Voces Recobradas. Revista de Historia Oral/45 (12/2025)  
ISSN 1515 - 1573 | RNPI 5229484  
RAMAL QUE PARA, FERROVIARIOS QUE  
LUCHAN.  
El enfrentamiento de los trabajadores del riel al  
proyecto de privatizaciones del menemismo  
(1989 – 1992)  
Francisco Kanovich  
Profesor de Educación Superior en historia  
I.S.P. “Dr. Joaquín V. González”  
Ramal que para…  
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RAMAL QUE PARA, FERROVIARIOS QUE LUCHAN  
El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
Francisco Kanovich. [55 -92]  
Palabras clave: Movimiento Obrero Organizado - Ferrocidio - Privatizaciones - Lucha antiburocrática -  
Neoliberalismo  
Resumen: Ramal que para, ferroviarios que luchan…  
Este artículo reconstruye, a partir de fuentes documentales, periodísticas, sindicales y testimonios orales  
de trabajadores de base, las luchas ferroviarias entre 1989 y 1992 contra la privatización menemista. Sus  
protagonistas son los maquinistas, señaleros, trabajadores de estaciones y profesionales de la dirección de la  
empresa estatal, obreros de carne y hueso que articularon una conducción paralela a la burocracia cómplice.  
Frente a la propuesta de desguace de la infraestructura ferroviaria, los trabajadores del riel innovaron en  
una estrategia creativa de confrontación, acompañados por otros varios actores sociales. El enfrentamiento  
estuvo marcado por una alta conciencia política, no se limitó a la mera discusión sindical.  
El trabajo indaga en la derrota de esta lucha, preludio imprescindible del “Ferrocidio”, para comprender  
cómo y por qué el Movimiento Obrero Organizado, actor central del siglo XX argentino, fue relegado a un rol  
secundario en el escenario político. El proyecto neoliberal reconfiguró la economía y quebró, en poco tiempo,  
un entramado de poder social, cultural y simbólico forjado durante décadas por la clase trabajadora. Más allá de  
la derrota, se busca recuperar el legado de valiente organización que, aunque debilitado, resurgió en las formas  
de lucha de fines de los años noventa y dejó una referencia aún vigente. Se busca interrogar el presente y abrir  
claves para pensar horizontes alternativos en un tiempo marcado por nuevas ofensivas neoliberales.  
Keywords: Organized Labor Movement – Ferrocidio – Privatizations – Anti-bureaucratic Struggle –  
Neoliberalism  
Abstract: Railway Lines Halted, Workers in Struggle…  
This article reconstructs, based on documentary, journalistic, and union sources, as well as oral  
testimonies from rank-and-file workers, the railway struggles between 1989 and 1992 against Menem’s  
privatization policies. The protagonists were train drivers, signal operators, station workers, and professionals  
from the state-owned company’s management—flesh-and-blood workers who built a parallel leadership to the  
complicit union bureaucracy. In response to the proposed dismantling of railway infrastructure, railway workers  
devised a creative strategy of confrontation, supported by several other social actors. The struggle was marked  
by a high level of political awareness—it was not limited to mere union disputes.  
The paper examines the defeat of this struggle, an essential prelude to the so-called “Ferrocidio”  
(Railroad Killing), to understand how and why the Organized Labor Movement, a central actor in 20th-century  
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Argentina, was pushed into a secondary role in the political arena. The neoliberal project reshaped the economy  
and quickly dismantled a network of social, cultural, and symbolic power built over decades by the working class.  
Beyond the defeat, the article seeks to recover the legacy of courageous organization which, though weakened,  
resurfaced in the forms of struggle in the late 1990s and remains a living reference. It aims to interrogate the  
present and open paths to imagine alternative horizons in a time marked by new neoliberal offensives.  
Palavras-chave: Movimento Operário Organizado – Ferrocídio – Privatizações – Luta antiburocrática –  
Neoliberalismo  
Resumo: Quando o ramal para, os ferroviários lutam…  
Este artigo reconstrói, a partir de fontes documentais, jornalísticas, sindicais e de testemunhos orais de  
trabalhadores de base, as lutas ferroviárias entre 1989 e 1992 contra a privatização promovida pelo governo  
Menem. Seus protagonistas foram maquinistas, operadores de sinal, trabalhadores de estações e profissionais da  
direção da empresa estatal — operários de carne e osso que articularam uma liderança paralela à burocracia  
sindical cúmplice. Diante da proposta de desmonte da infraestrutura ferroviária, os trabalhadores dos trilhos  
desenvolveram uma estratégia criativa de confronto, acompanhados por diversos outros atores sociais. O  
enfrentamento foi marcado por uma forte consciência política, não se limitando a uma simples disputa sindical.  
O trabalho investiga a derrota dessa luta, prelúdio imprescindível do chamado “Ferrocídio”, para  
compreender como e por que o Movimento Operário Organizado, ator central do século XX argentino, foi  
relegado a um papel secundário no cenário político. O projeto neoliberal reconfigurou a economia e, em pouco  
tempo, desmontou uma rede de poder social, cultural e simbólico forjada durante décadas pela classe  
trabalhadora. Para além da derrota, busca-se recuperar o legado de organização corajosa que, embora  
enfraquecido, ressurgiu nas formas de luta do final dos anos 1990 e ainda hoje permanece como referência.  
Pretende-se interrogar o presente e abrir caminhos para pensar horizontes alternativos em um tempo marcado  
por novas ofensivas neoliberais.  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
Francisco Kanovich. [55 -92]  
RAMAL QUE PARA, FERROVIARIOS QUE LUCHAN.  
El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 –  
1992)  
“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no  
tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia  
colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños  
de todas las cosas”.1  
Rodolfo Walsh.  
La derrota de una cultura centenaria  
Los trabajadores ferroviarios cumplieron durante el siglo XX una función estructural que determinó su  
posicionamiento político e identidad. En palabras de Beba Balvé, su rol en la producción “les dio el carácter de  
obreros colectivizados.  
La historia del ferrocarril es la historia de la unidad territorial de la nación. Los obreros ferroviarios son  
producto de la articulación de la totalidad del territorio nacional. Hacen a la identidad del pueblo argentino.  
Expresan un entramado de relaciones sociales y políticas” (2009, p.17).  
Desde 1960, los grandes grupos económicos consideraron al sistema ferroviario obsoleto y deficitario.  
La red nacional de trenes, antes infraestructura fundamental del desarrollo productivo interno industrial, se  
convirtió discursivamente en un gasto innecesario (Felder, 2007). Planes como Larkin (1961) y Terragno (1987)  
buscaron reducir drásticamente las vías y trabajadores, pero no lograron llevarse adelante por la resistencia obrera  
(Müller, 2018).  
Entre 1960 y 1990 la red ferroviaria fue sometida a un proceso de desinversión y falta de mantenimiento,  
relegando a los ferrocarriles a la marginalidad del sistema de transporte, frente al sistema automotor que entraba  
en auge. Los ferroviarios, que habían construido una posición de poder y reconocimiento social -el "espíritu  
ferroviario" denominado por Juan Carlos Cena - lucharon incansablemente contra el desguace, desde la histórica  
huelga de 1961 (Cena, 2009). Este trabajo estudia la derrota, en la década de 1990, de una cultura obrera  
centenaria.  
El menemismo se propuso eliminar el rol rector del Estado en sectores estratégicos. Las consecuencias  
fueron drásticas: los empleados pasaron de 95.000 (1989) a 17.000 (1994), una reducción del 82,1%. Las  
estaciones funcionales cayeron 64% y la extensión operativa de 47.000 a 10.000 km. Los servicios interurbanos  
desaparecieron prácticamente, manteniéndose solo el área metropolitana y cargas de exportación, concesionados  
1 “Citado en Semanario de la CGT de los Argentinos, en 1969.  
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a grupos como Aceitera General Deheza, el Grupo Fortabat (Loma Negra) y Techint. (Cordero Polhudka,  
2016).  
La reestructuración económica menemista fue profunda. En la década de los 90, el capital financiero  
dispuso una modificación de las actividades productivas principales y de la distribución de la población en  
términos de ocupación e ingresos. Esto cambió radicalmente y en poco tiempo la composición de las clases  
sociales en el país. Quedaba atrás la mayoritaria clase obrera del ciclo industrial (1930 – 1976), ocupada en  
actividades productivas y en servicios urbanos, empleada en gran porcentaje por el gran capital concentrado  
nacional e industrial, y representada y defendida por sindicatos con un rol definitivo en el diseño institucional  
(Carrera, 1997).  
En el ciclo financiero (1976 – actualidad), crecieron el empleo precario y flexible, el cuentapropismo (y  
los pequeños propietarios pobres), y se dieron niveles de desocupación jamás antes vistos; mientras que la  
actividad productiva perdió peso, las economías regionales se debilitaron de forma progresiva y permanente, y la  
especulación financiera pasó a ser la principal atracción para las inversiones. El período del desarrollo industrial,  
el crecimiento económico nacional con distribución del ingreso y el poder de decisión política de los trabajadores  
en el marco de esa estructura económica había desaparecido (Donaire y Rosati, 2008).  
La introducción de tecnología industrial alteró las relaciones de poder también dentro de los  
establecimientos productivos. El ciclo industrial se caracterizaba por plantas compuestas por cientos o miles de  
trabajadores, con trabajo especializado realizado por obreros calificados, juntas internas de trabajadores con  
poder de decisión sobre el proceso productivo y con poder institucionalizado de negociación con las patronales.  
Esto se observaba con claridad en los grandes talleres de mantenimiento y reparación de los ferroviarios,  
desaparecidos después de las privatizaciones. El ciclo financiero debilitó radicalmente este poder mediante la  
automatización y robotización, convirtiendo a los trabajadores en auxiliares de máquinas reemplazables, con  
mucho menos poder de negociación y representación.  
Pero la introducción de estas transformaciones estructurales habría sido imposible de lograr si no se  
hubiera librado una batalla cultural, política e ideológica que alteró la opinión pública, para construir un nuevo  
consenso social. Era preciso modificar la correlación de fuerzas histórica, venciendo ideológicamente y  
desarticulando políticamente a aquellos sectores cuyo poder y aceptación social resultaban un estorbo para la  
nueva Argentina. Era necesaria una estrategia política determinada. Los grandes grupos económicos  
encontraron esa estrategia en el menemismo, que utilizó el aparato del PJ y sus alianzas históricas. Vinculándose  
con el sindicalismo burocratizado, incluyó a principales sindicalistas en el esquema privatizador (Torre, 1998).  
