Juventud Peronista)
en Capital Federal, estaba casada con
Lito, militante montonero. Lito fue se-
cuestrado el 22 de febrero de 1977; aún
continúa desaparecido. En esta anécdota, donde Cristina
relata cuando fueron con Lito a alquilar un departamento,
queda de manifesto esa contradicción:
[…] y el dueño dice, bueno denme los nombres y mi marido y yo
nos miramos porque éramos Lito y la flaca […] era lo absurdo de
esa época, porque era una época abierta, era una pseudo clandes-
tinidad. Vivíamos en los barrios, íbamos a todos lados juntos, nos
conocíamos las casas, las familias, conocíamos todo y por ahí no
sabíamos el apellido del que teníamos al lado […].
La militancia plena se chocó de frente con la decisión de la
Organización de pasar a la clandestinidad, primero por la
represión ejercida por la Triple A, más tarde recrudecida y
perfeccionada a partir del golpe de Estado.
Muchos militantes debieron mudarse de ciudad, incluso
de provincia, para esquivar el terrorismo de Estado. Así des-
cribe Liliana su experiencia; Liliana comenzó su militancia en
la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), luego pasó por
la JUP (Juventud Universitaria Peronista) cuando entró a la
Universidad y por la JTP (Juventud Trabajadora Peronista)
cuando ingresó al sistema laboral:
[…] Alquilábamos entre varios, vivíamos mucho en pensiones, nos
avisábamos, nos íbamos a la otra punta, yo vivía en ese momento
en La Matanza, alquilaba acá
[Lomas de Zamora]
y sino alquila-
ba en zona norte […].
Otra opción era recluirse en algún lugar recóndito de la Ar-
gentina, lo que para Berta era el terrible “exilio interno”.
[…] El exilio interno fue terrible. Una compañera me contaba que se
fueron a un pueblo perdido, que no asomaban la cabeza, que vivían
con precariedad
… [hace silencio]
[…].
Cristina dice que esta etapa estuvo muy mal manejada por par-
te de la Organización, porque muchos compañeros no tenían
la posibilidad de irse de su casa y eso los terminó condenando.
[…] Así empieza una etapa muy mal mane-
jada, autocríticamente te lo digo […] porque
algunos compañeros podían irse del lugar
donde vivían y moverse, pero los compa-
ñeros de la villa ¿dónde se iban a ir?, ¿sabés
cuantos compañeros cayeron del movi-
miento villero? […].
Vivir en la clandestinidad era una situación muy compleja.
Es importante dejar en claro que, si bien muchos militantes
eran “legales”, es decir sus nombres no eran buscados por los
servicios y seguían yendo a trabajar, a estudiar, la represión
hacía que tomen muchos recaudos porque era posible que
sus actividades fueran descubiertas. Una de las cosas que
había que cambiar era el aspecto (principalmente los busca-
dos). Como dice Ana, ex militante de Montoneros, estudiaba
en Chaco, Resistencia, donde militaba como dirigente estu-
diantil dentro de la Universidad. Estaba casada con Juan,
también militante montonero. Juan se exilió y volvió con la
Contraofensiva en 1980; aún permanece desaparecido.
[…] los criterios bases tienen que ver, primero con la imagen, si eras
rubia, eras morocha, si eras morocha, rubia, si tenías rulos, lacia, si
eras lacia, rulos […].
También debían cambiar la forma de vestir, porque como
dice Mimí, los militantes eran fácilmente reconocibles. Mimí
militó en la JP y luego en la JTP, cuando comenzó a trabajar
en la Municipalidad de Lomas de Zamora. Fue secuestrada
seis días después del golpe.
[…] vistos desde hoy, éramos muy identifcables. O éramos hippies
o éramos militantes. Los cigarrillos que fumábamos, las zapatillas
El exilio interno fue terrible. Una
compañera me contaba que se
fueron a un pueblo perdido, que no
asomaban la cabeza, que vivían con
precariedad.
image/svg+xml
17
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
17
que usábamos, el pelo como lo usábamos, el tipo de ropa. Visto des-
de hoy, era obvio en esa dicotomía entre Susanita y Mafalda, que
las Mafaldas éramos nosotros. […].
En muchos casos, principalmente si se los buscaba en parti-
cular, los militantes contaban con documentos falsos, pre-
vistos por la Organización. Dice Ana al respecto:
[…] Ya tenía documentos falsos, en forma inmediata. Dejé de lla-
marme Ana […] nosotros teníamos expertos.
[Se refere a exper-
tos en falsifcación]
.
Como dijimos, el avance de la represión hizo
que las medidas de seguridad se vieran
reforzadas; era una situación donde la
vida estaba en juego. Los militantes de-
bían moverse dentro de su “ámbito”. La
Organización se manejaba en “células”,
un grupo de cinco personas, y el res-
ponsable del grupo. Este era el ámbito
con el que se relacionaba el militante.
