RAMAL QUE PARA, FERROVIARIOS QUE LUCHAN
El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).
Francisco Kanovich. [55 -92]
organizativas de la huelga de 1991. Esta última resultó un triunfo, pero solo en el terreno de la reivindicación
salarial y de las condiciones de trabajo.
¿Se ganó o se perdió la huelga de los fraternales? No vas a encontrar dos ferroviarios que piensen lo
mismo. Fue una lucha política, pero en el terreno de lo reivindicativo. Cuando el gobierno empezó a
despedir de a miles, fue una huelga reivindicativa por la reincorporación de los cesantes. Cuando terminó
el conflicto lo consideramos un triunfo. Porque en los últimos días veníamos desgastados. En ese momento
todos teníamos la sensación de que había sido un triunfo, porque después de tanto sacrificio, logramos
quebrarles la voluntad. Pero no sabíamos lo que se nos venía. (Germán Kallsen, 2024)
A diferencia de los conflictos de 1990, en 1991 la huelga fue solo de la gran mayoría de las seccionales
metropolitanas de La Fraternidad, las seccionales locales del FC Roca y el FC Sarmiento de Señaleros, y la
seccional Victoria y los talleres de Rosario de la UF. Aunque tuvo apoyos políticos populares, entre ellos el apoyo
pasivo de APDFA, se mantuvo aislada en su reclamo salarial, que evidentemente fue el que más convocó y
movilizó a sus bases. Tal vez estas no tenían la suficiente consciencia del impacto sobre su propia actividad que
traerían las privatizaciones.
Según Cena: “Una limitación importante, desde mi punto de vista, fue no tener total consciencia de la
magnitud del proyecto liquidacionista que estaba decidido a impulsar y aplicar el gobierno de Menem. En
realidad eran pocos, se podría decir que apenas una vanguardia entre las filas ferroviarias, los que tenían noción
de que detrás de la dureza gubernamental se preparaba una ofensiva en todos los terrenos, y menos que menos,
de la magnitud que ésta alcanzaría. Es que esta consciencia no era patrimonio de toda la base ferroviaria, y así
se terminaba reduciendo el reclamo sólo al terreno económico y gremial: salarios y cesantes. Habría sido de
mucha importancia contar con esa claridad en esos momentos”. (Cena, 2009, p. 369)
Esta falta de dimensión se vuelve evidente en un hecho paradójico: el gobierno encontró, durante la
huelga de 1991 donde los ferroviarios tenían su punto más alto de solidez organizativa y decisión de luchar, el
momento ideal para avanzar en su plan de reformas. Tras el cierre de ramales que anunció Cavallo el 5 de marzo,
el menemismo creyó oportuna la excusa del enfrentamiento para reestructurar la empresa. Esta reforma estaba
planeada hacía mucho tiempo.
“El presidente Carlos Menem reveló ayer que se pondrá en funcionamiento un servicio ferroviario
urbano y suburbano; a cargo de “una empresa que se está constituyendo”, aseguró que los trabajadores que sigan
en huelga, “lamentablemente se van a quedar sin trabajo”. En tanto los huelguistas continuaron ayer sin deponer
las medidas de fuerza. Este fue el tema principal del encuentro de ayer de la Comisión Técnica de Privatización
de Ferrocarriles, en la que participaron, entre otros, el subsecretario de Privatizaciones, Mario Guaragna, José
Pedraza, por la Unión Ferroviaria, el diputado nacional Gualberto Venezia y asesores de la empresa ferroviaria.
Pero en dicha reunión, nadie estaba al tanto de anuncio presidencial que acelera los tiempos de la
creación del nuevo ente. El personal para conducir los trenes saldrá de “de todos aquellos que quieran trabajar”.
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