La mercantilización del corporativismo gremial transformó a sindicatos en empresas. Específicamente,  
la Unión Ferroviaria consiguió la gestión de ramales interurbanos de la Provincia de Buenos Aires. El histórico  
sindicato abandonaba la defensa de trabajadores para ocupar el rol patronal.  
¿Cómo fue posible que una de las organizaciones que encarnaba ese “espíritu ferroviario” se convirtiera  
en partícipe imprescindible de las reformas que desguazaron a los ferrocarriles? ¿Cómo se logró derrotar ese  
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entretejido social que, con una identidad consolidada, con un posicionamiento firme y con un poder político  
construido, se venía resistiendo con éxito a los planes de los grandes grupos económicos?  
Esta investigación se propone indagar sobre por qué fue en este momento histórico que la burguesía,  
representada por el gobierno menemista, logró quebrar a los ferroviarios, desarticulando el peso de una  
organización centenaria que había logrado un lugar de decisión y reconocimiento en el escenario político  
nacional. Entre 1989 y 1992, los trabajadores de base del riel lucharon heroicamente, demostrando el poder y la  
coherencia de su “espíritu ferroviario”. A pesar de su maravillosa gesta, última expresión histórica de lo que  
representaron los ferroviarios argentinos, fueron derrotados. La derrota resultó necesaria para hacer efectivo el  
avance de las privatizaciones y la destrucción de la red nacional de ferrocarriles.  
Se intenta analizar el método organizativo de los trabajadores y el contenido político de sus consignas.  
Se examina su grado de conciencia sobre qué enfrentaban, su potencialidad, limitaciones y los motivos de la  
derrota.  
Desde la asunción de Menem, las direcciones sindicales acompañaron las privatizaciones y al gobierno.  
Sin embargo, los trabajadores se organizaron en seccionales de base construyendo una institucionalidad gremial  
paralela. Alcanzaron logros históricos enfrentando simultáneamente a la empresa estatal, al gobierno y a sus  
propios representantes sindicales  
Esta organización se pudo articular más allá de las diferencias políticas, e inventó formas de dirección  
espontáneas, y métodos de representación democráticos, así como mecanismos de discusión y comunicación en  
los que participaban todos los trabajadores involucrados desde sus asambleas.  
El conflicto tiene avances y retrocesos en relación a la conciencia política: momentos de lucha  
reivindicativa por salarios, higiene y seguridad, y preservación de fuentes de trabajo; y momentos de lucha política  
directa contra el plan neoliberal, las privatizaciones y el Estado. Se analiza cómo la variación del contenido  
político impactó en la derrota que abrió paso al ferrocidio.  
Se tendrán en cuenta las categorías construidas por Iñigo Carrera para el análisis de la lucha de clases en  
la Argentina de la década de 1990. Este autor analiza la lucha de clases en función del grado de conciencia  
política desarrollada por los trabajadores, distinguiendo las luchas reivindicativas o “defensivas” de las políticas  
u “ofensivas”. Para Carrera el desarrollo de la conciencia de los trabajadores no es teórico sino práctico, se  
construye en la medida en que se lucha y se realiza la experiencia histórica (Carrera, 1997).  
La reconstrucción documental de esta investigación fue amplia y diversa. La fuente principal son los  
boletines de huelga de 1989 a 1992 de la Comisión Intersindical Ferroviaria, así como sus panfletos en marchas,  
documentos y comunicados. También se reconstruyó la información a partir de los periódicos de la época: se  
utilizan fragmentos de notas de Crónica, Página 12, Clarín y Nuevo Sur, así como de la prensa partidaria,  
especialmente Solidaridad Ferroviaria y Solidaridad Socialista (periódicos del MAS) y Prensa Obrera (periódico  
del Partido Obrero).  
Aportaron a esta construcción los documentos oficiales de leyes y decretos, así como las disposiciones  
legales tanto del Estado como de los sindicatos durante las huelgas. Finalmente, se utilizan fotografías, que no  
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resultan solamente ilustrativas sino que aportan enormemente a la reconstrucción histórica de estos hechos,  
constituyendo uno de los aspectos más valiosos de este trabajo. Estas fueron obtenidas de los diarios y del  
Archivo Nacional de la Memoria.  
Es propósito de este trabajo responder al interrogante de cómo fue posible que se haya relegado al  
Movimiento Obrero Organizado a un rol secundario en el diseño de políticas públicas y en la construcción de  
acuerdos a nivel nacional. Qué fue lo que quebró un espíritu tan consolidado como el del pueblo ferroviario,  
cómo se logró esa derrota, para aportar a entender de qué manera los grandes grupos económicos lograron  
desvirtuar en tan poco tiempo en la Argentina los valores, costumbres, ideas y representaciones simbólicas  
colectivas de la clase trabajadora y del conjunto de la población argentina, transformando para siempre las  
relaciones sociales.  
Pero también se intentará recuperar la Historia reciente para mostrar la valentía, la convicción, la  
capacidad de organización y la elevada conciencia política de la clase obrera de este entonces. Porque a pesar de  
esa significativa derrota política, su lucha marcó un legado que, si bien debilitado, se recuperó en los novedosos  
métodos de lucha de fines de la década en los enfrentamientos en los que logró vencer políticamente al proyecto  
neoliberal. Ese legado es una referencia aún viva, capaz de iluminar proyectos de un futuro diferente, que resulta  
imprescindible en los oscuros tiempos que nos toca vivir en nuestros días, y por eso se lo busca recuperar en estas  
páginas.  
El nacimiento de una generación de luchadores  
El Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) buscó desmovilizar a los trabajadores. La  
desaparición de miles de activistas intentó eliminar cuadros políticos y atemorizar a la clase obrera combativa.  
Las transformaciones estructurales pretendidas requerían una alteración de la correlación de fuerzas políticas.  
Sin embargo, la dictadura no logró desarticular la tradición de lucha.  
En el 76 tuvimos un golpe muy fuerte con la desaparición de 100 compañeros ferroviarios, la mayoría  
muy buenos activistas. El Movimiento Obrero sufrió un golpe muy fuerte. Pero no fue una derrota. Nos  
reorganizamos (Rubén “el Pollo” Sobrero, 2024)2.  
Los milicos no llegaron a cortar totalmente el hilo rojo de la experiencia anterior, que viene desde la  
Resistencia Peronista hasta el 76 (Germán Kallsen, 2024)3.  
2 Rubén “el pollo” Sobrero es Secretario General de la seccional Oeste de la Unión Ferroviaria, del FC Sarmiento y un dirigente político  
de Izquierda Socialista. Fue y es un militante político-sindical antiburocrático y dirigente genuino de los trabajadores. Participó en las  
luchas contra la privatización de ENTEL, cuando era telefónico. Aportó en su entrevista una mirada valiosa sobre la situación general  
del Movimiento Obrero Organizado, y aportó datos de contacto de compañeros que resultaron importantes para la investigación.  
3 Germán Kallsen fue trabajador ferroviario. Fue militante de base de la UF, y militante político del MAS. En 1986 fue elegido como  
Secretario Adjunto de la Comisión Ejecutiva de la Seccional Temperley de la Unión Ferroviaria. Tuvo un rol destacado durante la  
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Entre 1955 y 1976 la clase trabajadora logró un nivel histórico de participación política, autonomía e  
intervención en los asuntos principales de la política nacional, con un peso político propio. Los programas de  
La Falda y Huerta Grande, la CGT de los Argentinos, el Cordobazo (1969) y la huelga general que desplazó a  
Rodrigo y López Rega (1975) demuestran el rol revolucionario que una parte de la clase estaba dispuesta a  
ocupar. La dictadura no logró ese olvido por no poder evitar el recambio generacional.  
El ferroviario ya no ocupaba el lugar de antes porque el ferrocarril no ocupaba el lugar de antes. Y eso es  
lo que vino a modificar la juventud: reemplazamos a esa generación que parecía derrotada. En esta nota  
a Solidaridad Ferroviaria, del 91, yo afirmé “Somos el embrión de un nuevo sindicalismo, con los viejos  
métodos de la democracia sindical”. Porque era eso lo que nos proponíamos, y por eso digo que fuimos el  
recambio generacional, fuimos la memoria de la generación que nos quitaron en la dictadura. (Jorge  
Ramaglia, 2024)4  
En 1981 se creó la primera Comisión Interferrocarrilera entre los cuatro sindicatos del riel (UF, La  
Fraternidad, Señaleros y APDFA), institución paralela por la prohibición dictatorial a la actividad sindical. Con  
el avance del Movimiento Obrero, esta Comisión avanzó hacia la lucha política contra el régimen, constituyendo  
un antecedente crucial de los años 90.  
En los años 80, con el retorno a la democracia, se normalizaron los gremios. No estaban muertas las  
viejas tradiciones del Movimiento Obrero, ahora aparecían otros dirigentes para encarnarlas. En La  
Fraternidad, que tenía históricamente un método de organización muy democrático, se dio que los  
foguistas [cargo de menor rango que los maquinistas] comenzaron a formar parte de ese clima, ya no se  
callan, participan de las asambleas, nace una nueva camada de dirigentes. (Edgardo Reynoso, 2024)5  
experiencia de los “Trenes de la Resistencia” de 1990, en donde lideró actos en los pueblos y se convirtió en orador público. Fue  
interlocutor de la Comisión Intersindical Ferroviaria frente a figuras políticas, convirtiéndose en dirigente de este conflicto. También  
acompañó la huelga de su sindicato hermano, La Fraternidad, en 1991  
4 Jorge Ramaglia fue un dirigente ferroviario de base de La Fraternidad. Ingresó al FC Roca en 1981 como foguista y estudió para ser  
maquinista. Fue parte de la primera camada de conductores de tracción eléctrica. Fue elegido delegado de la Seccional Temperley de la  
Fraternidad y combatió activamente la corrupción y el entreguismo de la burocracia de su sindicato. Se convirtió en un referente y  
dirigente para sus compañeros, liderando la heroica huelga de 1991.  
5 Edgardo Reynoso es trabajador ferroviario de la ciudad de Bragado. Ingresó al FC San Martín como peón y luego fue cambista y auxiliar  
en talleres de carga. Trabajó también en el FC Sarmiento y fue cesanteado en dos ocasiones, 1982 y 1993, y reincorporado las dos veces.  
Militó gremial y políticamente en la UF, desde el PST, el MAS, y actualmente Izquierda Socialista. Fue un luchador incansable desde  
adolescente y lo continúa siendo.  
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La electrificación de dos ramales del FC Roca contribuyó al recambio generacional. El ingreso de  
maquinistas jóvenes sacudió viejas estructuras.  