En teoría sin conocer nada de la vida de
sus compañeros. Esto muchas veces era imposible porque
las casualidades podían hacer coincidir a personas que ha-
bían tenido una vida en común, anterior a la clandestinidad,
como refleja el relato de Ana:
[…] yo venía de cuatro años de militancia en superfcie; llego a San-
ta Fe, en la casa donde me voy a alojar […] me recibe una compañe-
ra que no tengo ni idea quién es, y otra compañera que era Lucy […]
que era formoseña, que estaba estudiando en el Chaco […] y Resis-
tencia era muy chiquito, nos encontrábamos todos en el comedor.
Primera persona que conocí cuando abrieron la puerta
[se refere
a Lucy].
Para las citas (encuentros entre compañeros en la calle) se-
gún Ana, era una condición
sine qua non
llegar puntuales, la
tolerancia era de pocos minutos, porque si se llegaba a una
cita a horario y el compañero que debía “cubrir” la cita (asis-
tir), no estaba, eso podía signifcar que había “caído” (en ma-
nos de los servicios) y todo su ámbito debía “levantarse” (irse
del lugar donde se alojaban, porque el compañero podía
“cantarlo” -denunciarlo/entregarlo- en la tortura):
[…] la más importante
[habla de las medidas de seguridad,
aunque asegura que no era capaz de cumplirlas a raja tabla]
era, que vos tenías con tus compañeros de ámbito una cita en esta
esquina, vereda impar, enfrente del Banco Francés a las 16. La to-
lerancia era de 16:00 a 16:03, vos llegabas 16:04, debería haberse
levantado el grupo […].
También existieron las “citas desdobladas”, así lo explica
Marisa, militante de la JUP de psicología junto a su marido.
Continuó cursando porque seguía siendo legal, hasta que la
represión se lo impidió.
[…] una cita desdoblada era, dos papelitos, uno para mí y uno para
mi marido. En uno decía una de las calles y en el otro, la otra, la in-
tersección. Y uno solo de los dos tenía la zona. En-
tonces cuando entrábamos a la zona, recién
ahí se podían abrir los dos papelitos […].
Ana nos habla de “aguantar la tortura”
en caso de caer para darle tiempo al
compañero de “levantarse”:
[…] la condición era que no cantaras en las
primeras dos horas de tu caída […] vos tenías que
soportar el dolor de la tortura, dos horas […].
Esto dice Marisa al respecto:
[…] nosotros nos habíamos puesto veinticuatro horas de plazo, y
después, tomatelas viejo, porque al que cayó, hay que darle un res-
piro […].
Además de la información obtenida por medio de la tortu-
ra, los servicios hacían un exhaustivo trabajo de inteligencia
para dar con los militantes. En muchos casos lograron la in-
fltración, como relata Liliana:
[…] yo tuve un responsable en zona norte […] Después a mí me
dicen que había desaparecido, nos mudamos. Después de muchos
años, estoy hablando cerca de los 90, lo veo caminando por la calle,
yo dije: veo un fantasma. Me contacto con mis compañeras de La
Matanza y les comento, y me dicen: sí, está vivo. Entonces yo me
puse a llorar de alegría, y me dicen no, no llores de alegría, porque
era un servicio […].
Cuando se trataba de las comunicaciones entre compañe-
ros, los testimonios coinciden en que la mayoría eran en
forma personal dentro del ámbito. Porque comunicarse en
la condición era que no cantaras en
las primeras dos horas de tu caída
[…] vos tenías que soportar el dolor
de la tortura, dos horas
image/svg+xml
Voces Recobradas
18
Voces Recobradas
18
la clandestinidad era muy difícil. En caso de que se usaran te-
léfonos, podían ser prestados o alquilados (era común en la
época) y siempre en código. Así lo cuenta Ana:
[…] suponemos que vos eras militante, le prestabas a la Orga
[la Or-
ganización]
el teléfono de tu tía abuela […] qué tal, ¿cómo le va don
Pedro? Entonces ¿usted me viene a arreglar el problemita del inodoro
mañana? Bueno, arreglar el problema del inodoro, quería decir, no
lo sabía ni tu tía, vos se lo decías a tu responsable […] signifcaba, en
la estructura orgánica, la reunión de fulano y fulano en Rosario. Era
todo en código […].
Esto nos cuenta Cristina:
[…] Él
[Lito]
tenía su grupo de control. Él
tenía el teléfono donde llamar, tenía sus ho-
rarios […] Mi mamá revisándole estas cosas
[sus cosas personales]
con mucho pudor
de tocar estas cosas ¿sabés que encontró ese
día? […] una cajita de fósforos, donde aden-
tro tenía un número de teléfono donde tenía
que llamar de control, pero no era un número de teléfono, era una
cuenta, que yo no sé si sumando o restando daba un resultado […].
Marisa también habla de los “pies” telefónicos con los que se
comunicaban:
[…] Usábamos “pies telefónicos” que eran teléfonos alquilados […] El
mecanismo era llamar al pie telefónico todos los días, en clave, con
la cobertura de que era un grupo de vendedores de ropa y hablabas
al encargado. El día que uno no llamaba, sabías que había caído […].
