Entrevista con Horacio Spinetto.
Adriana Echezuri y Silvana Luverá. [128 -153]
SL: Sí, a vos te gusta cafés, es cierto.
HS: Siempre he ido a cafés y tenía mis cafés preferidos, lugares donde me gustaba ir. Y después trabajando ahí
en… para el gobierno de la ciudad, cuando surgió esa idea de ver de qué manera el gobierno podía ayudar a una
tipología comercial, que se discutió muy brevemente y enseguida salió Cafés y Bares. Bue, estuve trabajando de
entrada ahí con eso.
SL: Y antes de trabajar ¿cómo veías a los bares o a los cafés? ¿Qué es lo que encontrabas en el café?
HS: Bueno, más o menos lo que después certificaba con todas las cosas que decías ahí en la comisión. Me pareció
un lugar grato, me encantaba. Yo era jovencito, cuando iba del colegio secundario y algún día de la semana no
iba al colegio y me iba a pasear. Y me iba a visitar galerías de arte, eran ratas culturales (risas) Y a veces arrastraba
a algunos compañeros míos. Y siempre el punto de referencia donde encontrarte era un café. Me acuerdo que
una vez, con un dilecto amigo mío, que lo sigue siendo actualmente, Alfredo Bollón, que es arquitecto también…
y yo me venía rateando dos días seguidos, y el tercer día, el 9 de abril, que era el cumpleaños de mamá. Y yo voy
a entrar al colegio, entro por… yo iba al Colegio Mariana Mariano, se entra por Bartolomé Mitre, y veo que
Alfredo sale ¿Te vas? Vení, vení conmigo. No, no puedo, dos veces me ratee ¿A dónde vas vos? Al Café El
Cóndor, me dice. Bue… Entro al colegio. No puede ser, justo el día de cumpleaños de mi madre. No puedo
ratearme dos días ya… Mientras estaban pasando ahí el himno, veo que el morocho portero estaba cerrando
la… ¡No, no, espere, no cierres, no cierres! (risas) Y salí. Y entonces llego a la esquina y le pregunto a un... En
la esquina había un kiosco donde vendían, obviamente, yo no fumaba, pero vendía cigarrillos sueltos para los
alumnos… para cualquiera. Le pregunto ¿El Bar El Cóndor, señor, usted lo conoce? ¡Sí, pibe! Y me dice,
Medrano y Corrientes. Por ahí, no sé, que hay un bar, o después hubo… un banco, no sé. Llego, un café de esos
hermosos, un café porteño, todo… la mesa de madera, los mozos... Veo, busco, busco, y no lo encuentro a mi
amigo. Bue, me quedé sentado, me tomé un cafecito con leche con medialunas, y después, como todos los
rateros, a la hora que cierra, que salen los… van a la puerta del colegio a ver las novedades. Y me voy a la puerta
y me encuentro… ¡Escuchame! ¡No estabas en el Café El Cóndor! ¡Me hiciste ratear! Y no estabas en el... ¿Cómo
que no estaba en el Café El Cóndor? ¡Sí que estaba! Yo fui, me senté, pregunté dónde era, fui, me dijeron…
¡Ah, no! Dice… este Gil se había vuelto a tres cuadras de la casa, en Caballito. El Cóndor era uno que ahora se
llama El Coleccionista, frente al parque. Estaba en ese Cóndor. Así que estamos a 30 cuadras de distancia, los
dos en… dos bares llamado El Cóndor. Después, otras veces, también cuando íbamos, a veces los viernes a la
tarde, me encantaba ir también a ver exposiciones. Pero había una cantidad de salas de galerías de arte entre
Córdoba y Plaza San Martín, sobre Florida y alrededores, tenías 40, 45. Y me encantaba ir a una confitería, un
bar, un café, que estaba en Viamonte y Florida, que se llamaba Jockey Club. Que ahí venían alumnos de filosofía,
que estaban ahí nomás… ese me encantaba. Y una vez… tenía forma de L, el local, sobre Viamonte y muy
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