La electrificación cambió al ferrocarril. No solo porque mejoró notablemente el servicio de transporte,  
sino porque permitió el acceso de una camada de juventud a nuevas funciones. Los foguistas diésel  
pasaron a ser maquinistas. Y nosotros, de la UF, pasamos a ser mecánicos. En Temperley se dieron dos  
lugares claves: el depósito de coches de Lavallol, que es un taller de mantenimiento liviano con 250  
personas, y la base de Temperley con 60 compañeros. Todo eso fue juventud. (Germán Kallsen, 2024)  
El alfonsinismo continuó planes privatizadores con el Plan Terragno (1987), no aplicado por debilidad  
política. La generación heroica de los sesenta no tenía fuerzas para lo que vendría. Los "viejos vetustos  
desmoralizados", en palabras de Ramaglia, tenían experiencia pero poca energía. La juventud tenía convicción y  
voluntad pero carecía de experiencia política. Este intercambio produjo el recambio generacional.  
Trabajar en el ferrocarril era un espacio de formación no solo laboral, sino política. Los compañeros  
históricos nos contaban sus luchas, la Huelga del 61´, las anécdotas históricas. Los viejos transmitían  
una cultura clasista, que nos formaba (Germán Kallsen, 2024).  
Se dio un recambio generacional, donde los viejos aportaban el conocimiento y los jóvenes las ganas de  
luchar (Edgardo Reynoso, 2024).  
Esta generación se propuso ocupar espacios sindicales. La Fraternidad mantenía una estructura  
democrática: cada seccional votaba delegados que formaban un Congreso Nacional con poder de decisión. Los  
jóvenes fueron reemplazando dirigentes de seccionales, convirtiéndose en nuevo poder dentro de La Fraternidad.  
Yo tenía 29 años. Salí entre los últimos adjudicados para los cursos de trenes eléctricos. En el curso que  
duró 8 meses nos conocimos entre varios compañeros y las relaciones que hicimos ahí fueron importantes  
para la articulación que nos dimos en la conformación de las seccionales rebeldes. Había entre los viejos  
maquinistas una resistencia, tiraban todos para atrás. Nos costó mucho llegar a la Seccional Temperley  
por esta resistencia. En 1988, me votaron como delegado para el 65° Congreso de la Fraternidad (Jorge  
Ramaglia, 2024).  
Esta nueva generación con entusiasmo por representar a sus compañeros y mantener la resistencia anti-  
ferroviaria fue protagonista de las heroicas luchas de 1989-1992.  
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El bautismo de fuego: La huelga de los fraternales de 1989  
Solidaridad socialista. 19 de diciembre de 1989. Imagen de tapa.  
Menem asumió el 8 de julio de 1989 en un contexto hiperinflacionario y de crisis de representatividad.  
Su discurso fue un engaño: "Revolución productiva" y "salariazo" prometía; privatizaciones y relaciones carnales  
con EEUU ejecutó (Novaro y Palermo, 2004).  
El 23 de agosto de 1989 se sancionó la Ley N° 23.696 de Reforma del Estado, y el 1° de septiembre la Ley N°  
23.697, de Emergencia Económica. Entre ambas se reglamentaba la privatización y concesión de las empresas  
estratégicas del Estado, promoviendo la desaparición del rol rector e interventor de la economía que dejaba atrás  
al ciclo de acumulación industrial. La lucha contra el déficit fiscal era la prioridad del gobierno.  
El Decreto 666/89 establecía la fragmentación de Ferrocarriles Argentinos en un conjunto de empresas  
con un plazo de 180 días, la concesión de una serie de ramales a los que se convocaba a una licitación a grupos  
privados, con la explícita salvedad de que los ramales estratégicos de carga de la Pampa Húmeda debían convocar  
a una “licitación internacional”, la provincialización y municipalización de un conjunto de ramales, y la necesidad  
de racionalizar gastos y desinvertir. El objetivo era que el funcionamiento del transporte se autofinanciara y no  
resultara deficitario para el Estado Nacional.  
La Unión Ferroviaria participó, a través de José Ángel Pedraza, de la redacción del decreto. El vínculo  
entre el gobierno “peronista” y los sindicatos se afianzaba. Los trabajadores, que en gran medida habían votado  
al gobierno, se sentían traicionados. Pero tenían poca capacidad de reacción frente a un presidente que acababa  
de asumir, que parecía reunir consenso social y que se mostraba como la única alternativa posible frente a la  
delicada situación económica que dejaba el fracaso alfonsinista. En diciembre, se activó la primera señal de  
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resistencia: además de la preocupación por las reformas, se sumaba el deterioro del salario y de las condiciones  
de vida, que, lejos de recuperarse, se pauperizaban tras el ajuste del gasto público.  
Habíamos llegado a un extremo, muchos compañeros conductores vendían diarios en el hall de  
Constitución. Los pasajeros no entendían si los diarieros manejaban los trenes, o los conductores vendían  
los diarios. El que vendía alfajores en el tren ganaba más que un maquinista. Todo ese deterioro pesaba  
en el humor de los compañeros. Estamos hablando de los conductores de los trenes, un sector históricamente  
muy bien remunerado. (Jorge Ramaglia, 2024)  
Frente a la inacción de la burocracia sindical, alineada con el gobierno, los trabajadores pasaron a la  
acción. La organización surgió de los maquinistas, a través de sus seccionales de base. Presionaron a la dirección  
de su sindicato, La Fraternidad, a decretar un paro. El detonante del reclamo fueron 300 despidos que hizo  
efectivos Ferrocarriles Argentinos. Frente a la amenaza del paro de los ferroviarios, Menem lanzó la icónica frase  
“Ramal que para, ramal que cierra”, que quedaría en la Historia sintetizando la privatización de la red de  
ferrocarriles. Sin embargo, los trabajadores no se dejaron amedrentar.  
“El gobierno quedó en la vía  
La organización interseccional se reactivaba, reproduciendo esa institucionalidad que se había creado en  
la clandestinidad durante la dictadura. Los trabajadores ferroviarios, a través de las seccionales de La Fraternidad,  
editaron espontáneamente un boletín de lucha, en el que llamaban a desconocer la conciliación obligatoria que  
la dirección de su sindicato había acatado. Llamaban a la movilización hacia el edificio de su dirección sindical,  
para reclamarles que activaran un paro por 24 horas y una movilización a la sede central de la CGT.”6  
Los fraternales lograron que su gremio convocara, lanzándose el 11 de diciembre de 1989 hacia la CGT,  
el Ministerio de Trabajo y Plaza de Mayo. Aunque el detonante fueron los 300 cesanteados y paritarias, las  
consignas demostraban motivos más profundos. El panfleto con cánticos coordinados incluía la firma de  
COMISIÓN INTERSECCIONAL y el escudo oficial del sindicato.  
6 El gobierno quedó en la vía (1989, 19 de diciembre) Solidaridad Ferroviaria. Prensa Obrera, 14/12/1989.  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
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Material de difusión de la Comisión Interseccional de La Fraternidad en la manifestación del 11 de diciembre de 1989.  
Archivo Jorge Ramaglia.  
Las consignas de los cantos, la firma de COMISIÓN INTERSECCIONAL y, a su vez, la inclusión  
del escudo oficial del sindicato, nos dan cuenta de una serie de elementos. Esto evidencia la autonomía de las  
bases y su poder político para organizarse a través de las seccionales, presionando a los dirigentes sin romper  
relaciones. Más allá de las reivindicaciones salariales, había una alerta sobre el plan privatizador, identificando  
enemigos: el Ministro Dromi y el City Bank. Las bases se mostraban orgullosas de encabezar el conflicto.  
El paro del 89 fue un bautismo de fuego contra el menemismo (Germán Kallsen, 2024).  
El paro resultó un éxito. Los trabajadores de base de La Fraternidad lograron que la dirección  
respondiera a sus reclamos. A su vez, consiguieron que el gobierno retrocediera con los cesanteados, humillando  
– hasta el momento – la promesa de Menem de enfrentar los paros.  
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El gobierno quedó en la vía. Solidaridad Ferroviaria. 19 de diciembre de 1989.  
Si bien el triunfo de los fraternales se daba en el ámbito reivindicativo, por lograr la reincorporación de  
los cesantes, también representaba un triunfo político. La demostración de fuerzas de los ferroviarios los  
fortalecería frente a lo que se daría el año siguiente. En el conflicto de diciembre de 1989, los trabajadores  
lograron la articulación de las seccionales y la refundación de la Comisión Interseccional como método  
organizativo, con independencia en relación a sus dirigentes.  
Esto representó el origen de una forma de lucha que se mantendría durante los próximos años. Al mismo  
tiempo, si bien el eje del conflicto no era la reforma privatizadora, sí se planteaba un enfrentamiento al gobierno,  
al cual se había logrado vencer a pesar de su amedrentamiento y beligerancia.  
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RAMAL QUE PARA, FERROVIARIOS QUE LUCHAN  
El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
Francisco Kanovich. [55 -92]  
En este “bautismo de fuego”, en palabras de Kallsen, los trabajadores de base tuvieron una primera  
experiencia de lucha frente al menemismo. Allí pudieron concluir que tenían fuerza política suficiente como  
para organizarse frente a los planes anti-ferroviarios del Estado; que contaban con el apoyo político de una parte  
de la población; y que habían surgido nuevos dirigentes con voluntad y valentía para organizarse y luchar.  
“Todo gran país cuenta con su ferrocarril, queremos un gran país”. La lucha directa y consciente de  
los trabajadores ferroviarios contra el plan de privatizaciones (1990)  
Movilización de la Coordinadora Intersindical Ferroviaria a la Plaza de Mayo. 22 de febrero de 1990.  
La experiencia histórica del 90 permite apreciar el valor de la unidad de clase, por sobre afiliaciones  
sindicales y pertenencias políticas. Se fue constituyendo en el ámbito ferroviario una forma poco común  
de autonomía y autogestión obrera frente al control patronal y el poder gubernamental. Expresaban un  
contrapoder, una forma embrionaria de poder obrero (Eduardo Lucita, 2024).  
El 8 de enero de 1990 salían los decretos 44, 45, 46, 47/1990, profundizando el Plan Ferroviario. El  
ferrocarril debía dejar de funcionar como inversión social articuladora del mercado interno, para funcionar solo  
en transporte de mercancías rentables para exportación (granos de la Pampa Húmeda) y pasajeros del Área  
Metropolitana.  