Ir a las reuniones de ámbito, con los servicios pisando los
talones, no era tarea fácil. En el caso de viajar en auto o ca-
mioneta, los militantes eran trasladados por la persona que
sabía el domicilio exacto, pero los demás pasajeros, debían ir
“cerrados”, es decir no prestando atención al recorrido. Así lo
recuerda Cristina:
[…] llegabas a una casa y vos no sabías dónde estabas […] ibas con
anteojos negros, los ojos cerrados y te llevaban, o con la cabeza baja,
teniendo cada uno la conciencia de saber que no tenías que saber […]
tenías que tener tu propia conciencia militante de que no tenías que
saber dónde estabas […].
También se ingresaba “cerrados” a los compañeros que se
“guardaban” en alguna casa porque no tenían a dónde ir a
dormir. Ese fue el caso de Marisa y su marido, que alojaron a
muchos compañeros:
[…] nos casamos, alquilamos un departamento en Caballito y una de
las actividades principales era guardar compañeros que no tenían a
donde ir a vivir, se los ingresaba “cerrados”, siempre mirando para
abajo, con algodones en los oídos, se cerraban todas las ventanas,
para que no tuviesen idea de donde estaban. Si ibas a la panadería de
la esquina y comprabas algo, le tenías que sacar el papel antes para
que no se vea. Los ruidos eran un factor que había que tener en cuen-
ta, si había un tren cerca […].
Si a la reunión llegaban caminando, el
sistema de “mareo” era similar, como
explica Ana:
[…] te hacía
[la persona encargada de
llevarte al lugar de la reunión]
caminar
cinco cuadras, tres para la derecha, una para
la izquierda, tres para atrás y así hasta que
te mareaba […] vos tenías que hacer el esfuer-
zo de dejarte llevar […] no era por otra cosa que no fuera seguridad,
compromiso y respeto por el compañero […].
Mimí cuenta que era una práctica común cambiar de colecti-
vo en el medio del recorrido:
[…] si íbamos a una cita, cambiar de colectivo por el medio, bajarnos,
subir a otro […].
Una vez que el grupo se encontraba en el lugar donde se iba
a llevar a cabo la reunión, se dedicaban a buscar las posibles
vías de escape. De eso da cuenta el testimonio de Cristina:
[…] nosotros llegábamos a una casa, y lo primero que hacíamos era
mirar […] evaluar los lugares de salida, de escape, llegar a una casa y
decir, por ahí, por acá y por acá se puede, por allá no […].
Como se aprecia en los testimonios recabados, la presencia
del responsable del grupo era fundamental. Ya que con ese
manejo en células era quien conocía las tareas que el grupo
tenía asignadas, quién sabía las citas que debían “cubrir”, las
reuniones de ámbito, etc. Lo que sucedió, es que con la esca-
lada represiva por parte del aparato estatal, si caía el respon-
sable y se debía declarar la emergencia y “levantar” (irse) una
casa, por el tabicamiento impuesto por seguridad, los mili-
nosotros llegábamos a una casa, y lo
primero que hacíamos era mirar […]
evaluar los lugares de salida, de escape,
llegar a una casa y decir, por ahí, por acá
y por acá se puede, por allá no.
image/svg+xml
19
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
19
tantes podían llegar a “desengancharse” de la organización,
es decir perder contacto con ella. Así lo explica Ana:
[…] si no tenés esta estructura armada, ¿cómo te conectás?
¿Qué
es lo que pasó? […] empezó a faltar gente y se empezó a romper ese
tejido, quedabas deambulando […] en el 78, 79 estuve clandestina,
pero por mi cuenta […] nos desenganchamos cuando nos traslada-
ron acá
[Buenos Aires]
[…].
Otra cosa que sucedía era que los militantes que no tenían
donde “parar”, “yiraban” todo el día, es decir, se la pasaban
viajando o caminando continuamente, hasta encontrar un
lugar donde “guardarse” (protegerse).
Muchas veces con lo puesto, porque no
tenían tiempo de desarmar sus casas,
ya que podía suceder que la noticia de
tener que levantarse los encuentre en
plena calle. Así recuerda Mimí la situa-
ción que le contó una compañera en la
cárcel:
[…] se pasó una semana que lo único que
hacía era viajar en colectivo, porque no tenía
donde parar. Y estuvo como seis meses en clandestinidad, y era
pleno invierno y ella andaba en sandalias, porque no tenía calzado
[…] lo único que tenía eran las sandalias con las que se levantó en el
verano y durante una semana viajó en colectivo, día y noche, inin-
terrumpidamente […].
Cristina vivió experiencias parecidas:
[…] yo he dormido noches arriba de un tren, arriba de un colectivo, con
un hijo de dos años y la panza y mi marido yéndome a buscar a una es-
tación de tren en dónde habíamos quedado en encontrarnos […].
Cuando Marisa se enteró que había caído el responsable de
su ámbito, con su marido y su bebé se levantaron y pasaron
a vivir una etapa que recuerda como muy dura, de mucha
tristeza y desesperación:
[…] agarramos a la nena, los papeles personales, pañales y mama-
deras y nada más, porque no se podía ir con bolsos
[dice que mu-
cha gente te denunciaba si te veían con bolsos por la calle]
y nos fuimos, a la calle, sin un mango […] Nosotros solo teníamos
relación con un compañero […] y teníamos una cita más que nada
amistosa, pero con todos los resguardos de seguridad, a los dos o
tres días, o sea que era nuestra única tabla de salvación, y bueno
esos días hasta que nos encontramos con él, estuvimos yendo a La
Plata, yendo y viniendo en tren, durmiendo así, con la beba, hacía
un calor
[hace silencio].