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El decreto 44/1990 eliminaba decenas de servicios interurbanos, suspendiéndolos inmediatamente sin  
plazo de reanudación hasta que cada concesionario decidiera, lo que jamás sucedió en muchos ramales. Los  
decretos 45, 46 y 47/1990 establecían la reubicación de 1500 trabajadores a la DGI, pase a retiro obligado de  
otros 1500 y despido de 1000 empleados jerárquicos de APDFA.  
Se produjo la inmediata movilización de las bases de APDFA. Sus trabajadores, preocupados, se  
comunicaron con los dirigentes fraternales, que venían de un reciente triunfo, para articular una manifestación  
para el 22 de enero en contra de la nueva batería de decretos.  
Esta movilización se efectuó con la participación de 2000 ferroviarios. En ella, por primera vez,  
coordinaban una acción en la calle trabajadores de La Fraternidad, UF, APDFA y Señaleros sin la convocatoria  
de ninguna de sus direcciones sindicales. Tres días después, nacía en un plenario de dirigentes la Coordinadora  
Intersindical Ferroviaria.  
Comisión de Prensa y Difusión de la Coordinadora Intersindical Ferrroviaria. 1° de febrero de 1990. Boletín de Lucha Ferroviario  
N°1.  
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RAMAL QUE PARA, FERROVIARIOS QUE LUCHAN  
El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
Francisco Kanovich. [55 -92]  
Esta organización representó un salto cualitativo en relación al método organizativo y a la conciencia  
política. La organización interseccional evolucionó hacia una institución compuesta por dirigentes de base de  
cada espacio de todos los sindicatos del riel, que se consideraba interlocutora válida frente al gobierno.  
El contenido de lucha se volvió decididamente político. Ya no mediaban reclamos sectoriales ni  
reivindicativos. Aunque el detonante fueron pases, jubilaciones forzosas y despidos, las consignas evidencian  
decisión de luchar enteramente contra el plan gubernamental: señalamiento de responsabilidad de grupos  
empresarios, llamamiento a unidad con otros sectores populares, preocupación por consecuencias sociales y  
económicas de la privatización en toda la sociedad; no solo la defensa de fuentes de trabajo.  
Los ferroviarios defendían políticamente la vigencia de la red nacional que el gobierno pretendía  
desguazar. Los trabajadores de carne y hueso, que todos los días hacían funcionar a los trenes del país, luchaban  
en forma directa contra la transformación de la estructura económica que perjudicaría al conjunto del pueblo  
argentino y desplazaría al Movimiento Obrero Organizado de su poder construido históricamente.  
El Boletín de Lucha Ferroviaria N°1 proponía actos masivos en cada pueblo con distintos actores sociales  
y gran marcha unitaria para mediados de febrero. Ambas propuestas se llevaron adelante. La creatividad  
ferroviaria dio luz a los "Trenes de la Resistencia". Durante febrero de 1990, los ferroviarios realizaron servicios  
no aprobados por la empresa hacia pueblos del interior bonaerense: Bolívar, Cuenca, Pergamino, 25 de Mayo,  
Mechita, Bragado, Villa Mercedes. Eran servicios interurbanos que el gobierno pretendía suspender.  
Convocaron a habitantes de cada pueblo coordinando actos en cada estación para que el tren no dejara de  
funcionar.  
Durante los viajes los miembros de la Coordinadora que participaban de ese recorrido repartían volantes  
explicativos y luego organizaban asambleas en cada vagón con la participación de los pasajeros. Una  
verdadera originalidad de esta experiencia. Se realizaban actos a los que se sumaban dirigentes políticos  
y legisladores ante la presencia muy numerosa de habitantes y usuarios de esas localidades. Esto permitió  
la coincidencia en la lucha de pobladores, usuarios y trabajadores ferroviarios. Fue una experiencia  
formidable, la organización que había que tener, y la responsabilidad que se asumía: si chocaba un tren  
íbamos presos de por vida, nos mandábamos sin autorización de la empresa. Había una coordinación  
muy fuerte entre los jefes de estación, los maquinistas y los señaleros. (Eduardo Lucita, 2024)  
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Acto en la estación de 25 de Mayo, en el marco de los “Trenes de la Resistencia”.  
Los ferroviarios capitalizaron la acción conjunta expresándola en Plaza de Mayo el 22 de febrero. Las  
burocracias sindicales vieron el apoyo y se vieron obligadas a participar, excepto UF, que no convocó por  
alineación menemista. La iniciativa logró traer ferroviarios del interior, trabajadores de otros gremios estatales  
(bancarios, telefónicos, Aerolíneas) y ciudadanos opositores a privatizaciones. Veinte mil personas colmaron la  
Plaza.  
La creatividad desplegada adquiría mayor visibilidad pública. La confluencia de sectores para la defensa  
común de un modelo de transporte para un modelo de país permitió expresiones diversas, con apelación a  
tradiciones y sentimientos populares, reflejadas en panfletos e intervenciones artísticas, en la marcha desde el  
Congreso hacia la Plaza de Mayo.  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
Francisco Kanovich. [55 -92]  
Marcha en Plaza de Mayo, 20 de febrero de 1990  
La movilización impactó tanto que legisladores de oposición (peronistas disidentes del "grupo de los 8",  
radicales, intransigentes, izquierda, partidos provinciales) llevaron al Congreso proyecto de suspensión temporal  
de los decretos 44, 45, 46 y 47/1990 el 1° de marzo de 1990, una semana después de la marcha unitaria.  
La fecha coincidía con la nacionalización de ferrocarriles de Perón 42 años antes. La Coordinadora  
organizó un acto afuera del Congreso con un festival artístico. Los trabajadores, inquietados, decidieron irrumpir  
la sesión parlamentaria, aplaudiendo discursos defensores de la red nacional y abucheando oficialistas. La sesión  
continuó hasta las cuatro de la mañana con presencia de la "barra ferroviaria". Sin embargo, el presidente levantó  
la sesión por falta de quórum y el proyecto no fue tratado. 7  
Esta experiencia consiguió resultados concretos aunque no alcanzó todos sus objetivos. Según Lucita,  
“se logró dejar sin efecto la aplicación del Decreto 47/90 de reducción de servicios interurbanos. Quedó en  
suspenso la aplicación del Decreto 46/90 que preveía el despido de 1500 trabajadores. No se logró evitar el  
traslado de 1500 compañeros de APDFA a la DGI ni el licenciamiento de más de 4000”. (Lucita, 1999, p. 27)  
7 Los ferroviarios coparon el Congreso: exigen suspender la privatización de los trenes Nuevo Sur, 02 de marzo 1990.  
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La lucha conjunta de nosotros los trabajadores con los usuarios, las poblaciones, y los políticos radicales,  
que tenían mucha fuerza, logró que no se suspendan los principales servicios interurbanos de la Provincia  
de Buenos Aires, aunque sí se redujeron las frecuencias. Era un triunfo parcial. (Germán Kallsen,  
2024)  
La experiencia de 1990 resultaba un avance de la conciencia y de la organización de los trabajadores, el  
mayor de todo este ciclo de lucha. Se había alcanzado la articulación entre una amplia variedad de sectores  
sociales, conducidos por los trabajadores de base. Estos se habían organizado a través de un mecanismo  
democrático y participativo, con la consigna de defender un sistema de transporte para sostener un proyecto de  
país, en beneficio de la clase obrera y el conjunto de la población nacional. Y habían conseguido el retroceso del  
gobierno.  
Así lo complementa la reflexión en el presente de Eduardo Lucita, que manifestó al ser entrevistado:  
La experiencia histórica del 90´ permite apreciar el valor de la unidad de clase, por sobre afiliaciones  
sindicales y pertenencias políticas. Se fue constituyendo en el ámbito ferroviario una forma poco común  
de autonomía y autogestión obrera frente al control patronal y el poder gubernamental. Expresaban un  
contrapoder, una forma embrionaria de poder obrero. Estas conducciones respondían a distintas  
orientaciones político-sindicales pero tenían en común su carácter democrático y de oposición a las  
Comisiones Directivas. Comprendían la necesidad de la unidad social de los trabajadores para enfrentar  
a la patronal y a las políticas del gobierno en el área de transporte. (Eduardo Lucita, 2024)  
Resulta llamativo que en los años que siguen, si bien se mantiene y profundiza el enfrentamiento, la  
capacidad de coordinación política disminuye y las consignas vuelven al terreno reivindicativo y abandonan la  
visión nacional y de conjunto.  
El reclamo en los primeros dos años de Menem fue político. En 1989 y en 1990 se peleaba contra el plan  
de privatizaciones, no solo los trabajadores sino que era una articulación entre muchos sectores. ¿Por qué  
se corta eso? Son muchos motivos. La huelga telefónica de 1990 se perdió y se avanzó con la privatización  
de ENTEL, eso impactó políticamente. La Coordinadora fue desarmada, y nunca se recuperó esa  
articulación que se había alcanzado en 1990. Fueron las bases fraternales las que continuaron, solas, en  
1991. La pelea de conjunto de todos los gremios se fragmenta, se dispersa, se quiebra. Los fraternales  
siguen solo con la lucha salarial. Hubo una derrota ideológica ahí. (Germán Kallsen, 2024)  
Al haber torcido la fuerza del gobierno, que debió ir para atrás con sus decretos, la Coordinadora se  
desactivó. Quienes intentaron sostenerla, se encontraron con diferentes puntos de vista sobre el carácter que  
debía mantener la Coordinadora ante la ausencia de conflicto. Para Lucita, “frente a tal disparidad de propuestas,  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
Francisco Kanovich. [55 -92]  
resultó inevitable la disolución del organismo y la consiguiente ausencia de un balance final de lo realizado. Sin  
embargo, quedaban sentadas las bases para un nuevo enfrentamiento” (1999, p. 28).  
Los ferroviarios habían demostrado fuerza política y apoyo popular. Habían logrado entorpecer y frenar  
parcialmente el plan privatizador del gobierno. Pero era una batalla de un enfrentamiento que sería prolongado,  
y resultaba un desafío mantenerse organizados.  
“Esta vez no habrá traición, esta vez dirigen las bases” La histórica huelga ferroviaria de 1991: el enfrentamiento  
político de los fraternales a su propia burocracia y al Estado  
Solidaridad ferroviaria. Imagen de tapa, 16 de abril de 1991  
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“La autonomía de los ferroviarios de base fue la que hizo que en este conflicto, nada ni nadie, ni el  
Estado, ni las iglesias, ni las estructuras sindicales, ni los partidos (aun los que dicen representarlos) pudieran  
reemplazar la capacidad de pensar, decidir y de hacer de los trabajadores por su propia cuenta”. (Lucita, 1999,  
p. 76)  
En 1991 los ferroviarios fortalecieron su método organizativo de base en un conflicto de implicancias  
profundas y de enfrentamiento directo con el Estado, que ocupaba la primera plana del escenario político  
nacional, con herramientas novedosas, fortaleciendo la autonomía de clase.  
Sin embargo, el contenido fue meramente reivindicativo: aumento salarial y reincorporación de cesantes,  
perdiendo de vista totalmente la visión nacional y enfrentamiento consciente al plan privatizador presente el año  
anterior, antecedente imprescindible para esta experiencia. Esta investigación sostiene que la carencia de  
dimensión sobre qué plan político enfrentaban condujo a la derrota.  
El gobierno de Menem dictó el Decreto 2740/1990 en la última semana del año, a través del cual  
establecía al Banco Mundial como el organismo internacional encargado del apoyo técnico y financiero de la  
reestructuración. Se anunciaba la eliminación de servicios no rentables y se proponía la creación de una nueva  
empresa para la gestión de los servicios metropolitanos, que eran servicios esenciales socialmente a pesar de su  
falta de rentabilidad.  
Esta ofensiva no provocó respuestas, pero evidencia que el gobierno mantenía firme su voluntad de  
avanzar. Lo que sí provocó turbulencias fue el deterioro de ingresos frente al contexto inflacionario y la falta de  
cumplimiento de acuerdos salariales. Las dirigencias reclamaban por diálogo, pero las bases decidieron lanzar  
un paro de 24 horas para ejercer presión, en un clima donde los sueldos no alcanzaban ni siquiera para media  
canasta básica familiar.  
La huelga pretendía simplemente visibilizar el deterioro salarial. Sin embargo, la respuesta  
gubernamental con despidos desencadenó un conflicto prolongado cuya escalada fue en ascenso permanente. El  
menemismo quería destruir cualquier reclamo de autoconvocados que no respetaran la verticalidad sindical, y  
los ferroviarios pretendían mantener su autonomía, defender las fuentes de trabajo, especialmente de luchadores  
y activistas, y lograr un salario digno. Esto desencadenó una contienda "a todo o nada". El paro por tiempo  
indeterminado lanzado el 13 de febrero de 1991 duró 45 días, hasta el 29 de marzo, sin que ninguna parte diera  
el brazo a torcer.  
La actitud del gobierno fue beligerante desde el principio, y su virulencia fue en aumento constante.  
Declaró la ilegalidad del paro8 e instó a las burocracias sindicales a que desactivaran a sus seccionales rebeldes,  
intento frustrado tras el cual designaron a un interventor para La Fraternidad. 9 Amenazaron con la  
militarización de los ferrocarriles y organizaron a jubilados ferroviarios y a trabajadores “rompehuelgas”,  
8 Ferroviarios continúan con el paro y enfrentan al gobierno Crónica. 16 de febrero de 1991.  
9 El último tren. Página 12 del 5 de marzo de 1991.  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
Francisco Kanovich. [55 -92]  
aspirando a hacer funcionar los trenes, intentos también frustrados. Pretendieron sobornar en más de una  
ocasión a los dirigentes rebeldes y detuvieron por causas falsas a algunos activistas (Cena, 2009, p. 368).  
La cara pública del conflicto pasó a ser, ya transcurridas algunas semanas, el flamante Ministro de  
Economía Domingo Cavallo. El 5 de marzo de 1991 anunció el cierre de todas las líneas ferroviarias de forma  
provisoria y la suspensión a 13.900 trabajadores, con la amenaza de volver permanente el cierre y de despedir  
con causa a los suspendidos en caso de que continuaran con la huelga (Corsi, 2021). Lejos de ceder con la  
pretensión de reincorporar a los cesantes, el gobierno fue aumentando la lista de despedidos, entre los que incluía  
a cada vez más trabajadores que no se reincorporaban a sus tareas.10  
Página 12. Imagen de tapa. 05 de marzo, 1991  
10 El último tren. Página 12 del 5 de marzo de 1991.  
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Para mantenerse en el enfrentamiento, los huelguistas demostraron un método organizativo novedoso.  
Las bases debieron hacerse cargo de sostener la lucha y la negociación al mismo tiempo, de forma autónoma y  
sin respaldo de sus direcciones sindicales.  
Recurrieron a la organización democrática, asamblearia y de base que venían fortaleciendo desde los  
años anteriores en medio de un abierto conflicto público que paralizaba el medio de transporte principal para los  
trabajadores del AMBA, el transporte interurbano durante el período de temporada turística de verano, y el  
transporte de cargas de mercancías de todo el país. La medida se mantuvo con una paralización total de los  
ferrocarriles en un acatamiento mayor al 90%, durante cuarenta y cinco días.  
“En la Seccional Tolosa y en todas, la organización de tareas era incesante, había que sostener la huelga  
y la subsistencia de los compañeros y sus familias. La asamblea creó las comisiones de: fondo de huelga,  
alimentos, salud, prensa, fiestas, limpieza y mantenimiento del local, piquetes de convencimiento y visitas a  
compañeros, de mujeres y de cada necesidad que surgía. El local era un hervidero de gente, activismo político,  
gremial, estudiantil, los organismos de DDHH. También las listas opositoras de los gremios nucleados en la  
CGT” (Leonardo Secchi, 2009)11.  
Los huelguistas, suspendidos, se vieron desprovistos de su salario. En medio del conflicto político más  
importante de sus vidas, debieron garantizar el sostenimiento diario de su familia a través de la solidaridad. El  
fondo de huelga fue la herramienta: parte del trabajo político de acercarse a distintos sectores de la población era  
recurrir a la ayuda económica que sostuvo la alimentación de las familias ferroviarias. En las seccionales se  
organizaron ollas populares.  
María del Rosario Corsi afirma que “los vínculos históricos de vecindad y camaradería reforzados en  
fiestas y kermeses, su participación en actividades deportivas y en los carnavales, emergieron con fuerza en el  
momento del conflicto. De hecho, posibilitaron que los trabajadores y sus familias se reunieran, planificaran y  
votaran cada medida de lucha manteniendo su autonomía ante las dirigencias nacionales respectivas, cuestión  
que implicó un enorme esfuerzo colectivo”. (2021, p. 372)  
Uno de los métodos novedosos fue la huelga de hambre que los ferroviarios hicieron en la Plaza de Mayo  
desde el 21 de marzo hasta el final del conflicto, con el objetivo de visibilizar ante la sociedad su disposición y  
firmeza. Contó con el apoyo de artistas, intelectuales y organizaciones sociales. La Policía Federal intentó  
desalojar el campamento, pero esto fue resistido gracias al acompañamiento de políticos y figuras públicas.  
La beligerancia gubernamental y la tenacidad obrera llevaron a que los últimos días alcanzaran tensión  
extrema. Ninguno estaba dispuesto a retroceder. El gobierno se propuso quebrar la huelga haciendo funcionar  
servicios con "carneros". Los huelguistas respondieron con demostraciones públicas y actos de violencia y  
vandalismo, cristalizando los riesgos que estaban dispuestos a asumir.  
Además de cortes de calle, como el del Puente Pueyrredón, los ferroviarios cortaron las vías férreas en  
Haedo durante un intento por hacer funcionar el FFCC Sarmiento con trabajadores “rompehuelgas” el 22 de  
11 Extraído de Cena, Juan Carlos (2009). Pp. 375 - 376.  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
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marzo. La policía amenazó con reprimir, y se produjeron disturbios mientras los activistas se mantuvieron  
agazapados frente a la formación, en una situación de mucho riesgo. Cavallo declaró, tras los hechos, que el  
gobierno despediría a todos los huelguistas.  
Huelguistas bloquearon el paso de un tren en Haedo, en Clarín, 23 de marzo de 1991  
El 24 de marzo, se produjo un incendio a 5 formaciones estacionadas y vacías de esta línea. El día  
siguiente se reportó un atentado con impactos de bala frente a la vivienda de un trabajador que se había  
presentado a cumplir con sus funciones en el Sarmiento.  
El 29 de marzo de 1991, los ferroviarios ganaron la contienda. El gobierno cedió ante los reclamos de  
los trabajadores, reincorporó a los cesantes y se acercó a la pretensión salarial. El levantamiento del paro fue  
producto de la aceptación del gobierno de las cláusulas a las que los fraternales aspiraban, a pesar de que la prensa  
señalaba que los trabajadores se rendían. Además de la reincorporación de los despedidos por luchar y del  
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aumento salarial, la Comisión de Enlace era reconocida oficialmente como interlocutora válida sumándose a la  
representación de las direcciones sindicales, gran triunfo de la lucha de las seccionales de base y de sus nuevos  
dirigentes.  
“Cuando hay decisión, nuestra voluntad es inquebrantable. No alcanzó su amedrentamiento, cierre de  
ramales, amenazas de militarización para bajarnos los brazos. Después de más de cien años de lucha sindical  
organizada, los ferroviarios contamos para pelear con los mismos recursos que nuestros primeros compañeros.  
Ahora llega el momento de hacer nuestro esfuerzo a reorganizarnos, aprender de nuestros errores,  
entender cada vez mejor que solo se gana si se está dispuesto a ir hasta el final. Porque queremos una vida digna  
de ser vivida, la lucha recién comienza. Porque las futuras luchas nunca más deben quedar solas. Porque debemos  
recuperar nuestra memoria histórica”. (Boletín de Huelga N°4)  
Este triunfo se debió al sólido método organizativo que forjaron los trabajadores. Así lo concluye  
Eduardo Lucita: “La huelga ferroviaria que se inició y desarrolló desde la base por lo que aparentemente apareció  
como un simple reclamo salarial, concluyó dándose una dirección propia a nivel nacional, ejerció el criterio de la  
unidad de acción con debate, hizo tabla rasa con las disposiciones gubernamentales que limitan el derecho de  
huelga, recuperó las viejas tradiciones de la democracia asamblearia y los piquetes obreros, rompió con el modelo  
burocrático de los que luchan por un lado y los que dirigen y negocian por el otro, y abrió una dinámica que en  
su desarrollo llevaba a la recuperación de la autonomía social.  