Pudimos reencontrarnos con este com-
pañero, que era clandestino también, estaba desocupado, solo su
mujer trabajaba de maestra un turno y con ese turno vivimos los
cuatro todos esos meses que nosotros estuvimos levantados. Y nos
ayudaron mucho pero dentro de sus posibilidades que eran pocas,
porque no podíamos ir a vivir con ellos porque alquilaban una ha-
bitación en una casa de familia; lo que hacían era a veces llevarse
a la beba a dormir, porque en los hoteles de mala muerte donde
podíamos parar a veces nosotros, no aceptaban chicos; entonces se
llevaban a la nena y una noche dormíamos en una cama, nos ba-
ñábamos y otra vez de vuelta a caminar, no
comer, comer una vez al día con suerte, en
alguna fonda de cuarta un plato de fdeos
y fueron pasando los meses y seguíamos en
esa situación […].
Marisa es muy crítica de la conducción
de la Organización, dice que esta des-
protegió a su gente y que nunca reci-
bió una asignación partidaria, aunque
existen testimonios que hablan de una
“socialización” del dinero, como dice Berta:
[…] los que teníamos algún ingreso mayor lo socializábamos con el
que tenía menos […].
Pero Marisa insiste en que esa ayuda nunca llegó:
[…] no había plata para la gente que se levantaba, no había recur-
sos, los mezquinaban, la conducción hizo gala de una desprotec-
ción hacía su gente […].
En cuanto los militantes pasaban a la clandestinidad, no
debían tener contacto con sus familiares porque los expo-
nía mucho, pero muchas veces esta norma se trasgredía, y
se buscaba la manera de seguir con algún contacto, como
dice Ana:
[…] también nuestras familias vivían en clandestinidad; por ejem-
plo, mi mamá para que yo vea a la nena […] no tenés idea las vuel-
tas que daba, pobre, bajaba de un colectivo, de ahí tomaba otro,
encima los colectivos eran malos, con la nena, para que la viéramos
dos días acá y que no sospecharan en el pueblo. Ellos estaban en un
hotel y nos encontrábamos en distintos bares […].
yo he dormido noches arriba de
un tren, arriba de un colectivo, con
un hijo de dos años y la panza y mi
marido yéndome a buscar a una
estación de tren en dónde habíamos
quedado en encontrarnos.
image/svg+xml
Voces Recobradas
20
Voces Recobradas
20
Frente a la posibilidad de caer en manos del enemigo, se insta-
ló en la Organización la idea de no caer vivos, es decir tomar la
decisión de acabar con la propia vida antes de que los servicios
puedan comenzar con sus macabras sesiones de tortura, que
además de buscar información sobre las acciones de los com-
pañeros, tenían como destino degradar al ser humano. Con el
paso del tiempo, las noticias de lo que sucedía en los Centros
Clandestinos de Detención se fueron propagando y frente al
miedo de no aguantar la tortura y “cantar” a los compañeros,
elegir morir se presentaba como una opción válida, además de
ser el último acto decisivo en la vida del militante. Dentro de la
Organización se empezó a implementar la pastilla de cianuro,
que los militantes debían guardar en la
boca, para ingerirla en el momento ade-
cuado, o en algún lugar de sencilla ex-
tracción, porque si se daban cuenta, los
integrantes de la “patota” podían arre-
batársela. También hubo personas que
aceptaron la pastilla, pero no la usaron,
como Marisa y su marido:
[…] nosotros la agarramos la pastilla, […] pero nunca pensé que me
la iba a tomar yo la pastilla esa de mierda, y hablando con compa-
ñeras de la JUP me decían lo mismo; hubo otra gente que sí, que la
utilizó […] muy respetable, pero yo nunca comulgué con ese tipo de
normativas […].
Hubo otros que directamente la rechazaron, como Ana:
[…] yo estaba embarazada […] y el responsable de mi ámbito me dice
que acá tengo la pastilla […] y yo en el ámbito discutí y dije que no la
iba a llevar, casi me comieron cruda, me dejaron los huesos arriba de
la mesa, y, porque estaba embarazada, al parir, en ese momento me
crucifcaron […].
Los militantes, la mayoría personas jóvenes, vivían apasiona-
damente, se enamoraban, y en muchos casos decidían formar
una familia y tener hijos. Pasar por el parto, que es un momento
muy especial para toda mujer, en la clandestinidad, se presen-
taba aún más especial. Cristina no era buscada por su nombre,
por eso tuvo a su segundo hijo con su nombre real en el Hospi-
tal Italiano, aunque dice que sí o sí debía tenerlo por parto nor-
mal, como fnalmente sucedió. Una cesárea en su situación, con
más días de internación, imponía mucho riesgo:
[…] yo estaba preparada para tener mi parto en la calle, en mi casa,
donde nos agarrara en un momento de clandestinidad. Por eso tuvimos
que hacer capacitación sanitaria para atender el parto […] los mismos
compañeros médicos nos enseñaban este tipo de cosas […] tuve un par-
to seco muy complicado. Pero si me hacían cesárea de nuevo, yo en clan-
destinidad no podía estar internada y cuidándome en mi casa después.