Esa autonomía que a los trabajadores argentinos les fuera expropiada por la burocracia y el Estado hace  
ya más de 40 años. (…) La autonomía de los ferroviarios de base fue la que hizo que en este conflicto, nada ni  
nadie, ni el Estado, ni las iglesias, ni las estructuras sindicales, ni los partidos (aun los que dicen representarlos)  
pudieran reemplazar la capacidad de pensar, decidir y de hacer de los trabajadores por su propia cuenta”. (Lucita,  
1999, p. 29 y 76)  
¿Qué se ganó en el 91? La experiencia: es un enfrentamiento político, enfrentar al Estado, a la Justicia,  
a las Fuerzas de Seguridad, al gobierno de Menem, a la propia burocracia sindical. Se logró quebrar la  
disciplina sindical. La burocracia intentó romper la huelga y no pudo, porque hubo una organización de  
base que logró recuperar lo mejor de la tradición obrera de cien años de lucha. El compañerismo, la  
solidaridad. Hubo una democracia de bases que era un ejemplo peligroso para el resto de los gremios.  
(Germán Kallsen, 2024)  
El interrogante es por qué esta sólida organización, que retomaba con mucha consciencia y praxis los  
métodos combativos y democráticos históricos del Movimiento Obrero y que resultaba victoriosa frente a un  
aguerrido gobierno neoliberal, no fue capaz de resistir las privatizaciones, que generarían posteriormente la  
desarticulación de la autonomía de la clase trabajadora. Y sobre todo, por qué se alejó de la lucha frente a ese  
plan, cuando en 1989 y en 1990 lo había enfrentado decidida y directamente, consolidando las bases  
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organizativas de la huelga de 1991. Esta última resultó un triunfo, pero solo en el terreno de la reivindicación  
salarial y de las condiciones de trabajo.  
¿Se ganó o se perdió la huelga de los fraternales? No vas a encontrar dos ferroviarios que piensen lo  
mismo. Fue una lucha política, pero en el terreno de lo reivindicativo. Cuando el gobierno empezó a  
despedir de a miles, fue una huelga reivindicativa por la reincorporación de los cesantes. Cuando terminó  
el conflicto lo consideramos un triunfo. Porque en los últimos días veníamos desgastados. En ese momento  
todos teníamos la sensación de que había sido un triunfo, porque después de tanto sacrificio, logramos  
quebrarles la voluntad. Pero no sabíamos lo que se nos venía. (Germán Kallsen, 2024)  
A diferencia de los conflictos de 1990, en 1991 la huelga fue solo de la gran mayoría de las seccionales  
metropolitanas de La Fraternidad, las seccionales locales del FC Roca y el FC Sarmiento de Señaleros, y la  
seccional Victoria y los talleres de Rosario de la UF. Aunque tuvo apoyos políticos populares, entre ellos el apoyo  
pasivo de APDFA, se mantuvo aislada en su reclamo salarial, que evidentemente fue el que más convocó y  
movilizó a sus bases. Tal vez estas no tenían la suficiente consciencia del impacto sobre su propia actividad que  
traerían las privatizaciones.  
Según Cena: “Una limitación importante, desde mi punto de vista, fue no tener total consciencia de la  
magnitud del proyecto liquidacionista que estaba decidido a impulsar y aplicar el gobierno de Menem. En  
realidad eran pocos, se podría decir que apenas una vanguardia entre las filas ferroviarias, los que tenían noción  
de que detrás de la dureza gubernamental se preparaba una ofensiva en todos los terrenos, y menos que menos,  
de la magnitud que ésta alcanzaría. Es que esta consciencia no era patrimonio de toda la base ferroviaria, y así  
se terminaba reduciendo el reclamo sólo al terreno económico y gremial: salarios y cesantes. Habría sido de  
mucha importancia contar con esa claridad en esos momentos”. (Cena, 2009, p. 369)  
Esta falta de dimensión se vuelve evidente en un hecho paradójico: el gobierno encontró, durante la  
huelga de 1991 donde los ferroviarios tenían su punto más alto de solidez organizativa y decisión de luchar, el  
momento ideal para avanzar en su plan de reformas. Tras el cierre de ramales que anunció Cavallo el 5 de marzo,  
el menemismo creyó oportuna la excusa del enfrentamiento para reestructurar la empresa. Esta reforma estaba  
planeada hacía mucho tiempo.  
“El presidente Carlos Menem reveló ayer que se pondrá en funcionamiento un servicio ferroviario  
urbano y suburbano; a cargo de “una empresa que se está constituyendo”, aseguró que los trabajadores que sigan  
en huelga, “lamentablemente se van a quedar sin trabajo”. En tanto los huelguistas continuaron ayer sin deponer  
las medidas de fuerza. Este fue el tema principal del encuentro de ayer de la Comisión Técnica de Privatización  
de Ferrocarriles, en la que participaron, entre otros, el subsecretario de Privatizaciones, Mario Guaragna, José  
Pedraza, por la Unión Ferroviaria, el diputado nacional Gualberto Venezia y asesores de la empresa ferroviaria.  
Pero en dicha reunión, nadie estaba al tanto de anuncio presidencial que acelera los tiempos de la  
creación del nuevo ente. El personal para conducir los trenes saldrá de “de todos aquellos que quieran trabajar”.  
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Esto último se interpretó entre los huelguistas como una señal: para algunos, la reincorporación a la nueva  
empresa podría ser la fórmula para zanjar el tema de los despidos que traba la resolución del conflicto”. (Clarín,  
20/03/1991, En una semana funcionará la Empresa Metropolitana)  
“La creación de una nueva empresa ferroviaria metropolitana, separada del resto de los ferrocarriles, es  
otra medida dirigida, en primera instancia, a quebrar el paro. Como se forma una nueva estructura, los  
funcionarios que se hagan cargo de la misma no tendrán inconvenientes en contratar a todo aquel maquinista o  
señalero que quiera trabajar. Con esta sencilla operación un ferroviario que fue despedido por Ferrocarriles  
Argentinos puede ser contratado por la empresa metropolitana o como se llame, porque el flamante ente tendrá  
la autonomía jurídica para poder hacerlo. Esta oferta puede tentar a muchos huelguistas angustiados por la falta  
de trabajo. El propio presidente afirmó que la nueva empresa estatal fue creada “en respuesta a la huelga  
ferroviaria” La creación de esta nueva empresa es precisamente una respuesta gubernamental a la huelga  
ferroviaria que ya lleva 42 días y se considera como un paso previo para la privatización de los trenes. La propuesta  
de privatización será elevada al Poder Ejecutivo en un plazo no mayor de 90 días” (Clarín, 24/03/1991, Anuncian  
que despedirán a otros 1500 huelguistas).  
Los anteriores artículos periodísticos dejan en claro que el gobierno aprovechó la huelga para avanzar  
con un plan que era en realidad previo. La creación de una empresa metropolitana permitiría las privatizaciones  
del resto de los ramales, para lo que eran necesarios miles de despidos. El gobierno intentó efectuarlos con la  
excusa de la huelga ilegal.  
Con la nueva empresa, podían conseguir dos logros al mismo tiempo: quebrar a los ferroviarios,  
dividiéndolos entre los que acordaran formar parte de la nueva empresa y quienes mantuvieran la resistencia,  
que serían despedidos; y acelerar la política de las privatizaciones. Un intento improvisado, por “matar dos  
pájaros de un tiro”.  
Por un lado, el gobierno fracasó puesto que no pudo dividir ni vencer a los huelguistas, ni generar los  
despidos que necesitaba, debiendo reincorporar a los cesanteados. Pero, por otro, la formación de FEMESA  
(Ferrocarriles Metropolitanos S.A.), desprendida de Ferrocarriles Argentinos, fue un hecho definitivo y  
fundamental para la posterior privatización de la red nacional de ferrocarriles. Efectivamente, el 25 de marzo de  
1991, en medio de uno de los momentos de mayor escalada de tensión y violencia de la huelga ferroviaria, el  
gobierno creó FEMESA mediante el Decreto 502/91.  
En medio de una huelga declarada hacía 40 días, con un gran desgaste sobre sus hombros, los ferroviarios  
no tuvieron ninguna respuesta a este hecho. No protestaron ni incluyeron su oposición entre las consignas del  
conflicto, que seguían siendo salarios y cesantes. A pesar de que en los años precedentes la firmeza política de  
los ferroviarios era claramente en oposición al plan que les haría perder su importancia y su lugar en la sociedad,  
en 1991, aunque mantuvieron su tenacidad en la lucha, no lograron advertir la necesidad de enfrentarse contra  
el avance privatizador.  
Tan solo cinco días después del gran triunfo ferroviario se anunciaban privatizaciones que ya estaban  
aprobadas por ley desde hacía meses, pero ahora se formalizaban las concesiones licitadas. Los grandes grupos  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
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económicos se harían cargo de los ramales cerealeros más rentables, que les representaban una reducción de  
costos y el control directo del transporte de su producto, mientras que se sentenciaba a muerte a miles de pueblos  
y a las economías regionales poco atractivas para el gran capital.  
Probablemente se eligió este momento para la firma de contratos porque, después del gran desgaste de  
45 días de huelga, los obreros, que además disfrutaban de un clima triunfal, no tenían fuerza ni siquiera para  
elevar la voz. Efectivamente, no hubo oposición de ningún sector de la sociedad frente a este anuncio. Los  
boletines del Plenario de Seccionales y los periódicos de la izquierda posteriores a la huelga, en sus balances,  
hablan de un triunfo de clase y de la necesidad de fortalecer la organización para mantener su poder y sus  
derechos. Pero llamativamente no logran advertir lo que sucedía: el gobierno no salía tan debilitado de esta  
huelga, sino que, por el contrario, había logrado la mitad del trabajo que se había propuesto.  
Empiezan a fragmentar, crearon FEMESA, nos cambiaron el carnet y a la gente en términos laborales  
no le cambiaba, entonces no hubo demasiada reacción. La consciencia durante la huelga era  
reivindicativa, y no se creía realmente en que iba a pasar lo que finalmente pasó. Si hubiera existido  
consciencia de eso, la historia podría haber sido distinta (Germán Kallsen, 2024).  
El menemismo, encarnando la estrategia del capital concentrado, había logrado avanzar con el primer  
paso de su plan de reestructuración ferroviaria sin generar resistencias, lo que le había resultado imposible el año  
anterior. La otra mitad del trabajo, que lograría al año siguiente, era quebrar la organización política de  
trabajadores del riel con la que no había podido en 1991, para lograr el último aspecto necesario: los despidos.  
Esta investigación difiere con la idea general de que la derrota fue en 1992, mientras que el conflicto de  
1991 es retratado como un gran triunfo político. La gran huelga de 45 días fue una victoria táctica, en la que los  
ferroviarios hicieron honor a su historia y demostraron su sólida cultura de clase y su poder autónomo.  
Sin embargo, fue una derrota estratégica, porque no lograron advertir la necesidad de que toda esa fuerza  
se canalizara en enfrentar un plan político que terminaría por desguazar a los ferrocarriles y destruir su propia  
identidad.  