Y los compañeros me habían dicho, si te lo propones, lo vas a tener por
parto normal […].
Distinto fue el caso de Ana, ella sí tenía pedido de captura, en-
tonces ingresó con documentación falsa al hospital y su hija
también salió del mismo con otro nombre:
[…] yo tenía 21 años, Juan organiz
ó todo,
teníamos médicos, que sé
yo, que eran co-
laboradores de la Orga. […].
Ana, aún en contra de lo que decía la Or-
ganización, decidió que a su hija la críen
sus padres:
[…] nosotros teníamos la consigna que nuestros
hijos se criaran con nosotros; si a nosotros nos pasaba algo, los criaba
un compañero, y así […] bueno se debatió, y a mí, no me des- promovie-
ron, pero quedé con algunas marquitas ya ahí. Yo había arreglado con
Juan…-
¿él estaba de acuerdo
? - Al principio le costó, pero yo era tan
cabeza dura […].
El caso de Mariano es distinto. Mariano es hijo y sobrino de ex
militantes montoneros. Sus tíos, Omar y Susana, embarazada
de tres meses, continúan desaparecidos. Él cuenta que sus pa-
dres se mudaron de Córdoba a Tandil, luego de discutir el paso a
la clandestinidad “para estar más tranquilos”, aunque confesa
que cree que lo decían “de la boca para afuera”, por actividades
que se enteró después, llevaron adelante durante esa época:
[…] me dijeron que ninguno de los dos apoyaba el pase a la clandesti-
nidad. Fue una decisión orgánica, entonces la tomaron […] nací yo y
nos mudamos a Tandil […]. Mis viejos quedaron re expuestos en Tan-
dil, no era que nadie nos conocía, entonces su manera fue hacer como
un sotto voce
[ se refere a hablar en voz baja o en secreto],
de
la boca para afuera. Después me enteré, hará cinco o seis años, que
en esas circunstancias, con mi vieja y conmigo bebé hicimos cruzar
un doble cerrojo policial a un jerarca montonero. Mi vieja lo tapó con
unas camperas y yo iba ahí, arriba de las camperas como si estuviera
durmiendo […] de la boca para afuera estaban más tranquilos, y des-
pués me entero de esto […].
también nuestras familias vivían en
clandestinidad; por ejemplo, mi mamá
para que yo vea a la nena […] otro, enci-
ma los colectivos eran malos,
con la nena […] .
image/svg+xml
21
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
21
La crianza de estos niños se daba en una situación particular, la
clandestinidad que afrontaban sus padres. Entonces ellos tam-
bién debían aprender ciertas normas de seguridad. Estaban
acostumbrados a los “amigos” de sus padres, de los que sólo
conocían el apodo y estaban también acostumbrados a callar lo
que pasaba en sus casas y en las reuniones a las que asistían. Así
explica Mimí cómo aprendían los chicos a callar:
[…] es que lo aprendían, primero que los chicos no sabían los nom-
bres […] y los chicos te conocían por la tía tal, nosotros no teníamos
apellido […].
Mariano dice que sus padres le marcaban
en que ámbitos podía hablar y en cuales
no:
[…] había ámbitos en los cuales yo podía ha-
blar de mi tío desaparecido y ámbitos en los
que no. Había ámbitos en los que yo podía ha-
blar de que mis padres eran militantes y otros
que no […] me decían, acá mejor no comentar
demasiado […].
Los niños también estaban al tanto de los procedimientos en
cuanto a la seguridad. Sabían “cerrarse” según lo cuenta Mimí:
[…] yo recuerdo de ir en una camioneta con un compañero que me lle-
vaba a la cita, y con nosotros iba la niñita de cuatro años. Entonces la
nena me dice a mí, “ahora tapate las orejitas”, lo que me quería decir
era “cerrate” […] Lo que le había quedado en su cabeza de cerrarse era
tapate las orejitas [...].
Pero los niños, siempre son niños y seguían siéndolo en la clan-
destinidad, aún entendiendo lo que sucedía, seguían compor-
tándose normalmente y jugando, como cuenta Mariano:
[…] recuerdo cosas hermosas […] una quinta, y jugábamos con esos
niños, hijos de montoneros, y jugábamos siempre, y buscábamos
avellanas, había un nogal, hacíamos arcos, estaba todo bastante
agreste. […].
Dejando de lado las fantasías que pueden existir, aún con todas
las circunstancias límites que venimos relatando, los militantes
seguían siendo seres humanos a los que les pasaban cosas que
le pasan a todo el mundo, teñidas de una particularidad, sí,
pero que no les impedía seguir viviendo. Una anécdota de Cris-
tina lo demuestra. Si bien era una situación atípica, buscaron la
manera de compartir la navidad en familia:
[…] y esa navidad […] hay una orden que nadie puede pasar las festas
en su casa y con su familia. Entonces cada uno se juntó donde pudo. Me
acuerdo que esa navidad vivíamos en Belgrano […] y caminábamos por
la calle Cabildo tomando helado […] en la calle, íbamos y veníamos para
no quedarnos en la pieza donde estábamos […].
Reunirse con compañeros a pasar un domingo agradable, aun-
que estuviera prohibido, era algo que Marisa disfrutaba:
[…] nosotros nos cagábamos de risa con los
compañeros, nos divertíamos […] nosotros
en más de una oportunidad, llevamos a
compañeros a comer a mi casa al medio día
los domingos […] nosotros teníamos prohibi-
ción de reunirnos con ellos, pero nos reunía-
mos igual. Ojo no estaba mal la prohibición
pero era la única
[hace silencio]
eran lazos
afectivos fuertes, y venían y nos cagába-
mos de risa, y los pocos mangos que teníamos
comprábamos unos ravioles espectaculares, unas tortitas de ricota
y pasábamos el domingo así, o nos íbamos al Tigre, a una isla […] ha-
cíamos jodas, a este compañero que era amigo nuestro
[su marido]
lo entraba en casa, para esas circunstancias lo entraba “cerrado” y
por ahí le decía “charco de agua”, “charco de agua”, y no había ningún
charco de agua o por ahí pisaba en el medio del charco porque le decía
seguí de largo […].
[Cuando se refere a
“entraba cerrado”
, signifca
que lo llevaban hasta la casa sin que pudiera ver nada, ni el
camino, ni el lugar, por lo tanto debía ser guiado en su reco-
rrido a ciegas, momento en que eran sometidos a distintas
bromas].
Los embarazos sucedían, aún cuando flotara una idea de que
no era lo ideal, como cuenta Cristina, quizás como una mane-
ra de perpetuarse frente a lo amenazadora que se presentaba
entonces la vida:
[…] yo quedé embarazada en mayo del 76, y ahí empezó otro proble-
mita, porque un embarazo
[hace silencio]
había como una, vos sabes
que había como una idea de que no teníamos que quedar embarazadas
[…] porque era un peligro andar con el embarazo, un bebé recién naci-
do, tener que ir a un hospital o a una casa, en un momento donde todos
andábamos disparando, corriendo de un lado al otro […].
Me acuerdo que esa navidad
vivíamos en Belgrano […] y
caminábamos por la calle Cabildo
tomando helado […] en la calle,
íbamos y veníamos para no
quedarnos en la pieza donde
estábamos […].
image/svg+xml
Voces Recobradas
22
Voces Recobradas
22
Bibliografía
————— ————— ————— ————— ———----—— ———— ————— ———
Alcoba, Laura,
La casa de los conejos
, Buenos Aires, Edhesa, 2008.
Amorín, José,
Montoneros. La buena historia
, Buenos Aires, Catálogos, 2005.
Bonasso, Miguel,
Recuerdo de la muerte
, Buenos Aires, Plantea, 1994.
Calveiro, Pilar,
Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de
los años 70
, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2005.
Carreras, Julio,
La política armada. Una historia de los movimientos
revolucionarios argentinos, desde los uturuncos y el FRIP, hasta el ERP y
Montoneros (1959-1976),
Buenos Aires, Quipu Editorial, 2011.
CONADEP,
Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desa-
parición de personas
, Buenos Aires, Eudeba, 1984.
Diana, Marta,
Mujeres guerrilleras. Sus testimonios en la militancia de
los setenta
, Buenos Aires, Booket, 2011.
Gordillo, Mónica, “Protesta, rebelión y movilización: de la resistencia
a la lucha armada, 1955-1973”, en James, Daniel,
Violencia, proscripción
y autoritarismo (1955-1976),
Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
Guillespie, Richard,
Soldados de Perón. Historia crítica sobre los monto-
neros
, Buenos Aires, Sudamericana, 2011.
Hulliung, Mark y Macridis, Roy,
Las ideologías políticas contemporá-
neas. Regímenes y movimientos
, Buenos Aires, Nadir, Alianza, 1998.
Larraquy, Marcelo
, De Perón a Montoneros. Historia de la violencia política en
la Argentina. Marcados a fuego II (1945-1973),
Buenos Aires, Aguilar, 2010.
Morello, G. “El Concilio Vaticano II y la radicalización de los cató-
licos” en Lida, C., Crespo, H. y Yankelevich, P. (Comp.),
Argentina,
1976. Estudios en torno al golpe de Estado
, Buenos Aires, FCE, 2006.
Novaro, Marcos y Palermo, Vicente,
La dictadura militar 1976-1983. Del
golpe de estado a la restauración democrática
. Buenos Aires, Paidós, 2011.
Núñez, Florencio,
Sociedad y política en el siglo XX. Viejos y nuevos mo-
vimientos sociales
, Madrid, Síntesis, 1993.
Pacheco, Mariano,
Montoneros silvestres (1976-1983). Historias de resis-
tencia a la dictadura en el sur del conurbano
, Buenos Aires, Planeta, 2014.