El humilde aporte de esta investigación es que más allá de cualquier diferencia interna o problema  
organizativo, el punto débil de los ferroviarios fue limitarse a reivindicar sus derechos básicos, abandonando la  
lucha política contra la privatización que habían dado desde el año anterior. Esta falta de conciencia fue la  
causante de que en 1992, la lucha ya no pudiera sostenerse al nivel de 1991.  
La admirable lucha de 1991 fue la última expresión de la cultura obrera combativa y la autonomía política  
que los trabajadores ferroviarios habían construido durante el siglo XX, y que no lograron nunca más recuperar.  
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La derrota: El fracaso de la huelga de 1992, el triunfo del gobierno y el avance de las privatizaciones  
“Este conflicto resulta paradigmático, en el sentido de ser demostrativo del final de una época y del  
comienzo de otra que se caracterizaría por la desarticulación del movimiento obrero. Lo que en definitiva estaba  
en el centro de la cuestión era la pérdida de la centralidad del trabajo como motor del crecimiento económico y  
como dador de identidad. Era la derrota de una cultura obrera centenaria” (Gordillo, 2004, pp. 86-87).  
“Cierra un ciclo histórico más que centenario para los llamados gremios del riel. Cierre que acompaña  
la declinación y reestructuración del modo de transporte ferroviario en esta etapa del capitalismo local” (Lucita,  
1999, p.12).  
Entre 1991 y 1992 el gobierno consiguió logros a nivel general. El plan de convertibilidad estabilizó  
precios, dejando atrás años de inflación. La resistencia de múltiples sectores se desarticuló, el aparato burocrático  
sindical fortaleció su inserción al esquema estatal. Principalmente, la correlación de fuerzas se modificó gracias  
a la consolidación de un discurso ideológico hegemónico que culpaba al atraso de empresas estatales de la falta  
de desarrollo, por lo que las privatizaciones eran la solución modernizadora.  
Los trabajadores ferroviarios se fueron desmoralizando frente a un avance privatizador que rompería con  
el lugar social que ocupaban. Miles de trabajadores fueron descreyendo de la lucha como el camino para  
mantener su posición, y optaron por la salvación individual. El gobierno propuso retiros voluntarios, con una  
atrayente indemnización, que fueron aceptados por 12.500 trabajadores a lo largo de 1991. Probablemente,  
entendieron que el cambio era inevitable.  
El gobierno se había quedado con la sangre en el ojo después del 91´. Habían querido quebrar, y no  
habían podido. Tras el éxito inicial del plan de convertibilidad, el aumento del consumo y la baja de la  
inflación, lograron torcer la correlación de fuerzas a nivel general. La gente se empezó a ir con los retiros  
voluntarios. El gobierno se ganó a la gente. Hicimos lo mismo que el año anterior pero ya no recibíamos  
el mismo apoyo popular. Se había quebrado la relación con la comunidad. Se había ganado la discusión  
política sobre que el cáncer de la Argentina era el Estado deficitario y sus empresas estatales. (Germán  
Kallsen, 2024)  
En marzo de 1992, los fraternales amenazaron con lanzarse nuevamente al paro, por la falta de  
mantenimiento de la estructura ferroviaria, y por sus condiciones de trabajo. El gobierno advirtió que su  
organización estaba debilitada, y optó por alentar el paro y “ensuciar la cancha” porque sabía que podía vencer  
la huelga y así obtener la fuerza suficiente para descabezar el activismo rebelde y avanzar con su plan privatizador.  
Apareció el conflicto, nosotros creíamos que no había que parar, fue una trampa y cometimos el error de  
caer en ella. Teníamos un inconveniente, si no parábamos, el gobierno triunfaba igual e iba a despedir  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
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gente porque estábamos debilitados. Pero si parábamos le dábamos la excusa para desarmarnos. No hubo  
capacidad para leer la situación. (Jorge Ramaglia, 2024)  
Los ferroviarios se lanzaron al paro, al igual que el año anterior, utilizando la herramienta de sus  
seccionales y con un Plenario de Seccionales y una Comisión de Enlace que encabezara el conflicto.  
“Boletín de Huelga N°1: Se puede ganar  
(1992, 27 de marzo)  
Fortalecer, extender y apoyar la lucha  
Hay que seguirla. Levantar la huelga ahora no mejorará la situación ni abrirá las puertas de una negociación. Al  
revés, sería una derrota y una rendición incondicional. Porque no sólo quedarán afuera los cesantes. También  
barrerán a las Comisiones Ejecutivas y lo que es peor, quienes vuelven a trabajar tendrán que aceptar durísimas  
condiciones laborales.”  
Sucedió exactamente lo que el pronóstico pesimista de los huelguistas temía. La huelga duró 37 días.  
No contó con el apoyo de la mayoría de las seccionales. No se logró paralizar al ferrocarril como el año anterior,  
y el conflicto quedó aislado, con una exposición y vulnerabilidad muy grande para los activistas que encabezaban  
el conflicto. Los activistas reconocieron que se habían equivocado al lanzarse al paro, pero ya no podían  
retroceder.  
Los huelguistas se debilitaron cada vez más, hasta entender que no lograrían alcanzar otro triunfo similar  
al del año anterior. Se decidió, voluntariamente, deponer la actitud, intentando alguna negociación que  
mantuviera cierto poder para la Comisión de Enlace. Sin embargo, no hubo éxito. No había capacidad de  
movilización como para mantener la fuerza política ni imponer ningún tipo de condiciones.  
“El 14 de abril, en una votación dividida, un Plenario de Delegados decide suspender el paro, como  
demostración de buena voluntad para encarar negociaciones con la empresa. Se presentan todos a trabajar, pero  
sólo son admitidos 50 o 60 de los 200 despedidos. Los restantes, que en general formaban parte del activismo,  
quedaban en disponibilidad. Un nuevo plenario intenta retomar las medidas de fuerzas, pero ya no hay fuerza”.  
(Lucita, 1999, p. 86)  
Tras la derrota de la huelga, el activismo fue descabezado. Los principales dirigentes de base quedaron  
desvinculados de sus tareas en el ferrocarril. El menemismo se encontró ya sin obstáculos para las privatizaciones.  
Entre 1993 y 1995, los despidos y retiros voluntarios, cuyas indemnizaciones fueron financiadas por el Banco  
Mundial, lograron reducir en más del 80% el personal que Ferrocarriles Argentinos tenía en 1989.  
Tras cuatro años de resistencia frente al menemismo, el movimiento fue vencido. Con él, se destruyó el  
patrimonio de la red nacional de ferrocarriles. Así lo sintetiza Lucita: “Una vez derrotados estos movimientos,  
el modelo neoliberal no encontró mayores escollos para avanzar hacia sus objetivos. Es que su desarrollo implicó  
una ruptura con las anteriores relaciones sociales entre las clases e imposición de otras nuevas. (…) Se cerraba  
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así, tras la derrota de 1992, en el aislamiento y el silencio, el último capítulo de este movimiento huelguístico. Y  
con él, aunque sus principales actores no lo supieran, se ponía fin a un ciclo histórico más que centenario de los  
trabajadores ferroviarios argentinos”. (1999, pp. 14 y 86)  
Reflexiones finales  
La experiencia de los luchadores ferroviarios después de su derrota y el renacimiento de un movimiento  
popular  
El ciclo concluyó. Acompañando esta reestructuración regresiva de los ferrocarriles nacionales, los  
históricos sindicatos ferroviarios han quedado reducidos a simples estructuras burocráticas, vacías de todo  
contenido social y sin ningún peso político, como no sea la vinculación de sus “dirigentes” con el espúreo  
mundo de los negocios y del poder. (Eduardo Lucita)  
El desguace de la red nacional de ferrocarriles trajo consigo la destrucción de un modo de vida. La  
desaparición de lazos sociales que eran sólidos. La acelerada transformación de las prácticas cotidianas de  
personas que perdieron el rol que desempañaban en la vida, su trascendencia a nivel individual. Su identidad, al  
perder su pertenencia a un ser colectivo, se vio alterada y deteriorada.  
En la seccional Temperley de UF, la mayoría era del PC. Se fue hasta el Secretario General. Agarró la  
plata y se puso un Laverrap, era de los compañeros más combativos. Sufrimos una derrota ideológica. A  
nivel mundial con la caída del Muro de Berlín, a nivel local con el triunfo del menemismo, y a nivel  
ferrocarril con el quiebre de la organización de los trabajadores. (Germán Kallsen, 2024)  
Cuando me echaron de acá en 1993, creí que se me había terminado el planeta. Laburar acá [en  
Bragado] habría sido imposible, en un pueblo chico estoy muy marcado por mi actividad sindical. La  
fábrica de acero de acá, principal fuente de laburo del pueblo, también en crisis. Yo me fui a Buenos Aires  
a laburar de tachero, y mi mujer quedó con mis tres hijos y mi suegra en Bragado. Tengo el oscuro recuerdo  
de recorrer las calles de Buenos Aires con el auto y ver el surgimiento de los cartoneros. Se me pasaba por  
la cabeza que yo de alguna manera estaba igual que esos tipos, a diferencia de que el auto es mejor que el  
carro y el caballo, pero igualmente a la deriva. Una época de miseria absoluta, una derrota tremenda,  
absoluta, fatal, aplastante .Yo le decía a mi mujer “nunca voy a volver a trabajar”. Y ella me decía, “pero  
si en el taxi estás trabajando”. A lo que le respondía, “No, esto no es trabajar. Yo quiero trabajar, es decir,  
ser un trabajador”. (Edgardo Reynoso, 2024)  
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Tengo un amigo entrañable, militante nuestro acá en Bragado. Maquinista. En la huelga de los 90´ era  
militante del MAS. Quedó como responsable de la seccional Luján y organizó la huelga frente a la  
privatización allá en el 91. Su mujer iba con el nene, Nahuel, a upa recaudando el fondo de huelga por  
todo el barrio. Terminó con una derrota que hasta hoy no superó. Nunca lo pudo superar. Desde que lo  
echaron, no volvió a ser el mismo. Nunca más pudo trabajar. Y fíjate cómo será la derrota, que su hijo  
Nahuel también es ferroviario, y una vez se acercó a uno de los cursos sobre la Historia del MOO que  
hacemos en la seccional. Y cuando hablamos de los 90, conté algo del papá de Nahuel, y el pibe se  
sorprendió porque no conocía nada de la historia de lucha de su papá. De la que él mismo había formado  
parte estando en brazos de su mamá. Incluso aunque el pibe también fue ferroviario, activista e  
involucrado políticamente, su papá jamás le pudo contar su propia historia de vida. (Edgardo Reynoso,  
2024)  
A medida que en la década de los 90 se fueron jubilando ferroviarios, las nuevas empresas concesionarias  
contrataron personal joven para reemplazarlos. La nueva generación de trabajadores del riel no logró incorporar  
la identidad histórica ferroviaria, cortando el “hilo rojo” del que se habló anteriormente en este trabajo. El  
trasvasamiento generacional se había suspendido. Así lo relatan los entrevistados:  
Porque fue una batalla cultural muy grande la que se perdió. Se perdió. Ahí entraron a los ferrocarriles,  
en la década de los 2000, generaciones nuevas para las empresas nuevas. No tenían la mística ni por  
asomo. Yo les decía que se pongan las pilas, porque van a ser ferroviarios, el día que salgan a la calle a  
defender 1 km de vía que se levante. Porque trabajar acá de esa forma, o trabajar en una fábrica de  
galletitas, es lo mismo. Tienen un sueldo, trabajan y se van. (Olga Funes, 2024)  
Cuando yo ingresé al Ferrocarril de nuevo en el 98, noté que había un corte abrupto. Otra gente, no  
había tradición. Se había roto esa tradición. Toda gente que… parecía que era lo mismo que trabajaran  
en el Ferrocarril que en Coto. No estaba esta concepción de conjunto en el Ferrocarril, de idea nacional,  
que antes sí estaba. Hoy el Sarmiento es Once – Moreno. Se perdió la visión nacional. (Edgardo  
Reynoso, 2024)  
El “espíritu ferroviario” construido históricamente se había quebrado. Cena explicaba que “trabajar en el  
ferrocarril no es lo mismo que ser ferroviario. El ferroviario incorporó a su Ser ese inmenso objeto metálico en  
movimiento, como su Sujeto, él es el ferrocarril, es de su pertenencia, no como una propiedad privada, sino  
porque él es parte constitutiva del ferrocarril” (Cena, 2009, p. 33). Eso, que había sido una verdad desde  
comienzos de siglo, pasó a convertirse en una nostálgica descripción del pasado. Así de abrupto fue el cambio  
de época.  
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Sin embargo, los grupos dominantes no consiguen nunca el olvido total sobre las luchas populares. Sin  
subestimar el impacto de la derrota, es posible afirmar que la pelea no fue en vano y que los pueblos son siempre  
capaces de recuperar su experiencia histórica. En el relato de los protagonistas, se muestra la vigencia de sus  
convicciones y la necesidad de transmitir su historia y su posicionamiento a las nuevas generaciones. Y también,  
en las palabras de muchos de ellos, se puede ver cómo, a pesar de la derrota sufrida, no bajaron los brazos y  
continuaron luchando.  
Impulsamos la creación de una nueva empresa, la Empresa Nacional de Ferrocarriles (ENAFE). El  
proyecto de ley tuvo dos veces estado parlamentario. El Congreso de Delegados [de APDFA] planteó la  
necesidad de volver a Ferrocarriles Argentinos, y junto con equipos técnicos enteros trabajando se formuló  
el proyecto de Ley. Esto fue como si se renovara el sindicato. En enero de 2001, quisieron liquidar  
definitivamente Ferrocarriles Argentinos. Cerrar la empresa. En febrero hubo una enorme movilización  
que salimos desde Once, por la calle Corrientes hasta el Ministerio de Trabajo. Echaron a todos.  
Quedamos solo los que teníamos fueros. Fuimos haciendo movilizaciones menores, y logramos levantar  
cerca de 800 despidos. Bajamos de 2000 a 800.  
Tomamos la estación de Once durante varias semanas. Poníamos caballetes durante todo el día,  
levantando firmas entre los usuarios del ferrocarril para lograr la reestatización. Teníamos carpetas  
llenas, la gente se tomaba el tren a la mañana y se acercaba a acompañar a los trabajadores en lucha.  
Una lucha linda fue esa. Otra lucha perdida… Uno tiene que tener siempre constancia. Los principios  
siguen vigentes. (Olga Funes, 2024)  
El pueblo argentino continuó luchando frente al neoliberalismo. El menemismo, que había logrado  
hegemonía política y parecía dejar atrás una larga etapa de confrontación social y política, comenzó a flaquear  
frente a sus propios fracasos. Las dramáticas consecuencias sociales de finales de los 90 quebraron el consenso  
neoliberal. El Movimiento Obrero Organizado no recuperó su lugar de protagonista en las luchas. Pero sí  
acompañó en movilizaciones y discusiones. Ahora los protagonistas eran los movimientos sociales, los excluidos,  
los movimientos piqueteros. Pero se valieron de tradicionales métodos obreros, para los que la lucha ferroviaria  
de principios de década fue un valioso legado.  
Yo creo que es reivindicable nuestra lucha, que un legado dejó. Hoy estamos acéfalos de dirigentes políticos  
y sindicales. Nosotros llevamos adelante una lucha empujada por las bases, reemplazar las directivas  
entreguistas. Algo de lo que hicimos quedó: los piqueteros retomaron nuestra experiencia, y de la  
reorganización de fuerzas después de la derrota, se suscitó el 2001. Los fondos de huelga y los piquetes  
fueron nuestras iniciativas, que fueron importantes para lo que siguió en la lucha de fines de los años 90.  
No nacieron los piquetes en el 96, nacieron con la lucha de principios de los 90, del Movimiento Obrero,  
y se retomaron más tarde. (Jorge Ramaglia, 2024)  
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El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
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La derrota de principios de los 90 empieza a revertirse sobre finales de la década, da como resultado un  
estallido social en el 2001. En ese estallido el Movimiento Obrero no participa orgánicamente, pero sí  
está presente en forma individual, con distintas organizaciones gremiales de base, con diferentes  
dirigentes obreros nuevos. Con las fábricas recuperadas y cooperativizadas. Ese ascenso estuvo en las  
fábricas y talleres, tal vez no de la misma forma que antes, pero se trasladó. Y no hubo forma de pararlo.  
Eso llevó al fracaso del modelo neoliberal. (Edgardo Reynoso, 2024)  
Las luchas de base de los obreros ferroviarios que se investigaron en este trabajo fueron decididamente  
derrotadas. Tras su derrota, junto con otras derrotas contemporáneas del Movimiento Obrero Organizado, la  
correlación de fuerzas nacional se transformó y la identidad combativa de las bases obreras tendió a la  
desaparición, dejando en el pasado la cultura de clase que se había constituido desde fines del siglo XIX. Sin  
embargo, de las cenizas nacieron flores. Con mucha menos organización, con menor participación obrera, pero  
con cierta recuperación de los históricos métodos combativos, el pueblo argentino en diciembre de 2001 venció  
al proyecto neoliberal e inauguró una nueva etapa política en la Argentina.  
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Entrevistas  
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Investigaciones Ferroviarias y del Transporte. Realizada por Francisco Kanovich en la confitería  
Balcarce, Flores, CABA.  
Kallsen, Germán (2024, 05 de septiembre). Militante ferroviario de base. Dirigente seccional de la  
Unión Ferroviaria. Incansable luchador de izquierda. Realizada por Francisco Kanovich en el bar  
Lido, Lomas de Zamora, PBA.  
Lucita, Eduardo (2024, 09 de agosto). Militante obrero de base. Referente de APDFA, economista e  
historiador. Escritor de las huelgas ferroviarias. Realizada por Francisco Kanovich en Villa Crespo,  
CABA.  
Ramaglia, Jorge (2024, 05 de septiembre). Dirigente seccional del FFCC Roca de La Fraternidad,  
protagonista de la huelga de 1991. Realizada por Francisco Kanovich en el bar Lido, Lomas de  
Zamora, PBA.  
Reynoso, Edgardo (2024, 30 de junio). Trabajador ferroviario de Bragado. Activista político de base  
de la Unión Ferroviaria, militante de izquierda. Realizada por Francisco Kanovich en la biblioteca y  
archivo personal del entrevistado en Bragado, PBA.  
Sobrero, Rubén (2024, 05 de junio). Dirigente sindical del FFCC Sarmiento. Referente de Izquierda  
Socialista. Realizada por Francisco Kanovich en la Seccional Haedo de la Unión Ferroviaria, PBA.  
Artículos periodísticos citados  
“Esta es la segunda fundación de La Fraternidad” (1989, 19 de diciembre). Solidaridad socialista.  
Alfieri, Guillermo. Entre la desconfianza y el basismo (1991, 05 de marzo). Página 12.  
Anuncian que despedirán a otros 1500 huelguistas (1991, 24 de marzo). Clarín.  
Atentan contra maquinistas que no adherían al paro (1991, 26 de marzo). Clarín.  
El “Plan Ferroviario” inauguró la política de privatizaciones (1989, 2 de septiembre). Página 12.  
El gobierno quedó en la vía (1989, 19 de diciembre). Solidaridad Ferroviaria.  
El último tren (1991, 05 de marzo). Página 12.  
En una semana funcionará la empresa metropolitana (1991, 20 de marzo). Clarín.  
Ferro, Juan. Otro gremio que pasa por encima de la burocracia. (1989, 14 dediciembre). Prensa  
Obrera.  
Ferroviarios continúan con el paro y enfrentan al gobierno (1991, 16 de febrero). Crónica.  
Huelguistas bloquearon el paso de un tren en Haedo (1991, 23 de marzo). Clarín.  
Incendian 5 vagones en el Sarmiento (1991, 25 de marzo). Clarín.  
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RAMAL QUE PARA, FERROVIARIOS QUE LUCHAN  
El enfrentamiento de los trabajadores del riel al proyecto de privatizaciones del menemismo (1989 – 1992).  
Francisco Kanovich. [55 -92]  
La gran marcha contra la entrega (1990, 21 de febrero). Solidaridad Socialista.  
Los ferroviarios coparon el congreso: exigen suspender la privatización de los trenes (1990, 02 de  
marzo). Nuevo Sur.  
Los ferroviarios no adherimos al duelo (2021, 17 de febrero). Portal AnRed.  
Los números para el ajuste (1993, 02 de febrero). Clarín.  
Los trenes cambian de mano (1991, 03 de abril). Clarín.  
Marcha contra la racionalización (1990, 22 de enero). Crónica.  
Walsh, Rodolfo (1969). “Cordobazo” en Semanario de la CGT de los Argentinos.  
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Fecha de recepción: 10 de agosto.  
Fecha de aceptación: 26 de septiembre.  
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