Pujol, Sergio, “Rebeldes y modernos. Una cultura de los jóvenes”
en James, Daniel,
Violencia, Proscripción y autoritarismo (1955-1976),
Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
Ramus, Susana Jorgelina,
Sueños sobrevivientes de una montonera. A
pesar de la ESMA
, Buenos Aires, Colihue, 2000.
Roszak, Theodore,
El nacimiento de una contracultura, reflexiones sobre
la sociedad tecnocrática y su oposición juvenil
, Barcelona, Kairós, 1970.
Terán, Oscar,
Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquier-
da intelectual argentina 1956-1966
, Buenos Aires, Siglo XXI, 2013.
Verbitsky, Horacio,
Ezeiza
, Buenos Aires, Contrapunto, 1985.
Zuker, Cristina,
El tren de la victoria. Una saga familiar
, Buenos Aires,
Sudamericana, 2003.
Algunas reflexiones fnales
Iniciamos esta investigación planteándonos que la militancia y
la vida privada eran entes separados, sin embargo, al avanzar
en el análisis de las entrevistas, revelaron la contradicción que
esto suponía.
[…] lo que nos juntaba era la pareja, la familia, la ideología, la revolu-
ción. Todo. Nosotros cuando decidimos estar juntos era en todo, no, la
militancia es una cosa, los hijos son otra, la mujer es otra, era un com-
promiso completo […].
Esto dijo Cristina, emocionada, sobre la vida junto a su marido,
sus proyectos. Esa frase quedó allí, transcripta junto con las
demás entrevistas realizadas. El trabajo fue tomando forma,
y luego de varias reescrituras, correcciones, las entrevistas se
volvieron a analizar, y ahí estaba Cristina, pidiendo que la vol-
viéramos a escuchar.
La militancia era un proyecto de vida, que llevaban ade-
lante desde todos los aspectos de la misma. En el trabajo, en
la facultad, en sus casas, con sus parejas, con sus hijos. Parejas,
muchas formadas al calor de la militancia, con ideas comunes,
con hijos criados en el fragor de la lucha. Ahí estaba el TODO del
que hablaba Cristina.
Mientras la represión no acechó, ese “todo” era una festa,
con ilusiones compartidas, como muchos testimonios reflejan.
Cuando el terror se convirtió en máquina persecutoria, no hubo
un replanteo de ese “todo”, se siguió adelante. Viviendo al límite
del peligro, siguieron militando desde la clandestinidad.
Los testimonios sirvieron también para despejar algunas
fantasías previas, aún en medio de tanta vorágine buscaban la
manera de hacer la vida placentera, eran seres humanos atra-
vesados por una particularidad, pero que no los deshumaniza-
ba. Se enamoraban, reían, festejaban, como todo el mundo.
Los testimonios mostraron también una situación comple-
ja. Muchos entrevistados se encargaron de aclarar y de diferen-
ciar a los militantes que formaban parte del brazo armado de
la Organización y a los que solo eran cuadros políticos. Están de
acuerdo en que eran una gran masa que perseguía objetivos
comunes, pero insistieron en diferenciar al militante que tomó
las armas del que no. También se encargaron de aclarar que la
represión no hacía esta diferenciación. Pero por una cuestión
de respeto con los entrevistados fue necesario plantear esa
cuestión. Hay una línea divisoria muy fna, y muchas veces de
difícil explicación. Se optó por aclarar la agrupación de base del
entrevistado, JP, JUP, JTP en los casos de los militantes del brazo
político, y en cuanto a Ana, la única entrevistada que formó par-
te del brazo armado, poner ex militante montonera. Hay que
dejar en claro que Mariano no hizo este tipo de distinciones.
También es importante aclarar que unifcando criterios se de-
cidió utilizar el nombre de pila de todos los entrevistados, aun-
que algunos permitieron la utilización de su nombre completo.
Esta investigación no pretende hacer un juicio de valor, ni
mucho menos. No es el objetivo cuestionar lo acertado o no de
la vida en clandestinidad de los militantes montoneros, más
bien intenta mostrar una parte de la historia, más pequeña,
más humana, pero de importancia superlativa para compren-
der los años que nos atravesaron como país y dejaron una mar-
ca imborrable en la sociedad.
image/svg+xml
23
Revista de Historia Oral
Revista de Historia Oral
23
En guardia. La vida en
la clandestinidad de los
militantes montoneros
Natalia Vázquez
Este trabajo aborda a través de testimonios
orales la vida cotidiana de los militantes mon-
toneros durante su vida en la clandestinidad.
El origen de la organización y su accionar ha
sido ampliamente estudiado y debatido; sin
restarle importancia a esa línea de investig-
ación, decidimos acercarnos a un lugar poco
conocido, el día a día del militante y cómo
lograba sortear los peligros del terrorismo de
Estado. Sin embargo, creemos necesario inclu-
ir un breve contexto histórico sobre los convul-
sionados años 60 y sus consecuencias. De esta
manera, intentamos mostrar cuáles fueron las
circunstancias que hicieron de la juventud un
factor de cambio y ruptura que desencadenó,
entre muchas otras cosas, en la formación de
organizaciones guerrilleras en nuestro país
y la fundación de Montoneros en particular.
El origen del trabajo surge de un cuestion-
amiento personal, tratar de entender ¿cómo
fusionaban su trabajo, su familia, sus parejas
con su militancia? ¿cómo unían dos mundos
al parecer tan distintos? El desarrollo de la in-
vestigación y sobre todo el testimonio de los
protagonistas marcarán el error que conlleva
tratar de separar la vida privada del militante
de su vida política.
On guarde. Life in hiding
of montonero activists
Natalia Vázquez
This piece of work will narrate through oral tes-
timonies everyday life of montonero activists
during their life in hiding. We do not want to
minimize the organization´s origin and policy,
but it has been widely studied and debated.
Therefore, we have decided to shed some light
on something a bit unknown: everyday life of
the activists and how they managed to avoid
the dangers of State terrorism. However, we
think it is necessary to include a historical
summary of the disrupting 60s and its conse-
quences. In this way, we will try to explain the
circumstances that turned young people into
an element of change and rupture that created,
among other things, guerrilla organizations in
our country and the creation of Montoneros
specifcally. The origin of this piece of work is
related to a series of personal questions, how
did they relate their work, family and personal
relationships with their political affliation?
How did they join two worlds that seemed so
different? The development of this investiga-
tion and the testimony of those who played a
leading role will highlight the mistake of trying
to separate the activist´s private life with his/
her political life.
Em guarda. A vida na
clandestinidade dos
militantes “montoneros”
Natalia Vázquez
Este trabalho aborda, por meio de depoimen-
tos orais, o cotidiano dos militantes “monto-
neros” durante sua vida na clandestinidade. A
origem da organização e suas ações tem sido
amplamente estudada e debatida; Sem dimi-
nuir a importância dessa linha de investigação,
decidimos nos aproximar de um lugar pouco
conhecido, a vida cotidiana do militante e como
ele conseguiu evitar os perigos do terrorismo de
Estado. No entanto, acreditamos ser necessário
incluir um breve contexto histórico sobre os con-
vulsionados anos 60 e suas consequências.
Desta forma, tentamos mostrar quais foram as
circunstâncias que fzeram da juventude um
fator de mudança e ruptura que desencadeou,
entre muitas outras coisas, na formação de
organizações guerrilheiras em nosso país e na
fundação de “Montoneros” em particular. A ori-
gem do trabalho surge de um questionamento
pessoal: tentar entender ¿como eles fundiram
seu trabalho, sua família, seus casais com sua
militância?¿como eles uniram dois mundos apa-
rentemente diferentes? O desenvolvimento da
investigação e, especialmente, o testemunho
dos protagonistas marcará o erro que implica
tentar separar a vida privada do militante de sua
vida política.
Documentos obtenidos en internet
————— ————— ————— ————— ———----—— ———— ————— ———
AAVV “Años 60: La rebelión juvenil” Disponible en línea en: http:/
/
www.tdx.cat/bitstream/10803/8914/10/9
.
Decreto 4161 de prohibición de propaganda peronista. Disponi-
ble en línea en: http://archivohistorico.educ.ar/content/decreto-
4161-de-prohibición-de-propaganda-peronista.
WALSH, R. Carta a mis amigos. 29 de diciembre de 1976. Disponible
en línea en: http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article34
Revistas
————— ————— ————— ————— ———----—— ———— ————— ———
Revista
Cristianismo y Revolución
. Año I, N
° 1, Buenos Aires,
septiembre 1966.
Revista
Evita Montonera
. Año I, N
° 1, Buenos Aires, diciembre, 1974.
Revista
La causa peronista
. Año I, N
° 9, Buenos Aires, septiembre, 1974.
Diarios
————— ————— ————— ————— ———----—— ———— ————— ———
Diario Clarín,
“Un toque de atención para la solución argentina de
los problemas argentinos”. Año 25, número 8750, Buenos Aires, 30
de mayo de 1970.
Testimonios Orales
(todas las entrevistas fueron
realizadas por la autora)
————— ————— ————— ————— ———----—— ———— ————— ———
Ana, alrededor de 60 años, ex militante montonera, CABA, 30 de
diciembre de 2015.
Berta, alrededor de 60 años, ex militante del frente barrial, Lomas
de Zamora, Buenos Aires, 04 de enero de 2016.
Cristina, alrededor de 60 años, ex militante de la Juventud Peronis-
ta, CABA, 23 de octubre de 2015.
Liliana, alrededor de 60 años, ex militante de la Juventud Trabaja-
dora Peronista, Lomas de Zamora, Buenos Aires, 04 de enero de
2016.
Mariano, alrededor de 30 años, hijo y sobrino de ex militantes
montoneros, CABA, 10 de septiembre de 2015.
Marisa, alrededor de 60 años, ex militante de la Juventud Universi-
taria Peronista, Martínez, Buenos Aires, 16 de enero de 2016.
Mimí, alrededor de 60 años, ex militante de la Juventud Traba-
jadora Peronista, Lomas de Zamora, Buenos Aires, 07 de enero
de 2016.